arte abásida se hace referencia a la producción artística que tuvo lugar bajo esta dinastía de Califas hasta la llegada de los turcos Selyúcidas a Bagdad, en el año 1055. Tras dicha fecha, si bien la dinastía abásida perdura y encarga algunas obras de arte, se considera que el estilo es diferente, y en este caso se habla ya de arte selyúcida.
Arquitectura y Urbanismo[editar]
Urbanismo[editar]
Los Abásidas dan un fuerte impulso a dos ciudades: Bagdad y Samarra, ambas en el actual Irak. Bagdad se crea prácticamente desde cero, como una ciudad completamente nueva. Actualmente, únicamente se conoce a esta Bagdad antigua a través de los textos, ya que se encuentra bajo la ciudad moderna, lo que hace casi imposible la realización de excavaciones arqueológicas. Se sabe sin embargo que se trataba de una ciudad circular, en la que únicamente residían el califa y sus allegados, al igual que una guarnición militar, mientras que la población en general residía extramuros de la ciudad. En el centro de la ciudad se hallaban en Palacio califal, la mezquita de al-Mansur y los alojamientos para la tropa, a la vez que la muralla contaba con un sistema de fortificaciones fuera de lo común.
Samarra tomó el relevo de Bagdad en los momentos en que los Califas quisieron acercarse a la población de sus dominios. Se trata de un yacimiento inmenso, hoy en un estado de completa ruina, en el que se multiplicaron los palacios edificados con ladrillos.
Arquitectura[editar]
La ciudad de Samarra contaba con dos mezquitas: la mezquita de Abu Dulaf y la Grand Mezquita de Samarra. Ambos edificios están hoy en día en muy mal estado de conservación, pero presentan una interesante característica común: poseen un minarete helicoidal. Sólo se conoce esta misma característica en otro caso, en Egipto, en un monumento de este mismo período: la mezquita de Ibn Tulun. Esta última mezquita, de planta árabe pero que comprende también una ziyada, es decir, una muralla doble, es no obstante mucho menos imponente que las mezquitas de Samarra.
Otro monumento importante es la mezquita de Qayrawan, en el Maghreb, concretamente en el actual Túnez. Siempre de planta árabe, posee el más antiguo minbar (púlpito) conservado, y su mirhab es de una particular belleza, estando decorado con losas de brillo metálico.
La decoración de la arquitectura abásida consiste principalmente en estucado. Los arqueólogos distinguen tres estilos, a los que denominan A, B y C. Hay que destacar que los tres estilos tienen importancia destacada también por su influencia en otras artes menores, especialmente en la relativa a los trabajos en madera. La madera se emplea mucho, especialmente en Egipto, y las decoraciones estructurales fabricadas en dicho material retoman los motivos de los estucos de Samarra.
Objetos[editar]
Bajo los abásidas, el arte de la cerámica generó dos grandes innovaciones: la invención de la loza y la del brillo metálico. En los países islámicos, la palabra loza (o porcelana) no designa la misma técnica que en Occidente. Se trata de una cerámica elaborada con pasta arcillosa recubierta de un vidriado, con decoración pintada sobre el vidriado.
Por lo que respecta al brillo metálico, se trata de una técnica característica del Islam: el alfarero, que ha añadido iones metálicos a la pasta, las transforma, por medio de un sutil juego con el tipo y temperatura de cocción, en metal. Dicho metal queda incrustado en la pieza, formando motivos decorativos destacables por su brillo. El brillo puede adquirir diversas tonalidades, de color chocolate a rojo, pasando por el dorado. En sus inicios, como proeza técnica, era incluso policromo. La misma técnica puede aplicarse al trabajo del vidrio, lo que en esta época se observa en Irak pero especialmente en Egipto.
Historia y arte del califato abasí
Año 750: los partidarios de Alí se sublevan y acaban asesinando a Marwán II (último califa omeya) junto a prácticamente toda su familia. Un día después es nombrado califa de los abasíes Abul `Abbas al-Saffaḥ, que descendía de un familiar directo (tío) del profeta Mahoma. Este primer califa gobierna durante cuatro años.
¿Hubo cambios con este califato?
Sí, numerosos, pues Damasco deja de ser la capital. De Siria se trasladan a Irak. Primero Kufa y poco después Bagdad se nombran capitales. Les seguirían Raqqa (ciudad siria fronteriza con Irak) y Samarra, aquella que se traduce como “encantado está el que la ve”. Así, vemos que el poder administrativo se aleja de Siria, aunque también se aleja el poder espiritual de Arabia. Es Irak el eje articulador del califato, donde se une lo político y lo religioso, sirviendo como modelo la antigua Persia Sasánida.
Por lo tanto, los cambios son significativos y es en su urbanismo, con su arquitectura religiosa, funeraria y civil, más con su decoración y artes suntuarias donde se muestra. Pero quizás es cierto apuntar desde un principio que el califato abasí, antes de su desintegración, dura desde 750 hasta 950 (aprox.), siendo con el califa Harún al-Rashid cuando el califato viva su punto álgido en lo cultural. Aunque en realidad el califato permanece hasta 1258, cuando al-Mustasim,último califa abasí de Irak, cae ante el ejército mongol.
De todas formas todavía tenemos califato abasí en la historia, pues hubo un califa (títere) en Egipto desde 1262 bajo el sultanato de los Mamelucos (antiguos esclavos de los abasíes). El fin llega en 1517, cuando los otomanos sustituyen a los mamelucos en el poder.
Arquitectura Religiosa Abásida
Samarra, en Irak, cuenta con numerosos restos arqueológicos. Son monumentos a base de ladrillo y adobe, pero un adobe a la antigua, es decir, barro y paja secado al sol. Sin cocer al fuego, como se hacía en la antigua Mesopotamia. Por otra parte, la arquitectura religiosa abásida, tras la desintegración del califato, influye en la posterior construida en Egipto (Mezquita de Ibn Tulun) y en Túnez (Gran Mezquita de Kairuán).
Destacan la Gran Mezquita y la Mezquita de Abu Dulaf, ambas del siglo IX, ambas bajo el reinado de al-Mutawakkil (847-861). La primera, considerada la mezquita de mayores dimensiones del mundo islámico, y prácticamente destruida, se presentaba con un aspecto de fortaleza. Sus cuarenta y cuatro torres semicirculares y sus dieciséis puertas de acceso lo avalan. Al exterior vemos que se encuentra separada por la ziyada, es decir, un espacio interior que sirve de aislante, en este caso, del bullicio urbano. La ziyada separa lo que es el espacio sagrado y el espacio profano.
Ya en el interior, vemos que se refleja la grandeza del califato abásidaen sus veinticinco naves separadas por pilares octogonales de ladrillo y columnas de mármol. Su mihrab, también de grandes proporciones, se encontraba acompañado por dos pares de columnas de mármol rosado. Se deduce que la decoración continuaba con mosaicos dorados, con nácar, con marfil….Vemos también que La Gran Mezquita inicia la tipología de mezquita fortificada de grandes dimensiones, patios cuadrados, pórticos y numerosas naves, así tenemos la de Abu Dulaf, ésta con diecisiete naves perpendiculares a la qibla.
El Alminar de al-Mutawakkil
Dentro de la arquitectura religiosa abásida destacan los alminares o minaretes (torre desde la que el muezín llama a los fieles para la oración), sobre todo el de la Gran Mezquita de al-Mutawakkil, construido en el siglo IX, y que se encuentra en origen unido por un puente a la mezquita. Conocido también como al-Malwiya por su forma en espiral, se ha querido ver la influencia ejercida por los zigurats mesopotámicos. Pero en realidad se entiende como una influencia ejercida por la arquitectura local, es decir, sasánida, que a su vez recogieron de las torres existentes en los espacios sagrados de Damasco bajo ocupación romana. ¿Qué función tenían? Se desconoce pero los musulmanes adecuaron estas torres para su culto.
Este alminar construido en ladrillo cocido se trata de una gran torre en forma de tronco de cono que se levanta sobre una plataforma cuadrada y maciza decorada con nichos. Es a partir de su lado sur donde vemos que se inicia una rampa externa y en espiral (de ahí al-Malwiya, término en árabe para designar la espiral)) con cinco vueltas. Éstas terminan en una pequeña construcción circular y abovedada. Posiblemente, la última parte debía estar tapada por una cubierta de madera, para así dar sombra al muezín, que se supone entonaba el azan, es decir, el ‘canto‘ de las cinco oraciones diarias que todo musulmán ha de realizar.
Mausoleo de Qubbat al-Sulaibiya
Se concluye este breve paseo por la arquitectura abásida con el mausoleo, que no se encuentra dentro de las tipologías más comunes, pues el propio profeta lo había prohibido por ser un edificio ostentoso y en consecuencia, iba en contra de los principios igualitarios del Islam. No obstante, el primero se construyó con la dinastía de los abasíes en el año 862, siendo erigido para el califa al-Muntasir, hijo de al-Mutawakill.
El Mausoleo presenta la cámara sepulcral bajo el suelo, y el edificio, de planta octogonal, un deambulatorio o galería abovedada que rodea la sala funeraria cuadrada cubierta por una cúpula. En el exterior vemos cómo en el octógono se han practicado amplios vanos, teniendo la estructura del sepulcro amplia repercusión en la arquitectura funeraria del mundo musulmán.
La ciudad redonda abasí: Bagdad
Mediados del siglo VIII. El Imperio Islámico, tras un siglo de conquistas, decide fundar ciudades y establecerse en Bagdad, actual Irak. Antes lo hizo, debido a dichas conquistas, en la cuenca del Mediterráneo. Y es que el poder administrativo se aleja de Siria, aunque también se aleja el poder espiritual de Arabia. Irak es ahora el eje articulador del califato, donde se une lo político y lo religioso, sirviendo como modelo la antigua Persia Sasánida. También se aleja de modelos urbanos grecorromanos, y el mejor ejemplo, sin duda, lo encontramos en la antigua ciudad de Bagdad, fundada por el califa al-Mansur en el año 762.
Y así nos encontramos con el famoso modelo de puerta en recodotomado de la arquitectura bizantina (aunque algunos mantienen que es puramente árabe). En los croquis adjuntos se aprecia el modo de uso, donde vemos que la primera puerta queda mirando hacia la muralla, así los atacantes quedan expuestos al flanco. Pero, imaginemos que consiguen atravesar dicha puerta, ¿qué ocurre? Pues que se encontrarían con al menos tres problemas. El primero de ellos significa otra puerta más, el segundo se traduce por un espacio reducido para el ataque a base de arietes y el último, la bóveda, pues ésta podría “abrirse” y coger por sorpresa al agresor, quedando éste expuesto al ataque.
Y, volvamos a imaginar, a suponer, que hemos accedido. ¿Qué nos encontramos tras los muros? Dentro de este recinto, por donde se extiende la propia ciudad laberíntica, irregular, liosa, apreciamos su trazado circular (uno que aislaba el centro, la zona palaciega, pues es una zona pensada para la vida privada de la ciudad, pero sobre todo para la seguridad del califa). Y es que todo giraba en torno a él. De todas formas no reinaba el caos. Como hemos visto tenían sus normas, sus estrategias defensivas. También tenían, por supuesto, sus edificios principales. Así sabemos, por antiguos documentos, pues de la ciudad redonda sólo queda eso, documentos, que en el núcleo urbano se encontraban la aljama (mezquita mayor), la madrasa (escuela teológica), un inmenso jardín y las importantes zonas comerciales. Después seguían los barrios residenciales y los arrabales (los suburbios).
Todo lo descrito fue edificado con ladrillos cocidos al sol. Por otra parte, su diámetro medía cerca de 2.700 metros, encontrándose rodeado por un foso y dos murallas concéntricas con cuatro puertas (enfrentadas de dos a dos y unidas por cuatro calles con el centro de la ciudad). De todas formas su urbanismo fue su perdición. No pudo crecer más. La solución fue fundar otra, al noroeste, también junto al río Tigris, y al igual que Bagdad fue una ciudad amurallada, pero ésta, en lugar de circular, lo fue escalonada. Nacía así Samarra, la que se traduce como encantado está el que la ve.
La decoración de los abásidas
La tradición mesopotámica de construir en ladrillo y en adobe obligaba a los edificios abásidas revestirse de piedra o madera pero también de una decoración en estuco policromado. Un estuco que se consigue mezclando cal, yeso y arena o polvo de mármol o de alabastro. Una vez seco se aprecia suavidad y lisura pero también fragilidad. Aquí nos paramos y recordamos los tres estilos denominados A, B y C estudiados por los arqueólogos e historiadores Ernst Herzfeld y Keppel Creswell.
En los dos primeros se modelaba la forma sobre el estuco, todavía fresco, y se tallaba la superficie con profundos surcos para resaltar el ornamento sobre un fondo oscuro. En el estilo A, relacionado con la decoración del palacio omeya de Mshatta, los sarmientos y las hojas de parra ocupan todo el espacio. Son motivos geométricos, con poco movimiento. El segundo estilo, el B, denota influencia sasánida, puro orientalismo. Se trata de una decoración menos naturalista, es decir, comienza a ser más plana y estilizada. Esta especie de ‘manierismo oriental’ es circular, cobra vida.
Por último, el estilo ‘C’, y conocido como “el biselado“, se trata de un estilo, según unos autóctono, abasí, y según otros originario del Asia Central traído por las tropas turcas del califa. Pero esta tipología “tiene truco” pues no es tallado sino que se trata de moldes. Por otra parte, la decoración, vegetal, roza la abstracción, y sus relieves bajos impiden los contrastes lumínicos. Sobre este último estilo terminamos diciendo que comienza a ser protagonista en el posterior arte abásida, como podemos apreciar en el palacio de Balkuwara de la ciudad de Samarra.
pagina de referencia por : https://estudiandoloartistico.wordpress.com
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