martes, 17 de noviembre de 2015

Nuevo testamento - bíblia

Historia del Belén
 

En el año 1223, tres años antes de su muerte, con el permiso del Papa Honorio III, San Francisco de Asís celebró una misa en un pueblo de Greccio, con una imagen del Niño Jesús, el buey y la mula formó un emotivo cuadro que acompañó de canciones y poesías populares.

A este acto fueron invitados religiosos de varias partes, así como hombres y mujeres del lugar que asistiendo con luces y hachas se dispusieron a iluminar aquella Noche con gran claridad

Esto emocionó a la gente, haciendo que esta costumbre se extendiera durante los años sucesivos por otros pueblos y ciudades, siendo los Franciscanos los que comienzan a conmemorar plásticamente el aniversario del Nacimiento de Jesús.

Fueron las monjas Clarisas las que propagaron la tradición de adorar al Niño Jesús representado en una imagen en la cuna y ataviado con ricos vestidos bordados. Se van añadiendo otros personajes al Belén, siendo en el año 1330 cuando en la Iglesia de Santa Clara de Nápoles, se instala un verdadero Belén.

Hasta el siglo IV los detalles del suceso de la Natividad se comunican en secreto, debido a las persecuciones de que eran objeto los cristianos, siendo con Constantino en el año 313 cuando aparecen las primeras representaciones gráficas del nacimiento de Jesús.

No obstante, en las catacumbas, donde se reunían los primeros cristianos para la celebración de sus actos funerarios, se han encontrado vestigios de representaciones de la Navidad.

En la Catacumba de Priscila aparece la Virgen con el Niño en brazos, y a su lado, señalando hacía una estrella el profeta Isaias estimando que esta pintura puede datar de los años 180 ó 200.

A partir del siglo IV las representaciones del Nacimiento y la Epifanía son mucho más numerosas que las de la Pasión, siendo en el siglo VII cuando el Papa Teodoro manda construir en el interior de la Iglesia de Santa María la Mayor, de Roma, un oratorio reproducción de la cueva de Belén.

No obstante, es en el siglo XIII cuando surje la forma iconográfica de representar el Belén, con estatuas independientes agrupadas para formar una escena.

Con anterioridad, el arte románico produjo gran variedad de motivos navideños que ornamentaban capiteles, portadas de claustros, monasterios, etc.. Y es que la escultura románica religiosa cumplía dos fines, ya que además del motivo ornamental entrañaba un verdadero sistema didáctico por el que se trata de enseñar al pueblo a través de la imagen.

España es una de las naciones más favorecidas en el arte románico, por lo que se dan abundantes representaciones de este tipo: Adoración de los Reyes de la catedral de Tarragona, los capiteles del monasterio de San Juan de la Peña, en San Pedro de la Rúa de Estella, Santo Domingo de Silos, etc.

Es Arnolfo de Cambio, en el año 1290, al que puede considerarse el primer "figurista" del Belén, conservándose en Santa Maria la Mayor su magnífica Adoración de los Magos esculpida en marmol.



Hacía 1537 comienzan en Italia a aparecer los Pesebres fijos de exposición permanente, -- muchos hacen las veces de retablos - y constan de pocas figuras entre las que se encuentran sibilas y profetas.

Pero el primer Belén montado únicamente para el período navideño se realiza en Praga en el año 1562 en la iglesia de los Jesuitas y en 1567 se conoce el primer Belén familiar que consta de 107 figuras y es propiedad de la duquesa de Amalfi.

A partir del Concilio de Trento el tema de la Navidad toma un nuevo impulso instalándose paulatinamente en todas las iglesias belenes en la época navideña, algunos representando únicamente a la Sagrada Familia, otros añaden a los Magos y pastores y otros gran número de personajes simbolizando la adhesión a los mismos de la población local.

En el siglo XVIII, máximo florecimiento del Pesebre, Nápoles se pone en cabeza de todas las ciudades europeas en el desarrollo del Belén, ya que crea una escuela incomparable en cuanto a belleza, detalle y meticulosidad de las figuras.

Comienzan a construir figuras articuladas confeccionando maniquies que realizan a base de enrollar estopa y tiras de lienzo en un armazón de alambre y sustituyen la cabeza, manos y pies por piezas de terracota, siendo posteriormente vestidas estas figuras con ricos trajes de la época confeccionados en seda, terciopelo o raso.

Carlos III se interesa tanto por este arte que habilita en Palacio una sala para el montaje de un enorme Belén que, permite sea visitado por el pueblo. La aristocracia se apropia de la idea lo que da paso a una extraordinaria proliferación del Belén surgiendo importantes imagineros belenistas como pueden ser Gori, Celebrano, Vaccaro, etc. Esta moda se va extendiendo al pueblo llano, siendo este el que generalmente mantiene toda esta clase de tradiciones.

Cuando Carlos III viene a España, tras el fallecimiento de su hermano Fernando VI, trae consigo esta afición encargando a los escultores Esteve Bonet y José Ginés, el conocido como Belén del Principe con lo que da pié a que este arte se propague rápidamente por todo el Levante español.

Montañés, Cano y Becrerra, así como Luisa Roldán "La Roldana" son los grandes escultores de esta época. Pero en 1707 nace uno de los más grandes figurinistas hispanos, Francisco Salcillo que heredó de su padre la tradicción napolitana creando un Belén compuesto de 566 figuras.

Las distintas revoluciones hacen que se frene el proceso del Belén, siendo en el año 1787 abolidos los Pesebres, en Maguncia, por decreto, en Francia desaparecen al clausurarse las iglesias y en Marsella se califican de "indecentes" las figuraciones de pastores.

Es en el siglo XIX cuando, tímidamente, las parroquias vuelven a montar sus belenes completos, empezando a divulgarse entre el pueblo las figurillas populares de barro cocido, o de cartón piedra y con materiales baratos que permite en todos los hogares el montaje de un Belén.

Cada país y cada región va ofreciendo sus particularidades y creando sus propios belenes, ataviados con trajes de la zona y en los que encontramos, igualmente, a los personajes típicos de la misma. No podemos olvidar en Madrid, el belén creado por el maestro belenista, José Luis Mayo-Lebrija, en el que las figuras aparecen ataviadas con los trajes de chulapas y manolas, apareciendo los personajes típicos del Madrid "castizo" como son el guindilla, la castañera, el sereno, el barquillero, ... enmarcados en una corrala o en el Madrid de los Austrias.

Esta afición por los Belenes ha dado lugar a la agrupación de las personas en Asociaciones, con un deseo de perfeccionamiento en la construcción de los nacimientos y en la extensión de esta tradicción.

La primera Asociación en el mundo nace en 1855 y en España la primera se funda en Barcelona en 1863, aunque desaparece poco después, para resurgir en 1912. Posteriormente se han ido fundando en prácticamente todas las capitales de provincia, siendo en 1942 cuando se funda la de Madrid, estando todas agrupadas en la Federación Española de Belenismo, que a la vez es miembro de la UN-FOE-PRAE o Universal Federación Pesebrista.



¿POR QUÉ NAVIDAD SE CELEBRA EN NAVIDAD?



Todos sabemos, y mucho más los belenistas, por las lecturas de los Evangelios que éstos hablan bastante poco del nacimiento y los primeros años de la vida de Jesús, siendo únicamente San Mateo y San Lucas los que recogen esta época.

La fecha en que tuvo lugar el acontecimiento ha sido objeto de discusión.

El edicto por el que se establecía el censo general promulgado por Octavio Augusto tuvo lugar en el año 752 de la fundación de Roma pero se han descubierto errores de cálculo que hacen suponer que el año 1 de nuestra era fue posterior al calculado.

En cuanto a la fecha de celebración de la Navidad, el celebrarlo en la noche del 24 al 25 de diciembre puede deberse a ciertas fiestas paganas de adoración al sol, ya que desde épocas anteriores existían actos especiales de culto al astro rey.

El 24 de diciembre es la fecha en la que, después del período invernal, empiezan a alargar los días.

A partir del siglo III existe un nuevo auge del culto astral pagano por lo que la iglesia cristianiza esta fecha dedicándola a la conmemoración del nacimiento del Señor.

La Navidad se celebra desde muy antiguo, aunque el primer vestigio aparece en la complicación del Cronógrafo del año 354. Sin embargo, posteriores investigaciones permiten suponer que en el año 336 se conmemoraba en Roma este acontecimiento.

Independientemente de todo lo anteriormente comentado, y atendiendo a los evangelistas, si podemos deducir que el Nacimiento de Jesús no fue en invierno, pudiendo deducir que fuese en primavera, ya que los pastores estaban al raso. En verano no podía ser pues en esta época del año, estos iban a las altas montañas en busca de pastos y de agua que escaseaba en la ciudad.

También nos hace suponer que fuese en primavera porque el mesón estaba lleno, lo que hace suponer que las familias se reunían para celebrar la fiesta de la Pascua (abril o mayo).



La costumbre del Belén es muy antigua y proviene de la veneración a las reliquias del pesebre de Jesús, traídas a Roma desde Belén, si bien las características de algunos personajes como los pastores, los magos o Herodes provienen de las representaciones teatrales navideñas. A esto se añade la presencia de los signos que señalan el cumplimiento de las profecías sobre el nacimiento del Mesías o Salvador de los judíos ("el buey", "la mula", la estrella, etc.) , y las indicaciones derivadas de algunas visiones místicas. 

Según los expertos, las primeras expresiones gráficas de nacimientos se hallan en las catacumbas romanas de Priscila en el siglo II. Hay una en la que se hace referencia al nacimiento de Jesús de forma directa, y muestra pintada una escena de la Virgen María sosteniendo en brazos al niño Jesús. Incluso en otras catacumbas, de los siglos III y IV, se pueden observar escenas de la Epifanía, con los Reyes Magos. 

La tradición popular actual del belén, pesebre o nacimiento es mucho más reciente. Parece que fue San Francisco de Asís quien realizó la primera representación en Greccio. Después, Santa Clara la difundió por los conventos franciscanos de Italia y posteriormente la propia difusión de la orden contribuyó a la extensión del pesebre representado por seres vivos o figuras. 

Desde el siglo XIII hasta el XVI, las representaciones del Misterio quedan prácticamente limitadas por los muros de los conventos, primando en ellas su contenido religioso sobre la belleza artística de la obra. 

Los siglos XVI y XVII aportan unos antecedentes dignos de tener en cuenta y que abonarán el terreno para su explosivo florecimiento en el siglo XVIII, a partir del cual la costumbre arraiga profundamente, ayudando la mejora en el estilo de vida a que las gentes tengan tiempo y ánimos para disfrutar del arte, una vez que han visto cubiertas sus necesidades más primordiales. Con figuras labradas hacia 1480, el llamado "Belén de Jesús" de Palma de Mallorca documentado en el siglo XVI, es el más antiguo de España, por lo que también pudiera ser el más antiguo en uso de la Cristiandad. Sus autores son los Alamanno, familia que realizó varios de los primeros belenes en Nápoles, perteneciente por entonces a la Corona de Aragón. 

Así pues, durante el XVI y XVII podemos distinguir dos escuelas perfectamente diferenciadas: castellana y andaluza, aunque es a partir del XVII cuando la figura exenta cobra importancia, ya que durante el siglo anterior el tema se trata, casi exclusivamente, en retablos. Como retablistas podemos mencionar a Alonso Berruguete y Diego de Siloé, en la castellana; siendo Juan Martínez Montañés quien mejor representa la andaluza. En cuanto a figuras exentas, tenemos a Fray Eugenio Gutiérrez de Torices, en la zona centro; destacando José Risueño, Pedro Duque Cornejo y Luisa Roldán "La Roldana", en Andalucía. 

Las figuras del fraile mercedario Eugenio Gutiérrez de Torices, tienen la peculiaridad de la materia empleada en su confección: la cera. Les confiere ésta una finura y transparencia que las hace exquisitas y, a pesar de ser figuras de vestir, como las napolitanas, no admiten comparación, ya que los colores de de sus vestidos cortesanos, confeccionados en tela y papel, también son pálidos, como desvaídos, en contraposición con las de Nápoles que son modelos tomados del pueblo, con sanos colores en las mejillas y abigarrada espectacularidad en el vestir. En el Museo Nacional de Artes Decorativas de Madrid podemos admirar algunas de ellas, dispuestas en pequeños escenarios independientes (dentro de un mueblo relicario), representando seis escenas de la vida de María: Desposorios, Anunciación, Visitación, Adoración de los Pastores, Adoración de los Magos y Huida a Egipto. 

Con respecto a los maestros andaluces de la época mencionaremos las preciosas figuras de barro representando al Niño Jesús en brazos de María o de San José, del granadino José Risueño; las de Pedro Duque Cornejo, de gran tamaño, algunas de las cuales se conservan en el Museo Nacional de Artes Decorativas; y, por último, las de Luisa Roldán "La Roldana", cuya obra se encuentra repartida por distintos museos, como el de Artes Decorativas de Madrid, Museo Arqueológico de Bilbao, e Hispanic Society of America, de Nueva York. 

El Belén en España alcanza su auge y esplendor durante el siglo XVIII con la subida al trono español de Carlos III, las figuras procedente de Nápoles marcarán la pauta a seguir por los artistas españoles. 

Decide el Rey continuar en España la costumbre, adquirida en Italia, de instalar durante la Navidad un belén en Palacio. Para ello, encarga al escultor valenciano José Esteve Bonet la confección de unas figuras que completen las que trae de Nápoles y que deberán ser de su misma hechura para no desdecir del conjunto; empezándose así el llamado "Belén del Príncipe", obra que continuaría más tarde el también valenciano José Ginés. 

Los nobles de la Corte imitan rápidamente al Rey, y la moda se extiende, primero entre la aristocracia y, más tarde, entre la burguesía y el pueblo llano, que la hacen suya cuando artesanos más modestos la ponen a su alcance económico, perdiendo con ello las figuras calidad artística pero ganando popularidad. 

En este siglo XVIII, aparte de los mencionados José Esteve Bonet y José Ginés, debemos destacar al catalán Ramón Andreu que, hijo de alfarero, aprende desde niño a trabajar el barro, prestándole a las figuras ese realismo tan propio de su región, situando junto a unos Magos cargados de lujo y majestad, unos paupérrimos pastores de remendadas ropas; creando escuela por su técnica y buen hacer. 

Es obvio añadir que la representación por excelencia del arte belenístico en España, durante el siglo XVIII, la ostenta Francisco Salzillo, A lo largo del siglo XIX, la abundancia de excelente material, procedente del XVIII, hace que la producción artística se paralice algo, quedando prácticamente en manos de pequeños artesanos el privilegio de mantener un ritmo mínimo de fabricación, teniendo que llegar la segunda mitad del siglo XX para que, nuevamente, resurja con fuerza este arte, compitiendo escultores de gran talla en mejorar su obra belenística. 

El belén tradicional se parece muy poco al actual, pues es simbólico en vez de realista, tiene las figuras a distintas escalas, según su importancia, y dos planos, el celeste y el terrestre. Se acompañaba por aparatos diversos de iluminación, velas y candiles, y podía contener elementos que hoy resultan extraños como conchas y caracoles, animales salvajes, ermitaños, Adán y Eva, símbolos de la pasión, la cuna- catafalco, etc., todo ello de acuerdo con las ideas que se querían trasmitir, ideas que indicaban el comienzo de una nueva era, la de la Redención, y que Jesús Niño había nacido para morir por todos. Por ello, el belén recibía ofrendas y era el eje de una intensa vida espiritual, de canciones, danzas y representaciones. 

En Andalucía aún pueden verse hermosas imágenes que sirvieron a los grandes belenes del barroco, cuya complejidad era enorme y se manifiesta en belenes fijos como el del coro alto del monasterio de Santa Paula, en Sevilla, similar a otros españoles, portugueses y de la América hispana. 

Posteriormente, el mundo simbólico del belén tradicional fue olvidado, sustituyéndose por el belén costumbrista o pintoresco, cuya más conocida manifestación es el Napolitano de figuras de maniquí, propias del siglo XVIII, con algunos ejemplos traídos por los Borbones españoles, que no alcanzaron el favor popular. El propio "Belén del Príncipe" se realizó a medias entre escultores italianos y españoles, quienes preferían esculpir figuras completas. 

En el siglo XIX se puso de moda el orientalismo, gracias a los viajeros románticos por Oriente Medio y Egipto, decantándose después por representaciones realistas, pero más árabes y beduinas que propias de la Judea del siglo I bajo la ocupación romana. 

El tamaño de las figuras de un belén depende del gusto de quien lo realiza, llegando incluso a ser de tamaño natural, si bien lo más general es que sean pequeñitas para poder montarlo en una sala o habitación del hogar. Este elemento invoca la fe de la familia y respondía a la originalidad de los encargados en montarlo. 

Se hace uso de musgos para recrear los montes, utilizando trapos o cajas de cartón para dotar al belén de una orografía accidentada, papel de plata para simular riachuelos, y hojas y flores para hacer todo ello más natural. En ocasiones se recubre con harinas a modo de nieve. Las figuras principales se disponen en el portal, con el pesebre y completando todos los demás personajes, a excepción de la imagen del recién nacido que se reserva hasta la noche del 24 al 25 de diciembre y la de los Reyes Magos que se sitúan en escena en posición de viaje según el paso de los días navideños, hasta llegar el día de Reyes en que se simula su llegada al portal en posición de ofrenda y adoración al Niño Dios. 
Hoy se ha extendido la elaboración de escenas fijas en cajones (los llamados dioramas), así como el belén de embocadura, mientras que en las casas pueden aún encontrarse belenes realizados con papel, corcho, vegetación del lugar y otras técnicas tradicionales. 

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