domingo, 22 de noviembre de 2015

SANTOS POR SIGLOS

Santos del siglo II

Blandina es una virgen y mártir de la Iglesia Católica. Su fiesta se celebra el 2 de junio.

Biografía

Blandina sería una joven lionesa. Según se cuenta en la Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea, fue violada en el 177 bajo el emperador Marco Aurelio. Soporta estoicamente todos los suplicios, afirmando su fe ante sus verdugos. Habría pasado por la parrilla, para luego ser arrojada a un toro bravo y, finalmente ser degollada y muerta. El historiador Justo Gonzalez lo narra de la siguiente manera en su libro "Historia del Cristianismo", Tomo I, página 65: "Pero la más destacada de todos estos mártires fue Blandina, una mujer débil por quien temían sus hermanos. Cuando le llegó el momento de ser torturada, mostró tal resistencia que los verdugos tenían que turnarse. Cuando varios de los mártires fueron llevados al circo, Blandina fue colgada de un madero en medio de ellos y desde allí les alentaba. Como las fieras no la atacaron, los guardias la llevaron de nuevo a la cárcel. Por fin, el día de tan cruentos espectáculos, Blandina fue torturada en público de diversas maneras. Primero la azotaron; después la hicieron morder por fieras; acto seguido la sentaron en una silla de hierro candente; y a la postre la encerraron en una red e hicieron que un toro bravo la corneara. Como en medio de tales tormentos Blandina seguía firme en su fe, por fin las autoridades ordenaron que fuese degollada."
Sería, junto con Potino, uno de los mártires de Lyon.

Iconografía

Se la ha representado junto a un toro bravo o la parrilla, símbolos de su martirio.

Su fiesta es el 2 de junio

En el año 177 d. C. 48 cristianos sufrieron martirio en Lyon, a causa de la persecución de Marco Aurelio. En el transcurso de la segunda mitad del siglo II se habían establecido en Lyon comunidades cristianas que llegaron a esa parte de la Galia desde el Oriente.
En una carta de 177 dirigida a las comunidades de Frigia y Asia, los cristianos de Lyon cuentan las sucesivas persecuciones que sufrían durante el reinado de Marco Aurelio. Esta carta ha sido conservada y supone uno de los testimonios más antiguos y valiosos del comienzo del cristianismo en estas tierras. 
Tal documento atestigua hasta qué punto eran estrechas las relaciones existentes entre las comunidades cristianas del valle del Ródano y la iglesia de Asia, confirmadas por el origen oriental de algunos de sus nombres: el obispo Potino, Vecio Epagato, Alejandro de Frigia, Atalo de Pérgamo, Alcibíades, Pontico y Biblis. Otros nombres, en cambio, de origen latino como Marturus y la esclava Blandina. 
Blandina era un nombre latino, pero podía ser de origen esmirnota o frigio. Blandina era esclava, lo cual significaba que no tenía existencia social. Era una mujer entre los dos millones de seres que padecían la alienación en su carne y en su honra: incluso los lazos de familia le estaban prohibidos. Para ella, como tantas otras, no existía ninguna esperanza de vivir como todo el mundo.
Blandina estaba al servicio de una dama acaudalada de Lyon, cuya verdadera riqueza consistía en su delicadeza y su humanidad para con los más humildes. Ésta era cristiana, y no podía encerrar la alegría de su descubrimiento. Su gozo por haber encontrado la fe verdadera contagió a Blandina y le confió la gran nueva que había cambiado su vida. Blandina fue introducida en la comunidad de los cristianos de Lyon entre los que estaban el noble Atalo, y Alejandro, el médico que había venido de Frigia.
Se acercaban las festividades en las que, todos los años, en el mes de agosto, se reunían en la confluencia de los dos ríos las tres Galias, representadas por sus delegados. Desde todas las provincias acudía la multitud. Un gran mercado, como feria universal, se celebraba en la ciudad en fiestas. En ninguna otra ocasión tenía la autoridad más preocupación por vigilar las reacciones de la plebe. Los cristianos tenían prohibido aparecer en público. Pero una serie de calumnias acusó injustamente a los cristianos de unos escándalos públicos. Los cristianos fueron espiados en sus casas y buscados por la autoridad; los esclavos paganos fueron sometidos a tortura para que denunciaran a sus amos cristianos. Bajo la presión de los soldados, atestiguaron falsamente los crímenes que se le imputaban a sus amos: matanzas de niños y actos de perversión. La autoridad, cómplice, fingió ignorar el rescripto de Trajano. 
Saint Blandine
Aunque de cuerpo frágil, resultó ser un prodigio de energía y de valor. Condenada a tormentos, su fortaleza interior acabó por cansar y agotar a los verdugos. Se relevaban durante todo el día y, al llegar la noche, ya sin fuerzas, se extrañaban de ver que un cuerpo tan machacado respiraba todavía. 
La presencia de los hermanos y su delicadeza sostenían a la mártir, así como una fe recia en la misericordia de Cristo. Blandina fue suspendida de un poste sobre un estrado, expuesta desnuda a las miradas de los espectadores, más rapaces que las fieras, para ser pasto de las bestias.
La comunidad de cristianos se conmovió profundamente de su testimonio. Una mirada hacia ella los llenaba de orgullo y de valor. Menuda, endeble, despreciada, no sólo era el símbolo del valor, sino como una presencia de Cristo en medio de ellos. <>. Ninguna bestia tocó a Blandina, como si las bestias fueran capaces de tener más humanidad que los hombres.
Las fiestas duraron varios días. A los juegos de gladiadores y a la caza del hombre, acosado por tener fe, sucedían los concursos de elocuencia en lengua griega y latina. Todas las clases disfrutaban con esto, tanto los más refinados como los campesinos y los plebeyos. Los combates de gladiadores fueron sustituidos por los suplicios de los cristianos, echados a la arena de dos en dos como los gladiadores, espectáculo barato que se arrojaba al populacho. 
Blandina y Pontico fueron reservados para el último día. Ellos habían sido testigos presenciales de todas las pruebas por las que habían pasado sus hermanos y hermanas en el martirio, pero nada pudo hacer tambalear su fe. La masa, presa de una histeria colectiva irritada por la entereza de los dos cristianos, no prestó oídos ni al pudor ni a la piedad. 
El adolescente Pontico entregó el alma en la tortura, y Blandina quedó la última ese día de fiesta. Ella misma se puso en manos del verdugo: primero la flagelación desgarró sus espaldas. La expusieron a las fieras y éstas se limitaron a mordisquearla, después pasó por la silla de fuego. Por último la metieron en una red para que un toro enfurecido la embistiera. Como insensible, Blandina proseguía la conversación con Aquel que su corazón había escogido y la esperaba. Aburridos los verdugos, acabaron por degollarla. Los paganos, quizás avergonzados por su barbarie, reconocían: "Realmente, nunca hemos visto en nuestra tierra sufrir tanto a una mujer."
La sierva Blandina mostró que se había realizado una revolución. La verdadera emancipación del esclavo, la emancipación por el heroísmo, fue en gran parte obra suya. Su valor y su martirio realzan al mismo tiempo la condición de la mujer y la de la esclava. Son un testimonio de la nobleza del corazón.
El martirio de Santa Blandina y de los otros cristianos de Lyon fue conocido pronto por la Iglesia universal, gracias a la narración de Eusebio, muy leída en Oriente y en Occidente a través de la traducción de Rufino. El Martirologio de San Jerónimo indica el 2 de junio la fiesta de los 48 mártires y enumera sus nombres.





San Apolinar de Hierápolis o Claudio Apolinar fue obispo de Hierápolis en Frigia en el siglo II, bajo el reinado de Marco Aurelio.1
Escribió obras, que no se han conservado, contra los judíos, los paganos y los heréticos. Dirigió a Marco Aurelio el año 170 una elocuente Apología en favor de la fe.
Su fiesta se celebra el 8 de enero.

Vida y obras

Eusebio de Cesarea mencionó los títulos de algunas de sus obras: cinco libros A los griegos, dos Sobre la verdad, dos A los judíos y otros libros Contra la herejía de los frigios, acerca de la herejía de Montano que empezaría a difundirse en esa época.2 3 Eusebio menciona también una apología escrita por Apolinar acerca de una salvación milagrosa de la Legio XII Fulminata en una de sus campañas.4
Otro escrito de Apolinar, no mencionado por Eusebio, pero conocido por el autor del Chronicon paschale se titulaba Sobre la Pascua. Las dos citas que trae el autor delChronicon dan a entender que Apolinar estaba en contra del uso cuartodecímano de la pascua.
El obispo Serapión de Antioquía, en una carta a Cárico y a Poncio afirma que les envió los escritos de Apolinar, como prueba de unanimidad de la iglesia contra el montanismo.5 La actividad antiherética de Apolinar, según Teodorato, tuvo todavía un radio de acción más amplio que el que menciona Eusebio; además de su polémica contra Montano a Apolinar se le sitúa como defensor del uso romano6 y no cuatrodecímano, de la celebración de la pascua; pero la cuestión es dudosa.
Focio también conocía a Apolinar,7 pues escribe que leyó sus libros Contra los paganosSobre la verdad así como otra obra Sobre la piedad.8 Se discute si esta última debe considerarse como obra autónoma, o si se sobrepone más bien de algún modo a las obras citadas por Eusebio.

San Claudio Apolinar








Concordio de Espoleto (Roma, siglo II - Espoleto175), fue un presbítero y mártir cristiano del siglo II, que murió bajo el mando del emperador Antonino.

Primeros años

San Concordio comenzó su vida como subdiácono en Roma, y fue recluido, utilizando todo el tiempo en la soledad y la plegaria. Fue encarcelado durante las persecuciones de Marco Aurelio, prendido en el desierto y enjuiciado en Espoleto, Italia.

Juicio

El juicio fue dirigido por el gobernador de UmbríaTorcuato. Concordio se le ofrecía la libertad si renunciaba de su fe y trabajaba para la construcción de la estatua del dios Júpiter. Cuando Concordio se negó, primeramente fue azotado con varillas, luego colgado en el potro, y después atormentado en la cárcel, en la que, según la tradición, le confortaron unos ángeles. Dos días después, se le ofreció una segunda oportunidad de retractación que también rechazó y mostró su indignación escupiendo al ídolo. Torcuato dio la orden de decapitarle en el 175 d. C. Concordio fue canonizado por los oficiales religiosos en ese tiempo, pero no residen datos de cuándo ni dónde ocurrió.

Veneración

Su bendito cuerpo se venera en la Iglesia del monasterio de Benedictinos de San Pere de la villa de Besalú, obispado de Gerona.


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