El sitio de Aledo fue un episodio de la conquista almorávide de al-Ándalus.
En la segunda mitad del siglo xi, el rey taifa al-Mu'tamid de Sevilla, que había dispuesto una agresiva política de expansión frente a sus estados vecinos surgidos de la descomposición del Califato de Córdoba, terminó viendo amenazados sus propios dominios cuando el rey Alfonso VI de León y Castilla conquistó Toledo en 1085 y tan solo un año después sus tropas se hacían con el castillo de Aledo dirigidas por el caballero García Jiménez.1
El dominio sobre Toledo y la ocupación de Aledo formaban parte de una misma estrategia de los castellano-leoneses para debilitar el fragmentado poder musulmán y, en ese sentido, la definitiva caída de Toledo significó un golpe de efecto que dio a los cristianos un nuevo empuje en el sometimiento de los territorios del sur. Pero mientras algunas taifas se avinieron a la introducción de las parias u homenajes, gravámenes que reforzaban la economía de los reinos cristianos, otras pidieron la ayuda de los almorávides,2 una dinastía bereber cuyas fuerzas desembarcaron en al-Yazira al-Jadra en 1086 y derrotaron a los cristianos en la batalla de Sagrajas. Sin embargo, esta expedición dirigida por el emir Yusuf ibn Tašufin prefirió regresar poco tiempo después al Magreb ante la noticia de la muerte de su hijo.
Aledo iba a ganar entonces un importante protagonismo, dada su posición de avanzadilla cristiana aislada en territorio islámico, que va a poner en jaque a las taifas del entorno. Las mesnadas castellano-leonesas sembraron el pánico entre la población de la taifa murciana con audaces correrías sobre la huerta de Murcia y Orihuela,2 haciéndose dueñas por completo del valle del Guadalentín y controlando las principales vías de comunicación del Levante, de modo que la preocupación de los principados andalusíes hará que soliciten nuevamente el auxilio almorávide.
El asedio[editar]
El emir Ibn Tašufin regresó a la península ibérica en 1089, haciendo uso de Gibraltar como punto de desembarco.3 En al-Yazira al-Jadra se unieron a sus tropas las del sevillano al-Mu'tamid, y juntos avanzaron hasta Málaga, donde se agregó el rey taifa Tamim ibn Buluggin con sus huestes. El objetivo del emir sevillano, a pesar de sus protestas de defensor del islam contra las correrías cristianas desde Aledo, era hacerse con el castillo y con el dominio de Murcia para su hijo, que su propio visir le había arrebatado.2
En el camino hacia Aledo se incorporaron a la ya numerosa fuerza Abd Allah ibn Buluggin de Granada y Almotacín de Almería,4 mientras que Abu Muhammad ibn Rashiq de Murcia colaboró enviando hombres y dinero.
El ejército musulmán plantó su campamento a los pies del castillo de Aledo, y comenzó a hostigar la posición cristiana mediante disparos de manganas y balistas,5 construidas ex profeso por expertos artesanos traídos desde Murcia.
Los asaltos se sucedieron día y noche, atacando cada jornada el ejército de uno de los emires rotativamente,6 2pero el tiempo transcurría sin lograr la rendición de la guarnición castellano-leonesa. La moral de los sitiadores empezó a resentirse y afloraban tensiones entre ellos,7 hasta el punto que Ibn Rashiq, temeroso de que al-Mu'tamid pretendiera anexionar Murcia a su taifa de Sevilla, aprovisionó7 a los sitiados. Destituido finalmente por Ibn Tašufin debido a una fetua, los murcianos abandonaron el asedio, rechazaron someterse a los sevillanos y pidieron auxilio al rey cristiano Alfonso VI.7
El Cid tuvo la intención de socorrer la plaza, pero sería el mismo monarca quien marchase al frente de sus tropas a liberar Aledo, provocando la retirada almorávide después de un asedio de cuatro meses.8 A finales del verano y tras insistentes peticiones de la guarnición y de los murcianos enemistados con Ibn Tašufin, Alfonso se puso en marcha para socorrer la plaza.8 Tras este revés, Yusuf ibn Tašufin prosiguió brevemente su campaña peninsular, apoderándose de Talavera de la Reina y Madrid, pero al ser rechazado en Guadalajara se replegó a Córdoba, para terminar volviendo a sus posesiones norteafricanas.9
Consecuencias[editar]
La demora del Cid a la hora de partir hacia Aledo hizo entrar en cólera al rey Alfonso,8 que lo desterró de nuevo.
La fortaleza de Aledo llegaría a sufrir hasta tres cercos por parte de las tropas almorávides, en un intento desesperado por acabar con la resistencia cristiana. En 1092, el mismo Alfonso VI decidió abandonarla ante la imposibilidad de seguir defendiéndola, de forma que cabalgó hacia ella para evacuar a la guarnición y ordenar su destrucción,10 con el objetivo de impedir que sus enemigos se hicieran con una fortificación tan valiosa.
Los almorávides, una vez se asentaron firmemente en la península ibérica, lograron pronto detener la presión de los reinos cristianos y hacer valer su autoridad sobre la región occidental, donde Sevilla se convirtió en su capital administrativa. En la mitad oriental de al-Ándalus, los ejércitos organizados desde Murcia participaron en las guerras de la frontera aragonesa, y finalmente conquistaron en 1102 la Valencia ocupada por el Cid, consiguiendo una importante vía de penetración hacia el interior peninsular. Después de varios ataques contra los condados catalanes, decidieron lanzar una ofensiva contra Castilla por su flanco este, con Uclés como primer objetivo.
Sitio de Aledo | ||||
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Reconquista | ||||
El asedio en una miniatura medieval. | ||||
Fecha | 1089 | |||
Lugar | Aledo, Región de Murcia ( España) | |||
Coordenadas | 37°47′45″N 1°34′24″OCoordenadas: 37°47′45″N 1°34′24″O (mapa) | |||
Resultado | Victoria castellano-leonesa | |||
Beligerantes | ||||
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Comandantes | ||||
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Los Almorávides y la primera conquista de Aledo
La importancia simbólica y estratégica de Aledo
Aledo tuvo a finales del siglo XI una gran importancia estratégica y simbólica en el enfrentamiento entre cristianos y almorávides.
En el contexto de la ofensiva cristiana que llevó a conquistar Toledo (1085), las tropas castellanas consiguieron hacerse también con una fortaleza tan adentrada en el territorio musulmán como lo era la de Aledo.
Una vez allí, sembraron el terror entre la población musulmana y realizaron audaces expediciones de castigo sobre la huerta de Murcia y Orihuela, llegando a controlar por completo el valle del Guadalentín y las principales vías de comunicación.
Cuando acudieron los almorávides en socorro de los musulmanes de Al-Andalus, uno de los primeros objetivos que se plantearon fue la reconquista de el castillo de Aledo , que llegaría a sufrir hasta tres asedios por parte de las tropas almorávides antes de poder truncar la resistencia cristiana.
La inversión de fuerzas, medios e intentos por parte musulmana no fue en vano y Aledo fue recuperada.
Después de tantos esfuerzos no es de extrañar el interés que manifestaron en reforzar las murallas del núcleo con la técnica del tapial.
A la par el interior también fue modificado adquiriendo la población una estructura de un asentamiento típico musulmán donde conviven el elemento militar (alcazaba) el religioso o mezquita, y las casas de los pobladores.
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Interactivos
El cambio de milenio en principio parecía traer buenos augurios a los musulmanes, tanto es así, que en el año 1000 las tropas capitaneadas por Almanzor tomaban la ciudad de Burgos. Pero muy pronto el esplendoroso Califato cordobés terminaría por sucumbir ante las guerras internas y la España musulmana quedaba fragmentada en pequeños reinos de taifas.
Para ellos la suerte estaba echada, los reinos cristianos iniciaban una lenta pero inexorable reconquista de los territorios y en el mes de mayo de 1085 conseguían recuperar Toledo, la antigua capital del reino hispanovisigodo. Ante una situación tan delicada, los reyes musulmanes decidieron solicitar el apoyo militar de los almorávides, una ruda y poderosa dinastía beréber que había extendido su dominio por todo el norte de África.
El emperador almorávide, Yûsuf ben Tasufîn (1062-1106), con el paso del tiempo fue fijando su atención en los asuntos de Al-Andalus. Desde su lejana corte en Marrakech, organizó los ejércitos con los que habría de atravesar el Estrecho de Gibraltar en tres ocasiones: la primera lo hizo para derrotar a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas (1086) logrando detener momentáneamente el avance cristiano; la segunda para asediar a los castellanos que se habían refugiado en Aledo, teniendo que regresar a Marruecos sin resultado alguno, y la tercera para acabar con los reyes de taifas y controlar todo el territorio de al-Andalus (1090).
El dominio sobre Toledo y la toma de Aledo forman parte de una misma estrategia de los castellano-leoneses para debilitar el poder musulmán. La definitiva caída de Toledo bajo poder castellano fue una victoria simbólica que dio a los cristianos nuevos bríos para descender hacia el sur, de tal forma que, sólo un año después, tropas al mando del noble caballero García Jiménez, asediaban y tomaban el castillo de Aledo en lo que puede definirse como la primera conquista cristiana del enclave musulmán.
En ese periodo, Aledo alcanzaba un protagonismo inusitado y se convertía en la avanzadilla cristiana que puso en jaque a los reinos musulmanes. Las tropas castellanas sembraron el terror entre la población musulmana y realizaron audaces expediciones de castigo sobre la huerta de Murcia y Orihuela, dominando por completo el valle del Guadalentín y controlando las principales vías de comunicación.
Los asedios y la toma de Aledo
La recuperación del enclave aledano se convertiría en la principal preocupación de los musulmanes hispanos que nuevamente pidieron ayuda a los almorávides. El propio Yûsuf ben Tasufîn, al mando de sus tropas, atraviesa Gibraltar y une sus fuerzas a los ejércitos de las taifas de Sevilla, Málaga, Almería y Murcia. A los pies del castillo de Aledo establecieron su campamento y comenzaron a hostigar a los cristianos por medio de máquinas de guerra, construidas por expertos artesanos llegados desde Murcia. Pero los días se sucedían sin lograr la rendición de los cristianos, la moral de los sitiadores se resentía y comenzaban a producirse tensiones entre ellos.
El castillo de Aledo llegaría a sufrir hasta tres asedios por parte de las tropas almorávides en un intento desesperado por acabar con la resistencia cristiana. Es bien conocido como el Cid tuvo intención de acudir en su socorro, pero sería el propio monarca castellano, Alfonso VI, quien acudiría al frente de su ejército para auxiliar a los asediados a quienes logró liberar provocando la retirada de las tropas almorávides. No obstante, la superioridad de los ejércitos almorávides era manifiesta y optó por una retirada estratégica. De esta manera, hacia el año 1092 en las almenas del castillo de Aledo volvieron a ondear las banderas con la media luna.
El final del largo asedio de Aledo tuvo una resolución trágica para el asentamiento. El propio Alfonso VI, una vez hubo tomado la decisión de abandonar la población ante la imposibilidad de seguir defendiéndola, ordenó también destruirla e incendiar sus casas. Esta terrible decisión tiene su razón de ser en el contexto de un conflicto bélico de esa naturaleza: el deseo de borrar del mapa uno de los enclaves estratégicos que en un futuro no muy lejano, cuando se reanudaran las hostilidades en el sureste peninsular, podía ser fundamental como enclave defensivo de los enemigos.
El fracaso musulmán en el sitio de Aledo tuvo graves consecuencias en la historia de España. Los almorávides, una vez asentados en la península ibérica, pronto consiguieron detener la presión cristiana y controlar la región occidental, donde Sevilla se convirtió en la capital administrativa. En la mitad oriental de Al-Andalus, los ejércitos organizados desde Murcia participaron en las guerras de la frontera catalana-aragonesa, pero la resistencia del Cid en Valencia resultó difícil de erradicar y también fueron frecuentes las incursiones cristianas en territorio murciano, entre las que destaca la protagonizada por Alfonso el Batallador.
Durante la primera mitad del siglo XII, debieron iniciarse las labores de reconstrucción del asentamiento de Aledo que, no sin grandes esfuerzos, se recupera del duro golpe. Los almorávides reconstruyeron y reforzaron muchos núcleos y aportaron a la península ibérica la técnica del 'tapial', con la que están construidas las murallas de Aledo y de otros muchos castillos de la región. Bajo su mandato es posible que surgiera una majestuosa alcazaba (sede del poder político), una mezquita mayor (aljama) y unas sólidas murallas que protegían los barrios de casas encaladas.
La batalla de Morella, o de Olocau, fue un enfrentamiento bélico que se produjo el 14 de agosto de 1084 entre las tropas mandadas por Rodrigo Díaz de Vivar del rey Al-Mutamán de la Taifa de Zaragoza y las de una coalición del ejército de Al-Mundir al-Hayib 'Imad al-Dawla de la Taifa de Lérida y del rey de Aragón Sancho Ramírez como culminación de una campaña de fortificación de un castillo en Pobleta de Alcolea por El Cid con objeto de hostigar la importante plaza de Morella (entonces perteneciente a la demarcación de Tortosa del rey taifa de Lérida) en el marco de la guerra entre Al-Mutamán de Saraqusta y su hermano Al-Mundir al-Hayib de Lérida, que pugnaban por unificar la taifa de Al-Muqtadir, que había repartido entre sus dos hijos. La batalla concluyó con victoria decisiva del Cid, que hizo prisioneros a un importante número de magnates.
Las operaciones se iniciaron en 1083, tras varias escaramuzas en la frontera norte del reino islámico de Zaragoza y el sur de Aragón entre el Cid y Sancho Ramírez, cuando el rey taifa Al-Mutamán encargó al Cid amenazar Morella mediante la reconstrucción o restauración de una fortaleza situada unos veinte kilómetros al norte de la Morella, en un lugar llado en árabe Hisn al-Uqab ('castillo del águila'), en las fuentes cristianas convertido en «Alolala», que se ha identificado habitualmente con el castillo de Olocau y recientemente con Pobleta de Alcolea.
Ante la amenaza que suponía este punto avanzado para la taifa de Lérida, su impulsivo rey Al-Mundir al-Hayib concertó una entrevista con Sancho Ramírez de Aragón para aliarse y expulsar de su posición al Cid. Los ejércitos de la coalición, reunidos a orillas del Ebro, avanzaron juntos hacia el sur, y llegaron a estar cerca de la mesnada del Campeador en el primer semestre de 1084. La Historia Roderici, principal fuente sobre este suceso, relata que el rey de Aragón envió emisarios a Rodrigo Díaz para pedirle que dejara libre esos pasos, a lo que el castellano (según la mencionada crónica latina) respondió orgulloso que si el rey aragonés quería atravesar el territorio por controlado por él, podía hacerlo e incluso se prestaba a proporcionarle protección a todos sus hombres y escolta personal al rey aragonés, pero que si su deseo era que abandonara la plaza fortificada, tendría que enfrentarse con él.
Desarrollo[editar]
En todo caso, el 14 de agosto se iniciaron las hostilidades, y la batalla fue bastante reñida hasta que, finalmente, al-Mundir y Sancho Ramírez se vieron obligados a huir, tras lo cual el ejército zaragozano de Rodrigo los persiguió con energía. La desbandada debió ser catastrófica, así como la derrota, a juzgar por la calidad y la cantidad de prisioneros capturados, entre los que figuraban importantes nobles de Aragón, Pamplona, Portugal, Castilla y Galicia. Muchos caballeros cristianos, posiblemente buscando fortuna tras ser desterrados, engrosaban las filas del ejército aragonés o leridano. Entre los capturados se contaban el obispo de Roda Ramón Dalmacio; Sancho Sánchez de Erro, gobernador del «condado de Navarra» (yerno del conde García Ordóñez); su sobrino o un joven de su séquito Laín Pérez; el calificado en la Historia Roderici como mayordomo del rey de Aragón Blasco Garcés, que tuvo la honor de Jaca; los tenentes aragoneses Pepino Aznárez (documentado entre 1066 y 1087, caballerizo y escanzano en el séquito del rey de Aragón y tenente de Alquézar); su hermano García Aznárez, tenente de Aibar y posteriormente de Latrás; Íñigo Sánchez, tenente de Peña, Ara y Monclús; Jimeno Garcés, tenente de Buil entre 1084/1085 y 1104; Calvet, tenente de varias plazas en Ribagorza; Fortún Garcés, tenente en Punicastro; Sancho Garcés, posiblemente el tenente de Alquézar entre 1087 y 1093 y luego de Echauri; el conde portugués Nuño Menéndez, esposo de la condesa Goncina; Nuño Suárez (documentado en 1100 y 1101), al que la biografía latina del Cid califica de leonés, aunque fue portugués y estuvo vinculado con el conde Enrique de Borgoña, yerno de Alfonso VI; los gallegos Anaya Suárez y Gudesteo Guntádiz; y el castellano García Díaz.2
Consecuencias[editar]
Tras la decisiva victoria lograda dos años antes por el Cid en Almenar para el rey Al-Mutamán ante otra coalición entre la taifa de Lérida y el conde de Barcelona y otros condes catalanes; esta (aplastante) sobre una nueva coalición con las tropas aragonesas habría hecho aumentar en grado sumo el prestigio de el Cid como guerrero, y es posible que en su estancia zaragozana (1081-1086) Rodrigo Díaz recibiese el apelativo de sidi (en árabe andalusí, 'mi señor'), que daría origen al sobrenombre «Cid». De cualquier modo, tal fue la importancia para la Taifa de Saraqusta de esta victoria que, una vez conocida la noticia, el rey Al-Mutamán y su familia salió, junto con gran parte de la población, a recibir al Campeador a la localidad de Fuentes de Ebro (situada a 25 km al este de Zaragoza) para aclamar la llegada del castellano con un importantísimo botín.
Batalla de Morella | ||||
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los conflictos entre los primeros reinos de taifas | ||||
Castillo de Olocau | ||||
Fecha | 14 de agosto de 1084 | |||
Lugar | Olocau del Rey; según Alfonso Boix, Pobleta de Alcolea1 | |||
Coordenadas | 40°37′00″N 0°06′00″OCoordenadas: 40°37′00″N 0°06′00″O (mapa) | |||
Resultado | Victoria decisiva de Rodrigo Díaz el Campeador | |||
Beligerantes | ||||
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