La dinastía abadí fue una dinastía de reyes de al-Ándalus descendientes de Mohámed ben Ismail ben Abbad, fundador de la taifa independiente de Sevilla tras la desintegración del califato de Córdoba en 1035.1 Llegaron a controlar la mitad oriental de Andalucía y conquistaron Córdoba en 1078 y Murcia.1
De entre la dinastía Hammudí, los ziríes y los Banu Hud, los abadíes fueron el grupo más fuerte y más duradero.2 Los abadíes perduraron desde 1023 hasta 1091,34 pero durante su periodo de existencia exhibieron una energía singular y tipificada.5
Los abadíes eran una familia de origen árabe establecida en Sevilla desde la conquista musulmana. El fundador de la dinastía fue Abú al-Qasim Muhámmad ibn Abbad, cadí (juez) de la ciudad que se hizo popular entre sus conciudadanos al organizar la resistencia contra los soldados de fortuna bereberes que estaban rapiñando los fragmentos en los que se estaba deshaciendo el Califato de Córdoba. Al principio prometió gobernar con la ayuda de un consejo formado por los nobles de la ciudad, pero cuando su poder estuvo establecido, se otorgó la apariencia de un título legítimo protegiendo a un impostor que afirmaba ser el califa Hisham II. A su muerte en 1042, había creado un Estado que, aunque débil en comparación con el ahora difunto califato, era fuerte comparado con las taifas que lo rodeaban. Hizo también de su familia los líderes reconocidos de los musulmanes de origen árabe y muladí en contra de los elementos bereberes de al-Ándalus, cuyo jefe era el rey zirí de Granada.
Sus sucesores (su hijo al-Mutadid y su nieto al-Mu'tamid) extendieron los dominios por toda la Andalucía Occidental y Murcia. Sin embargo, sus frecuentes campañas sumieron al reino en una gran debilidad económica, agravada por los tributos que tuvieron que pagar al Reino de Castilla, que en frecuentes campañas llegaron hasta las puertas de Sevilla. Su dominio acabó con la toma de Sevilla por los almorávides en 1091, los cuales habían sido llamados por el propio al-Mu'tamid para conjurar la amenaza del rey Alfonso VI, que había conquistado Toledo en 1085.
Al Mutamid fue el último rey abadí; fue vencido por los almorávides en 1091 y murió desterrado en 1095.
Banu Harún (en árabe, ﺑﻨﻮ هارون), fue una importante familia muladí, la de los cadíes de la ciudad de Faro. Sus dominios se hallaban en el oriente del Algarve en el siglo XI, período de su mayor protagonismo político, cuando la parte occidental de esta región pertenecía a la Taifa de Santa María del Algarve desde 1018, de cuyos señores eran descendientes, hasta que la misma fue anexionada por la Taifa de Sevilla en 1051. Descendían de Harún.
Tras rendirse pacíficamente a los conquistadores musulmanes, su posición y sus bienes fueron respetados. Sus descendientes quedarán como una familia de la élite regional, conservando su caidaría hasta la conquista del Reino del Algarve por el Reino de Portugal en 1249. La familia Banu Harún permaneció en sus posesiones del Algarve al menos hasta el Edicto de Expulsión de 6 de diciembre de 1496, desconociéndose si se convirtió al cristianismo o emigró al Norte de África.
Un miembro de esta familia, Madragana Ben Aloandro, fue amante de Alfonso III de Portugal, con el que tuvo un hijo y una hija. El hijo fue nombrado en 1302 por su hermanastro Dionisio I de Portugal, cadí de los Moros de Faro.
Banu Qasi, Beni Casi o Banu Musa (en árabe, بنو قسي ) El clan del tercer reino hispano, fue una importante familia muladí cuyos dominios se situaron en el valle medio del Ebroentre los siglos VIII y X, durante la pertenencia de esta región a la Hispania musulmana. Descendían del conde Casio, un noble visigodo que gobernaba la región del norte de España comprendida aproximadamente entre Tudela, Tarazona, Ejea de los Caballeros y Nájera. El personaje que da origen al linaje se ha creído ver en un conde hispanogodo llamado Casio, que al producirse la conquista musulmana del reino visigodo, se convirtió al Islam y se hizo vasallo de los Omeyasa cambio de poder conservar sus dominios (hacia el año 713). De ahí el nombre de la familia, Banu Qasi: ‘hijos de Casio’.
Dinastía gobernante
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Mapa de la Península Ibérica a comienzos del siglo X, con la máxima influencia de los Banu Qasi. | ||||
Capital | Tudela (714-802; 886-898) Zaragoza (802-886; 898-927) | |||
Idioma principal | Árabe andalusí | |||
Otros idiomas | Mozárabe, Euskera | |||
Religión | Islam | |||
Gobierno | Principado | |||
Título de líder | Líderes | |||
• 713/714 - 715 | Conde Casio | |||
• 715 - 740 | Fortún ibn Qasi | |||
• 740 - 789 | Musa ibn Fortún | |||
• 789 - 862 | Musa ibn Musa | |||
• 862 - 875 | Lubb ibn Musa | |||
• 875 - 898 | Muhammad ibn Lubb | |||
• 898 - 907 | Lubb ibn Muhammad ibn Lubb | |||
• 907 - 929 | Muhammad ibn Abd Allah | |||
Período histórico | Alta Edad Media | |||
• | 714 | |||
• | 929 |
Origen y territorio[editar]
La familia descendía de un señor cuasifeudal de la época visigoda, el conde Casio.1 Este estaba al mando de guarniciones fronterizas con los territorios de los vascones.2 La feudalización visigoda estaba tan avanzada que Casio pudo legar las plazas a su mando a su descendencia, tras pactar con los invasores musulmanes y convertirse al islam.3 El núcleo de estos territorios se encontraba en la ribera del Ebro e incluía las poblaciones de Tudela, Arnedo, Calahorra, Valtierra, Viguera y quizá Olite y Alfaro.4 El centro principal de la familia fue Arnedo y Nájera y Grañón se hallaban en los límites noroccidentales de sus tierras.5 Casi todas sus plazas se encontraban ubicadas a lo largo de dos calzadas de origen romano: la que unía Tarazona y Briviesca y la que seguía el valle del Iregua.6
Un expedición del emir Abderramán I en el 781 parece que tuvo como destino sus tierras.7
Crecimiento del clan[editar]
El carácter fronterizo hacía que la Marca Superior fuera el escenario de la lucha entre francos y andalusíes por delimitar sus dominios en esta región limítrofe, resultando de ello continuos cambios de alianzas de las que salieron reforzados los Banu Qasi, hasta el punto de que llegaron a ser la dinastía hegemónica en la zona a mediados del siglo IX. Todo lo cual se vio confirmado con el nombramiento en el año 852, por parte del recientemente proclamado emir Mohamed I, de Musa ibn Musa (Musa I) como gobernador de la importante Arnedo —centro del poder de la familia— Tudela y, después, Zaragoza.5 Tras conquistar Zaragoza, Musa ibn Musa se traslada a ella y pasa a ser la nueva capital de los Banu Qasi.
El clan había acrecentado su poder durante el siglo VIII gracias al apoyo que prestaron a los emires de Córdobaen las luchas internas entre árabes y bereberes, que fueron frecuentes durante los años que siguieron a la conquista. En esta época destaca Musa ibn Fortún (nieto del conde visigodo). En su poder se encuentra la parte superior del valle del Ebro (Ejea, Tudela, Tarazona, Borja, Arnedo...). Proporciona su apoyo al emir Hisham Icontra el levantamiento de Said ibn al-Husayn en el valle del Ebro (concretamente en la zona de Tortosa) al que combatió y mató. Después marchó sobre Zaragoza de la que se apoderó. Fue muerto a su vez por un liberto de Al-Husayn. No obstante, el emir premió a Musa I con el nombramiento de su hijo Mutarrif como gobernador de Pamplona.8 Este fue asesinado en la ciudad en el 799.9
Los Banu Qasi mantuvieron en una primera etapa buenas relaciones con sus vecinos los cristianos de Pamplonadebido al matrimonio en segundas nupcias de Onneca (casada anteriormente con el vascón Íñigo Jiménez y madre de Íñigo Íñiguez, que más tarde sería el primer rey de Pamplona) con Musa ibn Fortún. Este matrimonio tuvo lugar hacia el año 784. De esta unión nació Musa ibn Musa, el cual era, por tanto, hermano de madre de Íñigo Íñiguez, conocido posteriormente como Íñigo Arista, primer rey de Pamplona.2 Los vínculos familiares quedaron reforzados más adelante con el matrimonio de Assona (hija de Íñigo Arista) con su tío Musa ibn Musa. La estrecha alianza entre los Banu Qasi y los Arista duró hasta el arrumbamiento de esta última por la dinastía Jimena en el 905.2
Musa el Grande[editar]
La familia alcanzó el cenit de su poder con Musa ibn Musa, Musa el Grande. Durante su vida se acrecentó la tendencia a la autonomía de los Banu Qasi, llegando a aliarse con los reyes cristianos de Navarra, la dinastía Arista-Íñiga,2 en contra del emir de Córdoba, Abderramán II, en 843. Hasta mediados de siglo, los ejércitos del emir organizan frecuentes expediciones de castigo contra Musa. No obstante, a mediados de siglo, reconciliado de nuevo con el emir, y como gobernador de Tudela, participa en los esfuerzos emirales contra los cristianos.
Musa derrota a los cristianos en la batalla de Albelda (851), accediendo a la década de mayor grandeza e influencia de la familia. Incluso, como gobernador de Tudela se hace llamar “tercer rey de España” (junto con los de Asturias y Córdoba). En 852 gobierna sobre las tierras de Tudela, Zaragoza y quizás Calatayud y Darocahasta Calamocha. Es nombrado gobernador de la Marca Superior, interviene en Huesca e instala a su hijo, Lope ibn Musa, en Toledo como gobernador. En el 860, el emir cordobés le retiró el gobierno de Tudela.10
Tras su muerte en el 862, y tras una nueva rebelión de los hijos de Musa contra Córdoba, los omeyas prestaron su apoyo a linajes árabes rivales de los Banu Qasi, como los tuyibíes, que en el primer cuarto del siglo xocuparon la posición de poder que los Banu Qasi habían alcanzado anteriormente en el valle del Ebro.11 A principios de ese mismo siglo, Muhammad ben Lubb, miembro de la familia, poseía diversas plazas en el prepirineo: Monzón, Balaguer, Calasanz, Ayera y Barbastro.12 Ante la creciente hostilidad de los soberanos pamploneses, fortificó diversas plazas: Nájera, Viguera, Caparroso y Falces.10
En julio del 914, el señor de Tudela, Abdala ben Muhammad ben Lubb arrebató a Sancho Garcés de Pamplona Calahorra, que quizás poseyese desde el 907.13 En el 915, sin embargo, Sancho Garcés se tomó la revancha invadiendo las tierras tudelanas, apresando a Ben Lubb y matando a muchos de sus soldados en las Bardenas Reales.14 Para obtener su libertad, el hermano del cautivo, Mutarrif, cedió al rey pamplonés Falces y Caparroso.1415 A los dos meses de concluir su cautiverio, Abdala falleció, envenenado por Sancho Garcés.14 En el 916, el hijo de Abdala asesinó a su tío Mutarrif, lo que sumió a la familia en una serie de luchas intestinas.14
Muhammad Abdala ben Muhammad ben Lubb, hijo del envenenado por Sancho Garcés y nuevo señor de Tudela, volvió a recuperar Calahorra de los navarros en el 920, durante la campaña de Abderramán III, que obligó a Sancho Garcés a abandonar la plaza.16 Participó en la campaña del califa cordobés.17 Por entonces dominaba también las localidades de Viguera, muy hostigada por los navarros, y Nájera.18 Al tratar de aprovechar las victorias cordobesas para invadir el reino de Pamplona, fue derrotado y hecho cautivo por las fuerzas cristianas que defendían el reino, acaudilladas por el rey Ordoño de León.17 En vano se había refugiado en Viguera, cuya fortaleza tuvo que capitular.17 Fue liberado en el 923, pero sus propios soldados, sobornados por el rey navarro, lo asesinaron.17 Su temeraria invasión supuso un desastre para los Banu Qasi: perdieron Viguera, Valtierra y Nájera e incluso la propia Tudela.176 Los tuyibíes arrebataron esta última a los navarros, que cedieron poco después al ejército califal que acudió a defender la frontera.17 En el 924, los Banu Qasi ya habían perdido también Calahorra, que fue atacada junto con Falces por los cordobeses en la gran campaña del 924.
Los benimerines
En 1.269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, los Banu Marin (benimerines para los castellanos).
Los benimerines eran una tribu nómada bereber del desierto que se ve empujada hacia el oeste con la llegada de los invasores Hilali. Se asientan en el noreste del Magreb en la época en que Fernando III se prepara para ocupar Córdoba y dar por finalizada la reconquista y en que la inquisición comienza a perseguir a musulmanes y judíos. Los benimerines comienzan la yihad (guerra santa), con ayuda de mercenarios cristianos, contra los almohades. Al tomar Fez en agosto de 1.248, su jefe Abu Yahya establece la dinastía Marinida.
Desde su capital en Fez, llegaron por el este hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez.
Mohamed II rey de Granada pidió ayuda de los benimerines. Las tropas del sultán Abu Yusuf desembarcaron en Tarifa el 13 de mayo de 1.275 convirtiéndola en su base de operaciones desde donde saquearon los campos próximos a Jerez de la Frontera entre mayo y julio. Entre agosto y septiembre los benimerines dirigidos por el sultán saquearon las tierras de Sevilla, Córdoba y Jaén; y a su vuelta sorprendieron al adelantado de la frontera en Écija, Nuño González de Lara el Bueno, que fue muerto en batalla. Cuando Fernado el hijo mayor de Alfonso X intentó detener la ofensiva, cayó enfermo y murió el 5 de agosto de 1.275. Su ambicioso y decidido hermano menor el infante Sancho (Futuro Sancho IV el Bravo), vió llegada su oportunidad y comenzó a actuar como heredero, en perjuicio de los derechos del infante Juan, a quien su padre había tratado de legar los reinos de Badajoz y Sevilla. Reunió un gran ejército y marchó contra los benimerines. Abu Yusuf volvió a saquear los campos de Sevilla y Jerez antes de retirarse, tras conocer que un ejército castellano al mando del infante Sancho se dirigía a su encuentro. Regresó a Marruecos a finales de 1.276. Ese mismo año recibió de los nazaríes la población de Algeciras.
En 1.279 se entrevistaron Alfonso X y Abu Yusuf en la ciudad de Algeciras para concretar una alianza militar contra Granada. Las tropas castellanas asolaron la Vega de Granada hasta su derrota en el desastre de Moclín en 1280 donde el maestre de Santiago, Gonzalo Ruiz Girón encontró la muerte junto con 2.800 soldados. Los benimerines atacaron la serranía malagueña, poniendo sitio a Ronda y ocupando Cártama, Fuengirola, Coín y Estepona. La paz se alcanzó en 1.281 siendo devueltas las poblaciones a los nazaríes.
La sublevación del infante Sancho contra su padre el rey Alfonso X en 1.282, fue aprovechada por los nazaríes para concretar una alianza con el díscolo infante. Sin embargo las fuerzas combinadas lo cercan en Córdoba y saquean las tierras de Jaén (1282). La siguiente campaña (abril-mayo de 1283) permitió a los benimerines hacerse con las poblaciones de Coín, Cártama, Estepona y Fuengirola; al tiempo que ponían sitio a Málaga. Muhammad II aprovechó la situación para acercarse al hijo de Abu Yusuf, Abu Yaqub, para que intercediera ante su padre para negociar una paz. La acción tuvo éxito y ese año se firmó una alianza, con ello los benimerines rompieron su alianza con Castilla y saquearon las tierras de Sevilla, Carmona, Écija y sometieron a asedio a Jerez. Ese mismo año Granada firmaba una alianza con la corona de Aragón.
Con la muerte de Abu Yusuf en 1286 le sucedió su hijo Abu Yaqub quien devolvió las plazas conquistadas a Muhammed II, salvo Algeciras, Tarifa y Ronda, y firmó la paz con Castilla. En 1291 Jaime II ponen fin a la enemistad con Castilla y firma el Tratado de Monteagudo que garantizaba seguir la guerra contra los musulmanes. La situación cambia nuevamente cuando los benimerines rompieron la tregua, Sancho IV y Muhammed II firmaron una nueva alianza por el deseo del granadino de obtener las plazas en el Estrecho en manos norteafricanas.
El rey Sancho IV de Castilla dirigió en persona el asedio a Tarifa. La lucha fue muy dura y en ella participó heroicamente su hermano, el Infante Juan de Castilla; durante uno de los asaltos éste fue gravemente herido en la cara por azufre hirviendo. Finalmente, el 21 septiembre de 1.292 los castellanos consiguieron forzar su entrada por un postigo de la parte este de la fortaleza, que a partir de entonces se llamó “de Santiago”.
El rey Sancho IV había prometido devolver Tarifa a los nazaríes, a cambio de que estos le ayudaran a conquistar Algeciras y otras plazas; pero una vez la fortaleza estuvo en su poder el rey de Castilla cambió de opinión, incumpliendo el compromiso.
Ante el incumplimiento del pacto los granadinos respondieron recuperando su alianza con los benimerines. El rey le encomendó la defensa de Tarifa a los caballeros de la Orden de Santiago. En julio de 1.293 el rey Sancho nombró alcaide de Tarifa a Alonso Pérez de Guzmán conocido como Guamán el Bueno, buen conocedor de los benimerines ya que había combatido a su servicio en África.
El infante Juan conspiró contra su hermano, por lo que acabó teniendo que exiliarse en Portugal. De allí Juan pasaría a Tánger, donde se puso al servicio del sultán benimerín. En su periplo por reinos extranjeros Juan llevaba consigo a Pedro Pérez de Guzmán, segundo hijo del alcaide de Tarifa.
En 1.294 el infante Juan acompañó a volvió a la Península con las fuerzas del sultán Abu Yaqub para organizar el asedio de Tarifa, pero en esta ocasión a favor de los musulmanes granadinos y marroquíes.
El infante intentó convencer al alcaide Alonso Pérez de Guzmán para que entregara la plaza y el alcaide se negó. El infante Juan, aprovechándose de que tenía en su poder a Pedro, el segundo hijo del alcaide, le amenazó con matarlo si no entregaba la plaza.
Desde lo alto de la torre albarrana Pérez de Guzmán le respondió que podían matar a su hijo y a otros cinco más si es que los hubiera tenido, pues en ningún casi le entregaría el castillo. Y se ha escrito que a continuación les gritó: “Si no tenéis un arma para consumar la iniquidad ahí tenéis la mía” lanzándoles su daga. Los sitiadores allí mismo degollaron a Pedro ante la mirada de su padre.
Batalla del Estrecho
Muhammad II había conseguido hacerse fuerte frente a Castilla, aliándose con Aragón y con los benimerines, pero la expansión aragonesa por el reino de Murcia (1296-1300) no sentó bien en Granada. El miedo a tener dos vecinos poderosos llevó al emir nazarí Muhammad III a firmar un nuevo tratado con Castilla (1.303), convirtiéndose en vasallo del rey Fernando IV.
En 1.308 los reinos de Castilla y Aragón acordaron en el tratado de Alcalá de Henares iniciar la guerra contra Granada. Se aprobó con la anuencia de ambas partes que las tropas del reino de Castilla y León atacarían las plazas de Algeciras y Gibraltar, mientras que los aragoneses conquistarían la ciudad de Almería. En 1.309, mediante el tratado de Fez, se unió a esta coalición el sultán benimerín, interesado en recuperar Ceuta. Las operaciones se iniciaron ese mismo año cuando la flota aragonesa de Jaime II atacó Almería, mientras los benimerines, con ayuda aragonesa recuperaban Ceuta, que se rebeló contra el dominio nazarí. Las tropas castellanas, por su parte, emprendieron el sitio de Algeciras.
La situación en las fronteras nazaríes hizo que una facción nobiliaria destronara al emir Muhammad III y proclamara a su hermano Nasr emir. Rápidamente se puso en contacto con los benimerines con los que concretó la paz reconociendo la toma de Ceuta a cambio de la devolución de Ronda y Algeciras, todavía bajo asedio cristiano. La ruptura del acuerdo tripartito hizo que fracasaran tanto el asedio a Almería como a Algeciras (el infante Juan de Castilla desertó del asedio por disputas con su sobrino el rey), que fueron levantados en 1.310, los castellanos solo pudieron tomar Gibraltar. La Tregua de 1310 significó la paz entre los contendientes, a la vez que obligaba a Granada a pagar 11.000 doblas en concepto de parias, devolver algunas plazas en la frontera jiennense y aseguraba la soberanía nazarí sobre Algeciras y Ronda. La tregua generó descontento entre ciertas facciones nobiliarias, que encabezadas por Abu Said, Faray, primo de Muhammad II, destronaron a Nasr en favor de Ismail I, hijo de Faray, en 1.314.
La situación de tregua fue rota en 1.314 cuando los castellanos intervinieron en favor de Nasr, refugiado en Guadix, sin embargo los nazaríes de Ismail contaron con la ayuda de Yahya b. al Azafi, señor de Ceuta, que logró derrotar a una escuadra castellana en 1316 y sitiar Gibraltar en 1.317, aunque no logró tomarla. Los castellanos, dirigidos por el infante Pedro de Castilla, tutor del rey Alfonso XI que era menor de edad, emprenden una campaña en la frontera del reino de Jaén logrando tomar varias plazas como Cambil (1.316) y Belmez de la Moraleda en 1.317.
Batalla de Teba (1.330)
La situación anárquica que se vivía en Castilla durante las últimas décadas fue dando paso al afianzamiento del poder monárquico durante el reinado de Alfonso XI. El monarca combinará la coacción con la persuasión, logró poner fin a la alta independencia que habían ganado las ciudades y las Cortes, al igual que logró meter en cintura a la nobleza y enfocar sus ánimos a la conquista de Granada.
Alfonso XI decide reemprender la conquista en Andalucía, en 1.328. Por estos tiempos hay interés por parte del monarca de Aragón, Alfonso IV, de iniciar una cruzada conjunta de los reinos cristianos contra Granada.
Los castellanos habían atacado el sector occidental de la frontera granadina con acometidas constantes, que consiguieron tomar plazas significativas como Olvera, Pruna y Torre Alháquime, y en agosto de 1.330 comenzaron el asedio asedio de la fortaleza de Teba.
Tan sólo una semana después se presentó desde Granada el general Ozmín. Éste, con su real plantado en el cercano castillo del Turón, se dedicó, desde el preciso momento de su llegada, a hostigar reiteradamente a las tropas comandadas por Alfonso XI, las cuales tuvieron sensibles pérdidas y sufrieron una general desmoralización.
Junto a las fuerzas castellanas se encontraba el noble escoces Sir James Douglas, que se dirigía a Tierra Santa con otros seis caballeros y veintiséis escuderos, portando el corazón embalsamado del rey escocés Roberto I de Bruce. Tras la caída de Acre en 1.291, resultaba imposible llegar a Tierra Santa. Enterado de que el Papa había señalado a Al-Andalus como tierra de Cruzada, se dirigió a Castilla para participar en la misma.
Las escaramuzas granadinas siguieron durante varios días sin que los cristianos pudieran entrar en confrontación directa contra sus enemigos, tal como deseaban. Finalmente Ozmín se la jugó cuando, esperando poder asaltar el campamento cristiano, dividió su ejército en dos. Una parte atacaría junto al río Guadalteba en una estratagema que pretendía distraer las fuerzas del campamento castellano, mientras que la parte principal asaltaría el campamente una vez que hubiesen iniciado la persecución. No obstante Alfonso XI fue consciente de la estrategia y mandó a Pedro Hernández, con hombres a caballo y a pie, a luchar al rio. El rey permaneció en el real, armado y con sus huestes montadas.
Cuando las tropas cristianas pusieron en fuga a los musulmanes del río, Ozmín lanzó su ataque al campamento y se encontró la sorpresa que Alfonso XI le tenía preparada. Ozmín fue derrotado en el Real y huyó. Alfonso XI temió porque las tropas de Pedro Hernández, que habían seguido a los fugitivos hasta Turón, quedasen atrapadas en una pinza, envió a Rodrigo Álvarez de Asturias con dos mil caballeros a socorrerlo. Así saquearon el campamento musulmán de Turón.
Ozmín derrotado, intentó un último esfuerzo para que las tropas del castillo no se desanimaran. Con el resto de sus fuerzas fue al río, quinientos caballeros cristianos le salieron a pie al paso sin mandato del rey. Ozmín le aplico el tornafuye y mató a unos cincuenta, no fueron más por la intervención de los caballeros que el rey mandó. Frente a frente quedaron los ejércitos, cada uno a un lado del río, sin embargo ninguno atacó. Los musulmanes se retiraron por la noche.
Durante la persecución de los musulmanes se produjo la muerte de Sir James Douglas, al parecer, el deceso del noble se produjo cuando éste y algunos de sus soldados cayeron en la famosa táctica bereber conocida como karr wa-farr por los musulmanes o torna e fuye por los cristianos, en la que los que huían daban la vuelta envolviendo y masacrando a los perseguidores. Douglas, desconocedor del modo de lucha de los enemigos, vió a uno de sus caballeros rodeado por un grupo de musulmanes que habían dado la vuelta y trató de prestarle ayuda, pero pronto se encontró a sí mismo rodeado igualmente de enemigo, casi todos sus hombres resultaron muertos en la batalla. Su cuerpo y el relicario conteniendo el corazón embalsamado de Bruce se encontraron juntos en el campo y cuando el rey nazarí Muhammed IV supo que pertenecía al rey escocés, envió los cuerpos de Douglas y sus hombres a Alfonso XI con una guardia de honor. Fueron llevados a Escocia por los escoceses supervivientes.
Alfonso XI ordenó atacar la villa con los ingenios, manteniendo las tropas en el real por si había un ataque musulmán. Viendo que este no se producía, ordenó el ataque total al castillo. Por una brecha abierta en el muro entraron los cristianos y ferozmente se defendieron los moros. Dura fue la batalla, los moros fatigados fueron a pedir merced al rey. Le ofrecieron rendir el castillo, con armas y pan, si les dejaba marchar. Alfonso XI aceptó. Así se produjo la conquista de Teba.
Como consecuencia de la derrota granadina, y de la muerte del general Ozmín, el 19 de febrero de 1.331, se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias al rey castellano por parte del emir granadino.
Batalla del Salado o de Tarifa (1.340)
En 1.329, benimerines y granadinos atacaron de nuevo a los castellanos, a quienes derrotaron tomando Algeciras. Desde su base en Algeciras, los musulmanes sitiaron Gibraltar (ocupada por los cristianos en 1.309, precisamente como medida preventiva ante las invasiones merinines) y la reconquistaron en 1333. La flota castellana del Estrecho, capitaneada por el almirante Alonso Jofre Tenorio, no era lo suficientemente poderosa como para detener el constante flujo de tropas musulmanas hacia la Península, por lo que Alfonso XI de Castilla solicitó apoyo naval a la corona de Aragón. Ésta accedió a enviar en 1.339 una flota de guerra mandada por Jofre Gilabert, pero tras una operación en Algeciras, el almirante aragonés resultó herido por una flecha y su flota se dispersó. Siguió entonces un ataque de los benimerines contra la escuadra castellana, con un resultado catastrófico para ésta: todos los barcos menos cinco que pudieron refugiarse en Cartagena, fueron destruidos por los musulmanes y el alirante Tenorio hecho prisionero y decapitado. Castilla quedaba así abierta a una nueva invasión norteafricana.
Esta derrota supuso un severo golpe para los cristianos, pues permitió a los musulmanes desembarcar en el sur de la Península y, a su vez, enviar a tierras españolas todos los refuerzos que desearon sin ninguna oposición.
Lejos de detenerse, los benimerines aumentaron su poder aliándose con el reino nazarí de Granada y, a mediados de septiembre, iniciaron la marcha hacia la ciudad cristiana de Tarifa, la cual sitiaron.
El rey de Castilla Alfonso XI el Justo, llamó en ayuda a los reinos cristianos, solo Portugal cuyo rey Alfonso IV respondió entonces positivamente y mandó una flota a Cádiz a las órdenes del marino genovés Manuel Pezagno, que se unió a un contingente de 12 naves aragonesas que ya se encontraban ancladas allí, la corona de Aragón también colaboró con una flota de galeras al mando del almirante Pedro de Moncada, aunque su presencia fue casi testimonial ya que no intervino directamente en la batalla. Cuanto a las fuerzas terrestres Portugal se unió a la cruzada aportando 1.000 jinetes y unos miles de peones con el rey a la cabeza. Alfonso reunió sus fuerzas en Sevilla, 14.000 jinetes y 25.000 peones, partiendo en septiembre para socorrer Tarifa. Frente a ellos el doble de fuerzas entre nazaríes y benimerines. El 29 de octubre de 1.340 ambos ejércitos se encuentran cerca de Tarifa, separados por un pequeño rio: el Salado o Sado en portugués.
Los musulmanes decidieron quemar sus máquinas de asedio para evitar que fueran capturadas y, tras dividir sus tropas en dos campamentos, se posicionaron para plantar cara a las fuerzas combinadas. Por su parte, Alfonso XI sorprendió a sus enemigos al lograr que 5.000 de sus hombres (4.000 infantes y 1.000 jinetes) rompieran de improviso el cerco que había alrededor de la ciudad y entraran en Tarifa para reforzar a sus extenuados defensores.
Abu-l-Hassán desechó la propuesta castellana de librar la contienda en las inmediaciones de la laguna de La Janda, al norte de Tarifa, cerca de Barbate, y prefirió el terreno irregular de cerros, bosques y playas más cercano a Algeciras (en poder musulmán) para de este modo asegurarse la huida en caso de derrota.
Los benimerines disponían casi el doble de efectivos que los cristianos, se situaron en una zona elevada en la margen izquierda del río Salado, con un frente de unos 5 km, desplegaron de la siguiente manera:
- En el centro (alqab) el rey de Túnez, Abu al Hassan, formando una sólida falange.
- En el ala (ayanahaim) izquierda, bajo el mando de su hijo, Aben Omar, caballería magrebí.
- En el ala (ayanahaim) derecha, bajo el mando de Yusuf I rey de los granadinos, la caballería nazarí.
- A retaguardia (sasaca) la caballería magrebí en 5 destacamentos detrás del centro.
Los cristianos disponían de unos 17.000 efectivos, de los que 8.000 eran jinetes, y desplegaron en tres líneas.
- En la delantera o vanguardia iba don Fadrique Alonso de Castilla hijo bastardo del rey con otros bastardos y órdenes militares de Calatrava y Santiago.
- En la medianera o centro Alfonso XI con sus nobles y los concejos andaluces y leoneses y los obispos de Castilla.
- En la zaga o retaguardia Alonso Aguilar con sus mesnadas y fuerzas de Córdoba.
- En la costalera o ala izquierda los el infante don Juan con los portugueses, reforzados por las milicias concejiles de Castilla, se situó frente a Yusuf I.
- En costalera o ala derecha Pero Nicho con los norteños vascos, asturianos y cántabros.
- La costa estaba protegida por don Alonso Ortiz con las armadas de Castilla y Aragón.
Alfonso XI esperó a que el sol no fuera tan molesto para empezar la batalla. Tuvo suerte porque ese día, lunes 30 de octubre de 1.340, el fuerte viento de Levante no sopló y ello facilitó los planes cristianos. La batalla la iniciaron los castellanos, la vanguardia o delantera cruzó el río e inició una carga que desbarató caballería pesada de al Hassan, pero los jinetes una vez roto el centro no giraron para atacar las alas sino que se dedicaron a saquear el campo agareno. Arrasaron el campamento de Abu-al-Hassán matando a sus mujeres, entre ellas a Fátima, su favorita, y apoderándose de todas las riquezas. El rey castellano, disgustado, ordenó perseguir a los saqueadores dentro y fuera del reino y que se devolviera el botín.
Alfonso tuvo más problemas, al disponer de menos efectivos, sus flancos quedaron al descubierto, y fueron rodeados por las alas (ayanahaim) benimerines. Cientos de ellos se arremolinan ante el rey y los suyos. Se entabló una lucha feroz, en la que el valeroso rey de Castilla acudió a los puntos de mayor peligro. El ataque de la zaga o reserva evitó que el rey fuese muerto y estableció la situación.
En el punto culminante los defensores de Tarifa salieron y atacaron la retaguardia musulmana, al mismo tiempo las órdenes de Santiago y Calatrava volvieron al campo y se enfrentaron a la caballería magrebí.
Atrapados entre dos fuerzas, los mahometanos supieron al instante que la contienda estaba perdida, por lo que iniciaron una retirada caótica que acabó con muchos de ellos ahogados en la playa. Finalmente, y ante la huida masiva, los castellanos y lusos destrozaron los campamentos enemigos, donde hallaron inmensos tesoros.
La victoria fue total. Las naves genovesas y aragonesas liberaron a la guarnición de Tarifa por mar mientras y los ejércitos de los dos Alfonsos persiguieron a sus enemigos.
Nunca más volverán los musulmanes a cruzar el estrecho con esa fuerza y en ese número. En pocos años los castellanos se apoderaron de Algeciras y Gibraltar, aislando a al reino de Granada del norte de África.
Batalla de Antequera (1.410)
En Mayo de 1.408, había fallecido el rey moro de Granada Muhammad VII, quien tenía establecida una tregua con el Rey de Castilla Enrique III; tregua que, sin embargo aquél había quebrantado al asaltar por sorpresa en 1.405, la fortaleza de Ayamonte (o Aymonte) cercana a Olvera y posteriormente, su hermano y sucesor Yusuf III que fue elevado al trono granadino desde los calabozos del castillo de Salobreña, donde su hermano lo tenía confinado, sin previa ruptura de tregua, atacó el castillo de Priego, tomándolo y asesinando a la guarnición que ya había capitulado. Este inicuo proceder enardeció el ánimo del infante Don Fernando de Castlla, regente de Juan II de Castilla, por lo qué, considerando rota la tregua con el rey de Granada, se dispuso a hacerle la guerra, estimando que había llegado el momento de emprender una gran campaña contra los nazaríes.
En los primeros días del mes de abril de 1.410, el infante Don Fernando estableció su real en el alcázar de Córdoba, donde convocó a Consejo a sus nobles y capitanes, para definir el objetivo de la campaña. Reunido éste, opinaron unos que la plaza a conquistar debía ser Baza, por ser tierra llana y mas fácil su ataque; otros, que fuese Gibraltar, ya que podría atacarse también por mar con el apoyo de la flota castellana; otros, en fin, que Ronda, por su indudable importancia estratégica; sin embargo, el Infante, con una clara visión de futuro se decidió por Antequera, al estar situada esta importante plaza en el centro de la frontera y cuya posesión sería de gran valor y utilidad para ulteriores operaciones. Mientras deliveraban, se recibió la noticia de la caída de Zahara a manos de los granadinos, que mataron a 114 hombres y se llevaron cautivos a las mujeres y los niños. La fortaleza había resistido defendida tan solo por 20 hombres.
El 21 de abril de 1.410, salió de Córdoba Don Fernando con su ejército, sobrepasando Écija al día siguiente y reanudando su marcha, plantó su real en Alhonoz, ya en término de Estepa, aunque esperaron a que pasaran las lluvias primaverales y a reunier tropas y equipamiento que venían de Sevilla. Sin embargo, el infante Fernando, deseoso de una victoria répida que hiciera aumentar su fama, no atendió a razones y partió de inmediato a Antequera, aunque estaba lloviendo diciendo la famosa frase ”Partimos, señores; crucemos el río; sálganos el sol por Antequera… y sea lo que Dios quiera”.
Llegó a antequera el 26 de abril. Su ejército estaba compuesto según las fuentes “hasta dos mil é quinientos hombres de armas, é mil ginetes, é hasta diez mil peones” 2.500 hombes de armas o caballeros, 1.000 jinetes y 10.000 peones. A continuación procedió a asediar la ciudad.
Para poner fin al asedio antes de que los cristianos se atrincheraran, el rey Yusuf III de Granada movilizó con rapidez 5.000 jinetes y los 80.000 peones que, dirigidos por los infantes Sidi Alí y Sidi Hamet, llegaron a Archidona la tarde del 4 de mayo.
Al día siguiente se aproximaron a Antequera, produciéndose varias escaramuzas, y el día 6 de mayo se produjo una cruenta batalla en el paraje conocido como “La Boca del Asno” al cargar los infantes granadinos sobre las posiciones cristianas en la sierra de la Rábida, comandadas por el entonces obispo de Palencia, Sancho de Rojas.
La batalla estuvo indecisa hasta que llegó el infante Fernando con el grueso de su ejército, poniendo al enemigo en desbandada. Murieron 15.000 musulmanes y tan solo 120 cristianos,entre los que se encontraba don Lope Ortiz de Estúñiga, Alcaide Mayor de Sevilla. Las tropas prefirieron dedicarse a robar los cadáveres y saquear el campamento granadino en lugar de perseguir a los vencidos. Tras el desastre, el emir granadino intentó concertar la paz a través de su embajador, Zayd Al-Amín, pero el regente castellano se negó, determinado como estaba a obtener una gran victoria que le abriera las puertas del trono aragonés.
Encargó don Fernando al tal Juan Gutiérrez de Sevilla que ya habia construido otras para la guerra con Portugal, la construcción, a la mayor urgencia, de dos bastidas (torres de asalto con ruedas). Las bastidas y máquinas de asalto recién construidas, fueron transportadas con un convoy de 360 carretas, escoltado por 1.200 hombres de a pie. El 12 de mayo por fin llegó el equipo de asedio, comenzando una frenética actividad. Tras algunos retrasos, el asalto general tuvo lugar el 27 de junio, pero fue un fracaso: las escalas resultaron ser demasiado cortas para las murallas de Antequera y los defensores lograron quemar una bastida.
Para entretener a las tropas mientras se renovaba el equipo de asedio y mantener al enemigo a raya, el infante Fernando emprendió una serie de correrías por los alrededores de Antequera: se hizo una incursión a Loja y otra a Ronda, que resultó en una derrota y fue vengada poco despues al desbaratar una celada de los moros de Ronda. El 11 de julio se envió una poderosa cabalgada que durante cinco días causó estragos por tierras de Málaga, derrotando a las tropas que salieron a su encuentro. Entretanto, en la frontera de Jaén, Alonso Fernández de Córdoba derrotó a fuerzas muy superiores del yerno y visir del rey granadino, Mofarrax, en la batalla de Montefrío, dando muerte al comandante nazarí y tomando su pendón.
El emir de Granada pidió de nuevo la paz, enviando de nuevo a Zayd Al-Amín, pero Fernando le exigió unas condiciones leoninas que fueron rechazadas.
El 2 de septiembre los sitiadores lograron privar a la ciudad de su abastecimiento de agua.
Se ideó una estratagema. Desde lo alto de las bastidas, los cristianos comenzaron a disparar contra los guardias que oteaban en lo alto de las torres, hasta que los defensores dejaron de guarnecerlas para evitar las numerosas bajas. Aprovechando la ocasión, la noche del 16 de septiembre varios soldados cristianos se descolgaron desde una bastida hasta la torre más expuesta y la tomaron. Comenzó entonces una feroz lucha cuerpo a cuerpo en la villa que obligó a los defensores a retirarse a la alcazaba, donde pidieron negociar la entrega de la fortaleza a cambio de sus vidas, familias y bienes. Se acordó respetar sus vidas y bienes y permitirles retirarse a Archidona, para lo cual se les prestaron 1.000 bestias de carga. El 24 de septiembre salieron 895 hombres con 770 mujeres y 863 niños.
Los benimerines propusieron una alianza contra los nazaríes. El 10 de noviembre se acordaron 17 meses de tregua con Granada, ahorrando así 20 millones de maravedíes en mantener el ejército y logrando la liberación de 300 cautivos cristianos.
La batalla de la Higueruela o de Elvira (1.410)
Tras la toma de Antequera, en 1.410, la lucha contra los musulmanes españoles quedó prácticamente paralizada durante los reinados de Juan II y de Enrique IV. Estos dos débiles monarcas, enredados en guerras civiles y dinásticas, apenas inquietaron a los nazaríes granadinos, cuya debilidad era notable a causa de un progresivo aislamiento del mundo musulmán magrebí, de su evidente pequeñez geográfica y de sus disensiones civiles, aún más graves que las castellanas.
Hubo, sin embargo, un momento durante el reinado de Juan II en que pareció que los días de la Granada Nazarí estaban contados. En 1.431, el rey acaba de hacer las paces con los infantes de Aragón, contaba 25 años y, por un momento, se sintió lleno de ardor guerrero y dispuesto a ensanchar su reino a costa del reino musulmán.
El Juan II decidió atacar a los granadinos por lo que el 11 de marzo de 1.431 salió de Palencia hacia Medina del Campo. Las tropas se fueron preparando. Estando en Villa Real (Ciudad Real) conoció la noticia de que Muhammad IX de Granada que tenía prisionero en Salobreña al rey Chiquito lo había mandado ejecutar. El 24 de abril, vísperas de San Marcos, ocurre un terremoto y el rey castellano lo vivió en Ciudad Real.
Poco despues el condestable Don Álvaro de Luna que mandaba la vanguardia con una fuerza de 3.000 jinetes y 5.000 infantes entró en territorio granadino por Alcalá la Real y situó su campamento cerca de Íllora, atacó a los musulmanes, y continuó su campaña por otras tierras granadinas y malagueñas. Los enfrentamientos por el control de Granada entre Muhammad IX y sus oponentes favorecía a los cristianos. Llegó a las puertas de Granada con un mensaje enviando al rey moro invitándole caballerosamente al combate, esperó un día y una noche en un cerro, despues regresó a Antequera.
El rey salió de Córdoba el 13 de junio de 1.431 y espableció su real (campamento) en el castillo de Alvendín, donde esperó al condestable.
Cerca de Alcaudete descansaron y organizaron las tropas, tres ejércitos castellanos se internaron en territorio musulmán, uno en la Vega de Granada; otro en la serranía de Ronda, y el tercero en la zona de Montefrío, un cuarto se quedaría en Alcalá la Real:
Cerca de Alcaudete descansaron y organizaron las tropas, tres ejércitos castellanos se internaron en territorio musulmán, uno en la Vega de Granada; otro en la serranía de Ronda, y el tercero en la zona de Montefrío, un cuarto se quedaría en Alcalá la Real:
- Don Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro, se dirigió con su unidad a los alrededores de Montefrío, donde quemaron mieses, alquerías y bosques.
- Don Diego de Rivera y Don Juan Ramírez de Guzmán, comendador mayor de Calatrava, la serranía de Ronda.
- Don Álvaro de Luna, como máximo mando del ejército, conduciría a la vanguardia del ejército descendiendo la Sierra de Parapanda, en dirección a la Vega de granada, para asentar el real (campamento) castellano en un lugar cercano a la actual Maracena.
- Don Pedro Ponce de León, conde de Medellín, se quedó en Alcalá la Real con la misión de proteger las provisiones que llegasen desde Córdoba, así como mantener seguro el camino de regreso a Castilla.
Así ordenada la fuerza, se puso en movimiento en la mañana del lunes 25 de Junio. Franqueó felizmente Puerto López, entre la sierra de Parapanda y los Montes de Mochín que era la natural división entre las tierras de Granada y Castilla y se detuvo para pasar la noche en la ribera del Cayena, uno de los arroyuelos que afluyen al Río de Mochín, cuya fortaleza no atacó Don Juan, porque estaba muy bien defendida, limitándose a talar las campiñas vecinas y destruir las cortijadas y alquerías de los alrededores.
El ejército principal cuya vanguardia estaba mandada por el condestable Álvaro de Luna, penetró y estableció su real campamento en Moclin, despues en Mallerena y finalmente cerca de Sierra Elvira, a unos 10 km de Granada. Por eso se habla de la batalla de Sierra Elvira, aunque sea más conocida como batalla de la Higueruela, por haber sido una higuera lo único que quedo vivo sobre el campo de batalla tras el feroz encuentro, el campo de batalla estaría situado entre las estribaciones de sierra Elvira y el río Genil, en el que hay un estrechamiento de 2 km.
Cuando estaban asentando los reales, se presentó la caballería musulmana, entrando en combate con la vanguardia mandada por don Álvaro de Luna, acudiendo en su ayuda Pedro de Velasco, conde de Haro que los pusieron en fuga.
El 28 de Junio, don Juan dispuso que se asentase el real junto a la Alcarria-Alforra, en un cerro situado por encima de Pinos Puente. Los artilleros cristianos, al mando de Juan de Silva y del conde de Cifuentes, derribaron la torre de Pinos Puente asegurando la retaguardia y el avance del real a las faldas de Sierra Elvira. El mismo día, fue atacada y capturada por los castellanos la Torre de Pinos, que defendía el puente de acceso a dicha villa.
El 29 de junio comienzan las escaramuzas con los musulmanes. En este momento aparece en el campamento cristiano un infante moro llamado Benalmao, hijo de Mahomed, que por derecho tras la muerte del Chiquito era el verdadero rey de Granada, y fue recibido por Juan II. El motivo de su visita al campamento cristiano era solicitar el apoyo de los cristianos para conseguir el trono de Granada.
El campamento se trasladó al pago de Marachuchit, cerca de Elvira y se instaló con su correspondiente palenque (empalizada) entre Atarfe y Pinos. La ciudad de Granada estaba muy poblada por las muchas gentes que en ella se habían refugiado por los ataques realizados en la zona.
Hubo agrupamientos de tropas y ligeros combates. Con las primeras luces del alba del domingo día 1 de julio, se dirigieron el maestre de Calatrava don Luis de Guzmán y sus hombres al pago de “Andaraxemel” (Peligros) para seguir saqueando y reconociendo la zona. Una fuerza musulmana capitaneada por un caudillo que los castellanos llamaban “el Cojo” salió a hacer frente a las fuerzas castellanas consiguiendo cercarlos.
Hubo agrupamientos de tropas y ligeros combates. Con las primeras luces del alba del domingo día 1 de julio, se dirigieron el maestre de Calatrava don Luis de Guzmán y sus hombres al pago de “Andaraxemel” (Peligros) para seguir saqueando y reconociendo la zona. Una fuerza musulmana capitaneada por un caudillo que los castellanos llamaban “el Cojo” salió a hacer frente a las fuerzas castellanas consiguiendo cercarlos.
Enterado de esto el rey envió una fuerza de auxlio bajo el mando de los condes de Niebla, Ledesma y Castañeda con 2.000 jinetes, que tambien fueron cercados.
A mediodía supo don Juan que toda la fuerza nazarí se había desplegado en la Vega, en orden de batalla, y que las tropas del maestre y las que habían ido en su ayuda unos 2.000 hombres al mando del conde de Niebla don Enrique de Guzmán, no podían romper el cerco que los granadinos le habían puesto y estaban a punto de sucumbir. Entonces ordenó al condestable Álvaro de Luna que con 800 jinetes, acudiese con su gente en socorro de los cercados y que protegiese su retirada hasta el campamento, ya que no estaba en sus cálculos dar la batalla aquel día y nada había dispuesto ni previsto para ello.
No obstante, el monarca mandó tocar zafarrancho, ordenando a sus hombres que estuviesen prevenidos por si fuera preciso acudir en auxilio del condestable, con todo el ejército.
Cuando el condestable vio las formaciones granadinas dispuestas para combate, comprendió que no era posible eludirlo y decidió librar inmediatamente la batalla y así lo comunicó al Rey, pidiéndole que acudiera pronto con toda la fuerza que había en el real (campamento).
Los granadinos es muy probable que desplegasen en la forma tradicional con una almogadama o vanguardia compuesta de tropas ligeras, la alqab o centro en el que se situarían las tropas de rey y una sasaca o retaguardia compuesta por jinetes, que se situaría detrás la parte más estrecha con el fin de contrarrestar las penetraciones y formar una segunda línea defensiva.
Los castellanos desplegaron también de la misma forma: La delantera o vanguardia mandada por Alvaro de Luna, la medianera o centro, la zaga o retaguardia, a los costados las costaneras o flancos, posiblemente mandados por don Pedro Fernández de Velasco, conde de Haro y don Diego de Rivera.
Don Juan que tenía dispuesta a su gente, avanzó con sus escuadrones contra el enemigo, desbaratando fácilmente a su vanguardia, compuesta por fuerzas bisoñas que carecían de entrenamiento y estaban mal armadas. Entró en combate la fuerza que venía con el Rey y chocaron los caballeros castellanos con la caballería granadina, que conocía la maniobra y era muy aguerrida, manteniendo empeñada lucha, hasta que, tras penoso esfuerzo, los cristianos lograron romper el frente musulmán por diversos sitios y dividirlo en varios sectores. Al advertir los granadinos que su línea había sido rota, y que iban a ser copados, iniciaron un repliegue con ánimo de reagruparse y contraatacar formando un frente compacto; pero no lograron su propósito, porque los castellanos los acosaron y no les dieron ni tiempo ni espacio para reagruparse. El maestre de Calatrava mandó cargar contra sus sitiadores y rompiendo el cerco se unió al combate.
El repliegue se transformó en retirada y la retirada en franca huida. Tras la derrota de los granadinos, su real (campamento) fue saqueado y destruido, haciendo prisioneros a los soldados que lo guarnecían y no habían perecido en la acción, sufriendo baja cerca de 12.000 hombres en la batalla.
Fuentes árabes aseguran que “nunca el reino de Granada padeció más notable perdida que en esta batalla“.
Juan II no sacó provecho de su victoria, mal aconsejado por algunos de sus nobles, celosos de la gloria que en aquella jornada se habla ganado el Condestable, decidió levantar el campo y replegarse hacia Córdoba, con el pretexto de que eran escasas las provisiones. Se contentó el rey con imponer un nuevo rey en el trono granadino a Benalmao, llamado Yusuf IV como nuevo sultán de Granada, con el fin recibir su homenaje y sus parias (tributos).
La desunión interna, impidió que se aprovechase la ocasión y se tomase Granada. Ésta, además, se encontraba más desprotegida puesto que un terremoto, que había sacudido toda la provincia, que cuarteó algunas torres y murallas y dañó considerablemente uno de los palacios más bellos, el palacio de Alixares, aunque no los del Alhambra. Este terremoto fue interpretado como un mal designio.
En las décadas siguientes, los enfrentamientos internos en Castilla impidieron reanudar importantes operacionesde historia militares sobre Granada hasta la conquista por los Reyes Católicos.
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