sábado, 28 de mayo de 2016

HISTORIA TEMÁTICA

HISTORIA DE LA AGRICULTURA
Cronologia de la agricultura, la ganadería y la pesca en el mundo

Durante gran parte de la historia de la humanidad, fuimos cazadores y recolectores. Y luego, hace cerca de 10,000 años, comenzamos a domesticar plantas y animales como una forma de tener un suministro alimenticio accesible y predecible. De muchas maneras, el nacimiento de la agricultura se puede definir como el momento en que dejamos de cazar nuestro alimento y comenzamos a sembrarlo.
Si bien los humanos han revolucionado la agricultura, la agricultura ha cambiado a la civilización humana. En su mayoría, estos cambios han sido buenos, pero al entrar en una nueva era de la historia del hombre, la agricultura enfrenta nuevos retos y responsabilidades.

Los orígenes de la agricultura

Sin una máquina del tiempo, es imposible saber la fecha exacta en la que el primer ser humano tuvo una semilla en su mano y pensó: "Si siembro esto en el suelo, sabré exactamente dónde encontrar comida dentro de unos meses".
Lo que sí sabemos es que en algún momento cerca del año 8,500 AC, los humanos en el Creciente Fértil (una zona que se extiende a lo largo de lo que hoy día es Egipto, Israel, Turquía e Iraq), comenzaron a sembrar granos en lugar de cosecharlos silvestres.
Para el 7,000 AC, comenzaron también a domesticar animales tales como ovejas, cerdos y cabras. Mil años después domesticaron el ganado.
Antes de la llegada de la agricultura, los humanos eran nómadas, viajaban constantemente en busca de animales salvajes y granos silvestres. Con el aumento de la agricultura, como fuente de alimento centralizada y predecible, tenían un incentivo para quedarse. Empezaron a formar ciudades.
De esta manera, la agricultura empezó a cambiar no sólo la dieta humana, sino también la civilización humana.

 


Avance gradual

En los siguientes 8,500 años, la agricultura evolucionó con lentitud. A través de ensayo y error, los agricultores en todo el mundo empezaron a mejorar genéticamente las plantas.
Notaron naturalmente que no todas las plantas dentro de una especie eran iguales. Algunas crecían más, tenían mejor sabor o eran más fáciles de moler para hacer harina. Empezaron a guardar semillas de las mejores plantas y sembrarlas para la cosecha del próximo año.
Por cientos de generaciones, esto condujo a la transformación de plantas silvestres en las verduras y granos más grandes y sabrosos que conocemos hoy día.
Durante la Edad de Bronce y la Edad de Hierro, las herramientas de piedra y de madera se reemplazaron con herramientas de metal más eficientes. Sin embargo, la agricultura continuó siendo una actividad intensa y laboriosa que ocupaba mucho tiempo y que incluía a cerca del 80 por ciento de la población mundial.

La revolución agrícola

De 800 a 1400 D.C., las herramientas agrícolas permanecieron sin cambio alguno. Los primeros colonos en América del Norte usaban arados que no eran diferentes ni mejores a los que se usaban durante el Imperio Romano.
Durante los siglos 18 y 19, la innovación agrícola se disparó. El diseño del arado mejoró y un inglés de nombre Jethro Tull inventó la primera máquina de sembrar del mundo, un aparato que permitía sembrar las semillas en hileras rectas y ordenadas. Poco tiempo después siguió el equipo mecánico para cosechar tirado por caballos, como la segadora de Cyrus McCormick.
Los agricultores ahora podían sembrar y cosechar en una fracción del tiempo que les tomaba antes. La productividad de la agricultura se disparó.

La industrialización

Durante el siglo 20, las máquinas operadas con gasolina comenzaron a reemplazar al equipo tradicional tirado por caballos. Esto, combinado con los adelantos en la tecnología de fertilizantes y pesticidas después de la Segunda Guerra Mundial, permitió otro salto en la productividad de la agricultura.
La nueva eficiencia tecnológica significaba que los agricultores podían administrar más terrenos. Con el tiempo, esto produjo menos pero mayores granjas. Para los países desarrollados, también llevó a un cambio en la fuerza laboral. En los Estados Unidos, por ejemplo, el porcentaje de la fuerza trabajadora dedicada a la agricultura se redujo del 40% (en 1900), a solo 2% (en 2000).
Como menos personas vivían en las granjas, fue fácil olvidarse de cómo se producían, procesaban y enviaban los cultivos. En los países más desarrollados, el alimento se convirtió en un artículo disponible y al alcance del bolsillo que venía "de otra parte".

La post industrialización

Entre 1900 y 2012, la población mundial creció de 1,600 millones a más de 7 mil millones. En 1700, sólo el 7% de la superficie del terreno se usaba para la agricultura. Hoy día, es más del 40% y sólo una porción del terreno que queda es apto para el cultivo.
Obviamente, la agricultura está en una encrucijada. El mundo necesita producir más alimentos que nunca antes, mientras conservamos los limitados recursos que tenemos disponibles. Hacia dónde nos dirigimos ahora requerirá el ingenio y la cooperación de agricultores, compañías, gobiernos, universidades y ciudadanos por igual.

La agricultura es el arte del cultivo y explotación de la tierra con el objeto de obtener productos con fines humanos o con destino a los animales domésticos.
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Cazadores recolectores.
Existen variadas disciplinas y toda una infraestructura agrícola, científica e industrial alrededor de estas actividades. Se incluyen en estas prácticas el estudio, acondicionamiento de las tierras, cultivo, desarrollo, recolección, transformación, distribución, etc.
Se trata de una actividad muy antigua, con origen en la prehistoria, y es actualmente un sector económico indispensable y fundamental en la alimentación mundial.
Se estima que la agricultura se ha desarrollado desde hace unos 8.000 a 10.000 años. Desde entonces todos los pueblos de la Tierra han reconocido el valor que las plantas cultivadas tienen para la alimentación humana y de los animales domésticos.
Algunos vegetales se han hecho tradicionales en muchos países, e incluso en determinados de ellos se han convertido en monocultivos, y en la fuente más importante de ingresos.
Entre las variadas producciones agrícolas, se distinguen algunos productos muy importantes para el ser humano, tales como los cereales, trigo, maíz, centeno, arroz, caña de azúcar, remolacha azucarera, aceite, verduras y frutas.
En cuanto a la alimentación animal, son importantísimos los piensos a base de granos de la soja, maíz forrajero y sorgo.
No todas las producciones agrícolas tienen valor alimentario, también existen numerosos cultivos dedicados a producir materias para la industria, tales como el caucho, semillas oleaginosas para fabricar pinturas o compuestos químicos sintéticos, plantas para la obtención de fibras, etc.
Se reconoce el valor de la agricultura al comprobar que casi la mitad de la población mundial se dedica a esta actividad, aunque es cierto que su distribución es muy variable. Así, mientras que en África y Asia superan el 60 por ciento de la población, en los Estados Unidos y Canadá apenas alcanza el 5 por ciento. Por su parte, en América del Sur la población dedicada a estas tareas es casi la cuarta parte; en Europa Occidental supone alrededor del 7 por ciento; y en los países de la Federación Rusa y los englobados en la antigua Unión Soviética alcanza el 15 por ciento.
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Trigo: fundamental en la dieta humana.
Tipos de agricultura
En el neolítico se practicaba una agricultura itinerante (y que todavía hoy practican algunos pueblos primitivos), que consistía en abandonar las tierras una vez han sido agotados sus recursos y buscar nuevos suelos productivos. Actualmente la agricultura ha evolucionado hasta alcanzar carácter industrial, donde la ingeniería genética, química y tecnología mecánica juegan papeles fundamentales.
Se distinguen varios tipos de agricultura:
Extensiva
La agricultura extensiva es aquella en la que se realizan labores sencillas, y en los que se emplean abonos orgánicos, como estiércoles, prescindiendo totalmente de los fertilizantes artificiales. Es un tipo de agricultura defendible desde el punto de vista ecológico, pues la tierra no suele estar sujeta a la presión que imprimen otras actividades, como la agricultura intensiva o industrial.
Intensiva o industrial
La agricultura intensiva o industrial es aquella en la que se realizan labores complejas, y que depende totalmente de fertilizantes artificiales para su óptimo desarrollo. Los suelos producen habitualmente de forma continuada, lo que implica la necesidad de restituir también continuamente los elementos minerales que ya fueron asimilados por las plantas; esto supone tener que enfrentarse a la larga a variados problemas medioambientales, derivados no sólo del frecuente uso de productos químicos, sino también de la imperiosa necesidad de asegurar las cosechas contra plagas y enfermedades mediante pesticidas, herbicidas, etc., que pueden terminar finalmente introduciéndose en la cadena alimenticia.
Biológica
La agricultura biológica nació para dar respuesta a los problemas planteados por la agricultura intensiva. Se trata de una actividad cada vez más demandada por los consumidores, respetuosa con el medio ambiente y la salud. Este tipo de agricultura recurre a métodos naturales para luchar contra las enfermedades y plagas, y rechaza la utilización de pesticidas y fertilizantes sintéticos.
Parcelaria
La agricultura parcelaria está limitada a superficies dispersas y reducidas. Existen muchas regiones en el mundo que por sus características orográficas están dedicadas a este tipo de agricultura. Un ejemplo son los andenes o terrazas andinas prehispánicas y que aún existen en la altiplanicie guatemalteca, donde se cultiva maíz, alubias y calabazas; y café en las zonas más bajas de las laderas.
Monocultivo
La agricultura de monocultivo es una actividad que está especializada en un único producto. Aunque los agricultores de subsistencia de todo el mundo suelen cultivar variados vegetales, no suele ser así en el caso de las grandes explotaciones de carácter comercial. Así, muchas explotaciones producen sólo café, té, cereales, cacao, o caucho. Un ejemplo es la dependencia de Tailandia del arroz, que es uno de los mayores productores del mundo de esta graminácea; o Sri Lanka, que depende enteramente de la producción de té.
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Variación de cultivos.
Cuando se dedica una superficie a la producción de una sola especie, suele proporcionar mayores beneficios económicos, ya que se simplifica la gestión del suelo, la producción y su comercialización. Sin embargo, puede dar lugar a la concentración de plagas que, aunque habitualmente suelen ser controladas, pueden en ocasiones producir la devastación y pérdida de la producción. La diversidad de cultivos es una ventaja contra este problema, pero está limitada por las características de los suelos, clima, y otros factores de carácter económico.
Desde el Neolítico
Se estima el origen de la agricultura en el Neolítico. Este periodo, que es el segundo de la Edad de Piedra (de ahí "Neolítico" o "piedra nueva"), se sitúa aproximadamente hace unos 8.000 a 10.000 años.
La vida social de esa época comenzaba a estabilizarse tras el periodo de adaptación del Mesolítico en cuanto a costumbres y tradiciones, y se iba alejando progresivamente de la vida nómada del cazador-recolector. Básicamente se dedicaban al pastoreo, domesticación de animales, confección de tejidos, modelación de cerámicas y cultivo de la tierra. Fue no obstante una época de cambios revolucionarios en las formas de vida.
Las culturas neolíticas más importantes aparecieron en Oriente Medio y la península Balcánica. La agricultura ocupó sobre todo un lugar preeminente en las civilizaciones china, hindú, egipcia y mesopotámica.
Los primeros agricultores ocuparon variadas regiones: Irán, Irak, Jordania, Israel, Siria, Turquía, Sureste asiático (Tailandia), África (Egipto, a lo largo del río Nilo), Europa (Macedonia, márgenes del río Danubio), China (río Amarillo), India y Pakistán (valle del río Indo), México, etc.
Antes del desarrollo de la agricultura y el pastoreo, hace unos 15.000 a 10.000 años, la forma de subsistencia en todo el mundo era, fundamentalmente, la caza, pesca y recolección de frutos silvestres. Hoy en día, todavía existen antiguos pueblos que sobreviven aprovechando recursos naturales como los citados, así como semillas, tubérculos comestibles, miel, setas, etc., ejemplo de algunos pueblos y etnias significativas de Alaska, Canadá, Amazonia, Australia, y otros apenas conocidos y desperdigados por numerosos países como Kenia, Tanzania, Etiopía, Venezuela, Filipinas, Indonesia, Tailandia, Malasia, etc.
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Vasijas para granos usadas hoy.
En cualquier caso, se trata de grupos poco numerosos que apenas suponen un riesgo para el equilibrio del hábitat que ocupan, en lo que respecta a sus actividades predadoras o recolectoras y el mantenimiento de la diversidad biológica.
Las características actuales de los pueblos cazadores-recolectores que han tenido poco contacto con otros pueblos más avanzados, no deben ser muy diferentes de sus antecesores del Neolítico en cuanto a la forma de vida y organización social. Por ello, el aislamiento de esos pueblos nos da una visión aproximada de como funcionaban aquellas comunidades, sólo desvirtuada en aquellos casos en que se produjeron contactos externos, que generaron cambios en los hábitos de vida, así como en la cultura y tradiciones propias.
Aquellas comunidades de cazadores-recolectores de la antigüedad que se mantuvieron aislados, demuestran unos valores de solidaridad muy acusada. Así, predomina la igualdad entre sexos, se respeta extraordinariamente la opinión de los ancianos, existen importantes lazos entre padres e hijos, y, sobre todo, existe un fuerte arraigo comunitario.
Todo ello está fomentado por la necesidad de repartir los recursos disponibles entre todos los miembros de la comunidad, con objeto de asegurar la supervivencia de todo el grupo. Todos estos valores sociales van cambiando conforme las comunidades más aisladas toman contacto con otras más poderosas o de mayor nivel económico, o debido a las influencias o contaminación de su cultura o estilo de vida.
Primeros sedentarios
Las primeras sociedades sedentarias, es decir, ligadas a una vivienda estable, favorecieron el desarrollo de asentamientos permanentes, así como de nuevas técnicas y materiales para cocinar y almacenar alimentos.
Las técnicas neolíticas consistían en pulimentar la piedra en vez de tallarla, con lo que se conseguían nuevas formas y acabados. Más importante que la pulimentación fue la aparición de la cerámica hace aproximadamente 8.000 años a.C., un hecho sin duda influido por la necesidad de almacenar las cosechas sobrantes y cocinar los alimentos, lo que supuso una mejora notable en el régimen nutricional. De esta época son también las técnicas de la cestería con hilos finos, y la confección de tejidos con determinadas fibras vegetales o lana de oveja.
Revolución neolítica
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Herramientas Neolíticas.
La agricultura fue, probablemente, una necesidad impuesta por los nuevos condicionamientos poblacionales y medioambientales. Es asumible la existencia de una escasez de la caza, pesca y recolección, a causa de un aumento de población tras la última glaciación, y que forzó a los cazadores-recolectores a buscar espacios permanentes y estables, sólo así se comprende que una vida tan fácil como es la de recoger los frutos que la naturaleza produce de forma natural, fuese abandonada progresivamente por otra forma de vida mucho más dura como es la del agricultor, donde se requiere un considerable esfuerzo para la preparación de la tierra, siembra, control de las malas hierbas y recolección de las cosechas.
Hace unos 7.000 años a.C., los cazadores-recolectores ya conocían de sobra cómo funcionaban los ciclos de la vida de los vegetales y animales, no en vano llevaban alimentándose de ellos desde hacía miles de años, así que no les sería difícil adaptarse a las nuevos tiempos.
La evolución de la agricultura no se produjo de forma inmediata, sino que fue un proceso gradual a partir de las actividades de recolección, caza y pesca, las cuales todavía hoy en día son practicadas por algunos pueblos primitivos, y se ha ido estableciendo muy probablemente a partir de la domesticación de animales.
Existen evidencias de que las explotaciones se realizaban de forma mixta, combinando cultivo y cría de animales. La domesticación cumplía dos funciones básicas: garantizar el suministro de carne sin depender de la caza, y la utilización de los animales como fuerza de tiro.
Se sabe por hallazgos arqueológicos que el perro fue el primer animal doméstico hace 8.000 años, y con posterioridad lo fueron la oveja, el buey y el cerdo. Se produjo así una "revolución neolítica", al descubrirse la agricultura y la domesticación de animales como un perfecto combinado para sobrevivir dentro de las nuevas formas de vida sedentarias.
Las nuevas actividades económicas basadas en la agricultura, exigieron de los incipientes agricultores su permanencia en un lugar fijo para cuidar de los cultivos.
Por yacimientos arqueológicos se sabe que los primeros poblados neolíticos se establecieron en el Próximo Oriente hace unos 8.000 años. Se trataba de pequeños grupos de casas adosadas de dimensiones muy parecidas entre sí, construidas por lo general con piedra, madera y paja mezcladas con barro cocido; no disponían de calles y casi siempre estaban rodeados por una zanja o empalizada para protegerse de posibles agresiones externas. En el Neolítico se formaron importantes poblaciones, como Jericó, que alcanzó las 2.000 personas.
En esta época pudo propiciarse la aparición de un incipiente comercio mediante el trueque e intercambio, basado en la existencia de excedentes alimenticios. Así, los granos de cereales que sobraban de las cosechas se intercambiaban por otros de los que se carecía, ejemplo de la sal, que fue uno de los primeros productos que entraron a formar parte del comercio.
Nuevas creencias religiosas
En las nuevas sociedades sedentarias basadas en la agricultura, nacieron nuevas formas de religiosidad influidas por los diferentes fenómenos que observaban en el curso de sus actividades. Así, relacionaban como hechos atribuibles a algún tipo de divinidad determinados fenómenos naturales, como la pérdida de cosechas ante una climatología adversa, falta de fertilidad de la tierra, cosechas malas o escasas, etc. Este hecho queda patente en variadas pinturas y grabados, donde se representan a hechiceros durante sus ritos o ceremonias religiosas.
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Primeros asentamientos humanos.
Los primeros cultivos
Los arqueólogos pueden distinguir si los cereales hallados en un yacimiento son recolectados de especies nacidas espontáneamente o cultivados.
Por las pruebas halladas en excavaciones de Oriente Próximo que datan de hace unos 19.000 años, se estima que en esa región se recolectaban formas silvestres de cereales (no cultivadas previamente), como cebada y trigo, además de otras plantas y frutos. Por la riqueza de la fauna identificada, se deduce la existencia de una forma de vida basada en la recolección, la caza y la pesca.
Los estudios arqueológicos apuntan a que entre los 12.000 y 10.000 años estas prácticas se intensificaron como una costumbre; en yacimientos del Próximo Oriente se han encontrado granos de trigo cultivado que ya pertenecen al sexto milenio a.C., indicativo de que la costumbre terminó por convertirse en cultivos programados o intencionados.
Los primeros granos cultivados fueron  el mijo y sorgo en el norte de África; arroz en la India y China; y maíz en América; en este último (México y otros países del continente americano) se conoce la existencia hace unos 8.000 de la producción de calabazas para la alimentación y construcción de vasijas.
En cuanto a Europa, se extendieron el trigo, cebada y centeno, probablemente introducidas desde Asia. Así, mediante datación del carbono 14 se sabe que en China, hace unos 8.500 a 7.000 años, se cultivaba el mijo y la col. En general el arroz, mijo, y variados cereales, ya se cultivaban en el este y sur de Asia, extendiéndose el arroz a Corea y Japón hace unos 4.000 años.
Otro cultivo de gran importancia en la cuenca mediterránea, como es el olivo, es probable que ya se realizase hace unos 8.000 años.
Las primeras herramientas
Las primeras herramientas utilizadas en las tareas agrícolas del Neolítico eran básicamente las mismas que utilizaban en el Paleolítico para recolectar raíces, las cuales estaban construidas de madera y piedra. Posteriormente, mediante piedras afiladas, sílex, hueso, y maderas más o menos torneadas se armaron azadas para cavar la tierra, hoces para recoger el grano, e incluso arados rudimentarios a base de ramas de árboles convenientemente modificadas para levantar y voltear la tierra a mano, con objeto de prepararla para la siembra. Posteriormente, se adaptó el arado para ser tirado por animales.
La agricultura en movimiento
Como ya se ha dicho, durante el neolítico se fueron estableciendo sociedades sedentarias, que se alejaban progresivamente de las actividades típicas de los pueblos nómadas cazadores- recolectores, para dedicarse a la agricultura. No obstante, muchos asentamientos con intención de permanentes tenían que ser abandonados periódicamente, ya que los campos perdían su fertilidad por sobreexplotación, obligando a esos pueblos a realizar una agricultura itinerante.
En determinadas regiones de Europa, allí donde no existían tierras de labor para colonizar, se aclaraban los bosques talando e incendiando a continuación, dejando así un campo fértil para la producción agrícola el cual, tras sucesivas cosechas, iba perdiendo esa capacidad quedando exhausto a los pocos años, obligando a los agricultores a levantar de nuevo los asentamientos y buscar nuevas tierras o bosques para aclarar, al desconocerse otros sistemas de conseguir abonos. Otros asentamientos, como los que se concentraban a lo largo del Nilo, mantenían la producción de las tierras durante mucho más tiempo, gracias a los limos que el río iba depositando en sus márgenes, y que servían de abono para los campos próximos en cada temporada.
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Patricios romanos.
Las nuevas civilizaciones agrícolas
Las innovaciones agrícolas que se llevaron a cabo durante el neolítico concluyeron prácticamente con la introducción de los metales. A partir de entonces se inició un periodo histórico donde las nuevas civilizaciones agrícolas tendieron a mejorar las técnicas ya conocidas, especialmente las herramientas, y a establecer esfuerzos cooperativistas. En este periodo destaca Roma por su importante literatura sobre temas agrícolas, pero no fue menos importante la agricultura de Mesopotamia, Egipto, China y la India.
Roma
Roma fue un referente importante, no sólo por la forma de gobierno, estructura social y económica, y la aplicación del derecho, sino también por el conocimiento de los temas agrícolas y la arquitectura aplicada a esa actividad.
Se estima que el imperio romano comenzó precisamente basado en una sociedad rural de agricultores sin ninguna relación cooperativa que alcanzó su máximo desarrollo durante la era cristiana, para convertirse de una sociedad rural a otra fundamentalmente urbana.
Las normas y el derecho romano, muy precisos en cuanto a las propiedades rurales, lindes, comunidades de aguas, etc., eran aplicables a todos los ciudadanos y alcanzarían a numerosos pueblos que constituyeron un imperio extendido por todo Occidente.
La agricultura romana también tenía su referente religioso. Existían variadas divinidades protectoras que se ocupaban de que las tierras fueran fértiles y las cosechas abundantes. Algunos pequeños dioses tenían misiones específicas, tales como cuidar de la siembra, la semilla, la espiga, etc.
Organización social
La organización social de Roma se basaba en el poder económico y estaba dividida en clases. La primera gran división comprendía dos grupos: los esclavos y los hombres libres.
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Esclavos gladiadores en Roma.
Esclavos
Los esclavos eran en Roma personas sin derecho alguno. A ellos se destinaban los trabajos más penosos, como los agrícolas o los desarrollados en minas y canteras. Podían ser vendidos, cedidos, o legados en herencia, y sólo podían adquirir la libertad con permiso de sus dueños. Con el cristianismo se alivió su situación mediante leyes que prohibían actos bárbaros, como ser arrojados a las fieras sin resolverlo un juez.
Hombres libres
Los hombres libres eran los ciudadanos, los cuales estaban a su vez divididos en dos clases, los patricios y los plebeyos.
Los patricios fueron los primeros en gozar de todos los derechos y desempeñar cargos públicos; a esta clase pertenecían los nobles y ricos terratenientes, que se reservaban los puestos más relevantes del ejército y la administración; y los caballeros o equites, que eran comerciantes de fortuna o financieros, también con cargos en la administración o el ejército pero de menor responsabilidad.
Por su parte, los plebeyos eran aristócratas que desde los primeros tiempos se enfrentaron a los patricios por una igualdad tanto jurídica como política, no conseguida en su totalidad pero con algunos significativos triunfos, como el derecho a realizarse matrimonios entre ambas clases o desempeñar cargos públicos, y que más tarde daría lugar a una forma de cooperación de los patricios con los plebeyos más ricos para el reparto del poder.
Otros plebeyos pobres, los proletarios, tenían como única riqueza sus hijos (de ahí lo de prole). Entre el siglo II y I a.C. estos proletarios constituían una población importante, motivado por el crecimiento de los latifundios y el empobrecimiento de los agricultores que no poseían tierras en propiedad; sobrevivían vendiendo el voto al que tenían derecho y con las asignaciones gratuitas de alimentos.
Economía
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Acueducto de Segovia, en la actualidad.
La economía de Roma estaba basada en la explotación de los recursos naturales y el trabajo de los esclavos, que estaba centrado en la agricultura y la ganadería. Los romanos fueron innovadores en el desarrollo de técnicas aplicadas a la agricultura, tales como el regadío, drenaje de tierras, abonado, barbecho, rotación de cultivos, etc. Los cultivos principales eran los cereales como el trigo, el olivo y uno de los más apreciados, la vid.
Las tierras cultivables, bosques y pastos, las cuales pertenecían al Estado, eran al principio explotadas por esclavos prisioneros de guerra y supervisados mediante capataces. Posteriormente, conforme escaseaba la mano de obra cautiva, se iban arrendando las tierras a agricultores particulares, los cuales pagaban a los propietarios en especie con una parte de la producción. Este sistema feudal ya estaba firmemente establecido en la villa romana 400 años d.C. El modelo económico estaba centralizado en Roma, y desde allí se imponía a todo el imperio.
La práctica de arrendar las tierras provocó grandes latifundios y el empobrecimiento de los pequeños agricultores propietarios (no esclavos). La mayoría de las tierras eran propiedad de senadores; alrededor del año 218 a.C. la Lex Claudia les prohibió que se dedicaran a cualquier otra actividad que no fuera la explotación de sus tierras.
Los ingresos del Estado tenían varias procedencias: impuestos de las provincias que cobraban los publicanos; venta o arrendamiento a particulares de las tierras anexionadas durante las conquistas (ager publicus); y arrendamiento privado de la explotación de las minas con determinados recursos, como la sal. Toda la hacienda era gestionada por el Senado, que elaboraba un presupuesto, y cuyos ingresos y distribución controlaban los censores y cuestores.
Los romanos se distinguieron también por sus obras públicas; calzadas, puentes, anfiteatros, termas, acueductos, etc., proliferaban por toda Roma y en general por todas las ciudades del imperio. Cabe destacar que algunos puentes y calzadas todavía hoy se mantienen en pie e incluso pueden utilizarse con seguridad. En lo que respecta a la agricultura realizaron robustas obras arquitectónicas; uno de los ejemplos más significativos es el acueducto de Segovia, España, que sufre ahora la abrasión de la contaminación, y paradójicamente ha soportado estoicamente todo tipo de inclemencias en el transcurso de los siglos.

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