lunes, 28 de diciembre de 2015

Personas por actividad

Inventores de España del siglo XVIII

Agustín de Betancourt y Molina (nombre completo: Agustín José Pedro del Carmen Domingo de Candelaria de Betancourt y Molina, también figura como BethencourtPuerto de la CruzTenerife1 de febrero de 1758 – San Petersburgo14 de julio de 1824).1 fue un prestigioso ingeniero militar e inventor español. Su trabajo varió desde las máquinas de vapor y los globos aerostáticos hasta la ingeniería estructural y el planeamiento urbanístico. Como educador, Betancourt fundó y dirigió la Escuela de Ingenieros de Caminos y Canales en 1802 y también fue inspector del Instituto del Cuerpo de Ingenieros de Comunicaciones en San Petersburgo. Como diseñador de planos urbanísticos y constructor, Betancourt supervisó los planos urbanísticos y la construcción en San Petersburgo, KronstadtNizhny Novgorod y en otras ciudades rusas.

Augustin de Betancourt in Russian attire, 1810s.jpg

Biografía

Retrato de Agustín de Betancourt, por Eulogia Merle
Su familia está emparentada con Jean IV de Béthencourt, que participó en la conquista de Canarias y por ello obtuvo el título de señor de las Islas de Canaria. Su padre, Agustín de Bethencourt, fue educado en los negocios de la maquinaria textil y su madre Mara de Castro fue una de las primeras mujeres de Tenerife en publicar un artículo cientfico sobre los tintes textiles. Su padre era un asiduo participante en la Tertulia de Nava y miembro fundador de la Sociedad Económica de La Laguna. Precisamente en la recién creada Sociedad presentó en 1778 su primer diseño, una máquina epicilíndrica para entorchar seda, realizada en colaboración con sus hermanos José de Betancourt y Castro y María de Betancourt y Molina, de la que parece había surgido la idea. María de Betancourt presentaría también a la Sociedad Económica de la Laguna una Memoria sobre la forma de obtener el color carmesí, muy probablemente la primera memoria científica firmada por una mujer en Canarias.
En 1778 marchó a Madrid a estudiar en los Reales Estudios de San Isidro y, como Clavijo y Fajardo, ya no regresó a las islas. Sus primeros encargos para la Corona, en 1783, son la inspección del Canal Imperial de Aragón y el estudio de las minas deAlmadén, sobre cuyo estado redactó tres detalladas memorias; en este mismo año y ante la Corte Real elevó, por primera vez en España, un globo aerostático. En 1784 viajó a París a la prestigiosa École nationale des ponts et chaussées (Escuela Nacional de Puentes y Carreteras). A partir de 1785 llevó a cabo numerosas investigaciones técnicas (Memoria sobre la purificación del carbón piedra, etc.) y comenzó a realizar estudios sobre hidráulica y mecánica y a diseñar y adquirir máquinas por encargo deFloridablanca con vistas a la futura creación en Madrid de un Real Gabinete de Máquinas.

Viajes a Francia e Inglaterra

En el otoño de 1788 hizo su primer viaje a Inglaterra, donde permaneció dos meses observando máquinas, a mitad de camino entre la investigación científica y el espionaje industrial. Entre otros lugares, visitó la empresa de Matthew Boulton y James Watt, que en 1789 habían patentado lamáquina de doble efecto, pero no consiguió ver la nueva máquina perfeccionada en que estaban trabajando. Sin embargo, en Londres observó una máquina de doble efecto funcionando en una fábrica de harinas y un nuevo modelo de telar mecánico (probablemente el de Cartwright). A su regreso a París, en 1792 escribió para laAcademia de Ciencias de París una Memoria sobre una máquina de vapor de doble efecto y, al mismo tiempo, diseñó una bomba que se instaló en la recién construida fábrica de harinas de los hermanos Perier. Poco después, diseñó un modelo de telar mecánico.
El mismo año construyó una máquina eólica para desaguar terrenos pantanosos, que incorporó junto con el telar a la colección de máquinas con destino al futuro Gabinete. También se encargó del diseño o la adquisición de los instrumentos para la expedición de Malaspina. En 1795 presentó a la Academia de Ciencias de París laMemoria sobre la fuerza expansiva del vapor de agua (tal vez no sea casual que en esas mismas fechas Watt escribiera a Boulton aconsejándole desconfiar de los visitantes extranjeros). El año siguiente, 1797, escribió su estudio sobre la manera de fundir y barrenar cañones de hierro (la Descripción del Real establecimiento de Yndrid donde se funden y barrenan los cañones de hierro para la Marina Real Francesa, en la que propone diversas mejoras a los métodos empleados) y la Memoria sobre la draga mecánica, cuya construcción intentó llevar a cabo en España, aunque sin resultado, y que construyó finalmente en Kronstadt en 1812. Declarada la guerra entre Inglaterra y España, regresó a Madrid con la colección de máquinas, al mismo tiempo que otros pensionados como Claudio Boutelou.

Nombramiento

Estatua de Betancourt en el Puerto de la Cruz.
En 1792 se inauguró el Real Gabinete de Máquinas, del que fue nombrado director, y se hizo público el primer Catálogo de modelos, planos y manuscritos del Gabinete que incluía 270 máquinas, 358 planos y más de 100 memorias con 92 gráficos, todos los cuales había recogido o diseñado durante su estancia en París, en colaboración con Juan López Peñalver. En 1793viajó a Inglaterra, donde permaneció tres años investigando sobre teorías de las máquinas y donde presentó en 1795 el diseño de una máquina de cortar hierba en ríos y canales. En 1796, ante la ruptura de relaciones entre España e Inglaterra como consecuencia de la firma del tratado de San Ildefonso entre Francia y España, se trasladó a París. Allí, junto con Breguetpresentó al Directorio el prototipo y los planos de un telégrafo óptico (la Memoria sobre un nuevo telégrafo y algunas ideas sobre la lengua telegráfica), en el que venían trabajando desde 1787, y comenzó la polémica con Claude Chappe acerca de las ventajas e inconvenientes del telégrafo de Breguet y Betancourt, polémica que no se resolverá hasta el definitivo informe favorable de la Academia de Ciencias en 1796. En 1797 patentó junto con Perier una prensa hidráulica para uso industrial y la incorporó al Gabinete de Máquinas (como en el caso de la máquina de doble efecto y el telar mecánico; esta prensa era muy parecida a otra inventada por Bramah que Betancourt había visto en Inglaterra).
Este mismo año regresó a España, donde fue nombrado Inspector General de Puertos y Caminos. En 1799 inauguró la primera línea española de telegrafía óptica entre Madrid y Aranjuez, aunque tenía el proyecto de continuarla hasta Cádiz; la línea Madrid-Aranjuez estaba compuesta por cuatro puestos telegráficos: Palacio del Buen Retiro, ermita de los Ángeles (Getafe), cerro Espartinas (Valdemoro) y monte Parnaso de Aranjuez. Hay varios testimonios escritos de la época sobre estos telégrafos ópticos de los que no han quedado otros rastros (Salvá, Bourgoing, Pictet-Mallet, Moratín, Wilhelm von Humboldt...). En Aranjuez se conservan dos testimonios importantes sobre el monte Parnaso (de Juan Antonio Álvarez de Quindós, en 1804, y de Cándido López y Malta, en 1869).
En 1802 consiguió que se creara la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, de la que fue el primer director, y en 1803 empezó a escribir con Lanz elEnsayo sobre la composición de las máquinas, que se publicaría en París en 1808, convirtiéndose en un libro de texto de gran difusión en toda Europa. En 1807, Betancourt fue nombrado corresponsal de la Academia de Ciencias de París (irónicamente, también J. Watt fue nombrado corresponsal en esa misma sesión). Poco después abandonó definitivamente España, trasladándose a París, donde presentó a la Academia de Ciencias su Memoria sobre un nuevo sistema de navegación interior, en la cual describió una esclusa de émbolo que había inventado en 1801, e inventó con Breguet el termómetro metálico.
Retrato de Betancourt recogido en la edición de Nicholas Mikhailovich Romanov (volumen 4).

Época rusa

Moneda conmemorativa rusa.
A finales de 1807 viajó a San Petersburgo invitado por el Zar Alejandro I de Rusia y permaneció allí durante seis meses. Tras regresar a París para presentar con José María Lanz el Ensayo ..., regresó a Rusia, donde permaneció hasta su muerte al servicio de Alejandro I.
Tumba de Agustín de Betancourt en Rusia.
Nombrado mariscal del ejército ruso, quedó adscrito al Consejo Asesor del Departamento de Vías de Comunicación. Posteriormente fue nombrado Inspector del Instituto del Cuerpo de Ingenieros y, en 1819, Director del Departamento de Vías de Comunicación. A lo largo de los 16 años de su estancia en Rusia alternó la dirección académica del Instituto de Ingenieros con numerosas obras públicas, como el puente sobre el Málaya Nevka, la modernización de la fábrica de armas de Tula o la fábrica de cañones de Kazán, la draga de Kronstadt, los andamiajes para la Catedral de San Isaac o la Columna de Alejandro I, el canal Betancourt de San Petersburgo, la Catedral de la Transfiguración de Nizhni Nóvgorod, la fábrica de papel moneda, el picadero de Moscú, la navegación a vapor en el río Volga, sistemas de abastecimiento de aguas, ferrocarriles, etc. A partir de 1822 comenzó a tener problemas con el Zar y fue sustituido en la dirección del Instituto, quedando relegado hasta su muerte en 1824.

Otros

Sello conmemorativo ruso.
En 2008 se emitió en Rusia un sello conmemorativo celebrando los 250 años de su nacimiento.
Agustín de Betancourt, junto con otras personalidades insignes, fue el propulsor del nacimiento en 1802 de la primera Escuela de Caminos de España, situada en Madrid.
Era políglota: hablaba español, latín, francés, ruso, alemán e inglés.


Un personaje de la altura de Betancourt, necesitaba de un marco de despegue y desarrollo, y felizmente lo tuvo en su patria cuando ésta, con algún retraso, llegó a La Ilustración, aquel esperanzador período histórico en el que, al cesar en Europa la violencia de las disputas religiosas, disminuye la preocupación por los estudios teológicos, sustituyendo su cultivo por el de las ciencias matemáticas, físicas y naturales con sus aplicaciones prácticas al desarrollo de la industria de las comunicaciones. Cuajan entonces en España nuevas instituciones en las que la investigación, la observación y la experimentación son los métodos más usados, a la par que la crítica alcanza altos niveles de racionalidad orientadora; con ello, los descubrimientos científicos brindan al estudio cauces insospechados.
Agustín de Betancourt fue mucho más que un ingeniero de Caminos. Ante todo, fue una persona ilustrada y de espíritu liberal, muy en consonancia con la época que le tocó vivir. Fue un hombre de mentalidad abierta, que demostró un amplio conocimiento y dominio de muchas técnicas. Hizo volar un globo aerostático, por lo que de alguna manera se le puede considerar también ingeniero aeronáutico; estudió los procesos de obtención del mercurio en las minas de Almadén, demostrando así su faceta de ingeniero de minas; escribió un tratado sobre máquinas, en el que se nos muestra, probablemente, como un ingeniero mecánico. Y como constructor y urbanista cabe destacar, en su época de San Petersburgo, el haber levantado las enormes columnas de la catedral de San Isaac, así como la columna del zar Alejandro erigida en la Plaza Municipal de dicha ciudad.
Su visión acerca del importante papel que la ingeniería iba a desempeñar en el desarrollo de la sociedad es algo que él intuyó durante su estancia en Francia, y, posteriormente, al comprobar en Inglaterra lo que la máquina de vapor iba a suponer para el desarrollo tecnológico. Por otro lado, el espíritu liberal de Agustín de Betancourt que ha impregnado a las generaciones de ingenieros de Caminos, por lo menos durante el siglo XIX. Precisamente, su talante liberal fue el que le enfrentó al régimen absolutista de Fernando VII, lo cual le llevaría a exiliarse en Rusia, país en el que también acabaría teniendo problemas por idénticos motivos.
El tiempo en que nacieron las máquinas.
La transición del XVIII al XIX fue el tiempo en el que el hombre abrió la puerta a las máquinas. Un reducido grupo de científicos e inventores ideaban, copiaban y reproducían los ingenios que moverían el mundo. En España destacó la figura de Agustín de Betancourt, un ingeniero militar, nacido en el Puerto de la Cruz (Tenerife), que creó máquinas, viajó por los países más avanzados para importar su recién nacida tecnología y terminó sus días exiliado en Rusia trabajando para el zar Alejandro I.
Tal vez sea Goya el personaje español más conocido del siglo XVIII al XIX. El poder de su iconografía proporciona un itinerario obligado para conocer la corte madrileña de esa época. Sin embargo, para obtener un conocimiento cabal de la cultura española de dicho periodo también conviene detenerse en otras personas y actividades que además sugieren nuevas claves para entender al gran pintor aragonés. Efectivamente, Goya fue contemporáneo de un movimiento intelectual que se designa como Ilustración. Esta corriente fue promotora del desarrollo de saberes que durante el siglo XIX se definirían como ciencias positivas y de los saberes aplicados. La España de entonces también percibió el encanto de ese espíritu y compartió con el resto de los europeos el interés por las máquinas, por la mejora de los caminos y, en definitiva, por el desarrollo del bienestar de la sociedad.
Muchos contemporáneos de Goya compartieron esos ideales y vivieron en un tiempo de transición que terminó en una guerra, llamada de la Independencia pero paradójicamente ganada por los ingleses, que supuso el paso de un despotismo ilustrado a un despotismo sin más cuando regresó a la corte Fernando VII. En estas circunstancias, muchos de los coetáneos de Goya terminaron muriendo en un exilio frecuentemente no deseado.
De entre ellos merece la pena rescatar la memoria de Agustín José Pedro del Carmen Domingo de la Candelaria Betancourt y Molina, un militar ingeniero interesado por las teorías del calor y por los desarrollos tecnológicos y sociales de su época. Una vida que no conviene ver como una excepción sino como un exponente, un indicativo de otras muchas que configuraron esta época tardía de la Ilustración española. Se trata de un periodo, el final del reinado de Carlos III y el reinado de Carlos IV, donde era evidente el interés de algunos españoles por la ciencia y la tecnología de su tiempo. Fue por aquel entonces cuando se terminó la construcción de las tecnológicamente avanzadas fortificaciones de Cartagena de Indias y se planteó la famosa expedición de Malaspina. En ese contexto desarrolló sus habilidades Agustín de Betancourt, un provinciano llegado a Madrid desde el Puerto de la Cruz, Tenerife, donde nació en 1758. La capital del reino sirvió de trampolín para sus aventureros viajes científicos a París, Londres y San Petersburgo.
A lo largo del siglo XVIII, el reino de Francia había inaugurado la tradición de formar una élite de militares especializados en la construcción, en las comunicaciones (caminos, puentes y puertos) y en la mejora del armamento que se consideraba con más futuro, en aquel entonces la artillería. El reino de España había seguido los pasos de Francia. Aunque Agustín de Betancourt no cumpliera exactamente con los requisitos de la formación de un ingeniero militar, acabó siendo un ingeniero en un sentido más parecido al de nuestro presente. En 1777 ingresó como cadete del Regimiento de las Milicias Provinciales y en 1779 lo encontramos en Madrid en los Reales Estudios de San Isidro, donde pudo aprender los rudimentos del cálculo, la geometría y la mecánica.
Betancourt se manifestó como hombre de talento en tres órdenes complementarios. Por una parte, estuvo interesado en el desarrollo de las máquinas, desde su diseño a su funcionamiento. Ya en 1778 dio muestras de su primera afición construyendo una máquina para el hilado de la seda, pero más tarde, en 1802, construyó un telégrafo óptico entre Madrid y Aranjuez y proyectó otro que debería haber unido la capital con Cádiz. Por otra, fue un magnífico dibujante y, buen conocedor de la geometría, pudo levantar planos y vistas de las máquinas muy útiles para el resto de los ingenieros. Esta segunda afición se manifestó en la serie de dibujos que sus contemporáneos pudieron admirar en el Real Gabinete de Máquinas del Retiro, hoy perdidos a consecuencia de un incendio ocurrido durante la guerra de 1808. En tercer lugar, fue un reformador, un fundador de importantes instituciones que le sobrevivirían, como la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid, fundada en 1802, cerrada en 1808 y reabierta en 1834, que supuso la creación de un cuerpo de ingenieros civiles para el servicio del Estado, y el Instituto del Cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación de San Petersburgo.
Su talento fue muy apreciado por Floridablanca, quien lo envió a Almadén para hacer un estudio de las minas de cinabrio en explotación desde la época romana. El resultado de ese informe fue uno de los primeros estudios de geografía industrial española. A partir de ese momento, los requerimientos de la Corona para aprovechar sus conocimientos fueron constantes.
Betancourt compartió su admiración entre Inglaterra y Francia. De la primera, le llamó la atención su industria basada en el desarrollo de las máquinas de vapor. De la segunda, su desarrollo científico. Dado que París era la capital científica del mundo, decidió viajar hasta allí en 1784. Este primer viaje se prolongó hasta 1791 y le permitió conocer a los grandes matemáticos e ingenieros de la época como Gaspard Monge y visitar L'Ecole de Ponts et Chauseés (Escuela de Puentes y Calzadas), donde trabó amistad con Perronet, su fundador. En 1788, desde París realizó un viaje a Londres de sólo veinte días que le permitió acercarse a la joya tecnológica de la época, la máquina de doble efecto de J. Watt, en la factoría de Boulton & Watt Co.
El significado de este doble viaje de Betancourt pudo ser el siguiente. Un ingeniero español en París, aliado tradicional de Madrid, tiene la oportunidad de conocer la sociedad francesa de sabios, aprender mucho de su espíritu científico e incluso colaborar con ellos. Así Betancourt llega a presentar memorias científicas a la Academia de Ciencias de París y algunos de sus trabajos merecieron una cita especial de Sadi Carnot en sus Memorias sobre la Potencia Motriz del Fuego de 1824, la obra fundadora de la termodinámica clásica. Por otra parte, un ingeniero español viaja a Londres con la finalidad de conocer cómo Watt ha construido esa nueva máquina de vapor. Y aunque no puede llegar a conocerla en detalle, consigue suficiente información como para saber que aquella máquina de doble efecto podía transformar el movimiento de balanceo clásico de las otras máquinas de vapor en un movimiento circular. Realiza unos dibujos con las conjeturas que fue capaz de imaginar y a su regreso de Londres a París intenta construir su hipotética máquina.
Hoy podría decirse que Betancourt fue un espía industrial, algo que ha molestado a algunos de sus admiradores actuales. Sin embargo, un mediano conocimiento de la época indica que su actitud de "curioso interesado" fue bastante habitual en la época. Como prueba, baste aludir a los viajes a Londres de otro ingeniero procedente de Munich, Georg von Reichbach, con las mismas intenciones que el ingeniero español. Lo que en realidad es interesante destacar de este primer "espionaje industrial" es que cuando Betancourt llega a París con los planos donde se describía la hipotética máquina de Watt, lo que se puso a prueba fue precisamente la capacidad de los franceses para poner a punto una tecnología anglosajona. Y no salieron bien parados, ya que Francia nunca logró fabricar máquinas de vapor competitivas en este periodo de tiempo.
Convocado a Madrid para hacerse cargo del Real Gabinete de Máquinas, permaneció teóricamente en la capital del Reino entre 1791 y 1807. Pero sólo teóricamente, ya que se ausenta entre 1793 y 1797 para pasar una gran temporada en Londres. Antes de este viaje, en 1792, es nombrado, junto con Goya, miembro de una comisión de la Academia de Bellas Artes para mejorar la enseñanza. El viaje a Londres tuvo como objetivo conocer toda la tipología de máquinas desarrolladas por la industria británica para incorporarlas a la colección del Real Gabinete, y únicamente la guerra entre España e Inglaterra le hizo regresar a Madrid.
En 1807 abandonó España con destino a París. Allí editó su gran obra Ensayo sobre la Composición de las Máquinas: primer tratado moderno de mecánica, fue manual de Física en las universidades europeas y compitió con las obras escritas por otros grandes ingenieros. A partir de 1808, y hasta el año de su muerte, en 1824, Betancourt vivió en la Rusia del Zar reformador Alejandro I, compartiendo destino con otros muchos ingenieros franceses, entre los que se encontraba Clapeyron, que acudieron a Rusia para trabajar en los proyectos ilustrados del monarca y, también, para huir de la restauración borbónica que había tenido lugar en Francia tras la salida de Napoleón. Durante quince años, Betancourt, ahora con el grado de General Mayor y Ministro de Comunicaciones del Imperio, volvió a la actividad de gran fundador y constructor de edificios y máquinas.
Betancourt viajó por la Rusia europea, Crimea y el Cáucaso, entonces en guerra, y en sus 16 años rusos, hasta su muerte en 1824, hizo de todo. Modernizó la fabrica de cañones de Tula creada por Pedro I. Creo el barco dragador del puerto militar de Kronstadt. Diseñó puentes fijos sobre el Neva, que antes se desmontaban en invierno cuando el río se helaba. Impulsó el Goznak, la fábrica de papel moneda que imprimió los primeros rublos de calidad, para combatir las falsificaciones impresas por los franceses durante la ocupación.
Betancourt fue el artífice de la reforma y ampliación de la catedral de San Isaac, uno de los mayores templos de San Petersburgo, donde sus andamios levantaron la columna de Alejandro I, que aún preside la plaza del palacio de Invierno. En Moscú construyó la gran sala de ejercicios ecuestres, Maniezh, uno de los edificios neoclásicos más emblemáticos de la ciudad, con un gran espacio interior, de 166 m por 44 m, carente de columnas.
Cayó en desgracia a partir de 1820. Al zar, que seguía siendo déspota pero ya no tan ilustrado, no le gustó el tono crítico de los informes de su ministro sobre las carreteras de Rusia, que siguen siendo infames. Sus enemigos de la corte se movilizaron contra "el extranjero" y acabó dimitiendo.
Presionado por los burócratas, tuvo que dimitir en 1824, murió ese mismo año en un piso de alquiler y sus restos fueron enterrados cerca del río Neva, en el cementerio del monasterio de Aleksandr Nevski, donde yacen.
Betancourt llevó a Rusia a una legión de ingenieros españoles como Rafael Bauzá, Joaquín Viadó, Agustín de Monteverde, sobrino de Betancourt, o Joaquín Espejo.
En recuerdo y agradecimiento al ingeniero español, Rusia acuñó hace algún tiempo la "medalla honoraria de Betancourt", uno de cuyos poseedores es el Rey Juan Carlos I.



No hay comentarios:

Publicar un comentario