viernes, 13 de marzo de 2020

ASESINOS EN SERIE


Mary Ann Cotton (nacida Ann Robson; 31 de octubre de 1832 – 24 de marzo de 1873), fue una asesina inglesa, condenada y ejecutada por el asesinato por envenenamiento de su hijastro Charles Edward Cotton.

Mary Ann Cotton.jpg

Asesinatos[editar]

Probablemente mató a tres de sus cuatro maridos, aparentemente para beneficiarse de sus pólizas de seguro. Podría haber matado a unas 21 personas, incluyendo a 11 de sus 13 hijos. Principalmente utilizaba el envenenamiento por arsénico, que causa un gran dolor gástrico y un rápido deterioro de la salud. Pudo "camuflarse" durante tantos años debido a que en la época las epidemias de tifus todavía eran comunes en Inglaterra y los síntomas de la enfermedad son muy similares a los de este tipo de envenenamiento: Dolor abdominal, fiebre que puede ser extremadamente alta, de 40,6°C a 41,1°C (105ºF a 106ºF) y que puede durar hasta por 2 semanas, tos.. y finalmente la muerte.
El arsénico tiene una larga historia como agente homicida, pero desde los últimos años del siglo XIX el arsénico ha sido usado como pesticida y agente quimioterapéutico, acabando en constituyente por tanto de productos de consumo, arroz, cereales, incluso está presente en el agua potable en nivel inferior a 0,01 mg por litro de agua. Según la Organización Mundial de la Salud, se estima que el consumo prolongado de agua potable con un contenido de arsénico mayor de 0,01 mg por litro podría llegar a provocar arsenicosis.1​<https://www.medicinatv.com/enfermedades/intoxicacion-por-arsenico/sintomas>

Vida temprana[editar]

Mary Ann Robson nació el 31 de octubre de 1832 en Low Moorsley (hoy parte de Hetton-le-Hole, Sunderland), hija de Michael Robson, un "colliery sinker" (buscador de nuevos pozos en las minas de carbón) y Margaret, nacida Londsale, y fue bautizada en St Mary, West Rainton el 11 de noviembre. Su hermana, Margaret, nació en 1834 pero vivió sólo unos meses. Su hermano, Robert, nació en 1835.
Cuándo Mary Ann tenía ocho años, toda la familia se mudó al pueblo de Murton, en el Condado de Durham.

Juicio[editar]

Durante el juicio, el periódico "The Northern Echo" publicó un artículo sobre Mary Ann, en el que su tutora en la escuela dominical Wesleyan, en Murton, la describía como "una alumna asidua y ejemplar ", "una chica de talante inocente e inteligencia normal" y " que se distinguía por su aspecto particularmente limpio y arreglado."







Peter William Sutcliffe (Bingley,1​ Yorkshire del OesteInglaterra, 2 de junio de 1946) fue un asesino en serie británico, que operó entre finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo XX, esencialmente en el condado de Yorkshire. Su modus operandi incluía mutilaciones abdominales y genitales, y extracción de órganos, lo que le valió el apodo de El destripador de Yorkshire.2
Asesinó a trece mujeres y agredió gravemente a otras siete; no todas sus víctimas eran prostitutas, pero sí la mayoría.

Su camino hacia el crimen[editar]

Peter Sutcliffe creía que oía voces mientras llevaba a cabo su trabajo de enterrador en el cementerio de su natal pueblo de Bingley, población rural 200 millas al norte de Londres.
Una tarde, cuando hacía su trabajo, oyó o creyó oír una voz; se inquietó y dejó caer de súbito la pala con la que estaba cavando un hoyo para introducir un ataúd que yacía a sus pies. Nerviosamente, se puso a buscar a su alrededor tratando de identificar la procedencia del sonido. La voz que lo llamaba le hablaba en tono suave, gentil y persuasivo; no le daba órdenes ni le hacía amenazas, sino que tan sólo le hacía sugerencias. Siguió el eco y se dirigió a una antigua tumba cubierta de maleza de un hombre polaco, fallecido muchos años atrás, y contempló el crucifijo grabado en la lápida. Pensó que el rumor surgía de esa tumba. Al comienzo, era sólo un murmullo, frases sin conexión ni sentido, pero, luego, la resonancia se volvió más nítida, y el joven comprendió que la voz ahora le daba órdenes.
El sepulturero regresó a su casa embelesado por aquella experiencia casi religiosa y definió a esos sonidos como “la voz de Dios”, según contó posteriormente. Lo extraño fue que la voz, que al principio era amable y reconfortante, al transcurrir los meses le sugirió que debía volverse violento.
En eso, una prostituta le escamoteó unas libras esterlinas sin proporcionarle el correspondiente servicio, y se burló de él en la taberna del pueblo frente a sus amigos. Y el ahora mesiánico Peter no podía perdonar semejante afrenta. Animado por “la voz”, concluyó que su misión terrenal consistía en liquidar a todas las prostitutas posibles, porque las consideraba responsables de la mayoría de las lacras sociales. Ya antes de su contacto místico, Sutcliffe había lesionado a una vieja meretriz, a la que atropelló propinándole furiosos embistes en la cabeza con un calcetín dentro del cual había introducido una piedra. «A su vez, había protagonizado reyertas absurdas. Le asestó un puñetazo a un amigo por una broma sin trascendencia que le hiciera aquel –el impacto fue tan violento que se fracturó la muñeca-, y también le pegó con un mazo en el cráneo a un compañero de trabajo, dejándolo inconsciente.»3

Cronología de sus asesinatos[editar]

Sus víctimas mortales fueron las siguientes:
  • Wilma Mc Cann, 28 años (30-10-1975).
  • Emily Jackson, 42 años (20-1-1976).
  • Irene Richardson, 28 años (5-2-1977).
  • Patricia Atkinson, 32 años (23-4-1977).
  • Jayne Mac Donald, 16 años (26-6-1977).
  • Jean Jordan, 20 años (1-10-1977).
  • Ivonne Pearson, 21 años (21-1-1978).
  • Helen Rytka, 18 años (31-1-1978).
  • Vera Milward, 40 años (10-5-1978).
  • Josephine Whitaker, 19 años (4-4-1979).
  • Barbara Leach, 20 años (2-9-1979).
  • Margarita Paredes, 37 años (20-8-1980).
  • Jacqueline Hill, 20 años (17-11-1980).

Modus operandi[editar]

Para perpetrar sus homicidios se valía de un arsenal de instrumentos improvisados muy dispar. Acometía tanto con martillos y cuchillos como con sierras metálicas. Su arma letal preferida eran los destornilladores, cuyas puntas aguzaba para blandirlas a manera de puñales. Su encarnizamiento era tan tremendo que en una autopsia los forenses llegaron a contar cincuenta y dos puñaladas infligidas sobre el cadáver de turno.
Aunque de baja estatura era sumamente fornido, y el frenesí que lo imbuía al emprender sus asaltos lo tornaba en extremo peligroso. Merodeaba alrededor de sus presas, y en el momento propicio las golpeaba con un martillo hasta partirles el cráneo.
Cuando le era posible, derribaba a la mujer agredida pateándola tan fuertemente con sus negras botas de cuero, que las marcas de las suelas quedaban impresas en la piel. Una vez que tenía a la víctima indefensa en el piso, la remataba asestándole golpes en la cabeza y, acto seguido, le infería hondos cortes en el vientre con un cuchillo o mediante un agudo destornillador.
En ciertas ocasiones sustrajo órganos a los cadáveres, crueldad que le valió el nombre de “Destripador”.

Captura y prisión[editar]

Resulta discutible que Sutcliffe fuera un enajenado inimputable, pues es demasiado patente el grado de organización exhibido en sus crímenes, según opinan muchos analistas que estudiaron este asunto. Mostró suma astucia antes y después de consumar los asesinatos.
Sus violentos ataques iban precedidos de un minucioso estudio del terreno, y sabía cómo escapar luego de haber ejecutado cada acometida. Siempre portaba consigo las armas letales, detalle muy significativo que da cuenta de planificada organización a la hora de llevar a término las fechorías.
Tan cauto demostró ser Sutcliffe que su aprehensión fue debida únicamente a la buena suerte que tuvieron las fuerzas del orden.
El 2 de enero de 1981, dos policías del sur de Yorkshire detectaron por casualidad un vehículo sospechosamente mal aparcado a la entrada de una carretera privada. Dentro del vehículo estaba el asesino, quien se disponía a quitar otra vida en la persona de la meretriz sentada a su lado.
El sargento Bob Ring y el agente Robert Hides se apersonaron al conductor entablando una charla de rutina. Al examinsar las placas del automóvil descubrieron que las visibles estaban mal adosadas encima de otras legítimas, señal de que podría tratarse de un automóvil robado.
Antes de ser arrestado, Sutcliffe logró deshacerse de las herramientas con las que pensaba ultimar a la mujer, arrojándolas sobre una pila de hojas.
Una vez que fue conducido a la comisaría, otras pruebas lo incriminarían. Allí podía apreciarse el retrato robot del destripador de Yorkshire. Sus asombrados captores no pudieron dejar de advertir el gran parecido entre esa imagen y el rostro del hombre al que unos minutos atrás habían detenido por el muy menor delito de hurto.
Las preguntas que le formularon los investigadores no versarían sobre el robo de un coche sino sobre su responsabilidad en la autoría de homicidios con alevosía.
Sutcliffe cayó en gruesas contradicciones y, tras un maratónico interrogatorio que duró dieciséis horas, terminó confesando plenamente su culpa.
Aunque alegó locura, el primer tribunal que lo juzgó lo halló cuerdo y lo sentenció a cadena perpetua, siendo confinado en el presidio de alta seguridad de Parkhurst desde mayo de 1981.
Sólo permaneció encarcelado allí durante un año y cuatro meses. Los psiquiatras que lo examinaron en la cárcel concluyeron en que se lo debía recluir en un hospital para enfermos mentales.
Fue entonces derivado al asilo de Broadmoor, cercano a Londres, donde sigue recluido hasta el presente. El Tribunal Supremo británico rechazó su apelación de solicitud de libertad en el año 2010, confirmando la cadena perpetua impuesta.
Para la integridad física de Sutcliffe, su traslado al hospicio fue muy adecuado, pues en la prisión común su vida corría grave peligro. La más seria de las agresiones –donde estuvo al borde de perder un ojo- la sufrió a manos de dos indignados compañeros de celda, quienes lo apalearon con saña provocándole heridas en la cabeza y en el rostro. 4
Pese a que la opinión generalizada a nivel popular y de prensa apoyó el dictamen pericial de los forenses que declararon a Sutcliffe psicótico inimputable penalmente (razón por la cual terminó siendo derivado a un hospital psiquiátrico), hay autores que dudan que fuera un enajenado total, pues estiman que su conducta era inherente a la de un asesino organizado (psicópata).
Por definición los asesinos organizados son conscientes de sus actos, no son perturbados mentales y, por lo general, se los considera psíquicamente competentes para conocer y compreder sus actos.5
Se destaca que este delincuente portaba encima las armas con las cuales ejecutaba sus agresiones, lo cual se conoce en criminología con el nombre de "kit de asesinato". A su vez, se alega que preparaba con anticipación los ataques y que escogía los lugares más adecuados para escapar luego de sus acometidas. 6
Otros argumentos que abogan por que podría haber exagerado su perturbación para aliviar su condena, radican en que optaba por atacar a las presas humanas que veía más vulnerables en un momento determinado. Se sabe que hubo mujeres agredidas por esa razón de oportunidad, y no porque encajaran con el perfil de prostitutas que, según proclamó este homicida, eran las únicas personas que deseaba exterminar. Se cita como ejemplo a las víctimas Jayne Mac Donald, empleada de una tienda de ultramarinos, así como Bárbara Leach, estudiante de la Universidad de Bradford.7

Influencias y consecuencias de sus crímenes en la sociedad británica[editar]

Intelectuales feministas consideraron que las acciones de Sutcliffe implicaban una expresión de misoginia, extendida en una cultura que estimula una sexualidad masculina basada en la violencia y en la agresión, en este caso contra las mujeres.
Se entendió que la sexualidad del asesino y, en general, la sexualidad masculina, estuvo centralmente implicada en esa serie de asesinatos y que, lejos de ser una desviación de la norma, Peter Sutcliffe representó una exageración de la misma, en tanto la violencia y la agresión son componentes fundamentales de la sexualidad masculina, tal como lo interpreta la sociedad actual.8
Otro fenómeno provocado por estos homicidios radicó en que parecen haber fomentado una conducta extraña en parte de la población británica. Se detectó una suerte de “contagio”, dado que una plétora de presuntos “Destripadores” comenzó a acosar a las mujeres en las calles.
Se descubrieron casos de hombres que violaron a sus víctimas, aterrorizándolas con la afirmación de que eran el destripador de Yorkshire. Y otros hombres que se ofrecieron a proteger a las mujeres de la vesania de este asesino resultaron ser acosadores.
Lo intolerable fue que el propio Peter Sutcliffe acompañaba a la secretaria de su jefe desde el trabajo a casa para protegerla del villano, y participó en un grupo de acción ciudadana a fin de ayudar en la captura del Destripador.9
Tras el arresto del asesino múltiple, la policía inglesa comprendió que había cometido muchos errores durante las pesquisas, y este reconocimiento dio origen a un proceso de revisión que desembocó en la creación de la National Crime Faculty en 1995, la cual al presente se ha convertido en un punto clave en la investigación de delitos graves en el Reino Unido.








Thomas Neill Cream (GlasgowEscocia; 27 de mayo de 1850-Prisión de Newgate, LondresInglaterra; 15 de noviembre de 1892) fue un médico y asesino en serie británico.
Fue un adinerado médico abortista que cobró notoriedad al victimar mujeres por medio de píldoras con estricnina o a veces por otros procedimientos. Se lo conoció con el mote de “Envenenador de Lambert”, en atención a la localidad británica donde consumó sus últimos homicidios. Era un excéntrico y trató de incriminarse a sí mismo en los asesinatos del Destripador. Prueba de tal afán constituyó el hecho de que, luego de ser condenado a la pena máxima, en el momento de su ejecución exclamó: “Yo soy Jack el...”, sin lograr concluir la frase porque la soga se apretó alrededor de su cuello quitándole la vida.

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Biografía[editar]

Tras su nacimiento en Escocia el 27 de mayo de 1850, la familia del niño Thomas lo trasladó a Canadá a los cuatro años y, más adelante, en 1872, se matriculó en la universidad de Mac Gill, recibiéndose de médico en marzo de 1876. Su primera esposa falleció a consecuencia de un aborto mal practicado por el propio marido, del cual también se rumoreó que la había envenenado.
Su inicial estadía en Inglaterra fue entre los años 1876 y 1878, cuando cursó un postgrado en el Hospital de Saint Thomas. Volvió en el año 1879 a Canadá donde tuvo problemas con la ley por practicar abortos. En 1880 lo acusaron de cometer el asesinato de una joven en el transcurso de un aborto frustrado, pero logró salir libre. Al año siguiente, estando en Norteamérica, se hizo amante de una atractiva mujer y obtuvo su primera condena por matar, mediante envenenamiento, a Mr. Daniel Scout, esposo de la misma.
Lo condenaron a reclusión perpetua, pero años después se benefició con un indulto. En los registros de la prisión de Illinois consta que Thomas Neill Cream salió libre el 12 de junio de 1891.
En octubre de ese año de 1891, arribó por segunda vez a Inglaterra, radicándose en la ciudad de Liverpool. Pero dos semanas después de su llegada ultimó a la primera de una serie de mujeres, valiéndose de una cápsula con estricnina que le ofreció a aquella, pretextándole que se trataba de un medicamento. La víctima Ellen Donwoth, de diecinueve años, suministró antes de expirar una descripción de su ejecutor retratándolo como “un caballero alto, tuerto, de tupidas mejillas y sombrero de copa”.
Además de asesinar, a Thomas Neill Cream le fascinaba enviar cartas delictivas con el propósito de extorsionar a terceros. Luego de ultimar a Ellen, remitió misivas bajo seudónimo a varias personas, a quienes exigía grandes sumas a cambio de no denunciarlos ante la policía, pues pretendía saber que ellos habían envenenado a la muchacha.
El 20 de abril de ese año eliminó a la meretriz Matilda Clover mediante otra cápsula con estricnina. Tras este crimen, el matador mandó una carta a una Condesa tildando al marido de ésta de ser el asesino, y pidiendo dinero por su silencio. Asimismo, remitió otra misiva al prominente médico William Broadbent, acusándolo de idéntico homicidio y también reclamándole dinero. Este profesional denunció la felonía, y los detectives tendieron una trampa al extorsionista, pero el delincuente olió el peligro y no asistió a la cita en la cual le proponían retirar el importe que el extorsionado fingió estar dispuesto a pagarle.
Poniendo distancia entre su persona y la investigación de esos crímenes y chantajes, Thomas Neill Cream viajó el 7 de enero de 1892 a Canadá y arribó a Quebec, ciudad en donde continuó con su manía de remitir cartas extorsivas.
Tras este “descanso”, el 9 de abril de 1892 retornó a Inglaterra para afincarse en Londres en una lujosa residencia sita en el 103 de Lambert Place Road.
Dos días más tarde perpetró su último crimen, que sería un doble homicidio. Engañó a las jóvenes prostitutas Alice March y Emma Schivell, y consiguió que ingiriesen sendas cápsulas emponzoñadas. Las chicas residían en una pensión de la calle Stamford, y cuando su arrendadora oyó sus agónicos quejidos acudió a la habitación y vio cómo de allí escapaba el homicida. La detallada descripción que la locadora proporcionó a las autoridades determinó que el médico envenenador resultase capturado unos días más tarde.45

Conexión con Jack el Destripador[editar]

El obstáculo mayor para que este asesino fuera Jack the Ripper, lo constituye el hecho de que en 1888 se hallaba recluido dentro de una cárcel norteamericana. Sin embargo, el escritor Donald McCormick pretendió que Cream, valiéndose de sobornos –era muy rico entonces dado que había heredado a su difunto y millonario padre– se evadió, y dejó ocupando su lugar a un doble. Tras esa treta habría viajado a Londres en 1888, ensañándose con prostitutas en Whitechapel.6
Por su parte, el propio individuo trató de incriminarse, pues al momento de su ejecución gritó “Yo soy Jack...”, quedando inconclusa la frase al ser desnucado por la fatídica soga del patíbulo.
No obstante, los especialistas del caso desechan que este envenenador fuera también el asesino del East End, y la voz del escritor Donald McCormick7​ proponiéndolo al efecto ha quedado en solitario, al punto de que tan sólo como curiosidad se menciona esta hipótesis.8910

Opiniones de jerarcas de Scotland Yard respecto de Thomas Neill Cream[editar]

La opiniones de los críticos negando que este hombre pudiese ser el Destripador, coinciden con la posición que adoptó la policía de la época.
Hay constancia documental de que, al menos, dos de los más connotados pesquisas encargados de las indagatorias manifestaron su postura sobre la eventualidad de que Thomas Neill Cream hubiese sido ese anónimo asesino serial.
El Inspector Edmund Reid desestimó de plano que al envenenador le correspondiese participación alguna en los crímenes victorianos. En especial, rechazaba la idea destacando que percibía una insalvable diferencia entre la manera de ultimar de la cual se servía este criminal con los feroces homicidios que perpetraba Jack el Destripador. Tampoco creía la especie de que el médico pudiera haberse evadido de la cárcel norteamericana dejando a un doble en su lugar, y viajase a Londres en 1888 para mutilar meretrices. Este parecer era concordante con el que observaba el Inspector Frederick Abberline al respecto.11
En la Pall Mall Gazette del 31 de marzo de 1903, se publicó un reportaje efectuado al por entonces ex inspector. En el curso de la entrevista se le sondeó acerca de la posibilidad de que el Envenenador de Lambeth hubiese sido Jack el Destripador, atento a que, entre otras cosas, el mismo habría reclamado serlo a través de su agónica exclamación previa a perecer ahorcado. El ex policía reconoció que en efecto conocía esa historia, pero replicó que desechaba a ese sujeto como sospechoso válido, pues aquel ni siquiera estaba en Inglaterra cuando ocurrieron los asesinatos de Whitechapel. Frederick Abberline descartó totalmente a Cream, y concluyó enfatizando: “No, la identidad del diabólico individuo que cometió esos crímenes aún sigue sin descubrirse”.

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