viernes, 25 de diciembre de 2015

HISTORIA DEL SIGLO I

Batallas del siglo I

La batalla de Idistaviso, también conocida como la primera batalla de Minden o la batalla del río Weser, se libró el año 16 entre las legiones romanas comandadas por Germánico, hijo adoptivo del emperador Tiberio, y una alianza de tribus germanas al mando de Arminio. Este enfrentamiento se puede considerar como la respuesta romana a la derrota de Publio Quintilio Varo en la batalla del bosque de Teutoburgo.

Antecedentes

Tras Teutoburgo (9 d. C.), Roma aseguró las cabezas de puente del Rin que unían la Galia con Germania. La pérdida de tres legiones y seis cohortes auxiliares puso en peligro la seguridad del limes, que se encontraba defendido sólo por dos legiones. Los germanos bien podían invadir las Galias o los galos rebelarse, pues hacía poco más de cincuenta años que habían sido sometidos por Julio César. El problema se trató de solventar con reclutamientos masivos, e incluso se llegó a comprar esclavos para después liberarlos y convertirlos en soldados. Otra medida que se tomó fue la de aumentar los años de servicio militar de 16 a 25.3 Por suerte para Roma, los germanos se contentaron con celebrar su victoria, tras la cual cada tribu volvió a sus aldeas.
En el año 13, Germánico sustituyó a Tiberio decidido a vengar la derrota de Teutoburgo y lanzó una serie de ataques contra los germanos que le permitieron recuperar el estandarte de la XIX Legión, perdido en aquella batalla. En esas campañas llegó hasta el mismo bosque, donde se encontraban los restos aún esparcidos de los legionarios masacrados, a los que dio sepultura.4
En el año 16 d. C. preparó una ambiciosa operación anfibia que transportó tropas por la costa hasta el estuario del río Ems, y penetró en el interior hasta el poblado de Idistaviso, que estaba situado entre una curva del río Weser y un bosque profundo. Entre el río y bosque existía una colina donde le esperaban las tropas germanas al mando de Arminio.3 Las tribus germánicas solían evitar los combates a gran escala, pero Germánico fue finalmente capaz de obligarlos a tan importante compromiso.

La batalla

Localización

En algún lugar indeterminado en el lado este del río Weser entre las localidades actuales de Minden y Hamelín.

Ejércitos

Germánico contaba con cuatro legiones más un refuerzo formado por cohortes de otras cuatro legiones, en total 24.000 legionarios romanos. Tiberio, además, para dar muestra de su apoyo a la campaña había enviado dos cohortes reforzadas por pretorianos. También contaba con 20.000 auxiliares galos, bátavos -germanos fieles- yhelvecios de lealtad probada. Por último contaba con 6.000 jinetes de caballería pesada y 1.500 de ligera. En total unos 57.500 soldados.1
Arminio por su parte contaba con 50.000 infantes de varias tribus y 1.000 jinetes. Un total de 51.000 guerreros.1 Arminio deseaba derrotar a Germánico y de esa forma convencer a los romanos para que desistieran de atacar Germania.

Despliegue

Arminio ocultó a su caballería y parte de la infantería en el bosque con la orden de atacar el flanco derecho romano. El resto del ejército se colocó en la colina frente al ejército romano.
Germánico desplegó en la primera línea de combate a las tropas auxiliares con la misión de desgastar al enemigo. En una segunda línea colocó a cuatro legiones y a la guardia pretoriana comandada por él mismo en el centro. En la tercera línea colocó a las cohortes. Germánico además intuyó las intenciones de Arminio de flanquearle y atacar por la espalda, por lo que colocó a su caballería en el bosque.3

Acontecimientos

Desarrollo de la batalla.
La batalla empezó con la infantería germana lanzándose contra los romanos. La lucha fue igualada y parte de los auxiliares tuvieron que refugiarse tras la segunda línea que consiguió, no sin apuros, contener a las fuerzas germanas.
La caballería romana no esperó verse atacada y tomó la iniciativa poniendo en fuga a la rival. Mientras la caballería ligera perseguía a la caballería germana, la caballería pesada atacó el flanco derecho germano, y los auxiliares pudieron romper la línea enemiga cercando a sus rivales en grupos.
Los germanos, viéndose perdidos, huyeron con la dificultad que tenía por el bosque y la curva del río. Los romanos llevaban esperando ese momento desde la batalla del bosque de Teutoburgo y masacraron a sus enemigos.

Consecuencias

Arminio logró escapar. Al ver que su plan no había funcionado y que la caballería huía, se embadurnó el rostro con sangre de un soldado muerto para que los romanos no lo reconocieran y huyó.3 Sin embargo su posición como líder quedó seriamente dañada, lo que repercutiría en su posterior asesinato. Al terminar la batalla los romanos habían perdido 1.000 soldados mientras que los germanos dejaron sobre el campo 15.000 cadáveres.
Germánico, una vez más, tuvo que retirarse detrás del Rin para el invierno. Tiberio no veía sentido en continuar las costosas campañas militares en el norte deGermania, por lo que Germánico ordenó poner fin a su campaña y regresar a Roma. Después de esto, Roma nunca más hizo ningún gran esfuerzo para conquistar laGermania Transrhenanum o Germania Magna (Germania transrenana).
Mijaíl Bulgákov, en El Maestro y Margarita, dice que el prefecto de Roma en JudeaPoncio Pilato, había luchado en esta batalla.

En el 16 a.C., Germánico se enfrentó con Arminio en el río Weser, cerca de Minden; se conoce comola Batalla de Idistaviso. El romano llegó a aquel recodo con cuatro legiones y veinte mil auxiliares galos y bátavos. Frente a él estaba Arminio con cerca de cincuenta mil germanos de a pie y mil jinetes. Aquella batalla, sin trampas ni tretas, se saldó como era habitual cuando una fuerza ingente de bárbaros se enfrentaba a las legiones romanas. El tío de Arminio, Inviomero, hizo caso omiso de las directrices marcadas por alguien que conocía bien el funcionamiento de las legiones y su imprudencia tuvo un alto precio. Arminio consiguió huir, pero quince mil de sus hombres quedaron extendidos en las rojas riberas del Weser. Germánico sólo perdió mil hombres.
Idistaviso supuso el fin de Arminio como caudillo germano. Ni pudo recuperar a su amada, ni mantener la fidelidad de los suyos. Con la victoria de Roma, las fugaces alianzas que había hilvanado se deshicieron con facilidad. El rey Marbod de los marcomanos (actual Bohemia) rompió relaciones con él y Thusnelda fue exhibida en el Triunfo de Germánico por las calles de Roma en el 18 d.C. El hijo que tuvo con Arminio, Tumélico, acabó sus días en la arena como gladiador. Nada más se supo de ella.
La estrella de Arminio fue apagándose gradualmente hasta que en el 21 d.C. una conspiración urdida por el clan de su suegro forzoso acabó con su vida. Tenía 37 años y, sin saberlo, había liberado Germania del poder de Roma. Tiberio desestimó emplear más recursos para dominar un territorio tan ingrato e improductivo. El romanticismo del siglo XIX rescató la figura de Arminio como uno de los grandes héroes del nacionalismo germánico.














El sitio de Jerusalén del año 70 d. C. fue un acontecimiento decisivo en la Primera guerra judeo-romana. Fue seguido por la caída de Masada en el año 73. El ejército romano, dirigido por el futuro emperador Tito, con Tiberio Julio Alejandro como su segundo al mando, sitió y conquistó la ciudad de Jerusalén, que había estado ocupada por sus defensores judíos en el año 66 d. C. La ciudad y su famoso templo fueron destruidos el mismo año de su conquista. La destrucción del Templo de Jerusalén todavía es lamentada anualmente durante la festividad judíaTisha b'Av y en el Arco de Tito (todavía en pie en Roma), donde se representa y celebra el saqueo de Jerusalén y el Templo.
La destrucción del Templo fue un acontecimiento importante para la historia y la tradición judía, conmemorado anualmente por los judíos durante el ayuno de Tisha b'Av. Es igualmente importante para la teología cristiana. Este evento ha sido relatado en detalle por el dirigente judío que había entrado al servicio de los romanos y, luego, se convirtió en historiador: Flavio Josefo.

Preludio

Desde la captura de Jerusalén por Cneo Pompeyo Magno en el año 63 a. C., los romanos ocuparon Judea y la gobernaron, algunas veces, por intermedio de príncipes locales que pusieron en el lugar, tales como Herodes I el Grande o Herodes Agripa I, algunas veces directamente por procuradores que eran a menudo corruptos y que suscitaban hostilidad en los judíos y recibían apoyo de la importante población helenizada. Según Flavio Josefo, las causas inmediatas de la revuelta, en 66, fueron un sacrificio pagano ante la entrada de la sinagoga de Cesarea Marítima, seguido por el desvío de 17 talentos del tesoro del Templo de Jerusalén, por el procurador Gessius Florus.6 El acto decisivo que significó la ruptura con Roma fue la decisión de Eleazar ben Hanania, encargado del cuidado del Templo, de no aceptar más el sacrificio cotidiano para el emperador.7
La revuelta, de la cual Ernest Renan escribe que constituye «un acceso de fiebre que no se puede comparar con lo que aconteció en Francia durante la Revolución y en París en 1871»,8 tuvo en inicio algún éxito. El asesinato del emperador Nerón en 68 llevó a Vespasiano a lanzarse a la lucha por la dignidad imperial; sin embargo, interrumpió la guerra contra los judíos para ser coronado en Alejandría. Los combates tuvieron entonces un período de calma que los judíos no aprovecharon para organizarse.
Con el ascenso al Imperio asegurado, Vespasiano partió hacia Roma y dejó el comando de las legiones de Judea a su hijo Tito, quien abandonó Cesarea poco tiempo antes del Pésaj de 70, para asediar Jerusalén en busca de dar inicio, según Dion Casio, a las negociaciones.9

Asedio

Mapa de Jerusalén en 70; el Templo está en amarillo.
A pesar de que durante la Primera Guerra Judeo-Romana, los zelotes tuvieron éxitos iniciales en repeler los asedios romanos y expulsar a gran número de legionarios fuera de Judea; pero, a falta de un buen liderazgo, empezaron a pelear entre ellos. Además, carecieron de disciplina, formación y preparación para las batallas que seguirían.
Al empezar el año 70Tito junto con tres legiones (MacedonicaXII Fulminata y XV Apollinaris) rodearon la ciudad por el lado occidental y una cuarta legión (Fretensis) hizo lo propio por el Monte de los Olivos en el este. Logró ejercer gran presión sobre los suministros de alimentos y agua de los habitantes de la ciudad, al permitir a los peregrinos ingresar en la ciudad para celebrar el Pésaj y, luego, negarles la salida. Después de que varias incursiones judías mataran a algunos soldados romanos, Tito envió a Flavio Josefo, el historiador judío, a negociar con los defensores; esto terminó con los judíos hiriendo al negociador con una flecha y otra incursión fue lanzada poco después. Tito también fue capturado durante este ataque repentino, pero logró escapar.
A mediados de mayo, Tito ordenó destruir la recientemente construida Tercera Muralla con un ariete, el cual abrió una brecha en ella y en la Segunda Muralla. Luego, giró su atención a la Fortaleza Antonia, ubicada justo al norte del Monte del Templo. Los romanos fueron entonces arrastrados a la calle en la lucha contra los zelotes, pero se les ordenó retirarse al templo para evitar grandes pérdidas. Flavio Josefo fracasó en otro intento de negociar y los ataques judíos impidieron la construcción de torres de asedio en la Fortaleza Antonia. Los alimentos, el agua y otras provisiones fueron menguando al interior de Jerusalén, pero se consiguió introducir a hurtadillas dichos suministros en la ciudad, burlando a las fuerzas romanas en el proceso. Para poner fin a esta situación, se emitieron órdenes para construir un nuevo muro y también se reinició la construcción de la torre de asedio.
Catapulta, por Edward Poynter (1868).Arma de asedio como este habrían sido usadas por el ejército romano durante el asedio.
Después de varios intentos fallidos de penetrar o escalar las murallas de la Fortaleza Antonia, los romanos lanzaron finalmente un ataque secreto, por el cual sorprendieron a los guardias zelotes durmiendo y lograron capturar la fortaleza. Este era el segundo mayor edificio en el perímetro defensivo de la ciudad, después del Monte del Templo, y constituía un excelente punto de partida para atacar al propio Templo. Los arietes no tuvieron gran éxito, pero la lucha por sí sola provocó que las paredes se incendiaran, cuando un soldado romano lanzó un tizón en una de las paredes del Templo.
Destruir el Templo no estaba entre los objetivos de Tito, posiblemente debido a las expansiones masivas llevadas a cabo porHerodes I el Grande unas pocas décadas antes. Lo más probable es que Tito haya querido capturarlo y transformarlo en un templo dedicado al emperador romano y al panteón romano. A pesar de que Tito no deseaba la quema del Templo, sin embargo, pronto el incendio estuvo fuera de control. El Templo fue destruido en la fecha conocida como Tisha b'Av, a finales de agosto, y las llamas se propagaron a las zonas residenciales de la ciudad. Las legiones romanas aplastaron rápidamente a la resistencia judía restante. Parte de los judíos que se salvaron escaparon por medio de túneles subterráneos escondidos, mientras que otros se dirigieron a los altos de la ciudad para resistir. Esta defensa detuvo el avance romano debido a que tuvieron que construir torres de asedio para asaltar a los judíos restantes. La ciudad estuvo bajo completo control romano para el 7 de septiembre y los romanos continuaron persiguiendo a los judíos que habían huido de la ciudad.

Destrucción de Jerusalén

El asedio y destrucción de Jerusalén, por David Roberts (1850).
Piedras del Muro de las Lamentaciones del Monte del Templo(Jerusalén) tiradas en la calle por soldados romanos, 70 d. C.
Sulpicio Severo (363-420), al referirse en su crónica a un escrito anterior de Tácito (56-117), dijo que Tito atacó Jerusalén con el fin de destruir el templo para favorecer el debilitamiento y supresión de las sectas judías y cristianas. Algunos estudiosos sostienen que en realidad la destrucción de Jerusalén liberaba a la iglesia cristiana para cumplir con su principio de religión universalista destinada a todo el mundo.
La narración de Flavio Josefo, generalmente se considera poco fiable en este caso. Josefo había actuado como mediador para los romanos y, cuando las negociaciones fracasaron, fue testigo del asedio y de las consecuencias del mismo. Escribió:
Ahora, tan pronto como el ejército no tenía más personas para matar o para el saqueo, ya que se mantuvo a ninguno de los objetos de su furia (para que no han escatimado, había permanecido allí cualquier otro trabajo que hacer), Tito César dio órdenes de que ahora debería demoler toda la ciudad y el templo, sino que debe salir ya que muchas de las torres en pie, ya que eran de la mayor prioridad, es decir, Phasaelus, y Hippicus, y Mariamne, y gran parte de la pared adjunta la ciudad en el lado oeste. Este muro se salvó, con el fin de garantizar un campamento de como se encuentran en la guarnición de [la ciudad en el Alto], al igual que las torres de [los tres fuertes] escatimado también, con el fin de demostrar a la posteridad de qué tipo de ciudad se , y qué tan bien fortificada, que los romanos habían sometido valor, pero para todo el resto de la pared [en torno a Jerusalén], se establecen incluso tan a fondo con el suelo excavado por los que hasta la fundación, que no se dejó nada a los que allá se cree que [Jerusalén] ha sido habitada. Este fue el final que llegaron a Jerusalén por la locura de los que fueron para las innovaciones, una ciudad de otro de gran magnificencia, y la fama entre los poderosos de toda la humanidad. Y realmente, el propio sentimiento de uno mismo era de melancolía porque, por aquellos lugares que fueron adornados con árboles y jardines agradables, ahora se había convertido en una tierra desolada, y todos sus árboles fueron talados. Tampoco puede ningún extranjero que había visto anteriormente Judea y los más bellos barrios de la ciudad, y que ahora lo veían como un desierto, dejar de llorar y lamentarse por un cambio tan grande.
Josefo afirma que 1.110.000 personas murieron durante el asedio, de los cuales la mayoría eran judíos. Además, 97.000 fueron capturados y esclavizados, incluidos Simón Bar Giora y Juan de Giscala. Muchos huyeron a las zonas de todo el Mediterráneo. Tito se negó a aceptar una corona de la victoria decretada por el Senado de Roma, ya que "no hay mérito en derrotar un pueblo abandonado por su propio Dios".

Percepciones teológicas

Los teólogos judíos Amoraim atribuyeron la destrucción del Templo y de Jerusalén como un castigo de Dios por el "fundamento del odio" que invadió la sociedad judía en la época.
En la teología cristiana, según una perspectiva teológica del individuo, este acto de la historia es vista como un completo cumplimiento de muchas profecías de que habla el Evangelio de Jesucristo. Este modo de pensamiento conocido comoPreterismo, considera al Sitio de Jerusalén como cumplimiento de una profecía específica de Cristo respecto a la destrucción del Templo, pero no trata con el fin de la edad, conocido como Premillennialismo. Estos dos puntos de vista teológico, Preterismo y Premillennialismo, son diametralmente opuestos, aunque ambos toman su significado de la misma serie de los pasajes se encuentran en la Biblia.
En otro punto hay que recordar que en tiempo del juicio de Jesús ante Pilato, los mismos judíos habían dicho que "su sangre caiga nosotros y sobre nuestros hijos", lo cual se cumplió al pie de la letra después de 40 años.

En el arte

La guerra en Judea, en particular, el asedio y la destrucción de Jerusalén, han inspirado a escritores y artistas a través de los siglos. El altorrelieve en el Arco de Tito ha sido influyente en el establecimiento de la menorah como el símbolo más espectacular de los saqueos del Segundo Templo.

En el año 70, las tropas romanas que invadieron Jerusalén destruyeron el templo. Este hecho tiene una gran importancia. Jesús había hablado de la destrucción de la ciudad y de su templo cuarenta años antes.
Para Israel, la ciudad de Jerusalén y el Templo lo eran todo, y no sólo en el aspecto religioso sino también en el social y el económico. Su destrucción significó la destrucción de toda la nación.
Para la realización del trabajo hemos recurrido a la obra de Flavio Josefo, por lo que dividimos el trabajo en varios bloques:  El Templo de JerusalénJesús en el TemploProfecías de Jesús sobre Jerusalén y el TemploFlavio Josefo,Destrucción del Templo y conquista de Jerusalén y Bibliogafía
El Templo de Jerusalén
El centro del culto de la nación judía lo constituía principalmente el Templo.
El Templo primitivo fue construido por Salomón y destruido por Nabuconodosor en 588; y reconstruido por Zorobabel, a la vuelta del cautiverio de Babilonia, en el mismo sitio del anterior.
Este segundo templo fue el que agrandó y embelleció Herodes. En primer lugar, se amplió considerablemente la explanada, lo que exigió grandes proezas de ingeniería. El muro de contención debía resistir grandes tensiones. Dos de sus esquinas colgaban sobre el valle y la plataforma estaba allí a unos 45 m. por encima del suelo. En la esquina del sureste hubo que sostener la plataforma con una serie de arcos, conocidos en la actualidad como los establos de Salomón.
Templo de Jerusalén
En la parte exterior estaba el patio de los gentiles, rodeado de una muralla almenada; los cuatro lados del patio estaban rodeados de suntuosos pórticos al estilo helenista. Sobre el muro donde finalizaba el atrio de los Gentiles, podían leerse rótulos en hebreo, griego y latín. Estos rótulos advertían muy seriamente que todo no judío que traspasara aquel límite, sería castigado con la muerte.
En el centro de este patio comenzaba el templo propiamente dicho.
En primer lugar, el patio de las mujeres; en cada uno de sus ángulos se levantaban algunas salas. Venía luego el patio de Israel reservado a los hombres, separado por una balaustrada del patio de los sacerdotes. Allí estaba el altar, así como los mataderos. Alrededor de todo este espacio, nuevos pórticos y salones. El santuario era una imitación del de Salomón: un vestíbulo con una entrada majestuosa; la mesa de los panes de la proposición y el gran candelabro de los siete brazos, el altar de los perfumes. Finalmente, separado por una cortina doble, el Santo de los Santos, en el que sólo el sumo sacerdote entraba el día de la fiesta de la Expiación.
Templo de Jerusalén
Profecías de Jesús sobre Jerusalén y el Templo
Durante su vida en la tierra, Jesús realizó distintas profecias sobre la suerte de Jerusaén, la ciudad santa, y su Templo.
- Cuando veáis a Jerusalén cercada por ejércitos, sabed entonces que se acerca su desolación. (...) y Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.  (Lucas 21:20-24.)
- Después que Jesús salió del Templo, mientras se alejaba, se acercaron sus discípulos para llamar su atención sobre las construcciones del Templo. Pero él les dijo: ¿Veis todo esto? En verdad os digo que no quedará aquí piedra sobre piedra que no sea derruida. (Mt 24, 1-2).
- ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va a quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor. (Lc 13, 34-35)
Jesús en el Templo
 Jesús aprendería de sus padres el respeto y el amor por el Templo y la ciudad santa: «Sus padres iban todos los años a Jerusalén por la fiesta de la Pascua. Y cuando tuvo doce años subieron a la fiesta como era costumbre...» (Lc 2, 41-42).
A poco de haber nacido, Jesús fue llevado al Templo lugar para la purificación de su madre tras el parto y «para presentarlo a1 Señor, como está escrito en la 1ey» (Lc 2, 22-23).
Cuando más tarde se convirtió en sujeto del tributo que obligaba a todo judío para el mantenimiento y culto del Templo, Jesús lo pagó regularmente, sin poner ninguna objeción: «Cuando entraron en Cafarnaúm, los recaudadores del tributo se acercaron a Pedro y le dijeron: "¿No paga vuestro Maestrea la didracma?" Respondió: "Si'» (Mt 17, 24).
Su amor por el Templo era tal que los Evangelistas narraron la expulsión de los mercaderes:  Entró Jesús en el Templo y expulsó a todos los que vendían y compraban en el Templo; volcó las mesas de los cambistas y los puestos de los que vendían palomas, mientras les decía: Escrito está: Mi casa será llamada casa de oración, pero vosotros la estáis haciendo una cueva de ladrones. (Mt 21, 12-13)
Expulsión del Templo
Flavio Josefo
En el año 67 d.C., el emperador Nerón envió al general Tito Flavio Vespasiano a Palestina para sofocar una rebelión de la población judaica, que ya hacía años que duraba. Vespasiano venció a los judíos en Galilea y, en la conquista de la ciudad de Jotapata hizo prisionero a un joven llamado José ben Matías, que era considerado como caudillo de los rebeldes de Galilea. Este José ben Matías estuvo entre los escasísimos supervivientes a los que se les respetó la vida. Al ser hecho prisionero fue llevado ante Vespasiano, y le pronosticó quo se convertiría en emperador.
Cuando al cabo de dos años, Vespasiano entró en Roma como emperador, llevó consigo a José ben Matías, le concedió la ciudadanía romana y lo nombró historiador oficial del imperio.
Se hizo llamar Flavio Josefo y después de la destrucción de Jerusalén y de la definitiva ruina de Israel, Josefo se estableció definitivamente en Roma donde escribiría La guerra de los judíos; en la que describe la formidable tragedia de la que fue protagonista y testigo entre los años 66 y 70.
Destrucción del Templo y conquista de Jerusalén
 Las facciones radicales judías de Jerusalén estaban totalmente decididas a sacudirse el yugo romano. En el año 66 d.C., Roma envió a las legiones acaudilladas por Cestio Galo, gobernador de Siria. Años más tarde, el año 70 d.C., el general Tito marchó a conquistar Jerusalén y su grandioso Templo.
Legiones romanas
Tito exhortó a los judíos a rendir la ciudad a fin de salvar la vida. A continuación, cercó la ciudad con estacas puntiagudas, eliminando la posibilidad de escapar o desplazarse.
El general romano puso todo su empeño en salvar el Templo. Tanto es así que comenta Favio Josefo «despertaron la irritación no sólo de sus soldados sino también de sus oficiales puesto que, por salvar un templo extranjero causaba daños y perjuicios a sus hombres».
Finalmente Tito se decidió lanzar un ataque contra la parte exterior del Templo y ordenó incendiar las puertas exteriores de los atrios y entonces, según narra Flavio Josefo, «se propagó rápidamente el fuego a la madera, envolviendo a los pórticos en un mar de llamas.
Tito ordenó apagar las llamas y abrir una brecha en dirección a las puertas matando a los resistentes y salvando al mismo tiempo la construcción, ya que quería apoderarse del edificio que se había convertido en el núcleo principal de la resistencia.
«Tito decidió que si los judíos tomaban posiciones en el templo para continuar la resistencia, habría que emplearse a fondo contra las cosas en vez de contra los hombres, pero en ningún caso habría que entregar a las llamas aquella magnífica construcción...»
El 16 de agosto del año 70, «Tito se retiró a la Torre Antonia, decidido a desencadenar al amanecer un asalto con todos sus efectivos para apoderarse de todas las partes del Templo».
«Cuando Tito se retiró, los rebeldes, tras una breve pausa, se arrojaron nuevamente contra los romanos y hubo una encarnizada lucha entre los defensores del santuario que intentaban apagar el fuego en la explanada interior».
«Aquellos (los legionario), tras haber puesto en fuga a los judíos, los persiguieron hasta el interior del Templo y entonces un soldado, sin aguardar órdenes y sin demostrar temor alguno en cometer tan terrible acción, echó mano de una antorcha y, secundado por uno de sus compañeros, la arrojó a través de una ventana dorada que daba a las estancias próximas al santuario en la parte norte».
«Alguien corrió a avisar a Tito, que se había retirado a su tienda para descansar un poco. Puesto en pie, fue tal y como se encontraba hacia el Templo para intentar dominar el incendio. Lo siguieron todos sus generales, y a éstos les siguieron muy alteradas las legiones, formándose un gran griterío y confusión, como era inevitable en el avance desordenado de fuerzas tan numerosas. Ya con su voz, ya con la mano, César dio orden a los combatientes de apagar el fuego, pero ellos no oían sus palabras, ensordecidos por un griterío cada vez mayor, ni prestaron atención a las señales que les hacía con la mano, enardecidos como estaban en la lucha o arrastrados por el frenesí. Para detener el ímpetu de los legionarios no sirvieron ni requerimientos ni las amenazas, pues todos se dejaron llevar por la furia».
«De repente, uno de los que habían entrado en el templo, cuando ya César había salido para intentar detener a los soldados, lanzó en la oscuridad una antorcha contra los goznes de la puerta (la del Sancta Sanctorum). Tras la inmediata extensión del fuego hacia el interior, César y sus generales se retiraron y ya nadie impidió a los soldados que estaban fuera propagar el incendio».

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