lunes, 29 de mayo de 2017

Oraciones cristianas


La Liturgia de las Horas (latínliturgia horarum) es el conjunto de oraciones oficiales de la Iglesia católicaortodoxa y anglicana fuera de la misa, articuladas en torno a las horas canónicas. Como el resto de la Liturgia, su forma varía dependiendo del rito. Esta oración está encomendada con mandato específico fundamentalmente a sacerdotes y religiosos de todo tipo. Son observadas con especial atención y cuidado por las comunidades monásticas. Sin embargo, al ser la oración oficial de la Iglesia, es una oración propia de todo bautizado, también de los laicos.
A todo el conjunto que conforman estos rezos se les denomina Oficio divino (latín: Officium Divinum) o Trabajo de Dios (latín: Opus Dei).

Historia

Jesucristo mandó a sus discípulos "orar siempre" (Lc 18,7) y los primeros cristianos tuvieron la costumbre de rezar el Padre Nuestro 3 veces al día (Didaché VIII,3), Clemente de Alejandría (+215) atestigua ya un oficio formulado con tiempos precisos (Stromata 7,7) pero no fue sino hasta que cesó la persecución (siglos IV y V d. C.) cuando se impuso uniformemente la liturgia de las horas llamado también Oficio divino en las catedrales. Hay que añadir que la oración monástica desarrolló plenamente las horas de Vísperas y Laudes aumentado los textos bíblicos, y en ese ambiente es donde alcanzó su plenitud el canto salmódico y la música litúrgica con el canto gregoriano. Su importancia se debe a la necesidad de rezar y elevar oraciones al Padre por Jesucristo. La Iglesia ve esto realizado por medio de la Liturgia de las Horas
En el siglo X la ley carolingia extiende la obligación del rezo a todas las iglesias y hacia 1230 la extensión y movilidad de los franciscanos cristaliza las primeras ediciones del breviario, que sufre muchos intentos de reforma y unidad principalmente después del concilio de Trento pero será hasta 1568 cuando se edite al fin el libro unificado. Posteriormente hacia 1911 San Pío X asigna salmos a cada día y establece un nuevo orden que retocará el Concilio Vaticano II teniendo la primera edición completa en lengua española hacia 1979.

Estructura

Se distinguen en general dos niveles de celebración en la liturgia, las llamadas horas mayores o principales y las horas menores, según el Concilio Vaticano II: «Los Laudes y las Vísperas...se deben considerar y celebrar como las Horas principales (Sacrosanctum Concilium 89a,100)» (OGLH 37), también se ha considerado el oficio de lecturas como hora mayor. Dentro de las horas menores podemos indicar las horas de Tercia, Sexta, y Nona además del rezo de Completas.
Cada hora está compuesta por los siguientes elementos:
  • Invocación Inicial
  • Himno
  • Salmodia (a la que se añaden en las horas mayores textos bíblicos no sálmicos llamados cánticos)
  • Lectura Bíblica (y Lectura Patrística en el oficio de lectura)
  • Responsorio
  • (Cántico evangélico, preces y Padre Nuestro en el caso de Laudes y Vísperas)
  • Oración final y despedida.

Horas Mayores

  • Oficio de Lectura conocido antiguamente como Maitines
  • Laudes corresponde a las alabanzas primeras de la mañana desde las 3:00 a.m. hasta las 9:00 a.m.
  • Vísperas

Horas Menores

  • Horas intermedias
  • Completas
  • Antiguamente existía la hora Prima, que se rezaba entre laudes y tercia.

Normativa canónica

El rezo de la liturgia como parte oficial de la alabanza que la Iglesia tributa al Señor es obligatoria para quienes llevan algunas formas de vida consagrada, como los sacerdotes y religiosos/as, siendo para aquellos obligatorio su rezo "sub gravis" (la omisión voluntaria equivale a materia de pecado mortal, según la dubbia respondida por la Congregación para el Culto Divino y la Congregación del Clero). Desde el Concilio Vaticano II se anima a rezar esta liturgia a todos los fieles.






La Lorica de san Patricio, también conocida como coraza de san Patricio, escudo de san Patricio, himno de san Patricio, oración de san Patricio o grito del Ciervo (en inglés Deer's Cry) es un lorica u oración de protección cuya versión original en irlandés antiguo es tradicionalmente atribuida a san Patricio durante su predicación en Irlanda en el siglo V. En 1889 la oración fue adaptada al himno en inglés I Bind Unto Myself Today.

La oración en irlandés antiguo

La oración forma parte del Liber Hymnorum, una colección de himnos encontrados en dos manuscritos conservados en Dublín1 y publicados en 1903 en el Thesaurus Paleohibernicus. El documento da cuenta de cómo Patricio utilizaba esta oración:
Patricio cantó esto cuando fue emboscado en su paso por Loegaire, para que no pudiera ir a Tara a sembrar la fe. De esta manera, Patricio y sus monjes, aparecieron a ojos de quienes los emboscaban, como un ciervo salvaje con un cervatillo que le seguía.2
La descripción concluye con la frase "fáeth fiada un hainm", la cual el Thesaurus Paleohibernicus traduce como "su nombre es el grito del ciervo (Deer's cry)". No obstante, la frase "fáeth fiada" es usada dentro de la mitología irlandesa para describir una neblina mágica de ocultación.3
Si la descripción del Thesaurus Paleohibernicus es precisa entonces la oración dataría del siglo V, esto es, en los tiempos de san Patricio. No obstante, expertos modernos, la han datado en fechas tan tardías como el siglo VIII. A pesar de que la recitación posee un contenido cristiano, muestra influencias pre-cristianas, al pedir la protección de Cristo utilizando la forma de una invocación pagana a los dioses o lorica (escudo o coraza).4 Debido a esto es llamada "Lorica de San Patricio" o "Coraza de San Patricio".5
La oración incluye algunas referencias bíblicas como la Epístola a los Efesios 6:10–17 (Ef. 6:11: "Revístanse con la armadura de Dios, para que puedan resistir las insidias del demonio").6

Resumen

Cada verso de la oración empieza con la frase "Atomruig indiu", que podría traducise como "Me levanto hoy", "Ato a mi hoy" o "Enlazo a mi", y que se repite al principio de la mayoría de los versos. Seguida por una lista de fuentes de fuerza que las oración invoca como apoyo.
  • El primer verso invoca la doctrina católica de la Trinidad.
  • El segundo verso invoca el bautismo de Cristo, su muerte, su resurrección, su ascensión y su regreso futuro en el último día.
  • El tercer verso invoca los ángeles, patriarcas, santos y mártires.
  • El cuarto verso invoca al mundo natural: el sol, luna, el fuego, el relámpago, etcétera.
  • El quinto verso invoca varios aspectos de Dios: su sabiduría, su ojo, su oreja, su mano.
  • El sexto verso lista las cosas contra las que se solicita protección: contra trampas de diablos, contra tentaciones de la naturaleza, respecto de aquellos que desean algún mal.
  • El siguiente verso continua con la lista de las cosas contra las que se pide protección: falsos profetas, paganos, herejes, mujeres (brujas), druidas (druad), herreros (gobann).
  • El siguiente verso inovoca a Cristo para estar presente en todas las cosas: Cristo en mí, alrededor de mi, en el ojo, oreja y boca de las personas conocidas.
  • Finalmente, el último verso regresa al tema de la Trinidad.

El himno victoriano "I bind unto myself today"

C. F. Alexander (1818–1895) escribió un himno basado en la Lorica de san Patricio en 1889 a petición de H. H. Dickinson, capellan de la Capilla Real del Castillo de Dublín. Dean Dickinson escribió al respecto:
"Le escribí sugiriendo que debería llenar un vacío en el himnario de nuestra Iglesia irlandesa otorgándonos una versión versificada de la Lorica de san Patricio y le envié una copia cuidadosamente cotejada de las mejores traducciones en prosa de ella. Después de una semana me envió una exquisita y piadosa versión que aparece en el apéndice al himnario de nuestra iglesia."7
Como de ordinario, Alexander escribió solamente los versos. La música del himno fue agregada en 1902 por Charles Villiers Stanford para coro y órgano, utilizando dos tonadas irlandesas tradicionales, St. Patrick  Gartan, las cuales fueron tomadas por Stanford de su edición de 1895 de la Colección de la Música Antigua de Irlanda (originalmente 1855) de George Petrie.8
Este himno, se incluye actualmente en el Libro de Servicio de la Iglesia Luterana (Iglesia Luterana Iglesia - Sínodo de Misuri), en el Himnario inglés de la Iglesia de InglaterraHimnario de la Iglesia irlandesa y en el Himnario (1982) de la Iglesia Episcopal de Estados Unidos. A menudo es cantado durante la celebración de la fiesta de san Patricio o alrededor del 17 de marzo así como en el Domingo de Trinidad. En muchas iglesias es un canto único entre los himnos estándares porque las variaciones en la longitud y el metro de los versos dan como resultado que al menos tres tonos diferentes tengan que ser utilizados (diferentes a la melodía cantada por la congregación).

Adaptaciones musicales

  • St. Patrick's Breastplate en el Himnario de la Iglesia (1890) por el compositor irlandés Thomas Richard Gonsalvez Jozé (1853–1924).
  • St. Patrick's Breastplate (1902), por el compositor irlandés Charles Villiers Stanford (1852–1924). Este es el arreglo más conocido de este himno.
  • St. Patrick Breastplate (1912), arreglo por Charles Villiers Stanford (1852–1924) música para el himno de  C.F. Alexander, aquí para coro mixto, órgano, metales, tambor y platillos.
  • St. Patrick Breastplate (1924), obra para piano y coro mixtos por el compositor inglés Arnold Bax (1883@–1953).
  • Hymn of St. Patrick at Tara (1930), arreglo para bajo solista, órgano y coro mixto por el compositor irlandés Dermot Macmurrough (también conocido como Harold R. Blanco, 1872–1943) a una interpretación poética de Oliva Meyler.
  • St. Patrick's Hymn (1965) por el guitarrista estadounidense John Fahey (1939–2001) en el álbum "The Transfiguration of Blind Joe Death".
  • The Deer's Cry (1983) por el compositor irlandés Shaun Davey (nacido en 1948) basado en una traducción de Kuno Meyer.
  • Arise Today (1995) para coro y órgano por el compositor estadounidense Libby Larsen (nacido en 1950).
  • The Deer's Cry (2008), un trabajo coral por el compositor estoniano Arvo Pärt (nacido en 1935).








El Magníficat (tomado de una frase del Evangelio en latínmagnifĭcat [anĭma mea Domĭnum], «alaba [mi alma al Señor]»)1 es un cántico y una oración católica que proviene del evangelio de Lucas (Lucas 1:46-55). Reproduce las palabras que, según este evangelistaMaría, madre de Jesús, dirige a Dios en ocasión de su visita a su prima Isabel (Lucas 1:39-45), esposa del sacerdote Zacarías. Isabel llevaba en su seno a Juan el Bautista (Lucas 1:5-25).
Según la tradición, el encuentro de María e Isabel habría tenido lugar en Ain Karim (también conocida como Ein Kerem), pequeña población situada siete kilómetros al oeste de Jerusalén, en la montaña de Judea, cuyo nombre significa «fuente del viñedo».2 El pasaje bíblico fue motivo de minuciosos análisis por parte de biblistas y exégetas, así como de comentarios en variados documentos de la Iglesia. Dentro de la Liturgia de las Horas, el «Magníficat» es el canto evangélico empleado en el rezo de las vísperas. Este cántico es hoy uno de los pasajes bíblicos más famosos relacionados con María, madre de Jesús, reconocido en el cristianismo como una síntesis del ideario que ella vivió.

Autor

Sobre si el pasaje es atribuible a María o a Isabel

La respuesta hoy día es segura: no existe ningún argumento serio contra la unanimidad de la traducción manuscrita, que lo pone en labios de María, madre de Jesús.3 4 Si bien algunos manuscritos de la VL leen aquí «e Isabel dijo», los manuscritos griegos atribuyen el cántico a María.5
Los exégetas se han cuestionado si se trata de una obra personal de María, o si habría que atribuir su composición a un judío-cristiano de mayor cultura. En esencia, el cántico no contiene nada que supere la formación religiosa de una joven hebrea inteligente, reflexiva, conocedora de la historia de su pueblo, asidua oyente de las lecciones de la sinagoga. Si bien se pueden admitir algunos toques de redacción del evangelista, la autoría intelectual del cántico se atribuye casi unánimemente a María, la madre de Jesús.4
Todo su contenido responde a la psicología interior de María y, por cierto, anterior a las vivencias de la vida, pasión y resurrección de su hijo. Nada hay aquí de tonos cristianos. Estamos justamente en el puente. Las promesas se empiezan a realizar, pero Jesús no ha nacido aún.4
Juan Leal

Sobre si el «Magníficat» se sitúa en ese preciso contexto histórico

La mayoría de los autores cristianos responden afirmativamente. El cántico responde perfectamente al misterio que, según el evangelio, llevaba María desde la anunciación y concepción, y al momento en que Isabel, inspirada, dice: «Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre» Lucas 1:42.4 María le canta a Dios lo que ella lleva en su alma, y delante de su prima Isabel, a quien Dios mismo le reveló el misterio.

Sobre la originalidad del Magnificat

El «Magníficat» se ubica dentro del género literario común a todos los himnos o salmos de acción de gracias. La originalidad hay que ponerla en la asimilación personal de María de las grandes ideas bíblicas:
  • la misericordia de Dios,
  • la preferencia de Dios por los pobres y humildes,
  • su poder, su santidad y su fidelidad, y
  • las promesas que Él hizo a nuestros padres, los patriarcas.4
Desde la perspectiva cristiana
La poesía del himno no se debe poner en las imágenes, sino en la verdad y profundidad de las ideas, en la verdad y sentimiento con que se exponen, en la finura y agudeza de la visión histórica, en el conocimiento exacto de los caminos misteriosos de Dios, en la alegría tranquila y bien fundada que se respira. (...) Se revela (en María) su visión profunda de la historia, de los hombres y de Dios; su sensibilidad exquisita a los beneficios, su realismo y vida en verdad, que reconoce las grandezas propias, pero hasta en sus raíces, que son la gracia de Dios. La alegría, como toda la composición, es tranquila, serena, equilibrada, propia de quien sabe reflexionar y callar, de quien ve el fondo de las cosas. Ella sabe retirarse detrás y poner en el primer plano de su vida y de la historia al Invisible, al Creador. (...) Aparece Dios en escena como protagonista en la vida de María y en la historia.4
Juan Leal

Partes constitutivas del «Magníficat»

En el cántico (Lucas 1, 46-55) se observan tres partes bien marcadas:3
  1. Alabanza de María a Dios por la elección que hizo de ella (versículos 46 a 50).
  2. Reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo (versículos 51 a 53).
  3. Con esta obra, Dios cumple las promesas hechas a nuestros padres (versículos 54-55).

(A) Alabanza de María a Dios por la elección que hizo de ella

«Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador;
porque ha puesto sus ojos en la humildad de su esclava,
y por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es Santo,
y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.»
Versículos 46 a 50
En el evangelio de Lucas, María comienza por «proclamar», es decir, «anunciar» la grandeza de Dios. El gozo de María, su alegría, es «en Dios, mi Salvador». Esto no sólo implica que Dios libera de algún mal, sino que significa también la concesión de tantos bienes y bendiciones,3 empezando por el bien de la vida. Ese Dios salvador es el Dios que ella lleva en su seno, y que se llamará Jesús (Yehoshúa), es decir «Yahvé salva». María atribuye esta obra a la pura bondad de Dios, quien se fijó en «la humildad de su esclava», es decir, en «la pequeñez de su servidora». El cántico no alude a la virtud de la humildad, sino a una persona de condición social desapercibida, residente de un villorrio desconocido. No escogió como Madre del Mesías a una mujer «triunfadora», a una reina, o a una mujer socialmente victoriosa o espléndida, sino a una «sierva» ignorada.3

La profecía de María

En el momento culminante del «Magníficat», el pasaje evangélico presenta a María profetizando: «todas las generaciones me llamarán bienaventurada».6 Castán Lacoma señala que, para que todos constaten si lo que ella dice es una exageración o no, para que todos analicen si se trata de una obra de Dios o una mera construcción humana, María profetizó algo que, humanamente hablando, parecía imposible: su exaltación eterna, generación tras generación.7
Dice un autor contemporáneo:
¿Cabría imaginar predicción más inverosímil que ésta?... Una muchacha de quince años escasos, desprovista de bienes de fortuna y de toda posición social, desconocida a sus compatriotas y habitante de una aldea no menos desconocida, proclamaba confiadamente que la llamarían bienaventurada todas las generaciones. ¡Fácil parecía coger la palabra a aquella muchacha profetizante con la certeza absoluta de verla desmentir antes de la primera generación! Hoy han pasado veinte siglos y puede hacerse el cotejo entre la predicción y la realidad. Ahora puede ver la historia sin trabajo si María previó con justeza y si la humanidad hoy la exalta más que a Herodes el Grande, entonces árbitro de Palestina, y que a Cayo Julio César Octaviano Augusto, entonces árbitro del mundo.8
Giuseppe Ricciotti
Para tomar una dimensión aún más precisa, dadas las diferencias sociales existentes entre varones y mujeres en el siglo I, se podría comparar la exaltación de María con la de la mujer más poderosa de su época, probablemente Livia Drusila (57 a. C. — 29 d. C.), tercera esposa de Augusto y emperatriz romana, deificada por Claudio, y preguntar quién de las dos ha sido más conocida y reverenciada a través de los tiempos.
A través de la historia se presentaron numerosas profecías, la mayoría de ellas oscuras y difíciles de desentrañar. Dijo Castán Lacoma: «La profecía de María, madre de Jesús, ha sido de cumplimiento evidente y constante después de tantos siglos, como ha sido clara y concreta su formulación».7

(B) Reconocimiento de la providencia de Dios en el mundo

La Iglesia de la Visitación, que según la tradición ocupa el lugar de la casa de Isabel, donde María la habría visitado (Ain Karim o Ein Kerem, Israel)
«Él hizo proezas con su brazo:
dispersó a los soberbios de corazón,
derribó del trono a los poderosos
y enalteció a los humildes,
a los hambrientos los colmó de bienes
y a los ricos los despidió vacíos.»
Versículos 51 a 53
Cabe plantearse quiénes son los pobres y humildes y quiénes son los ricos y poderosos. En la terminología bíblica, pobres y humildes son los que ponen su confianza en Dios, los que necesitan de Dios, porque no tienen el dinero y el poder en quienes confiar. Ricos son los que se bastan a sí mismos. Los salmos utilizan con frecuencia el término «soberbio» para designar a ricos y poderosos. Pues la riqueza no es solamente una forma de dominio, sino también un medio de dominación y un pretexto para el orgullo.9
¿Quiénes son los pobres, quiénes son los ricos? Es cierto que todos vivimos insatisfechos, porque somos limitados. (...) Todos los hombres nacen, se desarrollan, se reproducen y mueren. Conviene saber, sin embargo, que no todos nacen en las mismas condiciones, ni se desarrollan en el mismo grado, ni se reproducen con la misma abundancia, ni mueren con la misma asistencia. Hasta sus enfermedades, con ser iguales, son bien distintas, pues distintos son en cada caso los medios para vencerlas. (...) Desde luego, la división de los seres humanos en ricos y pobres resulta demasiado tosca, demasiado simple. Existen muchos otros índices de clasificación, culturales, geográficos, religiosos, políticos, raciales, etc. No sólo hay pobres y ricos, sino fuertes y débiles, listos y tontos, negros y blancos. Pero sucede que los negros suelen ser más pobres que los blancos. Sucede que el rico débil se rodea de servidores fuertes. Sucede que hay listos y tontos, pero ya se sabe que un idiota rico es un rico, mientras que un idiota pobre es un idiota. «Todos somos pobres». Cuando oigo hablar así, pienso inmediatamente en aquellos que dicen: «Todos somos culpables». Quien así se expresa no pretende acusarse, sino excusarse: diluir sus culpas personales en una vaga culpabilidad general.9
Cabodevilla se pregunta por qué el Dios al que canta María prefiere al pobre antes que al rico. ¿Acaso el pobre es bueno? No necesariamente. Dios prefiere al pobre, no «por ser bueno», sino «por ser pobre».9 El rico, según la Biblia, sólo confía en sí, piensa y habla soberbiamente, practica el engaño y la calumnia, condena al pobre, declara culpable al inocente, se vuelve contra Dios y lo desprecia, en su corazón dice que no existe o que Dios no se ocupa de los humanos y que podemos hacer lo que queramos sin que Dios nos vea. El pobre según la Biblia no maldice ni envidia; se vuelve siempre a Dios y su esperanza nunca le falla.4

(C) Con esta obra, Dios cumple las promesas hechas a nuestros padres

Estatua que representa el encuentro de María e Isabel en Ain Karim (Iglesia de la VisitaciónIsrael).
«Auxilió a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abraham
y su descendencia por siempre.»
Versículos 54 y 55
Según el evangelio de Lucas, con la encarnación de Jesús, Dios socorre, ampara a Israel, le hace la misericordia de enviarle al Mesías. Dios se acuerda de la misericordia cuando hace uso de ella, cuando salva y ayuda. La misericordia se ejercita con Abraham y su descendencia, hasta alcanzar a todos los hombres, para siempre.
En todo el cántico, incluso al final, se presenta a Dios con términos «antropomórficos», es decir, aplicables a los hombres. Así, el Dios de los cristianos no se presenta como algo abstracto, remoto, sino concreto y cotidiano; no es una especie de armonía inherente a la evolución del universo. Tampoco es algo superior que opera en la creación y que todas las criaturas deben acatar o secundar. El evangelio de Lucas no lo presenta como «algo», sino como «alguien» atento a las necesidades de cada ser humano.
Para muchos, los antropomorfismos ofrecen una imagen de Dios tosca y grosera. Pero María utiliza los antropomorfismos: en el cántico dice que Dios «pone los ojos» en ella, «dispersa», «derriba» y «despide con las manos vacías» a unos, «enaltece» y «colma de bienes» a otros. Dios es alguien que «auxilia» y «se acuerda». Esta es la imagen más próxima al Dios del cristianismo, como lo expresa muy bien un contemporáneo:
Entonces llegan los puristas, los teólogos de estricta observancia, aquellos que se han apropiado de la alta misión de defender el honor de Dios, y nos imponen de él una noción aritmética, aséptica, un vino tan filtrado que sólo es agua, un Dios tan exangüe que sólo es una réplica de Dios en yeso. Un Dios que tiene boca y no habla, tiene oídos y no oye. ¿Cómo van a recurrir los hombres a él?, ¿cómo podrían los pobres confiar en él, quejarse, suplicarle, llamarle en su ayuda? Se impone urgentemente una vuelta al Dios de la Escritura, una enérgica purificación de esa idea de Dios presuntamente tan pura, pero que en realidad viene lastrada por los viejos prejuicios de una filosofía helénica, pagana, que ya desde los comienzos influyó en nuestra teología mucho más de lo deseable. Hace falta convertirnos –más y más, incesantemente– del Dios de los filósofos al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, al Dios de nuestro Señor Jesucristo.
Un Dios que tiene boca y habla, tiene ojos y ve; cuida de los lirios del campo; conoce el número de cabellos de mi cabeza; está a mi puerta y llama, pasa la noche entera esperando, cubierto de rocío; persigue a la amada infiel por entre los bosques y los riscos; se sienta conmigo a la mesa. Sucede que esta manera de hablar, esta idea de Dios, no sólo es más elocuente que ninguna otra, sino también más verdadera. Porque revela sobre Dios una verdad muy profunda que ningún otro lenguaje podría expresar ni ninguna otra vía de conocimiento podría captar: la verdad del Dios vivo.9

Corolario

Encuentro de María e Isabel, en la Iglesia de la Visitación (Ain Karim o Ein Kerem, Israel)
Antes de predicar Jesús las bienaventuranzas, su madre las había cumplido ya con total perfección.79 Incluso se adelantó a proclamarlas con sus propias palabras, en el «Magníficat». Jesús dijo: «Bienaventurados los pobres... ay de vosotros los ricos...» (Lucas 6, 20.24). Pero antes, María dijo que Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Así habló ella porque, según el evangelio de Lucas, lo sabía por experiencia, ya que Dios había puesto sus ojos en la humildad de su esclava.
Dichosa ella, porque no fue poderosa, sino humilde, y no fue rica, sino pobre. Porque puso su confianza en Dios, porque tuvo fe. Entre las innumerables alabanzas que la posteridad ha tejido en honor de María Santísima, por encima de todos los títulos que la Iglesia le ha adjudicado, yo prefiero aquel simple elogio que de ella hizo su prima Isabel, justamente en la ocasión del Magnificat: «Dichosa tú porque has creído».
De ordinario, suele alabarse la virginidad de María, su concepción inmaculada o, sobre todo, su maternidad divina. «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron» exclamó una voz entre la muchedumbre y siguen ahora exclamando los cristianos. Pero Cristo responde: «Mas bien dichosos los que creen en la palabra de Dios y la cumplen». Cristo no dice, no puede decir que haya otros seres más dichosos que su madre. Lo que sí afirma es que la razón principal de la bienaventuranza de María no consiste en haber concebido al Hijo de Dios, sino en haber creído en él.9

El «Magníficat» en la enseñanza de la Iglesia

El «Magníficat» es uno de los pasajes más comentados en relación a María, tanto en los documentos de la Iglesia como en las alocuciones papales. La Iglesia latinoamericana condensó en un párrafo buena parte de la espiritualidad mariana implicada en el «Magníficat», con cita de una homilía previa de Juan Pablo II:
El Magnificat es espejo del alma de María. En ese poema logra su culminación la espiritualidad de los pobres de Yahvé y el profetismo de la Antigua Alianza. Es el cántico que anuncia el nuevo Evangelio de Cristo; es el preludio del Sermón de la Montaña. Allí María se nos manifiesta vacía de sí misma y poniendo toda su confianza en la misericordia del Padre. En el Magnificat se manifiesta como modelo «para quienes no aceptan pasivamente las circunstancias adversas de la vida personal y social, ni son víctimas de la "alienación", como hoy se dice, sino que proclaman con ella que Dios "ensalza a los humildes" y, si es el caso, "derriba a los potentados de sus tronos"...» (Juan Pablo II, Homilía Zapopán 4: AAS 71 p. 230).

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