domingo, 13 de mayo de 2018

Día de la madre - frases e imágenes


La mamadre viene por ahí,
con zuecos de madera. Anoche
sopló el viento del polo, se rompieron
los tejados, se cayeron
los muros y los puentes,
aulló la noche entera con sus pumas,
y ahora, en la mañana
de sol helado, llega
mi mamadre, doña
Trinidad Marverde,
dulce como la tímida frescura
del sol en las regiones tempestuosas,
lamparita
menuda y apagándose,
encendiéndose
para que todos vean el camino.

Oh dulce mamadre
—nunca pude
decir madrastra—,
ahora
mi boca tiembla para definirte,
porque apenas
abrí el entendimiento
vi la bondad vestida de pobre trapo oscuro,
la santidad más útil:
la del agua y la harina,
y eso fuiste: la vida te hizo pan
y allí te consumimos,
invierno largo a invierno desolado
con las goteras dentro
de la casa
y tu humildad ubicua
desgranando
el áspero
cereal de la pobreza
como si hubieras ido
repartiendo
un río de diamantes.

Ay mamá, ¿cómo pude
vivir sin recordarte
cada minuto mío?
No es posible. Yo llevo
tu Marverde en mi sangre,
el apellido
del pan que se reparte,
de aquellas
dulces manos
que cortaron del saco de la harina
los calzoncillos de mi infancia,
de la que cocinó, planchó, lavó,
sembró, calmó la fiebre,
y cuando todo estuvo hecho,
y ya podía
yo sostenerme con los pies seguros,
se fue, cumplida, oscura,
al pequeño ataúd
donde por primera vez estuvo ociosa
bajo la dura lluvia de Temuco.

Detalles

Cada noche,
mi madre con su lumbrera,
recorría las habitaciones,
para asegurarse que todos durmieran.
Nos daba un beso en la frente,
nos acomodaba la cobija,
y luego apagaba,
la velita de la cornisa.
Hacia una plegaria al cielo,
arrodillada en la puerta,
mientras la lumbrera nos iluminaba,
a todos nosotros y a ella.
La madera crujía,
cuando ella salía,
y a lo lejos tenue,
una bendición se oía
Entrada la madrugada,
se levantaba temprano,
preparaba bizcochuelos,
y un poco de té de arándanos.
Caminaba sigilosa,
a donde estábamos durmiendo,
y con otro beso en la frente
alegres nos despertábamos.

Casa

Recuerdo mi vieja casa,
la del patio inmenso,
con el riachuelo,
que por allí pasaba.
Sus árboles de mango,
y sus rosales,
me parece estar viendo a mi madre,
cantando en el tendedero.
Delgadita ella,
con sus cabellos canos,
silbaba y cantaba,
en pleno verano.
No era el rosal,
tampoco los mangos,
menos el riachuelo,
y ni siquiera el verde prado,
lo más bello de nuestra vieja casa,
era mi madre cantando.
Las sábanas blancas,
se bamboleaban al viento,
qué gratos recuerdos tengo,
de la vieja casa:
El techo café,
mi madre cantando,
las rosas rojas,
las mariposas pardas.

Tortas de Manzana

Mi madre,
tiene dos lugares favoritos en la casa:
la silla mecedora y la cocina.
En la silla mecedora,
teje busos y bufandas,
a veces gorritos,
y también medias.
En la cocina,
prepara chocolate caliente,
y la casa se impregna,
apuro olor de amor de madre.
En la silla mecedora,
nos cuenta historias de cuando era niña,
mientras en la cocina se hornea,
un pastel de manzanas frescas.
Nosotros sus hijos,
contemplamos cómo borda,
cómo teje y cómo cocina.
Hay tanto amor en su corazón,
que con sus manos lo expresa,
bufandas y tartas,
chocolate y gorritos.

Reminisencias

Nunca tuve padre,
fue mi madre quien hizo por los dos,
recuerdo que trabajaba en un fogón de leña,
así a mí y a mis hermanos nos alimentó.
De lunes a viernes sus manos tiznaba,
el sábado planchaba ropa,
el domingo con nosotros jugaba,
Cada mañana,
nos dejaba pan fresco,
que había amasado y horneado ,
bien entrada la madrugada.
Junto al pan que nos dejaba,
siempre había una nota que decía:
amados hijos, todo cambiará mañana.
Y así pasaron los años,
y mi madre en el fogón de leña,
los sábados planchando ropa,
y los domingos era toda nuestra.

Canciones de Cuna

Cada noche,
la señora canta,
canciones de cuna,
a su pequeña infanta.
Todos en el barrio,
ya saben la hora,
en que su voz de armiño,
la noche adorna.
La señora que canta,
enciende una vela,
y la pone justico,
en la cabecera.
Dos sombra se dibujan,
a través de la ventana,
una, la señora que canta,
la otra, la niña en la cuna.
Cada noche,
una canción de cuna invade nuestra cuadra,
la niña ansiosa espera arrullarse,
con la voz de la señora que canta.
Hasta los jilgueros,
la esperan ansiosos,
al pie de la ventana.

El Cuadro

Sentada en la silla,
se mece silenciosa,
el niño en brazos,
la mira y solloza.
Ella con sus blancas manos,
le recorre el rostro al niño,
lo mira embelesada,
y lo besa con cariño.
La brisa los cobija,
el sol los mira desde lejos,
las hojas secas se bambolean,
los demás niños juegan con un perro.
Las mariposas revolotean,
como celosas de ese cuadro,
tan bello y tan perfecto,
la madre con el niño en brazos.
El niño se ha calmado,
y ahora la mira fijamente,
ella se sonríe y da gracias al cielo,
por tan maravilloso presente.

La Bendición de Una Madre

Madre mía,
tesoro invaluable,
eres el sol que me alumbra,
y la brújula que me dirige.
Me enseñas todo lo que sabes,
y me lo confirmas con tu ejemplo,
en silencio me reprendes,
y a viva voz felicitas mis éxitos.
Me guías por un camino claro y firme,
caminas delante pero te cuidas de no perderme,
si requiero de tu ayuda te detienes,
y si es necesario esperas por mí, para re dirigirme.
Si me desvío del camino,
con tu suave mano tomas la mía,
me llevas a tu lado,
el amor es tu filosofía.

Las Manos de Mi Madre

Blancas como el armiño,
toditas hechas de seda,
son fuertes y aguerridas,
también hermosas y tiernas.
Son de tino perfecto,
ellas curan y remiendan,
cocinan y planchan,
también tienden y alimentan.
Acarician y escriben,
pintan y recortan,
almidonan y siembran,
las manos de mi madre sí que son perfectas.
Cuidan y consienten,
soban y guían,
acompañan y apretan,
Me llevan con ternura,
me consienten ,
me alientan,
sin las manos de mi madre,
mi vida estaría incompleta.
Las manos de mi madre,
el más preciado regalo,
cuan fuerte es ella,
pero cuan tiernas son sus manos.

Amor de Madre

Recuerdo que llegué llorando,
me había caído de la bicicleta,
tenía raspones en las rodillas,
y también en los brazos.
Yo era muy pequeñito,
y me desbordaba en llanto,
pero con solo ver a mi madre,
mis dolores quedaban olvidados.
Me abrazaba con ternura,
y limpiaba las lágrimas de mi cara,
un beso en cada mejilla,
y un trozo de chocolate.
No puedo olvidar,
ninguno de esos momentos,
los llevo como tesoros en el alma,
a cada paso son mi alimento.
Querida madre,
cuánto te amo,
acércate aquí a mi lado,
que te quiero dar un abrazo.


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