martes, 29 de mayo de 2018

EVANGELIOS

APÓCRIFOS

Abgar o Abgaro V de Edesa (4 a. C. hasta 7 d.C. y del año 13hasta 50 d.C.) fue un gobernante histórico del reino de Osroene, que tuvo su capital en Edesa, situada aproximadamente en la región siria que fue llamada anteriormente Aram-Naharaim en el Antiguo Testamento.

Leyenda del rey Abgaro[editar]

En la tradición cristiana, la historia del rey Abgaro de Edesa es una narración temprana sobre un milagroso icono, instalado en el corazón de la región donde la tradición iconoclasta desaprobaba fuertemente las imágenes en general, pero la leyenda de este icono las legitimaba al conectarlo directamente con Jesús.
La leyenda cuenta que Abgaro, rey de Edesa, padecía una enfermedad incurable, y oyó la fama de los poderes y milagros de Jesús, por lo que decidió escribirle, reconociendo su divinidad, clamando por su ayuda, y ofreciéndole asilo en su propia residencia; la tradición declara que Jesús le contestó la carta declinando la invitación, pero prometiéndole que después de su ascensión, le enviaría uno de sus discípulos dotado con su poder.
Eusebio, obispo de Cesarea, historiador de la Iglesia del siglo IV, registra una tradición, en su Historia Eclesiástica, I, xiii, ca 325, relativa a correspondencia intercambiada entre Abgaro de Edesa y Jesús. Eusebio estaba convencido que las cartas originales, escritas en idioma siriaco, fueron guardadas en los archivos de Edesa. Eusebio declara también que a su debido tiempo, Aday o uno de los 72 discípulos, llamado Tadeo de Edesa, fue enviado por Tomás el Apóstol en 29. Eusebio copia las dos cartas en el texto de su historia.
La correspondencia consistió en la carta de Abgaro y la respuesta dictada por Jesús. Posteriormente la leyenda se fue ampliando y se comenzó a mencionar un retrato de Jesús pintado en vida. Este retrato, supuestamente pintado por el archivista de la corte, Hanán, durante su visita a Jesús, se menciona por primera vez en el texto siriaco llamado la "Doctrina de Aday" (el nombre Addaei o Addaeus es una variante de Thaddaeus o Thaddeus), de la segunda mitad del siglo IV. Aquí se dice que la respuesta de Jesús no fue dada por escrito sino verbalmente y que el suceso tuvo lugar en 32. Esta Enseñanza de Aday es también el testimonio más temprano de una imagen de Cristo pintada en vida, venerada por el achacoso rey Abgaro V en uno de sus palacios. Las versiones griegas de la leyenda se encuentran en las "Actas de Tadeo".
El historiador Eusebio guarda una tradición (H. E., I, xii), en la que él mismo cree con firmeza, respecto a una correspondencia que tomó lugar entre Jesús y el soberano local en Edesa. Tres documentos se relacionan con ésta correspondencia: la carta de Abgar a Jesús; la respuesta de Jesús; un cuadro de Jesús, como era Él en vida. Ésta leyenda gozó de gran popularidad, tanto en el oriente como en el occidente, durante la Edad Media: la carta de Jesús era copiada en pergamino, mármol y metal, y era usada como talismán o amuleto. En la época de Eusebio, se pensaba que las cartas originales, escritas en sirio, estaban guardadas en los archivos de Edesa. En nuestros días, poseemos no sólo un texto sirio, sino también una traducción en armenio, dos versiones griegas independientes, más cortas que la siria, y varias inscripciones en piedra, todas ellas discutidas en dos artículos en el “Dictionnaire d’archéologie chrétienne et de liturgies” cols. 88 sq. y 1807 sq. Las únicas dos obras a consultar referentes a éste problema literario son la “Historia Eclesiástica” de Eusebio, y la “Enseñanza de Adai,” la cual afirma pertenecer a la época apostólica. La leyenda, de acuerdo a éstas dos obras, se desarrolla de la siguiente manera: Abgar, rey de Edesa, quien sufre de una enfermedad incurable, ha oído la fama del poder y los milagros de Jesús y le escribe, rogándole que llegue y lo cure. Jesús no acepta, pero promete enviar un mensajero, dotado de Su poder, llamado Tadeo (o Adai), uno de los setenta y dos discípulos. Las cartas de Jesús y del rey de Edesa varían en la versión que da Eusebio y la de la “Enseñanza de Adai.” La siguiente está tomada de la “Enseñanza de Adai,” ya que es menos accesible que la Historia de Eusebio:
Abgar Ouchama a Jesús, el Buen Doctor Quien ha aparecido en el territorio de Jerusalén, saludos:
He oído de Vos, y de Vuestra sanación; que Vos no usáis medicinas o raíces, sino por Vuestra palabra abrís (los ojos) de los ciegos, hacéis que los paralíticos caminen, limpiáis a los leprosos, hacéis que los sordos oigan; cómo por Vuestra palabra (también) curáis espíritus (enfermos) y aquellos atormentados por demonios lunáticos, y cómo, de nuevo, resucitáis los muertos a la vida. Y, al darme cuenta de las maravillas que Vos hacéis, me he dado cuenta de que (de dos cosas, una): o habéis venido del cielo, o si no, sois el Hijo de Dios, quien hace que sucedan todas éstas cosas. También me doy cuenta de que los judíos murmuran en contra Vuestra, y Os persiguen, que buscan crucificaros y destruiros. Poseo únicamente una pequeña ciudad, pero es bella, y lo suficientemente grande para que nosotros dos vivamos en paz.
Cuando Jesús recibió la carta, en la casa del sumo sacerdote de los judíos, le dijo a Hanán, el secretario:
Id, y decid a vuestro amo, quien os envió a Mí: ‘Feliz seáis, vos que habéis creído en Mí, sin haberme visto, porque está escrito de mí que quienes me vean no creerán en Mí, y que aquellos que no me vean creerán en Mí. En cuanto a lo que habéis escrito, que debería ir a vos, (he aquí, que) todo a lo que fui enviado aquí está terminado, y subo de nuevo a Mi Padre Quien me envió, y cuando haya ascendido a Él os enviaré a uno de Mis discípulos, quien sanará todos vuestros sufrimientos, y (os) dará la salud de nuevo, y convertirá a todos aquellos con vos a la vida eterna. Y vuestra ciudad será bendecida por siempre, y el enemigo nunca prevalecerá sobre ella.
De acuerdo a Eusebio, no fue Hanán quien escribió la respuesta, sino el mismo Jesús.
Ha surgido una curiosa evolución legendaria de ésta imaginaria ocurrencia. Se ha discutido seriamente la naturaleza de la enfermedad de Abgar, al crédito de la imaginación de varios escritores, sosteniendo que era gota, otros que era lepra, los primeros diciendo que había durado siete años, los últimos descubriendo que el enfermo había contraído su enfermedad durante una visita a Persia. Otros historiadores, nuevamente, sostienen que la carta fue escrita en pergamino, aunque algunos favorecen al papiro. El pasaje crucial en la carta de Jesús, sin embargo, es el que promete a la ciudad de Edesa la victoria sobre todo enemigo. Le dio al pueblecito una popularidad que desapareció el día en que cayó en manos de conquistadores. Fue una inesperada conmoción para aquellos que creían en la leyenda; estaban más dispuestos a atribuir la caída de la ciudad a la ira de Dios en contra sus habitantes, que a admitir el fracaso de una protección en la que en ese tiempo se confiaba no menos que en el pasado.
Desde entonces, el hecho al que aludía la correspondencia ha, por mucho tiempo, dejado de tener valor histórico alguno. En dos lugares, el texto está tomado del Evangelio, lo cual de por sí es suficiente para refutar la autenticidad de la carta. Por otra parte, las citas son hechas no de los Evangelios auténticos, sino de la famosa concordancia de Taciano, compilada en el siglo II, y conocida como el “Diatesarón”, fijando así la fecha de la leyenda en aproximadamente la mitad del siglo III. Además, sin embargo, de la importancia que obtuvo en el ciclo apócrifo, la correspondencia del Rey Abgar también ganó un lugar en la liturgia. El decreto De libris non recipiendis, del pseudo-Gelasio, coloca la carta entre los escritos apócrifos, lo cual puede, posiblemente, ser una alusión al hecho de que haya sido interpolada entre las lecciones oficialmente autorizadas de la liturgia. Las liturgias sirias conmemoran la correspondencia de Abgar durante la Cuaresma. La liturgia celta parece haber concedido importancia a la leyenda; el “Liber Hymnorum”, un manuscrito conservado en el Trinity College de Dublín (E. 4, 2), da dos oraciones sobre las líneas de la carta a Abgar. Tampoco es completamente cierto que esta carta, seguida de varias oraciones, pueda haber conformado un oficio litúrgico menor en ciertas iglesias.
El relato dado por Adai contiene un detalle al que se puede hacer referencia aquí brevemente. Hanán, quien escribió lo que Jesús le dictó, era archivero en Edesa y pintor del rey Abgar. Se le había encargado pintar un retrato de Jesús, tarea que llevó a cabo, trayendo de regreso consigo una pintura que llegó a ser objeto de veneración general, pero de la que, después de un tiempo, se dijo que había sido pintada por el mismo Jesús. Al igual que la carta, el retrato estaba destinado a ser el núcleo de una legendaria transformación; el “Santo Rostro de Edesa” era principalmente famoso en el mundo bizantino. Debe ser aquí suficiente una indicación mínima de éste hecho, sin embargo, ya que la leyenda del retrato de Edesa forma parte del extremadamente difícil y oscuro tema de la iconografía de Cristo, y de las pinturas de origen milagroso llamadas imágenes aquiropoetas"αχειροποίητα" (“hechos sin manos”).







Se denomina Alógenes (ἀλλογενὴς) al tercer tratado del códice 11 de Nag Hammadi (NHC 11.45-69). Forma parte de los evangelios apócrifos. Alógenes significa ‘de otra raza, extranjero’ (literalmente al-lo: ‘otro, distinto’, y genēs: ‘raza, familia, nación’). Esta es la copia sobreviviente principal, aunque hay muchas líneas perdidas. También sobrevive un fragmento pequeño en el códice Tchacos, que se descubrió recientemente, que puede ser útil para llenar algunas lagunas.

Texto[editar]

El texto es un apocalipsis que trata de las ‘revelaciones’ que supuestamente recibió el extranjero Alógenes de parte de seres divinos gnósticos. Alógenes describe cómo superó el miedo y la ignorancia, y ascendió a la esfera esotérica del Dios de los Gnósticos. El tratado se divide en dos partes. La primera consiste en seis (o cinco) revelaciones de Youel. La segunda parte describe una visión apocalíptica, explicada por entes divinos. Al final el vidente recibe las sólidas instrucciones para escribir un libro sobre lo visto y oído.

Historia[editar]

Este tratado pertenece a una corriente gnóstica desarrollada probablemente en Occidente después del 220 ec, ya que es desconocida por los padres de la Iglesia cristiana San Ireneo e Hipólito, quienes combatieron el gnosticismo.
El original griego fue compuesto de manera verosímil en alguna parte del Mediterráneo oriental, quizás Alejandría, hacia el año 240, para acabar luego en Roma a mediados del siglo III, donde fue leído y confrontado en la escuela de Plotino. De ahí su importancia para la historia del gnosticismo y del platonismo. Hacia el año 300Porfirio, en su Vida de Plotino, declara que el filósofo aprendió acerca de algunos gnósticos que produjeron textos apocalípticos: ZoroastroZostrianoNicoteoMesos y otros. La mayor parte de los especialistas piensan que los tratados Alógenes y Zostriano (hallados en el códice de Nag Hammadi, NH 11.3 y 8.1) deben identificarse con las revelaciones mencionadas por Porfirio.

Platonismo[editar]

ghu El Allógenes pertenece a un conjunto de escritos bajo la denominación de tratados platónicos setitas, que comprenden los dos tratados conocidos por Porfirio, las Tres Estelas de Set (NH 7.5) y Marsanes (NH 10). Estos cuatro tratados dividen una metafísica y una ontología características en Plotino y los neoplatónicos tardíos, así como de ciertos medioplatónicos nacientes. Las particularidades lingüísticas y las numerosas dificultades que presenta el texto copto de El extranjero indica que se trata probablemente de un trabajo compuesto originalmente en griego y traducido con gran dificultad al idioma copto debido a la cantidad de tecnicismos metafísicos.









Evangelio árabe del Pseudo Juan. Está escrito en lengua árabe, con 158 páginas que aún se encuentran en buen estado, en las que se hace referencia al Evangelio de Juan, detallando los milagros de Jesús. Este evangelio se conserva en la Biblioteca Ambrosiana de Milán (Italia). Entre los evangelios apócrifos tardíos que narran la infancia de Jesucristo, también se hallan el Evangelio de la Infancia según San Pedro, atribuido a San Pedro, y el Evangelio de Bernabé, que aunque se escribiera en árabe, lo que se conserva son manuscritos en lengua castellana e italiano.

El texto inicia citando a Jesús diciendo a su madre tras apenas haber nacido:
“Yo soy el Verbo, hijo de Dios, que tú has parido, como te lo había anunciado el ángel Gabriel, y mi padre me ha enviado para salvar el mundo”.1
En él hay un apartado sobre la circuncisión. Se dice que una anciana israelita que realizó dicho procedimiento, separó el prepucio (o tal vez el cordón umbilical) y lo puso en un recipiente pequeño lleno de aceite de nardo, para llevarlo a su hijo, dedicado a la elaboración de perfumes. No obstante, consciente de su valor inmaterial, la anciana le advirtió:
"Guárdate de vender esta botellita de nardo, aunque te ofrecieran trescientos denarios por ella”.2
El evangelista narra que el contenido de este recipiente fue el que muchos años después utilizara María Magdalena para perfumar el cabello y los pies del Jesús adulto. Por lo demás, en el capítulo X existe una referencia a la permanencia en Egipto. En esa tierra se profesaba una religión diferente a la de los judíos, a la que daban carácter de idolatría. Cuenta el autor del evangelio árabe que cuando la sagrada familia iba en camino a esas tierras pasó cerca de una aldea donde se adoraba un ídolo, que en realidad era un demonio disfrazado; el sacerdote de ese lugar era el padre de un muchacho poseído por un espíritu inmundo. El ingreso de Jesús, María y José provocó un fuerte temblor en todo Egipto y los ídolos del templo cayeron de sus pedestales. Los sacerdotes se reunieron con el responsable del primer ídolo para preguntarle la razón del fenómeno y este respondió con las palabras que anuncian la nueva fe y resumen la importancia del cristianismo como superación de las religiones paganas:
“Presente está aquí un dios invisible y misterioso, que posee, oculto en él, un hijo semejante a sí mismo, y el paso de este hijo ha estremecido nuestro suelo. A su llegada, la tierra ha temblado ante su poder y ante el aparato terrible de su majestad gloriosa”.3
En respuesta a este reconocimiento, el hijo del sacerdote se cura cuando le ponen sobre la cabeza un pañal de Jesús recién lavado. En los capítulos siguientes se describe al niño Jesús como héroe y sanador. En el evangelio árabe libera a un grupo de viajeros secuestrados de unos bandidos, expulsa a los demonios de los poseídos, hace hablar a una joven muda, alivia a los leprosos, libera a un recién casado y ayuda a un hombre convertido en mulo por unas perversas hechiceras a recuperar su forma humana. Cuando la familia regresa a Belén los prodigios continúan. Otra historia notable ocurre en el capítulo XXXV. Jesús, que tendría 3 años de edad se encuentra con Judas Iscariote quien, poseído por un demonio le pega en un costado e intenta morderlo. Jesús llora de dolor y en ese mismo momento el demonio abandona a Judas en la forma de perro rabioso. En ese episodio aparece de nuevo la conexión entre la infancia y la edad adulta cuando el evangelista reporta:
“Y el costado en que Judas lo golpeó fue el mismo que los judíos atravesaron con una lanza”.4
Según este evangelio el niño Jesús en ocasiones es un niño travieso que se divierte con sus poderes: en cierta ocasión entró al taller de un tintorero y tiñe de índigo todas las prendas, ante el estupor del tintorero revierte su travesura y saca de la tina cada prenda con el color que le indicaba el dueño del taller. Algunos niños le temen y él se siente a gusto con otros que lo preconizan como rey, un juego infantil en el que se le da el reconocimiento al que aspiraría en su edad adulta:
“Cuando llegó el mes de adar, Jesús congregó a los niños alrededor suyo, y les dijo: Démonos un rey. Y los apostó sobre el camino grande. Y ellos extendieron sus vestidos en el suelo, y Jesús se sentó encima. Y tejieron una corona de flores, y la pusieron sobre su cabeza, a guisa de diadema. Y se colocaron junto a él, formados en dos grupos, a derecha e izquierda, como chambelanes que se mantienen a ambos lados del monarca.5
Y a quienquiera pasaba por el camino, los niños lo atraían a la fuerza, y le decían: "Prostérnate ante el rey, ve lo que desea, y después prosigue tu marcha”.6
El evangelio árabe concluye con la entrevista entre Jesús y los sabios del templo. El pequeño los sorprende con sus conocimientos de teología, astronomía y filosofía y se revela como un sabio con las características de éstos en la antigüedad a la manera helénica de Aristóteles. Uno de los sabios le pregunta si posee nociones de medicina natural:
“Y Jesús respondió con una disertación sobre la física, la metafísica, la hiperfísica y la hipofísica, sobre las fuerzas de los cuerpos y de los temperamentos, y sobre sus energías y sus influencias en los nervios, los huesos, las venas, las arterias y los tendones, y sobre sus efectos, y sobre las operaciones del alma en el cuerpo, sobre sus percepciones y sus potencias, sobre la facultad lógica, sobre los actos del apetito irascible y los del apetito concupiscible, sobre la composición y la disolución, y sobre otras cosas que sobrepujan la razón de una criatura”.












evangelio de Bartolomé es un evangelio apócrifo que narra la pasión y resurrección de Cristo. Este evangelio relata el descenso a los infiernos de Jesucristo y tiene un estilo de influencia egipcia, es decir, copta.
El Evangelio de Bartolomé toca una serie de puntos muy dispares: la encarnación, la bajada de Jesús a los infiernos, la creación de los ángeles y la caída de Lucifer y otros. Parece proceder de Egipto y ser del siglo IV.
Este evangelio lo mencionan Jerónimo en el prólogo a su Comentario sobre Mateo y el Decretum Gelasianum. Seguramente se identifica con las Cuestiones de Bartolomé, que sabemos fueron escritas originalmente en griego. Además de dos manuscritos griegos, uno en Viena y otro en Jerusalén, se conservan fragmentos de las Cuestiones de Bartolomé en eslavo, copto y latín. En forma de respuestas a las preguntas de Bartolomé contiene revelaciones del Señor después de la resurrección y un relato de la anunciación hecho por María. Incluso Satanás entra en escena para responder a las preguntas de Bartolomé sobre el pecado y la caída de los ángeles. Se describe con todo detalle el Descensus ad inferos. 





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