lunes, 17 de septiembre de 2018

LEYENDAS POR CULTURA - EUROPA

EN ESPAÑA

Belerma es un personaje literario propio del Romancero Viejo, que fue creado por juglares y romanceristas del siglo XVI para designar a la dama ideal. Belerma da nombre a varios romances, y es, también la compañera de Durandarte, escrupuloso amador y amigo inseparable del caballero Montesinos, famoso por el ciclo de romances al que da su nombre. En el romance Oh Belerma Durandarte (Personaje que personifica a la espada de Carlomagno) se despide de Belerma y de su fiel primo Montesinos al caer en la batalla. Según dicho romance, Durandarte sirvió a Belerma durante siete años, y al inicio de su romance con ella, él hubo de marchar a la guerra, donde, tras heroicas hazañas, muere. En este contexto se desarrolla el romance, que según varios filólogos, es una mezcla entre la epopeya quijotesca y la tradición romancera castellana, pese a existir dicho romance en otras lenguas peninsulares, como el gallego o el catalán. Además, llegaron a existir variaciones del tema principal del romance en siglos posteriores.



            Diez años vivió Belerma
            con el corazón difunto
            que le dejó en testamento
            aquel francés boquirrubio.
5          Contenta vivió con él,
            aunque a mí me dijo alguno
            que viviera más contenta
            con trecientas mil de juro.
            A verla vino doña Alda,
10        viuda del conde Rodulfo,
            conde que fue en Normandía
            lo que a Jesucristo plugo,
            y hallándola muy triste
            sobre un estrado de luto,
15        con los ojos que ya eran
            orinales de Neptuno,
            riéndose muy de espacio
            de su llorar importuno
            sobre el muerto corazón
20        envuelto en un paño sucio,
            le dice: «Amiga Belerma,
            cese tan necio diluvio,
            que anegará vuestros años
            y ahogará vuestros gustos.
25        Estése allá Durandarte
            donde la suerte le cupo;
            buen pozo haya su alma,
            y pozo que esté sin cubo.
            Si él os quiso mucho en vida,
30        también lo quisistes mucho,
            y si tiene abierto el pecho,
            queréllese de su escudo.
            ¿Qué culpa tuvistes vos
            de su entierro, siendo justo
35        que el que como bruto muere,
            que lo entierren como a bruto?;
            muriera él acá en París,
            a do tiene su sepulcro,
            que allí le hicieran lugar
40        los antepasados suyos.
            Volved luego a Montesinos
            ese corazón que os trujo,
            y enviadle a preguntar
            si por gavilán os tuvo.
45        Descosed, y desnudad,
            las tocas de anjeo crudo,
            el monjilón de bayeta
            y el manto, basto, peludo;
            que, aun en las viudas más viejas
50        y de años más caducos,
            las tocas cubren a enero,
            y los monjiles, a julio,
            cuanto más, a una muchacha
            que le faltan días algunos
55        para cumplir los treinta años,
            que yo desdichada cumplo.
            Seis hace, si bien me acuerdo,
            el día de Santiñuflo,
            que perdí aquel mal logrado
60        que hoy entre los vivos busco.
            Holguéme de cuatro y ocho,
            haciéndoles dos mil hurtos
            a las palomas, de besos,
            y a las tórtolas, de arrullos.
65        Sentí su fin; pero más
            que muriese sin ver fructo,
            sin ver flujo de mi vientre,
            porque siempre tuve pujo;
            mas no por eso ultrajé
70        mi buena tez con rasguños,
            cabal me quedó el cabello,
            y los ojos, casi enjutos.
            Aprended de mí, Belerma,
            holguémonos de consuno,
75        llévese el mar lo llorado,
            y lo suspirado, el humo.
            No hiléis memorias tristes
            en este aposento obscuro,
            que, cual gusano de seda,
80        moriréis en el capullo.
            Haced lo que en su fin hace
            el pájaro sin segundo,
            que nos habla en sus cenizas
            de pretérito y futuro.
85        Llorad su muerte, mas sea
            con lagrimillas al uso;
            de lo mal pasado nazca
            lo por venir más seguro.
            Pongámonos a la par
90        dos toquitas de repulgo,
            ceja en arco, manos blancas,
            y dos perritos lanudos.
            Hiedras verdes somos ambas,
            a quien dejaron sin muros,
95        de la muerte y del amor
            baterías e infortunios:
            busquemos por do trepar,
            que, a lo que de ambas presumo,
            no nos faltarán en Francia
100      pared gruesa, tronco duro.
            La iglesia de san Dionís
            canónigos tiene muchos,
            delgados, cariaguileños,
            carihartos y espaldudos:
105      escojamos como en peras
            dos déligos capatuncios,
            de aquestos que andan en mulas
            y tienen algo de mulos;
            de estos Alejandros Magnos
110      que no tienen por disgusto,
            por dar en nuestros broqueles,
            que demos en sus escudos.
            De todos los doce pares
            y sus nones, abrenuncio,
115      que calzan bragas de malla
            y, de acero, los pantuflos;
            ¿de qué nos sirven, amiga,
            petos fuertes, yelmos lucios?:
            armados hombres queremos,
120      armados, pero desnudos.
            De vuestra mesa redonda,
            francos paladines, huyo,
            donde ayunos os sentáis,
            y os levantáis más ayunos;
125      la de cuatro esquinas quiero,
            que la ventura me puso
            en casa de un cuatro picos,
            de todos cuatro picudo,
            donde sirven, la cuaresma,
130      sabrosísimos besugos,
            y turmas, en el carnal,
            con su caldillo y su zumo».
            Más iba a decir doña Alda,
            pero a lo demás dio un nudo,
135      porque de don Montesinos
            entró un pajecillo zurdo.















Blancaflor es una leyenda de sur de la Península Ibérica sobre la hija pequeña del diablo similar en temática a la leyenda griega de Medea.1​ En ocasiones, también se confunde erróneamente con el cuento de Blancanieves.

Trama[editar]

Los reyes de un país muy lejano, desesperados por no poder tener hijos, rezan por tener descendencia (en algunas versiones, incluso llegan a hacer la promesa de entregárselo al diablo cuando cumpla veinte años si se les concede el favor).
Tiene a un hijo hermoso y generoso, pero le debe su alma con el diablo, bien sea por la promesa de sus padres, bien por resultar un jugador empedernido. El diablo promete restituirle su antigua vida si realiza tres encargos que le impondrá. Una anciana a la que ayuda de camino al castillo de Irás y no Volverás, donde habita el diablo, le da un truco para superar las tareas: antes de llegar al castillo hay un río donde se bañan las hijas del diablo. Debe esconder la ropa de la pequeña, de nombre Blancaflor, y no dársela hasta que le prometa ayudarlo.
Siguiendo las instrucciones de la anciana consigue la ayuda de Blancaflor tras prometerle matrimonio. Gracias a ella logra superar las tres tareas:
  • Allanar una ladera, sembar trigo y hacer pan para el diablo en un solo día.
  • Allanar una montaña, sembrar cepas y hacer vino.
  • Recuperar un anillo perdido en el Estrecho de Gibraltar
El diablo enfadado por su derrota y porque el muchacho vaya a desposar a su hija trata de matarlo, pero ambos huyen al país natal del príncipe. Una vez allí, el futuro monarca olvida todo lo ocurrido y se promete con otra. Blancaflor está a punto de suicidarse con una piedra de dolor y un cuchillo de amor, cuando el príncipe, que asiste al coloquio de Blancaflor con estos objetos empieza a recordar todo lo ocurrido y la detiene en el último momento para casarse con ella.

Similitudes con Medea[editar]

Hay diferentes paralelismos con las historia de Jasón y el vellocino de oro.
Por una parte, el nombre de la heroína. En algunas versiones del cuento, el nombre de la protagonista está relacionado con el Sol ("Marisoles", "Siete rayos de sol") al igual que Medea que es la nieta del Sol.1
Por otra parte, hay un paralelismo en las historia: el héroe se compromete con la heroína para luego, al llegar a su reino, comprometerse con otra candidata más adecuada.
En el cuento, a diferencia de la narración mitológica, el príncipe acaba cumpliendo con su promesa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario