lunes, 31 de octubre de 2016

Arte - Historia de la pintura

la pintura románica
La pintura románica mantiene la ausencia de la perspectiva y la actituda antinaturalista de etapas anteriores.La pintura fue muy importante en la época ya que todos los edificios debieron estar policromados. La pintura se situaba preferentemente en el interior.
Pintura RománicaEl fondo es liso, por lo que la figura centra toda la atención del artista. El dibujo y los colores planos se yuxtaponen para crear intensos contrastes cromáticos.
Para delinear el contorno de la figura utilizan líneas gruesas de color negro o rojo, mientras que la forma de los rostros se consigue mediante manchas rojas redondeadas en mejillas, barba y frente.
El espacio se crea por la distribución de las figuras en el espacio. La técnica más utilizada fue la del fresco, lo que requería una cierta preparación del muro: estucado. También se pintó sobre tabla, para poner en los altares. La composición seguía las convenciones del relieve.
Al igual que la escultura, su ubicación en el templo también está esquematizada.

En la pintura románica destaca la miniatura, que está realizada por gente letrada. Su objetivo era el de decorar libros para la gente que sabía leer, por lo que no tiene la intención didáctica de las demás obras.
Entre los temas más representados en la pintura románica destacamos los que salen del último libro de la Biblia: el Apocalipsis. Esto se debe a la mentalidad de la época, muy influenciada por el fin del primer milenio, con el que asociaba el fin del mundo y el Juicio Final.
Otro tema podía ser el de el Tetramorfos, que representa a los cuatro evangelistas acompañados de sus símbolos, aunque a veces estos símbolos aparecen solos: toro (San Lucas), león (San Marcos), águila (San Juan) y ángel (San Mateo). Este tema iconográfico se seguirá utilizando en el gótico.
Se trata en general de imágenes hieráticas, sin movimiento y bastantes antinaturalistas. La anatomía está bastante desproporcionada, y no existe la perspectiva.
La pintura mural románica es una pintura bidimensional, sometida a un soporte que viene determinado por la arquitectura. Este arte se apartará de la imitación de la realidad para dar una imagen interpretativa, un símbolo, en el que se busca la esencia de lo que epresenta.
Las figuras se dibujaban según ejes verticales y horizontales de simetría. La línea es el elemento predominante, dibujando las figuras y definiendo las zonas donde se aplicarán los colores. Entre los colores utilizados por el pintor románico destacamos el color blanco de la cal, el negro del hollín, pigmentos como el ocre amarillo, verde, azul…
Éstos serán tratados como tonos fuertes, ya que las pinturas se verán con poca luz.

Pintura románica

Introducción

El arte románico es un arte fundamentalmente religioso, propio de una sociedad teocrática y feudal que se desarrolla Europa durante los siglos XI y XII.
La pintura y la escultura son parte indispensables y complementarias de la arquitectura, inundando los edificios al contrario que en épocas anteriores.
Las artes figurativas tienen dos funciones: una estética y otra didáctica. La función didáctica es esencial, ya que pretende difundir el programa ideológico cristiano entre una población mayoritariamente analfabeta; lo que hace que se mantenga y potencie el carácter simbólico de las representaciones.

Se dan dos tipos de representaciones:
  • Pintura mural al fresco para decorar los muros, las bóvedas y los ábsides
  • Pintura al temple sobre tabla utilizada para la elaboración de los frentes de altar.

Características

  • Función pedagógica (al igual que en la escultura). Sólo interesaba la representación de figuras y temas y no su belleza.
  • Figuras estilizadas, arquetípicas y no naturalistas.
  • Colores planos y puros sin mezclas
  • Formas perfiladas con trazos gruesos de color negro
  • Carencia de profundidad y de luz (no hay perspectiva ni sombreado)
  • Composiciones adaptadas al marco arquitectónico. 
  • Horror Vacui (horror al vacío). Tendencia a llenar todo el espacio compositivo
  • Concepción jerárquica y simbólica. El tamaño de los personajes depende de su importancia.
  • Temas: Se reserva la imagen de Cristo en majestad presidiendo el juicio final y la de María para la decoración del ábside y para la zona central de los frontales de altar.

Escuelas y obras significativas

Aunque hay manifestaciones de interés en Francia y en Italia, los mejores ejemplos se encuentran en España, donde podemos distinguir dos escuelas.

Escuela catalana

De influencia bizantina, esta tendencia presenta una ausencia  casi total de efectos espaciales y volumétricos.
Destaca su predilección por el frontalismo y el hieratismo, el alargamiento y estilización de los cuerpos, la grandeza compositiva y la obsesión por la simetría.
Los mejores ejemplos serán las pinturas murales de San Clemente de Tahull y Santa María de Tahull del siglo XII, actualmente en el Museo Nacional de Cataluña.
Pantocrátor San Clemente de Tahull.
Pantocrátor San Clemente de Tahull.

Escuela castellana

Tiene su origen en la pinturas de oeste de Francia (frescos de la abadía de san Savin-sur-Gartempe) cuya influencia llega a Castilla a través de las rutas de peregrinación.
Se caracteriza por un mayor naturalismo, el gusto por el detalle, la expresividad, el movimiento, así como una predilección por los fondos claros.
Destacan los frescos del Panteón Real de San Isidoro de León del siglo XII, conocidos como la Capilla Sixtina del románico y las pinturas del la iglesia de la Vera Cruz (Segovia) también del siglo XII y actualmente en el Museo del Prado de Madrid.
Detalle: Anunciación a los pastores. San Isidoro de León


Precedentes y características

La pintura románica es un capítulo original y breve, ya que la desaparición de los muros continuos, las bóvedas y ábsides lisos con la llegada del gótico pondrá fin a esta experiencia de pintura mural. Muchas de sus características son semejantes a las de la escultura.

Es una pintura monumental pues depende de la arquitectura en cuanto a su emplazamiento. Las manifestaciones conocidas pertenecen al siglo XII y se encuentran, salvo raras excepciones, en monumentos de relativo interés arquitectónico. La pintura conservada es mínima después de las sucesivas restauraciones y ampliaciones de los grandes monumentos románicos. Hoy nos hemos acostumbrado a la visión de unos muros románicos totalmente desnudos y el color de la piedra o ladrillo como único representante cromático. Pero en su época la situación era muy diferente. Se consideraba un edificio terminado cuando sus materiales eran cubiertos por enfoscados y luego pintados. No sólo nos referimos a que la escultura monumental estaba pintada, sino que la inmensa mayoría de sus muros eran cubiertos de pinturas. Si la comunidad donde se construía el templo tenía capacidad económica, se contrataba a talleres que creaban completos y, a veces, complejos programas iconográficos. En caso contrario, la decoración era más sumaria a la espera de que en años posteriores se pudieran emprender trabajos más ambiciosos. Algo que aún puede sorprender más es que también la superficies exteriores de los muros eran enfoscada y pintadas.
La pintura tiene una finalidad didáctica y aleccionadora, no tanto ornamental. La mayoría de los asistentes al culto no saben leer, por lo que el templo románico enseña mediante imágenes. La pintura debe transmitir los misterios de la fe y un contenido que ayudase en la dura vida feudal y que también animase con la esperanza en una redención y salvación eterna. Esto lo hará unas veces con un mensaje apocalíptico, terrorífico, desagradable, pero otras, con un mensaje bello y esperanzador.
Esta pintura es simbólica, antinatural. La desconexión de lo representado con cualquier modelo real es, tal vez, una herencia del arte bizantino pero también de la mentalidad neoplatónica de san Agustín que impregna la Alta Edad Media.  Se basaba en la certeza de que el mundo natural, el visible, es sólo una imitación o copia tras la que se oculta la verdadera realidad de Dios. El arte no tiene por qué representar, por tanto, la naturaleza tal como se percibe por los sentidos; no tiene por qué copiar la naturaleza fielmente, pues todo lo sensible no es más que un engaño para nuestros ojos. Las verdades ocultas, el orden lógico, hay que buscarlo tras las apariencias físicas en las que se encuentran escondidas. La pintura románica no es una pintura objetiva, ya que carece de finalidad en sí misma. No está sometida a la imitación o simulación de un modelo, sea hombre, planta o animal.
Cuando la pintura es monumental  está subordinada a la arquitectura y sometida a un orden racional. En todo caso, la pintura en tabla sigue esquemas parecidos. Henry Focillón ha concretado esta subordinación en dos leyes:
* La ley de adaptación al marco o espacio arquitectónico real o simulado en el que se desarrolla una escena. Esta ley sostiene que la escena pictórica se adapta sin reparo alguno al propio espacio que la arquitectura le ha dejado para este fin, ya sea un ábside, un muro, el intradós de un arco, etc.
* La segunda norma que propone es el sometimiento a un esquema geométrico, de manera que las escenas quedan siempre encuadradas en marcos o esquemas que responden a formas geométricas sencillas.
Los temas proceden de la Biblia, sobre todo del Antiguo Testamento, de los Evangelios apócrifos, introducidos y difundidos por Cluny, de las vidas de santos, o de libros como La Clave de San Melitón de Sardes, en el que se representa a los animales como alegorías de los vicios.
El origen de esta pintura parece ser doble. En primer lugar, la síntesis de la silueta mediante rayas y el aire hierático de las figuras tienen un ascendiente en el mosaico bizantino, en proceso de revitalización en el sur de Italia. En segundo lugar, las miniaturas de los códices mozárabes, con sus estilizaciones y pliegues paralelos y sus rasgos desorbitados, contribuyen a que los esquemas bizantinos pierdan su carácter de fría impasibilidad.
Una línea gruesa línea de color negro servía para contornear enérgicamente la silueta y separar cada superficie cromática. El color es puro, sin mezclas, o a lo sumo con dos tonalidades. Son colores intensos y brillantes: rojo, amarillo, naranja, azul.
Las figuras, en general, siguen los mismos convencionalismos que en la escultura. Carecen de profundidad. Se disponen en posturas paralelas a manera de relleno de un plano. Con frecuencia resaltan sobre un fondo monocromático o sobre franjas horizontales de diferentes colores. Al no mezclar los colores, no interviene la luz en el modelado de los colores, lo que contribuye a aumentar la geometrización de las figuras. En el rostro y en las manos se aplican impactos de color para dar cierta idea de volumen.
Las composiciones son yuxtapuestas, con preferencia por las figuras frontales y con la eliminación de cualquier forma que rompa el plano en profundidad.
Se suelen distinguir dos tendencias: una llamada francobizantina, caracterizada por fondos más claros y figuras más expresivas y otra llamada italobizantina, de fondos azules oscuros y de mayor rigidez en las figuras.



De un manuscrito románico



2 .- Ubicación y técnicas
El emplazamiento de las pinturas murales sigue una disposición jerárquica heredada de lo bizantino. El sistema iconográfico pictórico se desarrolla en el interior del templo, y sobre todo en la capilla mayor. En la bóveda semiesférica del ábside principal es frecuente representar a Cristo, el Hombre Dios (Pantocrátor), que ha estado, está y estará entre los hombres, rodeado de la mandorla y de los símbolos de los cuatro evangelistas (tetramorfos: hombre, San Mateo; león, San Marcos, buey, San Lucas, águila, San Juan). Este tema también puede aparecer en los antipendios o frontales. A veces preside la iglesia la figura de la Virgen. Debajo, formando una banda horizontal hay figuras de Apóstoles, Santos y Profetas. En un lugar preferente, la figura del santo al que está dedicada la Iglesia. Por la bóveda y los muros se reparten escenas diferentes, de forma rectangular, con temas del Apocalipsis, del Génesis, del Nuevo Testamento, tradiciones locales, etc.
La iconografía de Cristo en la cruz es semejante a la vista en la escultura. Se halla sujeto a la cruz con cuatro clavos, con los pies separados. Los brazos se disponen rígidos, ciñéndose al marco de la cruz, sin sentir peso físico. Con corona de rey, no de espinas, es la representación del Rey de Reyes. No sufre, no experimenta dolor; es un Cristo hermético, muerto o vivo. A veces va con una larga túnica, sujeta con un cíngulo, otras veces se cubre con un faldellín que va de la cintura a las rodillas.
Las imágenes de la Virgen derivan del tipo bizantino: aparece siempre como madre, con el Niño en sus brazos. Es una imagen sedente, trono de la divinidad (theotokos bizantina), en ocasiones la mano derecha de la Virgen lleva la manzana del Paraíso. El niño está bendiciendo, con un libro o con la bola del mundo en las manos. Ambas figuras aparecen rígidas, sin existir comunicación entre la madre y el hijo, ya que más que como madre se la representa como el trono que sostiene al Salvador. A mediados del XII acusará ya las notas del cambio al gótico, especialmente en el acercamiento físico al Hijo y en cierto movimiento lateral del niño. La devoción a la Virgen María aparece intensamente en el siglo XII. En España son los monasterios cistercienses y premostratenses los que más hacen por su veneración.
La pintura sobre tabla se aplica a diversos objetos litúrgicos. Pero sobre todo producebellísimos frontales o antipendios pintados, de los que se derivarán los retablos góticos. Las escenas de los frontales repiten las de la pintura mural: el pantocrátor dentro de mandorla y los apóstoles en filas superpuestas; la Virgen e, incluso, algunos están dedicados a santos. Los pintores de tabla no son nómadas y viajeros como los de los murales; tienen una actividad sedentaria realizada en el scriptorium monacal, codo a codo con los miniaturistas. España tiene la mayor y más rica colección de frontales del arte románico
La miniatura adquiere gran auge en esta época. Sorprende el gran tamaño de los ejemplares debido al gran formato del pergamino y a la necesidad de la lectura a distancia. Es un arte monumental y suntuoso; la decoración se hacía a página llena. Junto a estos grandes libros también los hay de lectura manual, libros de biblioteca. La producción del libro ha ido en aumento y los scriptoria de los cenobios no dan abasto. La orden cluniacense imponía la lectura obligatoria de un libro al año, existiendo en los monasterios una biblioteca circulante. El formato se reduce para facilitar la lectura individual. Los ejemplares mas frecuentes son Biblias, Pasionarios, Evangeliarios, Salterios, Vidas de Santos. Breviarios, Misales, Libros de Coro, Libros de Horas y las Hagiografías resumidas (historia de la vida de los Santos). También se siguen copiando e ilustrando libros de gran tamaño e incluso "Los Comentarios al Apocalipsis de San Juan" de Beato de Liébana (los famosos beatos que tanta importancia tuvieron en el periodo mozárabe)
La pintura mural se realizaba principalmente al fresco, es decir, a base de pigmentos coloreados diluidos en agua de cal aplicados sobre la superficie mural. Esta debía ser preparada previamente con una capa de enlucido para alisarla (yeso, estuco...). Había que pintar cuando el enlucido estaba todavía húmedo para que la pintura penetrara lo más posible. El conjunto adquiría al secarse gran dureza y resistencia. A veces se acompañaba con retoques de pintura al temple.
En la pintura en tabla se utiliza el temple sobre una buena preparación previa de la tabla.
 




Figura del Beato de San Andrés de Arroyo (Palencia)


3.- Principales obras en España. Pintura mural
La mayoría de las pinturas conservadas en España están en Cataluña, primera región en adherirse al románico. Muchas pinturas se han perdido, algunas están todavía en su lugar de origen, pero otras han sido trasladadas al Museo de Barcelona. Domina en Cataluña la tendencia italobizantina. A los artistas se les suele llamar por el nombre de su obra más significativa.
En la iglesia prerrománica de San Quirce de Pedret, además de unas interesantes pinturas mozárabes, se encuentran unas buenas pinturas de finales del XI o de comienzos del XII atribuidas al Maestro de Pedret.
La máxima cota se encuentra en las pinturas de San Clemente y Santa María de Tahull. En Santa María abundan las figuras expresivas, como la Virgen rodeada por los Magos del ábside, o el enfrentamiento de David y Goliat en el muro.
El románico culmina en San Clemente, también en Tahull, y más en concreto en el rostro del Cristo Majestad. Su frontalismo estático es de raigambre bizantina; no obstante, su vigor expresivo, la fuerza de los ojos, demuestra que este artista ha buscado una vía diferente a la de los mosaicos para expresar la grandeza de la divinidad. En esta obra maestra del arte medieval se ha conseguido una de las más fuertes estilizaciones de la figura humana.
Después de Tahull, todo es epílogo o decadencia de estilo. Las pinturas que se continúan haciendo durante el siglo XIII, aunque en arquitectura y en escultura se esté ya en el período gótico. En Castilla se heredan de la miniatura mozárabe la expresividad y los matices naturalistas. Aquí se rehuye la repetición de fórmulas, a diferencia de Cataluña. No hay la grandeza de Tahull, pero sí una capacidad narrativa mayor, incluso aparecen breves toques de paisaje.
En San Baudelio de Berlanga actúan varios artistas. Presenta dos zonas superpuestas diferentes en temas y estilo. La parte superior es religiosa; está dedicada a la vida pública de Cristo: milagros y escenas de la Pasión. En la zona baja hay siluetas de animales, algunos exóticos y arbitrarios. El artista seguramente no había visto en su vida un dromedario y menos aún un elefante con una torre a la espalda. Debió tomar los temas de marfiles musulmanes o de miniaturas mozárabes. Por el contrario, escenas como la carrera de los perros tras la liebre, el ballestero apuntando a un ciervo, o el jinete que pasea un halcón, llegan al gran estilo a fuerza de justeza y concisión.
Santa Cruz de Maderuelo nos ilustra en el "horror vacui". El Pantocrátor se encuentra en la bóveda; en el muro de entrada hay escenas del Génesis: Creación de Adán y Eva y la escena del pecado original. Que el artista concede más atención a esta zona lo sugiere la desaparición de las bandas horizontales del fondo, presente en el resto del paramento y sustituidas por un fondo monocromo blanco que resalta el esquematismo tanto de los desnudos de Adán y Eva como del paisaje.
El románico castellano culmina en el panteón de San Isidoro de León, con nueve bóvedas cubiertas de pintura. En el centro figura el Pantocrátor rodeado del Tetramorfos. La representación de éste sigue modelos de la miniatura mozárabe, ya que los cuatro evangelistas poseen cuerpo humano, pero cabeza animal. De las demás escenas sobresale la del anuncio del Ángel a los pastores del nacimiento de Jesús. Destaca un cierto sentimiento de separación en las figuras frente al adosamiento de la mayoría de las composiciones románicas. El artista que hace estas escenas está dotado de un fino sentido de observación. Se percibe, comparándola con Tahull, las diferencias de las dos escuelas: frente a los formulismos pirenaicos la espontánea creación de tipos castellanos, frente al adosamiento de la figura al espacio arquitectónico la independencia de los personajes y de sus movimientos, frente a la austeridad decorativa de la tradición italobizantina con su geometría de bandas el naturalismo del paisaje leonés. Aquí se supera definitivamente el simbolismo monótono de la tradición bizantina.
Es curioso el calendario con escenas de la vida ordinaria y las faenas domésticas que se encuentra en el intradós de uno de los arcos. 

Las pinturas de la iglesia segoviana de los Santos Justo y Pastor, de origen franco-bizantino, forman un conjunto de gran envergadura pues abarcan todo el presbiterio.
 









Crucifixión. Pintura mural románcia

4.- Pintura sobre tabla
Sólo un reducido número de ricas catedrales y abadías podían permitirse, por razones de economía, los altares de orfebrería. El resto solían reproducir las composiciones en madera. Esta pintura románica no mural estaba formada por frontales o antipendios, baldaquinos, pequeños retablos pintados. Excepción hecha del primer grupo, poco nos ha quedado de lo demás. Es pintura al temple sobre tabla aparejada con yeso. Las obras más numerosas se desarrollan en Cataluña. Las características estilísticas y los temas coinciden por lo general con las de la pintura mural. La estructura suele ser de tres calles; con tres a cinco compartimentos. Ocupa la calle central el Pantocrátor y, más tarde, la Virgen y Santos. Episodios de la vida de estos se colocan a los lados. España tiene la mejor colección de frontales del arte románico. Destacan los talleres de Urgell, Ripoll y el de Vich, de influencia francesa,  durante la segunda mitad del XII, La tradición continuó durante el siglo siguiente: frontal de Aviá con escenas de la vida de la Virgen.
Si el altar es exento, se puede adornar con un baldaquino, especie de templete sobre cuatro columnas que sostienen una cúpula o dosel plano. El interior del dosel o de la cúpula se adornaba con pinturas. Si el altar estaba arrimado a la pared, se le cubría con una tabla pintada horizontal, colocada a modo de tejadillo.
También se han conservado otros objetos litúrgicos o de carácter religioso con pintura, como la arqueta de los apóstoles del monasterio de Carrizo (León).

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