DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA .-
Los puentes de Doggerland.Hace alrededor de 15,000 años, los glaciares comenzaron a retroceder hacia el norte, permitiendo que el permafrost del ahora Mar del Norte emergieran, permitiendo que pastos peri-glaciares y juncos colonizaron la región (Goetchus, 2000). Esta región, conocida como Doggerland (la palabra dogge procede una antigua palabra neerlandesa que significa «barco de pesca», debido a la localización del banco arenoso que quedó como remanente en el Mar del Norte de este antiguo puente), conectó las islas británicas con el resto del continente europeo, formando lo que se denomina como Península Británica. Este puente permitió el flujo de especies de plantas y mamíferos entre las dos porciones de tierra: mamuts lanudos (Mammuthus primigenius), alces irlandeses, famosos por tener las cornamentas más grandes que jamás hayan existido (Megaloceros giganteus), rinocerontes lanudos (Coelodonta antiquitatis), équidos, dientes de sable (Smilodon populator), osos de las cavernas (Ursus spelaeus) y homínidos (Homo sapiens, Homo neanderthalensis) (Bang-Anderson, 1996).
Continentes errantes sobre un mundo móvil
La primera revolución científica comenzó cuando Galileo Galilei e Isaac Newton sostuvieron y comprobaron que el mundo se movía alrededor del Sol. Después, Albert Einstein, Friedmann, Lemaître, Robertson, Walker y Hubblepusieron al Universo en movimiento. Y pareció que, en ese ton, el meteorólogo y geofísico alemán, Alfred Wegener sugirió en 1912 que los continentes se movían, poniendo en movimiento lo único fijo que quedaba en el mundo, tras haber analizado evidencias fósiles, geológicas y cartográficas. Sin embargo, a diferencia de los casos anteriores, el mecanismo que propuso no resultaba viable. Wegener supuso que debajo de los continentes, la capa de roca bajo el océano era menos densa, de modo que los continentes podían deslizarse sobre ella. Sin embargo, la fricción requería de una fuerza impulsora que no parecía existir en la Tierra.
La principal oposición vino de los paleontólogos en las décadas siguientes, quienes defendían la existencia de los continentes sumergidos como las explicaciones más plausibles.
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