Don Diego de Villamayor es un retrato del pintor Pantoja de la Cruz, realizado en 1605, que se encuentra en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, Rusia.
El pintor de los reyes españoles Felipe II y Felipe III retrató a este integrante de una orden de caballería, como indican el lazo en su brazo derecho y la Cruz de Alcántara en su pecho.1 El joven, vestido de gala y con armadura, se apoya en una espada de lazo, característica del siglo XVII.
Modelo de retrato se identifican sobre la base de la inscripción como Diego Sarmiento de Sotomayor y Villamayor a los 17 años - hijo de Diego Sarmiento de Sotomayor (cortesano de Felipe II).2
El retrato sigue las pautas de las escuela veneciana y flamenca en cuanto a la representación de la austeridad, la sobriedad pero también en la riqueza de los encajes y joyas.
El apóstol Santiago el Menor es una obra de El Greco, realizada en 1609 durante su último período toledano. Se conserva en la Catedral de Santa María de Toledo.
Esta obra forma parte, junto con San Juan Evangelista y otras obras, del Apostolado que elaboró el pintor por instrucciones del cardenal Bernardo de Sandoval y Rojas.
El apóstol Santiago el Menor viste túnica amarilla, manto azulado y porta un libro, al que apunta con su mano derecha. Sin embargo, el verdadero centro de atención es el rostro del santo, iluminado con elegancia y belleza. Los pesados ropajes impiden contemplar la anatomía del discípulo, de acuerdo a los cánones de la Escuela veneciana.
El bautismo de Cristo es un cuadro pintado por El Greco (Domenikos Theotokopoulos, 1541-1614). Este óleo sobre tela mide 350 centímetros de alto y 144 cm de ancho, y fue ejecutado entre 1596 y 1600, siendo una obra realizada para el retablo del Colegio de Agustinas de doña María de Aragón, en Madrid. Actualmente dicho edificio es sede del Senado y el cuadro se conserva en el Museo del Prado de Madrid, España.
La composición se divide en dos planos. Una inferior, terrenal, y en la que Juan el Bautista está bautizando a Jesucristo, y otra superior, celestial, en la que aparece Dios Padre. Ambas están separadas por la figura del Espíritu Santo en forma de paloma.1
En la zona terrenal puede verse a ángeles que sostienen un manto rojo por encima de la figura de Cristo. San Juan está derramando agua con una venera sobre la cabeza de Jesús, mientras que su otra mano adopta una postura típica de El Greco: unión de los dedos anular y corazón. En la zona celeste hay otros ángeles pequeños que ascienden en un movimiento centrífugo; se retuercen en distintas posturas, con lo que consiguen dar dinamismo a la composición.1
Pintor manierista, El Greco conserva aquí influencias de Miguel Ángel en la musculatura de los cuerpos. No obstante, estos adoptan ya la estilización típica del pintor.1
El centro del cuadro está dominado por el monumental cuerpo de Cristo, representado según las proporciones tradicionales y alejado de la estilización de las figuras que dominan en obras posteriores de El Greco.
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