La cántara fue una medida de volumen utilizada en España que se aplicaba preferentemente para medir el vino.
En Aragón, doce cántaros de vino eran un alquez; cada cántaro eran ocho jarros; el jarro, dos cuartillos, y el cuartillo, cuatro copas.1 En Castilla, el moyo eran 16 cántaras o arrobas de vino; la cántara o arroba, 8 azumbres; la azumbre, 4 cuartillos; y el cuartillo, 4 copas; estas mismas medidas se usaban en Almería, Huelva y Jaén.2
En las provincias catalanas, Lérida usaba el cántaro como medida equivalente a 12 porrones; el porrón son 4 cuartillos o patricones. En Valencia y Castellón de la Plana, un cántaro equivalía a 16 cuartillos (llamados michetas en Alicante). En Baleares, el vino se medía en cortines.
En Extremadura, la arroba o cántara para líquidos eran cuatro cuartas, y cada cuarta, nueve cuartillos. En Galicia: La Coruña, una cántara, 8 azumbres y media; la azumbre, 4 cuartillos; el cuartillo, 4 copas (para el aguardiente, se usaba una cántara algo mayor; y en Orense, como en Castilla, se partía del moyo: 8 cántaras u ollas; la olla, 9 azumbres; la azumbre, 4 cuartillos; el cuartillo, 4 copas. En Navarra, se usaba el cántaro navarro de 16 pintas; siendo la pinta cuatro cuartillos. Las provincias no citadas seguían el sistema de medidas de Castilla.
El cántaro, además de su utilidad para traer el agua de la fuente y conservarla fresca, se utilizaba en diferentes regiones españolas para tocarlo como instrumento de percusión golpeando la boca con la mano o una alpargata, produciendo un sonido hueco y resonante en el interior del recipiente. En la escala de instrumentos es un idiófono percutido, aunque también se le puede sacar otro tipo de sonido con soplidos secos en la boca (del cántaro).1 En el folclore musical español, su uso en rondallas, pasacalles y grupos de baile prácticamente ha desparecido.
En Hispanoamérica sin embargo, y en especial en México continúa siendo muy popular. El uso del cántaro como instrumento de percusión se ha extendido en Tixtla Guerrero, la Mixteca Alta y la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, para acompañar “chilenas”, “sones”, “parabienes”, “gustos”, “minuetes”, “jarabes oaxaqueños” y en “fandangos mixtecos” de Puebla (en esta Mixteca Baja suele acompañar el canto, el juego y ciertas danzas indígenas como el "Ya kolo" o Guajolote y el "Yaa-ndisi" o Tepachera).2 La mayor o menor cantidad de agua contenida sirve para afinar el instrumento en el tono deseado.
El cántaro pirenaico vasco es un recipiente morfológicamente hermanado con diversos tipos de cántaros y jarros utilizados en gran parte de Francia, Italia, Países Bajos y de uso típificado a ambos lados de los Pirineos Orientales.
Por la forma, algunos especialistas lo incluyen en la familia morfológica que componen el dollgerundés documentado ya en el siglo XV, la pedarra vasca documentada en el XVI, el botijo vizcaíno de Larrauri,nota 1 y el orjol occitano.
Área de uso histórico
Además de en el País Vasco francés (Iparralde), fue cántaro aguador típico en Gascuña, Bretaña y Alta Normandía, componiendo un curioso capítulo etnográfico su presencia en la historia de la pintura francesa.
Con muy diversos nombres (péga, pegar, pedar, en ocasiones topónimos como «cagnotte»...) se ha documentado su fabricación en alfares del siglo XIX en las Landas,nota 2
Algunos estudiosos franceses, como Alexis de Chasteigner, propusieron la tesis de un posible origen romano o etrusco, otros lo asocian con un pasado carolingio, con ramificaciones etimológicas en los «krug» alemanes, el «kruic» flamenco, las «krukka o crocca» escandinavas o la «brocca» (jarra) italiana.
Hoy —siglo XXI—, en la lengua francesa, cruche es término comodín que igualmente se aplica a una jarrita que a un cántaro del país vasco. En conjunto, todo parece indicar que la cruche à l'eau o "cruche" a secas,1 es hija, morfológicamente hablando, del matrimonio alfarero entre el botijo y la pedarra.
Los jarrones de la Alhambra son un conjunto de piezas de cerámica nazarí fabricadas desde el siglo X hasta finales del siglo XV. Su uso es fundamentalmente ornamental y se difundieron en la época como objeto de obsequio y posteriormente como objeto de deseo de coleccionistas. En el siglo XIX se realizaron numerosas copias al calor del movimiento alhambrista.
Descripción
Se caracterizan por poseer un cuerpo estrecho en su base porque probablemente se enterraban hasta la mitad o se posaban sobre unos soportes.
Ejecución
El método de fabricación exigía tres cochuras sucesivas: la primera y la segunda para fijar la forma y la decoración, mediante fuego oxidante; y la tercera para dar el dorado, mediante fuego reductor. El color dorado se consigue aplicando una solución de cobre y plata a la decoración.
Ejemplares
En la actualidad han llegado completos hasta nosotros ocho jarrones, dispersos por distintas instituciones:
Jarrón de las Gacelas
Se denomina así por su decoración, que se convirtió en el logotipo de las publicaciones del Patronato de la Alhambra y el Generalife desde 1965 hasta el año 2000. Es el único jarrón que se mantiene en la Alhambra. Se desconoce su posición original, aunque se plantea que por su diseño estuviera decorando el espacio bajo una qubba. Ha pasado por diversas ubicaciones: jardín de los Adarves, una estancia en el patio de los Arrayanes, Sala de los Reyes, Sala de las Dos Hermanas y actualmente en el Museo de la Alhambra. Está datado en la segunda mitad del siglo XIV. Su estado de conservación es bueno ya que ha sido restaurado pero le falta una de sus asas y está partido por la mitad.
Jarrón de Fortuny-Simonetti
Se denomina así porque éstos fueron sus dos últimos propietarios: primero se encontraba en la residencia del pintor Mariano Fortuny en Granada y, cuando éste marchó a París, lo pasó a su discípulo Simonetti. Está datado en la primera mitad del siglo XIV. Desde 1934 forma parte de la colección del Museo de la Alhambra, cuando el Estado español lo compra a los herederos de Simonetti. Su estado de conservación es aceptable ya que sólo le falta la parte superior de las asas. Ha perdido la decoración del cuerpo .
Jarrón de Fortuny
Se conoce también como Jarrón del Ermitage, debido a su ubicación actual; y también como del Salar ya que fue descubierto por Mariano Fortuny en 1871 en la iglesia de dicho pueblo, cercano a Granada. Este artista le diseñó un soporte en bronce inspirado en los leones de la Alhambra. Está datado en la segunda mitad del siglo XIV y fue ejecutado en Málaga. Es, junto con el Jarrón de Palermo, uno de los dos que han llegado íntegros.
Jarrón de Hornos
Se denomina así porque fue hallado en el último cuarto del siglo XIX por un vecino de Hornos (Jaén) cuando estaba arando. Durante mucho tiempo estuvo en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, sosteniendo un plato de latón a modo de pila de agua bendita. Está datado en el tercer cuarto del siglo XIV. Se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional. Presenta un buen estado de conservación, a falta de la parte superior de una de las asas.
Jarrón nazarí
Se conoce también como Jarrón de Osma ya que procede de la iglesia de dicha localidad italiana y fue adquirido por Guillermo de Osma y Scull en 1924. Esta pieza se incorpora al Instituto de Valencia de Don Juan en 1926 por iniciativa de Manuel Gómez-Moreno.Está datado en los comienzos del último tercio del siglo XIII y fue ejecutado en Málaga. Se encuentra en un estado de conservación aceptable aunque le faltan las dos asas y presenta manchas de óxido, probablemente por defecto de la última cochura.
Jarrón de la Alhambra
Se conoce también como Jarrón de Estocolmo, dado que es su ubicación actual. Ha sido el jarrón más viajero, habiendo pasado por Chipre, Estambul, Praga y finalmente a Estocolmo como parte del botín de guerra en 1648. Está datado en la segunda mitad del siglo XIV. Se encuentra en un óptimo estado de conservación.
Jarrón de Palermo
Se denomina asi por su ubicación actual en el Palazzo Abatellis en Palermo. Está datado entre finales del siglo XIII y principios del siglo XIV y se atribuye su factura a maestros malagueños. Se encuentra en un óptimo estado de conservación.
Jarrón de la Cartuja de Jerez
Se denomina así por su última ubicación conocida, incorporándose a los fondos del Museo Arqueológico Nacional en 1930. Está datado en el segundo cuarto del siglo XIV. Se encuentra en un buen estado de conservación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario