Marta y María Magdalena es una pintura realizada por Caravaggio en 1598, se conserva en Detroit. En este cuadro, Caravaggio sigue los lineamientos requeridos por la Iglesia católica para sus cuadros, al mostrar a los personajes sin aura mística y sólo como gente normal. La escena representada en esta obra es cuando Marta reprocha a María Magdalena su comportamiento mundano y falso, mientras ésta tiene un aire triste. Además, el cuadro asemeja a la de una mujer joven atendida por su dama de compañía.
Marte y Rea Silvia es un cuadro del pintor Peter Paul Rubens, realizado en 1617, que se encuentra en el Museo Liechtenstein de Viena, Austria.
Rea Silvia es la madre de los fundadores de la ciudad de Roma, Rómulo y Remo, quien fue violada por el dios Marte (el Ares de los griegos).1
Numitor, rey de Alba Longa, fue derrocado por su hermano Amulio, quién obligó a su hija Silvia Rea a servir como vestal de la diosa Vesta, lo que la obligaba a treinta años de castidad, a fin de imposibilitar cualquier descendencia que amenazase su reinado. Pero el dios raptó del templo a Rea Silvia y de su acto nacerían los dos muchachos que, amamantados por una loba según la leyenda, darían origen a la fundación de Roma.2
El tema es muy frecuente en pinturas y sarcófagos del arte de la época imperial, debido al culto que en Roma se dio a estos personajes.
El Martirio de san Felipe es un lienzo del pintor español José de Ribera (1591-1652), una de las grandes obras dentro de su producción pictórica. Pertenece a la escuela española del siglo XVII. Estuvo instalado en el desaparecido Palacio del Buen Retiro (Madrid).
Durante un tiempo se pensó que representaba el martirio de san Bartolomé, pero no se encuentra aquí el gran cuchillo con el que se lo suele representar, alusivo a que fue desollado vivo. Por eso se acabó considerando que se trata de san Felipe.
La escena representa los preparativos para el martirio del santo, descrito en su leyenda por Santiago de la Vorágine. Según dicha leyenda, murió crucificado pero no sujeto por clavos sino amarrado con cuerdas. La composición de la escena está realizada geométricamente, sobre líneas diagonales y verticales. Ribera emplea aquí el escorzo de manera bastante violenta. El santo está pintado con una gran fuerza mística, en actitud de abandono, y con un estudio del desnudo magnífico. La luz ilumina su rostro, revelando sufrimiento y resignación. Los contrastes de luz y sombras de su cara potencian el dramatismo.2
Los sayones que lo sujetan para izar el cuerpo se ven en primer término; uno de ellos ayuda sujetando las piernas. A la derecha hay un grupo de personas que curiosean la escena y parece que la comentan. A la izquierda, por el contrario, las personas que aparecen están ajenas a lo que sucede; en este grupo hay una mujer que sostiene en sus brazos un niño pequeño y que mira hacia el espectador, poniendo el contrapunto tierno y delicado a la crueldad que domina el resto de la escena.2 Algunos críticos han querido ver en esta figura una alegoría de la Caridad.
Es una obra de madurez del pintor, a juzgar por el tratamiento del colorido, los toques de pincel y el espléndido desnudo. Es menos caravagista que en obras anteriores, dotando al lienzo de mayor luminosidad. Se ha apuntado la posibilidad de que le hayan influido pintores más clasicistas como Guido Reni o Domenichino. El cromatismo se aleja de los tonos terrosos propios del barroco español, acercándose más a la influencia veneciana.2 El crítico Eugenio D'Ors llegó a decir de esta obra que por su vistosidad era «casi, casi, como un ballet ruso».
Se encontraba en el antiguo Alcázar de Madrid y se piensa que fue un encargo de Felipe IV, que quiso tener así a su patrón. En la actualidad se encuentra en el Museo del Prado de Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario