ELEMENTOS DEL BARROCO .-
Las basas prismáticas del primer tramo, situadas a uno y otro lado de la puerta de acceso (zonas 2 y 3) son casi cuadradas pero consideradas juntas conforman un rectángulo de ratio (1:4), sirviendo de asentamiento a todo el grupo de la Portada, y aguantan directamente el cuerpo de columnas adosadas del primer tramo, por debajo del dintel. Este espacio lo utiliza Calafate para situar las primeras figuras del programa iconológico, hoy incompleto por la desaparición de algunas esculturas. Aunque, en palabras del profesor Aguayo[18]: «…en los intercolumnios, están representados los cuatro doctores máximos de la Iglesia latina: San Jerónimo, San Agustín, San Ambrosio y San Gregorio Magno (…) Estas figuras, al igual que las superiores, están identificadas, no sólo por los atributos específicos de cada santo y que cada uno porta, sino también por atributos alusivos, situados bajo el pedestal o repisa que soporta las imágenes.»
En el centro vertical y horizontal del conjunto arquitectónico nos encontramos con un binomio simbólico representativo de la ciudad, el comprendido por un Castillo en cuyo portón hundido se superpone una llave que lo abre (zona 5) y la hornacina que protege una Virgen que probablemente sea Santa María del Puerto (zona 6). Ambos elementos componen un rectángulo de ratio (5:3) (zonas 4 y 5). Debieron existir razones ideológicas que pesaran sobre Calafate para que colocara el símbolo de María, la madre de Jesús, en el centro del paramento, intermedio entre lo terreno, (zona 1), y lo divino, (zona 11). Destaca así la labor mediadora de la Virgen en el acto de Redención del género humano. Las hornacinas denominadas de san Pedro y san Pablo, que jalonan las zonas 5 y 6, son rectángulos idénticos de ratio (4:7) –4 unidades de medida de lado menor por 7 unidades de lado mayor–, aproximadamente √3; (zonas 6 y 7). Las (zonas 8 y 9) corresponden a los triángulos mixtilíneos de las enjutas del arco triunfal con bajorrelieves de figuras simétricas que portan filacteria, una con los ojos cerrados y la otra abiertos, y se miran entre ellas. La zona 10, casi insignificante, remarca la situación de la clave del arco triunfal dominante de la portada. Es como un remate vegetal que hace de eje de simetría axial o de falsa charnela entre las dos partes del programa iconológico, como tendremos ocasión de explicar más adelante.
La undécima zona. A otro nivel de análisis puesto que no existen líneas que lo demarquen, podríamos considerar una undécima zona arquitectónica, remarcada de manera artificial como un rectángulo de ratio indiferente. Nos referidos al alto-relieve que representa a Dios-Creador, en el frontón situado en la cúspide. Esta zona 11 y la zona 1 poseen parecidos significados, aunque a diferentes niveles. Así, el significado simbólico que le daríamos a la puerta física por la que se accede al templo cristiano, sería la primera fase del proceso de Redención por la Crucifixión, a través de la Santa Misa que se desarrolla en el interior del recinto sagrado. Mostraría, en este caso, el ámbito terrenal del programa iconológico planteado por Calafate. Los fieles entran en el templo a orar y oír la palabra sagrada que les permitirá acceder a un estadio superior, en el argot cristiano, el Paraíso, perdido por el pecado de Adán y Eva. Ese Paraíso es el lugar donde habita Dios-Creador, rodeado de su corte celestial, cuyo conocimiento y contemplación sólo es posible a las almas libres de pecado, redimidas por el sacrificio de la Misa. Esta “puerta” superior sólo es alcanzable tras desarrollar el programa completo, siguiendo los pasos señalados en los distintos tramos o fases del proceso. Ambas “puertas”, por tanto, se complementan porque atravesar la segunda exige traspasar la primera.
Tres cuerpos. En general, la función de las representaciones religiosas sobre muros, retablos y portadas de los recintos cristianos responde a una proclamación y exaltación de los valores litúrgicos, doctrinales y de historia de la Iglesia; además de los puramente decorativos y de modulación óptica de los espacios arquitectónicos. Existen diferencias entre ellas. Las representaciones murales se realizan mediante bajorrelieves y hundidos, y responden a motivos ornamentales (florales o geométricos). El retablo es una talla en madera, recubierta de panes de oro y policromada; consta de escenas encastradas en un programa que se desarrolla a lo ancho y a lo alto, mediante cuerpos y calles.
La portada que nos ocupa únicamente posee cuerpos muy marcados mediante molduras. De tal modo que, el despliegue de escenas iconográficas, que debía desarrollarse con un marcado carácter pedagógico, que se seguía de izquierda a derecha y de abajo hacia arriba, en la Portada del Sol, Calafate recurre a un organizado juego de columnas que, sin marcar calles, establece la secuencia lectora requerida. No obstante este orden, no se entiende que deba recurrirse a interpretaciones complejas para descifrar el significado de su programa; cuando, lo aconsejable hubiera sido recurrir a representaciones más pedagógicas, máxime en una época donde la población seglar y la mayoría de los clérigos estaban poco formados en asuntos doctrinales y de liturgia.
A pesar de su complejidad interpretativa, sobre todo de los bajorrelieves decorativos-alusivos, el Cabildo aprobó la propuesta presentada por Calafate que, además de poseer una tendencia casi obsesiva a llenar los espacios de elementos (horror vacui, o miedo al vacío, propio del plateresco), establece un recorrido lector por fases y, como apreciaremos en otro capítulo, con significados compensados verticalmente mediante simetría axial. Los tres cuerpos que intuimos consideró Calafate quedan delimitados por líneas horizontales acentuadas por elementos arquitectónicos significativos
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