En la misa de la Iglesia romana y en la liturgia anglicana colecta significa una súplica u oración conveniente al oficio del día y que el sacerdote recita antes de la epístola.
En general todas las oraciones de cada oficio pueden llamarse colectas porque el sacerdote habla siempre en ellas en nombre de toda la asamblea cuyos sentimientos y deseos resume por la palabra oremus, roguemos. Esta es la observación del pontífice Inocencio III por lo que en muchos autores antiguos la misma reunión de los fieles es llamada colecta.
Algunos atribuyen el origen de estas oraciones a los pontífices Gelasio y San Gregorio Magno pero es muy probable que estos dos papas en sus Sacramentales, no han hecho más que reunir y poner en Orden las oraciones que estaban ya en uso antes de ellos y las han añadido para los nuevos oficios. Claudio Despense, doctor de la facultad de París, ha formado un tratado particular de las colectas, en el que habla de su origen, de su antigüedad y de sus autores, etc.
El P. Le-Brun, Esplic. de las cerem., t. 1, p. 192, ha demostrado que estas colectas u oraciones comunes que se hacen por el sacerdote en nombre de toda la asamblea son de la mayor antigüedad y datan del tiempo de los apóstoles. Estas oraciones al principio no se hallaban escritas, los sacerdotes las trasmitían por tradición pero siempre han expresado la fe, las esperanzas, los sentimientos comunes de los fieles.
ORACIÓN “COLECTA”
22 - Una vez respondido et cum spiritu tuo, el sacerdote se vuelve por su izquierda y se desplaza directamente (con las manos juntas ante el pecho) hasta donde está el Misal (es decir, al extremo del lado de la Epístola) y se coloca de cara a él. Haciendo, entonces, con la cabeza inclinación mediocre hacia la cruz del altar, extendiendo y juntando las manos al mismo tiempo, dice en voz alta Oremus 18 y prosigue luego la lectura de la oración, con los dedos unidos y las manos extendidas, aunque separadas de manera que ni su altura ni su separación exceda la de los hombros y estén las palmas frente a frente.
Si la oración debe terminar con la conclusión Per Dominum nostrum etc. o Per eundem Dominum nostrum, etc. unirá las manos al empezar la conclusión, inclinará la cabeza hacia la cruz al pronunciar Iesum Christum, enderezándose después y prosigiendo con las manos juntas ante el pecho hasta el final de la conclusión. Si en cambio la oración se termina con la conclusión Qui tecum o Qui vivis, no juntará las manos hasta las palabras in unitate 19 y no hará ninguna inclinación hacia la cruz.
Si en la Misa se hubiesen de decir varias oraciones sólo ha de decirse Oremus antes de la primera y de la segunda oración, y sólo se dice la conclusión de la primera y de la última; es decir: se reza la primera oración completa (con su introducción y su conclusión) las demás se recitan unidas, tras una sola introducción y se terminan bajo una sola conclusión.
22 - Una vez respondido et cum spiritu tuo, el sacerdote se vuelve por su izquierda y se desplaza directamente (con las manos juntas ante el pecho) hasta donde está el Misal (es decir, al extremo del lado de la Epístola) y se coloca de cara a él. Haciendo, entonces, con la cabeza inclinación mediocre hacia la cruz del altar, extendiendo y juntando las manos al mismo tiempo, dice en voz alta Oremus 18 y prosigue luego la lectura de la oración, con los dedos unidos y las manos extendidas, aunque separadas de manera que ni su altura ni su separación exceda la de los hombros y estén las palmas frente a frente.
Si la oración debe terminar con la conclusión Per Dominum nostrum etc. o Per eundem Dominum nostrum, etc. unirá las manos al empezar la conclusión, inclinará la cabeza hacia la cruz al pronunciar Iesum Christum, enderezándose después y prosigiendo con las manos juntas ante el pecho hasta el final de la conclusión. Si en cambio la oración se termina con la conclusión Qui tecum o Qui vivis, no juntará las manos hasta las palabras in unitate 19 y no hará ninguna inclinación hacia la cruz.
Si en la Misa se hubiesen de decir varias oraciones sólo ha de decirse Oremus antes de la primera y de la segunda oración, y sólo se dice la conclusión de la primera y de la última; es decir: se reza la primera oración completa (con su introducción y su conclusión) las demás se recitan unidas, tras una sola introducción y se terminan bajo una sola conclusión.
Si durante la oración (o en cualquier otra parte de la Misa) hubiese de pronunciarse el nombre del Santo de quien se dice la Misa o de quien se hace conmemoración, o el santo nombre de María, o el del Papa reinante, ha de hacerse inclinación de cabeza hacia el libro, a no ser que en el altar o en lugar principal haya una imagen de la Virgen o del Santo en cuestión, en cuyo caso la inclinación se haría hacia ella. En cambio, al nombre de Jesús la inclinación se hará siempre hacia la cruz del altar, incluso durante la lectura de la Epístola.
La comunión (en latín, communio; en griego: κοινωνικόν) es un canto procesional con recitación salmódica que se interpreta durante la distribución de la Eucaristía, que es la anáfora, la parte más antigua de la Divina Liturgia o Misa.1 Como canto estaba conectado con el acto ritual de la comunión cristiana. En la misa del rito romano católico es uno de los cantos antífona de la liturgia del propio de la misa y el canto final del propio. Es seguido por el post-communio.
Como es parte del propio de la misa y cambia en función de la festividad, los arreglos musicales más comunes para él son las misas especiales, tales como las misas de réquiem, donde el canto tiene el íncipit Lux Aeterna .
En el uso católico contemporáneo, el canto de comunión corresponde a la "Antífona de la Comunión" y es cantado o recitado en voz alta por los fieles.
NCo existen más mGotivAmos, SeCñor
Venimos hoy reGndidAmos a TCi.
La únAmica raCzón, de nuestra oraGción, eres TDmu.
ElevaFmos oGlor fragaFnte parGa TiAm, para TGi.
Sólo a TCi, sea la glGoriAma, SeDmñor
La alabFanza y la adGoracCión
Toda rodFilla se doble ante el úniFmco Rey y DiGos.
Sólo a TCi, sea la gGlorAmia, SeDmñor.
La alabFanza y la adoGraciCón
Que toda lenFgua confiese que TFmu eres es SeGñor. (BIS)
1- El SeEñor Dios nos amC#mó como nadAie amó jamEás.
El nos guía como estrC#mella cuando no exiF#ste la luB7z.
El nos dEa todo su amC#mor mientras la fracAción dEel pan.
Es el pan de la amiB7stad, el Pan de DiEos.
ES Mi CUERPO, TOMAAD Y COEMED.
ESTA ES Mi SANGRE, TOF#MAD Y BEB7BED.
PUES YO SEOY LA VIDA, YO ASOY EL AMEOR.
OH, SEÑOR, CONDÚCEB7NOS HASTA TU AMEOR.
2- El SeEñor Dios nos amC#mó como nadAie amó jamEás.
Sus paisanos le creC#mían hijo de uF#n trabaB7jador.
Como toEdos El tambC#mién ganó el pAan con su suEdor,
y conoce la fatiB7ga y el doElor.
3- El SeEñor Dios nos amC#mó como nadAie amó jamEás.
El reúne a los homC#mbres y les daF# a vivir su amB7or.
Los cristiEanos todos yC#ma miembros de sAu cuerpo soEn.
Nadie puede separB7arlos de su aEmor.
4- El SeEñor Dios nos amC#mó como nadAie amó jamEás.
Su amor era tan graC#mnde que muF#rió en una crB7uz.
Su amEor era tan fueC#mrte que la muAerte triunEfó,
y dejó la tumba libB7re y vencEedor.
JesCús mi fiel amGigo,C mi dulce camiGnarC
Quédate conmEmigo, no quiero volver atrFás
No quAmiero volGver atrFás.
GLlévame allá, donde sCé que habrá paz,
Donde tenGga que callar, para escucharte habAmlar
Donde todo es reaGlidad y el tiempDo no existe mCás
GUna y otra vCez, al estar yo junto a Gti
No me puedo contEmener, cuando me miras aAmsí
Ya no hay nada que deGcir, eres toDdo para mCí.
ADlegre la maBmñana que nos haGbla de tDi,
AlA7egre la mañDana. (Bis)
En nDombre de Dios PaBmdre, del HiGjo y del EspíDritu,
salBmimos de la noEmche y estrenA7amos la aurD+7ora;
saluDdamos el goGzo, de la lA7uz que nos lleDga,
reBmsucitEmada y rA7esucitG-adoD
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