EL AGUA EN ESPAÑA .-
La construcción de un pantano supone beneficios indudables. Asegura el suministro de agua durante todo el año en las zonas con lluvias o deshielos estacionales; regulan el flujo del agua impidiendo inundaciones y muchos se aprovechan para generar energía hidroeléctrica. Además se pueden usar para actividades recreativas como nadar, pescar o navegar. Desde el punto de vista ecológico se forman ecosistemas nuevos que pueden ser muy apropiados para la vida de aves acuáticas o peces u otros organismos que necesitan de aguas remansadas para vivir. Así, por ejemplo, la distribución de muchas aves acuáticas ha cambiado en la península ibérica, pues mientras han disminuido los humedales costeros, en los que antes vivían o se detenían en sus migraciones, han aumentado los embalses interiores, y hacia ellos se han desplazado en los últimos decenios.
Junto a estas ventajas hay varios inconvenientes que es importante tener en cuenta antes de decidir si una determinada presa se debe construir o no. Hacer la presa es caro. La inundación de grandes áreas obliga a desplazar de sitio pueblos enteros y desaparecen ricas tierras agrícolas y otros ecosistemas valiosos.
Desde un punto de vista ecológico, las grandes presas alteran de forma muy importante el río. Las características del agua embalsada son muy distintas de las que corresponderían a las del curso fluvial. Su temperatura, gases disueltos, partículas en suspensión, estratificación, y otros parámetros cambian drásticamente. Además las presas son obstáculos, a veces insalvables, para salmones, truchas y otros seres vivos que deben moverse arriba y abajo del río para completar sus ciclos de vida.
También hay que considerar que los embalses tienen un tiempo de utilidad relativamente corto. Se van llenando con los sedimentos que arrastra el río y se calcula que su vida puede estar entre unos 50 a 200 años, antes de que la cuenca se colmate y pierda su capacidad de almacenar agua. Además la presa retiene los sedimentos que en condiciones normales el río arrastraría y las tierras situadas mas abajo de la presa pierden el aporte de nutrientes que esos sedimentos llevaban y se empobrecen. En las zonas cálidas se evapora tanta cantidad de agua que la que queda embalsada se enriquece en sales con lo que baja su utilidad para el riego.
En la actualidad muchos Planes Hidrológicos de todo el mundo se basan en la construcción de grandes presas y embalses en zonas que tienen agua abundante para hacer su transvase, a través de canales, túneles y grandes tuberías, a zonas secas. Estos planes incluyen descomunales obras de ingeniería y la modificación de muchos kilómetros cuadrados de territorio. En España son muy conocidos los trasvases de agua entre la cuenca del Tajo y la del Segura, cuya agricultura depende, en gran medida, de este agua transportada. El Plan Hidrológico Nacional prevé el aumento de este tipo de trasvases.
Algunas de estas desviaciones de agua han tenido consecuencias ecológicas, humanas y sociales muy negativas. Por ejemplo la colosal desviación del agua de los ríos que alimentaban el mar de Aral para regar tierras de cultivo, casi ha hecho desaparecer este mar con importantes repercusiones en la salud y en la forma de vida de varios millones de personas que vivían en sus cercanías.
La gran abundancia de agua salada hace que pudiera ser una magnífica fuente de agua si se consiguiera quitarle la sal por métodos económica y energéticamente rentable. En la actualidad se usan varias tecnologías para desalinizar el agua. Una de las más corrientes es por destilación, calentando el agua hasta ebullición y condensando después el vapor. En otro método, el denominado de ósmosis inversa, se fuerza al agua a pasar por una membrana que deja pasar las pequeñas moléculas de agua, pero no los iones de sal.
Estos métodos de desalinización son caros porque exigen gran cantidad de energía aunque, sobre todo en la ósmosis inversa, se han conseguido avances tecnológicos que han aumentado notablemente su eficiencia. Sólo se usan en países que no disponen de otras fuentes más económicas. Así por ejemplo hay algunas plantas desalinizadoras en Canarias y en algunas ciudades de la costa mediterránea, cuya misión es, sobre todo, de complemento del suministro de agua en las épocas de más restricción del suministro normal. En el mundo, alrededor de las dos terceras partes del agua que se obtiene por desalinización, se produce en Arabia Saudí y otros países del Oriente Medio y del Norte de Africa.
Otros sistemas que se han ensayado o previsto para conseguir suministrar agua dulce en lugares que carecen de ella han sido tan variados como sembrar las nubes con productos como yoduro de plata que condensan las gotas de agua para provocar que llueva; trasladar icebergs hasta las costas de los países secos y ahí ir bombeando el agua que se va deshelando; etc. Ningún método de estos se ha conseguido poner en marcha a un precio que lo haga interesante.
Se estima que del 50% al 70% del agua que se extrae se desperdicia, por evaporación, fugas y otros motivos. Según algunos expertos se podría reducir estas pérdidas hasta cifras de alrededor del 15%.
Uno de los motivos por los que se desperdicia tanta agua es porque su precio se mantiene artificialmente bajo. Cuando la consumimos pagamos sólo una parte, a veces muy pequeña, de lo que cuesta su extracción y preparación para el consumo. De esta forma no se estimula el ahorro y el uso restringido. El agua se considera un bien público, con un gran componente político, y los gastos que ocasiona se cargan a la masa global de impuestos pagados entre todos los ciudadanos.
El sistema de riego que se use tiene especial influencia en el ahorro de agua, ya que casi el 80% de la consumida se emplea para riego. Sistemas muy usados como el transporte del agua por gravedad a través de surcos hechos en la tierra para dejar que encharque los campos, son especialmente derrochadores de agua. El riego por aspersión o el recubrir los canales de transporte del agua con cemento o plástico, o el nivelar bien los campos para que se encharquen homogéneamente, etc., ahorran agua en proporción apreciable. Las más modernas tecnologías de riego gota a gota que, en algunas ocasiones, están incluso controladas por ordenador para mantener el adecuado nivel de humedad, reducen el desperdicio de agua hasta los límites de alrededor del 15% que hemos comentado como óptimos.
En algunas zonas se utiliza el agua residual urbana, después de tratada, para riego. Tiene la ventaja de que además de ahorrar consumo, devuelve nutrientes orgánicos que abonan los campos cultivados.
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