Barroco y Clasicismo francés
Barroco y Clasicismo francés son denominaciones historiográficas1 que designan los estilos artísticos desarrollados por el arte francés durante el siglo XVII. Con la denominación clasicismo francés no solo se designa a la versión local de la pintura clasicista (que, como alternativa a la pintura barroca, se había originado en Italia y también tuvo sus manifestaciones en los Países Bajos del sur -escuela de Lieja-); sino que también se utiliza para todas las manifestaciones del arte clasicista y barroco en la Francia de esa época, que fueron muy importantes en las demás artes (arquitectura, escultura, música y artes decorativas) y especialmente en la literatura francesa, cuando alcanzó tal nivel que se denomina Grand Siècle (Corneille, Racine, Moliére, Perrault, Boileau, La Fontaine).2
Son también muy utilizadas las denominaciones temporales "estilo Luis XIII" (reinado de Luis XIII, 1610-1643, durante el que se desarró una fase de las obras del Palacio del Louvre) y "estilo Luis XIV" (reinado de Luis XIV, 1643-1715, durante el que se desarrolló el ambicioso programa artístico en torno al Palacio de Versalles).
El ideal clásico, entendido como claridad, mesura y obediencia a las normas, tanto en las letras como en las artes, triunfó en Francia a partir de 1660, como expresión estética de la glorificación de la monarquía absoluta y sus ideales de orden y unidad, coincidente con el gusto artístico que apoya la burguesía, clase emergente.3
No sólo es temeridad, sino también locura, querer dudar del mérito [de los clásicos greco-romanos]... si no veis la belleza... no hay que concluir que no la poseen, sino que sois ciegos y no tenéis gusto. La mayoría de los hombres no se equivoca a la larga acerca de las obras del espíritu... es algo sin discusión, ya que veinte siglos han convenido en ello; se trata de saber en qué consiste ese algo maravilloso que ha hecho que sean admirados durante tantos siglos.
Muy significativa fue la institucionalización de las artes a través de las academias, especialmente la Académie de France à Rome ("Academia de Francia en Roma", 1666, fundada por Luis XIV bajo la dirección de Jean-Baptiste Colbert, Charles Le Brun y Gian Lorenzo Bernini) y las fundadas en París: Académie royale de peinture et de sculpture ("Academia real de pintura y escultura", 1648), Académie royale de musique ("Academia real de música", 1669) y Académie royale d'architecture5("Academia real de arquitectura", 1671); que acabaron fusionándose en la Académie des beaux-arts ("Academia de bellas artes", 1816) y con otras, como la Académie des inscriptions et belles-lettres ("Academia de las inscripciones y bellas letras", 1663) y la Académie française (1634), en el Institut de France ("Instituto de Francia", 1795, inicialmente como Institut national des sciences et arts -"Instituto nacional de ciencias y artes"-).
Intelectualmente, en el siglo XVII en Francia convivieron las polémicas entre diversas facciones teológicas (jansenistas y jesuitas, Bossuet y Fenelon) y el debate de los antiguos y los modernos con el racionalismo (Descartes, Pascal, Bayle, Malebranche) que abre la crisis de la conciencia europea previa a la Ilustración, ya en el siglo XVIII (el Siècle des Lumières -"siglo de las luces"-).
Pintura
El estilo Luis XIII
A principios del siglo XVII coincidieron el final del manierismo y el principio del barroco en la corte de María de Médici y Luis XIII. El arte de este periodo mostró influencias del norte de Europa tanto de la escuela holandesa como de la flamenca y de los pintores romanos de la Contrarreforma. Entre los artistas se suscitó un debate entre los partidarios de Rubens (color, libertad, espontaneidad, el barroco) y los partidarios de Nicolas Poussin (dibujo, control racional, proporción, el clasicismo romano). A principios de siglo, además, destaca el caravagismo, tendencia pictórica influida por Caravaggio y que tuvo en Francia su máximo exponente con Georges de La Tour con sus cuadros iluminados con velas.
Así como el tenebrismo tuvo éxito en la Francia de provincias, el clasicismo arraigó en la corte y en París, entre un público de aristócratas y la alta burguesía. El clasicismo francés de la época de Luis XIII estuvo dominado por las figuras de dos artistas que trabajaban en Roma: Nicolas Poussin y Claudio Lorena y se vieron a su vez influidos notablemente por el clasicismo de Annibale Carracci y sus seguidores. De este último se destacan sobre todo los paisajes, que influyó en el romanticismo. Tanto Poussin como Lorena satisfacían ante todos los gustos de los coleccionistas franceses, especialmente de Richelieu y Mazarino, que adquirían sus obras.
Otro pintor que también desarrolló su carrera en Roma, pero cuyas obras se adquirían en Francia, fue Gaspard Dughet. En París trabajaron Laurent de La Hyre y Jacques Stella.
En la corte francesa se cultivó igualmente el retrato, destacando sobre todo en este punto la obra de Philippe de Champaigne, que cultivo tanto el retrato sencillo, íntimo, de gran penetración psicológica, como el cortesano, en que se presentan a los reyes y las grandes figuras con todo su esplendor. El retrato de corte suele ser de pie, con accesorios como columnas o cortinajes. En las pinturas de Ph. de Champaigne destacan dos retratos de Luis XIII, el triple retrato del cardenal Richelieu y los retratos de miembros de los jansenistas, grupo al que perteneció desde 1645.
Aticismo
A mediados de siglo la corriente dominante fue el aticismo, estilo caracterizado por sus peculiares refinamientos. Representan esta tendencia Eustache Le Sueur, Sébastien Bourdon, Nicolas Chaperon y Nicolas Loir.
Se trata de una corriente que se produjo sobre todo en París. Solían pintar por encargo de mecenas, tanto de la iglesia como laicos.
Los aticistas prefirieron representar temas de la Antigüedad clásica, tratándolos de manera preciosista. Las composiciones son sencillas, pero dentro de ellas incluían sofisticados códigos y símbolos que los refinados comitentes sabían descifrar.
Los personajes aparecen en actitudes tranquilas, reposadas, estáticas. Estaban vestidos de forma elegante, con ropas que se doblaban y ondulaban a la manera clásica. Los gestos eran delicados, las expresiones frías.
Predomina el dibujo sobre el color, siendo este de las tonalidades suaves, como el gris o el rosa. El único color con cierta intensidad es el azul.
Pintaban sobre telas encoladas directamente en el entablado a la francesa.
La corte de Luis XIV
Aunque con algún predecesor, Nicolas Poussin se convirtió en pintor de la corte. La mayor parte de su vida transcurrió en Roma. El Cardenal Richelieu le ordenó regresar a Francia para ostentar este cargo aproximadamente un año, muriendo en 1665. Poussin es autor de un tratado, La expresión de las pasiones.
Durante el reinado de Luis XIV, el clasicismo se identificó con el "gran gusto", siendo la figura más influyente fue Charles Le Brun, aticista en su juventud, que marcó el estilo oficial de la época. Aunque el iniciador es considerado Simon Vouet, antiguo tenebrista, es sin duda Le Brun la figura académica por excelencia, y quien mejor supo defender el ideal artístico del Rey Sol. Fue nombrado Primer Pintor del Rey en 1664, y dirigió los trabajos de Versalles.
Fue determinante la creación, en 1648, de la Academia Real de Bellas Artes, bajo los auspicios del cardenal Mazarino, con lo que se creaban unas líneas artísticas oficiales al servicio de la monarquía.
Gracias a la Academia y a los encargos del rey Luis XIV para la decoración de Palacio de Versalles, el clasicismo hará de esta tendencia el movimiento oficial de Francia e influirá ampliamente sobre toda una generación de pintores franceses y del resto de Europa.
Pierre Mignard, sucesor de Le Brun, siguió la misma tendencia, pero con mayor fastuosidad.
La academia estableció la jerarquía de géneros en pintura, ocupando el último lugar el paisaje y siendo el más noble de los géneros la pintura de historia. Esta empleaba una retórica pictórica muy marcada y un sentido estricto de lo que se consideraba decoroso.
En 1672, Le Brun se muestra partidario de la línea (Poussin) en detrimento del color (Rubens). Así, da el carácter y normativiza el estilo clásico, la obra de Poussin simboliza las virtudes de la claridad, la lógica y el orden, principios del academicismo.
En el retrato de corte destacaron Hyacinthe Rigaud y Nicolas de Largillière. Éste, y Jean Jouvenet personifican los últimos momentos de esta corriente.
Estilo
Como en otras disciplinas, el clasicismo en pintura tiende hacia un ideal de perfección y de belleza, inspirado de lo que se cree entonces que eran las virtudes de la Antigüedad.
Se hacen composiciones al fresco, sobre todo para la decoración de cúpulas, y óleos sobre lienzo de tamaño más pequeño que el usual de la pintura barroca.
La pintura escoge los temas nobles y preferentemente inspirados de la antigüedad o de la mitología grecorromana. No obstante, eran también frecuentes los cuadros religiosos. También se cultiva el retrato, comenzando por los del rey, en fastuosas disposiciones, y siguiendo por los de nobles y burgueses que deseaban hacerse retratar.
Finalmente, cobra gran importancia el paisaje, tratado "a la italiana", esto es, vistas con edificios en perspectiva y concediendo gran importancia a la luz. Los pintores tomaban apuntes del natural pero luego recreaban esos paisajes en sus estudios, usándolos como decorado para las escenas mitológicas.
La composición y el dibujo deben primar sobre el color y el concepto sobre la seducción de los sentidos. Las composiciones son cerradas, tendiendo a un esquema piramidal, con figuras centradas; no se representa con realismo, sino que los personajes se idealizan. Están posando, con tranquilidad, evitándose las posturas forzadas o exageradas tan propias del barroco.
Autores
Principales pintores clasicistas:
- Nicolas Poussin (1594-1665)
- Jacques Stella (1596-1657)
- Philippe de Champaigne (1602-1674)
- Claudio de Lorena o Claude Gellée (h. 1602-1682)
- Gaspard Dughet (1615-1675)
- Laurent de La Hyre (1606-1656)
- Nicolas Chaperon (1612-1651), aticismo
- Pierre Mignard (1612-1695)
- Eustache Le Sueur (1616-1655), aticismo
- Sébastien Bourdon (1616-1671), aticismo
- Charles Le Brun (1619-1690), aticismo en su juventud
- Nicolas Loir (1624-1679), aticismo
- Jean Jouvenet (1644-1717)
El Barroco francés se aleja deliberadamente del Barroco de otros países, como España o los Países Bajos. Lo más aproximado es el Barroco italiano en su vertiente clasicista, aquélla cultivada por los Carracci o Lucas Jordán. Los precedentes más inmediatos del Barroco francés están en el Manierismo de sus cortes refinadas, especialmente en la que se agrupó alrededor del palacio de Fontainebleau. Esto determina dos características básicas del estilo: su origen cortesano, ligado al gusto palaciego, especialmente acentuado durante el reinado del Rey Sol, Luis XIV; y su raíz clásica, que nunca se abandonó durante el Manierismo y que constantemente remite a dos modelos italianos: Rafael y Miguel Ángel. De esta Italia que funciona como modelo, el Naturalismo tenebrista tuvo una repercusión limitada, en un grupo de pintores relativamente ajenos al mundo de la Corte. Y sin embargo, en todos ellos se aprecia una paleta mucho más aclarada, composiciones más equilibradas, en suma, un cierto clasicismo que suaviza la violencia dramática de Caravaggio o Gentileschi. Resultan en su obra periférica mucho más cercanos a otros receptores del tenebrismo, como fue el grupo holandés denominado los caravaggistas de Utrecht. Esto no es óbice para que entre los caravaggistas franceses encontremos figuras destacadas dentro de la historia del arte, como Valentin de Boulogne, Georges de la Tour o los hermanos Le Nain. Sin embargo, la tendencia predominante fue sin duda el Clasicismo, íntimamente relacionado con el Idealismo italiano. Muchos de los autores franceses consideraban imprescindible para su formación el viaje a Roma, donde estudiar directamente a los clásicos. Esto motivó el establecimiento de una colonia de artistas franceses en Italia, que albergó figuras de la talla de Simón Vouet, Nicolás Poussin o Claudio de Lorena. Éstos dos últimos ni siquiera regresaron ya a Francia, pudiendo ser considerados como un eslabón del Barroco italiano pleno. Su mayor importancia radica en la novedosa forma que tuvieron de entender y valorar el paisaje por sí mismo, que apenas si depende ya de un tema bíblico o mitológico, reducido a su mínima expresión. Pero el foco que sin duda resultaba más atractivo era la Corte parisina, en especial en los reinados de Luis XIII y Luis XIV. Allá se desplazaron artistas como el escultor Bernini, que hizo una entrada triunfal en París, no correspondida con sus éxitos allá. La Corte de París y más tarde la de Versalles centralizaron una producción grandilocuente pero clasicista, contenida en los cánones del Renacimiento italiano y el Idealismo, en pro de una maquinaria estatal que se denominó absolutismo. Este régimen ostentaba el dominio total de la vida del país, incluido el arte. Sus pintores se dedicaron por completo a exaltar a este régimen, lo cual hizo que se manifestara una magnífica escuela de retrato oficial, idealizado, manifiesto de poder a veces elegante pero frío. Los mejores exponentes de este tipo de retrato fueron el ya citado Vouet, Philippe de Champaigne, el favorito del cardenal Richelieu, de quien legó una fascinante imagen, Sebastien Bourdon, el más italianizante de todos, y Charles Le Brun, quien trabajó sobre todo en la decoración del nuevo palacio del rey, Versalles.
La ciencia y la técnica son herencia del Renacimiento. Las primeras décadas del siglo XVI, son convulsas respecto a la religión, ya que con Lutero aparece la Reforma protestante, y las distintas variantes en sus respectivos países. Una vez se ha producido el cisma, el Concilio de Trento establece unas normas a seguir, la Contrarreforma. Pero antes de que todo esto cuaje, hay un acontecimiento que es de vital importancia y marca un antes y un después, es el saqueo de Roma en 1527 por los ejércitos del emperador Carlos V. La alta jerarquía de la Iglesia fue humillada, Roma la cuna del Renacimiento quedó convertida en ruinas. Los artistas se dispersaron, nada fue igual y la consecuencia fue la irrupción de un nuevo estilo el Manierismo. Hubo un cambio artístico y religioso, que anunciaban la Contrarreforma.
Se producen distintas migraciones, también desde Florencia beneficiando estas a Venecia. Se produce un cambio, el peso español aumenta en Italia, y los metales preciosos descubiertos en América hacen que nazca una nueva prosperidad en Roma y Florencia.
En el siglo XVI conviven lo medieval y lo moderno, no hay una ruptura y no aparece un estilo de la nada sino que conviven el arte de cada país, con las nuevas influencias entre mezclándose, asimilándose. Si el Barroco procedía de Italia y continuaba al Renacimiento, era en un marco o clima sociológico completamente diferente, el de la gran conmoción religiosa de la Reforma, del triunfo de la Iglesia y las Monarquías, y de una consolidación en Europa de la gran propiedad territorial, que se ve en el aumento en tierras o en bienes raíces y en la aparición de lo que se llamó como la segunda servidumbre.
Una vez disipadas las dudas respecto a la mala identificación que se hizo del Barroco con el llamado arte Jesuita, queda patente que es un arte al servicio de la Iglesia, la fe y la santidad.
El saqueo de Roma en 1527 pienso que marco un antes y un después, no por ejemplo en la actitud de la Iglesia que prácticamente continuo haciendo lo mismo, se esperaba que de alguna manera resurgiera una Iglesia más justa y renovada, que se acercara más a los pobres. Pero como sabemos esto no fue así ya que Clemente VII necesitaba el poder de Carlos V y éste a su vez necesitaba el poder de Dios en la tierra. Así uno asentaba el poder del otro, y la excusa del saqueo de Roma porque era una nueva Babilonia, pronto quedó en el olvido. Pero en cuanto al arte sí que se vio afectado, ya que la diáspora de artistas que se produjo fue muy importante, se dispersaron y cuando volvieron los que volvieron, ya no eran los mismos ni su arte tampoco.
El Barroco es un arte de época de crisis y de rebeliones sociales que de alguna manera determinaron el fortalecimiento de la monarquía absoluta que restauró y legitimó los intereses señoriales y se apoyó en la propiedad de la tierra y en la revaloración de la propiedad agraria. Sin olvidar que también fue un arte al servicio de la Iglesia.
Nos centramos en Francia, donde asentada la labor del cardenal Richelieu, otra etapa se pone en marcha a su muerte, le sucede Mazarino coincide con la Regencia de Ana de Austria ya que Luis XIV es menor de edad. Estallaron dos revueltas nobiliarias de la Fronda 1648-52, provocadas por las políticas de Mazarino. Durante la última en 1651, Luis XIV declaraba a sus trece años de edad concluida la Regencia y dos años después volvía a confiar en Mazarino, quien continuó la política de Richelieu tendente a afianzar el gobierno absolutista y la consolidación de las fronteras de Francia. El fracaso de la Fronda aceleró el triunfo y asentamiento del absolutismo monárquico frente a la nobleza, a la cual redujo a su obediencia junto con el parlamento. En 1660 Luis XIV contrae matrimonio con la infanta española María Teresa de Austria. En 1661 moría Mazarino, y Luis XIV decidió conducir solo el gobierno de la nación. Resalto esta cronología histórica porque creo que es muy importante, ya que el arte que se desarrolló en su reinado no es ajeno a la situación política, con las expresiones artísticas lo que pretende es afianzar su poder absoluto, y mediante símbolos su carácter divino.
En las procesiones, que integran a las autoridades, corporaciones y pueblo, son un fenómeno de consolidación social. Son una teatralización de la vida, los pasos son como cuadros teatrales congelados. Y en la fiesta barroca se produce la integración de las artes: música, pintura, escultura, etcétera.
La ópera se convierte en una gran manifestación del barroco, donde además confluyen las demás artes como: música, tramoya, literatura, drama, etcétera.
De todas formas parece que en Francia hay una oposición al barroco, introduciendo formas clásicas, pero luego por ejemplo Luis XIV crea de alguna manera un estilo propio que le sirve a sus propósitos. Clasicismo y barroco son dos corrientes de la época, pero desde luego influencia italiana tenían, predominando en sus obras el clasicismo.
Este arte ha de situarse como una variante dentro del barroco general europeo, pues si bien existen rasgos que parecen acercarlo a unos ideales clasicistas, también es cierto que hay otros muchos, presentes a veces en aspectos secundarios, que indican una correspondencia con los presupuestos barrocos como, por ejemplo, puede determinarse a través de las artes suntuarias, del fasto de las fiestas y de la etiqueta y aparato de la corte, que favorecían un tipo de arte representativo que se adaptaba perfectamente a las ideas del Barroco. Y es, esa interesante dualidad la que parece que caracterizó al arte francés del siglo XVII.
¿Por qué arraiga el clasicismo en el barroco francés?
Quizás simplemente sea por oposición a un arte opulento buscando formas más depuradas siguiendo un canon clásico. O por ser un arte al servicio del absolutismo, y buscar dar una solemnidad que tenían las obras realizadas por los emperadores romanos, que reflejaban su grandeza, tratando de emularla.
Luis XIV intentó construir un gran reinado, Colber fue uno de los que le ayudaron a conseguirlo, fundó varias Academias con las que pretendía asegurar que las obras tuvieran una calidad superior, y no fueran fruto de modas sino que perduraran como las antiguas. Sin el rey y su primer ministro el clasicismo quizás no se habría desarrollado con la misma intensidad.
Le Brun se convirtió en el artífice de la lectura clásica, encontrando las justas proporciones. Es Roma la ciudad escogida como centro de estudios por la antigüedad y el renacimiento, los jóvenes artistas se forman en contacto con las obras antiguas. El clasicismo francés se afirma con características originales que lo oponen al Barroco, pero no es menos cierto que se destaca sobre un fondo duradero de expresiones y de tendencias barrocas.
El palacio de Versalles es un proyecto de pura satisfacción personal, para celebrar las fiestas de la corte con una idea italiana y barroca. Se aceptó el plan de Le Vau, el conjunto es italiano, hace pensar en la fachada del Louvre, tal como la imaginara Bernini. Le Brun en la decoración interior es tan barroco como clásico a la vez. Es en la escultura donde se sigue el clasicismo más depurado. En Versalles se ve la herencia del arte anterior pero también se innova, en definitiva domina el clasicismo pero no excluye el Barroco.
Se trata de un barroco francés, autónomo y a veces ligado y contemporáneo al mismo tiempo del clasicismo. Francia en el siglo XVII no hizo una elección tan concreta con respecto a un estilo. El clasicismo triunfante no lo expresaba todo, y Francia expresaba su vitalidad artística preservando valores barrocos. La contraposición barroco, clasicismo francés existió, coexistieron los dos a la vez sin rechazar al barroco ni por un momento. Este artículo se basa en el interesantísimo libro: TAPIÈ, V.L. Barroco y clasicismo, Col. Ensayos Arte Cátedra, Ed. Cátedra, Madrid, 1986. Como se acerca el verano les recomiendo lo lean si no lo han hecho ya.
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