Hispano flamenco es un término con el que la historiografía1 designa la estrecha relación entre la cultura y el arte del espacio conocido impropiamente como Flandes (en realidad el Estado borgoñón) y la Monarquía Hispánica de la época de los Reyes Católicos (1469-1516), aunque realmente la relación se produjo especialmente con la Corona de Castilla y se extendió durante todo el Antiguo Régimen.2
La relación tenía una fuerte base política, social y económica, que se remontaba al menos hasta el siglo XIV, cuando la crisis bajomedieval, la guerra de los cien años y la apertura de las rutas marítimas abrieron un periodo histórico caracterizado por el predominio de la lana castellana (propiedad de la alta nobleza y las instituciones eclesiásticas que controlaban la Mesta) en el mercado textil de las pujantes ciudades burguesas de Flandes, en perjuicio de la lana inglesa. No es casual que la red de enlaces debidos a la diplomacia matrimonial diera como resultado que la casa de Habsburgo terminara gobernando ambos territorios.
No sólo los tapices flamencos llegaron por los puertos cantábricos a España, sino también la pintura de los llamados primitivos flamencos. En general se produjo un predominio del gusto flamenco frente al gusto italiano que a su vez llegaba por los puertos mediterráneos de la Corona de Aragón, más conectada con la Italia de la época, en plena explosión estética del Renacimiento.
Arquitectura hispano flamenca
Frente a las formas clásicas del renacimiento italiano, la arquitectura del denominado gótico hispano flamenco o gótico isabelino es una evolución de las formas del gótico final, además de presentar características locales que se pueden atribuir a la pervivencia del arte mudéjar.
No obstante, también se usa la denominación renacimiento hispano flamenco, dado que tanto el foco italiano como el flamenco, especialmente en pintura, son co-protagonistas de la revolución artística del siglo XV.
A las pervivencias del gótico clásico (francés) y a las adiciones del gótico nórdico, la arquitectura hispano-flamenca añade estructuralmente algunas, aunque escasas, novedades, como la variedad en el empleo de bóvedas y arcos, donde se recreó la habilidad técnica de los canteros-entalladores en estrecha coordinación con los arquitectos; a lo que se sumaba un rico repertorio decorativo ecléctico con origen en lo mudéjar, lo flamenco y lo germano.3
Los dos focos castellanos desde donde maestros catedralicios de origen nórdico difundirán nuevas escuelas de cantería fueron Toledo (Hanequin de Bruselas y Juan Guas) y Burgos (hermanos Colonia -Francisco de Colonia y Simón de Colonia, hijos de Juan de Colonia-). También en el reino de Valencia (Enrique Alemán, Juan de Valenciennes y Raulines Vauster, a los que hay que sumar la personalidad local de Guillén Sagrera). Otras presencias foráneas en puntos como Barcelona, Lérida, Oviedo, León o Sevilla, fueron más efímeras. Entre los arquitectos locales (algunos provenientes de familias nórdicas) destacaron los Egas, los Siloé, Juan de Rasines o Juan Gil de Hontañón.4
Véanse también: Arquitectura gótica en España, Arquitectos de España del siglo XV y Arquitectura del Renacimiento.
Pintura hispano flamenca
En pintura, tras el estilo elegante y refinado denominado gótico internacional, que también proviene de la influencia francesa y flamenca (Nicolás Florentino y Nicolás Francés en Castilla, Lluís Borrasà y Pere Nicolau en Aragón)5 el estilo hispanoflamenco se caracteriza por un gran realismo y la profusión de detalles, permitidos por la nueva técnica del óleo. Los colores son vivos, los trazos vigorosos, los fondos dorados (en ocasiones junto con el pastillaje -modelado de joyas o guirnaldas en yeso recubierto de pan de oro- y cartelas identificativas en letra gótica6 ), y las escenas y expresiones de intenso dramatismo.7 Se introducen paisajes y arquitecturas, aunque sin una utilización lineal de la perspectiva en la determinación de las proporciones.8 Es característica una representación almidonada, artificial o plegada de las ropas, que hay quien atribuye no sólo a cuestiones estéticas, sino al reflejo de las características comerciales de la relación entre ambos espacios.9 Juan de Flandes y Michael Sittow fueron los principales pintores de corte de Isabel la Católica (retablo de Isabel la Católica); y hubo otros como Juan de Borgoña abierto a las fórmulas renacentistas italianas. Entre los pintores locales identificados con la escuela hispano flamenca están los castellanos Diego de la Cruz, Fernando Gallego o Bartolomé Bermejo. El estilo puede verse también en los pintores de la corona de Aragón (Jaime Huguet, Luis Dalmau, Jacomart),10 o en los del reino de Portugal (Nuno Gonçalves). También ocurrió que pintores castellanos reflejaron la influencia italiana, como Pedro Berruguete, quien no obstante, a su vuelta a España utilizó las convenciones del estilo hispano-flamenco que el gusto de su clientela prefería.
Escultura hispano flamenca
En escultura, fue característica la presencia de maestros del norte de Europa (no sólo flamenco-borgoñones, sino también alemanes -Rodrigo Alemán, los Colonia-) que establecieron sus talleres en Castilla y formaron escuelas locales de las que salieron maestros castellanos que evolucionaron hacia la escultura renacentista, como los Egas, Juan Guas, Sebastián de Almonacid,11 Felipe Bigarny o Gil de Siloé. También los maestros de la corona de Aragón desarrollaron en el siglo XV un estilo que presenta influencia flamenca, a pesar de los mayores contactos con Italia (Jaime Cascalls, Pere Johan, Guillem Sagrera). En Navarra fue muy importante la actividad de Janin Lomme de Tournai.
La Pintura Hispanoflamenca es una escuela del Gótico Español. Muy abundante en su producción, sus influencias perviven hasta muy evolucionada la pintura en España, debido en gran parte a los lazos políticos y culturales que España establece durante el imperio con las regiones de Europa central.
La pintura hispanoflamenca era la más moderna en las consideraciones estéticas del momento. Considerada como un refinamiento excelso del gótico, produce unas obras de sensibilidad inigualable que eran tratadas como joyas. También se debía esta consideración a los riquísimos materiales que se empleaban en su realización, así como en los montajes de las mismas, formando parte en la mayoría de los casos de extensos retablos o colecciones destinadas a embellecer los muros de iglesias y monasterios.
El hispanoflamenco se extiende a lo largo de Castilla y Aragón. Sin embargo, en este reino la relación con Nápoles suaviza un tanto el influjo, mezclándose en muchas ocasiones con el Gótico Italianizante. Otro punto de mezcla con esta escuela se ubicó en Salamanca, debido a una colonia de florentinos que trabajó allí a mediados del siglo XV.
Los rasgos de la pintura hispanoflamenca son cercanos a la Pintura Flamenca: pintura religiosa de santos o historias bíblicas, realizada en materiales preciosos como el oro y el lapislázuli. Se preparaba sobre tablas recubiertas de temple u óleo. Las escenas eran muy sencillas, con personajes estilizados y de rasgos finos. La estética de las figuras tendía al "feísmo", lejos de las idealizaciones cercanas al ámbito italiano. Las manos eran alargadas, con dedos delgados, rostros pálidos y bocas pequeñas. Son modelos mucho más refinados que los románicos, más contundentes.
La influencia de Van Eyck, el gran autor flamenco, es crucial. Visitó España en persona, y sus cuadros, así como los de su escuela, fueron importados como tesoros por las altas jerarquías. Es por su influencia que se pinta con un detalle preciosista, se adornan las figuras con joyería de incalculable valor. También de sus modelos proviene una forma de plasmar los ropajes en pliegues quebrados en ángulos aristados, que parecen más tallados en piedra que telas dobladas. Para observar estos detalles no hay más que prestar atención al Santo Domingo de Bermejo
El afán de riqueza que provoca la profusión de joyas en las imágenes y de materiales ricos en las pinturas se traduce en Aragón en un elemento muy particular de la región: el pastillaje. Consiste en modelar con yeso relieves fingiendo joyas o guirnaldas, que más tarde se recubrían con pan de oro, formando parte de la imagen, a la que contribuyen a enriquecer, de una forma barata.
Progresivamente, según nos acercamos al siglo XV, el pastillaje y los fondos dorados empiezan a considerarse una ostentación de mal gusto, por lo que empiezan a sustituirse por paisajitos de inspiración centroeuropea, no españoles.
Es frecuente en los cuadros hispanoflamencos identificar a los personajes mediante cartelas, o letreritos, con el nombre de los mismos. A veces también se ponen cartelas con inscripciones alusivas a la dedicación, el autor, el propietario, la fecha de realización, etc. Estas inscripciones se realizaban en alfabeto gótico, a diferencia del gótico italianizante, que las realizará en latín.
Algunos de los mejores autores de esta escuela son Fernando Gallego, Nicolás Francés, Bartolomé Bermejo, etc. No hemos de olvidar la presencia además, de autores extranjeros como Petrus Christus, Dieric Bouts o Jan Van Eyck.
La pintura hispanoflamenca era la más moderna en las consideraciones estéticas del momento. Considerada como un refinamiento excelso del gótico, produce unas obras de sensibilidad inigualable que eran tratadas como joyas. También se debía esta consideración a los riquísimos materiales que se empleaban en su realización, así como en los montajes de las mismas, formando parte en la mayoría de los casos de extensos retablos o colecciones destinadas a embellecer los muros de iglesias y monasterios.
El hispanoflamenco se extiende a lo largo de Castilla y Aragón. Sin embargo, en este reino la relación con Nápoles suaviza un tanto el influjo, mezclándose en muchas ocasiones con el Gótico Italianizante. Otro punto de mezcla con esta escuela se ubicó en Salamanca, debido a una colonia de florentinos que trabajó allí a mediados del siglo XV.
Los rasgos de la pintura hispanoflamenca son cercanos a la Pintura Flamenca: pintura religiosa de santos o historias bíblicas, realizada en materiales preciosos como el oro y el lapislázuli. Se preparaba sobre tablas recubiertas de temple u óleo. Las escenas eran muy sencillas, con personajes estilizados y de rasgos finos. La estética de las figuras tendía al "feísmo", lejos de las idealizaciones cercanas al ámbito italiano. Las manos eran alargadas, con dedos delgados, rostros pálidos y bocas pequeñas. Son modelos mucho más refinados que los románicos, más contundentes.
La influencia de Van Eyck, el gran autor flamenco, es crucial. Visitó España en persona, y sus cuadros, así como los de su escuela, fueron importados como tesoros por las altas jerarquías. Es por su influencia que se pinta con un detalle preciosista, se adornan las figuras con joyería de incalculable valor. También de sus modelos proviene una forma de plasmar los ropajes en pliegues quebrados en ángulos aristados, que parecen más tallados en piedra que telas dobladas. Para observar estos detalles no hay más que prestar atención al Santo Domingo de Bermejo
El afán de riqueza que provoca la profusión de joyas en las imágenes y de materiales ricos en las pinturas se traduce en Aragón en un elemento muy particular de la región: el pastillaje. Consiste en modelar con yeso relieves fingiendo joyas o guirnaldas, que más tarde se recubrían con pan de oro, formando parte de la imagen, a la que contribuyen a enriquecer, de una forma barata.
Progresivamente, según nos acercamos al siglo XV, el pastillaje y los fondos dorados empiezan a considerarse una ostentación de mal gusto, por lo que empiezan a sustituirse por paisajitos de inspiración centroeuropea, no españoles.
Es frecuente en los cuadros hispanoflamencos identificar a los personajes mediante cartelas, o letreritos, con el nombre de los mismos. A veces también se ponen cartelas con inscripciones alusivas a la dedicación, el autor, el propietario, la fecha de realización, etc. Estas inscripciones se realizaban en alfabeto gótico, a diferencia del gótico italianizante, que las realizará en latín.
Algunos de los mejores autores de esta escuela son Fernando Gallego, Nicolás Francés, Bartolomé Bermejo, etc. No hemos de olvidar la presencia además, de autores extranjeros como Petrus Christus, Dieric Bouts o Jan Van Eyck.
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