sábado, 28 de mayo de 2016

HISTORIA TEMÁTICA

HISTORIA DE LA CIENCIA
EXPEDICIONES CIENTÍFICAS
La expedición Tierra de Crocker (en inglésCrocker Land Expedition) fue una desafortunada expedición de 1913 para investigar la existencia de la Tierra de Crocker, una supuesta gran isla avistada en 1906 por el explorador estadounidense Robert Peary desde la parte superior del cabo Thomas Hubbard, el extremo septentrional de la isla Axel Heiberg. Más tarde se demostró que la isla no existía y que Peary probablemente sufrió un espejismo conocido como efecto Fata Morgana.

Historia

Minik Wallace (de niño, en Nueva York, 1897).
La expedición fue organizada por Donald Baxter MacMillan y patrocinada por el Museo Americano de Historia Natural, la Sociedad Geográfica de América (American Geographical Society) y el Museo de Historia Natural de la Universidad de Illinois.
El geólogo, ornitólogo y botánico de MacMillan era Walter Elmer Ekblaw, de la Universidad de Illinois.1 2 El enseña de la Marina Fitzhugh Green sirvió como ingeniero y físico. Maurice Cole Tanquary, de la Universidad de Illinois, era el zoólogo y el Dr. Harrison J. Hunt, el cirujano.3 4
Minik Wallace (1890–1918), el famoso inuit llevado a los Estados Unidos en 1897 cuando era un niño por Robert Peary, era el guía y traductor de la expedición.5
Además de confirmar y cartografíar la posición de la Tierra de Crocker, el objetivo declarado de la expedición era realizar investigaciones de «geología, geografía, glaciología, meteorología, magnetismo terrestre, fenómenos eléctricos, sismología, zoología (tanto vertebrados como invertebrados), botánica, oceanografía, etnología y arqueología».6
En los periódicos de la época, MacMillan describió la Tierra de Crocker como el «último problema geográfico del mundo». [«the world’s last geographical problem»]
En junio de 1906, el comandante Peary, desde la cumbre del cabo Thomas Hubbard, en la latitud 83°N, longitud 100°O, informó de que había visto tierra brillando en el noroeste, aproximadamente a 130 millas (210 km) al otro lado del mar Polar. El no fue allí, pero le dio nombre en honor del difunto George Crocker, del Club Ártico Peary. Era la Tierra de Crocker. Sus límites y extensión sólo se puede adivinar, pero estoy seguro de que animales extraños se encuentran allí y esperó descubrir una nueva raza de hombres.
In June 1906, Commander Peary, from the summit of Cape Thomas Hubbard, at about latitude 83 degrees N, longitude 100 degrees W, reported seeing land glimmering in the northwest, approximately 130 milles away across the Polar Sea. He did not go there, but he gave it a name in honor of the late George Crocker of the Peary Arctic Club. That is Crocker Land. Its boundaries and extent can only be guessed at, but I am certain that strange animals will be found there, and I hope to discover a new race of men.
MacMillan

La expedición

Presuntas ubicaciones de la Tierra de Crocker (avistada por Robert Peary) y la Tierra de Bradley (vista por Frederick Cook.
La expedición partió de Brooklyn Navy Yard a bordo del vapor Diana el 2 de julio de 1913.7 Dos semanas más tarde, en la medianoche del 16 de julio, la Diana golpeó las rocas, tratando de evitar un iceberg. MacMillan lo atribuyó al capitán, que estaba borracho en ese momento. La expedición cambió a otro buque, el Erik, y finalmente llegó a Etah, en el noroeste de Groenlandia, en la segunda semana de agosto.
Las siguientes tres semanas las dedicaron a la construcción de una gran sala de ocho habitaciones, con capacidad de generación de electricidad, que iba a servir como la sede local de la expedición. Se intentó también crear una sala de radio, pero no tuvieron éxito y la expedición no fue capaz de establecer comunicaciones de radio fiables con el mundo exterior.
Después de haber hecho una serie de viajes preliminares para colocar depósitos de abastecimiento a lo largo de de la ruta, MacMillan, Green, Ekblaw y siete inuit finalmente salieron en el viaje de 1200 millas (1 900 km) hacia la Tierra de Crocker, el 11 de marzo de 1914. La temperatura era de 32 grados bajo cero y las condiciones meteorológicas eran muy malas.
Finalmente, el grupo llegó a la cima del glaciar Beitstadt (1.400 m) , que tardaron tres días en subir. La temperatura bajó drásticamente y Ekblaw sufrió congelaciones graves. Fue evacuado de nuevo a Etah por algunos de los inuit.
Uno a uno, los otros miembros de la partida se dieron por vencidos y se volvieron. El 11 de abril, en la orilla del océano Ártico, sólo MacMillan, Green y dos de los inuits, Piugaattoq y Ittukusuk, seguían. Los cuatro trineos de perros salieron a cruzar el mar traicionero de hielo, evitando los témpanos delgados y las extensiones de aguas abiertas, y, finalmente, el 21 de abril vieron lo que parecía ser una gran isla en el horizonte al noroeste. Como MacMillan dijo más tarde, «Montes, valles, montañas cubiertas de nieve se extienden a través de al menos ciento veinte grados del horizonte». [«Hills, valleys, snow-capped peaks extending through at least one hundred and twenty degrees of the horizon».Ó]
Piugaattoq, un cazador inuit con 20 años de experiencia en la zona, les explicó que era sólo una ilusión, que llamó «poo-jok» (que significa niebla). MacMillan sin embargo insistió en continuar adelante, a pesar de que ya era tarde en la temporada y que el hielo marino se estaba desmoronando. Durante cinco días fueron tras el espejismo, hasta el 27 de abril, en que después de haber cubierto cerca de 125 millas (201 km) del peligroso mar de hielo, MacMillan se vio obligado a admitir que Piugaattoq tenía razón. La Tierra de Crocker era en realidad un espejismo, probablemente una forma rara llamada Fata Morgana. MacMillan escribió más tarde:
El día era excepcionalmente claro, sin rastro de nubes o niebla; si la tierra podía ser vista, ahora era el momento. ¡Sí, ahí estaba! Incluso podía ser vista sin prismáticos, extendiéndose ciertamente de suroeste a noreste. Nuestras prismáticos de gran alcance, sin embargo... manifestaban más claramente el fondo oscuro en contraste con el blanco, el conjunto asemejando colinas, valles y picos nevados, de tal forma que si no hubiéramos estado en un mar helado de 150 kilómetros, apostariamos nuestras vidas sobre su realidad. Nuestro juicio, entonces como ahora, es que se trataba de un espejismo o telar de hielo marino.
The day was exceptionally clear, not a cloud or trace of mist; if land could be seen, now was our time . Yes, there it was! It could even be seen without a glass, extending from southwest true to northeast. Our powerful glasses, however.. brought out more clearly the dark background in contrast with the white) the whole resembling hills, valleys and snow-capped peaks to such a degree that, had we not been out on the frozen sea for 150 miles, we would have staked our lives upon its reality. Our judgment then as now, is that this was a mirage or loom of the sea ice.
MacMillan8
La partida se dio la vuelta y fue capaz de llegar a tierra firme, sin tiempo que perder, porque el mar de hielo se rompió al día siguiente.9

La muerte de Piugaattoq

Después de regresar a tierra, MacMillan envió a Piugaattoq y Green a explorar una ruta hacia el oeste. El tiempo se volvió contra ellos y se vieron obligados a refugiarse en una cueva en la nieve. Uno de los equipos de perros murió en la nieve, y durante una disputa sobre el equipo restante, Green tomó un fusil desde el trineo y disparó a Piugaattoq, causándole la muerte.
El 4 de mayo Green se reincorporó con MacMillan y le contó lo que había sucedido. A su regreso a Etah, MacMillan informó a los otros miembros europeos de la expedición, pero les pidió guardar silencio, diciendo a los inuit que Piugaattoq había muerto en una tormenta de nieve. Ekblaw dijo más tarde que se trataba de «una de las tragedias más oscuras y más deplorables en los anales de la exploración del Ártico». [«one of the darkest and most deplorable tragedies in the annals of Arctic exploration».]
Green nunca fue procesado por el asesinato, a pesar de que los inuit sospechaban de que había más cosas en la historia de lo que se dijo, ya que Green había tenido una relación con Aleqasina, la mujer de Piugaattoq, una sorprendente belleza que anteriormente había sido amante de Peary y del que tuvo dos hijos.

El regreso a casa

La expedición intentó regresar, pero el tiempo se volvió contra ellos y fueron abandonados en la región los siguientes cuatro años.
En diciembre de 1914, MacMillan y Tanquary partieron hacia Etah con la intención de enviar un mensaje al mundo exterior de que un rescate era necesario el verano siguiente. Rápidamente tuvieron problemas con el tiempo y MacMillan se volvió. Tanquary continuó y finalmente llegó a Etah a mediados de marzo de 1915.
La noticia llegó al Museo Americano de Historia Natural y se envió el George H. Cluett, una goleta de tres mástiles, totalmente inadecuada para las aguas del Ártico, capitaneada por George Comer. El buque nunca llegó hasta ellos y terminó atrapado en el hielo y no volvió durante dos años.10
En 1916, se envió un segundo barco de socorro y se encontró con problemas similares. En ese momento Tanquary, Green y Allen ya había hecho su propio camino para volver a los EE.UU. con trineos de perros.
El resto de la expedición fue rescatado en 1917 por el buque Neptune, al mando del capitán Robert Bartlett.11

Consecuencias

El Museo Spurlock, donde se exponen las fotografías y objetos recogidos por la expedición.
Aunque la expedición fracasó en su intento de cartografiar la inexistente Tierra de Crocker, se hicieron muchas investigaciones importantes. Un número considerable de fotografías y objetos fueron recogidos, documentando la vida de los pueblos indígenas y los hábitats naturales de la región.
Cientos de fotos de la expedición y más de 200 artefactos se exponen en el Museo Spurlock de la Universidad de Illinois.






Los miembros de la expedición.

D.B. MacMillan entre 1910 y 1915. Imagen: Bain News Service

Hay una tierra más allá de los hielos del norte. La idea cobraba fuerza en los albores del siglo XX, cuando decenas de exploradores se adentraban por primera vez en aguas del Ártico y competían por conquistar el territorio polar. Unos y otros traían noticias de unas tierras que podían divisarse de cuando en cuando en el horizonte, al otro lado de los mares helados, y que nadie había pisado. Los propios esquimales, contaba el explorador sir John Richardson tras uno de sus viajes, hablaban de un lugar al que algunos de ellos habían llegado alguna vez en un témpano a la deriva y en la que habían sido recibidos, tras muchas noches de viaje, por otros hombres como ellos. "Se dice que los nativos han visto una tierra al norte en los días claros de primavera", escribía Marcus Taker en 1894. Unos años antes, el capitán John Keenan, perseguía un grupo de ballenas cuando quedó perdido durante días en aguas árticas. Una vez que la niebla se aclaró, relataría más tarde, él y sus hombres vieron claramente una tierra al norte, pero dieron la vuelta y pusieron rumbo al sur.

El testimonio definitivo, y el que desató la fiebre por la tierra del norte, fue el que ofreció el legendario explorador Robert Peary, que más tarde se atribuiría haber sido el primero en llegar al Polo Norte. En 1906, durante uno de sus viajes por el Ártico, Peary dijo haber divisado una gran isla en el horizonte, a unas 150 millas al noroeste del cabo Thomas Hubbard, y la bautizó como Tierra de Crocker, en honor del banquero George Crocker, uno de los patrocinadores de su expedición. La noticia puso en marcha una carrera para ser el primero en descubrir la nueva Terra incognita. El Museo de Historia Natural de Nueva York, con ayuda de algunas universidades, reunió una auténtica fortuna para enviar a un grupo de hombres en busca de la Tierra de Crocker. El museo aportó la importante suma de 100.000 dólares para descifrar lo que los periódicos de la época empezaron a llamar el "último problema geográfico del mundo".

Imagen: Arctic Museum

El elegido para encabezar aquella aventura fue el explorador Donald Baxter MacMillan, un geólogo y aventurero que había viajado con el propio Peary en su aventura hacia el polo. MacMillan sustituía a George Borup, quien debía haber comenzado la misión en 1912 pero se había ahogado en una de sus exploraciones. El geólogo reorganizó los recursos y dispuso todo para partir el día 2 de julio de 1913 a bordo del buque Diana, en dirección a Groenlandia. En su equipo había una combinación de científicos y nativos inuits, conocedores del terreno. A bordo del barco viajaban el botánico y geólogo W. Elmer Ekblaw, el zoólogo Maurice Cole Tanquary, y el médico Harrison J. Hunt, cuya misión era anotar y clasificar cada especie descubierta en las nuevas tierras. "Sus límites y extensión sólo se puede adivinar", aventuraba MacMillan antes de partir en busca de la isla, "pero estoy seguro de que encontraremos animales extraños allí yespero descubrir una nueva raza de hombres".

Fotografía tomada por MacMillan durante la expedición. Imagen: Arctic Museum

La expedición empezó con mal pie y a las dos semanas, cuando navegaban frente a las costas de Labrador, sobrevino el primer percance. El capitán del barco estrelló el Diana contra las rocas al intentar esquivar un iceberg. La expedición y las provisiones fueron trasladadas a un nuevo buque, el Erik, que alcanzaría el remoto puesto de Etah, en Groenlandia, a mediados de agosto. En aquel lugar pasarían el invierno polar a la espera de que regresara la luz y tras varios intentos fallidos, en marzo de 1914, MacMillan, Green, Ekblaw y siete esquimales partieron hacia su objetivo con 1.500 kilos de provisiones cargados en trineos y casi 2.000 kilómetros de viaje por delante. 

Después de escalar un gigantesco glaciar y soportar temperaturas de hasta 50 grados bajo cero, y de varios abandonos, la expedición llegó el 21 de abril hasta una llanura desde la que divisaron una gran masa de tierra al noroeste. "Green acababa de salir del iglú cuando regresó corriendo, llamando a la puerta y gritando "¡Lo tenemos!"", escribió MacMillan. "Seguimos a Green hasta uno de los montículos más altos y no cabía ninguna duda. ¡Por todos los santos! ¡Menuda tierra!Colinas, valles y picos nevados se extendían lo menos 120 grados sobre el horizonte". Pero no todos estaban tan contentos. Al preguntarle a Peea-wah-to, uno de los esquimales de la expedición, qué ruta debían seguir para llegar mejor hasta allí, contestó que lo que tenían delante no era otra cosa que "poo-jok" (que en inuit significa niebla).

Ilustración del siglo XIX de un fenómeno de Fata Morgana (Fuente: Wikipedia)

En los siguientes días, caminando trabajosamente por el hielo, a MacMillan le asaltaban las dudas, pero seguía viendo aquella tierra que nunca parecían alcanzar. "A medida que avanzábamos", recordaba, "el paisaje cambiaba gradualmente de apariencia y variaba su extensión con el movimiento del solo; finalmente, por la noche, desaparecía de golpe". Cinco días después y tras recorrer más de 200 kilómetros sobre el peligroso mar de hielo, MacMillan se vio obligado a admitir que allí no había más que un espejismo. "Estábamos persiguiendo un fuego fatuo que se alejaba constantemente", escribió, "siempre cambiante y siempre llamándonos... Mis sueños de los últimos cuatro años eran meros sueños; mis esperanzas habían terminado en una amarga decepción".

La Tierra de Crocker, después de todo, no existía. Tanto Peary como los hombres de MacMillan habían sido víctimas de un tipo particular de espejismo conocido como "Fata Morgana", un fenómeno por el que la atmósfera actúa a veces como una lente y distorsiona la forma de un objeto lejano. En los mares más cálidos produce la aparición de objetos flotantes en el cielo, como islas, y a veces barcos que parecen volar, lo que podría estar detrás de la famosa leyenda del "Holandés errante". En el caso de la isla de Crocker, es probable que algún témpano de hielo frente al horizonte produjera el efecto visual de parecer una costa montañosa. "Habríamos apostado nuestras vidas a que era real", escribió MacMillan, pero "nuestra opinión entonces, y ahora, es que se trataba de un espejismo o de un reflejo sobre la placa de hielo".

La mala suerte de MacMillan no acabó allí. En los siguientes días regresaron a toda prisa, justo cuando el hielo empezaba a resquebrajarse bajo sus pies. Sus hombres y él vagaron por el Ártico durante dos años más hasta que en 1917 un buque consiguió rescatarlos y llevarlos de vuelta a Estados Unidos. Habían pasado cuatro años de su vida y perdido algunas vidas persiguiendo una ilusión óptica. Pero lo más terrible estaba por conocerse. En 1980 se restauró el diario perdido de la expedición de Robert Peary y se descubrió que el día del supuesto primer avistamiento de la isla, el explorador había dejado una anotación: "No hay tierra a la vista". Algunos historiadores creen que Peary - conocido por otras artimañas y manipulaciones - pudo inventar o exagerar la existencia de la isla y le puso el nombre del banquero George Crocker para conseguir que le financiara sus siguientes expediciones. 

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