martes, 24 de mayo de 2016

Clasificación de las aves - Aves de españa

familia phasianidae

Codorniz Común



 
Coturnix coturnix 18 cm.
Tan ariscas y escondidizas son las Codornices Comunes que difícilmente pueden verse, salvo cuando los perros de caza las levantan en el verano, obligándolas a volar raso una corta distancia. Su canto es muy sonoro y se oye a gran distancia.
Su hábitat normal es el campo cultivado, especialmente sembrados, vegas y pastizales, donde su reclamo puede oírse frecuentemente tanto de día como de noche.
Al contrario que la mayoría de otras aves que también pertenecen al orden de las Galliformes (perdices, faisanes, etcétera), la codorniz es un ave principalmente migradora, aunque con cierta irregularidad. No obstante, las aves que crían en España, distribuidas por todo el país en regular cantidad, parece que se comportan prácticamente como sedentarias, por lo menos en lo que respecta a las más meridionales. Además, esta zona y, en los últimos años, algunas vegas del Guadiana extremeño, mantienen una apreciable población invernante, seguramente debido al cambio efectuado en los cultivos con el reciente aumento del regadío, que les proporcionará alimento y protección adecuados.

Identificación: Arenoso castaño encima, más pálido debajo; listas claras en los flancos; listas parduscas en la cabeza y ausencia de castaño rojizo en la cola; el macho tiene larga lista pálida sobre el ojo; la hembra es más apagada que el macho, con manchas negras en el pecho.
Nidificación: La hembra hace un hoyo en el suelo entre mieses o hierbas, finamente cubierto con hierba u hojas; puesta de mayo a julio, a veces en épocas más tardías; usualmente de 7 a 12 huevos, crema pálido, jaspeados con sombras castañas; incubación, de 18 a 21 días, sólo por la hembra; los pollos, atendidos sólo por la hembra, dejan el nido a las pocas horas de nacer y comienzan a volar tras unos 11 días.
Alimentación: Principalmente semillas de hierbas y maleza; también caracoles, orugas.
Hábitat: Cultivos.


 A pesar de la enorme disminución que la Codorniz Común Coturnix coturnix ha sufrido en los últimos años, todavía es ave común en los campos de la Península Ibérica. Vista de lejos, el plumaje no tiene una coloración destacada, pero sí muy mimética y fácil de confundir con el terreno. En la mano pueden ya apreciarse ricas tonalidades pardo leonadas con listas negruzcas y ocráceas o beige claro por encima; las alas y los flancos están muy marcados con rayas de color amarillento o blancuzco. La parte superior de la cabeza tiene una franja estrecha central beige y sobre los ojos posee también una raya pálida en tonos variables según los individuos y que, por lo tanto, es más acusada en unos que en otros, nace en la base de la mandíbula superior y alcanza por detrás hasta el cuello. La cola es oscura, pardo negruzca con borde estrecho y barras beige pálido. Las partes inferiores son variables en la coloración, sobre todo en el mentón y la garganta donde aparece una raya pardo negruzca estrecha en muchos ejemplares, casi imperceptible en otros y cubriendo toda la superficie en algunos. El pecho es beige anaranjado o castaño lo mismo que los lados de la garganta; el resto de las partes inferiores es blancuzco. La diferenciación entre machos y hembras hay que hacerla sobre todo atendiendo a la coloración de la garganta y el pecho. En general las hembras carecen de raya central oscura en la garganta, y el collar negruzco es solamente una sucesión de puntos y no una línea continua. El pecho de las hembras está rayado longitudinalmente de oscuro y es en general pardo grisáceo amarillento, no herrumbroso como en los machos. De cualquier modo no siempre son seguros estos rasgos para la correcta identificación de los sexos desde que sabemos que existe una gran variación en el color de los plumajes, bien por la edad o por los biotopos de cada zona. Regularmente las hembras son de menor tamaño, menos corpulentas que los machos, aunque algunas parecen mayores y su medida alar es superior. Su garganta es además casi siempre muy pálida. Ambos sexos tienen una raya o punteado oscuro que se averigua naciendo en las comisuras del pico y curvándose detrás de los ojos en forma de un completo o incompleto collar en la garganta. Es cosa sabida que una Codorniz no se parece exactamente a otra y entre ellas como escribe Bernis (1966) hay individuos aislados que difieren por su tono general de color, densidad de manchado y particularmente por el colorido o dibujo que se adivina en la cara y garganta, como ya se ha explicado. Cuando una especie es abundante y como ésta muy «manejada» por cazadores y pajareros, se distinguen en ella diferentes biotipos que el ornitólogo no puede ignorar, aunque hayan sido elaborados por personas la mayoría de las veces carentes de toda cultura o preparación científica. El ornitólogo inglés Irby (citado por Bannerman, 1963 y Bernis, 1966) en su interesante trabajo titulado «Ornitología de los Estrechos de Gibraltar», publicado hace casi 100 años, señalaba que los cazadores andaluces reconocen dos clases de codornices, unas llamadas criollas, más claras pequeñas y migradoras o de entrada y paso, y otras llamadas castellanas más oscuras y que se siguen viendo, aunque en número escaso, durante el invierno. Bannerman somete a la consideración de Bernis y Valverde esta apreciación de un tan agudo observador como era Irby. Y el primero escribía en 1966: «En diversos países de Europa se conoce una variante bautizada como biotipo de Baldamus, no raro, caracterizado por tener cara pardo rojiza y garganta negra, y otro biotipo más, de garganta y lados de la cara pardo rojizos, más raro que el anterior. Las antes citadas codornices criollas de los andaluces, podrían asimilarse a «variedades» de plumaje oscuro y brillante, a veces casi negruzco por el dorso, con garganta negra o pardo rojiza y partes ventrales más densamente moteadas, variedades al parecer más frecuentes en el sur de Europa que fueron ya señaladas para Valencia por Hartert. Hasta qué punto una parte de las codornices oscuras que se ven en España y en el Noroeste de Africa representan el engarce con las razas oscuras de Africa Austral e Islas Atlánticas, es cuestión que queda abierta».
La Codorniz Común es ave popular, pero a causa de sus costumbres eminentemente terrestres, resulta muy difícil de observar en la vida silvestre y muchos de los datos sobre cortejo, reproducción, alimentación y ocupación territorial proceden de suposiciones o estudios en cautividad. Su presencia únicamente puede ser detectada por su aguda llamada ¡¡uíc-uiuíc!! que se oye a gran distancia y muy a menudo varios machos cantan a la vez, desconcertando al observador que no sabe a donde acudir. Debido a su pequeño tamaño, plumaje muy mimético y velocidad para la carrera, es prácticamente imposible distinguir a uno de estos pájaros entre la hierba o los cereales. Campos extensos de trigo, avena, cebada, etc. y herbales, praderas naturales y artificiales y pastos, son lugares favoritos para la Codorniz, pero evita vegetación muy densa y crecida. Camina por el fondo de la hierba con tanta suavidad y agilidad que muchas veces no se puede descubrir movimiento en el extremo de los tallos producido por un macho de Codorniz que canta a pocos metros, pero nada delata su caminar a pesar de que el celo mostrado y el intenso canto denotaban cierta excitación en este pájaro. Cuando levanta el vuelo, normalmente al ser acosada por un perro, lo hace de forma curiosa, elevándose con un zurrido característico que producen sus pequeñas alas y volando por una distancia muy corta para dejarse caer inmediatamente entre la hierba o las plantas y corriendo a ocultarse, de manera que ya es difícil de volver a levantar.
Su típica llamada ya quedó descrita arriba y únicamente cabe añadir que canta tanto de día como de noche y algunas veces con mucha intensidad al amanecer y anochecer. Normalmente lo hace bien oculta entre la vegetación y sólo ocasionalmente en vuelo. Aunque este canto despista un poco en cuanto a localización, con paciente observación, puede llegar a adivinarse el progreso caminando y en qué exacta dirección lo hace el pájaro y algunas veces se descubre el nido pues el macho al acercarse a él es recibido por la hembra que incuba con un suave y dulce ¡¡píu-píu!! Ambos adultos al ser asustados y obligados a volar lanzan un áspero ¡¡creck-creck-creck!!
La mayor parte de los estómagos examinados proceden de codornices muertas durante la época de la caza en el otoño. Por lo tanto la proporción de materia vegetal en la dieta alimenticia es grande. Sobre todo come semillas de plantas herbáceas y parásitas. También insectos y sus larvas y caracoles y babosillas.
Anida en el suelo entre la hierba, cerca a veces de un pequeño arbusto, pero más corrientemente en campo libre de obstáculos, en un campo de cereales, etc., rellenando con hierba seca una oquedad del terreno. Casi siempre las parejas solitarias o diseminadas, pero algunas veces formando grupos o pequeñas colonias. La hembra excava una depresión si no la hay natural y allí deposita normalmente de 6 a 12 huevos, pero se han registrado raras puestas de hasta 18. Las mayores son seguramente debidas a dos hembras. Su color es blanco amarillento o verdoso muy manchados de color chocolate o pardo oscuro junto con numerosos puntos parduzcos. Alguna vez se encuentran huevos con sólo menudos puntos repartidos por igual en toda la superficie. Para 100 huevos, Jourdain obtuvo un promedio de medidas de 30,37 x 22,99 mm. con un máximo de 32,7 x 23,6 mm. y un mínimo de 27,9 x 22 mm. D'Almeida para 17 colectados en Portugal, da un promedio 28,3 x 22,6 mm. y extremos de 27 a 31,7 x 21 a 24,6 mm. A partir del 15 de mayo ya hay puestas completas en algunos lugares favorables, pero no están la mayoría de las hembras en plena incubación hasta primeros de junio. Durante julio aún hay huevos en muchos nidos y puestas completas se han encontrado tan tarde como agosto y ocasionalmente en septiembre. La hembra incuba sola a partir de la puesta del último huevo y lo hace durante 18 días (17-20, Verheyen; 21, Millais; 18-20, Thienemann). Los pollos al nacer están cubiertos de plumón bastante denso salvo en los tarsos. En la cabeza el color anaranjado está manchado con un punto negro en la frente y dos líneas paralelas negras que alcanzan la nuca juntándose en una sola que continúa por el dorso del cuerpo. El resto del plumón es pardo anaranjado y en la espalda hay dos líneas paralelas a la central descrita. Las partes inferiores son amarillentas lo mismo que la cara que tiene a menudo uno o varios puntos negros. A las pocas horas abandonan el nido y son atendidos por la hembra, agitando las alas y revoloteando por entre la hierba a los 11 días bastante bien, pero no vuelan libremente hasta cumplir los 19 días de edad. Normalmente efectúan una cría al año y sólo algunas veces dos.
La Codorniz Común vive en toda Eurasia desde las Islas Británicas (irregularmente en el sur de Escandinavia) hacia el Este a través de Europa continental, islas del Mediterráneo, Rusia, Asia Menor y Siberia. También en el noroeste de Africa y en las islas del Atlántico oriental. En algunos países europeos como en Islandia y Finlandia falta completamente y en Irlanda sólo se reproduce en dos o tres condados del Sudeste. En las Islas Británicas, Snow (1971), la consideró como escasa, pero muy repartida por todo el país. En la Península Ibérica y consecuentemente con la general disminución que se comentará después, ha descendido ahora en zonas extensas del Norte la densidad de hace 15 años y está diseminada por aquí y allí en prados y pastos, sintiendo preferencia por campos costeros donde la hierba no crece mucho. En León y Castilla posee aún buena densidad, pero también se acusa en estas regiones un notable descenso, lo mismo que en el Sur y Levante. Puede decirse ahora, que salvo en zonas favorables, la densidad general es asimilable a «especie casi numerosa» salvo en el Norte donde de momento es simplemente «escasa».
Leyendo libros antiguos de caza se comprende cuan drástica ha sido la disminución de esta especie en todo el continente europeo. Irby mencionaba el increíble número de codornices que migraban a través de Gibraltar. Algunos cazadores afortunados y desocupados eran capaces de matar todavía a finales del siglo 19 más de 1.000 codornices cada uno en un año. No digamos nada de los incontables millares que caían anualmente en las redes de los pajareros de todos los países del Mediterráneo. Esta caza masiva llegó a convertirse en una pública vergüenza y hubo de ser prohibida o controlada en muchos lugares. El cazador García Parra a quien menciona Bernis (1966), dice que en 1871 logró capturar vivas 1.600 codornices en las vegas de los ríos Tajuña, Jarama y en Colmenar (provincias de Madrid y Guadalajara) y lo mismo sucedía en el noroeste de Africa y otros países africanos del Mediterráneo donde la llegada en masa de las codornices a las playas, agotadas después de tan largo viaje a través del mar, era considerado como un auténtico maná. Ya la Biblia en Números 11, 31-34, da probablemente la referencia más antigua: «Vino un viento de Yahvé, trayendo desde el mar codornices, que dejó sobre el campamento, hasta la altura de dos codos sobre la tierra. El pueblo estuvo todo el día, toda la noche y todo el día siguiente recogiendo codornices; el que menos, recogió 10 jámer, y las pusieron a secar en los alrededores del campamento. Aún tenían la carne entre sus dientes, antes de que hubiesen podido acabar de comerla, y encendiéndose contra el pueblo el furor de Yahvé, y Yahvé hirió al pueblo con una plaga; siendo llamado aquel lugar Quibrot-hat-tava, porque allí quedó sepultado el pueblo glotón». ¡¡Lástima que hoy los pájaros no gocen de una igual protección!!.
La caza masiva de codornices llega casi hasta nuestros días utilizándose para ello mil medios ingeniosos, pero ninguno tan fácil como el que se podía practicar en las costas africanas y palestinas donde los pájaros justamente alcanzaban la tierra, los que no caían agotados en el mar. Parece comprobado que en parte la Codorniz migra en primavera por diferente ruta que lo hace en el otoño para regresar a los países europeos, lo que se ha dado en llamar «migración en lazo», aunque también hay una considerable cantidad de ellas que en primavera vuelan hacia el Nordeste por la mitad oriental de Iberia y sin duda muchas ya han pasado antes por allí en el otoño. En España la migración otoñal es muy acusada en todo el Norte y Noroeste, incluso en Portugal de Norte a Sur, pero es escaso el paso primaveral al Oeste de una línea que va desde Navarra hasta Extremadura. Bernis estima que el flujo primaveral que atraviesa el este de España ocurre probablemente según un frente muy amplio. No se produce, al parecer, concentración de codornices en el Estrecho de Gibraltar y muchas son observadas en Levante, Columbretes, Ibiza y Formentera. En Marruecos son muy numerosas en paso primaveral y gran cantidad deben cruzar entre el Rif y las costas de Málaga y Almería. Muchas de estas quedarán a criar en Iberia oriental y las que se ven por Gibraltar serían en gran mayoría de la población nativa occidental. Allí se capturaban, según Irby, atrayéndolas a las redes por el empleo de un silbato que imitaba la llamada del pájaro.
La Codorniz Común inverna al norte del Africa Tropical hasta los mismos países mediterráneos. Su área de invernada no baja más al Sur de Gambia, Nigeria, Senegal, Tchad y Sudán. Las observaciones en Zaire, Kenia y Uganda son esporádicas y parece que son pocas las que alcanzan aquellos países. La invernada en Europa está bien comprobada y puede calificarse como escasa y esporádica en unos países y escasa, pero regular en otros. Concretamente en la Península Ibérica una no despreciable cantidad pasa el invierno en todas nuestras latitudes. Si en Andalucía, Extremadura y Levante quedan algunas que los cazadores saben donde se asientan todos los años, su querencia a ciertas zonas de los campos costeros del Cantábrico no es menos conocida y allí se encuentra invariablemente todos los inviernos. Falta saber si estas codornices son nativas o se trata de invernantes llegados de más allá de los Pirineos. La presencia invernal de codornices en Baleares es también un hecho conocido.
No es posible relatar aquí la infinidad de curiosidades en parte cinegéticas y también científicas protagonizadas por las codornices, las famosas «lluvias de codornices». Bernis (1966) resume esta singularidad que no tiene tanto de tal, puesto que es protagonizada por otros pequeños pájaros, pero sin tanta popularidad. Settier describe una de estas «lluvias» ocurrida entre Jávea y Gandía (Alicante). Otra muy sonada tuvo lugar en las costas de Huelva y Cádiz en 1883. La más reciente pudiera ser la producida en Santander y sus costas el 25 de septiembre de 1940 coincidiendo con un fuerte temporal del Cantábrico. Muchas codornices fueron atrapadas agotadas en las calles de la ciudad donde estuvieron cayendo durante parte de la noche. Ahora, son muy raros estos fenómenos y en los campos castellanos cuando se levanta la veda, los cazadores quedan sorprendidos por la escasez de estas aves. Pronto habrá allí una concentración mayor de cazadores que de codornices sobre las que disparar.
Hay escasas recuperaciones de codornices anilladas en Europa. Y todas o casi todas caen en meses otoñales, lógica consecuencia al ser la época de la caza en España.







Perdiz Pardilla



 
Perdix perdix 30 cm.
Aunque por toda Europa se encuentra en las llanuras descubiertas, los campos de cereales y los terrenos baldíos, siempre que tengan suficiente cobertura vegetal, en España la Perdiz Pardilla está limitada a zonas montañosas del norte del país, Pirineos, Montes de León y Cordillera Cantábrica. En el Sistema Ibérico anidan escasas parejas, al igual que en las sierras de Gredos y Guadarrama. Habita a mayor altura durante el verano, descendiendo algo al llegar el mal tiempo. En todo el resto de la Península, el hábitat de esta especie está ocupado por la Perdiz Común, que a su vez falta en la mayoría del continente.
La dureza de los terrenos, muchas veces cubiertos por la nieve, donde la Perdiz Pardilla vive en España, y la caza de que era objeto, hacen que en algunas zonas montañosas esté en trance de desaparición.
En otoño esta perdiz se reúne en bandos familiares, que se disgregan al final del invierno, formándose entonces las parejas, y los machos se tornan agresivos para defender su territorio. En el cortejo, la pareja salta en el aire y se persiguen uno a otro.
El grito que emiten con más frecuencia es un sonoro, agudo y raspante «kirr-girr», que al espantarse se convierte en un rápido cacareo.

Identificación: Plumaje castaño rojizo, barrado con castaño en los flancos y cola castaño rojiza; cuello y partes inferiores grises con visible herradura oscura en el vientre; hembra marcada con menos contraste que el macho.
NidificaciónLa hembra hace un hoyo en el suelo, rellenándolo con hierba seca y hojas, a menudo en la proximidad de una senda, y normalmente en vegetación espesa; puesta, de abril a mayo, de 12 a 18 huevos oliva pálido; incubación, alrededor de 24 días, sólo por la hembra; los pollos, atendidos por la pareja, dejan el nido a las pocas horas, volando unas dos semanas después.
Alimentación: Granos y brotes; flores, hojas y semillas de plantas; insectos, arañas, pequeños caracoles y babosas.
Hábitat: Montañas y riscos.


Aunque a primera vista pueda recordar a la Perdiz Roja Alectoris rufa, el menor tamaño y la diferente coloración del plumaje pronto identifican a la Perdiz Pardilla Perdix perdix. Vista de lejos da la impresión de poseer un plumaje totalmente pardo ocráceo en primavera, que en la Cordillera Cantábrica se mimetiza muy bien en los biotopos que frecuenta. La frente, cara y garganta son pardo anaranjadas de coloración muy viva en época nupcial; el cuello y parte superior del pecho son grises muy finamente rayados, detalle que se aprecia sólo muy de cerca. El dorso de las alas y la espalda son de color pardo ocráceo lo mismo que la parte superior de la cabeza o píleo. Los flancos están rayados de castaño vivo y blanco y en el bajo pecho los machos ostentan una mancha de color castaño oscuro que tiene forma de herradura y que alcanza a parte del vientre, destacando mucho sobre el fondo blanco.
Las hembras tienen muy difuminada la mancha en forma de herradura o sólo vestigios de ella y también es menor el anillo ocular rojo. Pero no siempre estos son buenos distintivos. Vistas de espalda se les aprecian unas bandas oscuras en las plumas cobertoras de las alas que faltan en los machos. Las perdices jóvenes tienen un plumaje más difuso, menos coloreado, careciendo del color anaranjado y castaño de los adultos. Estos al volar descubren las rectrices de la cola de color castaño vivo, lo que es un rasgo definitivo a la hora de identificar la especie. El pico es corto y ligeramente curvado, de color hueso-verdoso. Las patas y pies de los pájaros adultos son grises ligeramente amarillentas y las de las perdices jóvenes son amarillas. El iris de los ojos es marrón o pardo oscuro.
La Perdiz Pardilla es un pájaro rechoncho en general, más que por la forma real de su cuerpo redondeado, por las actitudes que toma cuando está posada en el suelo. Posee un vuelo potente, batiendo las alas ruidosamente y planeando a intervalos, en general cuando vuela ladera abajo de la montaña. A pesar de su apariencia pesada efectúa quiebros en el aire y giros repentinos que le acreditan una gran maniobrabilidad, dejándose caer a veces entre la espesura o en claros del bosque casi verticalmente. Normalmente vuela a baja altura sobre arbustos y matorrales y no en grandes distancias, siendo raro que se pierda de vista. Cuando planea se le observan bien las alas redondeadas y cortas y la cola también corta abierta en abanico y de dos colores: rectrices exteriores castaño rojizas y rectrices centrales (dos pares) pardas, rayadas transversalmente de marrón negruzco.
Si no se está encima de ella es reacia a volar y más bien prefiere correr y ocultarse en un matorral o en el bosque. Entonces lo hace llevando el cuello estirado y la cabeza ladeada sin perder de vista al intruso. Normalmente si está tranquila, al comer anda como encogida con la espalda abultada y el cuello recogido entre los hombros. Si siente ruido o escucha el ladrido de un perro, levanta la cabeza y estira el cuello de forma exagerada. Se dice que se posa pocas veces en árboles. También se ven posadas en rocas que emergen de la pradera de montaña, pero parecen siempre ser machos que vigilan. Es un pájaro poco activo que pasa gran parte del día recogido bajo matorrales o arbustos. En el norte de España se encuentran sus deyecciones junto a tres tipos de plantas arbustivas: Brezo Erica, Espino Crataegus y Acebo Ilex.
Normalmente camina lentamente por la hierba donde come al amanecer y a la caída de la tarde. Se ve poco en días soleados y parece más activa con tiempo nublado. La lluvia y las nieblas tan frecuentes en su hábitat la obligan a buscar refugio bajo los arbustos. Precisamente al encontrar sus deyecciones agrupadas en un mismo punto es lo que ha dado paso a la creencia de que las perdices pardillas se echan en el suelo formando un círculo con la cabeza hacia afuera para prevenir ataques de depredadores. Millais, sin embargo, las observó en la posición contraria. La realidad es que la Perdiz Pardilla forma grupos familiares durante el otoño e invierno que normalmente no sobrepasan en la Cordillera Cantábrica los 12-18 pájaros y ocasionalmente 40. Estos grupos permanecen muy juntos y el reducido espacio que ocupan bajo un arbusto les obliga a estar echadas prácticamente «codo con codo» quizá en un impulso natural de defensa colectiva.
Pocos sonidos emite la Perdiz Pardilla cuando come tranquilamente en un campo o cuando corre alejándose. Sí en cambio es ruidosa al iniciar los bandos el vuelo. Entonces machos y hembras emiten al unísono un rápido ¡¡krikrikri...!! Al posarse se atraen unos a otros con llamadas en tono alto y entrecortado, ciertamente ásperas ¡¡ker-uit, ker-uit!! o ¡¡kirric-kirric!! (Tucker). Quizá el sonido típico al volar está mejor expresado como lo hace Glutz von Blotzheim ¡¡ripripriprip-rip-rip-rip!! aunque ya se sabe cuan subjetivas pueden resultar las interpretaciones de las voces de los pájaros.
La Perdiz Pardilla se alimenta de vegetales y de bastante materia animal. Come hojas, frutos, bayas, brotes y semillas, pero también un buen número de insectos y sobre todo lombrices de tierra. Dar aquí una relación de plantas y especies animales sería interminable. Collinge examinó 132 estómagos y encontró un 59,5% de materia vegetal y un 40,5% de materia animal. Esta última estaba integrada por 30% de insectos, 6,5% de lombrices de tierra y 4% de caracoles. Estas cifras y porcentajes no pueden aplicarse en todo a Iberia donde la especie ocupa exclusivamente alta montaña y solamente en el invierno desciende algo de nivel.
En enero y febrero ya comienzan a formarse las parejas y los grupos se dispersan, siendo entonces consecuentemente más abundantes pero reducidos en número. Las parejas se ven formadas normalmente en los últimos días de febrero y ya plenamente en marzo. El cortejo nupcial difiere entonces poco del de las demás gallináceas con demostraciones del macho que procura mostrar los flancos rayados de castaño vivo y desplegar la cola con las alas caídas hasta el suelo. Pero hay que destacar en esta especie las muestras «cariñosas» en que ambos se frotan mutuamente el cuello el pico y la cara.
Anida en el suelo en un hueco generalmente muy oculto entre la hierba o los arbustos, muy a menudo al lado mismo de un sendero y en lugar que por su sencillez parecería fácil de descubrir, pero esto no es así y a pesar de poner empeño en ello es raro el año en que se encuentran nidos con huevos, lo que sorprende porque las pardillas no suelen alejarse mucho de ellos al ser descubiertas. Las puestas oscilan entre 9 y 15 huevos, pero algunas mayores también se encuentran. Jourdain cita como normales en Gran Bretaña de 8 a 23 huevos para una sola hembra. Las mayores hay que atribuirlas a dos o más. Son de color pardo oliváceo y a menudo de forma piriformes, pero también redondeados y careciendo de manchas. Jourdain da para 100 huevos obtenidos en Gran Bretaña un promedio de medidas de 36,48 x 27,27 mm. con un máximo de 38,9 x 28,4 mm. y un mínimo de 33,8 x 26,3 mm. Verheyen en Bélgica para 100 huevos da una media de 35,9 x 26,9 mm. y sensiblemente las mismas medidas para otros países europeos. No poseo las correspondientes a las perdices ibéricas. Las primeras puestas son encontradas en mayo, más a menudo a finales del mes, pero también en junio. En este mes de 1975 un pastor me indicó una puesta de 12 huevos que quedó destruida por un depredador. Situados bajo la hierba cualquier señal de paso o sendero hacia ellos es aprovechado por otros animales para encontrarlos, por lo que deben extremarse las precauciones en las observaciones. La hembra incuba sola y cuando sale a comer normalmente cubre los huevos con hojas y hierba seca, pero de forma somera y no ocultándolos completamente. La incubación dura de 21 a 26 días, pero muy normalmente 23 desde la puesta del último y son dejados con intervalos de 24-48 horas. Puestas bien tapadas con hierba seca puede ser una indicación de que están incompletas ya que las hembras tienen un gran cuidado entonces de que no sean descubiertas. Los pollos al nacer están cubiertos de plumón pardo claro grisáceo por debajo y pardo amarillento por encima, muy punteados o rayados de marrón negruzco, en especial en la cara y cabeza. La garganta es amarillenta y hay también en las partes inferiores un ligero tinte de este color. A poco de nacer, a veces sólo una hora después, dejan el nido y son atendidos por ambos adultos, puesto que el macho aunque no incube no suele alejarse del nido más de 100 metros. A los 10-12 días ya efectúan cortos vuelos y a los 16-20 días vuelan bien, aunque todavía son atendidos por los adultos.
En la Península Ibérica habita en los Pirineos, escasas parejas en el Sistema Ibérico, lo mismo que en las sierras de gredos y la Cordillera Cantábrica, aquí es más numerosa, sobre todo en el tramo occidental, (Concejos asturianos de Cangas del Narcea, Belmonte, Degaña, Somiedo, Ibias, Allande, etc.). Algunas llegan hasta Galicia oriental y montes de león, se cree extinguida en el noroeste de Portugal. Su hábitat en Iberia es netamente montañoso a diferencia del que ocupa en muchos países europeos en donde prácticamente es un pájaro de campiña y terrenos cultivados. En el norte de la Península vive en formaciones de Brezo Erica y Retama Genista (Castroviejo, 1970) que circundan prados alpinos con manantiales que no se hielan durante el invierno, manteniendo pequeñas zonas de césped libres de nieve. Con fuertes nevadas e inviernos duros los bandos de pardillas se ven obligados a descender al fondo de los valles, volando decenas de kilómetros e invernando próximas a aldeas y cabañas de montaña. Si la capa de nieve es gruesa y la ventisca sorprende a las pardillas, éstas excavan agujeros en la nieve blanda de hasta 50 cm. de profundidad con una galería lateral y donde la temperatura es normalmente 3 grados más alta. En Navarra, Purroy (1974) cree que la especie está a punto de desaparecer, subsistiendo en la Sierra de Abodi y en dos puntos del alto valle del Roncal. La subespecie que habita en las montañas ibéricas ha sido separada por Vaurie (1965) como Perdix perdix hispaniensis. Difiere del tipo perdix por tener el plumaje más oscuro, más negruzco y menos marcas de color castaño en las plumas escapulares y cobertoras alares y obispillo. Castroviejo (1967) estima que la población de pardillas del Pirineo oriental tiene el plumaje más pálido, situándose la zona de transición en el Pirineo central.
En Europa la Perdiz Pardilla es ave eminentemente cinegética y abundante. Aunque ya se conoce el acusado sedentarismo de esta especie, muchos millares fueron anilladas o marcadas con imperdibles alares (Bernis, 1966). Las recuperaciones demostraron movimientos de escaso radio, en la mayoría de los casos no superiores a la treintena de kilómetros. Algunas hubo de hasta 100 y solamente hay que destacar por lo inusitada una recuperada en Gironde (Sudoeste francés) en octubre que había sido anillada un mes antes en la isla de Wangeroog, en la costa noroeste de Alemania, lo que supone un vuelo de 1.250 km. hacia el Sudoeste.







Perdiz Roja



 
Alectoris rufa 34 cm.
La Perdiz Roja es una de nuestras aves más típicas, al mismo tiempo que la más apreciada como ave cinegética. Fuera de nuestro país sólo se encuentra en algunas zonas de Francia e Inglaterra (introducida), así como en puntos de Suiza e Italia septentrional. Cría en casi toda España, desde el nivel del mar a las mayores alturas, pero especialmente en la meseta.
Su hábitat preferido es el campo cultivado mezclado con monte bajo, aunque también puede encontrarse en otros tipos de terreno, siempre que haya suficiente alimento, agua y vegetación cobertora. Con frecuencia corre velozmente a peón antes de iniciar un vuelo raudo y directo, en el que de vez en cuando bate las alas con inusitado vigor, movimiento que alterna con planeos. Suele volar distancias cortas, posándose pronto en tierra para continuar apeonando.
La hembra realiza una numerosa puesta de unos 15 huevos o más, en un hoyo recubierto; con frecuencia pone dos veces en nidos simultáneos, incubando uno de ellos y dejando que el macho lo haga en el otro.

IdentificaciónPartes superiores pardas algo rojizas, con ligero tinte oliváceo; flancos de color gris claro fuertemente listados de castaño; banda negra desde el pico hasta el ojo prolongándose hacia atrás y por debajo de la garganta (blanca) y extendiéndose por el cuello en estrías o salpicaduras; parte inferior del cuello y pecho, gris azulado; pico, anillo orbital y patas, rojos.
Nidificación: El macho hace un hoyo en el suelo con vegetación densa, cubierto en algunas partes con hierba seca y otros materiales; puesta, de abril a junio, de 10 a 15 huevos amarillos o castaños amarillentos con finos puntos pardos y gris ceniza; incubación, usualmente unos 24 días, por uno o ambos padres; los pollos, atendidos por la pareja, dejan el nido y corren al poco de nacer, volando unas dos semanas después; a menudo dos crías.
Alimentación: Principalmente granos y brotes; flores, hojas y semillas; el alimento animal incluye insectos, arañas, saltamontes, etc.
Hábitat: Cultivos.



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