martes, 31 de mayo de 2016

Asesinos en serie

Asesinos en serie de Alemania

Anna Maria Zwanziger (Núremberg1760 - Julio de 1811) fue una asesina en serie alemana y una de las primeras criminales que utilizó el veneno como su principal arma de liquidación.

Anna Schönleben nació en Núremberg en 1760. Descrita por los cronistas de la época como una mujer "tosca, sin atractivo, sin feminidad y sin oratoria", se vería arrastrada al crimen por su desafortunada boda con su marido. Su esposo resultó ser un borracho matón que dilapidó la herencia de Anna antes de morir de alcoholismo. Cuando esto ocurrió, Anna contaba con 40 años. Después de intentar trabajar en una fábrica de juguetes, empezó a servir en casas con la esperanza de buscar entre sus patrones a un marido más comprensivo.
Su primer pretendido fue un juez llamado Glaser. Desafortunadamente para ella, estaba tan solo separado de su mujer. Aunque Anna intentaría impedir una reconciliación entre Glaser y su esposa. Una vez que la señora volvió a casa, Anna empezó a suministrar arsénicoen el té de ésta hasta que murió. A pesar de ello, el juez no la quiso aceptar en matrimonio por lo que Anna envenenó por despecho a varias personas, invitados en una cena que organizó el juez. Afortunadamente, todos ellos sobrevivieron.
Después de ser despedida por el juez Glaser, Zwanziger encontró trabajo en la casa de otro hombre de la ley. El juez Grohmann sería el nuevo objetivo matrimonial de Anna. Pero la fortuna volvió a jugarle otra mala pasada ya que Grohmann anunciaría poco después, sus planes de boda con otra mujer. Pero la ama de llaves no aceptaría tal decisión y administró veneno en un plato de sopa al señor, que moriría de forma agonizante. Esa misma noche, Anna intentó envenenar frustradamente a dos sirvientes, con los que no tenía buena relación.
Su siguiente casa en la que servir sería la de otro juez. El juez Gebhard estaba casado. Pero la nueva sirvienta no tardaría en repartir dosis de veneno de forma usual. La salud de la dueña de la casa no tardaría en empeorar, muriendo a la semana siguiente entre tremendos dolores estomacales. Absolutamente enloquecida por el poder del veneno y por su teórica inmunidad, Anna envenenó a dos sirvientes más y al hijo del juez, al que administró una galleta con arsénico. Los compañeros de servicio sobrevivieron pero el niño, no. Observando la sospechosa enfermedad de casi todos los habitantes de la casa, el juez analizó los restos de comida y pudo observar restos de arsénico. Pero cuando logró descubrir qué era, Anna ya había escapado, no sin antes dejar generosas dosis del veneno en los azucareros y saleros.
En octubre de 1809, Anna sería arrestada después de haber enviado diferentes cartas a la familia Grohmann expresando el amor por el niño fallecido y que estaba dispuesta a olvidar los agravios que ha sufrido y reanudar sus funciones.
Después de seis meses de interrogatorios, Anna finalmente confesó. Dijo: "Sí, los maté y lo volvería a hacer si tuviera la oportunidad." También se refirió al arsénico como "su amigo fiel." Antes de ser condenada y decapitada en julio de 1811, dijo a sus ejecutores: "Quizás será mejor para la comunidad que muera, ya que sería imposible para mí renunciar a la práctica del envenenamiento de personas."

Anna Maria Zwanziger -nacida como Anna Schönleben- nació el 7 de Agosto de 1760 en Nuremberg (Alemania). No se sabe nada a cerca de su infancia y primera juventud, aunque trascendió que se había casado con un hombre que era alcohólico. Se quedó viuda en el año 1800, a los cuarenta años, cuando su marido murió a consecuencia de su afición a la bebida, posiblemente por cirrosis. No obstante, antes de morir su marido dilapidó la herencia que Anna había aportado al matrimonio ya que quedó huérfana antes de casarse, dejándola prácticamente en la indigencia. Intentó trabajar en una fábrica de juguetes cercana a su domicilio, aunque la acabaron rechazando tras dos semanas puesto que era más lenta que las niñas que podían trabajar por la mitad de sueldo. Entonces, comenzó a pedir trabajo en el servicio doméstico con la esperanza de, tal vez, encontrar un nuevo marido. Su primer trabajo en este aspecto fue en la casa de un juez, el juez Glaser. El juez Glasser en aquel momento necesitaba a alguien en su casa puesto que se hallaba separado de su mujer, aunque en la época que Anna comenzó a trabajar en su casa estaban iniciando conversaciones para solucionar sus problemas. En un intento porque esa reconciliación no llegase, Anna echaba pequeñas dosis de arsénico en el té que le preparaba a ella cuando venía a conversar con su marido. Unas visitas más tarde, la mujer del juez comenzó a sentirse enferma y moriría posteriormente en su propia casa entre grandes dolores estomacales. No obstante, el juez Glasser se sintió muy dolido por esta muerte y decidió no volver a casarse, para desgracia de Anna Maria. Tras intentar que reconsiderase su idea, Anna acabó suplicándole que se casase con ella, a lo que el juez Glasser no sólo no accedió, si no que decidió despedirla. Como había tratado con varios jueces a lo largo de su estancia en la casa de Glasser, acudió a casa de otro juez a pedirle trabajo. El juez Grohmann la aceptó, en parte porque le daba pena ya que había trabado cierta amistad con ella en su anterior trabajo y sabía de su penuria económica, y en parte porque no estaba satisfecho con su actual sirvienta, a quien despidió inmediatamente. Anna Maria se alegró sobremanera, puesto que el juez Grohmann estaba soltero a la sazón. Sin embargo, poco después de su entrada en aquella casa, Anna vería truncadas sus esperanzas cuando el señor Grohmann le anunció que contraería matrimonio el verano siguiente. Despechada, esa misma noche le sirvió a su patrón un plato de sopa cargado de arsénico; el juez moriría agónicamente horas después. También intentó envenenar a los dos jardineros de la propiedad con quien estaba enemistada, aunque éstos correrían mejor suerte que su señor.
Tras quedarse nuevamente sin trabajo, decidió visitar a otro juez, el juez Gebhard, quien estaba muy a menudo en casa de su compañero Grohmann y quien simpatizaba con Anna Maria. Decidió contratarla por descargar algo de trabajo a su ama de llaves, quien ya se estaba haciendo muy mayor (se cree que en aquella época contaba con unos 85 años) y llevaba toda su vida trabajando para la familia Gebhard. Nuevamente, la esposa de su jefe copmenzó a tener graves problemas de salud de forma sorprendente, y fallecería tan sólo diez días después de la llegada de Anna a la casa. El juez Gebhard comenzó entonces a pensar que era demasiada coincidencia que en cada casa en la que Anna Maria empezaba a trabajar comenzasen a su vez a producirse muertes. Poco después de la muerte de la señora de la casa dos sirvientes empezaron a tener problemas de salud similares, e incluso el hijo pequeño del juez mostró síntomas similares. Los empleados sobrevivieron, aunque el niño murió una noche tras haber merendado una única galleta; galleta preparada por Anna Maria y que estaba “aliñada” con arsénico. Examinando los restos de comida de la servidumbre, el juez notó la presencia de arsénico. Cuando fue a hablar con Anna Maria ésta ya había desaparecido. Como precaución, antes de avisar a la policía y poner a Anna en busca y captura, el juez examinó los alimentos de la despensa. El tiempo demostró que eso fue un acierto: Anna había dejado arsénico tanto en la sal como en el azúcar, lo que hubiese causado más envenenamientos aún estando ella ausente. Tras una búsqueda complicada por toda Alemania fue apresada en Octubre del año 1809.
En los interrogatorios (que se extendieron a lo largo de varios meses) Anna Maria confesó su culpabilidad y relató con asombrosa calma todas las muertes y envenenamientos que había causado. Fue condenada a muerte.
Finalmente, el 17 de Septiembre de 1811 fue conducida hasta la guillotina. Antes de ser decapitada el verdugo le preguntó si quería decir las últimas palabras. Ella no mostró arrepentimiento, diciendo que volvería a hacerlo sin dudarlo y que era una suerte que la guillotinasen porque probablemente nunca hubiese dejado de emplear a su “mejor amigo” que es como llamaba al arsénico.

Asesinos en serie de Argentina

Walter Alfredo De Giusti (Rosario1962 - Rosario27 de mayo de 1998) fue un psicópata asesino argentino, se puede considerar un asesino relámpago, tristemente célebre por haber asesinado a las abuelas del músico Fito Páez(1963-). Su apellido también se puede encontrar escrito Di Giusti.1
Estudió en la escuela secundaria Dante Alighieri, donde conoció a Páez. Walter De Giusti tocaba el bajo en una banda de heavy metal, mientras que Páez estudiaba piano y vivía con su padre y sus abuelas (que fungían como madres postizas, ya que la madre de Páez —la concertista de piano Margarita Zulema Ávalos— falleció cuando él tenía ocho meses de edad).

Los hechos

Primer asesinato

La cadena de crímenes de De Giusti comenzó el 31 de octubre de 1986, cuando, teniendo 23 años y acompañado por su hermano menor Carlos Manuel De Giusti (de 18 años de edad), ingresó a una vivienda de la calle Garay 1081 de la ciudad de Rosario con la excusa de efectuar tareas de plomería. Allí asesinó a golpes y puñaladas a dos mujeres: Ángela Cristofanetti de Barroso (de 86 años) y a su hija adoptiva Noemí (de 31).

Las abuelas de Fito Páez

Una semana después, el mediodía del 7 de noviembre de 1986, en calle Balcarce 681 de la misma ciudad los hermanos De Giusti cometieron otro brutal crimen. En esa oportunidad balearon y acuchillaron a Belia Delia Zulema Ramírez viuda de Páez, de 76 años (abuela paterna de Fito Páez), Josefa Páez, de 80 años (tía abuela paterna de Páez) y Fermina Godoy, de 33 años (empleada doméstica de la casa), que estaba embarazada. Se cree que De Giusti —de 24 años de edad por aquel entonces— conocía y frecuentaba la casa de sus víctimas.

Ingreso a la policía

Un mes después, el 4 de diciembre de 1986, De Giusti ingresó como agente de policía a la subcomisaría de Pueblo Esther, a 15 kilómetros al sur de Rosario.

La investigación policial

Casi un año le llevó a la policía de Rosario descifrar los crímenes. Finalmente De Giusti fue delatado por una mujer transgénero de la zona, que lucía un collar que pertenecía a las abuelas de Páez y que declaró —ante un agente encubierto— que se lo había regalado su novio Walter.
Al día siguiente, la policía allanó la casa de la familia De Giusti, que vivían en Güemes 2130, a unas cuadras al norte de la familia Páez (Balcarce 681). Lo primero que se encontró al entrar a la misma fue el grabador que Fito Páez le había regalado un tiempo atrás a su abuela Belia.

El juicio

La justicia declaró culpable del quíntuple asesinato a Walter De Giusti como autor material de los hechos. Durante el juicio se dejó entrever que De Giusti o bien se trataba de un bajista frustrado que evidenciaba una actitud envidiosa contra Fito Páez, o bien tenía una actitud resentida debido a que había sido plagiado por Paez, como se desprende de los dichos de los músicos más veteranos de Rosario acerca de esta conducta aparentemente recurrente de Paez en perjuicio de músicos mucho menos conocidos que el, y que por tanto no habrían tenido oportunidad de manifestar y mucho menos hacer pública tal situación. Ante el juez Benjamín Ávalos, De Giusti confesó la autoría de los cinco crímenes. El 24 de agosto de 1987 el juez Ávalos lo condenó a reclusión perpetua en la cárcel de Coronda (provincia de Santa Fe).
Su hermano, Carlos Manuel De Giusti, que en ese momento tenía 19 años, estuvo detenido bajo libertad condicional por su participación en el hecho. Todo ese tiempo fue seguido de cerca por la policía de Rosario por considerarlo de carácter peligroso.
Una vez recluido en la cárcel, De Giusti fue pasado a retiro obligatorio de la policía: siguió cobrando el 70 por ciento de su salario durante seis años más, hasta noviembre de 1993.
Nueve años después de su reclusión perpetua en mayo de 1996, la defensa de De Giusti pidió que se le fijara pena, y logró que la reclusión perpetua se redujera a 25 años. Luego, en agosto de 1997, requirió una conmutación y obtuvo un beneficio que le bajó la condena a 24 años y 7 meses. Finalmente, y teniendo en cuenta que en la cárcel había contraído VIH, la defensa solicitó que De Giusti cumpliera la pena en su casa, ubicada en calle Güemes 2130 de Rosario. Tras un examen médico, los forenses le informaron al juez Lurá que el ex policía estaba prácticamente ciego. Esto fue clave para que el magistrado dispusiera el arresto domiciliario.

Libertad

Un año después (1998) un vecino del ex juez Benjamín Ábalos (que lo había condenado en el año 1987, y estaba ya jubilado de su cargo), le contó a éste que Walter De Giusti se paseaba por las calles de Rosario y siempre iba a un bar en la esquina noroeste de las calles San Luis y Balcarce. Ábalos consultó con el dueño del bar. Le preguntó si era cierto que De Giusti había estado allí, y el propietario le contó que iba todos los días. Incluso dijo que el condenado se jactaba de haber cumplido la pena. También, a pesar de que De Giusti tenía el beneficio del arresto domiciliario por una supuesta ceguera, varios testigos lo habían visto manejando un automóvil Fiat 600 de color amarillo. Al verificar esta irregularidad el juez Ábalos se contactó con el juez Lurá y le contó todo.
El 19 de mayo de 1998 el Gobierno provincial sacó un decreto exonerando a De Giusti de la policía y pidió a la fiscalía que obligara a De Giusti a devolver todo el dinero cobrado.
El miércoles 27 de mayo de 1998, a las 17.45, Lurá pudo comprobar que De Giusti no estaba en su casa de Güemes 2130. Es decir que había violado las normas del arresto domiciliario.
El miércoles 3 de junio de 1998 a las 12.30 del mediodía, por orden del juez Efraín Lurá, De Giusti fue ingresado en la cárcel de Rosario (en calle Zeballos) para que cumpliera su condena como corresponde. El magistrado se basó en el informe de una junta médica que dictaminó que el ex policía estaba compensado y no presentaba complicaciones previsibles tratables. Pero el lunes 8 de junio, De Giusti se descompensó, por lo que fue internado en un hospital de Granadero Baigorria (pocos kilómetros al norte de la ciudad de Rosario). El miércoles 10 de junio se lo derivó al Sanatorio Americano (de Rosario), donde falleció el viernes 12 de junio de 1998.

El 7 de noviembre de 1986, mientras Fito se encontraba de gira en Río de Janeriro, Delma Zulema Ramírez de Páez (abuela de Fito), Josefa Páez (tía abuela) y Fermina Godoy (empleada de las abuelas, embarazada) fueron brutalmente asesinadas. El año anterior había muerto el padre. En el crimen de las abuelas, se inculpó a todo el mundo, al esposo de la empleada, a los tíos de Fito, y a Fito mismo. Cuando el artista se enteró de la noticia expresó un tiempo después: 
No puedo explicar cómo quedó el cuarto del hotel en Río. Lo destrocé. Dolor violento. Perdí tanto la conciencia que hoy no me acuerdo exactamente lo que sucedió. Era como un animal enjaulado en su propio dolor. [...] Creo que me la pasé todo el día llorando, tomando whisky y lexotanil. [...] Cuando volví a Rosario, imagínate la cantidad de versiones que había en ese momento: que era una venganza contra mí, que yo estaba metido en el tráfico de drogas, que mis primos... De hecho, en Ciudad de pobres corazones digo: «No quiero empezar a pensar quién puso la yerba en el viejo cajón». Mi primo y mi tío vieron a unos de los canas (policías) meter un cacho de fumo en un cajón donde yo tenía guardadas cosas mías, letras, papeles. Lo vieron, pero nosotros no quisimos ahondar mucho en ese tema. Se ve que la policía quería encontrar rápido un culpable. La verdad es que fue una época muy confusa. 


Fito Páez


Posteriormente se determinó que el hecho fue consumado por un frustrado bajista: Walter Di Giusti (1962-1998), quien residía en Rosario y conocía a las víctimas. 

El hecho provocó un alto impacto en el músico. Fabiana Cantilo, viendo el deterioro emocional del artista, lo obligó un día a levantarse de la cama para ir al estudio de grabación. Es allí donde compuso la canción «Ciudad de pobres corazones».
 
Cuando encontré a Baglietto en La Mar Studios, me preguntó: «¿Cómo estás?». Yo le di play a la consola de grabación y comenzó a escucharse el tema: «¡En esta puta ciudad todo se incendia y se va, matan a pobres corazones!» (con una instrumentación dramática de teclados y guitarras). Cuando terminó le respondí: «Así estoy».


Ciudad de pobres corazones se publicó en 1987 y es considerado el más visceral de su carrera. Fue un álbum rabioso y violento, que estremece por su crudeza. Entre las canciones que se apartan de la temática principal están «Gente sin swing», «Ámbar violeta» y «Dando vueltas en el aire». Hay tres canciones donde se destaca la participación de Fabiana Cantilo en las voces: «Nada más preciado para mí», «Bailando hasta que se vaya la noche» y «Track Track». El resto de los temas están marcados por la oscuridad y la tragedia, pero tienen un cierto acento poético y buenos arreglos. El álbum constituye un retrato de los sentimientos que embargan al músico y un descenso a los infiernos sin menoscabo de la calidad artística, con letras que representan pequeños retratos sociales y donde el artista mantiene variedad de estilos rítmicos. 


Ciudad de Pobres Corazones (Letra)
 

En esta puta ciudad 
Todo se incendia y se va 
Matan a pobres corazones 
Matan a pobres corazones 
En esta sucia ciudad 
No hay que seguir ni parar 
Ciudad de locos corazones 
Ciudad de locos corazones 
No quiero salir a fumar 
No quiero salir a la calle con vos 
No quiero empezar a pensar 
Quién puso la yerba en el viejo cajón 
Buen día Lexotanil 
Buen día señora 
Buen día doctor 
Maldito sea tu amor 
Tu inmenso reino 
Y tu ansiado dolor 
¿Qué es lo que quieres de mí? 
¿Qué es lo que quieres saber? 
No me verás arrodillado 
No me verás arrodillado 
Dicen que ya no soy yo 
que estoy más loco que ayer 
Y matan a pobres corazones 
Matan a pobres corazones 
No quiero salir a fumar 
No quiero salir a la calle con vos 
No quiero empezar a pensar 
Quién puso la yerba en el viejo cajón 
Buen día Lexotanil 
Buen día señora 
Buen día doctor 
Maldito sea tu amor 
Tu inmenso reino 
Y tu ansiado dolor 
En esta puta ciudad 
Todo se incendia y se va 
Matan a pobres corazones 
Matan a pobres corazones 
Matan a pobres corazones 
Matan a pobres corazones. 

Fito paez 


Walter Di Giusti
 

Walter Di Giusti (Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina, 1962 – Rosario, 12 de junio de 1998), fue un psicópata asesino, tristemente célebre por haber asesinado a las abuelas del músico Fito Páez (1963). Su apellido también se puede encontrar escrito DeGiusti. 

Estudió en la escuela secundaria Dante Alighieri, donde conoció a Páez. Di Giusti tocaba el bajo en una banda de heavy metal, mientras que Páez estudiaba piano y vivía con su padre y sus abuelas (que fungían como madres postizas, ya que la madre de Páez —la concertista de piano Margarita Zulema Ávalos— falleció cuando él tenía ocho meses de edad). 


Primer asesinato
 

La cadena de crímenes de Di Giusti comenzó el 31 de octubre de 1986, cuando, teniendo 23 años y acompañado por su hermano menor Carlos Manuel Di Giusti (de 18 años de edad), ingresó a una vivienda de la calle Garay 1081 de la ciudad de Rosario con la excusa de efectuar tareas de plomería. Allí asesinó a golpes y puñaladas a dos mujeres: Ángela Cristofanetti de Barroso (de 86 años) y a su hija adoptiva Noemí (de 31). 

Las abuelas de Fito Páez 

Una semana después, el mediodía del 7 de noviembre de 1986, en calle Balcarce 681 de la misma ciudad los hermanos Di Giusti cometieron otro brutal crimen. En esa oportunidad balearon y acuchillaron a Belia Delia Zulema Ramírez viuda de Páez, de 76 años (abuela paterna de Fito Páez), Josefa Páez, de 80 años (tía abuela paterna de Páez) y Fermina Godoy, de 33 años (empleada doméstica de la casa), que estaba embarazada. Se cree que Di Giusti —de 24 años de edad por aquel entonces— conocía y frecuentaba la casa de sus víctimas. 

Ingreso a la Policía
 

Un mes después, el 4 de diciembre de 1986, Di Giusti ingresó como agente de policía a la subcomisaría de Pueblo Esther, a 15 kilómetros al sur de Rosario. 

La investigación policial 

Casi un año le llevó a la policía de Rosario descifrar los crímenes. Finalmente De Giusti fue delatado por una travesti de la zona, que lucía un collar que pertenecía a las abuelas de Páez y que declaró —ante un agente encubierto— que se lo había regalado su novio Walter. 

Al día siguiente, la policía allanó la casa de la familia Di Giusti, que vivían en Güemes 2130, a unas cuadras al norte de la familia Páez (Balcarce 681). Lo primero que se encontró al entrar a la misma fue el grabador que Fito Páez le había regalado un tiempo atrás a su abuela Belia. 

El juicio 

La justicia declaró culpable del quíntuple asesinato a Walter Di Giusti como autor material de los hechos. Durante el juicio se dejó entrever que Di Giusti se trataba de un bajista frustrado que evidenciaba una actitud envidiosa contra Fito Páez. Ante el juez Benjamín Ávalos, Di Giusti confesó la autoría de los cinco crímenes. El 24 de agosto de 1987 el juez Ávalos lo condenó a reclusión perpetua en la ciudad de Coronda (provincia de Santa Fe). 

Su hermano, Carlos Manuel Di Giusti, que en ese momento tenía 19 años, estuvo detenido bajo libertad condicional por su participación en el hecho. Todo ese tiempo fue seguido de cerca por la policía de Rosario por considerarlo de carácter peligroso. 

Una vez recluido en la cárcel, DiGiusti fue pasado a retiro obligatorio de la policía: siguió cobrando el 70 por ciento de su salario durante seis años más, hasta noviembre de 1993. 

Nueve años después de su reclusión perpetua en mayo de 1996, la defensa de Di Giusti pidió que se le fijara pena, y logró que la reclusión perpetua se redujera a 25 años. Luego, en agosto de 1997, requirió una conmutación y obtuvo un beneficio que le bajó la condena a 24 años y siete meses. Finalmente, y teniendo en cuenta que en la cárcel había sido contagiado de sida, la defensa solicitó que Di Giusti cumpliera la pena en su casa, ubicada en calle Güemes 2130 de Rosario. Tras un examen médico, los forenses le informaron al juez Lurá que el ex policía estaba prácticamente ciego. Esto fue clave para que el magistrado dispusiera el arresto domiciliario. 

Libertad 

Un año después (1998) un vecino del ex juez Benjamín Ábalos (que lo había condenado en el año 1987, y estaba ya jubilado de su cargo), le contó a éste que Walter Di Giusti se paseaba por las calles de Rosario y siempre iba a un bar en la esquina noroeste de las calles San Luis y Balcarce. Ábalos consultó con el dueño del bar. Le preguntó si era cierto que Di Giusti había estado allí, y el propietario le contó que iba todos los días. Incluso dijo que el condenado se jactaba de haber cumplido la pena. También, a pesar de que Di Giusti tenía el beneficio del arresto domiciliario por una supuesta ceguera, varios testigos lo habían visto manejando un automóvil Fiat 600 de color amarillo. Al verificar esta irregularidad el juez Ábalos se contactó con el juez Lurá y le contó todo. 

El 19 de mayo de 1998 el Gobierno provincial sacó un decreto exonerando a Di Giusti de la policía y pidió a la fiscalía que obligara a Di Giusti a devolver todo el dinero cobrado. 

El miércoles 27 de mayo de 1998, a las 17.45, Lurá pudo comprobar que Di Giusti no estaba en su casa de Güemes 2130. Es decir que había violado las normas del arresto domiciliario. 

El miércoles 3 de junio de 1998 a las 12.30 del mediodía, por orden del juez Efraín Lurá, Di Giusti fue ingresado en la cárcel de Rosario (en calle Zeballos) para que cumpliera su condena como corresponde. El magistrado se basó en el informe de una junta médica que dictaminó que el ex policía estaba compensado y no presentaba complicaciones previsibles tratables. Pero el lunes 8 de junio Di Giusti se descompensó, por lo que fue internado en un hospital de Granadero Baigorria. El miércoles 10 de junio se lo derivó al Sanatorio Americano (de Rosario), donde falleció el 12 de junio de 1998. 

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