Cuadros de Rafael Sanzio
La misa de Bolsena (en italiano, Messa di Bolsena) es un fresco del artista Rafael Sanzio. Tiene una anchura en la base de 660 cm. Es uno de los frescos de la Sala de Heliodoro (Stanza di Eliodoro), una de las habitaciones que hoy en día son conocidas como las estancias de Rafael, ubicadas en el Vaticano y que forman parte de los Museos Vaticanos.
Fue ejecutado en el año 1512, precisamente en los años en que Martín Luteroestuvo en Roma. Este fresco queda a la parte izquierda, sobre una ventana. Se considera que esta Misa de Bolsena es la obra maestra de Rafael como pintor de frescos, atribuyéndosele toda la belleza de éste.
Narra un milagro acontecido en el año 1263. Un sacerdote bohemio duda de la realidad de la Transubstanciación en la Eucaristía. Estando de viaje por Italia, se detiene en Bolsena a celebrar una misa, en la que se produce el milagro: de la hostiamana sangre durante la consagración. Al año siguiente, en 1264, el papa Urbano IVinstituyó la Fiesta del Corpus Christi para celebrar este acontecimiento milagroso. Con esta escena pretende representarse la protección de Dios a la Iglesia amenazada en su fe.
En el cuadro se ve, en la parte izquierda, al sacerdote diciendo misa con la hostia en alto mientras que, frente a él, está representado el Papa Julio II arrodillado, frente al altar, reza apoyándose en un facistol plegable. Viste atuendo guerrero. El retrato con la barba demuestra los estragos que en él han causado los esfuerzos bélicos y la enfermedad.
Detrás y por debajo del papa están los suizos de su escolta, vistosamente vestidos. Los suizos rebosan vida y personalidad de prósperos montañeses.
Cuando Julio II marchó a Bolonia para comenzar su campaña en el Adriático, pasó por Orvieto, donde pudo ver la reliquia que se guardaba en la catedral: los corporales de Bolsena, manchados con la sangre milagrosa.
La escena está claramente dividida en dos partes: a la izquierda el hecho, a la derecha el papa que reza junto a su corte. No es un milagro que acontece, es un milagro que se repite delante del papa testigo.
Incluso los asistentes de la izquierda repiten como si fuesen actores los gestos admirativos o demostrativos.
Si la reconstrucción histórica no es incluso una proyección imaginaria del pasado, la repetición ritual del hecho se coloca en el presente: la arquitectura antigua, que indica un tiempo remoto, sólo es un fondo.
El espacio "actual" es la pantalla oscura que forma un coro de madera, del siglo XVI, que une ambas partes de la representación: sobre él las figuras, realmente presentes, destacan por un vivaz contraste de colores del mismo modo que en la parte inferior, invirtiendo la relación, destacan sobre el fondo vecino de mármol blanco de la grada.
El color como la iluminación es un factor escénico esencial. Según Brizio este colorido tan vivo fue tomado de Piero della Francesca, cuyos frescos fueron destruidos por Rafael para sus "estancias".
La mujer encinta (en italiano La Donna Gravida) es una pintura del artistarenacentista italiano Rafael Sanzio. Fue pintada entre 1505 y 1506, durante la estancia de Rafael en Florencia. Es una pintura al óleo sobre tabla con unas dimensiones de 66 centímetros de alto y 52 cm de ancho. Se conserva en el Palacio Pitti de Florencia, Italia.
Es el retrato de una mujer que se encuentra embarazada, sentada con su mano izquierda descansando sobre el estómago. Las pinturas de mujeres encinta eran inusuales en el periodo renacentista.
La Sagrada Familia con San Juanito, conocida comúnmente como La Perla, es un cuadro de Rafael Sanzio pintado entre 1518 y 1520 que se conserva en el museo del Prado.
Se trata de una Sagrada Familia con el Niño Jesús en el regazo de la Virgen María, acompañados de San Juan Bautista niño y su madre Santa Isabel. Tanto María como Isabel tienen expresiones severas, como previendo el sufrimiento de Jesús y la degollación de Juan Bautista, mientras que San Juanito y el Niño Jesús, ajenos a estos presagios, adoptan un gesto alegre. Al fondo, a la izquierda, aparece San José dedicado a su profesión de carpintero.
Las figuras están enmarcadas en un detallado y sugerente paisaje nocturno. El Niño Jesús ocupa el centro de una composición piramidal —típica del equilibrio renacentista— y mira hacia una luz brillante, sobrenatural, que ilumina su cara, la de su madre y la espalda de Juan Bautista (vestido con la piel de camello que le caracterizará en su vida adulta) como si contemplara a Dios Padre. La combinación de la extraña luz que ilumina con potencia las figuras, con la natural del ocaso que tiñe el fondo de la escena, es notable.
La relación entre las figuras es, como siempre en Rafael, de gran dinamismo y naturalidad. La Virgen, cuyo cuerpo adopta la forma serpentinata, pasa su brazo por encima del hombro de Santa Isabel en un gesto de cercanía y protección que señala a su vez su superior jerarquía. Por contraste, José, padre putativo, permanece marginado y recluido en su taller, representado en una figura de pequeño tamaño. Santa Isabel se acoda en la pierna izquierda de la Virgen y, con la otra mano, adopta un gesto reflexivo, apoyando el mentón en el puño, en una pose característica de Miguel Ángel.
Son notables asimismo el cromatismo, visible en los rojos, cárdenos, añiles, azules y rosáceos de los drapeados de la Virgen, matizados como veladuras; o los matices de los blancos y marfiles de la ropa de la cuna del primer término del cuadro.
Se debe destacar también el paisaje de puesta de sol entre ruinas romanas, uno de los más trabajados que ejecutara el urbinate. Los reflejos dorados entre las penumbras añiles del paisaje de la derecha, o la evocación del que se vislumbra a la izquierda, al fondo de las ruinas que forman el habitáculo de San José, realzan el misterio de la obra.
El cuadro fue pintado, presumiblemente, por encargo de Ludovico Canossa, obispo de Bayeux. En 1604 fue comprada por el duque de Mantua Vincenzo Gonzaga, y en 1629 pasa a manos de Carlos I de Inglaterra incluida en un formidable conjunto de pinturas de los Gonzaga, que el monarca inglés adquirió para realzar la Royal Collection.
La Perla llegó a España tras ser adquirida por Luis de Haro para Felipe IV en 1649, en la almoneda que se celebró tras la ejecución del rey inglés. Fue el Rey Planeta quien dio el sobrenombre de La Perla al cuadro, por considerarlo el mejor de sus colecciones. Desde 1656decoraba el Monasterio del Escorial, donde la conoció el viajero ilustrado Antonio Ponz. José Bonaparte, a su caída, se la llevó como botín a Francia junto con otras obras de Rafael, pero todas fueron devueltas a España en 1818.
La autoría del cuadro ha estado sujeta a polémicas desde el siglo XIX, ya que se pensaba que no era totalmente autógrafo sino producto de una colaboración con algún ayudante, como Giulio Romano. Esta hipótesis se basaba en parte en el incipiente manierismo de la obra, un estilo que se entendía como ajeno al clasicismo más reconocible de Rafael y que se tachaba de «corrupción» o defecto propio de sus seguidores e imitadores. Los últimos estudios avalan la plena autoría de Rafael, según esgrimen Tom Henry y Paul Joannides, expertos británicos que organizaron la muestra El último Rafael (Prado y Louvre) en 2012.
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