La Pintura Barroca
El siglo XVII es por excelencia el Siglo de Oro de la pintura española, y en él florecieron la mayor parte de las escuelas artísticas nacionales, siendo la valenciana una de las más fecundas. Su clientela eclesiástica y conventual promoverá aparatosos lienzos de altar, en los que triunfa de manera portentosa la gloria de los santos, representados con óptica naturalista y conmovedores efectos de luz.
El predominio del tenebrismo naturalista de influencia italiana había empezado tímidamente en El Escorial, y llega a Valencia de la mano de Francisco Ribalta, quien iniciará una escuela particularmente definida tras su establecimiento en esta capital en 1599. Su producción pictórica es toda una lección del ambiente escurialense con evocaciones de Cambiaso, Zuccaro, Tibaldi, pero en Valencia evoluciona hacia un arte de profundo sentimiento religioso motivado por la contemplación de los cuadros de Sebastiano del Piombo que tenía la familia Vich, como se observa en el Encuentro del Nazareno con su madre. Uno de sus mejores logros naturalistas es San Francisco abrazado al crucificado, en el que una luz dirigida contribuye al arrobo místico y fervorosa entrega del franciscano; y el prodigioso Retablo de la Cartuja de Portacoeli, realizado entre 1625-28, del que llama la atención la monumental apostura de los modelos naturalistas, destacando el San Bruno por su intensidad expresiva.
No menos importante es la pintura de su hijo, Juan Ribalta, con obras de gran impacto como la Santa Cena deudora de la ejecutada por su padre para el Colegio de Corpus Christi; o el majestuoso lienzo de los Preparativos para la crucifixión, firmado con dieciocho años de edad y pintado para el Monasterio de San Miguel de los Reyes, en el que manifiesta sus dotes naturalistas junto a unos violentos escorzos y claroscuros, que unidos a los cambios de escala acentúan la profundidad del espacio.
De los restantes pintores ribaltescos, hay que mencionar a: Vicente Castelló, yerno de Francisco Ribalta, al que se le atribuye una bellísima Coronación de la Virgen por la Trinidad; Abdón Castañeda, menos refinado en sus pinceles, como se advierte en la Virgen con ángeles músicos. Muy curiosa es la personalidad de Gregorio Bausá, con un grandioso Apostoladocon ciertos influjos de Orrente.
Tras los Ribalta, es Jerónimo Jacinto de Espinosa el pintor seiscentista mas importante en Valencia. Contemporáneo de los grandes pintores del barroco español (Zurbarán y Velázquez), su pintura es ejemplo vivo de un naturalismo áspero y crudo dotado de un profundo sentimiento religioso, como puede apreciarse en el Jesús niño de la Misa de San Pedro Pascual, y de una gran captación psicológica de las expresiones, como acontece en San Pedro Nolasco intercediendo por sus frailes enfermos, o al retratar al fraile dominico Fray Jerónimo Mos. También su fidelidad a la corriente contrarreformista se deja ver en lienzos como Ángeles dorando la Eucaristía, composición de gran predicamento iconográfico, o La Magdalena, donde una violenta luz tenebrista de gran impacto subraya la fuerza expresiva de su bella figura.
Tras los Ribalta, es Jerónimo Jacinto de Espinosa el pintor seiscentista mas importante en Valencia. Contemporáneo de los grandes pintores del barroco español (Zurbarán y Velázquez), su pintura es ejemplo vivo de un naturalismo áspero y crudo dotado de un profundo sentimiento religioso, como puede apreciarse en el Jesús niño de la Misa de San Pedro Pascual, y de una gran captación psicológica de las expresiones, como acontece en San Pedro Nolasco intercediendo por sus frailes enfermos, o al retratar al fraile dominico Fray Jerónimo Mos. También su fidelidad a la corriente contrarreformista se deja ver en lienzos como Ángeles dorando la Eucaristía, composición de gran predicamento iconográfico, o La Magdalena, donde una violenta luz tenebrista de gran impacto subraya la fuerza expresiva de su bella figura.
Otro valenciano universal de la pintura barroca es el setabense José Ribera, quien desarrolló casi toda su producción artística en Nápoles. El Museo cuenta con un espléndido cuadro del Martirio de San Sebastián atendido por Santa Irene y una esclava, en el que desploma diagonalmente el apolíneo cuerpo del santo con un gran dominio del dibujo bajo un efecto de luz contrastada. Los filósofos Pitágoras y Heráclito son a su vez dos brillantes ejemplos de su personalísima interpretación del naturalismo a partir de una técnica empastada y vibrante ya en su fase de madurez.
Contemporáneos de Ribera en Valencia son los March. Tanto Esteban, el padre, cuya personalidad agitada traslada a sus dinámicos cuadros de batallas bíblicas, sobresaliendo Josué parando el sol, como su hijo Miguel, quien en San Roque socorriendo a los apestados concibe una composición dinámica y abierta a partir del entrecruzamiento de líneas diagonales.
Contemporáneos de Ribera en Valencia son los March. Tanto Esteban, el padre, cuya personalidad agitada traslada a sus dinámicos cuadros de batallas bíblicas, sobresaliendo Josué parando el sol, como su hijo Miguel, quien en San Roque socorriendo a los apestados concibe una composición dinámica y abierta a partir del entrecruzamiento de líneas diagonales.
Dentro de ese gusto por recrear con todo verismo los objetos, triunfan los cuadros de naturalezas muertas, bodegones, que en algunos casos, adoptan una significación simbólica, como acontece en las Alegorías de los sentidos, de Miguel March, cuatro lienzos pertenecientes, seguramente, a una serie más amplia. El más significativo de los bodegonistas valencianos será Thomas Yepes, con obras como Cazador dormido y Cazador bebiendo, y un excelente Bodegón con cerámica, típico de su modo de hacer basado en una cerámica decorada repleta de frutos en disposición simétrica bajo un efecto de trompe l´oeil.
Por otra parte el Museo también cuenta con una selecta colección de pintura barroca española con nombres tan relevantes como: el murciano Pedro Orrente, que también trabajó en Valencia, con un estremecedor Martirio de Santiago el Menor, en el que el juego de luz y contraluz adquiere un protagonismo especial; el popular Bartolomé Esteban Murillo, está representado con un dulcificado San Agustín lavando los pies a Cristo, realizado para el convento de San Leandro en Sevilla, en el que encarna un tipo de devoción que se complace en lo agradable; el también andaluz Juan Valdés Leal, con un San Antonio de Padua y el Niño Jesús, en el que desdeña la belleza del conjunto y se interesa más por la expresión del santo; Alonso Cano, con el gran lienzo de San Vicente Ferrer predicando, donde triunfa el colorido claro y la pincelada suelta. De Juan de Pareja es un Retrato del arquitecto José Ratés Dalmau; del teórico pintor y fresquista Antonio Palomino, asentado en Valencia desde 1699, es La Iglesia militante y la Iglesia triunfante, una compleja composición alegórica que luego traducirá al fresco en la Iglesia de San Esteban de Salamanca. También la escuela madrileña está representada por el pintor de la corte de Felipe IV Francisco Fernández en un excelente cuadro de Saul atentando contra David, donde muestra una agitada composición deudora de Carducho y Jusepe Leonardo; y Antonio de Pereda, con una monumental Crucifixión. El soberbio Autorretrato de Diego Velázquez, obra señera del Museo, constituye en este grupo la pieza más sobresaliente.
De las escuelas internacionales del Barroco hay que mencionar la italiana, con figuras tan principales como: Luca Giordano, con el Martirio de San Bartolomé, en el que asimila la influencia de la pintura de José de Ribera; las pinturas mitológico decorativas de Valerio Castello, como el Rapto de las Sabinas en la que tanto el color como la técnica están al servicio del dinamismo conferido a la escena representada; el un tanto ecléctico Domenico Fiasella, con un decorativista Festín de Baltasar exponente del barroco genovés; Antonio Lazzarini, con un bello David vencedor; y Rutilio Manetti con el cuadro Loth y sus hijas, tratado como una escena de taberna a la manera caravagesca con efectos de luz.
Finalmente los cuadros flamencos de Daniel Seghers con dos características composiciones de Guirnalda de flores con la Asunción de la Virgen y Guirnalda de flores con el Noli me Tangere, que ejemplifican la estética y gusto ornamental del barroco; el holandés Matthias Stomer, cuyo San Sebastián atendido por Santa Irene y una esclava es un buen ejemplo del modo de hacer de los artistas denominados caravagistas nórdicos.
Otras piezas singulares son los curiosos Bodegón de crustáceos y Bodegón de ostras, de Onofrio Loth, cargados de virtuosismo técnico y exuberancia colorista; o los cuadritos flamencos de pequeño formato como Paisaje, de Jan Frans Bloemen, con impresionantes efectos lumínicos; Jan Pieters, y sus barcos en Naufragio; el círculo de Jan Josephs van Goyen, con una brumosa Marina con torre y barcas, en la que se conjugan las arquitecturas con grupos de personajes; y el Retrato ecuestre de D. Francisco de Moncada, Marqués de Aytona, atribuido a Anthon Van Dyck, claro ejemplo de cuadro de aparato, refinado y selecto, en el que consigue efectos de una extraordinaria distinción, colorido y brillantez, que lo sitúan muy próximo al que conserva el Museo del Louvre.
Otras piezas singulares son los curiosos Bodegón de crustáceos y Bodegón de ostras, de Onofrio Loth, cargados de virtuosismo técnico y exuberancia colorista; o los cuadritos flamencos de pequeño formato como Paisaje, de Jan Frans Bloemen, con impresionantes efectos lumínicos; Jan Pieters, y sus barcos en Naufragio; el círculo de Jan Josephs van Goyen, con una brumosa Marina con torre y barcas, en la que se conjugan las arquitecturas con grupos de personajes; y el Retrato ecuestre de D. Francisco de Moncada, Marqués de Aytona, atribuido a Anthon Van Dyck, claro ejemplo de cuadro de aparato, refinado y selecto, en el que consigue efectos de una extraordinaria distinción, colorido y brillantez, que lo sitúan muy próximo al que conserva el Museo del Louvre.
Introducción a la pintura barroca en España
El siglo de Oro de la pintura en España es el XVII y corresponde el movimiento pleno de la pintura barroca. Se da la circunstancia de que este momento dulce y prolífico de la pintura coincide también con el de la literatura.
En la pintura barroca española hay una serie de elementos comunes que son fruto del momento político y religioso que vive España. Por un lado se percibe el pesimismo del decaimiento del gran Imperio Español del siglo anterior. Por otro lado, España está a la cabeza del movimiento de la Contrarreforma católica y la sociedad vive en el rigor impuesto en muchas áreas de la vida cotidiana por la Inquisición, por lo que van a predominar los temas religiosos, representados de manera dramática, apoyados por el tenebrismo italiano implantado por Caravaggio, corriente que al final terminaría por ser abandonada.
Los temas profanos y mitológicos, aunque existen, se dan mucho menos que los religiosos (puesto que, además es la Iglesia el principal cliente) y cuando se pintan se hacen sin sensualidad.
En la pintura barroca del siglo XVII existen tres escuelas a la que pertenecen la mayoría de los grandes artistas de la época. A la Escuela Valenciana perteneces artistas destacados como Ribalta y José de Ribera el Españoleto.
Por su parte, en la Escuela Andaluza se encuentran Murillo, Zurbarán y Valdés Leal, entre otros.
A la Escuela Madrileña corresponde la figura principal de la pintura barroca que no es otro que Diego Veláquez, además de otras figuras tan relevantes como Claudio Coello y Carreño.
Principales artistas de la Pintura Barroca en España
José de Ribera es el principal representante de pintura barroca de la Escuela Valenciana. Aunque inició su obra en Valencia, será en Italia donde terminará su formación y se verá afectado por la corriente tenebrista de Caravaggio, estilo que irá abandonando en los últimos años de su vida.
Algunas obras fundamentales de José de Ribera son el Martirio de San Bartolomé, Martirio de San Felipe, San Andrés, Santísima Trinidad y San Jerónimo penitente.
Zurbarán, sin ser un virtuoso de en las composiciones donde acusa problemas para representar la perspectiva, es un pintor minucioso que representa magistralmente los volúmenes. Apegado a tenebrismo son famosas sus pinturas de temas religiosos.
Fray Pedro Machado, Tentación de San Jerónimo, San Hugo en el refectorio, son algunas de las obras más conocidas y tienen como protagonistas temas religiosos y conventuales, al ser éstos -conventos y monasterios- sus principales clientes.
Murillo pinta temas religiosos y escenas con niños y aunque su primera etapa es tenebrista, lo hace de manera dulce y cercana a la cotidianidad, lo que hace de sus obras, pinturas muy agradables de contemplar. Un claro ejemplo lo tenemos en su más importante pintura, Sagrada Familia del Pajarito. Aunque es un cuadro tenebrista, no hay dramatismo en él por la cotidianidad de la escena y la amabilidad con que trata a los personajes, eliminando todo rastro de grandilocuencia o exageración.
Caso contrario es el de Valdés Leal, conocido especialmente por sus "Alegorías de la muerte".
Alonso Cano fue arquitecto, escultor y pintor, aunque fue en el campo de la pintura donde fue más prolífico.
Alonso Cano trató en sus obras conjugar un clasicista anhelo de la belleza con el realismo propio de la pintura barroca de su tiempo.
Dejamos a Diego Velázquez para el final, por ser el pintor más importante y genial, no sólo del arte barroco español, sino una de las grandes figuras de la pintura de todos los tiempos.
Aunque inició su obra, como otros pintores de la época, en estilo tenebrista, lo fue abandonando hasta alcanzar un tipo de pintura colorista y luminosa.
Aunque inició su obra, como otros pintores de la época, en estilo tenebrista, lo fue abandonando hasta alcanzar un tipo de pintura colorista y luminosa.
Intervino exitosamente en todos los géneros, desde los habituales temas religiosos hasta bodegones y pasajes, pasando por una prolífica colección de cuados mitológicos, retratos, escenas históricas, etc.
Al ser un genio de la pintura, no es fácil concretar lo que hace a Velázquez diferente a otros maestros de la pintura del barroco. Sin embargo, podemos citar su maestría para representar con gran realismo los objetos y las personas. Por otro lado Velázque dominó la perspectiva aérea con la que crea un realista sentido de profundidad, al conjugar la perspectiva con los efectos de la luz. También es destacable, en algunos cuadros más que en otros, una pincelada suelta que contrasta con la preferencia de otros artistas por el pincelado minucioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario