miércoles, 11 de noviembre de 2015

Historia territorial por países - España

Conquista de Navarra

Para comprender la conquista de Navarra en 1512 es necesario conocer previamente la situación interna que vivía el reino y las relaciones internacionales de la Europa del momento.
En el contexto internacional dos grandes potencias, la Francia de Luis XII y la Monarquía Hispánica, regida por Fernando el Católico, rey de Aragón y regente de Castilla luchaban por lograr la hegemonía en el continente. En este conflicto Italia era el principal campo de batalla en el que ambas dirimían sus diferencias tanto por el control del reino de Nápoles como del ducado de Milán.Mapa de Europa
Entre 1510 y 1511 en el conflicto abierto entre Luis XII de Francia y la coalición de la república de Venecia y el Papa, fue el rey de Francia el que logró los mayores éxitos militares. Además, para presionar a la Santa Sede, el francés convocó un concilio en la localidad de Pisa (inaugurado en noviembre de 1511) con el fin de limitar la autoridad papal en la Iglesia y en Italia. Como reacción, el Papa Julio II, preocupado por la rápida expansión de los franceses en el Norte de Italia y el consiguiente freno a las aspiraciones papales de controlar la península, impulsó la creación de una Santa Liga contra Francia, de la que formaron parte los Estados Pontificios, la república de Venecia, el Sacro Imperio Germánico y España, y a la que se sumó poco después la Inglaterra de Enrique VIII. Julio II, además del éxito que supuso la formación de esta coalición, excomulgó al rey de Francia y amenazó con el anatema a todos aquellos que se aliaran con Luis XII.
A pesar del éxito que supuso para las tropas francesas la victoria en la batalla de Rávena (11 de abril de 1512), la muerte de su general, Gastón de Foix, dio lugar a un progresivo deterioro de las posiciones francesas en la península y la pérdida del ducado de Milán (junio de 1512) que pasó a manos de Maximiliano Sforza, convertido en el nuevo duque. Mientras estas campañas militares se desarrollaban en Italia, otro de los frentes fue el Pirineo Occidental. Allí tropas anglo-castellanas se aprestaban para invadir la Guyena francesa. Esta circunstancia sirvió a Fernando el Católico para presionar a los reyes navarros y exigirles el paso de sus tropas por su territorio.
En el interior del reino la situación distaba de ser tranquila. Las luchas banderizas entre beaumonteses y agramonteses por el control del poder, que se habían iniciado a mediados del siglo XV continuaban vivas. En 1507 como reacción a las cada vez mayores presiones y pretensiones de los beaumonteses los reyes Juan y Catalina consiguieron doblegarlos y expulsarlos del reino, mientras se apoyaban en los dirigentes de la facción agramontesa.
No obstante ni a Fernando el Católico ni a Luis XII podía interesar un reino pirenaico fuerte. Luis XII presionaría a los reyes navarros con la amenaza de privarlos de los feudos franceses de la casa de Foix y así lo hizo en enero de 1510 y de entregarlos a otra rama de la familia encabezada por Gastón de Foix (el héroe de Rávena). Por su parte, Fernando el Católico, deseaba establecer un protectorado castellano sobre el reino, apoyado en los beaumonteses, para frenar así la amenaza francesa sobre Castillla.
Durante varios años Juan y Catalina lograron sortear la presión de ambas potencias mediante lo que José María Lacarra llamó “política de balancín”. Sin embargo, a la altura de 1511-1512 la posición de los monarcas navarros era ciertamente difícil. Luis XII supo jugar sus cartas: la muerte de Gastón de Foix en la batalla de Rávena suponía que los bienes de la casa de Foix eran heredados por Germana de Foix, esposa de Fernando el Católico, lo que el francés no estaba dispuesto a permitir. Esta circunstancia sirvió para que el monarca francés se atrajera definitivamente a Juan y Catalina: el 18 de julio de 1512 ambas partes firmaban el tratado de Blois: Luis XII se comprometía a devolver a los navarros las posesiones de la casa de Foix y les reconocía su soberanía en el Bearn; a cambio los navarros se comprometían a no dejar pasar por sus tierras a aquellos ejércitos que pretendieran atacar al rey de Francia, lo que venía a romper la neutralidad a la que hasta entonces habían aspirado. Fernando el Católico no desaprovechó su oportunidad.
genealogia


Tras la toma de Pamplona, y a pesar de los llamamientos de Juan de Albret para que otras ciudades resistieran, entre julio y septiembre de 1512 todo el reino pasaba a estar bajo el control del rey Católico.Juramento de Perdo de Navarra Como apuntaba en su crónica de la campaña Luis Correa. “el reino no haría otra cosa que lo que Pamplona, porque ella era cabeza del reino”. Fernando que todavía a la altura del 31 de julio de 1512 se titulaba “depositario de la corona y del reino de Navarra”, pasaría a considerarse, desde finales de agosto de ese año soberano legítimo del reino. Los principales jefes del bando agramontés prestaban juramento de fidelidad al nuevo monarca.
Si bien la conquista militar fue fácil, el verdadero problema fue la conservación de lo conquistado. En septiembre, el marqués de Dorset, jefe de las tropas inglesas aliadas del Católico, que desde Guipúzcoa realizaron algunas maniobras en la Guyena, se retiraron. En el otoño de 1512 Juan de Albret pedía, en virtud de los acuerdos del tratado de Blois, el apoyo del monarca francés. El 15 de octubre, quince mil soldados al mando del general La Palice, entraban en los valles del Roncal y Salazar, mientras se producían algunos levantamientos en varias localidades; otro contingente, dirigido por Francisco de Angulema (futuro rey de Francia) atacaba San Juan de Pie de Puerto. El objetivo era aislar al duque de Alba, en esos momentos asentado en la capital de Ultrapuertos, e impedir su reacción, mientras las tropas franco-navarras avanzaban hacia Pamplona.
Sin embargo, las rápidas maniobras del duque de Alba y de su coronel Cristóbal de Villalba, lograron alcanzar la capital del reino la noche del 24 de octubre. Este hecho fue decisivo para la defensa. A pesar de que el 3 de noviembre las tropas de Juan de Albret y de La Palice iniciaban el asedio de Pamplona y realizaban, al menos, dos intentos de asalto, el 30 de noviembre se retiraban, al mismo tiempo que tropas castellanas de socorro eran enviadas hasta Pamplona. En su retirada las tropas del rey navarro sufrieron un continuado acoso y sufrieron importantes bajas, especialmente a su paso por el puerto de Velate.
Poco después, la firma de varias treguas (Urtubia, en abril de 1513 -Orleans, marzo de 1514) entre Luis XII y Fernando el Católico, suponía que las aspiraciones de Juan y de Catalina quedababan supeditadas a los intereses de las dos grandes potencias.
Mientras tanto Fernando el Católico convocaba las primeras Cortes del reino tras la conquista (entre el 15 y el 24 de marzo de 1513), en donde el virrey, Diego Fernández de Córdoba, alcaide de los Donceles y primer marqués de Comares, prestaba juramento de guardar los fueros del reino, mientras que los procuradores juraban fidelidad al monarca. El juramento del virrey sería ratificado por el propio Fernando el Católico en Valladolid en junio de ese mismo año.Cortes de Burgos
Fernando el Católico, sin embargo, tardaría tres años en decidir el definitivo estatus de Navarra en el seno de la monarquía hispánica. Finalmente, el 11 de junio de 1515, en un acto solemne en las Cortes de Burgos, el duque de Alba, en nombre de Fernando, procedió a la incorporación de reino en la Corona de Castilla. Acto que sería ratificado por el Católico el 7 de julio de ese mismo año Libro de las actas de las Cortes de Burgos.

El 1 de enero de 1515 moría Luis XII de Francia y un año más tarde, el 23 de enero de 1516, fallecía Fernando el Católico. La muerte de los dos viejos monarcas daba paso a dos nuevos protagonistas que heredarían buena parte de los enfrentamientos de sus antecesores. En Francia era coronado Francisco I, yerno de Luis por su matrimonio con Claudia, y en España era Carlos I, nieto de Fernando quien se hacía con las riendas del poder, aunque su madre Juana, insana, aún vivía y era reconocida también como reina.
El nuevo monarca francés inició su reinado con gran ímpetu y con el deseo de recuperar las posiciones perdidas en Italia. Así, en septiembre de 1515, en una brillante campaña se hacía de nuevo con el dominio del ducado de Milán. Pocos meses antes, en marzo, por el tratado de París, se comprometió a socorrer a los reyes Juan y Catalina en sus aspiraciones. Mientras tanto, Carlos, antes de la muerte de Fernando, llegaba a acuerdos con el rey francés y se comprometía e iniciar negociaciones con los Albret-Foix.
Tras la muerte de Fernando el Católico y ante la debilidad del nuevo monarca, el momento era propicio para realizar un nuevo intento de recuperación del reino pirenaico. Como aconsejó el rey Francisco I a Juan de Albret: “daos prisa en preveniros […] Más haréis ahora con 200 lanzas y 4.000 infantes, que de aquí a seis semanas con el cuádruple de esas fuerzas”. En efecto, si bien el 22 de febrero de 1516 el virrey Fadrique de Acuña, prestaba juramento en nombre de Juana y de Carlos I, la situación en el reino era alarmente, pues algunos agramonteses y beaumonteses conspiraban abiertamente a favor de Juan de Albret, descontentos con el gobierno castellano.
En la Semana Santa de 1516 el ejército de Albret, dividido en tres cuerpos, sitiaba la fortaleza de San Juan de Pie de Puerto y se hacía con el control de Roncesvalles. Sin embargo no se produjo el levantamiento generalizado que esperaban el monarca navarro y sus seguidores. Además, el contigente al mando del mariscal Pedro de Navarra era completamente derrotado cerca de Isaba por las compañías al mando del coronel Villalba. En aquella ocasión don Pedro y otros cabecillas agramonteses fueron hechos prisioneros y encerrados en el castillo de Atienza.
La nueva intentona había fracasado. Poco después y por orden del regente, el cardenal Cisneros, se procedía al derribo de la mayor parte de las plazas fuertes del reino.
Fernando el Católico, plenamente informado de las negociaciones de Blois y del contenido del tratado publicó el 17 de julio de 1512, un día antes de la firma del tratado una “Suma del concierto y capitulación de entre el rey de Francia y el rey de Navarra contra la Santa Liga de la Iglesia”.
El mismo Fernando, ya en la primavera de ese año, había solicitado a su aliado el Papa, Julio II, bulas que afianzaran su iniciativa de invadir el reino y lo volvió a hacer pocos días antes de iniciar el ataque. Sin embargo estas no fueron imprescindibles ni frenaron una decisión estratégica y política.
El 19 de julio de 1512 partía de Salvatierra de Álava, al mando del segundo duque de Alba, Fadrique Álvarez de Toledo, un contingente de tropas, cerca de 10.000 hombres ‑muchos de ellos veteranos de las guerras de Italia. El 21 de julio entraban en el reino y atravesaban la Burunda y el valle de Araquil hasta asentarse en la villa de Huarte (22 de julio). El mismo día 21 y ante el peligro inminente, el rey Juan dispuso la partida de la reina y de sus hijos hacia el Bearn. El día 23 las tropas invasoras enfilaban el desfiladero de Osquía, en donde fueron acosadas por soldados roncaleses, sin que estos pudieran frenar el rápido e imparable avance castellano. La noche del 23 de julio Juan de Albret, sin posibilidad de resistir por sus escasas tropas, partía de Pamplona y se refugiaba en Lumbier. Los regidores pamploneses, según el cronista Franciso Alesón, pidieron al rey “con lágrimas en los ojos, que no los desamparara, y que en caso de dejarlos solos les dijera lo que debían hacer. Él les respondió que se defendieran lo mejor que pudiesen”.
BulaEl día 24 de julio las tropas del duque de Alba estaban a las puertas de la ciudad. La capital negoció su rendición y firmó unas capitulaciones honrosas que preservaban sus privilegios. El 25 de julio el duque de Alba hacía su entrada en la ciudad.
Cerca de un mes más tarde, el 22-23 de agosto de 1512 se anunciaba en Calahorra el monitorio Etsi hii qui christiani, un llamamiento para que nadie ayudara, al rey francés y a los cismáticos, y sobre todo la bula Pastor ille caelestis, ambos documentos publicados en Roma el 21 de julio. Por este texto, dirigido “a los vascos y cántabros y a los pueblos comarcanos” quedaban excomulgados todos aquellos que apoyaran a los cismáticos. Una tercera bula, que no llegó a publicarse, Exigit contumacium obstinata protervia, fechada en 18 febrero de 1513, excomulgaba a los reyes Juan y Catalina, los desposeía del trono y lo otorgaba al primer ocupante. Estas bulas servirían a los monarcas de la Corona de Castilla para justificar la conquista .

Tras el fallido intento de recuperación, la tensión entre Francia y España fue creciendo paulatinamente. El 17 de junio de 1516 moría el rey Juan de Albret y pocos meses después, el 12 de febrero de 1517 fallecía la reina Catalina de Foix. Quedaba como heredero su hijo primogénito, Enrique II.
Entre 1516 y 1518 se sucedieron las conversaciones entre los represantes de los reyes navarros y los de Carlos I, conforme a lo pactado entre el Habsburgo y el Valois en el tratado de Noyon de 13 de agosto de 1516. De esta forma se celebraron conferencias en Bruselas, Cambrai, Valladolid, Aranda de Duero, Zaragoza, Montpellier, en las que los representantes castellanos se negaron en todo momento a un compromiso que significara la devolución del reino navarro a los Albret.
Así las cosas la elección de Carlos como emperador del Sacro Imperio Germánico el 28 de junio de 1519 precipitó la ruptura con Francia. La guerra que se inició tuvo como frentes el ducado de Milán, los Países Bajos y Navarra. Para ello Francia quiso aprovechar la inestabilidad que se vivía en Castilla como consecuencia de la rebelión comunera. El 10 de mayo de 1521 una expedición franco-navarra comandada por Andrés de Foix, señor de Asparrós, ponía sitio y ocupaba San Juan de Pie de Puerto.
Poco después, el 16 de mayo, se hacía con el control de Roncesvalles, y del castillo de Maya, y el 19 de mayo el ejército se encontraba, sin oposición alguna, a las puertas de Pamplona, que acababa rindiéndose y capitulaba el 21 de mayo. La guarnición castellana del castillo, mal pertrechada, tuvo que entregarse sin apenas lucha.
Tomada Pamplona, el reino pasó a estar bajo el control del señor de Asparrós. Este avanzó con sus tropas, asaltó Los Arcos territorio castellano en estos momentos y puso sitió a la ciudad de Logroño. Sin embargo, derrotados los comuneros en la batalla de Villalar de 23 de abril de 1521, todo el ejército imperial se puso en marcha para levantar el asedio de la capital riojana y para iniciar la recuperación del reino de Navarra que se había demostrado vital para la seguridad de Castilla.
Las tropas de Asparrós incapaces de continuar con el asedio de Logroño comenzaron su retirada hasta asentar sus reales en las cercanías de Noain. El ejército castellano, a marchas forzadas, llegó a cruzar la Sierra del Perdón, cerrando el camino de las tropas francesas hacia Pamplona y buscando el enfrentamiento definitivo en campo abierto.
El 30 de junio de 1521 tenía lugar la batalla de Noain-Esquíroz que dio la victoria a los ejércitos castellanos. Poco tiempo después la práctica totalidad del reino pasaba a estar bajo control de Castilla. Dos reductos importantes quedaron en manos de fuerzas franco-navarras: en octubre de 1521 una expedición al mando de Guillermo Gouffier, señor de Bonnivet tomaba por sorpresa las fortalezas de Maya y de Fuenterrabía. La primera, Maya, tras una heróica resistencia se rendía el 19 de julio de 1522. El 29 de febrero de 1524 caía Fuenterrabía.
Se ponía así fin al intento más importante que llevaron a cabo los Albret de recuperar su trono. Carlos V, a partir de entonces, procuró atraerse a los miembros de la facción agramontesa. Un primer perdón, de 15 de diciembre de 1523, excluyó de la amnistía a ciento cincuenta de sus miembros muchos de los cuales guarnecían Fuenterrabía. Una nueva amnistía, de 29 de abril, de 1524, tras la toma de Fuenterrabía, fue mucho más amplia y dio lugar a que los principales jefes del bando agramontés juraran fidelidad a Carlos I en Burgos, el 3 de mayo de 1524.
La recuperación de Navarra fue un éxito de la campaña militar de Carlos I contra Francisco I, que continuaría después con la victoria de Pavía de 1525 que daba al emperador el control del ducado de Milán. El abandono de Carlos V de Ultrapuertos en 1527 supondría el establecimiento de una frontera entre ambas monarquías.
Los Albret se hacían con el control de la llamada Baja Navarra, y gracias a ello el título de reyes de Navarra, que posteriormente pasaría a formar parte de la relación de dignidades de los monarcas de Francia cuando uno de sus sucesores, Enrique de Borbón nieto de Enrique II de Albret e hijo de Juana de Navarra y Antonio de Borbón , se convirtió, en 1589, en rey de la monarquía de San Luis.
Las seculares rivalidades entre las dos facciones de agramonteses y beaumonteses continuaron; más como escribió el cronista Francisco de Alesón, en ellas “no tuvieron parte las espadas, en que la justicia, poderosa ya, tenían puesto entredicho, sino las plumas, que no sacan sangre”. No sería hasta 1628 cuando una real cédula del rey Felipe IV pondría fin a la existencia de las dos parcialidades.

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