Segundo triunvirato
Proscripciones
A pesar de su derrota en Módena, Antonio aún contaba con un considerable apoyo entre las tropas romanas, llegando a reagrupar sus fuerzas en la Galia, donde llegó a reunir hasta 17 legiones. No obstante, tanto Lépido como Octaviano sabían que, de seguir enfrentándose entre ellos, los partidarios cesarianos se reducirían de manera significativa, lo cual daría ventaja a los asesinos de César ya que no se verían en la necesidad de usar sus fuerzas. Por ello, Lépido planteó la necesidad de una alianza entre ellos;14en un encuentro realizado cerca de Bolonia en octubre de 43 a. C., Octaviano, Antonio y Lépido formaron una dictadura militarconocida como el Segundo Triunvirato,62 cuyo objetivo primordial era el restablecimiento de la autoridad estatal.9 El acuerdo entre los triunviros cristalizaría en una ley aprobada por la Asamblea Popular, en virtud de la cual los triunviros obtenían poderes especiales por una duración de cinco años. Este carácter oficial distingue el Segundo Triunvirato del Primer Triunviratointegrado por Cneo Pompeyo Magno, Julio César y Marco Licinio Craso, que no pasó de ser un mero acuerdo político privado entre las partes, a través del cual controlaban las elecciones y decisiones de las distintas instituciones de la República.62 63
A continuación, los triunviros pusieron en marcha una serie de proscripciones en las que supuestamente se puso fuera de la ley a 300 senadores y 2000 équites, siendo privados de sus propiedades e inclusive, para aquellos que no lograran escapar, de sus vidas.64 La cifra de 300 senadores proviene de la estimación de Apiano, si bien Tito Livio, autor anterior a él, afirmó que solamente habían sido perseguidos 130.65 Este decreto publicado por el triunvirato se debió en parte a una necesidad de obtener dinero para pagar los salarios de las tropas que habrían de participar en el inminente enfrentamiento contra los asesinos de César,Marco Junio Bruto y Cayo Casio Longino.66 Se ofrecieron recompensas a cambio de la detención de los proscritos —25 000dracmas a los soldados que mataran a un proscrito y llevaran su cabeza a Roma, y la manumisión a los esclavos que asesinaran a sus amos proscritos—9 14 para incentivar que los ciudadanos les persiguieran, mientras que los activos y propiedades de los detenidos eran requisadas y quedaban en poder de los triunviros.64
Los historiadores romanos contemporáneos se contradicen entre ellos en relación a cuál de los triunviros fue más responsable por las proscripciones y los asesinatos. Sin embargo, las fuentes coinciden en el hecho de que la promulgación de las proscripciones fue un acuerdo hecho conjuntamente por las tres facciones con el propósito de eliminar a los enemigos políticos.67 Marco Veleyo Patérculo afirmó que Octaviano había tratado de evitar las proscripciones de cargos públicos, y acusa a Lépido y a Antonio de ser los culpables de haberlas puesto en marcha.68 Dion Casio también defendió a Octaviano al mencionar que éste trató de descartar a la mayor cantidad posible de las listas de proscritos, mientras que Antonio y Lépido, al estar involucrados en la política un mayor tiempo que él, tenían más enemigos que liquidar.68 Esta afirmación es rechazada por Apiano, que mantuvo que Octaviano compartía un interés equiparable al de Antonio y Lépido en erradicar a sus adversarios políticos.69Suetonio, por su parte, relata los hechos diciendo que Octaviano, aunque se había mostrado al principio reacio a las proscripciones, finalmente persiguió a sus rivales con incluso más rigor que los otros triunviros.67 70 Plutarco describió este acontecimiento como despiadado, calificándolo como un intercambio encarnizado de amigos y familiares entre Antonio, Lépido y Octaviano. Por ejemplo, Octaviano permitió la proscripción de su aliado Cicerón, mientras que Antonio admitió la de su tío materno Lucio Julio César y Lépido la de su hermano Lucio Emilio Lépido Paulo.68 Algunas fuentes conciben que el hecho de proscribir amigos y familiares era para apropiarse de sus propiedades y amasar una fortuna mayor con el fin de asegurar su hegemonía en Roma.14
Batalla de Filipos y división territorial
El 1 de enero de 42 a. C. el Senado reconoció de manera póstuma a Julio César como una divinidad del estado romano: Divus Iulius. Para apoyar su causa, Octaviano hizo hincapié en el hecho de que, en consecuencia, él, como hijo adoptivo de César, era ahora Divi filius («Hijo del Dios»).71 Tras esto, Antonio y Octaviano enviaron por mar a 28 legiones para enfrentarse a los ejércitos de Bruto y Casio, que habían instalado su base de poder en Grecia.72 Tras dos enfrentamientos en Filipos, Macedonia, en octubre de ese mismo año, el ejército cesariano logró la victoria y tanto Bruto como Casio se suicidaron. De acuerdo a Suetonio, Octaviano «no mostró moderación en la victoria, enviando a Roma la cabeza de Bruto, para que la arrojaran a los pies de la estatua de César, aumentando así con sangrientos ultrajes los castigos que impuso a los prisioneros más ilustres».73Por otra parte, Marco Antonio usaría luego los ejemplos de dichas batallas para menospreciar a Octaviano, puesto que las dos contiendas habían sido ganadas de forma decisiva con el uso de las tropas de Antonio.74 Además de exigir el reconocimiento por las victorias, Antonio calificó a Octaviano como un cobarde por haberle entregado el control militar directo de sus legiones a Marco Vipsanio Agripa.74
En cualquier caso, tras la batalla de Filipos los triunviros llegaron a un nuevo acuerdo territorial para el reparto de poder: mientras que Antonio dejaba la Galia, las provincias de Hispania e Italia en manos de Octaviano, recibía el control de la parte oriental del imperio. Antonio viajó a Egipto, en dónde se alió con la reina Cleopatra VII, la examante de Julio César y madre del hijo natural de César, Cesarión. Sintiéndose frustrado por la decisión tomada por Antonio, quien le había cedido Hispania a Octaviano, Lépido se quedó solamente con la provincia de África.75 Octaviano tuvo que decidir en qué lugares de Italia habría de asentar a las decenas de miles de veteranos de la campaña de Macedonia, algo que los triunviros se comprometieron a cumplir desde un inicio. Además, las decenas de miles que habían peleado del lado republicano con Bruto y Casio, que fácilmente podrían aliarse con un oponente político de Octaviano en caso de que no se les contentase, requerían igualmente un lugar para establecerse.75 Ya no había más terreno público controlado por el gobierno para destinarlo como asentamiento para sus soldados, por lo que Octaviano debía elegir una entre dos opciones: enfrentarse a muchos ciudadanos romanos mediante la confiscación de sus tierras o enfrentarse a muchos soldados romanos, que a su vez podrían provocar una gran oposición en su contra en el corazón de Roma. Finalmente, Octaviano eligió la primera opción.76 En total, hubo hasta 18 ciudades romanas afectadas por los nuevos asentamientos, inclusive poblaciones enteras que fueron expulsadas o, al menos, desalojadas parcialmente de sus tierras.77
Rebelión y alianzas matrimoniales
La insatisfacción generalizada con Octavio por los asentamientos de sus soldados incitó a muchos a que se concentraran de lado de Lucio Antonio, hermano de Marco Antonio, que contaba con el apoyo de una mayoría considerable en el Senado.77 Mientras tanto, Octaviano pidió el divorcio de Clodia Pulcra (hija de Fulvia y de su primer esposo, Publio Clodio Pulcro), reclamando que el matrimonio nunca se había llegado a consumar; como resultado, decidió devolverla con su madre, la esposa de Antonio. Fulvia, insultada, decidió responder: junto con Lucio Antonio, formó un ejército en Italia para aliarse a las fuerzas de Antonio en contra de Octaviano. Sin embargo, la apuesta política de Lucio y Fulvia al oponerse a Octaviano era muy arriesgada, ya que el ejército romano todavía dependía de los triunviros para obtener sus salarios.77 Lucio y sus aliados terminaron siendo sitiados en Perusia (actual Perugia), en donde Octaviano los obligó a rendirse a principios de 40 a. C.77 Lucio y su ejército fueron perdonados gracias a su parentesco con Antonio, cuya influencia era predominante en Oriente, mientras que Fulvia fue exiliada a Sición.78 Sin embargo, Octaviano se mostró despiadado con los aliados políticos de Lucio; el 15 de marzo, aniversario del asesinato de Julio César, mandó ejecutar a 300 senadores romanos y équites acusados de haberse aliado con Lucio.79 Asimismo, Perusia fue saqueada e incendiada como advertencia a los demás.78 Este evento sangriento manchó de alguna forma el legado de Octaviano, llegando a ser criticado por muchos, entre ellos el poeta augusto Propercio.79
Por otro lado Sexto Pompeyo, hijo del extriunviro Cneo Pompeyo Magno, se había convertido en un general renegado desde la victoria de César sobre su padre y sobre el bando republicano. Finalmente se había establecido en Sicilia y Cerdeña como parte de un acuerdo alcanzado con el Segundo Triunvirato en 39 a. C.80 Tanto Antonio como Octaviano competían por consolidar una alianza con él, quien irónicamente era miembro del partido republicano, y opositor a la facción cesariana.79 Octaviano consiguió una alianza temporal con él cuando se casó con Escribonia, hija de Lucio Escribonio Libón —suegro y partidario de Pompeyo—.79Escribonia concibió la única hija natural de Octaviano, Julia la Mayor, quien nació el mismo día que Octaviano pidió su divorcio para casarse con Livia Drusilla, poco menos de un año después de haberse casado con Escribonia.79
Mientras tanto, en Egipto, Antonio comenzó una relación amorosa con Cleopatra, concibiendo con ella tres hijos (Alejandro Helios,Cleopatra Selene II y Ptolomeo Filadelfo).14 Consciente de su relación cada vez más deteriorada con Octaviano, Antonio dejó a Cleopatra y, en 40 a. C., navegó a Italia con una gran fuerza para enfrentarse a Octaviano, logrando poner asedio sobre la ciudad de Brindisi. Sin embargo, este nuevo conflicto demostró ser insostenible tanto para Octaviano como para Antonio; sus centuriones, que se habían convertido en figuras políticamente importantes, se negaron a luchar debido a su causa cesariana, y las legiones bajo su comando siguieron su ejemplo.81 82 Mientras tanto, en Sición, la esposa de Antonio falleció de una repentina enfermedad justo cuando Antonio estaba en camino para encontrarse con ella. Los dos acontecimientos, es decir, la muerte de Fulvia y el motín de los centuriones, permitieron que los triunviros lograran una reconciliación.81 82 En otoño de 40 a. C., Octaviano y Antonio aprobaron el Tratado de Brindisi por el cual Lépido seguiría en África, Antonio en Oriente y Octaviano en Occidente. La península italiana quedó accesible a todos ellos para el reclutamiento de los soldados aunque, en realidad, esta disposición resultaba inútil para Antonio desde Oriente.81 Con el fin de consolidar aún más su alianza con Antonio, Octaviano le ofreció a su hermana, Octavia la Menor, en matrimonio a finales de ese año.81 Durante su matrimonio, Octavia procreó dos hijas (conocidas como Antonia la Mayor y Antonia la Menor).
Guerra con Sexto Pompeyo
En Italia, Sexto Pompeyo amenazó a Octaviano con rechazar los envíos de grano a la península por medio del Mediterráneo; el propio hijo de Pompeyo había sido puesto a cargo como comandante naval con el objetivo de provocar una hambruna generalizada en Italia.82 El control de Pompeyo sobre el mar lo llevó a a adoptar el nombre Neptuni filius («hijo de Neptuno»).83En 39 a. C., se llevó a cabo un acuerdo de paz temporal con él mediante el tratado de Miseno; el bloqueo de Italia fue levantado una vez que Octaviano le concedió a Pompeyo los territorios de Cerdeña, Córcega, Sicilia y el Peloponeso, asegurándole también una posición futura como cónsul para 35 a. C.82 83 Sin embargo, el acuerdo territorial entre los triunviros y Sexto Pompeyo comenzó a desmoronarse cuando Octaviano se divorció de Escribonia y contrajo matrimonio con Livia, el 17 de enerode 38 a. C.84 Asimismo, uno de los comandantes navales de Pompeyo lo traicionó y devolvió el control de Córcega y Cerdeña a Octaviano. Para atacar a Pompeyo, Octaviano necesitaba apoyo adicional de Antonio, por lo que decidió establecer un nuevo acuerdo con tal de extender la duración del Segundo Triunvirato por otros cinco años más, a partir de 37 a. C.85 86 Si bien Antonio accedió a apoyarlo contra Pompeyo, éste esperaba obtener también ayuda para su campaña contra el Imperio Parto, a manera de venganza de la derrota sufrida en Carrhae en 53 a. C.86 En un encuentro celebrado en Tarento, Antonio le concedió 120 barcos a Octaviano para que fueran usados contra Pompeyo, mientras que Octaviano le envió 20 000 legionarios que Antonio usaría contra los partos.87 Sin embargo, Octaviano envió sólo una décima parte de su propuesta original, lo cual fue visto por Antonio como una provocación intencional de su parte.87
Octaviano y Lépido lanzaron una operación conjunta contra Pompeyo en Sicilia en 36 a. C.88 A pesar de los primeros reveses que tuvo Octaviano, su general Agripalogró destruir casi por completo a la flota de Pompeyo el 3 de septiembre, en la batalla de Naulochus.89 Sexto huyó al Oriente con lo que quedaba de sus tropas, pero al año siguiente sería capturado y ejecutado en la comuna de Mileto por uno de los generales de Antonio.89 Tanto Lépido como Octaviano reagruparon las tropas vencidas de Pompeyo, sin embargo Lépido se sintió con la autoridad suficiente como para reclamar el territorio de Sicilia para él, ordenando a Octaviano que abandonara el lugar.89 No obstante, las tropas de Lépido desertaron de su bando y se pasaron al bando de Octaviano, hartas de tanto enfrentamiento y tentados por las promesas de recompensas monetarias de Octaviano.89 Finalmente, Lépido se rindió ante Octaviano y, aunque se le permitió retener el cargo de pontifex maximus, fue expulsado del Triunvirato, finiquitando su carrera pública y exiliándolo a la villa romana de Cabo Circei, en Italia.89 90 El gobierno del territorio romano pasó entonces a estar dividido entre Octaviano, en Occidente, y Antonio, en Oriente. Para mantener la paz y estabilidad en su porción del Imperio, Octaviano le garantizó a los ciudadanos de Roma sus derechos de propiedad. Esta vez estableció a sus soldados retirados fuera de Italia, devolviendo a 30 000 esclavos que previamente habían huido para unirse al ejército y a la armada de Pompeyo a sus antiguos amos.91 Para asegurar su propia seguridad, así como la de Livia y la de Octavia una vez que regresaran a Roma, Octaviano hizo que el Senado le otorgase la inmunidad soberana del tribuno (o sacrosanctitas) tanto para él como para su esposa y su hermana.92
Guerra con Antonio
Para entonces Roma se encontraba dividida entre Oriente y Occidente; en el primero, Marco Antonio se ocupaba de la reorganización de Egipto mientras que, en Occidente, Octaviano estaba enfocado en apoyar las actividades agrícolas e integrar al mismo tiempo las provincias romanas en esta región.14 La campaña de Antonio contra los partos terminó en desastre, empañando su imagen de líder; los 2000 legionarios enviados por Octaviano apenas resultaron ser suficientes para recuperar la fuerza militar en la región.93 Por otra parte, Cleopatra tenía capacidad para restaurar su ejército íntegramente, y puesto que Antonio ya estaba comprometido sentimentalmente con ella, decidió enviar a Octavia de vuelta a Roma.94 En primera instancia, Octaviano usó esta acción de Antonio como recurso propagandístico en contra de Antonio, manifestando que el general se estaba volviendo cada vez menos romano, sirviendo como muestra el hecho de haber rechazado a una esposa legitima romana por una «pareja íntima de Oriente».95 En 36 a. C., Octaviano utilizó también una táctica política para parecer menos autócrata y convertir a Antonio en el principal villano al proclamar que las guerras civiles estaban llegando a su fin, y que él dejaría su cargo como triunviro si Antonio hacía lo mismo; este último denegó la propuesta.96
Después la conquista de Armenia por parte de las tropas romanas en 34 a. C., Antonio designó a su hijo Alejandro Helios como el gobernante de ese territorio. También otorgó el el título de «Reina de los Reyes» a Cleopatra. Octaviano utilizó ambos actos para convencer al Senado de que Antonio tenía ambiciones para disminuir la preeminencia de Roma en la región.95 Cuando Octaviano volvió a asumir la magistratura del consulado el 1 de enero de 33 a. C., abrió la primera sesión del Senado con un vehemente ataque contra las concesiones de títulos y territorios ofrecidas por Antonio a sus familiares y su reina.97 Diversos cónsules y senadores se precipitaron a defender a Antonio al mirar con incredulidad la propaganda (que terminó siendo cierta), aunque también hubo políticos que desertaron del bando antoniano para empezar a apoyar a Octaviano para el otoño de 32 a. C.98 Entre esos desertores, Lucio Munacio Planco y Marco Ticio dieron a Octaviano la información que necesitaba para reafirmar ante el Senado todas las acusaciones que había hecho en contra de Antonio.99 Al asaltar el santuario de las vestales, siendo nombrado «Dux» por el Senado,14 Octaviano obligó a sus sacerdotisas que le entregaran el testamento secreto de Antonio, por el cual le regalaba a sus hijos los territorios bajo dominio de Roma para que éstos los gobernaran como reinos, además de incluir sus planes de construir una tumba en Alejandría para su reina y él, donde ambos serían enterrados tras sus muertes.100 101 Casi al instante, el documento fue leído íntegramente ante la plebe.14 Como resultado de lo anterior, a finales de ese año el Senado revocó de manera oficial los poderes de Antonio como cónsul y declaró la guerra al régimen de Cleopatra en Egipto.102 103
A principios de 31 a. C., mientras Antonio y Cleopatra se hallaban estacionados temporalmente en Grecia, Octaviano obtuvo una victoria preliminar cuando su armada, comandada por Agripa, logró transportar con éxito a las tropas a través del mar Adriático.104 Mientras que Agripa se ocupaba de bloquear las rutas marítimas usadas para las líneas de suministro por Cleopatra y Antonio, Octaviano desembarcó justo enfrente de la isla de Corcira (actual Corfú), y marchó hacia el sur.104 Atrapados tanto por mar como por tierra, empezaron a surgir desertores del ejército de Antonio que se unían día a día a las tropas de Octaviano, mientras que las fuerzas de Octaviano se encontraban lo suficientemente confortables como para preparar con calma el enfrentamiento.104
En un intento desesperado por liberar el bloqueo naval, las flotas de Antonio navegaron a través de la bahía de Accio, en la costa occidental de Grecia. Fue en ese lugar donde las fuerzas de Antonio, cuya flota era dirigida porCayo Sosio en su ala izquierda y por Lucio Gelio Publícola en la derecha, se enfrentaron a las flotas de Octaviano, comandadas por Agripa, —las cuales a pesar de estar formadas por naves más pequeñas, eran más numerosas que las de Antonio— en la batalla de Accio el 2 de septiembre de 31 a. C..105 Antonio y sus fuerzas restantes sólo lograron salvarse gracias a la intervención de la flota de Cleopatra, que había permanecido cerca de ahí como último recurso en caso de una derrota.106 Octaviano no desistió en su persecución, y tras otra victoria en Alejandría el 1 de agosto de 30 a. C., Antonio y Cleopatra se suicidaron; Antonio cayó sobre su propia espada entre los brazos de Cleopatra, mientras que ella se dejó morder por una serpiente venenosa.107 Habiendo aprovechado su posición como heredero de César en pro de su trayectoria política, Octaviano era muy consciente de los riesgos que supondría permitir que otro tuviera la oportunidad de compartir el mismo camino así que, según fuentes, tras comentar que «dos Césares eran demasiados», ordenó queCesarión —hijo natural de Julio César y Cleopatra— fuera asesinado de un certero golpe de espada «sin remordimiento alguno»,108 apenas desembarcó este en Alejandría, dejando solamente con vida a los hijos de Antonio y Cleopatra, con la excepción de Marco Antonio Antilo, hijo mayor de Antonio y Fulvia.109 110
Cabe señalarse que aunque previamente Octaviano mostró poca misericordia hacia los combatientes militares, actuando asimismo en formas que lo habían vuelto impopular con la sociedad romana, fue reconocido por la plebe por perdonar a muchos de sus oponentes tras la batalla de Accio.111 Asimismo, para celebrar la victoria en Accio, fundó cerca de ahí Nicópolis.112
Octaviano se convierte en Augusto
Tras la batalla de Accio y la derrota de Antonio y Cleopatra, Octaviano se hallaba en condiciones de gobernar por sí solo la República íntegra en virtud de unprincipado no oficial.113 Sin embargo, para alcanzar este objetivo antes tendría que recurrir a diversas formas de incrementar su poder formal, manipulando al Senado y al pueblo. Debía aparentar que apoyaba y respetaba las tradiciones republicanas de Roma con tal de evidenciar que su objetivo no era aspirar una dictadura omonarquía.114 115 Al marchar a Roma, Octaviano y Agripa fueron elegidos cónsules por el Senado.116 Aún cuando las guerras civiles habían dejado a Roma en un estado próximo a la anarquía, la República no estaba preparada para aceptar el mando de un déspota en la figura de Octaviano. Al mismo tiempo, Octaviano no podía simplemente renunciar a su autoridad sin correr el riesgo, a su vez, de promover más guerras civiles entre los generales romanos y, aunque no pretendiera ostentar autoridad alguna, su posición le exigía mirar hacia el bienestar de la ciudad de Roma y las provincias romanas. A partir de entonces, los objetivos de Octaviano consistieron en devolver a Roma la estabilidad, la legalidad tradicional y el civismo —esto último mediante el levantamiento de la evidente opresión política impuesta a los tribunales de justicia así como la certificación de elecciones libres, por lo menos en concepto—.117
Primer pacto
En 27 a. C., Octaviano devolvió oficialmente el poder al Senado romano, renunciando al control de las provincias romanas y sus ejércitos.116 Sin embargo, en virtud del consulado de Octaviano, el Senado contó con una jurisdicción limitada al momento de presentar proyectos de ley para su debate senatorial.116 Aunque Octaviano ya no dirigía el control de las provincias y ejércitos, retuvo la lealtad de los soldados en servicio activo así como de los veteranos.116 Las trayectorias de muchos clientes y seguidores dependía de su patrocinio, puesto que el poder financiero de Octaviano en Roma no tenía rival alguno.116 Según el historiadorWerner Eck:
La suma de su poder se derivó en primer lugar de todos los diversos poderes oficiales que le fueron delegados por el Senado y el pueblo, en segundo lugar de su vasta fortuna privada y por último de las numerosas relaciones patrón-cliente que estableció con individuos y grupos a través de todo el Imperio. Todo esto en conjunto formó la base de su auctoritas, a la cual él mismo se refirió como el fundamento de sus acciones políticas.118
A grandes rasgos, el público era consciente de los vastos recursos financieros que controlaba Octaviano. Por ejemplo, en un momento en el que no consiguió alentar a suficientes senadores para que financiaran la construcción y mantenimiento de lascalzadas romanas de Italia, él mismo se hizo cargo directamente de esa responsabilidad en 20 a. C.119 Esta labor se dio públicamente a conocer a través de las monedas romanas emitidas en 16 a. C., después de haber donado vastas cantidades de dinero al aerarium, el tesoro público.119
No obstante, según H. H. Scullard, el poder de Augusto se basaba en el ejercicio de «un poder militar predominante y [...] la sanción definitiva de su autoridad era el uso de la fuerza, a pesar de todo lo que se intentara disimular el hecho».120
Tiempo después el Senado le propuso a Octaviano, vencedor de las guerras civiles romanas, que asumiera una vez más el control de las provincias. La propuesta senatorial suponía la ratificación del poder extraconstitucional de Octaviano. A través del Senado Octaviano era capaz de mantener la apariencia de la vigencia de la antigua constitución republicana. Aceptó, reacio en apariencia, una responsabilidad de diez años de duración sobre la supervisión de determinadas provincias cuyo estado en aquel momento se consideraba caótico.121 122 Las provincias que le fueron cedidas, y que él debería pacificar en el periodo de diez años, abarcaban la mayor parte del mundo romano conquistado, incluyendo Hispania,Galia, Siria, Cilicia, Chipre y Egipto.121 123 Además, el dominio de esas provincias le daba a Octaviano el control de la mayor parte de las legiones romanas.123 124
Mientras ostentaba el cargo de cónsul en Roma, Octaviano consignó senadores a las provincias de su dominio a manera de representantes, con la finalidad de gestionar los asuntos de cada provincia y asegurarse de que sus órdenes se llevaran a cabo.124 Por otra parte, las provincias que no eran controladas por Octaviano se encontraban supervisadas por gobernadores que eran elegidos por el Senado.124 Octaviano se convirtió en la figura política más poderosa en la ciudad de Roma y en la mayoría de sus provincias, aunque no contaba con el único monopolio del poder político y militar:125 el Senado todavía controlaba la región norte de África, un productor importante de grano del imperio, así como Iliria y Macedonia, dos regiones militarmente estratégicas con varias legiones acantonadas en su territorio.125 No obstante, el mando de tan sólo cinco o seis legiones distribuidas entre tres procónsules senatoriales, comparado con las veinte legiones dirigidas directamente por Octaviano, implicaba que el control de dichas zonas por parte del Senado no suponía ningún tipo de amenaza política o militar a Octaviano.114 120 Por otro lado, el control del Senado sobre algunas de las provincias romanas ayudaba a mantener una fachada republicana para el principado autocrático,114 mientras que el control de Octaviano de provincias enteras, en las cuales sus objetivos consistían en asegurar la paz y crear un ambiente de estabilidad, partía de los precedentes de la era republicana, en la cual prominentes romanos como Cneo Pompeyo Magno habían obtenido poderes militares equiparables en tiempos de crisis e inestabilidad.114
En enero de 27 a. C., el Senado otorgó a Octaviano, de manera inédita, los recién creados títulos de «Augusto» y «Princeps».126Augusto, del latín augere (refiriéndose a un incremento), que pudiera ser traducido como «el ilustre»,111 era un título religioso más que político.111 De acuerdo a las creencias religiosas en la Antigua Roma, el título simbolizaba un sello de autoridad sobre la humanidad —y sobre la naturaleza— que iba más allá de cualquier definición constitucional para el estatus de Octaviano. Tras los duros métodos que empleó para consolidar su dominio, el cambio en el nombre, sugerido por Lucio Munacio Planco,127 serviría además para desmarcar su reinado benigno como Augusto, de su reinado de terror como Octaviano. De igual forma, su nuevo título le favorecía más que el de «Romulus», que previamente él había concebido en referencia a la historia de los fundadores de Roma, algo que hubiera simbolizado una segunda fundación de Roma.111 No obstante, el título de Romulus estaba asociado fuertemente con nociones de monarquía y realeza, una imagen que Octaviano intentaba evitar a toda costa.128 Por otra parte, Princeps, proveniente de la frase en latín primum caput («el primero»), originalmente estaba vinculado al senador más viejo o notable y cuyo nombre aparecía en primer lugar en la lista senatorial principal; en el caso de Augusto, se convertiría casi en un título real adoptado por un líder que poseía el dominio completo.129 Princeps también se usó como un título republicano concedido a todos aquellos que habían servido bien al estado; por ejemplo, Cneo Pompeyo había ostentado el título. Además, Augusto se proclamó asimismo comoImperator Caesar divi filius, «Comandante César, hijo del deificado».126 Con este título no solamente se jactaba de su parentesco con el divino Julio César, sino que el uso de Imperator establecía un vínculo permanente a la tradición romana de la victoria.126 El término Caesar sólo era un cognomen para una rama de la familia julia, aunque ciertamente Augusto trasladó su significado a unanueva línea familiar que habría de comenzar con él.126
A Augusto se le otorgó también el derecho de colgar la corona cívica de roble encima de su puerta y de colocar laureles a manera de cubiertas para sus jambas.125 Esta corona usualmente se usaba sobre la cabeza de un general romano durante un triunfo, mientras que el individuo que mantenía la corona encima de la cabeza del general repetía continuamente la frase memento mori, o, «Recuerda que eres mortal», al general victorioso. Adicionalmente, las hojas de laurel tenían una especial importancia en varias ceremonias del estado, y las coronas de laurel eran concedidas a los campeones de atletismo, carreras y pruebas dramáticas. Así, tanto el laurel como el roble eran símbolos provenientes en su totalidad de la religión y la política romana; situarlos en las jambas de Augusto equivaldría a declarar su casa como la capital de Roma. Sin embargo, Augusto rehusó símbolos de poder tales como el uso de un cetro, unadiadema, e inclusive la corona dorada y la toga púrpura usadas por su predecesor Julio César.130 Si bien rechazaba simbolizar su poder mediante el uso de dichos objetos en su persona, el Senado le otorgó en cualquier caso el reconocimiento de un escudo dorado expuesto en la sala de reuniones de la Curia, con la leyenda virtus, pietas, clementia, iustitia —«valor, piedad, clemencia y justicia»—.
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