Es la mayor de las pardelas europeas y cría tanto en las islas mediterráneas como en las atlánticas. En ambas zonas llega a sus terrenos de cría a finales del invierno, procedente de puntos muy lejanos de los océanos. Mientras que en alta mar son silenciosas, en las islas se tornan enormemente ruidosas, sobre todo en las noches oscuras, lanzando un grito que descubre la presencia de su lugar de nidificación. Este grito, ronco y potente, lo emiten también en el relevo del nido, y consiste en un «ia-goua-gouu» que se ha comparado a un gemido y a un lamento horrible y gutural. Crían en colonias.
En España se encuentra en varias zonas del Mediterráneo, entre ellas las islas Baleares y Columbretes; en verano se dispersa por el Mediterráneo occidental y golfo de Vizcaya, donde se encuentra una de sus zonas favoritas de alimentación en el Atlántico norte. Llegado el otoño, las aves atlánticas van a invernar al sur de Africa y parte de las mediterráneas se extiende hasta el golfo de Guinea.
Identificación: Grande; partes superiores y capirote pardo grisáceo; a veces, mancha blanca en las supracobertoras caudales; partes inferiores blanco limpio a excepción de manchitas grisáceas a los lados del pecho; sexos iguales.
Nidificación: Anida en colonias; nido en cueva bajo grandes acantilados o en hendiduras de roca, a veces a alguna distancia tierra adentro, normalmente en islas, construido con trocitos de algas, palitos, tallos y hojas de plantas marinas; puesta, de mayo a junio, un huevo blanco, no lustroso, de forma apuntada o ligeramente obtusa; incubación, por ambos sexos, unas 4 semanas.
Alimentación: Principalmente moluscos; huevos de peces y materia vegetal.
Hábitat: Islotes rocosos y acantilados marinos.
La Pardela Cenicienta Calonectris diomedea es una de las de mayor tamaño. La cabeza y la espalda son de color gris marrón, pero intensificando el color marrón oscuro en la espalda, obispillo y dorso de las alas. Los ojos tienen un anillo blanco que, sólo puede ser observado de cerca. Los carrillos y lados de la cabeza son blancos manchados de gris como los flancos. El vientre, garganta y parte inferior de las alas son de color blanco puro. La cola es marrón oscuro como las alas. El pico es amarillo con los tubos nasales muy desarrollados. En esta especie puede distinguirse la hembra del macho relativamente bien, por tener ésta el pico más fino. Aunque a distancia su diseño puede ser confundido con el de otras pardelas, sin embargo, el mayor tamaño es una distinción segura. También es visible el borde posterior de las alas, muy oscuro, casi negro, y que es una buena característica para la identificación.
Esta pardela se reproduce en las costas mediterráneas españolas, islas Columbretes e Islas Baleares, y también en las islas Berlangas, frente a la costa portuguesa del Atlántico, donde, por cierto, las colonias eran antaño saqueadas por los pescadores. También es casi segura su reproducción en las islas de las costas gallegas del Atlántico, aunque falten datos para asegurar esto rotundamente.
La Pardela Cenicienta alcanza una gran densidad en la proximidad de sus zonas de cría. Aparte de las colonias establecidas en las costas de la Península Ibérica, también abunda como reproductora en las Islas Canarias. Allí, como en las Berlangas, vive la subespecie borealis, que es algo mayor que la especie mediterránea diomedea.
La llegada a los lugares de nidificación se produce en el mes de marzo, aunque es difícil determinar las fechas, porque esta pardela está presente en abundancia y en bandos de 300 a 400 ejemplares, muy frecuentemente, cerca de las costas rocosas donde anida.
Construye el nido en el interior de agujeros y cuevas de acantilados, donde han sido encontrados varios pollos pertenecientes a la vez a varias parejas. A pesar de que están pronto presentes en las colonias de cría, no ponen un único huevo hasta los últimos días de mayo y quizá en muchos casos hasta la primera semana de junio. En este mes todos los adultos están ya incubando. Los pollos están muy desarrollados en julio y es entonces cuando antiguamente y aun hoy día (Canarias) estaba en su máximo apogeo la actuación de los «apardeleros», profesionales en la recogida de pollos de los que obtenían la abundante grasa que tienen estos pájaros.
El ornitólogo Bernis describe muy bien el comportamiento de las pardelas cenicientas que crían en las islas Columbretes y sus extraordinarios gritos. Dice: «Durante nuestra estancia en mayo, nunca vimos aves volando de día junto a las islas. La mayoría de las aves se cogieron de noche al momento de entrar del mar. Ninguna de las dos noches dedicadas vimos entrar pardelas mientras hubo claridad de luna. Puesta ésta, con oscurecimiento total, se inició en ambas noches inmediatamente el concierto de gritos y enseguida entraron pardelas en las redes. Las aves llegaban, sin duda; del mar, y antes de entrar en las «uras», y mientras revuelan el lugar, emiten gritos parecidos, pero no iguales, a los que lanzan dentro de la «ura». Los gritos en ella, potentes y estremecedores, tienen a ratos timbre perfectamente humano y pueden transcribirse con un «ágguaágguaággua», a ratos modulado variablemente, prolongando a veces la primera parte de la estrofa así: «aaagggua». Todas las pardelas atrapadas ocupaban solitariamente nichos o «uras» bajo salientes de peñas o entre bloques roquizos. El día 21 de mayo capturamos un ave en una «ura» donde incubaba su correspondiente huevo. Presumimos que una buena parte de las aves aún no habían puesto.»
El nido de esta pardela está generalmente construido con palitos y algas. La incubación, en la que intervienen ambos sexos, dura unas cuatro semanas, dejando el nido el joven en el mes de octubre e incluso más tarde.
Se alimentan fundamentalmente de moluscos muy pequeños, huevos de peces y materia vegetal. Rozan con el pico la superficie de las aguas y ocasionalmente se zambullen lanzándose desde pequeña altura, no superior a 4 ó 5 metros, pero calándose completamente en el agua. Con frecuencia son observadas durmiendo en grandes bandos posados en el mar.
La Pardela Cenicienta se dispersa después de dejar las colonias de cría mediterráneas y sube costeando la Península Ibérica hasta el Golfo de Vizcaya, uno de sus lugares favoritos para alimentarse.
Las aves que crían en islas atlánticas se dispersan por las costas de Africa occidental hasta el Africa del Sur.
En las islas Berlengas (Portugal), las pardelas cenicientas permanecen en la mar frente a sus cuevas o agujeros hasta dos horas de la puesta del sol. También aquí, como en el Mediterráneo, anidan en grupos dentro de pequeñas y grandes cuevas. Algunas fueron observadas por el ornitólogo inglés Lockley sentadas incubando el huevo sobre plataformas formadas por pequeñas piedras.
De las observaciones realizadas en la Estaca de Bares (La Coruña) en los meses otoñales (Huyskens 1971), se deduce que es una de las pocas especies que muestran un doble movimiento tanto hacia el Este como hacia el Oeste, aunque, como en las demás especies, parece que esta dirección es la predominante. Es muy probable que dentro del Golfo de Vizcaya realice un movimiento circular desde el momento que fue también observada en numerosos bandos frente a la punta sudoccidental de Irlanda (Cape Clear Island). Las observaciones realizadas desde la Estaca de Bares en octubre de 1969 revelaron un gran número de pardelas cenicientas. Esta especie apenas ha sido anillada, por lo que no ha habido recuperaciones que permitan aclarar sus movimientos.
Pardela Pichoneta y Balear
Puffinus puffinus y mauretanicus 35 cm.
En el mar, cerca de los islotes rocosos de la costa cantábrica, los bandos de Pardelas Pichonetas, voladoras infatigables que juegan con el viento, se suceden con rápido batir de alas. Planeando a ras de las olas muestran alternativamente su dorso oscuro y su abdomen claro. Su resistencia es extraordinaria.
Guando no ocupa viejas madrigueras, la Pardela Pichoneta excava largas galerías en cuyo interior permanece durante el día. Esta costumbre, que no siempre consigue librarla del terrible pico de las gaviotas, tampoco la pone a salvo de las ratas, que pueden invadir el islote después de un naufragio. El pollo, que pasa mucho tiempo solo, está particularmente expuesto a este peligro. Abandonado a fin de verano, toma contacto con el océano una noche de septiembre en solitario. Las reservas que ha acumulado le permiten sobrevivir una o dos semanas en el nido y le mantienen durante sus primeros días en el mar.
La Pardela Pichoneta cría en las Islas Canarias. La Pardela Balear cría en las Baleares, se la consideraba hasta hace poco como una subespecie de la pichoneta, distinguiendose de esta, por tener las partes inferiores más oscuras y menos contrastadas con las superiores. En otoño puede verse también esta raza en el Cantábrico, a donde llega siguiendo los numerosos bancos de sardinas para alimentarse.
Identificación: Partes superiores, nuca y píleo negros; lados de la cabeza, del cuello y pecho, blanco y gris; partes inferiores más o menos claras; sexos iguales.
Nidificación: Ambos sexos excavan madriguera en césped, por lo menos a un metro de profundidad, a menudo ocupan conejeras; puesta, de abril a mayo, un huevo blanco; incubación, de 47 a 55 días, por ambos sexos; el pollo, alimentado por ambos padres, empluma en 60 a 70 días.
Alimentación: Pececillos.
Hábitat: Islotes rocosos y acantilados marinos.
La Pardela Pichoneta Puffinus puffinus, y la hasta hace poco tiempo considerada subespecie Pufifinus mauretanicus,Pardela Balear que es la que se reproduce en las islas Baleares, es un pájaro cuyo plumaje ofrece un buen contraste al observador, que puede identificarlo inmediatamente. Pero dentro de esta especie, la Pardela Pichoneta Puffinuspuffinus que habita en el Norte de Europa, tiene un plumaje muy diferente de la mauretanicus. Aquélla es casi negra por encima y blanca por debajo, ofreciendo alternativamente los colores oscuros del dorso y el blanco puro de sus partes inferiores cuando vuela en bandos rozando las crestas de las olas. La Puffinus mauretanicus de las Baleares, tiene el plumaje del dorso más amarronado y el blanco de debajo está como manchado de marrón claro, dando, por lo tanto, mucho menos contraste que las pardelas del Norte de Europa. Aunque la potencia de vuelo de las pardelas es inferior al de otras aves marinas de alta mar, por su costumbre de planear con las alas rígidas en vuelo sostenido a gran velocidad sobre las olas que parecen tocar con las puntas de las alas, realmente mojándolas, pero no totalmente, se asemejan mucho a los grandes voladores de los océanos que son los albatros. Las dos pardelas tienen el pico negro; delgado y ganchudo con agujeros tubulares en las narices. Las patas y pies son de color carne con márgenes gris oscuro. Las pardelas forman un grupo muy homogéneo cuyas costumbres son prácticamente idénticas. Todas tienen las alas estrechas y el cuerpo alargado de forma aerodinámica, con la cola terminada casi en una punta redondeada. Los huesos de su esqueleto son muy fuertes, así como los músculos y las primarias de las alas muy rígidas. Los rápidos batidos de alas les sirven poco para el desplazamiento en comparación de cómo aprovechan las corrientes de aire o las brisas marinas. Precisamente la falta de viento durante jornadas enteras produce frecuente caída de pardelas en las costas cantábricas. Casi todos los otoños, si se mira atentamente entre las rocas al pie de los acantilados, encontramos alguna pardela que no muestra señales de estar herida o enferma y que al lanzarla al aire vuela normalmente.
Generalmente la Pardela Balear es vista cerca de las costas mediterráneas y atlánticas cuando los fuertes temporales. Se posan en el agua frecuentemente y los bandos observados en las costas baleares son verdaderamente numerosos. No siguen a los buques mercantes; aunque sí merodean a su alrededor y sobre todo son frecuentes junto a los buques de pesca en plena faena..
La nidificación de la Puffinus puffinus en las islas e islotes de la costa cántabro-atlántica todavía no ha sido probada, pero sí en las Islas Canarias. Su presencia en aguas del Cantábrico en época de reproducción está bien asegurada, pero los acantilados e islotes son prácticamente inaccesibles y es muy difícil comprobar la presunta nidificación, a no ser por un hecho totalmente fortuito. La presencia de inmaduros europeos e incluso de adultos criando en las colonias galesas del mar de Irlanda y la captura de anilladas en la costa cantábrica, además de prestarse a la confusión para el investigador, indica que estos pájaros de rapidísimo vuelo, poseen una tan gran autonomía que les permite en uno o dos días efectuar vuelos desde los islotes galeses hasta las aguas del Golfo de Vizcaya para pescar. También muchos de los pájaros de las colonias de la Bretaña francesa pueden acercarse a pocas millas de la costa del Norte de Iberia, lo que explicaría la tan frecuente presencia de estas aves alrededor de los buques pesqueros españoles dedicados a la captura de la anchoa. Si sorprendente es la presencia de Puffinus puffinus en la costa cantábrica durante la reproducción, más lo es la continua observación de junio a octubre de la Pardela Balear, Puffinus mauretanicus. La Pardela Balear Puffinus mauretanicus, cría abundantemente en las Islas Baleares en agujeros que cada pájaro excava en los acantilados, pero también en zonas muy rocosas aprovecha grietas y agujeros naturales. Para excavar uno de estos agujeros o «uras» se vale del fuerte pico terminado en gancho y de las palmeadas patas para sacar la tierra.
El fondo de esta «ura» está recubierto con hierba seca y plumas. En él deposita un solo huevo que, si es perdido, no vuelve a ser reemplazado durante la misma estación. El período de incubación dura de 50 a 54 días a partir de últimos de abril, pero más generalmente desde mayo, incubando ambos adultos en intervalos regularmente iguales, que suelen durar uno o varios días. Este hábito ha sido comprobado para todas las pardelas y paíños o petreles y, sin duda, está relacionado con las costumbres pelágicas de estas especies. Es seguro que las pardelas que están anidando pueden permanecer más de noche lejos del nido mientras su pareja incuba. Esto explica bien la presencia de pardelas adultas en aguas cantábricas en plena época de cría.
Cuando nace el pollo está cubierto de un plumón de color gris y hasta tener una semana de vida, apenas recibe atención de sus padres. Como las pardelas son de costumbres nocturnas, cuando se aproximan las horas de la noche se concentran en pequeños grupos en la mar, cerca de las colonias y, en cuanto anochece, entran en sus nidos para cebar. Muchas noches, por diversas circunstancias, esta ceba no se produce y algunas pardelas abandonan temporalmente a los jóvenes. Los adultos retienen el pescado cogido horas antes en una especie de buche ancho y a la llegada al nido abren el pico ampliamente, introduciendo los pollos el suyo de forma que los padres bombean esta pasta semilíquida y aceitosa de pescado (regurgitación). Si ambos padres traen comida la misma noche, el pollo puede doblar su propio peso en un solo día.
No adquiere su primer plumaje hasta los dos meses de vida. A partir de esta época los padres empiezan a distanciar las visitas al nido; por lo tanto, la ceba de alimento ha crecido en volumen probablemente porque también las sardinas son mayores y más abundantes en los meses de verano. Poco después los adultos cesan en sus visitas al nido y ya para entonces, el joven ha alcanzado un gran peso, a veces superior al de una pardela adulta. Después de permanecer dos o tres días solo en el nido, sin ser cebado, sale a la boca del agujero o «ura» solamente de noche para que la oscuridad lo proteja de las gaviotas y allí ejercita durante un buen rato sus alas, haciéndolo tres o cuatro noches seguidas, hasta que en una de ellas se lanza hacia el mar. Muchísimas pardelas fallan en su intento de alcanzarlo y perecen entre las rocas de la costa, siendo devoradas por las gaviotas. Si alcanzan mar abierto no vuelan y permanecen varios días nadando continuamente, procurando alejarse de tierra firme y defendiéndose de los ataques de las gaviotas aleteando o zambulléndose.
R.M. Lockley, ornitólogo inglés a quien debemos los más completos estudios sobre esta especie, cita un curioso experimento realizado con pardelas, para demostrar el poder de atracción que para ellas tiene el lugar de nacimiento o el lugar donde están criando. Así, una pardela llevada en avión hasta Venecia (Italia) y liberada allí, trazó con su vuelo unas espirales en el cielo para orientarse y no voló como se esperaba hacia el próximo Mar Adriático, sino que tomó la dirección del Golfo de Vizcaya, volando alto a través de las grandes cadenas montañosas de los Alpes y a los 15 días fue nuevamente recogida en el agujero donde previamente había sido capturada en la isla galesa de Skokholm.
La orientación que las pardelas poseen es verdaderamente sorprendente, como lo demuestra el hecho anterior, y el mecanismo del que se valen para ello no es conocido. También puede añadirse que en la zona Norte de la Península Ibérica, en días de intensa niebla no son infrecuentes las pardelas recogidas tierra adentro, que indudablemente han perdido su orientación, lo que parece indicar la influencia que las estrellas y quizás los accidentes geográficos de las costas tienen sobre el poder orientador de los pájaros. El mismo Lockley cita otro sorprendente caso de una pardela cogida en Skokholm, islote de la costa galesa, y que transportada a Boston (U.S.A.) y soltada allí, a los doce días ya estaba de nuevo en su agujero del islote galés, tras un viaje de 3.000 millas en línea recta.
Las pardelas, a pesar de la depredación a que son sometidas por las gaviotas y otras aves, de que solamente ponen un huevo y de su dificultad natural para alcanzar el mar, cuando ya están los jóvenes desarrollados y son abandonados por los padres, son aves marinas que tienen actualmente una alta densidad, aumentando de año en año el número de sus colonias. Probablemente el hecho de permanecer en vuelo la mayor parte del tiempo les evita que su plumaje sea impregnado por la creciente contaminación de las aguas costeras por petróleo y aceites, tal como sucede con los álcidos, que son aves que pasan la mayor parte de su vida nadando y buceando.
Muchos cientos de pardelas eran antes muertas en el Golfo de Vizcaya, pues los pescadores sospechaban que les habían estado comiendo las sardinas, por lo que las abrían para comprobarlo. Este pez es su alimento favorito y por ello siguen a los bancos de esta especie, sirviendo a los pescadores como semáforo indicativo de la presencia de los bancos de peces. Las pardelas se mueven a lo largo de las costas del Golfo de Vizcaya efectuando los mismos movimientos direccionales que las sardinas. Muchas descienden hasta latitudes más meridionales en los primeros meses del invierno, frecuentando incluso las costas de Sudamérica, sobre todo las pardelas inglesas, como ha demostrado el anillamiento científico realizado masivamente en los criaderos.
El anillamiento de la Pardela Pichoneta Puffinus puffinus en Gran Bretaña, ha sido, verdaderamente espectacular, por lo que se conocen perfectamente sus movimientos migratorios durante el año. Muchas de las conclusiones ya han sido descritas.
En el mes de octubre ya los lugares de nidificación están vacíos de pardelas.
La Pardela Balear se mueve por el Mediterráneo en bandadas en el otoño y pasa al Atlántico, donde es frecuentemente observada. Desde la Estaca de Bares se ven las pardelas mucho más oscuras, sin apenas contraste entre el blanco y negro típico.
Para dar una idea del número de pardelas baleares, que pasan por el Golfo de Vizcaya diremos que esta pardela que viaja en dirección Norte durante el verano, fue observada por Huyskens desde la Estaca de Bares en gran número, pasando en dirección Este primero y un mes más tarde camino del Atlántico, siguiendo la línea de costa hacia el Oeste.
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