martes, 31 de marzo de 2015

zoología


Críptidos : Bestia de Gévaudan, es el nombre de un críptido antropófago que asoló la región de Gévaudan, en el actual departamento francés de Lozère, en el sur de Francia, entre 1764 y 1767. Fue un animal que originó una serie de ataques, en contra de las personas, ocurridos entre el 30 de junio de 1764 y el 19 de junio de 1767. Estos ataques, los más seguidos mortales, fueron entre 88 y 124 según el censo realizado, tuvieron lugar principalmente en el norte de Gévaudan (actualmente corresponde al departamento de Lozère), región pecuaria). Algunos casos fueron registrados en el sur de Auvernia y en el norte de Vivarais y Rouergue.

La "Bestia de Gévaudan" superó rápidamente a todas las noticias de la época, al punto de lograr la movilización de muchas tropas reales y dar cabida a toda clase de rumores, tanto sobre su naturaleza, vista por todos como un lobo, un animal exótico, un hombre-lobo, incluso como un asesino en serie, en una época más reciente, razones que impulsaron al ataque de los pobladores - el castigo divino sobre la teoría "del animal adiestrado para matar".
Menos de un centenar de ataques equivalentes se dieron a lo largo de la historia de Francia, donde todas las regiones fueron infestadas por cerca de 20.000 lobos. El problema fue oportuno para la prensa, después de la Guerra de los Siete Años: el Courrier d'Avignon local, luego La Gazette de France a nivel nacional y los periódicos internacionales, vieron la oportunidad de aprovecharse de este hecho para hacer una serie de artículos sobre este tema durante varios meses.3
De 1764 a 1767, dos animales (uno identificado como un lobo grande y el otro como un cánido parecido a un lobo) fueron fusilados. El lobo grande fue fusilado por François Antoine, porta-arcabuz del Rey de Francia, en septiembre de 1765, en el dominio de la Real Abadía de Chazes. A partir de esta fecha, los periódicos y la corte del Rey se desinteresaron en Geudavan y en las muertes atribuidas a la Bestia y lamentadas anteriormente. El segundo animal fue abatido por Jean Chastel, vecino de La Besseyre-Saint-Mary, el 19 de junio del 1767. Según la tradición, el animal matado por Chastel sería la Bestia de Geudavan, debido a que, después de ésta fecha ninguna muerte le fue atribuida.
 


El Bunyip o kianpraty,1 también comparado con el Yowie, es una criatura mitológica del folclore australiano.Las descripciones de los Bunyips varían enormemente. Usualmente se describen como monstruos marinos. Algunas características de descripciones comunes incluyen una cola de caballo, aletas, y colmillos de morsa o cuernos. De acuerdo con la leyenda, se dice que rondan en pantanos, billabongs, arroyos y ríos. En las noches pueden escucharse sus llamados, mientras devoran cualquier animal que se acerque a sus guaridas.
En criptozoología algunos dicen que el animal extinto, el Diprotodon, es el origen de tal leyenda.


El cadáver del Zuiyō Maru eran los restos de una criatura, de la que se afirmaba inicialmente que era un plesiosaurio, siendo capturado por el arrastrero Zuiyō Maru (瑞洋丸) frente a las costas de Nueva Zelanda en 1977. Aunque muchos científicos insistieron en que no era "ni un pez, una ballena ni ningún otro mamífero",1 los análisis posteriores han indicado que eran los restos de un tiburón peregrino comparando el número de conjuntos de aminoácidos en el tejido muscular.2 3
El cadáver perdió parte de la zona inferior de su cabeza, junto con las aletas dorsales y caudales, haciéndolo parecer un plesiosaurio.El 25 de abril de 1977, el arrastrero Zuiyō Maru, navegando al este de Christchurch, Nueva Zelanda, capturó una extraña criatura en la red. La tripulación estaba convencida de que era un animal no identificado (Bord, 1990), pero a pesar del gran potencial biológico del descubrimiento, el capitán Akira Tanaka decidió tirar el cadáver para que no estropeara el resto de la pesca. Sin embargo, antes de eso, se hicieron algunas fotos de la criatura, la apodaron "Nessie" y tomaron muestras del esqueleto, piel y aletas para que expertos en Japón hicieran análisis. El descubrimiento causó gran conmoción y "plesiosaurio-manía" en Japón, y la compañía ordenó encontrar y recuperar el cadáver, sin éxito (Sjögren, 1980).

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