sábado, 28 de junio de 2014

ARQUITECTURA GÓTICA


ARTE GÓTICO .-

Estos maestros con conocimientos profundos de verdades universales habrían sido los orígenes de la orden masónica, que mantiene hasta la actualidad los símbolos de geometría y albañilería (compás, escuadra, nivel, plomada). La masonería, como sociedad iniciática, atraía a hombres valiosos interesados en sus principios y filosofía, motivados por la dedicación a lo eterno, la que plasmaban materialmente en los inmensos libros de piedra, generación tras generación. Su mayor recompensa era la participación en la construcción de la obra, aunque muchas veces no alcanzaban a ver concluido el fruto de sus esfuerzos. La convicción de que la obra superaba a sus autores era tan poderosa como para no sólo inspirar, sino que perseverar en elevar hacia el cielo las magníficas construcciones para gloria del Creador.
Se seguía la tradición pitagórica en cuanto a considerar los números, y las relaciones entre ellos, como principios sagrados y pre-existentes, es decir, como núcleos energéticos que manifestaban el lenguaje divino. Sobre esta base, sólo algunos elegidos podían conocer los secretos matemáticos, que le daban acceso a un conocimiento universal, y como tal, sagrado. De forma semejante se consideraba a la geometría, y no es rara la representación de Dios, compás en mano, diseñando su obra. Así pues, las relaciones entre alto y ancho, entre base y longitud, etc., expresaban conceptos universales, como en el pentagrama, el hexagrama, la década, y la proporción áurea o divina (Phi), esta última presente en toda la naturaleza y representando la relación perfecta entre belleza y función, o la belleza perfecta producto de la verdad



Todos estos principios pretendían crear un arte objetivo, es decir, que las relaciones geométricas y numéricas de la forma y volúmenes de la estructura provocaran un estado de consciencia similar en quienes ingresaban a la catedral, creando un verdadero cielo en la tierra.
Una vez escogido cuidadosamente el lugar que ocuparía el templo, por parte del maestro de la obra, de acuerdo a la constitución del lugar, existencia de cuevas, manantiales, aguas subterráneas o cultos previos, su fundación partía desde la orientación de la planta. Se utilizaba para esto un gran círculo fundacional sobre el que se representaría al cosmos; en su centro, una estaca, cuya sombra determinaba el punto exacto del orto y del ocaso del sol, determinación que era completamente pura si se realizaba en alguno de los equinoccios. De esta forma se establecía el eje mayor de la construcción, ligándolo desde sus inicios con el universo a su alrededor. De ahí en adelante, la obra avanzaba desde la cabecera, la girola, el presbiterio y el coro, los brazos, las naves, y por último la fachada. La mayoría de las catedrales góticas están orientadas de modo que al despuntar el sol su luz ingrese por la cabecera a la nave, opuesto a la entrada, de modo que los feligreses accedan desde la oscuridad exterior, material y profana, avanzando progresivamente hacia la sagrada luz proveniente desde el ábside.


Los símbolos
La abundante y variada simbología presente en la arquitectura gótica puede asombrar al espectador, debido a la diversidad de las fuentes aparentes. En efecto, en el arte gótico se mezclan y superponen con total soltura tanto elementos de la religión católica ortodoxa como muchos otros, producto de sincretismos con religiones precedentes, además de otros considerados francamente paganos y hasta heréticos. La primera interrogante que asalta al espectador es si esta representación era admitida con conocimiento de causa por la religión oficial – que dicho sea de paso, gobernaba desde los actos más públicos hasta los más eminentemente privados de los ciudadanos – o si pasaron inadvertidos en medio de la majestuosidad del conjunto. O, dicho en otras palabras, cómo se las habrían arreglado estos constructores ocultistas para introducir conceptos esotéricos milenarios y diversos, simultáneamente, en tantas catedrales europeas, en tiempos de Inquisición, sin oposición de la jerarquía religiosa. Aparentemente, lo que se pretendía era compendiar todo el conocimiento disponible en estas verdaderas enciclopedias de piedra de modo de representar mejor al universo y conducir así al feligrés hacia el Ser Superior. Para algunos autores, y al menos en el Alto Medioevo, la Inquisición perseguía más al demonio que al pagano, y por tanto no habría sido contraria a las creencias o conceptos paganos (mientras no fueran francamente heréticos), los que aspiraba a convertir antes que a demonizar. La persecución pagana más sangrienta vendría después.

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