Codorniz Común
Coturnix coturnix 18 cm.
Tan ariscas y escondidizas son las Codornices Comunes que difícilmente pueden verse, salvo cuando los perros de caza las levantan en el verano, obligándolas a volar raso una corta distancia. Su canto es muy sonoro y se oye a gran distancia.
Su hábitat normal es el campo cultivado, especialmente sembrados, vegas y pastizales, donde su reclamo puede oírse frecuentemente tanto de día como de noche.
Al contrario que la mayoría de otras aves que también pertenecen al orden de las Galliformes (perdices, faisanes, etcétera), la codorniz es un ave principalmente migradora, aunque con cierta irregularidad. No obstante, las aves que crían en España, distribuidas por todo el país en regular cantidad, parece que se comportan prácticamente como sedentarias, por lo menos en lo que respecta a las más meridionales. Además, esta zona y, en los últimos años, algunas vegas del Guadiana extremeño, mantienen una apreciable población invernante, seguramente debido al cambio efectuado en los cultivos con el reciente aumento del regadío, que les proporcionará alimento y protección adecuados.
Identificación: Arenoso castaño encima, más pálido debajo; listas claras en los flancos; listas parduscas en la cabeza y ausencia de castaño rojizo en la cola; el macho tiene larga lista pálida sobre el ojo; la hembra es más apagada que el macho, con manchas negras en el pecho.
Nidificación: La hembra hace un hoyo en el suelo entre mieses o hierbas, finamente cubierto con hierba u hojas; puesta de mayo a julio, a veces en épocas más tardías; usualmente de 7 a 12 huevos, crema pálido, jaspeados con sombras castañas; incubación, de 18 a 21 días, sólo por la hembra; los pollos, atendidos sólo por la hembra, dejan el nido a las pocas horas de nacer y comienzan a volar tras unos 11 días.
Alimentación: Principalmente semillas de hierbas y maleza; también caracoles, orugas.
Hábitat: Cultivos.
A pesar de la enorme disminución que la Codorniz Común Coturnix coturnix ha sufrido en los últimos años, todavía es ave común en los campos de la Península Ibérica. Vista de lejos, el plumaje no tiene una coloración destacada, pero sí muy mimética y fácil de confundir con el terreno. En la mano pueden ya apreciarse ricas tonalidades pardo leonadas con listas negruzcas y ocráceas o beige claro por encima; las alas y los flancos están muy marcados con rayas de color amarillento o blancuzco. La parte superior de la cabeza tiene una franja estrecha central beige y sobre los ojos posee también una raya pálida en tonos variables según los individuos y que, por lo tanto, es más acusada en unos que en otros, nace en la base de la mandíbula superior y alcanza por detrás hasta el cuello. La cola es oscura, pardo negruzca con borde estrecho y barras beige pálido. Las partes inferiores son variables en la coloración, sobre todo en el mentón y la garganta donde aparece una raya pardo negruzca estrecha en muchos ejemplares, casi imperceptible en otros y cubriendo toda la superficie en algunos. El pecho es beige anaranjado o castaño lo mismo que los lados de la garganta; el resto de las partes inferiores es blancuzco. La diferenciación entre machos y hembras hay que hacerla sobre todo atendiendo a la coloración de la garganta y el pecho. En general las hembras carecen de raya central oscura en la garganta, y el collar negruzco es solamente una sucesión de puntos y no una línea continua. El pecho de las hembras está rayado longitudinalmente de oscuro y es en general pardo grisáceo amarillento, no herrumbroso como en los machos. De cualquier modo no siempre son seguros estos rasgos para la correcta identificación de los sexos desde que sabemos que existe una gran variación en el color de los plumajes, bien por la edad o por los biotopos de cada zona. Regularmente las hembras son de menor tamaño, menos corpulentas que los machos, aunque algunas parecen mayores y su medida alar es superior. Su garganta es además casi siempre muy pálida. Ambos sexos tienen una raya o punteado oscuro que se averigua naciendo en las comisuras del pico y curvándose detrás de los ojos en forma de un completo o incompleto collar en la garganta. Es cosa sabida que una Codorniz no se parece exactamente a otra y entre ellas como escribe Bernis (1966) hay individuos aislados que difieren por su tono general de color, densidad de manchado y particularmente por el colorido o dibujo que se adivina en la cara y garganta, como ya se ha explicado. Cuando una especie es abundante y como ésta muy «manejada» por cazadores y pajareros, se distinguen en ella diferentes biotipos que el ornitólogo no puede ignorar, aunque hayan sido elaborados por personas la mayoría de las veces carentes de toda cultura o preparación científica. El ornitólogo inglés Irby (citado por Bannerman, 1963 y Bernis, 1966) en su interesante trabajo titulado «Ornitología de los Estrechos de Gibraltar», publicado hace casi 100 años, señalaba que los cazadores andaluces reconocen dos clases de codornices, unas llamadas criollas, más claras pequeñas y migradoras o de entrada y paso, y otras llamadas castellanas más oscuras y que se siguen viendo, aunque en número escaso, durante el invierno. Bannerman somete a la consideración de Bernis y Valverde esta apreciación de un tan agudo observador como era Irby. Y el primero escribía en 1966: «En diversos países de Europa se conoce una variante bautizada como biotipo de Baldamus, no raro, caracterizado por tener cara pardo rojiza y garganta negra, y otro biotipo más, de garganta y lados de la cara pardo rojizos, más raro que el anterior. Las antes citadas codornices criollas de los andaluces, podrían asimilarse a «variedades» de plumaje oscuro y brillante, a veces casi negruzco por el dorso, con garganta negra o pardo rojiza y partes ventrales más densamente moteadas, variedades al parecer más frecuentes en el sur de Europa que fueron ya señaladas para Valencia por Hartert. Hasta qué punto una parte de las codornices oscuras que se ven en España y en el Noroeste de Africa representan el engarce con las razas oscuras de Africa Austral e Islas Atlánticas, es cuestión que queda abierta».
La Codorniz Común es ave popular, pero a causa de sus costumbres eminentemente terrestres, resulta muy difícil de observar en la vida silvestre y muchos de los datos sobre cortejo, reproducción, alimentación y ocupación territorial proceden de suposiciones o estudios en cautividad. Su presencia únicamente puede ser detectada por su aguda llamada ¡¡uíc-uiuíc!! que se oye a gran distancia y muy a menudo varios machos cantan a la vez, desconcertando al observador que no sabe a donde acudir. Debido a su pequeño tamaño, plumaje muy mimético y velocidad para la carrera, es prácticamente imposible distinguir a uno de estos pájaros entre la hierba o los cereales. Campos extensos de trigo, avena, cebada, etc. y herbales, praderas naturales y artificiales y pastos, son lugares favoritos para la Codorniz, pero evita vegetación muy densa y crecida. Camina por el fondo de la hierba con tanta suavidad y agilidad que muchas veces no se puede descubrir movimiento en el extremo de los tallos producido por un macho de Codorniz que canta a pocos metros, pero nada delata su caminar a pesar de que el celo mostrado y el intenso canto denotaban cierta excitación en este pájaro. Cuando levanta el vuelo, normalmente al ser acosada por un perro, lo hace de forma curiosa, elevándose con un zurrido característico que producen sus pequeñas alas y volando por una distancia muy corta para dejarse caer inmediatamente entre la hierba o las plantas y corriendo a ocultarse, de manera que ya es difícil de volver a levantar.
Su típica llamada ya quedó descrita arriba y únicamente cabe añadir que canta tanto de día como de noche y algunas veces con mucha intensidad al amanecer y anochecer. Normalmente lo hace bien oculta entre la vegetación y sólo ocasionalmente en vuelo. Aunque este canto despista un poco en cuanto a localización, con paciente observación, puede llegar a adivinarse el progreso caminando y en qué exacta dirección lo hace el pájaro y algunas veces se descubre el nido pues el macho al acercarse a él es recibido por la hembra que incuba con un suave y dulce ¡¡píu-píu!! Ambos adultos al ser asustados y obligados a volar lanzan un áspero ¡¡creck-creck-creck!!
La mayor parte de los estómagos examinados proceden de codornices muertas durante la época de la caza en el otoño. Por lo tanto la proporción de materia vegetal en la dieta alimenticia es grande. Sobre todo come semillas de plantas herbáceas y parásitas. También insectos y sus larvas y caracoles y babosillas.
Anida en el suelo entre la hierba, cerca a veces de un pequeño arbusto, pero más corrientemente en campo libre de obstáculos, en un campo de cereales, etc., rellenando con hierba seca una oquedad del terreno. Casi siempre las parejas solitarias o diseminadas, pero algunas veces formando grupos o pequeñas colonias. La hembra excava una depresión si no la hay natural y allí deposita normalmente de 6 a 12 huevos, pero se han registrado raras puestas de hasta 18. Las mayores son seguramente debidas a dos hembras. Su color es blanco amarillento o verdoso muy manchados de color chocolate o pardo oscuro junto con numerosos puntos parduzcos. Alguna vez se encuentran huevos con sólo menudos puntos repartidos por igual en toda la superficie. Para 100 huevos, Jourdain obtuvo un promedio de medidas de 30,37 x 22,99 mm. con un máximo de 32,7 x 23,6 mm. y un mínimo de 27,9 x 22 mm. D'Almeida para 17 colectados en Portugal, da un promedio 28,3 x 22,6 mm. y extremos de 27 a 31,7 x 21 a 24,6 mm. A partir del 15 de mayo ya hay puestas completas en algunos lugares favorables, pero no están la mayoría de las hembras en plena incubación hasta primeros de junio. Durante julio aún hay huevos en muchos nidos y puestas completas se han encontrado tan tarde como agosto y ocasionalmente en septiembre. La hembra incuba sola a partir de la puesta del último huevo y lo hace durante 18 días (17-20, Verheyen; 21, Millais; 18-20, Thienemann). Los pollos al nacer están cubiertos de plumón bastante denso salvo en los tarsos. En la cabeza el color anaranjado está manchado con un punto negro en la frente y dos líneas paralelas negras que alcanzan la nuca juntándose en una sola que continúa por el dorso del cuerpo. El resto del plumón es pardo anaranjado y en la espalda hay dos líneas paralelas a la central descrita. Las partes inferiores son amarillentas lo mismo que la cara que tiene a menudo uno o varios puntos negros. A las pocas horas abandonan el nido y son atendidos por la hembra, agitando las alas y revoloteando por entre la hierba a los 11 días bastante bien, pero no vuelan libremente hasta cumplir los 19 días de edad. Normalmente efectúan una cría al año y sólo algunas veces dos.
La Codorniz Común vive en toda Eurasia desde las Islas Británicas (irregularmente en el sur de Escandinavia) hacia el Este a través de Europa continental, islas del Mediterráneo, Rusia, Asia Menor y Siberia. También en el noroeste de Africa y en las islas del Atlántico oriental. En algunos países europeos como en Islandia y Finlandia falta completamente y en Irlanda sólo se reproduce en dos o tres condados del Sudeste. En las Islas Británicas, Snow (1971), la consideró como escasa, pero muy repartida por todo el país. En la Península Ibérica y consecuentemente con la general disminución que se comentará después, ha descendido ahora en zonas extensas del Norte la densidad de hace 15 años y está diseminada por aquí y allí en prados y pastos, sintiendo preferencia por campos costeros donde la hierba no crece mucho. En León y Castilla posee aún buena densidad, pero también se acusa en estas regiones un notable descenso, lo mismo que en el Sur y Levante. Puede decirse ahora, que salvo en zonas favorables, la densidad general es asimilable a «especie casi numerosa» salvo en el Norte donde de momento es simplemente «escasa».
Leyendo libros antiguos de caza se comprende cuan drástica ha sido la disminución de esta especie en todo el continente europeo. Irby mencionaba el increíble número de codornices que migraban a través de Gibraltar. Algunos cazadores afortunados y desocupados eran capaces de matar todavía a finales del siglo 19 más de 1.000 codornices cada uno en un año. No digamos nada de los incontables millares que caían anualmente en las redes de los pajareros de todos los países del Mediterráneo. Esta caza masiva llegó a convertirse en una pública vergüenza y hubo de ser prohibida o controlada en muchos lugares. El cazador García Parra a quien menciona Bernis (1966), dice que en 1871 logró capturar vivas 1.600 codornices en las vegas de los ríos Tajuña, Jarama y en Colmenar (provincias de Madrid y Guadalajara) y lo mismo sucedía en el noroeste de Africa y otros países africanos del Mediterráneo donde la llegada en masa de las codornices a las playas, agotadas después de tan largo viaje a través del mar, era considerado como un auténtico maná. Ya la Biblia en Números 11, 31-34, da probablemente la referencia más antigua: «Vino un viento de Yahvé, trayendo desde el mar codornices, que dejó sobre el campamento, hasta la altura de dos codos sobre la tierra. El pueblo estuvo todo el día, toda la noche y todo el día siguiente recogiendo codornices; el que menos, recogió 10 jámer, y las pusieron a secar en los alrededores del campamento. Aún tenían la carne entre sus dientes, antes de que hubiesen podido acabar de comerla, y encendiéndose contra el pueblo el furor de Yahvé, y Yahvé hirió al pueblo con una plaga; siendo llamado aquel lugar Quibrot-hat-tava, porque allí quedó sepultado el pueblo glotón». ¡¡Lástima que hoy los pájaros no gocen de una igual protección!!.
La caza masiva de codornices llega casi hasta nuestros días utilizándose para ello mil medios ingeniosos, pero ninguno tan fácil como el que se podía practicar en las costas africanas y palestinas donde los pájaros justamente alcanzaban la tierra, los que no caían agotados en el mar. Parece comprobado que en parte la Codorniz migra en primavera por diferente ruta que lo hace en el otoño para regresar a los países europeos, lo que se ha dado en llamar «migración en lazo», aunque también hay una considerable cantidad de ellas que en primavera vuelan hacia el Nordeste por la mitad oriental de Iberia y sin duda muchas ya han pasado antes por allí en el otoño. En España la migración otoñal es muy acusada en todo el Norte y Noroeste, incluso en Portugal de Norte a Sur, pero es escaso el paso primaveral al Oeste de una línea que va desde Navarra hasta Extremadura. Bernis estima que el flujo primaveral que atraviesa el este de España ocurre probablemente según un frente muy amplio. No se produce, al parecer, concentración de codornices en el Estrecho de Gibraltar y muchas son observadas en Levante, Columbretes, Ibiza y Formentera. En Marruecos son muy numerosas en paso primaveral y gran cantidad deben cruzar entre el Rif y las costas de Málaga y Almería. Muchas de estas quedarán a criar en Iberia oriental y las que se ven por Gibraltar serían en gran mayoría de la población nativa occidental. Allí se capturaban, según Irby, atrayéndolas a las redes por el empleo de un silbato que imitaba la llamada del pájaro.
La Codorniz Común inverna al norte del Africa Tropical hasta los mismos países mediterráneos. Su área de invernada no baja más al Sur de Gambia, Nigeria, Senegal, Tchad y Sudán. Las observaciones en Zaire, Kenia y Uganda son esporádicas y parece que son pocas las que alcanzan aquellos países. La invernada en Europa está bien comprobada y puede calificarse como escasa y esporádica en unos países y escasa, pero regular en otros. Concretamente en la Península Ibérica una no despreciable cantidad pasa el invierno en todas nuestras latitudes. Si en Andalucía, Extremadura y Levante quedan algunas que los cazadores saben donde se asientan todos los años, su querencia a ciertas zonas de los campos costeros del Cantábrico no es menos conocida y allí se encuentra invariablemente todos los inviernos. Falta saber si estas codornices son nativas o se trata de invernantes llegados de más allá de los Pirineos. La presencia invernal de codornices en Baleares es también un hecho conocido.
No es posible relatar aquí la infinidad de curiosidades en parte cinegéticas y también científicas protagonizadas por las codornices, las famosas «lluvias de codornices». Bernis (1966) resume esta singularidad que no tiene tanto de tal, puesto que es protagonizada por otros pequeños pájaros, pero sin tanta popularidad. Settier describe una de estas «lluvias» ocurrida entre Jávea y Gandía (Alicante). Otra muy sonada tuvo lugar en las costas de Huelva y Cádiz en 1883. La más reciente pudiera ser la producida en Santander y sus costas el 25 de septiembre de 1940 coincidiendo con un fuerte temporal del Cantábrico. Muchas codornices fueron atrapadas agotadas en las calles de la ciudad donde estuvieron cayendo durante parte de la noche. Ahora, son muy raros estos fenómenos y en los campos castellanos cuando se levanta la veda, los cazadores quedan sorprendidos por la escasez de estas aves. Pronto habrá allí una concentración mayor de cazadores que de codornices sobre las que disparar.
Hay escasas recuperaciones de codornices anilladas en Europa. Y todas o casi todas caen en meses otoñales, lógica consecuencia al ser la época de la caza en España.
Perdiz Pardilla
Perdix perdix 30 cm.
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