sábado, 16 de julio de 2016

Símbolos - Alegorías en el arte


El triunfo de la Muerte es una de las obras más conocidas del pintor flamenco Pieter Brueghel el Viejo. Un óleo sobre tabla de 117 cm de alto x 162 cm de ancho, pintado hacia el año 1562Escuela flamenca del siglo XVI.
Perteneció a la colección de pinturas de la casa real española desde 1746-1759, cuando fue adquirida por Isabel de Farnesio para el Palacio de la Granja. Desde 1827 forma parte de la colección del Museo del Prado (Madrid).

Otras representaciones del tema

El tema, que se incluye en la amplia iconografía de la muerte y lo macabro, es característico del arte cristiano y puede relacionarse con ciertas representaciones del juicio final; especialmente en la sensibilidad bajomedieval posterior a la peste de 1348, con repercusiones en todas las artes (danzas de la muerte -Hans Holbein el Joven publicó una colección de grabados con el título Danza macabra en 1538-), y con las alegorías morales de la obra de El Bosco.2 Hay también ejemplos anteriores, como el tema de los "tres reyes muertos" o "encuentro entre los tres muertos y los tres vivos", a partir de la obra literaria de Baudoin de Condé Dict des trois morts er des trois vifs (1275).3 Posteriormente fueron muy representados los temas denominados Vanitas y Memento mori.
Jan Brueghel el Viejo, hijo de Pieter, realizó una réplica del cuadro de su padre en 1597. También se conserva una copia posterior, de 1628.
El propio Pieter Brueghel el Viejo realizó alguna otra obra de temática semejante: Dulle Griet.

Descripción

Es una panorámica de la muerte: vemos el cielo oscurecido por el humo de las ciudades ardiendo, al fondo un mar plagado de naufragios; a la orilla hay una casa, alrededor de la cual se agrupa un ejército de muertos. El paisaje, anodino y arrasado, nos habla de la pequeñez, crueldad y falta de sentido común del hombre, que pretende cambiar un destino impuesto. Se alzan mástiles coronados por ruedas, picotas en las que se ajusticia a criminales; sus cadáveres se balancean. Hay una cruz, solitaria e impotente en el centro de la pintura, y la Muerte avanza con batallones de esqueletos; sus escudos son tapas de ataúdes y conducen a la gente a un ataúd que es un túnel decorado con cruces; un esqueleto a caballo destruye personas con su guadaña. Por todas partes son atacados los desamparados hombres; aterrorizados huyen o intentan en vano luchar. No hay defensa posible, los esqueletos matan de muy variadas maneras: cortando gargantas, colgándolos, ahogándolos, e incluso cazándolos con perros esqueléticos.
A la izquierda se conduce una tétrica carreta con calaveras, que sin duda formarán después el ejército de los muertos. Detrás un tribunal de la muerte presidido por el símbolo de la cruz contempla impasible la hecatombe. Sobre ellos, unos esqueletos tocan una campana avisando del fin del mundo. Al frente, en el extremo inferior izquierdo, yace el rey, vestido de su capa con vueltas de armiño y con el cetro en la mano. Campesinos, soldados y hasta nobles e incluso reyes, todos atrapados por la Muerte.
Un poco más hacia el centro del primer plano, un perro olisquea la cara de un niño, muerto en brazos de su madre, también caída. Algunos cadáveres han sido ya amortajados y uno de ellos yace en un ataúd con ruedas.
El juglar se esconde bajo la mesa; un caballero intenta defenderse
La visión de Brueghel no carece de humor sardónico, como puede verse en la parte inferior derecha del cuadro. Una pareja de enamorados permanecen absortos ignorando lo que les rodea. Detrás de la mujer un esqueleto imita al tocador de laúd. A su lado una mesa puesta con manjares, y un juglar con jubón ajedrezado, se intenta esconder debajo. Un caballero hace ademán de desenvainar la espada, intentando defenderse de lo irremediable.
Como es natural en un cuadro pesimista los colores son sombríos.
Se observan aspectos de la vida cotidiana a mediados del siglo XVI, se dibujan con detalle las ropas, y pasatiempos como juegos de cartas. De manera única, un método usual de ejecución para los criminales del siglo XVI: La rueda. Objetos como instrumentos musicales y los primeros relojes mecánicos, y escenas como una misa de difuntos ayudan a entender mejor el estilo de vida de los años 1560.
Se ha sugerido que el cuadro, como una premonición, fue inspirado por el empeoramiento del clima político antes de la Guerra de los ochenta años. Inspirada o no por el ambiente la obra es una clara alegoría de los horrores de la guerra, como su Dulle Griet, también premonitoria. Es inevitable también pensar en la peste negra que azotó a Europa en el siglo XIV. Algunos ven la crisis de los feudos, ya que en el cuadro se observa a la Muerte que amenaza a un hombre con corona, que podría ser un rey o representante del poder. Cercano a dicho hombre de corona la Muerte merodea un barril lleno de algo de color dorado u oro.
La tabla recuerda al Bosco, por lo satírico y moralizante y la amplitud del cuadro; múltiples escenas, pintadas con mucho detalle. Recuerda el tema medieval de lasdanzas de la muerte. Las hordas de Brueghel son esqueletos, no demonios como en el El Jardín de las Delicias de cien años antes. Esto puede sugerir en algunos un pesimismo ateo no suavizado por una creencia en un Cielo.

Referencias en la cultura moderna

Los esqueletos pescan a los hombres como si fueran peces
  • En la novela Underworld, el autor contemporáneo estadounidense Don Delillo representa a J. Edgar Hoover fascinado por este cuadro en particular. También proporciona el título para el prólogo de la novela.
  • En la portada del disco Greatest Hits, del año 1977, de la banda británica de heavy metal Black Sabbath, se utiliza este cuadro retocado.
  • El triunfo de la Muerte es también el título de una canción de Hellhammer.
  • El cuadro se describe en la segunda estrofa del poema de Sylvia Plath Dos vistas de una habitación de cadáver.
  • La banda sueca de blackmetal Marduk hace referencia a la inspiración del cuadro en su DVD Blood puke salvation.
  • Se describe e interpreta en la novela de Javier Sierra "El maestro del Prado".













El vendedor ambulante es un cuadro del pintor flamenco El Bosco, ejecutado alóleo sobre tabla. Es un círculo de 71,5 centímetros de diámetro, insertado en una tabla octogonal. Se conserva en el Museo Boymans Van Beuningen de Róterdam.
El personaje de esta pintura es muy parecido a las puertas exteriores de El carro de heno, que representa también a un Vendedor ambulante, un Vagabundo o laparábola del hijo pródigo (Tolnay y Larsen).
Es una obra de los últimos años del Bosco. La dendrocronología ha establecido una fecha de hacia 1494 o después.1 Algunos autores han señalado que el cuadro fue realizado hacia el año 1510.
También se le conoce como El viajero y El hijo pródigo. Como escribe Jos Koldeweij, «representa el homo viator, el caminante, el hombre sobre el sendero de su vida. Amenazado por peligros y tentaciones, debe continuar el camino a lo largo de una vía a menudo estrecha y accidentada y plagada de obstáculos», dividida en dos caminos: el del pecado, simbolizada por el burdel a la izquierda que tiene como insignia una oca blanca, símbolo de lascivia; y aquel otro del regreso que parece haber elegido el hijo pródigo, cuya iconografía se asemeja al arcano sin número deltarotEl Loco.2
Considera Pijoán que aquí se representa al Hijo pródigo como un vagabundo que se marcha de la venta donde le han acogido, llevándose el zurrón lleno y el sombrerode un soldado que se ha quedado rezagado besando a una joven. Desde una ventana le mira una vieja que le ha descubierto. No tendría entonces esta obra intención moralizadora.3
Los análisis dendrocronológicos ha confirmado la tesis, ya expuesta en 1972 por Filedt Kok, de que esta tabla es la parte exterior de untríptico cuyo interior estaría formado por la Nave de los locos, abajo la Alegoría de los placeres que se conserva en New Haven y a la derecha, la Muerte de un avaro, tablas que fueron cortadas por la mitad. Todas ellas presentan un gran parecido en el dibujo. Siendo ello así, habría que interpretar el sentido de la tabla en su conjunto como una representación de la idea, propia de la Devotio moderna, del ser humano como un peregrino-ermitaño que busca el camino de la salvación, alejándose de la maldad y los vicios del mundo. Sería así una alegoría de la vida humana entendida como peregrinación. A ello contribuiría, según Koldeweij, el bastón nudoso, para defenderse de las acechanzas de los perros, y el gran cesto de mimbre como representación de su dolorosa carga, para recorrer el camino del arrepentimiento, lejos de la corrupción y la maldad.


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