Segundo pacto
En 23 a. C. se produjo una crisis política que involucraba al colega consular de Augusto, Aulo Terencio Varrón Murena, que formó parte de una conspiración contra de Augusto. Los detalles exactos de la confabulación se desconocen, pero de hecho Murena no cumplió el mandato completo como cónsul y Calpurnio Pisón fue elegido para reemplazarlo.131 132 Pisón era un miembro bien conocido de la facción republicana, y el hecho de que sirviera como colega consular de Augusto era otro movimiento político para que este último pudiera evidenciar su voluntad para realizar concesiones, así como para cooperar con todos los partidos políticos.133 A finales del período primaveral de ese año, Augusto sufrió una severa enfermedad y, en su supuesto lecho de muerte, hizo acuerdos que pondrían en duda las sospechas de los senadores acerca de su antirrepublicanismo.131 134 Augusto se preparó para traspasar su anillo de sello al general Agripa.131 134 Sin embargo, le entregó a su compañero consular Pisón todos los documentos oficiales, una cuenta de finanzas públicas y la autoridad sobre las tropas acantonadas en las provincias, por lo que el supuestamente favorecido sobrino de Augusto, Marco Claudio Marcelo, se quedó sin herencia alguna.131 134 Esto fue una sorpresa para muchos que creían que Augusto nombraría un heredero debido a su posición como un emperador no oficial.135 Augusto otorgó solamente propiedades y posesiones a sus herederos designados, ya que un sistema de herencia imperial institucionalizado habría provocado resistencia y hostilidad entre los romanos republicanos, temerosos del concepto monárquico.115
Poco después de recuperarse de su enfermedad, gracias a la receta de un médico griego,9 Augusto renunció a su permanente nombramiento anual como cónsul.134 En el futuro, Augusto sólo volvería a ocupar el consulado en dos ocasiones restantes, en los años 5 y 2 a. C.134 136 Aunque renunció al consulado, Augusto retuvo su imperium consular, lo cual llevó a un segundo acuerdo con el Senado, en lo que se conoce como el «segundo pacto».137 Se trataba de una hábil estratagema política planeada por Augusto; al no ocupar él mismo uno de los dos cargos de cónsul, los senadores tendrían el doble de posibilidades para aspirar a ocupar esa posición, mientras que al mismo tiempo Augusto podía «hacer un ejercicio de patronazgo más amplio entre la clase senatorial».138Augusto ya no se hallaba en un cargo oficial desde el que gobernar el Estado, pero su posición dominante sobre las provincias romanas prevaleció al convertirse en procónsul.134 139 Por otro lado, como cónsul Augusto tenía el poder para intervenir, cuando lo considerara necesario, en los asuntos de los procónsules provinciales designados por el Senado,140 pero al pasar a ocupar el cargo de procónsul Augusto no quería que la autoridad sobre los gobernadores provinciales le fuera despojada, así que el Senado le concedió el imperium proconsulare maius («poder sobre todos los procónsules»).137
Además, Augusto adquirió los poderes de los tribunos de la plebe (tribunicia potestas) con carácter vitalicio, si bien no recibió el propio cargo de tribuno.137 Legalmente, el cargo de tribuno de la plebe se hallaba vedado a los patricios, un estatus de carácter hereditario que él había adquirido, tiempo atrás, al ser adoptado por Julio César.138 El poder conferido le permitía convocar al Senado y al pueblo para presentar las diversas proposiciones de ley, vetar las acciones tanto de la Asamblea como del Senado, presidir las elecciones y tener el derecho de ser el primero en tener el uso de la palabra en cualquier reunión.136 141 Incluidos también en la autoridad tribunicia de Augusto estaban los poderes reservados usualmente para el censor romano; estos incluían los derechos de supervisar la moral pública, examinar las leyes para asegurarse que eran del interés público, llevar a cabo un censo y determinar la capacidad para formar parte del Senado.142 Con los poderes de un censor, Augusto hizo un llamado a las virtudes del patriotismo romano mediante la prohibición de todas las demás vestimentas que no fueran la clásica toga al momento de acceder al Foro.143 Ciertamente, no existía precedente alguno en el sistema romano en el que se hubieran combinado los poderes de tribuno y los del censor en una sola persona. Augusto tampoco llegó a ser elegido formalmente para el cargo de censor.144 Julio César había tenido poderes similares, teniendo la responsabilidad de supervisar las morales del estado. No obstante, no llegó a tener la capacidad de un censor para llevar a cabo un censo de población y determinar la lista de miembros del Senado. El cargo de tribune plebis («tribuno de la plebe») comenzó a perder prestigio debido a la acumulación de los poderes tribunicios en la figura de Augusto, por lo que éste decidió recobrar su importancia al establecerlo como un cargo obligatorio para cualquier plebeyo que deseara acceder al cargo de pretor.145
Además de la tribunicia potestas, Augusto obtuvo el imperium exclusivo sobre la ciudad de Roma: todas las fuerzas armadas en la ciudad, anteriormente bajo el control de los prefectos y cónsules, ahora estaban bajo el mando único de Augusto.146 Con maius imperium proconsulare, Augusto era el único individuo capaz de recibir un triunfo romano, pues era el general al mando de todas las legiones romanas.147 En 19 a. C., Lucio Cornelio Balbo el Menor, gobernador de África y conquistador de los Garamantes, se convirtió en el primer hombre de origen provincial en recibir este reconocimiento, así como en el último.147 Para cada posterior victoria romana, el crédito era solamente de Augusto, debido al hecho de que los ejércitos romanos eran comandados por los legatus, quienes eran a su vez los mandatarios del princeps en las provincias.147 El hijo mayor de Augusto y Livia, Tiberio, fue la única excepción a esta regla, al habérsele otorgado un triunfo por las victorias en Germania Magna en 7 a. C.148 Para garantizar que su estatus de maius imperium proconsulare fuera renovado en 13 a. C., Augusto permaneció en Roma durante el proceso y proporcionó abundantes donaciones a los veteranos para obtener su apoyo.136
Sin embargo, parece que gran parte de las sutilezas políticas del segundo acuerdo no llegaron a ser comprendidas por la clase plebeya. Después de que Augusto no se presentase a las elecciones como cónsul en 22 a. C., surgieron los temores de que Augusto estuviera siendo expulsado del poder por el Senado aristocrático. En 22, 21 y 19 a. C., se produjeron revueltas populares en respuesta, y el pueblo solamente permitió que un solo cónsul fuera elegido para cada uno de esos años, con el fin evidente de dejar abierto el cargo para que lo ocupara Augusto.149 En 22 a. C., hubo una escasez de alimentos en Roma que provocó el pánico, por lo que varias plebes urbanas le pidieron a Augusto que asumiera poderes dictatoriales para que éste se hiciera cargo de la crisis.136 Tras una exhibición teatral de rechazo ante el Senado, Augusto finalmente aceptó el control sobre el suministro de grano a Roma, «en virtud de su imperium proconsular», y terminó de manera casi inmediata con la crisis alimenticia.136 No fue sino hasta 8 d. C., que una crisis alimenticia de esta magnitud hizo que Augusto estableciera un praefectus annonae, es decir, un prefecto permanente que estaba a cargo de adquirir los suministros de alimentos para Roma.150 En 19 a. C., el Senado votó para permitir que Augusto vistiera la insignia de cónsul ante el público y el Senado,146 además de brindarle una autorización para sentarse en la silla simbólica situada entre los dos cónsules y sostener las fasces, un emblema de autoridad consular.151 Al igual que su autoridad como tribuno, la concesión de poderes consulares fue otro ejemplo de otorgamiento de los poderes de un cargo que realmente no ocupaba.151 Esto parece haber tranquilizado a la población; independientemente de si Augusto fuera o no un cónsul, lo importante era que lo pareciese frente a la gente. El 6 de marzo de12 a. C., tras la muerte de Lépido, Augusto asumió adicionalmente la posición de pontifex maximus, el más alto sacerdote del colegio de los Pontífices, así como el cargo más importante en la religión romana.152 153 Esto no solamente reforzó su prestigio político, sino que al mismo tiempo fortaleció el simbolismo del culto imperial, al otorgar mayor prominencia a la religión romana sobre los cultos orientales.14 Tiempo después, el 5 de febrero de 2 a. C., Augusto obtuvo el título pater patriae («padre de la patria»).154 155
Los emperadores romanos posteriores se verían generalmente limitados a los poderes y títulos concedidos originalmente a Augusto, aunque a menudo, para mostrar humildad, los emperadores recién nombrados normalmente declinaban uno o más de los títulos honoríficos dados a Augusto. Con la misma frecuencia, mientras su reinado avanzaba, los emperadores se apropiarían de todos los títulos, independientemente de si éstos les eran otorgados por o no el Senado. La corona cívica -que posteriores emperadores llevarían físicamente puesta-, así como la insignia consular y el tejido color púrpura que portaba un general triunfante (toga picta) pasaron a convertirse en insignias imperiales hasta bien entrada la era bizantina.
Conflictos militares y expansión del imperio
Augusto, cuyo nombre oficial era Imperator Caesar Divi Filius Augustus eligió Imperator («comandante victorioso») como su primer nombre debido a que, con suma claridad, quería asociar con él la propia noción de la victoria.156 Para el año 13, Augusto se jactaba de haber sido proclamado imperator por sus tropas hasta en 21 ocasiones, todas ellas tras una batalla victoriosa.156 La mayor parte del capítulo cuatro en sus memorias publicadas, conocidas como Res Gestae, está dedicada a sus victorias y honores militares.156 Para complacer a los patriotas romanos, Augusto promovió el ideal de una civilización romana superior con la tarea de gobernar el mundo (refiriéndose al mundo conocido por los romanos), consagrado en la frase tu regere imperio populos, Romane, memento —«¡Romano, recuerda que tienes fuerza para gobernar a los pueblos de la Tierra!»—.143 Esto encajó bien con la élite romana y la opinión pública en general, lo cual favoreció el proceso de expansionismo, reflejado en un enunciado pronunciado por el famoso poeta romano Virgilio, quien mencionó en el Libro I de la epopeya Eneida, que los dioses le habían concedido a Romaimperium sine fine («soberanía sin límite»).157 Por otra parte, hubo una gran decepción y pesar públicos cuando Augusto decidió que el dominio de Medio Oriente, referente a la región de Partia, no debía invadirse; la gente, en realidad, esperaba que se vengaran las batallas de Marco Licinio Craso en dicha zona con su invasión.14 A pesar de ello, existieron muchas otras regiones viables para ser conquistadas.
Para cuando tuvo lugar el final de su reinado, los ejércitos de Augusto habían conquistado el norte de Hispania (actuales España y Portugal),158 las regionesalpinas de Recia y Nórico (hoy en día Suiza, Baviera, Austria y Eslovenia),158 así como Iliria y Panonia (actuales Albania, Croacia, Hungría, Serbia, etc.),158 y extendió los límites de la provincia de África al este y al sur.158 Tras el reinado deHerodes I, Judea se anexó a la provincia de Siria después de que Augusto depusiera a su sucesor Herodes Arquelao.158 Al igual que había ocurrido con Egipto cuando fue conquistado tras la derrota de Antonio en 30 a. C., Siria pasó a estar gobernada no por un procónsul o legado de Augusto, sino por un alto prefecto de la clase ecuestre.158 De nuevo, no se requirió esfuerzo militar en 25 a. C. cuando Galacia(actual Turquía) se convirtió en una provincia romana, poco después de que Amintas de Galacia fuera asesinado por venganza de la viuda de un príncipe que fue inmolado desde Homonada.158 Una vez que las tribus rebeldes de Asturias y Cantabria, en la moderna España, fueron finalmente sometidas en 19 a. C., el territorio pasó a formar parte de las provincias de Hispania y Lusitania.159 Esta región demostró ser un activo importante para la financiación de las futuras campañas militares de Augusto, al ser rica en depósitos minerales que podían explotarse a través de los proyectos de minería romana, especialmente los depósitos ricos en oro, como por ejemplo unos que estaban situados en Las Médulas.159
Conquistar a los pueblos alpinos en 16 a. C. significó otra importante victoria para Roma, dado que proporcionaba un vasto territorio fronterizo que separaba a los ciudadanos romanos de Italia de los enemigos de Roma del norte, en Germania.160 El poetaHoracio dedicó una oda a este triunfo, y se construyó el monumento Trofeo de los Alpes, cerca de Mónaco, para honrar la ocasión.161 La captura de la región alpina también sirvió como base para la próxima ofensiva en 12 a. C., cuando Tiberio comenzó el asalto contra las tribus panonias de Iliria y su hermano Druso el Mayor hizo lo suyo contra las tribus alemanas de la región este de Renania.162 Ambas campañas resultaron exitosas, y las fuerzas de Druso alcanzaron el río Elba en 9 a. C., aunque Druso murió poco después, al caer de su caballo.163
Para proteger las zonas orientales del Imperio de la amenaza de Partia, Augusto confió en los estados clientes de oriente para que actuasen como amortiguadores territoriales, así como áreas donde pudieran reclutarse sus propias tropas en caso de defensa.164Para garantizar la seguridad en el flanco oriental del Imperio, Augusto estacionó, por si acaso, a un ejército romano en Siria, mientras su cualificado hijastro Tiberio negociaba con los partos en calidad de diplomático de Roma asignado a esa región.164Este último fue el responsable de haber devuelto a Tigranes V al trono de Armenia,163 aunque quizá su máximo logro diplomático consistió en haber negociado con Fraates IV de Partia, en 20 a. C., la devolución de los estandartes perdidos porMarco Licinio Craso en la batalla de Carrhae, un acontecimiento que significó una victoria simbólica y un importante impulso de la moral para Roma.163 164 165 No obstante, el historiador Werner Eck argumenta que este acto fue una gran decepción para los romanos, que preferían vengar la derrota de Craso por la vía militar, y no la diplomática.166 Por otra parte, Maria Brosius explica que Augusto utilizó la devolución de los estandartes como propaganda política, para simbolizar la sumisión de Partia a Roma. Así, el suceso fue celebrado con esculturas como la estatua de Augusto de Prima Porta, así como con la edificación de monumentos tales como el Templo de Mars Ultor («Marte el Vengador»), construido precisamente para albergar los estandartes recuperados.167
Aunque los partos siempre representaron una amenaza para Roma en oriente, el verdadero campo de batalla fueron los ríos Rin y Danubio.164 Antes de su último enfrentamiento con Antonio, las campañas de Octaviano contra las tribus en Dalmacia se convirtieron en el primer paso expansionista de los dominios romanos hacia el Danubio.168 La victoria en batalla no siempre resultaba ser un éxito permanente, pues los territorios conquistados más recientemente eran constantemente recuperados por los enemigos de Roma en Germania.164 El principal ejemplo de derrota romana en batalla fue la batalla del bosque de Teutoburgo en 9 d. C., en la que tres legiones completas encabezadas por Publio Quintilio Varo fueron prácticamente aniquiladas por Arminio, líder de los queruscos, un aparente «aliado» romano.169 Augusto tomó represalias mediante el envío de Tiberio y Druso a la región del Rin con el objetivo de pacificarla. Aunque ambos lograron ciertos éxitos en sus campañas, la batalla de Teutoburgo supuso el final de la expansión romana en Germania.170 Más tarde, el general romano Julio César Germánico se aprovecharía de una guerra civil querusca entre Arminio y Segestes para derrotar a Arminio, que huyó de la batalla, aunque sería finalmente asesinado en 21 d. C. por un acto de traición.171
Muerte y sucesión
La enfermedad de Augusto en 23 a. C. puso en evidencia los problemas en torno a su sucesión. Con el propósito de garantizar la estabilidad, Augusto necesitaba designar un heredero para su posición extraordinaria en la sociedad y gobierno romanos. Esto debía conseguirse mediante el uso de vías suaves, poco dramáticas y acumulativas que no revolviesen los temores senatoriales contra la figura de la monarquía.172 Si alguien iba a heredar su posición extraoficial de dominio, esa persona debía ganárselo por méritos que fueran reconocidos por el pueblo romano.172 Algunos historiadores consideran que los indicios apuntaban al hijo de la hermana de Augusto, Marco Claudio Marcelo, que además se había casado con la hija de Augusto, Julia la Mayor.173 Otros historiadores, en cambio, cuestionan este punto de vista basándose en el testamento de Augusto, leído en voz alta por el Senado, mientras éste se hallaba gravemente enfermo en 23 a. C.,174 y en el que éste mostraba su preferencia por Marco Agripa, que en ese momento era su segundo al mando y, puede que también el único de sus más allegados que podría haberse hecho cargo de las legiones y mantener el Imperio unido.175 Tras la muerte de Marcelo en 23 a. C., Augusto hizo que su hija se casara con Agripa, con quien tuvo tres hijos y dos hijas:Cayo César, Lucio César, Julia la Menor, Agripina la mayor y Agripa Póstumo, este último llamado así porque nació después de que falleciera Agripa. Poco después del segundo pacto, Agripa consiguió un cargo de cinco años de duración para la administración de la mitad oriental del Imperio con el imperium de un procónsul y la misma tribunicia potestas concedida a Augusto (aunque no rebasaba la autoridad de éste), estando ubicada su sede de gobierno en la isla de Samos, en las Cícladas.175176 A pesar de que esta concesión de poder habría evidenciado el favorecimiento de Agripa por parte de Augusto, también significó una medida para complacer a los miembros de su partido cesariano, al permitir que uno de ellos compartiera una considerable cantidad de poder junto a él.176
La intención de Augusto de convertir a Cayo y Lucio César en sus herederos resultó evidente cuando los adoptó legalmente como hijos propios.177 En 5 y 2 a. C. volvió a ocupar el consulado para así personalmente acomodarlos en sus carreras políticas,178 resultando ambos nominados para los consulados de 1 y 4 d. C.179 Augusto mostró también preferencia por sus sobrinos, los hijos de Livia de su primer matrimonio, Druso el Mayor y Tiberio, concediéndoles mandos militares y puestos públicos, y pareciendo favorecer más a Druso. Sin embargo, el matrimonio de Druso con Antonia, sobrina de Augusto, fue una relación que se hallaba tan incrustada en el seno de la familia que llegaría a perturbar las cuestiones sucesorias.180 Tras la muerte de Agripa en 12 a. C., Tiberio, fue obligado a divorciarse de su esposa Vipsania para casarse con la viuda de Agripa, e hija de Augusto, Julia —tan pronto como el período de duelo por Agripa concluyó—.180 Mientras el matrimonio de Druso con Antonia fue considerado como una relación inquebrantable, Vipsania era «solamente» la hija del fallecido Agripa, producto de su primer matrimonio.180
Tiberio compartió los poderes tribunicios de Augusto en 6 a. C., pero poco después anunció su retiro pues, según varias fuentes, no quería asumir su futuro rol en la política, resolviendo en exiliarse a Rodas.148 181 Aunque se desconoce una razón específica para su partida, esta pudo deberse a varias razones, incluyendo entre ellas un fallido matrimonio con Julia.148 181 Además, pudieran haber tenido mucho que ver los sentimientos de celos y de exclusión que sintió una vez que los nietos, para entonces hijos adoptivos, de Augusto (Cayo y Lucio), se unieron al colegio de sacerdotes a una edad temprana, siendo presentados a la audiencia de una forma más favorable, y siendo presentados al ejército en Galia.182 183 Tras las muertes tempranas de Lucio y Cayo en 2 y 4 d. C., respectivamente, así como el fallecimiento repentino de su hermano Druso (en 9 a. C.), Tiberio fue convocado a Roma en junio de 4 d. C., donde Augusto lo adoptó con la condición de que él, por su parte, adoptara a su sobrinoJulio César Germánico.184 Esto continuó la tradición de ofrecer, como mínimo, con hasta dos generaciones de herederos.180 Ese año, Tiberio obtuvo también los poderes de tribuno y de procónsul, los emisarios de reinos extranjeros tendrían que mostrarle sus respetos, y para 13 d. C., recibió junto con su segundo triunfo un nivel igual de imperium que el que tenía Augusto.185 El único posible aspirante a heredero era Póstumo Agripa, que había sido exiliado por Augusto en 7 d. C., sanción que más tarde se volvería perpetua por medio de un decreto senatorial, así que Augusto oficialmente lo desheredó.186 Desde luego, con ello perdió el favor de Augusto, y el historiadorErich S. Gruen hace mención a varias fuentes contemporáneas que califican a Póstumo Agripa como «un joven vulgar, cruel y bruto, y de carácter depravado».186 No se sabe con certeza, pero Póstumo Agripa pudo haber sido asesinado en su lugar de exilio poco antes o después de que falleciera Augusto.
El 19 de agosto de 14 d. C. Augusto murió mientras visitaba el lugar de la muerte de su padre en Nola. Tiberio —que se hallaba presente junto con Livia en el lecho de muerte de Augusto— sería su heredero, según se confirmó a la apertura de su testamento. Las últimas palabras de Augusto fueron: "La comedia ha terminado. ¡Aplaudid!" (en latín "Acta est fabula, plaudite": Suet. Aug. 97-99). No obstante, sus últimas palabras públicas fueron: «Mirad, encontré una Roma hecha de ladrillo, y os la dejo de mármol». Una gran procesión funeraria de plañideras viajó junto con el cuerpo de Augusto desde Nola hasta Roma, y el día de su entierro cerraron todos los negocios, tanto públicos como privados.187 Tiberio y su hijo Druso pronunciaron el panegírico de pie sobre dos rostra.6 Confinado en su féretro, el cuerpo de Augusto fue cremado en una pira cerca de su mausoleo; más tarde se proclamó que se había unido con los demás dioses como un miembro más del panteón romano.6En 410, durante el saqueo de Roma, los Godos asaltaron el mausoleo y dispersaron las cenizas de Augusto.
El historiador D. C. A. Shotter considera que las políticas de Augusto a favor de la línea familiar Julia sobre la Claudia podrían haber dado a Tiberio razones suficientes como para que mostrara un claro desprecio por Augusto tras su muerte; en cambio, Tiberio siempre fue rápido en reprender a todos aquellos que criticaron a Augusto.188 Shotter sugiere que la deificación de Augusto, junto con la «actitud extremadamente conservadora» de Tiberio hacia la religión, forzó a este último a contener cualquier resentimiento que pudiera haber concebido.189 Además, el historiador R. Shaw-Smith hace mención a las cartas dirigidas por Augusto a Tiberio, en las que mostraba su afecto y alta consideración por los méritos militares de Tiberio.190 Shotter comenta que Tiberio enfocó su animadversión y críticas en Gayo Asinio Galo (por haber desposado a Vipsania después de que Augusto obligara a Tiberio a divorciarse de ella) así como los dos jóvenes césares Cayo y Lucio, en vez de hacerlo con Augusto, el verdadero responsable de su divorcio y, finalmente, de su degradación imperial.189
El legado de Augusto
El reinado de Augusto sirvió para cimentar el Imperio romano, un régimen que duraría cientos de años hasta su decadencia y caída. Tanto su nomen adoptivo, César, como su título, Augusto, se convirtieron en títulos ostentados por quienes gobernaron el Imperio romano durante cuatro siglos, tanto en Occidente como en Oriente, y aún en el siglo XV se usaban en Constantinopla. En muchos idiomas césar se convirtió en sinónimo de emperador. Los títulos zar (en ruso, "Царь" - Tsar' - que proviene de "Цесарь" o Ccésar) y káiser (alemán, Kaiser) son derivados del nombre o título César y continuaron en uso hasta el siglo XX. Poco tiempo después de morir Augusto, el 19 de septiembre de 14, fue deificado (consecratio) y adorado como un divus. El culto al Divino Augusto continuó hasta que la religión oficial del Imperio romano fue cambiada a la cristiandad por Teodosio I en el siglo IV. Testamento de su legado es el gran número de estatuas y bustos erigidos en su honor, así como también el mausoleo que originalmente contenía las columnas de bronce con las obras de la vida de Augusto llamada Res Gestae Divi Augusti.191 Muchas copias de ese texto se inscribieron a lo largo del Imperio romano tras su muerte,192 con traducciones al griego en muchos lugares y en edificios públicos como, por ejemplo, el templo de Ankara.193
Sin embargo, pocas de las obras escritas por Augusto han pervivido. Entre las que sí que han llegado a nuestros días se encuentran los poemas Sicilia, Epifanio y Ajax, una autobiografía de 13 tomos, un tratado filosófico y un texto refutando al Elogio de Catón deMarco Junio Bruto.194 Los historiadores también han utilizado algunas cartas escritas por Augusto y dirigidas a otras personas para obtener algunos datos adicionales sobre su vida personal.190 195
Muchos consideran a Augusto el emperador más grande de Roma; sus políticas ciertamente extendieron la vida del Imperio romano e iniciaron la Paz romana también conocida como Pax Augusta. Era inteligente, decisivo, y un político sagaz, pero quizás no tan carismático como Julio César, y en ocasiones tomó decisiones influenciado por su tercera esposa, Livia. Como resultado, Augusto no posee tanto renombre como su antecesor, y a menudo es confundido con el primero. No obstante, su legado demostró perdurar más en el tiempo. Como ejemplo, cabe señalarse que la ciudad de Roma fue transformada completamente bajo el mando de Augusto.
Se crearon las primeras fuerzas policiales y de bomberos institucionalizados, estableciendo al prefectomunicipal como un cargo permanente.196 La fuerza de policía se dividió en cohortes de 500 hombres, mientras que las fuerzas de bomberos llegaron a estar dotadas por entre 500 y 1000 hombres, con siete unidades asignadas a 14 sectores de la ciudad.196 Se nombró a un praefectus vigilum (prefecto de vigilancia) como mando directo de los cuerpos de vigilancia policial y anti-incendios de Roma.197 Además, habiendo finalizado las guerras civiles en Roma, Augusto pudo también crear un ejército profesional para el Imperio romano, compuesto por unas 28 legiones que suponían unos 170 000 soldados.198 El ejército estaba apoyado por numerosas unidades de tropas auxiliares de 500 soldados cada una, reclutadas a menudo en zonas conquistadas recientemente.199 En el año 6, Augusto estableció el aerarium militare, donando 170 millones de sestercios al nuevo tesoro militar con el que se pagaba tanto a los soldados activos como a los retirados.200 Por último, uno de los legados de carácter político-militar que más durarían entre las instituciones romanas sería la Guardia Pretoriana que creó en 27 a. C. En origen se trataba de una guardia personal en el campo de batalla, que fue evolucionando para convertirse en una guardia imperial y en un importante cuerpo político de Roma.201 Después de Augusto, la Guardia Pretoriana tuvo poder suficiente para intimidar al Senado y para deponer y elegir emperadores. El emperador Majencio fue el último al que sirvieron, y fue Constantino I quien disolvió el cuerpo a comienzos del siglo IV, destruyendo sus barracones, los Castra Praetoria.202
Con las finanzas del estado como base del mantenimiento de las carreteras que atravesaban Italia, Augusto creó también un sistema oficial de correos, con la creación de una serie de postas gestionadas por elpraefectus vehiculorum.203 Además de una mejora en las comunicaciones de los ciudadanos del Imperio romano, la mejora y ampliación de la red viaria permitió una movilidad sin precedentes del ejército romano a lo largo y ancho del Imperio.204
Aunque llegó a ser el individuo más poderoso del recién creado Imperio romano, Augusto quiso representar el espíritu de la virtud y las leyes de la República. También quiso tener relación y conexión con la plebe y los ciudadanos desfavorecidos. Para ello hizo gala de una gran generosidad a la vez que ofrecía una imagen de persona poco dada a los lujos y los excesos. En el año 29 a. C., Augusto pagó 400 sestercios por persona a un total de 250 000 ciudadanos, 1000 sestercios a cada uno de los 120 000 veteranos de las colonias, y dedicó 700 millones de sestercios a la compra de tierras para que sus veteranos pudieran establecerse.205 También restauró 82 templos con el fin de mostrar su preocupación por las deidades romanas,205 y en 28 a. C. ordenó fundir 80 estatuas de plata erigidas a su imagen y en su honor en un intento de aparentar un carácter modesto y frugal.205
En una visión retrospectiva del reinado de Augusto y su legado al mundo romano, su longevidad no debe obviarse como un factor clave en su éxito. Tal y como apunta Tácito, las generaciones más jóvenes que estaban vivas en el año 14 no habían conocido otra forma de gobierno que el principado.206 Si Augusto hubiera muerto a edad más temprana, la historia podría haberse desarrollado de distinta forma. El desgaste que supusieron las guerras civiles en la vieja oligarquía republicana y la longevidad de Augusto, por lo tanto, debe verse como un factor de gran importancia en la transformación del estado romano en una monarquía de facto a lo largo de estos años. La experiencia de Augusto, su paciencia, su tacto, y su perspicacia política jugaron un papel fundamental a lo largo de su mandato. Puso las primeras piedras de lo que sería el Imperio romano, desde la creación de un ejército profesional que estableció en las fronteras, al principio dinástico que tan a menudo se utilizó en la sucesión imperial, pasando por el embellecimiento de la capital mediante obras financiadas por el emperador. Su legado final fue la paz y prosperidad de la que el Imperio romano gozó durante los siguientes dos siglos bajo el sistema político que él inició. Su memoria se consagró durante la época Imperial como el paradigma de buen emperador. Todos los emperadores posteriores adoptaron su nombre, César Augusto, que fue perdiendo gradualmente su carácter de nombre propio para convertirse en un título.6 Poetas contemporáneos como Virgiliou Horacio alabaron a Augusto como defensor de Roma y de la justicia y moral, un individuo que cargaba con el peso de la responsabilidad de mantener el Imperio romano.207 Sin embargo, Augusto también ha sido objeto de críticas a lo largo de los años por su gobierno sobre Roma y por crear el principado. Por ejemplo, el jurista romano contemporáneo Marco Antistio Labeón, orgulloso de los días previos a la era de Augusto en los que había nacido, criticó abiertamente el régimen del principado.208 Tácito(c. 56 - c. 117), por su parte, escribió al comienzo de sus Anales que Augusto había subvertido con astucia la República Romana en un régimen de esclavitud.208Continuaba diciendo que, con la muerte de Augusto y el juramento de lealtad a Tiberio, el pueblo romano simplemente intercambió un amo por otro.208 Sin embargo, Tácito también recoge en su obra dos visiones contradictorias, a la vez que comunes, de Augusto:
Personas inteligentes le alabaron o criticaron de diversos modos. Una opinión era la siguiente. El deber filial y la emergencia nacional, en la que no había lugar a una conducta respetuosa con la ley, le llevaron a una guerra civil - y esto no puede ser promovido ni mantenido por métodos decentes. Hizo concesiones a Antonio y a Lépido con la finalidad de obtener la venganza sobre los asesinos de su padre. Cuando Lépido se volvió viejo y perezoso y Antonio se entregó a la auto-indulgencia, la única posible cura para un país distraído era el gobierno por un solo hombre. Sin embargo, Augusto puso en orden el país no mediante su alzamiento como rey o dictador, sino creando el principado. Las fronteras del Imperio romano estaban en el océano o en ríos distantes. Los ejércitos, provincias, flotas, el sistema entero estaba interrelacionado. Los ciudadanos romanos estaban protegidos por la ley. Los provincianos eran tratados decentemente. La propia Roma había sido embellecida profusamente. La fuerza se había usado con moderación, simplemente para preservar la paz de la mayoría.Tácito209
Por otro lado, y según la versión opuesta:
El deber filial y la emergencia nacional fueron meros pretextos. En realidad, el motivo de Octaviano, el futuro Augusto, fue el ansia de poder (...) Ciertamente hubo paz, pero fue una paz cubierta de sangre por los desastres y asesinatos.Tácito210
Tácito tenía la opinión de que el emperador Nerva (r. 96-98) sería el único capaz de mezclar dos conceptos opuestos: el principado y la libertad.211 El historiador Dión Casio, del siglo III, consideraba a Augusto un gobernante benigno y moderado aunque, al igual que muchos historiadores posteriores a la muerte de Augusto, le consideraba un autócrata.208 El poeta Marco Anneo Lucano (39-65 d. C.) opinaba que la victoria de César sobre Pompeyo y la caída de Catón el joven (95-46 a. C.) marcaron el final de la libertad en Roma. Sobre el particular, el historiador Chester G. Starr, Jr. escribe que es posible que con ello estuviese expresamente evitando criticar a Augusto de forma directa.211
En épocas más recientes, el escritor Jonathan Swift (1667-1745), en su obra Discourse on the Contests and Dissentions in Athens and Rome, criticó a Augusto por instaurar la tiranía en Roma, y hacía una comparación entre la monarquía constitucional del Reino Unido y la república romana del siglo II a. C.212 El almirante e historiador Thomas Gordon (1658-1741) comparó a Augusto con el tirano puritano Oliver Cromwell (1599-1658)212 e insistió, al igual que hizo Montesquieu, en que Augusto se comportó como un cobarde en batalla.213 Augusto también sería tildado de «gobernante maquiavélico», «usurpador sediendo de sangre», «malvado y despreciable» y «tirano» por el historiador Thomas Blackwell.213
Reformas económicas
Las reformas económicas que Augusto implementó en Roma tuvieron un gran impacto sobre el éxito posterior del Imperio romano. Augusto hizo que una gran porción del terreno sobre el que se había extendido el Imperio romano pasase a estar bajo control e imposición directa de Roma, en lugar de extraer una cifra variable, intermitente y en cierto modo arbitraria de impuestos de cada provincia local, como había ocurrido hasta entonces.214 La reforma incrementó enormemente la cifra neta de ingresos que Roma percibía de sus nuevos territorios, estabilizando el flujo y regularizando la relación financiera entre Roma y las provincias, en lugar de provocar resentimientos continuos ante cada nueva exacción de tributos.214 Las cifras impositivas durante el reinado de Augusto se determinaban por el censo de población, con cuotas fijas para cada provincia en función del número de habitantes.215 Los ciudadanos de Roma y de Italia pagaban impuestos indirectos, mientras que las provincias debían pagar impuestos directos a Roma.215 Entre los impuestos indirectos se contemplaba un impuesto del 4 % sobre el precio de los esclavos y un 1 % sobre los bienes vendidos en subasta, así como un impuesto de sucesiones del 5 % sobre aquellas herencias cuyo valor fuese mayor de 100 000 sestercios y siempre que el parentesco entre el causante y el heredero no fuese de primer grado.215
Asimismo, otra reforma de gran importancia fue la abolición del sistema privado de recolección de impuestos que ejercían los publicanos, que sería reemplazado por un servicio público de carácter funcionarial de recolectores de impuestos. En la era republicana el sistema habitual había sido el de los publicanos, contratistas privados que habían llegado a tener suficiente poder como para influir en la política de Roma.214 Los publicanos habían ganado muy mala fama y una gran fortuna personal gracias a la adjudicación de los derechos de recaudación de impuestos en áreas locales.214 Roma, a través del sistema de subasta, otorgaba el derecho de recaudación de impuestos a la persona que más ingresos ofreciese a Roma, y el beneficio del publicano se basaba en todas aquellas cantidades que fuese capaz de recaudar por encima de la cifra ofertada, contando para ello con la bendición de la metrópolis. La falta de una supervisión efectiva, combinada con el deseo de los publicanos de maximizar sus beneficios, supuso la creación de un sistema de exacciones arbitrarias que a menudo era muy cruel con los contribuyentes. Era un sistema ampliamente percibido como injusto, y muy dañino para la economía.
Además, la conquista de Egipto por Augusto supuso una nueva fuente de ingresos para financiar las operaciones del Imperio romano.216 Dado que políticamente la región fue considerada como una propiedad privada de Augusto en lugar de una provincia del Imperio romano, se convirtió en parte del patrimonio de los futuros emperadores.217 En lugar de a un legado o a un procónsul, Augusto colocó como administrador de Egipto a un prefecto de la clase ecuestre con la misión de administrar Egipto y mantener sus lucrativos puertos. Este puesto se convirtió en el mayor logro político que podía alcanzar alguien de la clase ecuestre, aparte del de Prefecto del pretorio.218 Esta tierra de gran productividad aportó enormes recursos a Augusto y a sus sucesores, con los que pudieron financiar obras públicas y expediciones militares,216 además de «pan y circo» para el pueblo de Roma.
Mes de Augusto
El mes de agosto (en latín Augustus), conocido hasta ese entonces como sextilis por ser el sexto mes del calendario romano original, recibió su nombre actual en honor a Augusto. Existe una creencia común de que agosto tiene 31 días porque Augusto quería que su mes tuviese la misma longitud que el de Julio César —el mes de julio—, pero se basa en una invención que data del siglo XIII y que se atribuye a Johannes de Sacrobosco. Sextilis, de hecho, tenía ya 31 días antes del cambio de nombre, y no fue elegido por su longitud. Según un senatus consultum citado por Macrobio, sextilis fue renombrado en honor a Augusto debido a que varios de los eventos más significativos en su ascensión al poder, culminando con la caída de Alejandría, tuvieron lugar en ese mes.219
Proyectos arquitectónicos
En su lecho de muerte, se dice que Augusto se jactó de haber encontrado una Roma hecha de ladrillo y de haber legado otra hecha de mármol. Aunque existe cierta verdad literal en su afirmación, Dión Casio indica que se trataba de una metáfora sobre la fuerza del Imperio romano.220 El mármol podía encontrarse en edificios romanos anteriores, pero no fue utilizado de forma tan extensa como material de construcción hasta el reinado de Augusto.221 Aunque la afirmación no aplicaba a toda Roma o, en especial, al barrio del Subura, Augusto dejó una impronta en la topografía monumental del Centro de la ciudad y del Campo de Marte, con el Ara Pacis (Altar de la Paz) y un reloj de sol monumental, cuya pieza central era un obelisco traído de Egipto.222Los relieves que decoran el Ara Pacis ofrecían el relato visual de los triunfos de Augusto recogidos en el Res Gestae.223Aparecen representados los desfiles imperiales de los pretorianos, las vestales y los ciudadanos de Roma.223 También construyó el Templo de César, los baños de Agripa y el Foro de Augusto, en el que se encontraba también el Templo de Marte el Vengador. También alentó la construcción de otros proyectos, como el Teatro de Balbo o la construcción del Panteón de Agripa, y en otros casos financió las obras erigidas en nombre de otras personas, a menudo familiares, como el Pórtico de Octavia o el Teatro de Marcelo. El Mausoleo de Augusto fue construido tras su muerte para albergar a los miembros de su familia.224
Para celebrar su victoria en la batalla de Accio ordenó construir el arco de Augusto, que se terminó en 29 a. C. cerca de la entrada al Templo de Cástor y Pólux y que sería ampliado en 19 a. C. en un nuevo diseño de triple arco.221 Existe también muchos edificios construidos fuera de Roma que llevan el nombre y legado de Augusto, como por ejemplo el teatro de Mérida o el de Cartagena, en España, la Maison Carrée, en Nimes, en el sur de Francia, o el trofeo de Augusto, en La Turbie, también en Francia.
A la muerte de Agripa en 12 a. C., Augusto tuvo que buscar una solución para el mantenimiento del suministro de agua a la ciudad de Roma. El problema había sido afrontado por el propio Agripa cuando sirvió como edil, que llegó incluso a financiarlo con su propio dinero como ciudadano privado.196 Ese mismo año, Augusto dispuso un sistema en el cual el Senado designaba a tres de sus miembros como comisionados principales al cargo del suministro de agua y para asegurarse de que los acueductos de Roma eran mantenidos adecuadamente.196 A finales de la era de Augusto, se puso al cargo del mantenimiento de edificios públicos y del culto al estado a una comisión de cinco senadores llamada curatores locorum publicorum iudicandorum y que podría traducirse como los Supervisores de la Propiedad Pública.196 Augusto también creo el grupo senatorial de los curatores viarum para la supervisión y mantenimiento de las carreteras, que trabajaba con oficiales locales y con contratistas para organizar las reparaciones ordinarias.203
El estilo arquitectónico dominante en la era de Augusto y de la fase imperial de Roma fue el orden corintio, originario y procedente de la antigua Grecia.221 Suetonio comentó en una ocasión que Roma no era merecedora de su estatus de capital imperial, si bien Augusto y Agripa se encargaron de desmantelar este sentimiento transformando la apariencia de Roma bajo el modelo griego clásico.221
Algunas obras mandadas por Augusto y otras dedicadas a él
- En Roma:
- Foro de Augusto (terminado en 2 a. C.), con el
- Templo de Mars Ultor ("Marte Vengador").
- La Curia Iulia en el Foro Romano (reconstrucción de la Curia Hostilia, comenzada por César y terminada por Augusto en 29 a.C.).
- Ara Pacis: El Altar de la Paz en el Campo de Marte (13-9 a.C.).
- Horologium Augusti (Reloj de Augusto) en el Campo de Marte.
- El Mausoleo de Augusto, en el Campo de Marte (comenzado en 29 a.C.).
- La "Casa de Augusto", su residencia privada en el Palatino[1].
- Augusto de Prima Porta, estatua thoracata encontrada en la Villa ad Gallinas Albas, propiedad de su esposa Livia.
- En Italia:
- Arco de Augusto en Rímini (Ariminium), 27 a. C..
- Arco de Augusto en Aosta (Augusta Praetoria).
- Puente de Augusto en Narni, Valle del Río Nar.
- Puerta principal de Fano (Fanum Fortunae), 9-10.
- En provincias:
Legado
Con el paso del tiempo, la imagen de Augusto estuvo expuesta a una gran cantidad de cambios e influencias constantes que poco o nada tenían que ver con su persona y su régimen. Historiadores como Suetonio lo alabaron en gran medida, mientras que otros como Tácito se mostraron más críticos. Ciertamente, tras nacer Jesús de Nazaret en la época de Augusto, los cristianos de la Antigüedad tardía y la Edad Media equipararon constantemente la Paz augusta con la Paz cristiana. Incluso en los tiempos modernos, algunos políticos querían crear, cada uno con diferentes motivos, similitudes entre ellos mismos y la época de Augusto. Durante la Revolución Francesa, la creación del Directorio, después del reinado de terror de los jacobinos en 1794, se comparó con el establecimiento del Principado. A su vez, en el siglo XX, se desató entre los fascistas italianos, una «fiebre augusta».225 Incluso en la época de la Alemania nazi, muchos historiadores antiguos, incluyendo a William Weber, vieron al imperio de Augusto como un modelo de renovación para la propia Alemania en cuanto a su Führer. El historiador Jochen Bleicken califica a Augusto como el «pionero» y «constructor del Imperio romano», asimismo, como aquel que «educó a las élites romanas».226 De igual forma, Dietmar Kienast dijo que Augusto era «un líder desinteresado en la propia historia».227
El enfoque de Ronald Syme estuvo marcado por la propagación de los movimientos fascistas en la Europa de su tiempo. Para él, Augusto era un dictador. De modo similar a Mussolini —sólo que con valoración negativa contraria— Syme veía en su ascensión paralelos con el fascismo naciente. El régimen de Augusto habría surgido de una revolución, él mismo habría sido un hombre de partido que con el soporte del dinero y las armas habría vencido a la vieja capa dirigente reemplazándola por una nueva. Como hombre poderoso y calculador habría llevado a la tumba la república en descomposición para dar fundamento a una autocracia tras una fachada republicana.
Dentro de la temática de Augusto en la cultura se han hecho proyectos como la aclamada serie de televisión de 1976, Yo, Claudio, el emperador Augusto es interpretado por Brian Blessed. Se le muestra como un hombre agradable y simpático que buscaba lo mejor para Roma y su familia; pero aun así, era un títere en manos de su esposa Livia, interpretada por Sian Phillips.228
Asimismo, en la serie cinematográfica británico-italiana Imperium (constituida por cuatro películas en total, entre 2003 y 2006), dirigida por Roger Young, César Augusto es interpretado por el actor Peter O'Toole en Imperium: Augustus, donde se aborda la vida de Octaviano desde antes de convertirse en emperador hasta su reinado como tal. Otros actores que participaron en dicha producción fueron Charlotte Rampling (quien interpretó a Livia Drusila), Vittoria Belvedere (Julia la Mayor),Ken Duken (Marco Vipsanio Agripa) y Benjamin Sadler (como el joven Octaviano).229 Las películas restantes de la serie relatan las vidas de Nerón y Simón Pedro, y finalmente la historia de Pompeya.
De igual forma, en la primera temporada de la serie televisiva Roma de 2005, el joven Augusto es interpretado por Max Pirkis. Augusto es un joven que vive de cerca la guerra civil entre Julio César y sus oponentes políticos. La segunda temporada comienza tras la muerte de Julio César y narra los acontecimientos que clminan con el ascenso de Octavio a la posición de Primer Ciudadano. Al principio de esta última temporada, Max Pirkis vuelve a interpretar a Augusto, cambiando a mitad de temporada por Simon Woods para encarnar a un Augusto más maduro. Se le presenta como un hombre ambicioso, manipulador, sin escrúpulos, frío, y sin carisma para conectar con el pueblo. A medida que va asumiendo poder sus ofertas de pacto adquieren una forma más ventajosa, pero en el fondo se aprecian como órdenes que no se pueden rechazar. Triunfa gracias a una mezcla de astucia política y el miedo que infunde, tanto en sus enemigos como en sus allegados. Quedan fuera de la descripción de su personalidad las virtudes que le hicieron un buen gobernante, y una persona querida y respetada durante siglos.
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