viernes, 23 de junio de 2017

Años por países - España

año 1000 al 1009

La Batalla de Cervera tuvo lugar en Peña Cervera el lunes 30 de julio del año 1000, entre la coalición cristiana de tropas navarras, castellanas y leonesas al mando de Sancho García (conde de Castilla) y de García Gómez (conde de Saldaña), frente el caudillo musulmán Almanzor, quien resultaría vencedor. En palabras de Víctor Saornil fue «la única batalla en la que los ejércitos cristianos acariciaron la victoria».

Batalla de Cervera
Map Iberian Peninsula 1000-es.svg
Mapa de los distintos reinos en la península ibérica sobre el año 1000.
Fecha30 de julio de 1000
LugarPeña CerveraCondado de CastillaReino de León
Coordenadas41°54′00″N 3°28′00″OCoordenadas41°54′00″N 3°28′00″O (mapa)
ResultadoVictoria del Califato cordobés
Beligerantes
Sign of Sancho VII of Navarre.svg Reino de Navarra
Leon banner.svg Reino de León
Pendon del Reino de Castilla.svg Condado de Castilla
Umayyad Flag.svg Califato de Córdoba
Comandantes
Pendon del Reino de Castilla.svg Sancho García
Leon banner.svg García Gómez
Umayyad Flag.svg Almanzor
Fuerzas en combate
DesconocidasEstimación moderna:
posiblemente 20 0001
Bajas
Desconocidas, posiblemente menores1700 muertos

El ejército andalusí no luchaba en campo abierto desde la batalla de Rueda en 981 y desde el saqueo de Santiago de Compostela en 997. Todos los reyes, príncipes y condes cristianos vivían bajo una paz impuesta por Almanzor que no impidió a este lanzar nuevas aceifas4 (particularmente desde la muerte del conde castellano García Fernández en 995).
Las aceifas volvieron con un ataque sobre Pallars y Pamplona,5 que fue socorrida por Sancho García (999).6 Un año más tarde, Almanzor lanzó una campaña contra los castellanos. El hayib musulmán necesitaba de estas expediciones para financiar con el botín a su numeroso ejército y tener ocupados en algo a sus oficiales. El ejército califal había aumentado de los 30 000 hombres en tiempos de Abderramán III a 50 000,7 gracias a contingentes de mercenarios bereberes traídos del Magreb por el propio hayib y leales sólo a él. Obviamente, solo una parte de este ejército acompañaba a Almanzor en sus expediciones, el resto quedaba guarneciendo las ciudades del Califato. Por razones desconocidas (quizá el auxilio del conde castellano a los navarros, quizá el abandono del tributo o el aliento del Sancho a la rebeldía de los condes leones frente a Córdoba), Almanzor decidió lanzar una ofensiva contra Castilla.8

La batalla[editar]

El 21 de junio del año 1000,9 el dictador amirí partía de Córdoba listo para castigar el desafío del conde con una numerosa hueste.6 Durante su marcha destruyó la villa de Canales en el límite oriental del condado de Castilla, en las estribaciones meridionales de la Sierra de la Demanda.1 Sancho García reunió sus fuerzas y recibió contingentes de otros nobles cristianos,8 como el rey de Pamplona, el de León o el conde de Saldaña,10 de forma que se reunió una nutrida tropa de leoneses, castellanos, navarros y vascos.3 El encuentro tuvo lugar en Yarbayra8 o Peña Cervera, al sur de Silos, entre estos altos y la localidad de Espinosa de Cervera.11 Los dirigentes cristianos declararon ilícito huir,12 y sus hombres estaban dispuestos a no retroceder en defensa de Castilla. Estaban acampados en una sólida posición defensiva en lo alto11 de un peñón que controlaba el paso de numerosos caminos.8 Los dos ejércitos trabaron contacto el 29 de julio y se prepararon para combatir al amanecer del día siguiente.11
Almanzor, sin saber bien qué hacer al darse cuenta del tamaño de la hueste cristiana y su ventajosa ubicación, decidió reunirse con sus oficiales para decidir la estrategia.12 A la mañana del día 30, mientras aún los cordobeses no habían decidido un plan de acción,12 el conde castellano lanzó un ataque inesperado12descendiendo por las laderas de la peña contra los flancos del ejército cordobés.11
Los cristianos presionaron con su caballería ambos flancos de los musulmanes que apenas se sostenían,3 12sorprendidos por el embate enemigo.11 Justo en el momento en que su flanco derecho estaba a punto de desbaratarse por completo, Almanzor envió a su hijo favorito, Abd al-Malik al-Muzaffar, para sostenerlo, mientras que su otro hijo, Abderramán Sanchuelo, acudía a auxiliar otro punto de la línea de batalla.13 Estos refuerzos equilibraron el combate, que se intensificó.13 11 Uno de los jefes bereberes que acompañaban a al-Muzaffar mató a uno de los condes Banu Gómez.13 Entonces, Almanzor realizó la martingala que le valió la victoria en el reñido enfrentamiento: ordenó trasladar el campamento desde la hondonada donde se hallaba a un cerro cercano.1 3 112 El conde castellano creyó que las fuerzas que aparecieron en el alto eran nuevos refuerzos que acudían a la batalla y ordenó la retirada,1 3 que se convirtió en una desbandada.11 2 La caballería islámica se encargó de perseguir al enemigo.2 Almanzor logró capturar el campamento enemigo.2

Consecuencias[editar]

Era la primera vez que la unión de los cristianos hacía frente al ejército de Almanzor y casi le causaba la derrota.14 9 Las bajas del ejército califal fueron estimadas en setecientos muertos por los cronistas musulmanes.2Almanzor logró capturar el campamento enemigo, con numerosas armas y objetos de valor.2 Moriría en 1002, cuando estaba de campaña en tierras riojanas. Su repentina muerte a la edad de 62 años ha servido de inspiración para varios mitos, según algunas versiones sufría de una enfermedad desconocida desde el saqueo de Santiago de Compostela (997) y haber dado de beber a su caballo el agua de la pila bautismal,15 el animal murió inmediatamente y él contrajo el mal;3 pero más conocida es la leyenda de su legendaria derrota en Calatañazor, considerada por los historiadores modernos un eco adornado por las crónicas posteriores de su pírrica victoria en Cervera.

En la primavera del año 1000 Almanzor preparó una campaña contra el condado castellano. El 21 de junio partió de Córdoba en lo que será su 52ª Campaña, llamada la de Cervera. Desde Medinaceli rebasó el Duero, pasó por las fortalezas de Osma, San Esteban y Clunia, en manos musulmanas, y se adentró en las tierras castellanas al norte de Clunia. Al llegar a las Peñas de Cervera, Almanzor fue sorprendido pues encontró las tropas reunidas de todos los condes y gobernantes cristianos desde Pamplona hasta Astorga, comandadas por el conde Sancho García de Castilla y García Gómez de Saldaña. La batalla de Cervera ocurrió el 29 de julio del año 1000.
El lugar donde se celebró el combate, las Peñas de Cervera, aisla la cuenca del río Arlanza al norte de Clunia y es atravesada por el desfiladero de la Yecla. En algún lugar elevado de esas montañas estaba instalado el campamento cristiano. Los cristianos sorprendieron a Almanzor e iniciaron el combate, tomando ventaja. Pero, según las fuentes musulmanas, a pesar del mal comienzo y de las pérdidas sufridas, al final, la batalla cambió de signo y fue una victoria musulmana.
Tras la victoria, las tropas de Almanzor persiguieron a los huidos en un radio de diez millas. Posteriormente se dirigieron hacia Zaragoza, pasando seguramente por La Rioja y, a continuación, saquearon el reino de Pamplona, conquistando posiblemente Carcastillo. Regresó victorioso a Córdoba el 7 de octubre.
Desfiladero de la Yecla
Desfiladero de la Yecla
Esta batalla es importante por dos razones. Es el fin de la sumisión de los distintos condes del reino de León a Almanzor y la primera vez que se unen en su contra. Además, a pesar de la victoria musulmana, fue la primera vez en que las tropas de Almanzor estuvieron a punto de ser derrotadas tras más de dos décadas de castigo militar.

La batalla en las fuentes históricas musulmanas

De esta batalla tenemos numerosas referencias en las crónicas musulmanas y menos en las cristianas. Comenzando por las fuentes andalusíes, de esta campaña tenemos uno de los relatos más fieles. Se debe a Ibn Jatib, quien a su vez la recogió de Ibn Hayyan, que a su vez oyó el relato de su padre, Jalaf ben Husayn ben Hayyan, uno de los combatientes en la batalla de Cervera. Este es el texto completo extraído del Kitab amal al-alam…:
«Nunca afrontó al-Mansur una lucha más intensa ni en circunstancias más difíciles ni cruentas que en la batalla que libró al lanzar su campaña estival del año 390. El período de sosiego que le precedió había sido largo y, al entibiar el espíritu combativo de los hombres, éstos se habían tornado demasiado pacíficos. (Mientras tanto) los reyes de los cristianos se habían coaligado, reuniendo para la guerra las fuerzas que tenían en todas partes. al-Mansur los enfrentó en la acción conocida por la batalla de Yarbayra (Cervera).
Los hechos sucedieron así: Cuando al-Mansur irrumpió en Castilla por la zona de Madinat Salim (Medinaceli) se encontró con Sancho, que estaba al frente de una tropa muy numerosa y de incalculable magnitud. Ahí se hallaban los reyes galaicos, acompañados de sus generales, habiendo acudido desde el extremo de Pamplona al de Astorga. Con todos ellos había avanzado Sancho, emplazándolos finalmente en el peñón de Yarbayra, el cual se halla en la comarca central de su país y fue el lugar por él elegido para campamento. Este emplazamiento constituía el desideratum, tanto por inaccesible como por inexpugnable y, además, por tener detrás de sí vastos territorios provinciales con cercanas fuentes de abastecimiento.
Los cristianos habían encomendado a Sancho la organización de todo lo pertinente para el combate y se habían comprometido entre sí, de la manera más solemne, a no retroceder, declarando ilícito huir.
Ibn Abi Amir se quedó alarmado y sin saber qué decisión adoptar cuando divisó la enorme cantidad de guerreros con que contaban los adversarios, la inexpugnabilidad de su emplazamiento, el control visual que podían ejercer sobre los movimientos de quienes se dirigieran a atacarlos y el ímpetu con que podían descolgarse sobre los que a tal fin se les aproximaran, a lo que se agregaba el espacioso campo que su caballería tenía por delante para evolucionar. Todo ello fue comparado por Ibn Abi Amir con la desventajosa posición en que él se hallaba. Entonces recurrió al consejo de sus visires militares los cuales sostuvieron opiniones discordantes.
Pero Sancho engañó a los musulmanes por la inesperada precipitación con que se lanzó al ataque antes de planificar su descenso y de poner a punto las medidas estratégicas. La batalla se trabó por todos los frentes, encendiéndose así una contienda general.
Los enemigos de Allah concentraron su caballería y atacaron simultáneamente las alas derecha e izquierda musulmanas, descargando sobre ellas todo el peso de sus escuadrones, con la consecuencia de que se desarticularon las líneas de los defensores islamitas y los cristianos se afianzaron, atacando con más brío. La lucha se prolongó bastante, tornándose cada vez más insostenible la posición crítica en que estaban los musulmanes, pues al ver, los que estaban atrás en la línea de los defensores, el aprieto en que los mismos se hallaban, se desorientaron y desanimaron. La mayoría aflojó y, a su vez, los más de éstos se dieron a la fuga. Los ataques menudeaban por todos los flancos, hasta el punto de que casi hicieron morder el ignominioso polvo de la derrota a los musulmanes.
La desbandada habría proseguido de no haber mediado la protección de Dios, la ponderable perseverancia de al-Mansur y la magnífica firmeza con que él mismo obró no obstante lo grande de su alarma y su íntimo desconcierto ante el desarrollo de los acontecimientos. Tal estado se reflejaban en la actitud imperatoria de sus manos, en sus gemidos de moribundo y en la vehemencia con que repetía la jaculatoria coránica del retorno a Dios.
La suerte cambió, pues, porque Dios ayudó a los musulmanes con su auxilio y con hombres que supieron resistir, prolongando fogosamente la lucha hasta repeler a sus contenedores, de modo que, ante su reacción, recuperaron su aplomo los combatientes que se hallaban detrás de ellos. Así, el grueso de las tropas musulmanas, después de haber estado batiéndose en retirada, contraatacó y, finalmente, Dios le otorgó la victoria.
Fue ‘Abd al-Malik, el hijo de al-Mansur, el combatiente más destacado de aquella hueste de defensores de la fe; y ello, por opinión unánime y sin  ningún espíritu de adulación, es decir, por justicia y no por favoritismo, estando con él una cantidad de campeones de los más brillantes que existían entre los musulmanes de al-Andalus y de África, predominando en número los caballeros bereberes. De éstos el más reputado en ese día fue Kayaddayr al-Dammari al-Abra (El Leproso), quien era un príncipe de la tribu norteafricana de los Banu Dammar y, a la vez, uno de los jefes principales de los bereberes. Este hombre mostró una extraordinaria intrepidez, habiendo matado, en un furibundo arranque, a uno de los condes de Banu Gumis, cortándole la cabeza y trayéndola consigo.
La desbandada de los cristianos no se interrumpió ya. Por su parte ‘Abd al-Rahman ibn al-Mansur tampoco se quedó corto en su resistencia y bravo ímpetu. En fin, fue una batalla tremenda y difícil de describir.
Hayyan ibn Halaf ibn Husayn ha contado lo siguiente, que le fue relatado por su padre, el secretario de al-Mansur: Cuando en esa jornada la situación comenzó a agravarse apareció al-Mansur, montado a caballo y acompañado de su escolta, en un montículo que se hallaba cerca del campo de batalla. Se puso ahí a contemplar el combate, estando atento a hacer prestar ayuda con los guerreros de su séquito a la gente en aprietos que estaba en las proximidades del lugar.
Así continuaron las cosas hasta que descalabró el ala derecha y se quebró, haciéndose muy grande el desconcierto. Tan malas se pusieron las circunstancias para los musulmanes que los hombres comenzaron a separarse sin atinar a adoptar una actitud común. Cada uno procedía a su arbitrio, buscando la oportunidad de huir, hasta el punto de que uno de los secretarios de al-Mansur llamado ‘Abd al-Malik ibn Idris al-Yaziri, púsose a decirle a Said Ibn Yusuf, conocido por Ibn al-Qalina:«Ven a despedirte, oh mártir, pues con seguridad hoy has de morir». Y una vez finalizada la jornada resultó que el presagio se había cumplido.
Esto ha sido relatado por Jalaf ibn Husayn:
Miró al-Mansur al grupo de hombres que estaban con él y me dijo: «Enumérame quiénes son los integrantes de mi séquito que han quedado». Contestele: «Os los voy a nombrar», y fui mencionándolos uno por uno hasta llegar a unas veinte personas. Entonces elevó las manos al cielo exclamando: «¡Oh, Dios! Ellos me dejaron: ¡Asístelos! Ellos me privaron de su compañía: ¡Acompáñalos tú»; y atrajo a su hijo ‘Abd al-Malik, que estaba a su vera observando la batalla porque su padre no le había permitido ir a combatir. Estrecholo contra si y lo despidió besándolo, mientras irrumpía en fuerte llanto. Mandolo a incorporarse al ala derecha, dándolo ya por perdido. Asimismo, envió detrás de ‘Abd al-Malik, en otra dirección al hermano de éste, ‘Abd al-Rahman.
Cuando la angustiante lid se intensificó, al-Mansur se pasó de su cabalgadura a la litera y al instalarse en la misma casi no podía controlar sus movimientos por lo afligido y trémulo que estaba. Si se subió a la litera sólo fue para tranquilizar a los que lo acompañaban acerca de su confianza en sí mismo. al-Mansur llevaba consigo un grupo de buenos caballos de silla lujosamente enjaezados y respecto de ellos me dijo: «Cuida que no se alejen de tu mano, pues es más propio que sean para ti que para el enemigo».
Y ahí quedó con sus hombres, implorando el socorro de Dios y conjurándolos en su nombre, mientras la batalla se ponía más bravía y la situación se volvía cada vez más ardua para los musulmanes. Hasta que al intensificarse el calamitoso desarrollo de los acontecimientos, se le ocurrió a al-Mansur una idea que fue la causa más eficiente de la victoria.
Ella consistió en esto: al-Mansur dispuso que se levantara el campamento de su ejército, sacándolo de la hondonada en que estaba -y de la que él mismo había tenido que apresurarse a salir por causa del enemigo- para instalarlo en el promontorio en que él se hallaba. Ordenó, pues, a gritos a los que le rodeaban que efectuaran el transporte de los efectos, con amenazas para los que se atrasaran en la operación. Además, llamó a los sirvientes que cuidaban de su tienda de campaña y les mandó que la condujeran a dicho promontorio con toda celeridad amenazándoles también a ellos con graves castigos por cualquier demora. Los sirvientes llevaron el pabellón de inmediato, cargándolo sobre sus espaldas, de modo que enseguida quedó debidamente instalado.
Cuando los enemigos vieron a al-Mansur se desmoralizaron, suponiendo que los musulmanes tenían detrás tropas de refuerzo, y desde ese momento comenzaron a replegarse. La huida no se interrumpió ya, siendo perseguidos por los musulmanes, que mataron cuantos quisieron, resultando, a la postre, que los cristianos, en su mayoría, se vieron atados con las mismas cuerdas que habían preparado para ligar a los cautivos islamitas. Además, se les secuestró cuanto había en su campamento, como armas, ganado y vasijas.
La caballería musulmana persiguió todavía a lo largo de varias parasangas a los cristianos que lograron huir, en cuya carrera muchos caballeros de éstos fueron alcanzados. Dios acordó así a los musulmanes un triunfo sobre los cristianos que fue mayor de cuanto se había sabido hasta entonces, habiendo perecido en esa acción como mártires, según resultancias de los padrones de familia y otros registros, más de setecientos hombres.
Esto sucedió en día lunes a seis faltantes para terminar el mes de Saban del año 390 (29 de julio del 1000).»
Esta campaña también es reseñada por el Dikr bilad al-Andalus como la 52ª de las campañas de Almanzor y la describe así:
«La quincuagésima segunda, la de Cervera, los cristianos de todas las regiones se aliaron contra él, reuniéndose un número incalculable de ellos. Al producirse el encuentro, los musulmanes resistieron peleando hasta que murieron setecientos de ellos, pero, en ese momento, se conjuraron unos a otros y Dios les concedió la victoria. los cristianos fueron derrotados y perseguidos a lo largo de diez millas por los musulmanes, que saquearon su campamento y se apoderaron de riquezas y armas sin cuento.»
Por último, el poeta Ibn Darray, poeta oficial de Almanzor y sus hijos, dedica a esta batalla uno de los poemas de su Diwan, el número 105.

La batalla en las fuentes históricas cristianas

En las fuentes cristianas el hecho es casi ignorado. Sólo lo mencionan los Anales Castellanos Segundos y los Anales Toledanos Primeros. Los Anales Castellanos Segundos dicen:
«In era MXXXVIII (año 1000) fuit arrancada de Cervera super conde Sancium Garcia et Garcia Gomez.»Y los Anales Toledanos Primeros:«Era MCCCVIII fue la arrancada de Cervera sobre el conde don Sancho Garcia e García Gómez»


https://www.condadodecastilla.es/historia/batallas/1000-batalla-de-cervera/








La batalla de Calatañazor fue batalla que habría tenido lugar en esta localidad soriana en julio del año 1002. En ella parece que Almanzor se vio obligado a huir tras luchar contra los ejércitos cristianos coaligados de Castilla (conde Sancho García), León (Alfonso V) y Navarra (García Sánchez II de Pamplona). Sin embargo, algunos historiadores actuales consideran dicha batalla más un mito que un hecho real.
De entre las fuentes cristianas, el cronista Lucas de Tuy fue el primero en narrar el encuentro de Calatañazor. Según él, después de una campaña contra Galicia, Almanzor se adentró en Castilla, saliendo a su encuentro el rey de León Alfonso V (y no Vermudo II, como apunta el cronista), aunque es algo muy difícil pues el rey leonés entonces tendría 8 años. Continúa:
e en el lugar que se dize Calatanasor muchos millares de Sarrazines cayeron, et si la noche non cerrara el día, ese Almançor fuera preso. Enpero, en esse dia non fue vençido, mas de noche tomó fuyda con los suyos.
Cuando el sol apuntaba un nuevo amanecer, el rey leonés ordenó a los suyos que atacasen el campamento amirí, pero los cordobeses habían desaparecido, y todo el botín que capturaron se reducía a las tiendas de campaña y diversos enseres de escaso valor. Añade el obispo historiador que en la persecución de los mahometanos jugó un papel significante el conde García Fernández de Castilla (que llevaba siete años muerto, y en realidad fue su hijo Sancho García).
El prelado incorpora además el germen de una mítica leyenda, señalando que el día de la batalla, un extraño personaje, que identifica con un pescador, lloraba gimiendo, a veces en árabe, otras en lengua romance, diciendo: en Calatañazor perdió Almanzor el tambor. Para el cronista, este espejismo era el diablo que lloraba la caída de los moros.
En cualquier caso, Almanzor se negó a comer o beber, muriendo al llegar a la ciudad de Medinaceli. La Historia silense sentencia:
Pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos, pues pasados doce años Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos.
Rodrigo Jiménez de Rada y la Estoria de España de Alfonso X ofrecen una versión idéntica de los hechos, con la excepción del espectro que anuncia el próximo final de Almanzor se aparece en Córdoba.
Con respecto a las fuentes mahometanas, la versión más completa es la proporcionada por al-Maqqari, autor del s. XVII que recopiló a numerosos historiadores medievales. Según éste, a comienzos de 1002, Almanzor se preparó, siguiendo su costumbre anual, para romper la frontera cristiana, dirigiendo sus ataques hacia Castilla. El arabista Lévi-Provençal apunta como uno de sus objetivos el monasterio de San Millán de la Cogolla, que fue arrasado. Siempre según el cronista, Almanzor ordenó que se sumara a su hueste un considerable contingente de tropas norteafricanas con las que se encontró, según lo acordado, en Toledo partiendo hacia la ribera del Duero, en cuyas proximidades causó estragos y cuyas tierras devastó.
Desde allí, remontó el curso del río para penetrar ya directamente en los dominios del conde de Castilla. Mas un enorme ejército cristiano le sorprendió acampado cerca del castillo llamado de las Águilas (Calatañazor). Almanzor atacó esta hueste a la cabeza de sus propias tropas y fue derrotado, con grandes pérdidas.
De regreso de esta expedición, se sintió enfermo (quizá de una herida recibida en combate), pero continuó haciendo la guerra a los infieles y devastando su territorio hasta que la dolencia se complicó de tal manera que tuvo que ser transportado en una litera, sobre suaves cojines y cubierto por un baldaquino y cortinas que le protegían de la vista de su ejército. En tal estado llegó a Medinaceli. Allí los médicos analizaron la naturaleza de su mal, pero, incapaces de ponerse de acuerdo en un diagnóstico y menos en el tratamiento oportuno, la enfermedad se agravó lo suficiente para provocarle finalmente la muerte.
Sintiéndose morir, el caudillo de al-Ándalus pidió a su hijo Abd al-Malik y a algunos amigos íntimos que recibieran sus postreros consejos. Luego, a solas con Abd al-Malik, le repitió las instrucciones dadas unos momentos antes. Cuando su hijo y sucesor abandonó la tienda con el rostro arrasado en lágrimas, el agonizante Almanzor le reprochó su falta de valor con palabras que demostraron ser proféticas: Esta me parece la primera señal de la decadencia que aguarda al imperio.
El caudillo amirí murió la noche del 10 al 11 de agosto de 1002.

La leyenda de la batalla de Calatañazor

Así se cuenta que Almanzor, tras haber asolado Galicia y haber profanado Santiago de Compostela, se encaminó hacia Castilla. Pero las tropas del rey Bermudo II de León y del conde García Fernández de Castilla le salieron al paso en la localidad de Calatañazor (Soria). El enfrentamiento fue duro, encarnizado, y murieron miles de musulmanes y al llegar la noche Almanzor, comprendiendo que no podía vencer, se dio a la fuga. Al día siguiente, las tropas cristianas fueron hacia el campamento enemigo pero lo encontraron vacío aunque repleto de botín.
La batalla de Calatañazor sería, por tanto, la primera derrota y, a la vez, la última batalla de Almanzor. Y algo admirable ocurrió después: desde el mismo día de la derrota, un hombre, que parecía pescador, se lamentaba en las calles de Córdoba en castellano y en árabe exclamando: «En Calatañazor perdió Almanzor el tambor», lo que viene a significar que Almanzor perdió su alegría, pues había sido derrotado por primera vez. La figura aparecía y desaparecía y cuentan que seguramente se trataba del diablo que lloraba el desastre de los musulmanes. Desde ese día, Almanzor no quiso ni comer ni beber y acabó por morir en la ciudad de Medinaceli, donde fue sepultado.
Efigie de Almanzor en Calatañazor

 

El hecho histórico

Realmente Almanzor no fue derrotado en ninguna aceifa por los reyes de León o los condes de Castilla. Tampoco ninguna de las campañas de Almanzor ocasionó un enfrentamiento lo suficientemente importante en Calatañazor para que aparezca en las fuentes históricas fiables y contemporáneas o más cercanas a los hechos.
La última campaña de Almanzor se desarrolló en el año 1002 siendo rey Alfonso V de León y conde de Castilla Sancho García. Esa campaña se dirigió desde Clunia, pasando por la Sierra de la Demanda, hasta Canales de la Sierra y San Millán de la Cogolla, monasterio que fue arrasado. A su vuelta, Almanzor vio agravada su artritis gotosa y acabó por fallecer en la ciudad de Medinaceli, el 9 de agosto. Fue sepultado en esa misma ciudad.

Las fuentes de la leyenda

Esta leyenda se empezó a gestar a partir del siglo XII. La Crónica Najerense es la primera en introducir hechos legendarios:
«En el año decimotercero de su reinado, después de muchas y horribles matanzas de cristianos, luchando con dicho conde Sancho y dándose a la fuga, reventó por medio y murió en la villa llamada Grajal y fue sepultado en Medinaceli el año 1002. Más tarde ocultamente arrebatado, fue trasladado.»
Comienza con un evidente error. El año 1002 no era el decimotercero del gobierno de Almanzor. Además supone que tuvo un combate contra el conde Sancho García, cuando el último enfrentamiento conocido fue la batalla de Cervera, en el año 1000, y que fue una victoria musulmana. También yerra en localizar en Grajal la muerte de Almanzor y en mencionar el traslado de su cuerpo de forma oculta. Almanzor murió y fue sepultado en Medinaceli y no se trasladó su cuerpo a ningún otro lugar.
La leyenda de la batalla de Calatañazor continuará engrandeciéndose, ya en el siglo XIII, en el Chronicon Mundi, escrito por el obispo Lucas de Tuy en torno al 1238:
«Como Almanzor saliese de Galicia y quisiera asolar de nuevo las fronteras de Castilla, le salió al encuentro con un gran ejército en un lugar llamado Calatañazor donde trabando el combate cayeron muchos miles de sarracenos y si la noche no acabase con el día el mismo Almanzor hubiera sido apresado. Sin embargo, durante el día no pudo ser vencido y llegada la noche se dio a la fuga con los suyos.
Al día siguiente el rey Vermudo ordenó formar las tropas para al llegar el crepúsculo del día luchar con el ejército sarraceno. Pero al avanzar hacia el campamento musulmán solo encontraron las tiendas fijas con abundante botín. El conde García Fernández, habiendo perseguido a los sarracenos, acabó con una gran multitud de ellos.
Y algo admirable ocurrió, el mismo día que Almanzor perecía en Calatañazor, cierto hombre que parecía un pescador se lamentaba ya en idioma árabe ya en español exclamando: ” En Calatañazor perdió Almanzor el tambor”, lo que en latín quiere decir, que en Calatañazor perdió Almanzor el tímpano o el sistro, es decir, su alegría. Acudían a él los infieles de Córdoba y al acercarse la figura se desvanecía ante sus ojos para reaparecer en otro lugar repitiendo la misma lamentación. Creemos que se trataba del diablo que lloraba el desastre de los sarracenos.
Almanzor, desde el día en que fue derrotado, no quiso comer ni beber, y llegando a la ciudad llamada Medinaceli murió y fue sepultado allí.»
En esta ocasión existen ya dos errores históricos importantes: ni Bermudo II ni el conde García Fernández de Castilla vivían ya en el año 1002. Y por supuesto aparecen ya los prodigios legendarios.
Con el paso de los años se fueron añadiendo o modificando detalles a la leyenda. Rodrigo Jiménez de Rada escribe en su obra De Rebus Hispaniae (1243) que el encuentro no fue al volver de Galicia sino cuando Almanzor, en otra ocasión, trató de atacar Castilla. Bermudo II logró una alianza con los castellanos de García Fernández y los pamploneses. En la batalla de Calatañazor estaría personalmente el rey Bermudo II, aunque en litera por padecer de gota, y la derrota de Almanzor fue posible porque previamente Dios había enviado una peste que diezmó el ejército cordobés.
Veamos el relato completo:
«Pues Almanzor con su ejército fue castigado por el Señor con la pena debida por el crimen sacrílego y el que había profanado el lugar santo del Apóstol vio casi todo su ejército consumido con una inmunda plaga de disentería, pereciendo los demás por muerte repentina. Lo cual sabido por el rey Vermudo envió multitud de peones adiestrados, que fácilmente exterminaron entre las montañas a los debilitados y consumidos por la enfermedad. De este modo forzado por la peste Almanzor regresó a su tierra.
Pero el rey Vermudo acosado por los enemigos envió su embajada al conde castellano García Fernández y a García el Temblón rey de los navarros para que dejando a un lado las rivalidades se reunieran todos a combatir por la fe. Oído lo cual el rey García envió un ejército, el conde García Fernández vino personalmente con una gran multitud y el rey Vermudo, aunque enfermo de gota, llevado a hombros de porteadores y reunidas todas las fuerzas de su reino, todos se congregaron en una única hueste, y fueron al encuentro de Almanzor, que con sus árabes venía a invadir Castilla, en un lugar que en lengua árabe es llamado Calatañazor, y en latín es designado como “la altura de los buitres”.
Y habiéndose trabado muchos mortales combates, había sucumbido la mayor parte del ejército agareno; sin embargo sorprendidos por la oscuridad de la noche ninguno cedió en el campo al otro, pero descubierta por Almanzor la mortandad de los suyos no quiso reanudar el combate al día siguiente. Por lo que huyendo por la noche al llegar al valle de Borgecorexi consumido por el pesar exhaló su alma, siendo llevado a la ciudad llamada Medinaceli.
Al amanecer del día siguiente creyó el ejército cristiano que los árabes volverían a la lucha, pero al descubrir las tiendas vacías de hombres, se apoderaron de las mismas tiendas, del ajuar y demás objetos. Pero el conde García Fernández persiguiendo esforzadamente a los que habían escapado a la matanza los aniquiló casi hasta el exterminio. Almanzor, siempre victorioso hasta aquel momento, se sintió agobiado por un dolor tal, que desde el día de la batalla no quiso comer ni beber nada hasta que acabó su último día.»
Y así, con escasas variantes, la legendaria batalla de Calatañazor pasó a la Primera Crónica General de Alfonso X y a todas las historias de España posteriores, considerándose que la batalla había ocurrido realmente y sólo en el siglo XX empezó a ponerse en duda su existencia.

https://www.condadodecastilla.es/leyendas/la-leyenda-de-la-batalla-de-calatanazor/


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