FORMAS DE CASTIGO A LOS ESCLAVOS .-
Los severos castigos a los esclavos
Recordar la esclavitud en el Perú implica recordar una época en la que se compraban personas negras traídas de África para que sirvan de empleados en las casonas o haciendas. Pero, ¿Cómo estas personas llegaron al Perú?, pues muchos de ellos eran seleccionados y capturados según su género y edad para que reemplacen la mano de obra indígena. Luego que llegaban al país estos eran encadenados y encerrados en celdas por muchas semanas hasta que llegaran los compradores.[1] Para que los esclavos no se escapen de sus amos estos eran quemados con un sello de fierro, cada propietario tenía su propio diseño de sello.[2] Muchas veces estos esclavos no eran comprados, es por ello que el autor Aguirre menciona lo siguiente:
“ Más allá de la compra y venta, los esclavos y esclavas estaban sujetos a otros tipos de transacciones legales, incluyendo el alquiler, la cesión por herencia, la hipoteca, la cesión por dote y el canje” (Aguirre 2005: 30)
Muchos de estos esclavos eran comprados por terratenientes, estos dueños de grandes haciendas les brindaban una vida miserable, ya que estos vivían en barracas[3] o en los solares, incluso negros que no eran esclavos eran maltratados o castigados de diversas maneras, ya que estos se encontraban en la jerarquía más baja de la sociedad.[4] En el libro de Phillips menciona la cantidad de latigazos que los esclavos recibían por distintos castigos.
“Si un esclavo se ausentaba durante cuatro días, debía recibir un total de cincuenta latigazos. Por ocho días y una distancia de una legua (cinco kilómetros) de la ciudad, el castigo era de cien latigazos y una argolla de hierro de cinco kilos en un pie durante dos meses.” (Phillips 1989: 315)
Los castigos no solo consistían en azotes sino también en torturas como la del arco que era una forma de castigo a los negros carretoneros[5], otra forma de castigo era la enmeladura que consistía en atar al esclavo y embardunarlo con miel para atraer a las moscas; [6] incluso, podían cortarles el pie si este se escapaba por diez días y si este tiempo llegaba a veinte días, este esclavo era mandado a ahorcar.[7] Sin embargo, el nivel de crueldad en cuanto a los castigos podían variar dependiendo de sus amos.
El 3 de diciembre de 1854 con el Presidente Ramón Castilla se decreta una ley que elimina la esclavitud y libera a los esclavos negros. Sin embargo, esta libertad se podía aplicar solo a los esclavos que estén sirviéndolo y apoyándolo. El 23 de enero de 1855 Castilla decretó otra ley en la que obligaba a los ex - esclavos a trabajar por tres meses en las haciendas y a los esclavos que no querían regresar a trabajar se les consideraría como vagos y serían llevados a islas de Chincha. El gobierno indemnizó a los dueños de los esclavos liberados con 300 pesos por cada esclavo.[8]
Una conclusión de todo lo expuesto es que los esclavos fueron maltratados desde el momento en que los capturan hasta su supuesta liberación, se dice que supuesta liberación porque no se cumplió con los decretos que los presidentes emitían, ya que buscaban una libertad e igualdad pero los esclavos negros no eran completamente libres.
Maltratos y castigos a los esclavos negros.
Aguirre (2005), manifiesta que los esclavos del virreinato peruano pertenecían, según la legislación y las prácticas sociales de la época, a la escala más baja de la jerarquía racial y socio-económica. La legislación colonial sancionó con claridad la condición subordinada del esclavo negro, excluyéndolo de una serie de derechos y privilegios reservados sólo para los habitantes de origen europeo, restringiendo sus movimientos, asignándole obligaciones especiales por el hecho de ser esclavo, y sometiéndolo, además, a una serie de prácticas degradantes que acentuaban su opresión y marginalización.
Se les prohibiría beber vino o chicha, andar a caballo, reunirse en grupos en corrales o rancherías, e incluso ser enterrados en ataúd. Los esclavos y negros libres tenían bloqueado el acceso a cualquier forma de educación formal y, en diferentes momentos, fueron prohibidos de practicar ciertos oficios.
La legislación sobre castigos y sanciones a los esclavos negros revela aún más crudamente su posición subordinada en la sociedad colonial. Por lo general recibían, en la legislación y en la práctica, castigos más severos que las personas libres, y se usaban contra ellos métodos punitivos que habrían sido considerados infamantes si hubiesen sido aplicados contra españoles. Veamos algunos ejemplos. Al negro que fugase del poder del amo, por ejemplo, se le debía castigar con cien azotes, pero si la ausencia duraba diez días, se mandaba que se le amputase el pie, y si se prolongaba a veinte, el esclavo debía ser ahorcado. Se estipulaban premios para quienes capturaran a esclavos cimarrones, vivos o muertos, y bastaba presentar la cabeza del negro para recibir la recompensa. Las violaciones al toque de queda eran castigadas con cien azotes la primera vez, castración la segunda, y finalmente con el destierro fuera de la ciudad a la tercera ocasión.
Bowser (1974), expresa que el maltrato de una india por un negro hacía a este merecedor de cien azotes. Y las reuniones no autorizadas de más de diez negros los hacían merecedores de doscientos azotes. La "Recopilación de las leyes de Indias" (1680) consolidó el armazón legal referente al trato a los esclavos. Por cuatro días de fuga mandaba se le aplicasen cincuenta azotes; por diez días, debía recibir cien azotes y portar una calza de hierro de doce libras durante dos meses; la fuga fuera de la ciudad hasta por cuatro meses resultaba en cien azotes la primera vez y destierro la segunda; finalmente, una fuga que durara seis meses y que incluyera la comisión de algún delito, merecía la pena de muerte. La aplicación de estas penas solía variar con respecto a la normatividad, y resulta difícil concluir si en la práctica los esclavos eran castigados con mayor o menor severidad que lo mandado por la ley.
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