vikingos en la península ibérica sitúa su llegada en el año 844, cuando los historiadores árabes citan que hormigueaban sus navíos en las costas como «pájaros marinos rojinegros».1 Los Annales Complutenses, del siglo XVII,2 hacen referencia a un desembarco cerca de Gijón realizado ese año por vikingos que habían llegado en 54 naves y que subieron después por la cercana ría de Arosa.3 Más tarde, Ramiro I de Asturias les venció en La Coruña. De allí, la flota atacó las ciudades de Lisboa, Cádiz y Sevilla, todas ellas bajo el control de los omeyas del Emirato de Córdoba. En 858, tras saquear Algeciras, Orihuela y las islas Baleares, establecen un base invernal en la Camarga, al Sur de Francia, desde donde saquean a Arlés y Nimes y suben por el río Ebro, y sus afluentes, para atacar a Pamplona, cogiendo prisionero al rey García I Íñiguez (859), liberándolo tras el pago de un importante rescate.
Por otra parte, la Historia compostelana, redactada aproximadamente entre 1107 y 1149, afirma que en 968 desembarcaron en Galicia:
A causa de nuestros pecados vinieron las gentes de los normandos a esta tierra y destruyeron la iglesia de Santa Eulalia de Curtis y otras de la comarca; sus sacerdotes fueron llevados presos y pasados por la espada; el fuego consumió las escrituras, y las mismas piedras perecieron por las llamas.4
Ese mismo año tuvo lugar la batalla de Fornelos, en la que el obispo de Santiago, Sisnando Menéndez, fue derrotado y muerto, dejando a los invasores vía libre para saquear la región. Según el cronista francés Dudon de Saint-Quentin, destruyeron dieciocho poblaciones,4 durante el año que estuvieron en tierras gallegas, hasta que Gonzalo Sánchez les derrotó, matando a su caudillo, Gundræd (Gunderedo).5 Gunderedo había llegado con cien barcos y ocho mil guerreros6 expresamente para saquear lo que llamaban Jakobsland (Tierra de Santiago).7
Aunque las fuentes difieren, se considera que fueron entre dos8 y cuatro9 las oleadas de ataques vikingas a la península. Tras saquear toda la costa del norte de Europa, incluyendo las islas británicas, en 843 los vikingos se establecen en la ciudad francesa de Bayona, desde donde poder avanzar más hacía el sur.10 Claudio Sánchez Albornoz considera posible, citando La Historia Completa de Ali ibn al-Athir10 —que menciona un combate contra unos al-magus—, que hubieron establecido una base temporal en la propia península —en la zona de Guetaria-Mundaca— también señala que el término se refiere a paganos en general y no exclusivamente a los vikingos.10
Los vikingos llevan a cabo un segundo ataque a la península a finales del siglo X, de nuevo saqueando Lisboa, en 966, y Santiago de Compostela en 968 (la ciudad sería atacada de nuevo en 979),[cita requerida] así como toda la costa de Al-Ándalus en 971.
Por otra parte, otros autores11 dividen la presencia vikinga en tres fases: un primer período de «penetración indirecta», con el fin de obtener información y el mercadeo de esclavos; una segunda fase, dividida en dos períodos de sucesivas invasiones durante los siglos IX (en la España musulmana), X y XI (la España cristiana), seguida de una tercera fase, de asentamientos.
Problemática[editar]
Citando a Sánchez Pardo (2010):
Si uno revisa la bibliografía existente sobre los ataques vikingos a la Península Ibérica y concretamente, a Galicia, podrá comprobar rápidamente que la gran mayoría de las obras y estudios poseen ya una cierta antigüedad, reflejada en general (aunque no necesariamente) en un enfoque bastante parcial, lleno de diferencias y contradicciones así como de alusiones a lo misterioso o sobrenatural, a tradiciones y a datos que no poseen sustentación o forma de ser comprobados.12
Al-Ándalus[editar]
Los vikingos invaden al-Ándalus en 844, 889, 966 y 971.11 Las principales fuentes históricas sobre estos ataques proceden de escritos de los cronistas árabes Ibn al-Qutiyya e Ibn Idari, entre el 30 de septiembre de 843 y el 1 de octubre 845 (año 229 y 230 en el mundo islámico).13 Son conocidos por los cronistas árabes genéricamente como majus (término general para paganos), almajuzes, almozudes o almonides, todos ellos términos derivados de majus14) o más específicamente, como al-Urdumâniyyun (o Nordumâni, del latín Normanni, Nordmanni, Lordomanni, Lormanes o Leodomanni5).
Algeciras[editar]
- 858-862: La expedición vikinga que salió de su base de la Loira, con 62 naves, y liderada por Björn Costado de Hierro, hijo del caudillo Ragnar Lodbrok, y el caudillo Hastein, logra asaltar la ciudad de Jazirat al-Khadra (Algeciras) tras una asedio de tres días e incendia las mezquitas de la medina. Tras ser expulsada por la población local, que consigue apresar dos de sus barcos, la fuerza vikinga cruza el estrecho de Gibraltar a Nekor, en Marruecos, para después dirigirse a las islas Baleares.8 A su vuelta, la flota es sorprendida por la de Mohamed I de Córdoba, y aunque seriamente dañada, logra volver a su base con 20 naves,15 tres años más tarde, en 862.38
Cádiz[editar]
- 844: Después de sitiar a Lisboa durante tres días, se dirigen a Cádiz y toman (Qabpil, la Isla Menor, en Cádiz, ) para dirigirse después tierra adentro hasta Medina Sidonia,16 suben después por el Guadalquivir hacia Sevilla.11
Lisboa[editar]
- 844: Tras abandonar La Coruña, la flota, de entre 80 y 100 naves, llega a Lisboa el 17 de septiembre.10 Otras fuentes señalan el 20 de agosto.1114
- 966: El 23 de junio fueron avistados 28 barcos vikingos en la costa de Qasr Abi Danis, hoy Alcácer do Sal, cerca de Lisboa. Tras una batalla naval con muchas pérdidas, los vikingos lograron hacerse con muchos prisioneros. Fueron alcanzados poco después en la costa del Algarve por una flota musulmana que había salido en su busca desde Sevilla y se recuperaron muchos de los prisioneros.14
- 971: En junio de 971, se acercan un gran número de barcos vikingos a la costa aunque no logran llegar a tierra gracias a las fuerzas combinadas de las flotas musulmanas del Mediterráneo y del Atlántico que el califa Al-Hakam II envió para interceptarles. Una fuente no del todo fiable afirma que el año siguiente una flota vikinga que sí logró tomar tierra fue derrotada en el estuario del Tajo por esa misma flota musulmana combinada.14
Sevilla[editar]
- 844: Tras tomar Cádiz, suben por el Guadalquivir y el 29 de septiembre llegan a Isla Menor. El día siguiente masacran los habitantes de Coria del Río y tres días más tarde toman Isbiliya, la Sevilla islámica.11 Durante los casi seis semanas siguientes se dedicaron a atacar a lugares más al interior como Córdoba, Morón y Constantina.16 El 11 de noviembre, en la batalla de Tablada, las fuerzas de Abd al-Rahmán II vencieron a los vikingos que habían sitiado a la ciudad de Sevilla durante una semana.17 Murieron mil vikingos en la batalla y Abd al-Rahmán ordenó ejecutar a los cuatrocientos prisioneros vikingos.14
- 859: A pesar de las fortificaciones realizadas tras el ataque anterior, los vikingos entran de nuevo en la ciudad y destruyen la mezquita de Ibn Adabbas (la actual iglesia de San Salvador).
Asturias[editar]
Gijón[editar]
- 844: El 1 de agosto (aunque otras fuentes señalan el 31 de julio17), es avistada la flota en la costa de Gijón, aunque no desembarcaron salvo para obtener agua.10
Galicia[editar]
La Coruña[editar]
Los vikingos desembarcan en el Farum Brigantium,10 nombre por el que se conocía al actual faro de la Torre de Hércules.18
- 858:
Lugo[editar]
Santiago de Compostela[editar]
- 858: Suben por la ría de Arosa cien naves para atacar a la ciudad. Aunque se les paga un tributo para librarse del saqueo, los vikingos mantienen el asedio a la ciudad hasta que un ejército enviado por Ordoño I, y con el conde Pedro Theon al frente,11 logra vencerles. Se salvan sesenta y dos naves que se dirigen a Algeciras, aunque dos son después capturadas por las costas portuguesas.9
- 899: Tras la donación que hizo Alfonso III de Asturias de los dos conventos en las islas Cíes (San Esteban, en la isla del Medio y San Martín, en la isla Sur) a la catedral de Compostela, estos son destruidos por Ulf, apodado El Gallego. Asimismo, desde las islas del archipiélago de Cortegada, subían por río Ulla para atacar a Santiago.19
- 968: Una flota de cien naves, bajo el mando de Gundræd (Gunderedo), sube por la ría para atacar a la ciudad. El obispo Sisnando, tras haber conseguido en 966 permiso del rey Sancho para fortalecer la ciudad precisamente para prevenir una invasión, se enfrenta a los vikingos con un ejército en Fornelos, y muere en la batalla.9 Más tarde, en 971, Rudesindo, obispo de San Martín de Mondoñedo, junto con el conde Gonzalo Sánchez, vence a los vikingos en una batalla en la cual muere Gundræd.9 También murió el obispo en el combate.20
- 970: Atacan a Galicia de nuevo y ocupan Santiago de Compostela durante un breve tiempo.14
Tuy[editar]
- 1014: Atacan Tuy capitaneados por Olaf Haraldsson, conocido tras su canonización como San Olaf. En las sagas islandesas no cuenta todas las atrocidades que hizo en Tuy, según los historiadores, porque todavía era pagano, de ahí que secuestrase al obispo. Para invadir y saquear Tuy, entró por el río Miño y luego prosiguió por ese río hasta llegar a Orense, Betanzos y Ribas de Sil.21
Levante español[editar]
Su paso por el Levante peninsular español incluye el saqueo de la costa de Murcia y el saqueo de la ciudad de Orihuela.9
- 1031: Los vikingos establecen pequeños reinos o principados en Valencia, Almería, Denia y Baleares.11
Reino de Pamplona[editar]
- 859: Desde su base invernal en la Camarga, al sur de Francia, la flota de Björn y Hastein llega a Pamplonatras subir por el río Ebro y pasando de largo por Zaragoza, que no atacaron por estar amurallada, y por sus afluentes, el Aragón y el Arga, y toman prisionero al rey García Íñiguez de Pamplona. Lo liberan tras el pago de un importante rescate de entre 70 000311 y 90 0009 dinares de oro.
Los Vikingos en la Península Ibérica
El llamado “Periodo Vikingo”, la denominación de la época histórica en la que se desarrolló la cultura vikinga como tal, se extendió entre finales del siglo VIII y mediados del siglo XI. Exactamente duró 278 años, desde el año 789 hasta el año 1066. Su lugar de origen estuvo en las tierras de Escandinavia. A partir de allí llegaron a la mayor parte de Europa, sudoeste de Asia, norte de África y noreste de América. Sus objetivos eran distintos en los lugares a los que arribaban: saquear, comerciar o colonizar.
Las fuentes para el estudio de los ataques vikingos a la Península Ibérica son casi exclusivamente escritas. No hay restos arqueológicos de procedencia vikinga en tierras peninsulares excepto un único objeto que es la llamada “Cajita de San Isidoro”, un curioso recipiente de forma cilíndrica con gran riqueza ornamental tallado en asta de ciervo, de 44 mm. de altura y 33 mm. de diámetro, datado de finales del siglo X y que se conserva en el Museo de la Colegiata de San Isidoro de León. Se desconoce cómo llegó esta extraordinaria obra maestra del arte vikingo a dicho museo. Pudo haber sido tomada a algún miembro de una expedición vikinga que atacase las costas del norte de la Península Ibérica, quizás se realizó aquí por un vikingo que quedó hecho prisionero, tal vez fue una ofrenda a San Isidoro dejada por algún peregrino o incluso puede que se trajese directamente desde las tierras escandinavas por un religioso de la Colegiata al ser tal vez portadora de unas venerables reliquias de aquellos lugares. En todo caso la Colegiata de San Isidoro fue construida en el año 966, por lo que la cajita llegaría, como receptáculo de las reliquias, en una fecha posterior.
En el año 793 se produjo el primer ataque vikingo en territorio extranjero. Fue contra el Monasterio de Lindisfarne, situado en la isla del mismo nombre de la costa oriental de Inglaterra. Desde entonces las ofensivas vikingas fueron casi continuas. El primer ataque en la Europa Continental se produjo en el año 810 en la provincia de Frisia, situada en los Países Bajos. Como detalle, en el año 845 la ciudad de París tuvo que pagar la cantidad de 7000 libras de plata para verse libre de las tropas vikingas que habían llegado a través del río Sena y que la cercaban; fue el primero de los asedios que sufrió esta ciudad. Pero ya algo antes, en el año 843, la ciudad francesa de Bayona había sido tomada, por lo que habían alcanzado las zonas más meridionales de la costa atlántica francesa y su siguiente destino iba a ser la Península Ibérica.
La primera expedición vikinga en la Península Ibérica llegó a las costas asturianas en el año 844. Fueron divisados por primera vez en Gijón. Luego se dirigieron a las costas gallegas y a continuación siguieron por el litoral Atlántico Peninsular de norte a sur, de manera que, pasando por Lisboa, llegaron a Cádiz, Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Sevilla remontando el río Guadalquivir. Desde aquí atacaron ciudades del entorno como Coria, Morón de la Frontera, Medina-Sidonia y Niebla. En todos los lugares causaron cuantiosos daños, tanto materiales como en vidas humanas. Pero al final fueron derrotados por el ejército musulmán antes de su inminente llegada a Córdoba. Los vikingos sufrieron grandes pérdidas y no tuvieron más remedio que retirarse, aunque en su camino de vuelta siguieron realizando diversos saqueos. El nombre con el que eran conocidos en Al-Ándalus era “machus”.
La siguiente expedición vikinga llegó a las costas gallegas en el año 858. Su destino era Santiago de Compostela. El trayecto que siguieron fue a través de la Ría de Arosa, en la provincia de Pontevedra, saqueando Iria Flavia y sitiando Santiago de Compostela. Sus habitantes tuvieron que pagar un tributo económico a los vikingos a cambio de que la ciudad no fuese saqueada, aunque aun así una vez pagado intentaron entrar en la ciudad. Pero entonces fueron derrotados por el ejército cristiano en un duro combate en el que los vikingos sufrieron numerosas bajas y se vieron obligados a levantar el sitio e irse del lugar. Esta expedición vikinga tuvo como consecuencia el traslado de la sede episcopal del obispado de Iria Flavia, que era la más importante de tierras gallegas y se había demostrado demasiado vulnerable, a Santiago de Compostela, algo que en futuro daría un gran impulso a esta ciudad.
La flota vikinga que había sido vencida continuó sus peripecias hacia el sur peninsular por el litoral Atlántico. Estuvieron en ciudades como Lisboa y Algeciras, en donde continuaron con los saqueos, y trataron nuevamente de llegar a Sevilla. Pero esta vez el ejército musulmán les hizo frente en la desembocadura del río Guadalquivir, consiguiendo que los vikingos tuvieran que desistir de sus intenciones. La expedición continuó en dirección al Mediterráneo con actos de piratería por algunas ciudades de la costa norte africana, como Ashila y Nekor; el levante peninsular, en donde estuvieron en ciudades como Orihuela, a través del río Segura; la ciudad de Pamplona hasta la que llegaron remontando el río Ebro y sus afluentes, aunque ciudades como Zaragoza y Tudela se mostraron inexpugnables durante esta ruta; las islas de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera; ciudades de la costa francesa como Nimes; y por último ciudades de la costa italiana como Génova.
En los años siguientes se sucedieron los ataques a las costas peninsulares, sobre el todo en la zona norte. Fueron en los años 951, 964, 968, etc., aunque parece que cada vez con menor intensidad y más espaciados en el tiempo. Pero hasta el final del llamado “Periodo Vikingo” en el año 1066 continuaron las incursiones en la Península Ibérica. El temor a su presencia hizo que tanto cristianos como musulmanes construyesen, a lo largo de sus respectivas costas, una serie de enclaves defensivos para prevenir y defenderse de sus ataques procedentes del mar. Así, destacaron por parte de los cristianos los castillos y por parte de los musulmanes las torres fortificadas, las “ribats”.
La imagen tradicional que conservamos de los vikingos es la de una horda de guerreros sanguinarios, bandas de piratas feroces que aparecían a bordo de sus rápidos navíos para atacar monasterios indefensos y ricas ciudades, donde robaban cuanto encontraban de valor y dejaban a su paso una secuela de asesinatos y destrucción. Sin embargo, aun siendo cierta, tal imagen no constituye toda la verdad y responde en gran medida a que durante mucho tiempo las investigaciones sobre vikingos se han centrado en estos aspectos negativos de sus actividades, dejando de lado sus cualidades positivas. Eran a la vez tan refinados o tan brutales como cualquier pueblo de su tiempo. Los vikingos fueron también grandes marineros que abrieron a la navegación nuevas rutas, reactivaron el comercio de la época, colonizaron nuevas tierras y descubrieron nuevos mundos. Hay que tener en cuenta que las expediciones estaban formadas por una minoría de la población. La gran mayoría permaneció en Escandinavia dedicada a actividades comunes como la agricultura, la ganadería, la caza, la pesca, el comercio y oficios artesanales. Sabían apreciar los objetos de lujo, crearon un arte muy peculiar con motivos de gran complejidad, tenían escritura mediante runas, realizaron construcciones que ponían de relieve sus avanzados conocimientos en geometría y matemáticas y, como se ha indicado anteriormente, eran grandes marinos y navegantes.
Los motivos que impulsaron a los vikingos a llevar a cabo sus expediciones fueron muy distintos. Se pudieron conjugar, dependiendo del momento, circunstancias como la pobreza, el aumento de la población, la falta de tierras, la necesidad de dar salida a sus productos, el suministrar a los mercados escandinavos las manufacturas que no podían ser producidas en los países nórdicos por la falta de materia prima, la inestabilidad política, la presión de los reyezuelos locales, el afán de conquistar y poseer tierras, la creación de establecimientos de apoyo a lo largo de las rutas comerciales, el deseo de adquirir riqueza y posición social de un modo rápido, y por último, la curiosidad de descubrir nuevas tierras y navegar por otros mares. El carácter de las expediciones vikingas no tuvo en su conjunto ninguna razón interna que tuviera suficiente fuerza para, por sí sola, haber puesto en marcha el fenómeno de la expansión vikinga.
Los vikingos eran maestros en técnicas militares basadas en ataques por sorpresa, que les permitió enfrentarse con éxito a fuerzas teóricamente más potentes. Para ello, aparte de poseer grandes cualidades guerreras y un espíritu audaz, precisaban de dotes organizativas y una rígida disciplina, cualidades que los vikingos poseían en un grado sumo. En contra de lo que en principio podría parecer, los contingentes vikingos no estaban compuestos por indisciplinadas bandas salvajes que atacaban y destruían todo lo que encontraban a su paso. Por el contrario, poseían una compleja organización, que además contaba probablemente con una amplia red de informadores debido a que solían conocer bastante las defensas de las ciudades que atacaban y los días en los que se celebraban mercados u otros eventos en donde el botín a conquistar sería más cuantioso.
Allí donde llegaban los vikingos, sobre todo Francia, las Islas Británicas o Irlanda, parecían invencibles, pero en la España medieval, tanto la cristiana como la musulmana, chocaron con la oposición absoluta y tenaz de los pueblos peninsulares, que no cejaron en su empeño hasta lograr su derrota y expulsión. Aquí los ataques vikingos no alcanzaron nunca la misma fuerza desestabilizadora que tuvieron en el resto de lugares europeos. Lo intentasen o no, lo cierto es que no pudieron tener bases permanentes en suelo peninsular. Sus asentamientos estratégicos en la Península Ibérica no se convirtieron nunca en bases estables. Debido a las presiones de las fuerzas locales, se vieron una y otra vez obligados a abandonarlos. Los reinos cristianos del norte y los musulmanes de Al-Andalus no eran menos belicosos que los vikingos, y estaban enzarzados a su vez en frecuentes luchas entre sí. Aunque bien es cierto que en contadas ocasiones hubo una leal colaboración entre ellos para luchar contra su adversario común.
Existió un número indeterminado aunque seguramente no muy numeroso de vikingos, la mayoría inicialmente prisioneros, que se quedó en la Península Ibérica. Ya fuese en territorio cristiano o musulmán, terminarían por asentarse, integrarse y aceptando la religión correspondiente para al cabo de unas pocas generaciones quedar diluidos entre la masa de la población peninsular. Como curiosidad, en la provincia de León, casi en el límite con la de Zamora, hay una pequeña aldea llamada “Lordemanos”, cuyo nombre proviene de una de las dos formas con que se denominaba a los vikingos que llegaban a las costas peninsulares, “Nordomani” y “Lordomanni”; éste debió ser un lugar que en el pasado estuvo habitado por normandos y descendientes de ellos. Del paso de los vikingos por la Península Ibérica queda poco más que el recuerdo, pero ellos también forman parte del numeroso grupo de pueblos que constituyen la historia de España. Seguro que muchos españoles de la actualidad tienen una parte de sus genes con orígenes vikingos.
Hay una idea generalizada de que los vikingos utilizaban cascos con cuernos, pero posiblemente no era cierto. En el siglo XVIII eran representados en las pinturas con cascos alados, aunque algunos hallazgos arqueológicos de cascos y cuernos en el año 1875 formaron la leyenda que a partir de entonces popularizó esta imagen. En realidad, habría sido muy arriesgado portar en batalla un casco que podría salir disparado de un golpe y clavarse en cualquiera. Hoy día se cree que enterraban a sus muertos con cascos y cuernos, siendo utilizados éstos para beber en el más allá.
https://iberhistoria.es/edad-media/cristianos/entradas/vikingos-en-peninsula-iberica/
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