Movimientos de tierras y aludes
Los deslizamientos de laderas, desprendimientos de rocas y aludes de nieve son algunos de los procesos geológicos más comunes en la superficie de la Tierra. Forman parte del ciclo natural del terreno ya que la erosión y la gravedad actúan constantemente para transportar materiales de las zonas más altas hacia abajo.
Se producen deslizamientos cuando capas enteras de terreno se mueven sobre el material firme que tienen por debajo. En su movimiento siguen uno o varios planos de corte del terreno.
Los desprendimientos son fragmentos de roca que se separan de un talud y caen saltando por el aire en buena parte de su recorrido.
El que una ladera permanezca estable o sufra un deslizamiento depende de la unión de varios factores, entre los que están
- Características del terreno.- Los lugares montañosos con pendientes fuertes son los que con más facilidad sufren deslizamientos, aunque en ocasiones pendientes de muy pocos grados son suficientes para originarlos si la roca está muy suelta o hay mucha agua en el subsuelo.
- Condiciones climáticas.- En las regiones lluviosas suele haber espesores grandes de materiales alterados por la meteorización y el nivel freático suele estar alto lo que, en conjunto, facilita mucho los deslizamientos. Las lluvias intensas son el principal factor desencadenante de deslizamientos en España.
- Macizos rocosos con fallas y fracturas.- Tienen especial importancia en los desprendimientos. En España la mayoría de las caídas de rocas y otros materiales tiene lugar en lugares en los que el terreno tiene abundantes fracturas y se ha ido produciendo erosión en la base de sus laderas. En estos lugares cuando llueve intensamente con facilidad se pueden producir desprendimientos.
- Erosión.- Los ríos, el mar u otros procesos van erosionando la base de las laderas y provocan gran cantidad de deslizamientos. En las costas españolas estos fenómenos son muy comunes y provocan el retroceso de los acantilados, sobre todo en las costas del Atlántico, en Canarias y en Baleares.
- Expansividad de las arcillas.- Las arcillas tienen la propiedad de que al empaparse de agua aumentan su volumen. Esto supone que los terrenos arcillosos en climas en los que alternan periodos secos con otros húmedos se deforman y empujan taludes, rocas, carreteras, etc. provocando deslizamientos y desprendimientos.
- Acciones antrópicas.- Los movimientos de tierras y excavaciones que se hacen para construir carreteras, ferrocarriles, edificaciones, presas, minas al aire libre, etc. rompen los perfiles de equilibrio de las laderas y facilitan desprendimientos y deslizamientos. Además normalmente se quitan los materiales que están en la base de la pendiente que es la zona más vulnerable y la que soporta mayores tensiones lo que obliga a fijar las laderas con costosos sistemas de sujeción y a estar continuamente rehaciendo las vías de comunicación en muchos lugares.
- Se conoce la acción de otros factores como terremotos, rocas calizas (estructuras kársticas), etc., que , en ocasiones, provocan movimientos del terreno, pero cuya importancia es comparativamente menor que los citados anteriormente.
Deslizamientos y desprendimientos en España
La mayoría de las veces los movimientos de laderas no son muy espectaculares ni catastróficos, pero si son frecuentes y afectan a vías de comunicación y al transporte. Las pérdidas económicas anuales por estos fenómenos son de más de 30 000 millones de pesetas y todos los años entre 10 y 20 personas son víctimas de estos movimientos. En 1874 un gran desprendimiento mató a 100 personas en Azagra (Navarra), una población situada bajo una gran pared rocosa que ha sufrido varios desprendimientos importantes. Ejemplos de ciudades y pueblos construidos junto a farallones y paredes rocosas que sufren por estos procesos son frecuentes en la geografía española.
Hay riesgo de deslizamientos y desprendimientos en prácticamente todo el territorio español. En algunos casos, como en el valle del Guadalquivir, son frecuentes los deslizamientos pequeños pero que dañan las carreteras y las vías de comunicación. En las zonas montañosas, como los Pirineos, y las cordilleras Cantábrica, Bética e Ibérica, es donde se producen los movimientos mayores en los que se movilizan millones de metros cúbicos de materiales.
En las zonas montañosas en las que la nieve se acumula en las laderas es importante tener en cuenta el riesgo de los aludes. Su fuerza destructiva puede ser muy grande. En algunos de ellos se han llegado a medir fuerzas de impacto cincuenta veces mayores de la necesaria para derribar una casa y velocidades de caída de la nieve de hasta 350 km/h. El número de víctimas ha crecido mucho en los últimos años desde que se han popularizado los deportes de montaña. Así, por ejemplo, entre 1945 y 1974 hubo 719 muertes por aludes en toda Europa, mientras que de 1975 a 1985, solo en los Alpes han muerto por este motivo 1200 personas. En España están muriendo al año por este motivo, unas cuatro personas, con un máximo de 11 muertos en 1979.
La mayoría de los aludes se producen durante el invierno y especialmente durante las nevadas y en las 24 horas siguientes. Cuando han caído 30 o más cm de nieve en laderas empinadas ya hay riesgo de avalancha. Con unos 70 cm de nieve el riesgo existe incluso en las zonas en las que normalmente no suelen haber aludes.
Las avalanchas de invierno suelen ser de nieve seca y en polvo, pero también se producen aludes cuando el tiempo es soleado y caluroso, por ejemplo en primavera, y comienza a fundirse la nieve. El agua fundida favorece el deslizamiento de masa de nieve densa que pueden muy peligrosas para las personas y las construcciones.
Otros factores como la intensidad de la nevada, el viento, los cambios de temperatura mientras nieva, las características del terreno y de la vegetación, etc. influyen en este fenómeno.
La mejor defensa es la prudencia y la prevención. Conocer cual es el riesgo de alud antes de salir al monte en invierno o primavera es imprescindible para tomar las decisiones oportunas. Los servicios meteorológicos de las zonas de montaña suministran esta información.
Además en las zonas con riesgo se suelen hacer defensas de distintos tipos para proteger construcciones y vías de comunicación. Asimismo se suele prohibir el paso por las zonas de más peligro y, es eficaz, provocar aludes controlados con explosivos en momentos oportunos. Para la protección de los automovilistas se han instalado detectores de ondas que captan el comienzo del alud en las zonas altas y transmite la señal a semáforos que cortan la circulación en los tramos de carretera amenazados.
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