sábado, 30 de enero de 2016

Edificios y estructuras por países - Argentina

Fuertes de Argentina

El Fuerte de Salto o de San Antonio del Salto de los Arrecifes fue un puesto fortificado que integró la línea de defensa del territorio de Buenos Aires en su frontera con el indio. Ubicado en el actual Partido de Salto, dio origen a su cabecera, la ciudad de Salto.

Antecedentes

Hacia 1735 las invasiones de pampasaucas chilenos y serranos comenzaron a ser más frecuentes y las expediciones resultaban ineficaces, pues los indios ganaban rápidamente el desierto y las fuerzas que los perseguían iban mal montadas y pertrechadas, desconociendo el territorio pampeano.
Ante las entradas y depredaciones de los indios serranos en el pago de "los Saltos del Arrecifes", el maestre de campo Juan de San Martín y Gutiérrez fundó el Fuerte de Arrecifes (1736) y efectuó en agosto de 1737 una entrada contra los indios, al cual le siguió un ataque efectuado por el capitán Pedro de Melo con la orden del Cabildo de Buenos Aires de escarmentar a los indios serranos.
San Martín intentó establecer a fines de ese año una "Guardia Avanzada del Salto" en el primer salto del río Arrecifes, cosa que no pudo hacer por no contar con los elementos necesarios para levantar una fortificación que albergara a los milicianos y los defendiera del ataque de los indios.
En agosto de 1738 los caciques aucas Hecanantú y Carunlomko incursionaron nuevamente en la zona de Arrecifes y de Areco, lo que movió al Cabildo de Buenos Aires a elevar con su aprobación al Gobernador el 29 de octubre de 1738 un informe del Alcalde Provincial "para que se construya un fuerte en el pago de Arrecifes, para defensa de la jurisdicción, contra indios infieles, que andan haciendo varios daños".
El 3 de noviembre de 1738 el Cabildo instruyó a José Ruis de Arellano para establecer el fuerte y que "la practique respecto de su gran inteligencia en estas materias y conocimientos de todo el país y de aquellos vecinos", autorizándolo a adquirir cuanto precisara a ese objeto.
Sin embargo, el financiamiento de esos gastos fue siempre un problema para las autoridades coloniales. Limitados en su presupuesto y no deseando los cabildantes proveer a esos gastos de su propio peculio, se procuró permanentemente trasladárselos a los pobladores de la zona, quienes luego intentaban vanamente recuperar su aporte. Así, por ejemplo, en marzo de 1739 el vecino Diego de Peñalba pedía "satisfacción de cuatrocientas sesenta y una vacas, que ha dado para el gasto de la corrida las trescientas y el resto para la subsistencia del fuerte en la frontera del Arrecifes". El Cabildo de Buenos Aires no aceptó lo solicitado, ya que en el informe del Alcalde Provincial dichos gastos irían por cuenta de los "estancieros de la jurisdicción".
Asimismo, en numerosas ocasiones los gastos corrían por cuenta de los comandantes de la expedición: el 10 de julio de 1739 el Alcalde de primer voto dio razón de que "cincuenta y un pesos y cuatro reales había importado la pólvora, yerba y tabaco en las dos salidas al apósito de los indios infieles al "Salto del Arrecifes" la una por don Juan de San Martín y la otra por don Josef Ruis de Arellano".
Cangapol
Tras los grandes malones de 1740 (Luján y Matanza) y 1741 (Luján) se firmó un tratado con el cacique Cangapol1 para asegurar la frontera establecida en el río Salado (Buenos Aires), pero era una solución provisoria: el 28 de julio de 1744 200 pehuenches chilenos atacaronCañada de la Cruz y Luján. El maestre de campo Cristóbal Cabral salió a perseguirlos, matando 70 indígenas.
El 26 de septiembre de ese año, el Cabildo aprobó un proyecto presentado por Julio de Eguía para aumentar el número de fortines que serían cubiertos por milicianos pagados a ración, pero no especificaba sus ubicaciones.
Nada se hizo y al año siguiente San Martín desplegó milicianos en los puntos más favorables de cada partido de la frontera, fundando en1745 la Guardia del Zanjón (en el pago de Magdalena), un asentamiento en el pago de las Conchas y otro en los pagos de la Matanza (Guardia Puesto de López) al que se agregaría luego el Fuerte de Pergamino (1749). En partidas de no más de 8 milicianos por turnos semanales avanzaban a descubierta 10 o más leguas al sur de su acantonamiento y permanecían una semana manteniéndose sobre el terreno y batiendo su sector para prevenir incursiones.
Años después la práctica continuaba de manera similar y en 1796 el capitán de navío Félix de Azara en su reconocimiento de las Guardias y Fortines de la Frontera relataría:"El servicio impuesto á los blandengues por su fundador toca en inhumano y no llena el fin el que hacen hoy participa de los mismos inconvenientes y es este: De cada fuerte y de cada fortín salen 8 blandengues ó milicianos con su cabo dirigiéndose 10 ó mas leguas al S y, no siendo lícito llevar tiendas ni equipages, se ven en la dura precisión de subsistir de lo que dá el campo, de sufrir la intemperie 8 días que es el término que se les dá para regresar. Inmediatamente sale otra partida igual y así turna todo el año. La experiencia ha hecho ver siempre que cuando los indios resuelven un insulto espian oportunamente una de dichas partidas por la tarde y la cortan con facilidad, poniéndose de noche tras de ella para matarla por la madrugada infaliblemente. Hecho este lance, irremediablemente se introducen entre dos fuertes, hallan en pocas horas nuestras estancias y arreando el ganado en el mismo día ó la noche siguiente, salen de la frontera sin ser sentidos, porque los que están en los fuertes no pueden saber lo sucedido fuera, ni si entraron los indios, y viven tranquilos sabiendo que hay una partida exploradora en su frente."
Para 1750 la dura vida, la falta de pago, armamento y víveres había hecho desertar a los milicianos y la frontera quedaba nuevamente desguarnecida. Aprovechando la situación, Cangapol y el cacique Felipe Yahati pusieron fin al tratado de paz y destruyeron las misiones jesuitas de Nuestra Señora de los Desamparados y Nuestra Señora de la Concepción. En agosto los serranos atacaron el Zanjón y Magdalena y en abril y agosto de 1751 los serranos atacaron Pergamino Buenos Aires y en diciembre Magdalena.

Fuerte de Salto

Durante dos años se habían sucedido constantes malones sobre la frontera, dividida entonces en tres zonas, Salto, Luján y Magdalena. La situación era percibida por el Cabildo como grave. En 1752 levantaba un expediente solicitando "que se tomen providencias eficaces para castigar los insultos de los indios enemigos, que casi diariamente están ejecutando robo de las haciendas y muertes de sus dueños" y cita como ejemplo el asesinato del cura y el incendio de la capilla de Pergamino por parte de "los infieles". El escrito afirma seguidamente que la adopción de medidas "camina con lentitud" y cuestiona la presencia de tropas de la Ciudad en las Víboras y Montevideo, siendo necesarias con urgencia para responder a los malones. Otro expediente de ese año es caratulado: "Expediente de declaraciones recibidas a pedimiento del Síndico Procurador de la Ciudad, sobre los notorios robos, muertes, cautiverios y otros insultos, que han perpetrado los indios pampas y serranos, después que se recibió la última información sobre el mismo particular".
Respecto de los gastos, en enero de 1752 el Cabildo pretendió crear el Ramo de Guerra para solventar los gastos, lo que no fue aceptado en ese momento, pero la cuestión seguía siendo problemática. En los expedientes mencionados, el maestre de campo de las Milicias, Juan de San Martín, aclaraba que para la defensa de Arrecifes y Pergamino el teniente coronel Juan Francisco Basurco había venido pagando a su costa al Maestre de Campo y a entre 80 y 100 hombres desde hacia 7 u 8 años.
El Cabildo proponía la creación en cada uno de esos tres puntos de "un Fuerte y dar providencias para el alojamiento de la gente y para una Capilla y vivienda contigua para un religioso […] y para mejor establecimiento del asiento y población en los parajes expresados y gastos que en ellos se ocasionen se nombran tres diputados para cada una el suyo".
El plan implicaba de hecho un avance de la línea de fronteras militares, siguiendo el avance de hecho de la población de campaña y permitiendo dejar territorio a retaguardia. Los fuertes se ubicarían uno sobre las nacientes del río Salto, que se convertiría en avanzada del fuerte de Arrecifes, en Laguna Brava (Guardia de Luján o Fuerte San José de Luján, actual Mercedes) como puesto avanzado del fuerte de Luján y en la laguna de Lobos, rápidamente descartada por la vieja posición del Zanjón2 donde se levantaría el Fuerte de San Martín. Las distancias previstas eran de 36 a 38 leguas entre el del Zanjón y Luján, y de este a Salto 24. Hacia el norte proseguían el de Pergamino y Arrecifes, establecidos años antes.
Félix de Azara, en su reconocimiento de las Guardias y Fortines de la Frontera, relata: "Esta es la época y la causa de la guerra con los indios, que ha ocasionado tantas muertes de una y otra parte. Para sostenerla formó el Gobernador D. José Andonaegui tres compañías de paisanos campestres, pagados y armados de lanzas. Llamó á la primera Valerosa, á la segunda Conquistadora, á la tercera Invencible, y á todas Compañías de blandengues, porque al pasar la revista en esta plaza, blandearon las lanzas. Aunque destinó la primera compañía al Zanjón, la segunda á Luján, y la tercera al Salto, no les permitió destino fijo, queriendo que siempre estuviesen en movimiento."
Finalmente, el 17 de mayo de 1752 se destinó una compañía de Blandengues de Buenos Aires a la posición del Salto y en junio se hizo efectiva la creación de la compañía La Invencible al mando del capitán Isidro Troncoso, vecino de Baradero, que en agosto de 1752 se estableció en el fortín, que se denominaría San Antonio del Salto de los Arrecifes, a orillas del Río Salto en su unión con el arroyo Saladillo Chico, a 50 km del fuerte de Rojas y a 60 km al sur de Pergamino, a media legua de la actual ciudad.
El segundo al mando en la compañía era el alférez José Maciel. La completaban el sargento 1º José González, sargento 2º Basilio González, cabo 1º José Funes, cabo 2º Juan Gorosito, cabo 3º Luis Bustamante, cabo 4º Francisco Rivero y 52 soldados.3
El diputado designado para Salto era Domingo González, quien dio un fuerte impulso a la iniciativa, tanto en lo que respecta al levantamiento del fuerte, como a la construcción de su capilla y al fomento de la población, lo que llevó a que el padre Guillermo Furlong le atribuyera ser el fundador del Salto.
El teniente coronel Francisco Betbezé, comandante del Real Cuerpo de Artillería, describiría el nuevo fuerte como un cuadrado de 40 varas de lado, con muros de una mezcla de tosca y greda en los lados sur, este y oeste, mientras que el lado norte era de troncos en razón de su proximidad al río. Contaba con un baluarte en el ángulo suroeste, de una vara de altura, donde estaba montado un pedrero.
Años después el capitán de navío Félix de Azara criticaría el diseño: "He visto con no poca admiración, que el que dirigió los actuales los delineó por las reglas de arquitectura militar dictadas por el famoso Vauban, con baluartes y sus flancos arreglados, circundándolos de estacada y foso, gastando en todo mucha plata y tiempo inútilmente. Nuestros enemigos en la frontera no han sido ni pueden ser sino indios de á caballo, armados de bolas y lanza. Esto supuesto, para que la gente esté segura en nuestras guardias fuertes y fortines basta que tengan un cuadrilongo de simple estacada, porque no lo han de romper bolas ni lanzas, mucho menos defendiéndolas con armas de fuego."
Pese a la cercanía del río, el mismo Azara mencionaría que "en tiempos de grandes secas pero lo es igualmente que los fuertes y fortines actuales se hallan reducidos á beber de pozos". En cuanto a la indispensable leña, otro de los problemas en la pampa, "la leña existente de los fuertes actuales se reduce á la que dá la pampa esto es á biznaga cardo".
Apenas instalado el fuerte, en julio de 1753 el cacique Cangapol volvió a la paz con los españoles avisando de la llegada del cacique pehuenche chileno Huelquín a la zona del Tordillo. El ataque pasó de Salto y cayó sobre Arrecifes a principios de noviembre.
En noviembre de 1754 se produjo un nuevo ataque de los pehuenches, esta vez sobre Salto y Arrecifes.
No obstante, ya el poblamiento de la zona lindera a los fuertes era, aunque lento, un hecho. En 1753 el Marqués de Valdelirios aconseja en carta dirigida al Cabildo "hacer de modo que dé suficiente caudal para mantener la compañía de el Salto, donde noticia de un principio de población y que con poco fomento se podría cumplir con lo que su magestad manda".
Poco después, por iniciativa del capitán Bartolomé Gutiérrez de Paz, se asentaron en el pueblo lindero al fuerte quince familias de blandengues.
Mientras las gestiones del marqués de Valdelirios continuaban, el 14 de enero de 1756 Domingo González, vecino de Buenos Aires, le señalaba como lugar conveniente para levantar una fortificación el "Río de los Arrezifes en el lugar que dicen del Salto", por ser lugar apropiado y de buenas tierras.
Algunas familias ya vivían diseminadas en las cercanías de Arrecifes, Arroyos, Fontezuelas, Pergamino y Las Hermanas. Habitaban en ranchos miserables y era uno de los objetivos manifiestos instruirlos para que "de que no viban al simil de una Bandada de Palomas que se esparraman por el campo".
El Cabildo había nombrado diputados para los fuertes en 1752 y lo volvió a hacer en 1754 y 1755. En 1756, a pocos años de levantado el fuerte, el Cabildo exigía ya al Gobernador que dispusiera la reparación de los fuertes, aunque con el menor costo posible, y proveyera municiones a todas las Compañías. El Cabildo aprovechaba para justificar su injerencia más allá de la necesidad pública en que Valdelirios tenía acordado resolver "en consorcio con su Excelencia (...) el establecimiento de las poblaciones". El informe del Comandante de Milicias confirmó que los fuertes se encontraban "medio arruinados".
Un informe del Comandante del Fuerte, Bartolomé Gutiérrez de Paz, dirigido al Gobernador Interino Alonso de la Vega con fecha 6 de junio de 1758 expresaba entre otras cosas: "Estoy laborando la Capilla del Fuerte, que en breve tiempo quedará finalizada, siendo su longitud de 16 varas y 6 de güeco, con cinco tirantes..."
En 1758 un reconocimiento de la frontera efectuado por el capitán de Dragones Lázaro de Medieta señaló la conveniencia de construir nuevos puntos de avanzada enLas ConchasMatanza, Magdalena y Lobos, pero aún 20 años después dichas avanzadas eran solo "ranchos cubiertos" o barracas en el mejor de los casos.

Los primeros años

El 7 de septiembre de 1760 una Real Cédula aprobó el establecimiento de los fuertes del Salto, Laguna Brava y la Matanza propuesto por el Cabildo y el Gobernador de Buenos Aires, e impuso finalmente el Ramo de Guerra para solventar los gastos consiguientes, con la expresa condición de que en esos tres lugares se edificaran "tres Pueblos capaces de resistir a los indios". Este "negocio" que ligaba fuertes y pueblos debía ser vigilado por una Junta especial.
En 1761 el Cabildo dejaba de tener injerencia en la administración del Ramo de Guerra y en la dirección de las Compañías, por lo que tanto los fuertes como sus pueblos eran incumbencia del Gobernador y del Marqués de Valdelirios. El Cabildo pasó a actuar entonces como una instancia de contralor de hecho al denunciar los incumplimientos al programa: "Que por lo que respecta al establecimiento de los tres Pueblos, lo que puede decir, es que no se han poblado en los tres sitios, Salto, laguna Brava y Matanza, pero ni en otros, como es notorio, como también el que no se ha formado la Junta que se dio ida a su Majestad y ha sido aprobada, pero que las causas de no haberse cumplido estas órdenes de su Majestad, de 17 de septiembre de 1760, la ha ignorado, siendo la poca atención de esta asunto causa de que los indios gentiles hayan cometido los insultos que son bien públicos, con grave perjuicio de esta Ciudad y sus fronteras".
El 28 de febrero de 1768 la Corte pidió informes sobre el cumplimiento de lo dispuesto en 1760 e hizo hincapié en impulsar a que "los soldados con sus mujeres" se asentaran en el territorio y se les diera "tierra en que cultivar".
En 1772 Pedro Pablo Pabón, comisionado por el Cabildo de Buenos Aires para explorar la provincia más allá del Salado, partió del fuerte de Salto y tras cruzar el Salado en dirección sud llegó al Vulcán de donde regresó a la Guardia de Luján.
Pedro de Cevallos.
Después de una fuerte invasión realizada en enero de 1777Pedro de Cevallos quien asumía el gobierno del nuevo Virreinato del Río de la Plata, envió instrucciones al Cabildo para que estableciera guardias en lugares estratégicos para poner inmediato remedio a las invasiones de los indios. El 2 de julio de 1777 se reunió a esos efectos el Cabildo. El maestre de campo Manuel Pinazo, que asistía a la reunión, propuso que las guardias establecidas al norte del Salado, fueran trasladadas a la banda sur y colocadas en la laguna de los Camarones (la del Zanjón), los manantiales de Casco (la de Luján) y en laguna del Carpincho (el fuerte de Salto). De las otras cuatro guardias mantenidas por los milicianos "a ración y sin sueldo", proponía dejar sólo dos, la de la Matanza (llevándola al arroyo de Las Flores), y la de Las Conchas (trasladada a la Laguna del Trigo).
Mientras el Cabildo debate la propuesta, en octubre de 1777 tropas de Salto al mando del teniente Diego de Salas se proponen establecer una guardia en Rojas, diez leguas adelante de su posición, pero falto de hombres no llegó a concretarla y el 19 de octubre un nuevo malón obligó a converger en Rojas tropas de Salto y Pergamino, que efectuaron sin resultado una entrada de 400 km.
En noviembre numerosas partidas de indios de lanza se concentraron en arroyo Dulce y laguna de Melincué con intención de atacar Areco, Salto y Pergamino. Pese a ser época de cosechas, la población se replegó sobre los fuertes.
Esto último impulsó a Cevallos a su regreso después de expulsar a los portugueses de Colonia del Sacramento a reunir una junta de guerra en la ciudad, para que aconsejara medidas contra los indios. Pinazo formó parte de esta junta, que insistió con su proyecto anterior, pero Ceballos deseaba una solución radical y solicitó a la Corte autorización para preparar una ofensiva general sobre toda la extensión de la frontera con un ejército de 10 o 12 mil hombres que reuniría las milicias de las provincias de Buenos AiresCórdobaSan LuisMendoza y algunos de Santiago del Estero.
En julio de 1778 una epidemia de viruela asoló Salto y los demás pagos de la zona norte de Buenos Aires.4 Para esa época sobre una población total de 12925 habitantes en la campaña (la población de la ciudad dos años después era de 27131 habitantes), sólo 268 personas habitaban los fuertes y fortines a lo largo de la frontera de Buenos Aires.

Línea de fortines de 1779 (Vértiz)

Avance de la frontera
La autorización real para llevar la ofensiva propuesta por Cevallos llegó en 1778, en momentos en que Juan José de Vértiz y Salcedo (1778-1784), tomaba a su cargo el Virreinato. El 10 de setiembre de 1778 una nueva junta de guerra que integraba Pinazo se opuso al proyecto de Cevallos arguyendo la imposibilidad de levantar y mantener un ejército tan numeroso y volviendo a proponer el traslado de las guardias al sur del Salado.
Antes de decidir, Vértiz encargó al teniente coronel Francisco Betbezé realizar un reconocimiento de los lugares que ocupaban los fortines y de las zonas señaladas para el traslado.
Betzabé, acompañado por Juan Joseph de SarmientoNicolás de la Quintana y Pedro Nicolás Escribano inició su expedición al otro lado del Salado en el Fuerte de Salto. El 12 de abril de 1779 presentó su informe aconsejando dejar en su lugar los fuertes y fortines en razón de que había todavía mucho campo sin cultivar a su retaguardia de la línea de frontera lo que no justificaba un avance y concluía por recomendar que "Si se determinare (como lo creo importante útil y conveniente y aun necesario por ahora) subsistan las guardias de la frontera donde actualmente se hallan, o inmediaciones que dejó insinuadas, gradúo indispensable construir un reducto junto a la laguna de los Ranchos entre el Zanjón o Vitel y el Monte; regularizar la mayor parte de los fuertes, que están en disposiciones despreciables, y construir algunos a las inmediaciones indicadas de los que se hayan de mudar; de forma que los deVitel, Monte, Luján, Salto y Rojas, sean guardias principales y residencias o cuarteles de cinco indispensables compañías de blandengues, y el proyectado en los Ranchos con los de Lobos, Navarro y Areco, sirvan de fortines con una pequeña guarnición, para estrechar las avenidas y facilitar el diario reconocimiento del campo comprendido en el cordón y su respectivo frente".
El 1 de junio de 1779 Vértiz dio su aprobación al proyecto, variando sólo el lugar de traslado del Zanjón al elegir en vez de la laguna de Vitel la de Chascomús. Cada una de las cinco compañías de blandengues constaría de sólo 54 soldados.
En 1779 comenzaron a realizarse las nuevas obras pero en agosto de 1780 una gran invasión indígena del cacique Linco Pagni que alcanzó Chascomús y Luján provocó un inesperado cambio en la política defensiva de la frontera sur del Virreinato. El responsable de proponer un nuevo programa de acción fue Juan José Sardén, Comandante de Fronteras, quien había tenido un destacado desempeño en la frontera norte de Buenos Aires.
Sardén propuso que la laguna de Los Ranchos fuera también guarnecida con una compañía de blandengues y "aumentar el Cuerpo de Blandengues hasta el número de seiscientos, repartidos por seis Compañías" que se establecerían una en Chascomús, otra en Monte, dos en Luján, una en Salto, y otra en Rojas. Especificaba la composición de dichas unidades e incluso el sueldo de sus integrantes y recomendaba utilizar para su financiamiento el Ramo de Guerra de la ciudad de Buenos Aires y de ser preciso "echar mano del de Cruzadas y Cautivos, como lo hizo el Excelentísimo Señor virrey de Lima en atención que estas tropas hacen continuamente la Guerra contra unos infieles irreconciliables, imposibles de reducirlos al Santo Evangelio".
El Capitán de navío Félix de Azara en su reconocimiento de las Guardias y Fortines de la Frontera relataría en 1796: "Como los bárbaros recibían continuamente reclutas voluntarias de Chile, se hizo necesario aumentar el número de compañías, y el de sus plazas ó individuos; y para pagarlas, se impuso el ramo de guerra que aprobó el Rey en 7 de septiembre de 1760. También se alteró el plan de defensa, porque de errantes y lanzeros que eran los blandengues, se fijaron en varios puntos, ó guardias, repartidas por la frontera y se armaron como dragones sirviendo en caballos propios. Apenas se hubo entablado esto, cuando los hacendados y el Ilustre Ayuntamiento solicitaron que dichas guardias se avanzasen á determinados puntos ó parages, que se hicieron reconocer, pero los dictámenes ó informes fueron siempre tan varios y opuestos como las pasiones ó modos de pensar de sus autores, y redugeron algunos puestos y adelantaron otros."
La nueva línea de fortificaciones quedó concluida en 1781 y constaba del fuerte de Salto, el Fuerte San José de Luján, el Fuerte San Juan Bautista de Chascomús, elFuerte de Monte, el fuerte San Francisco de Rojas, el fortín Lobos, el Fortín Nuestra Señora del Pilar de los RanchosFortín NavarroFortín San Claudio de Areco,Fortín de las Mercedes y Fortín Melincué. Los fuertes fueron ocupados por los blandengues, y los fortines por 12 milicianos "a ración y sin sueldo", con la misión principal de detectar brechas y avances de exploradores y facilitar la aproximación, comunicación y enlace entre los fuertes, por cuanto se hallaban separados entre 70 y 100 km: esas posiciones debían defender una línea cuya longitud total alcanzaba los 330 km.
El Virrey Vértiz en su Memoria de Gobierno detalla que mandó " que a toda diligencia se acopiasen materiales, albañiles, y se construyesen de nuevo todos los antiguos fuertes, por no hallarse ninguno en estado de defensa, y se aumentasen los que se comprendían en la nueva planta, como se practicó por un método uniforme y sólido con buenas estacadas de Andubay, anchos y profundos fosos, rastrillo y puente levadizo, con baluartes para colocar la artillería y mayor capacidad en sus habitaciones y oficinas, en que comprende un pequeño almacén de pólvora, y otro para depósito de armas y municiones, con terreno suficiente por toda la circunferencia para depositar caballada entre el foso y estacada (…) En cada fuerte mandé poner una compañía de dotación compuesta de un capitán, un teniente, un alférez, un capellán, cuatro sargentos, ocho cabos, dos baqueanos, un tambor, ochenta y cinco plazas de blandengues, su total cien plazas, con uniforme propio para la fatiga del campo, armados con carabina, dos pistolas y espada, con lo que ejercitados de continuo en el fuego así a pie, como a caballo al paso, al trote y galope con subordinación, policía y gobierno interior, a cargo de un comandante subinspector de toda la frontera con dos ayudantes mayores colocados a la derecha, izquierda y centro de ella con una dilatada instrucción, adiciones y órdenes particulares, se ha logrado poner este cuerpo en estado respetable para algo más que indios".
El "Reglamento de las Compañías de Cavallería Provincial de las Fronteras de Buenos Aires, y de las raciones con que debe asistirse a las Milicias y Presidiarios" del 28 de junio de 1779 especificaba los sueldos correspondientes: el capitán 50 pesos mensuales, el alférez 25, el capellán 20, los sargentos 14, los cabos 11, el tambor 10, el baqueano 12 y los soldados sólo 10. Debían subsistir y mantener a su costa el uniforme y los caballos necesarios. Los presos eran usados como trabajadores bajo el régimen carcelario para el arreglo y mejoramiento de los fuertes.
La ración mensual por individuo, según informe del oficial real Martín José de Altolaguirre del 9 de octubre, consistía en bizcochos, yerba, sal yodada, harina, tabaco, carne y leña, por un total de 20,24 pesos.
En el caso del Fuerte de Salto, aparte de las medidas mencionadas, en 1780 fue trasladado a una loma cercana que permitía una mejor vista de la campaña circundante ayudando a prevenir la llegada de los malones y asegurar una mejor defensa.

Población

Vértiz complementó las medidas estrictamente defensivas con otras destinadas a favorecer el asentamiento de población al abrigo de los fuertes, no ya sobre la base exclusiva de las familias de los soldados sino reuniendo a los vagabundos que recorrían los campos y a los campesinos dispersos en la campaña vecina.
Un bando del 3 de octubre de 1780 ordenó que todos los pobladores se asentaran a distancia de tiro de cañón de los fuertes, con pena de la vida para los que desobedecieran. El 11 de marzo de 1781 dictó una orden general a todos los sargentos mayores de campaña para que continuasen conduciendo a los fuertes a todas las familias que aún habitaran parajes apartados y estuvieran expuestas a las invasiones. Incluía en la orden también a quienes aún sin hallarse en situación de peligro carecieran de residencia fija, a los peones de chacras y estancias, y a los que vagaban por la campaña sin ocupación conocida.
Las medidas fueron exitosas y el primer censo (noviembre de 1781) indicaba que la población era: en San José de Luján (Mercedes) 464 personas, en San Antonio del Salto 421 personas, en San Juan Bautista de Chascomús de 374 personas, en San Miguel del Monte 345, en San Francisco de Rojas 325 personas, en Nuestra Señora del Pilar de los Ranchos 235 y en San Claudio de Areco (Carmen de Areco) sólo 85 personas.
Pero las condiciones de los nuevos pueblos era más que precaria. En el informe dirigido el 1 de diciembre de 1781 por el Comandante de Fronteras Francisco González Balcarce Elat al Cabildo respecto de la necesidad de establecer las capillas fuera de los fuertes, acerca de Salto decía: "el resto de los templos de la frontera no merecían el nombre de tales, porque en Salto en un pequeño rancho se celebra la misa". La Capilla del Salto dependió del Curato de San José de los Arrecifes, hasta noviembre de 1798 en que se convierte en Vice Parroquia.
El censo de 1782 no incluyó a los blandengues solteros, criados y peones, pero registró también la producción de trigo: el de Salto estaba ya en primer lugar en población con 493 personas (98 vecinos) y una producción de 1.800 fanegas de trigo.5 Lo seguía la Guardia de Luján (Mercedes) con 442 personas (80 vecinos), si bien tenía las familias más numerosas y una mayor producción: 2.050 fanegas. Atendiendo a la población, seguín Chascomús (83 vecinos, 328 personas, 1.500 fanegas), Rojas (63 vecinos, 256 personas, 700 fanegas), Monte (49 vecinos, 236 personas, 220 fanegas), Ranchos (56 vecinos, 204 personas, 350 fanegas) y Areco (27 vecinos, 127 personas, 113 fanegas).
El 23 de marzo de 1796 el capitán de navío Félix de Azara visita al Salto en su reconocimiento de las Guardias y Fortines de la Frontera. En su diario registra desde su salida del Fortín de Areco, cuya posición establece en "latitud 34°23'15" la longitud al occidente de Buenos Aires 1° 49' 23":
"Día 23: Salida de dicho Fortin: á la una y media legua se cortó el río Areco, despreciable por su poca agua, y en verano se seca: nace de la laguna llamada "del Pescado", distante una y media leguas del paso, y desagua el dicho arroyo ó río en el Paraná. Hasta la Guardia del Salto desde el punto de la salida son 21 y media millas como demuestra la tabla siguiente:"
Rumbos Distancias
S 85 0 6
N 85 O 2
N 82 O
N 80 O 2
N 65 O 4
N 73 O 2
N 66 O 1.3
N 70 0 4.2
Total 21.5
"La latitud es de 34°18'57" y la longitud occidental de 2°14'49". Hay en esta guardia piedra que en la cantera, ó recién sacada, es de tanta suavidad que con un cuchillo se corta: pero poniéndola á la intemperie se pone durísima."
Azara proponía un nuevo avance de la línea de frontera manteniendo el número de fuertes aunque, como vimos, simplificando su estructura. Afirmaba también que "no tengo reparo en añadir que para guardar los fuertes y fortines propuestos sería suficiente la tercera parte de los blandengues. Sin embargo no propongo esta reforma porque su destino principal no es guarnecer los fuertes, sino el salir á campaña siempre que se ofresca perseguir á los indios ó atacar enemigos de otra especie, además de que los blandengues han de ser los que han de poblar la pampa y fomentar con su prest las villas."
Proponía reemplazar por ineficaz y peligroso el sistema de avanzadas en el terreno y "mandar que de cada fuerte y de cada fortín salgan dos blandengues juntos por la derecha y dos por la izquierda al amanecer todos los días y que sigan el camino recto hasta encontrarse en la medianía, donde entregándose un papel ó seña que acredite su diligencia regresen inmediatamente. Si los indios hubiesen penetrado, conocerán el rastro y continuando el uno y regresando el otro, ambos á la disparada, se pondrá en armas la frontera y reunirán las fuerzas antes que los indios hayan podido consumar el robo, que se les podrá quitar en la misma frontera ó dentro sin necesidad de irlos siguiendo muchos días inútilmente"
Insistía en la necesidad de poblar el territorio y confiaba en los blandengues para hacerlo:"Para mi es muy claro que de los blandengues debe esperarse la población de las pampas, no solo porque las defienden y aseguran como soldados, sino también porque son pobladores natos y seguros, y lo será su descendencia, dándoles tierras y sitios y porque su plata es la que ha de vivificar y fomentar á los paisanos. Esto indica lo que conviene hacer y es fundar seis villas situándolas detrás y pegadas á los fuertes, de modo que la estacada de estos opuesta á la que mira á la campaña, sea el frente del S de la plaza. Por supuesto que las calles han de ser arregladas y que se han de destinar sitios para iglesia, casa de Cabildo, et. En esta disposición no necesitarán las villas muros estacadas ni foso, porque estando pegadas al fuerte y custodiadas con 75 blandengues, nada habrá que temer. La experiencia confirma esto mismo, pues cada fuerte tiene hoy una multitud de casas que le rodean por detrás y los dos costados habitadas por 800 ó 1,000 almas, blandengues y paisanos, que viven tranquilamente sin otro resguardo que el amparo del fuerte y no hay egemplar de desgracia. Aun en los fortines se ven bastantes ranchos en la misma forma, uniendo las villas á los fuertes se logra á demás que los blandengues las fomenten y podrán salir todos á campaña en un momento reemplazándoles los vecinos, pero si las villas estuvieren distantes no podrían los paisanos dejarlas abandonadas para ir á guardar los fuertes, donde sería preciso dejar la tercera parte de los blandengues que haría falta en campaña."
En el mismo año 1796, el fuerte y el poblado anexo se trasladó nuevamente a un punto más elevado sobre una de las tres lomas que dominaban la llanura a raíz de los problemas que ocasionaban las periódicas crecidas del río.
Al iniciarse el siglo XIX la población afincada en los fuertes-pueblo había crecido, pero Salto había perdido su preminencia: la Guardia de Luján (Mercedes) encabezaba nuevamente el censo con 2000 personas (un crecimiento del 352%), pero la seguían Chascomús (1000 personas, 205%) y Ranchos (800 personas, 292%). Recién aparecía Salto con 750 personas (un crecimiento del 52%), igual número que el alcanzado por Monte, que sin embargo ostentaba un crecimiento del 218%. Muy cerca de esos números, cerraba el censo Rojas (740 personas, 189%).
En 1801, durante la administración del Virrey Joaquín del Pino y Rosas el pago del Salto se convierte finalmente en partido. En 1805 el baqueano Justo Molina inició desde el fuerte su exploración de la pampa, llegando tras cruzar la cordillera de los Andes por Neuquén hasta Antuco.
Tras la derrota británica en la primera de las Invasiones Inglesas, el 10 de enero de 1807 llegaron para ser internados en el fuerte de Salto varios prisioneros ingleses, entre ellos el capitán Alejandro Guillespie, autor de una de las principales crónicas de esa campaña.

Independencia

Tras la Revolución de Mayo la frontera del Salado permaneció relativamente pacífica y para 1815 el progreso de Salto justificaba su separación de la jurisdicción de los Alcaldes de Hermandad de Arrecifes y su erección como partido.
La noche del 22 de febrero de 1816 el comandante militar de la Guardia del Salto Antonio de Villalta encabezó un ataque contra una partida de indios que arreaban 500 caballos. En esa oportunidad los indios manifestaron haber cambiado el ganado por unas espuelas de plata con el miliciano Miguel Salas, el que fue detenido.
El 7 de marzo de 1820 el comandante general de la campaña, general Martín Rodríguez, firmó una convención entre la recién creada Provincia de Buenos Aires y los caciques de la frontera del sur, denominada Pacto de Miraflores. En la negociación tuvo participación el estanciero Francisco Hermógenes Ramos Mejía, dueño de la estancia de Miraflores y quedó establecida la frontera en la línea de las estancias al sur del río Salado, pero el pacto se rompió cuando se produjo un malón sobre Lobos el 27 de noviembre de 1820, muriendo 100 personas.6
A fines de ese año, el ex Director Supremo de Chile José Miguel Carrera tomó el centro de detención de Las Bruscas, liberando a muchos detenidos realistas chilenos y entró en tratos con los ranqueles para obtener paso hacia Chile. Para asegurar su apoyo, acordó su participación en un malón sobre Salto. El día anterior Carrera escribía: "Ayer a las 12 de la mañana llegué al campo de los indios compuesto como de 2000 enteramente resueltos a avanzar a las guardias de Buenos Aires para saquearlas, quemarlas, tomar las familias i arrear las haciendas. Doloroso paso. En mi situación no puedo prescindir de acompañarlos al Salto que será atacado mañana al amanecer. De allí volveremos para seguir a los toldos en donde estableceré mi cuartel para dirigir mis operaciones como mas convenga.".
El 3 de diciembre de 1820 José Miguel Carrera con sus hombres y 2.000 indios (ranqueles de los caciques Yanquetruz y Pablo y los pampas de Ancafilú y Anepán), 500 desertores, bandoleros y prófugos de la justicia, atacaron Salto. El Fuerte de Salto fue fácilmente capturado y la guarnición de 30 soldados asesinada7 tras lo que el pueblo anexo fue saqueado y completamente destruido, los hombres asesinados y quedando cautivas 250 mujeres y niños.8
También sufrieron malones los pueblos de Rojas y Chascomús. En febrero de 1821 Carrera se internó hacia el sudoeste rumbo a un objetivo que jamás alcanzaría.
Las tres campañas efectuadas por Martín Rodríguez entre 1820 y 1824 como represalia tuvieron poco efecto.
La Guerra del Brasil impuso nuevas prioridades y la frontera quedó nuevamente desguarnecida. En agosto de 1826 Salto fue nuevamente asolado por un malón de 400 indios de lanza procedentes de Chile aliados a 35 hombres de los Hermanos Pincheira, quienes arrearon todo el ganado de la comarca.
Como respuesta, entre octubre de ese año y enero de 1827 el coronel Federico Rauch realizó tres nuevas campañas militares durante las cuales empujó la frontera a una nueva línea, que partía de Melincué, pasaba por Junín (Buenos Aires)25 de Mayo (Buenos Aires) y Tapalqué, hasta cerrarse sobre el cabo Corrientes.






El Fuerte San JoséFuerte de San JoséGuardia de la bahía de San José o más formalmente Fuerte y Puerto de San José de la Candelaria, fue uno de los poblados coloniales que el imperio español creó en la Patagonia atlántica bajo la administración delVirreinato del Río de la Plata, formando parte de la "Superintendencia de los Establecimientos Patagónicos". Fue fundado el 7 de enero de 1779 y mantuvo población durante 31 años, hasta el 7 de agosto de 1810, fecha en que fue destruido por un malóncometido por los indígenas de la zona, pertenecientes a la etnia tehuelche septentrional austral o ‘’gününa kena’’.

Historia

Ubicación

Se situó en la ensenada San Andrés, en la zona cercana a la playa Fracasso (apellido del propietario de la estancia donde hoy se encuentra), a 200 metros de la ribera sudoriental del golfo San José (el cual forma parte del mar Argentino del océano Atlántico), costa septentrional del istmo Carlos Ameghino de la península Valdés, en lo que hoy es el departamento Biedma, al nororiente de laprovincia de Chubut, al nordeste de la Patagonia argentina.1 2 Sus coordenadas son: 42°25′49″S 64°08′26″O.
Una construcción subsidiaria de aquel, el llamado “Puesto de la Fuente” o “Los Manantiales”, se localizaba sobre la ribera sudoccidental de la Salina Grande de Valdés, en lo que hoy son terrenos pertenecientes a la estancia “Los Manantiales”, a unos 30 km del Fuerte San José, en dirección hacia el sur.3 Sus coordenadas aproximadas son: 42°40′S 64°00′O.

Antecedentes

En la segunda mitad del siglo XVIII la Corona española se encontraba en plena competencia contra franceses e ingleses por el poder marítimo mundial y el dominio sobre amplios territorios coloniales. De allí que proteger los dilatados dominios en la parte austral de América del Sur resultaba vital para la monarquía hispánica. Bajo esta premisa fue creado el Virreinato del Río de la Plata, el cual además ofrecía un tapón a la expansión portuguesa desde el Brasil colonial. Concentrando mayor poder político y económico en Buenos Aires se aseguraba el control de la cuenca del Plata y una plataforma eficaz para poblar las costaspatagónicas o combatir cualquier intento por parte de Francia o del Reino de Gran Bretaña por crear una colonia en el extremo sur de América, ya que ambas potencias consideraban a esa parte del mundo como res nullius.4
La creación del Fuerte de San José fue el resultado de una resignificación del valor geoestratégico que contenía la costa atlántica patagónica, luego de que se difundiera en Europa dos trabajos que motivaron que las ambiciones de las grandes potencias coloniales se posaran allí, si bien ya desde 1754 el poblamiento hispano de la costa patagónica era un proyecto anelado por la corona.5
Ambrosio O'Higgins, quien años después sería gobernador de Chile y virrey del Perú y engendraría a Bernardo O'Higgins (héroe de la Independencia de Chile), en el año 1767 —luego de una experiencia en la Araucanía— dio a conocer en Madrid el informe “Descripción del Reyno de Chile“. Propuso al Rey un bosquejo que permitiría a la vez que proteger la seguridad del imperio en la región sur de Sudamérica, desarrollarla productivamente, mediante la creación de una serie de fortificaciones y poblados costeros con posibilidades de comunicarlos con las ciudades españolas de la zona ya bien establecidas.
«…me parece muy necesario que los españoles piensen sin perder tiempo en buscar dos puertos en la misma costa entre los 38 grados y 45, procurando fortificarse en ellos, y traer gentes para su población de donde se pudiere. La misma diligencia convendría se hiciese en la Bahía de San Julián, por los 49 grados, sin perder de vista al mismo tiempo la máxima de reducir a pueblos o poblaciones los indios de dicha costa, e interior de aquel vasto territorio.»
Sobre el responsable político de este proyecto, O'Higgins destacó:
«el conocido celo y eficacia del Excmo. Señor Gobernador de las Provincias del Río de la Plata, a cuya jurisdicción pertenecerá la costa patagónica y la Línea Fronteriza que se propone establecer».6
Si bien la Corona no aplicó de inmediato esta propuesta, la misma fue un importante antecedente que terminaría por cuajar al difundirse en 1774 el libro del jesuita Tomás Falkner: “Descripción de la Patagonia”.7 Allí el religioso incitaba al gobierno del Reino Unido a conquistar el extremo austral de América, dado su potencial geoestratégico (como puerta al paso interoceánico), su valor económico y su llamativa vulnerabilidad, lo que permitiría además de golpear y debilitar a la corona de España, quitarle sus colonias y anexarlas al Imperio británico, extendiéndolo también sobre los territorios aún en manos de los indígenas patagónicos.
Al estallar en 1775 la guerra de la independencia de Estados Unidos el conflicto entre España y el Reino Unido se agravó, ya que la corona española brindó su apoyo a las colonias británicas americanas sublevadas. Para hacer frente a las posibles represalias del Reino Unido, se debieron reforzar todos los posibles objetivos. De allí que el Secretario de Estado del Despacho Universal de Indias (ministro de Indias), José de Gálvez y Gallardo aprobó una medida trascendental para la división administrativa de la América hispana, la creación en 1776 del virreinato del Río de la Plata, a quien también el rey Carlos III de España finalmente ordenó la construcción de establecimientos patagónicos, los que asegurarían el transporte y comunicación con las posesiones españolas del Pacífico. Siguiendo lo recomendado por Higgins, tanto la planificación, como la ejecución y luego la asistencia y administración de los asentamientos de la Patagonia se realizó a través del virrey del Río de la Plata Juan José de Vértiz, con asiento en la ciudad deBuenos Aires. El 24 de marzo de 1778, mediante una real cédula, el monarca pone de manifiesto el propósito de poblar la costa patagónica.
La propuesta final fue diseñada por el Secretario de Estado José Moñino y Redondo (Conde de Floridablanca), y presentada al rey el 8 de mayo de 1778, el cual refrendó con la real orden del 24 de mayo de ese año. Allí se indicaba que:
«Con el fin de que los ingleses (...) no piensen establecerse en la bahía San Julián o sobre la misma costa para la pesca de ballenas en aquellos mares (...) ha resuelto S. M. que se den órdenes reservadas y bien precisas al Virrey de Buenos Aires y también al intendente de la Real Hacienda que (...) con toda prontitud disponga hacer un formal establecimiento y población en dicha bahía San Julián».
Cumpliendo el plan estipulado, el 27 de agosto de ese año arribaron a Buenos Aires Antonio de Biedma -quien oficiaría de contador y tesorero- y Juan de la Piedra. Este contaba con una Real Cédula que le permitiría ser reconocido por el virrey del Río de la Plata, Juan José de Vértiz y Salcedo, como “comisario superintendente de la bahía Sin Fondo”:
«Con el importante fin de hacer la pesca de la ballena en la costa de la América Meridional, impedir que otras naciones consigan este beneficio y así mismo que quede resguardada de cualquier tentativa que en lo sucesivo pueda intentarse contra el dominio que me pertenece en aquellos paises: he tenido por conveniente se establezca en las Bahías Sin Fondo y de San Julian, comprendidas en la referida costa del nuevo vireynato de Buenos Ayres, y en los demas parages que en lo sucesivo sean adaptables y se determinen, las poblaciones y formal establecimiento que á estos objetos corresponden (...) el virey y capitan general del nuevo vireinato y el intendente de ejército y real hacienda le reciban el juramento, y ambos gefes superiores le hagan reconocer como tal comisario, superintendente de las mencionadas poblaciones.»
De la Piedra debía ejecutar las expresas instrucciones señaladas por el virrey Vértiz:
«Conforme al espíritu y contento de distintas Reales Ordenes y advertencias del particular, que por ahora e ínterin se adquiere mayor conocimiento deberá observar el Comisionado por S. M. para establecer poblaciones y fuertes provisionales en la Bahía Sin Fondo, la de San Julian ú otros parajes de la costa oriental llamada Patagonia que corre desde el río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes.»8
El establecimiento de San José no estaba previsto originalmente, ya que el plan tenía un doble eje. El primero se situaría por el norte, en la “bahía Sin Fondo” (golfo San Matías) o “punta de San Matías”, ya que se creía que allí vertía sus agua el río Negro.
El segundo eje estaría mucho más al sur:
«Como verificado así este primer establecimiento de la Bahía sin fondo, deba quedar allí el segundo Comisionado con uno de los Contadores, y D. Juan de la Piedra seguir con el resto de la expedición, si la estación lo permitiere, al reconocimiento de la de San Julian ó de otro paraje más abanzado hacia el Estrecho de Magallanes, no haviendo llegado hasta ahora este segundo comisionado, deberá el mismo D. Juan de la Piedra dexar nombrado interinamente al que, segun hubiese observado, contemple más á propósito para desempeñar todos los fines y particularidades de este encargo, y del que fuese me dará así mismo noticia.»
Al seleccionarse la zona de la bahía San Julián o en su defecto la del estuario del río Santa Cruz o la del Gallegos, se buscaba ejercer un mejor control sobre la cercana entrada por oriente al Estrecho de Magallanes y asegurar la presencia española en la región del extremo austral continental.

Partida desde Montevideo y fundación del Fuerte

Luego de agrupar en Montevideo contingentes de colonos procedentes de GaliciaAsturiasCastilla la Vieja y León,9 el 15 de diciembre de 1778 partió la expedición rumbo a las costas patagónicas. La flota se componía de una fragata, el paquebote “Santa Teresa”, la zumaca “San Antonio de Oliveira” y un bergantín, los que llevaban hacia el sur un centenar de soldados más 132 colonos con habilidades de maestranza pero en su mayoría labradores. Se le sumaba raciones de alimentos, pertrechos, arados, semillas de trigo y otros vegetales, junto con todos los elementos necesarios para establecer, y luego afianzar, poblaciones.10
Cumpliendo lo ordenado los expedicionarios llegaron a la “bahía Sin Fondo” a comienzos del año 1779, pero corrientes y vientos los aproximaron a la zona sur de la bahía, en el sector norte de la península Valdés, donde dieron con un golfo aún no demarcado por los anteriores navegantes. A esta bahía muy cerrara bautizaron comoSan José, desembarcando en sus costas el 7 de enero, tomando Juan de la Piedra posesión de ese territorio en nombre del rey. Inmediatamente mandó a sus tropas a reconocer la zona y especialmente a la búsqueda de agua potable, encontrando días después, al este de la bahía, algunas lagunas con agua estancada. Allí desembarco los pertrechos y estableció un campamento provisorio.
Sin embargo, dispuso dos expediciones para intentar dar con una fuente de suministro de agua más estable y abundante. La comandada por el piloto Basilio Villarinomarchó tierra adentro en la península y logró hallar un gran manantial. La otra expedición, a cargo de Juan de la Piedra, también encontró buena agua cavando pozos en una playa. Esto determinó que el 31 de enero de la Piedra decida trasladar el poblado 3 leguas hacia el sudoeste, lugar donde finalmente se establecería el “Fuerte y Puerto de San José de la Candelaria”. El propio de la Piedra explicó las cualidades del nuevo sitio elegido:
«tres leguas más al S.O. de la playa se hallaron también copiosas fuentes de buena agua con que habiendo abundancia de leña, famoso terreno, benigno clima y admirable puerto, no quedó duda que se podría formar establecimiento con lo que quedaban logradas las intenciones del rey».11
Sin embargo, algunas desavenencias condujeron a que Juan de la Piedra se marche el 4 de marzo de 1779 con la fragata rumbo a Montevideo, lo que posteriormente le costaría su destitución, por orden del virrey Vértiz, si bien 5 años después lograría ser absuelto libre de cargos. Fue reemplazado como comisario superintendente porFrancisco de Biedma, quien de inmediato ordena unificar ambos campamentos en uno solo.
El Fuerte de San José fue utilizado como base de operaciones para emprender desde allí distintos reconocimientos de la geografía del nordeste patagónico. Partiendo desde San José el 13 de febrero de 1779, Basilio Villarino cruza la bahía Sin Fondo y próxima a la entrada a esta desde el norte descubre la desembocadura del río Negro, un ancho y profundo curso al cual navega el 22 de febrero, y que observa marginado por un valle de inundación con abundantes tierras fértiles. Al retornar la expedición a San José el 16 de marzo se anotició a su superior, Francisco de Biedma, del hallazgo. Este decidió trasladar con la zumaca “San Antonio de Oliveira” y el bergantín a todos los pobladores civiles hacia dicho curso fluvial, dejando el 16 de abril a su hermano Antonio de Biedma a cargo del Fuerte de San José, en calidad de subdelegado, y al establecimiento solo con un carácter militar, perfil que nunca abandonaría. La población que se fundaría en el río Negro daría lugar a las actuales ciudades de Carmen de Patagones y Viedma. En otras expediciones se conformarían otros establecimientos patagónicos que secundarían al del Fuerte de San José: además del de Carmen de Patagones, el de Puerto Deseado y el de la Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca, 10 km tierra adentro de la bahía San Julián.12
Las malas condiciones que soportaba la tropa en el Fuerte desencadenaron una epidemia de escorbuto. Esto obligó a Antonio de Biedma a organizar una junta, la que determino que se debía abandonar el poblado. Biedma intentó aplazar la decisión al alegar que al ser solo un subdelegado no tenía autoridad para tomar esa decisión tan radical. El 1 de agosto de 1779 el Fuerte de San José queda a cargo del Teniente del Regimiento de Infantería Pedro Andrés García, acompañado por 8 voluntarios, en razón de que Antonio de Biedma partió hacia Montevideo a notificar el estado de cosas en que se encontraba el fuerte y la falta de víveres que lo afligía. García estuvo al mando hasta 1782, siendo sucedido en los siguientes años por distintos oficiales.

Características del Fuerte de San José y de sus pobladores

El fuerte se encontraba a 200 metros de la playa, entre dos pequeños cerros costeros. La información arqueológica definió un área central de ocupación de una superficie aproximada de 256 m².13 Su diseño e infraestructura edilicia era modesta, empleando como materiales para las construcciones mayormente cueros, carrizos, madera de sauce y adobe. Según el informe de 1779 del Teniente Manuel Soler consistía en una plazuela cerrada por cuatro frentes, en uno de estos funcionaba un gran almacén de víveres y repuestos. En otro funcionan los cuarteles o cuadras y caballerizas; en otro estaban las habitaciones principales, destinadas al Superintendente. Finalmente en el restante había una capilla, construida en adobe y techada con paja.1 Fuera de la Plaza se distribuían algunas dependencias precarias, un almacén de pólvora, dos hospitales y el camposanto. Más cerca de la playa, una edificación de adobe con techo de tejas y provista de horno funcionaba como cocina y panadería.14
Para mejorar la defensa, sobre la cumbre de un cerrito lindero se emplazó una batería en un rancho o cuartel cuadrado con techo de paja.1 Para darle mayor protección ante el peligro de ataques de indios se lo circunvaló con una zanja, algo característico de las fortificaciones de la época.
Población
La población del fuerte y de su anexo siempre tuvo un carácter eminentemente masculino y militar, a los que se agregaban funcionarios, cirujanos, capellanes, peones y presidiaros.1 La población total varió desde un mínimo de menos de 10 personas hasta un máximo de un centenar.1 Las familias de colonos habían marcharon ya en los primeros meses hacia el mejor prodigado Fuerte “Nuestra Señora del Carmen”, del cual el de San José dependía administrativa y económicamente.1
La zona era habitada por indígenas pertenecientes a la etnia tehuelche septentrional austral o ‘’gününa kena’’. Las relaciones que mantuvieron estos con los pobladores del fuerte a lo largo de los 31 años de existencia de este fueron poco estudiadas por los investigadores, más allá del malón que provocó el trágico final del establecimiento.1

El emplazamiento subsidiario “Puesto de la Fuente”

Tiempo después de la construcción del fuerte también fue poblada un área subsidiaria del mismo, situada a unos 30 km al sur, en la ribera de una gran salina, en el paraje “Los Manantiales de Villarino”.1 Allí se instaló un asentamiento productivo al que se lo conoció como “Puesto de la Fuente”.1 Su función era asistir a la explotación de sal, la colecta de agua dulce que manaba de un manantial que desembocaba en la salina y la cría de ganado para abastecer de carne al fuerte. En ese lugar se construyeron dos edificaciones de piedra sin cal:14 un hospital y un modesto fortín, a las que acompañaba una pequeña huerta.1

La vida en el Fuerte de San José

La vida en el fuerte era difícil en extremo. El clima era seco, ventoso, muy frío en invierno y muy cálido en el verano. La falta de lluvias y de posibilidades de riego hacía inviable la agricultura. La falta de provisiones y de asistencia, más la escasez de agua potable y de alimentos, provocaba deficiencias nutricionales y defunciones por epidemias de escorbuto. La dieta era carne salada, tocino de mala calidad, miniestra picada y harinas añejas. Mejoraba algo cuando se lograba dar caza a un choique patagónico o a un guanaco. Los mariscos también podían hacer su aporte proteico. Años después el ganado vacuno que se volvió cimarrón se multiplicó, lo cual mejoró sensiblemente la dieta del personal emplazado. Las construcciones eran barracas con techo de paja y ranchos miserables, los que no podían hacer frente a las inclemencias del duro clima patagónico, según reporta en 1784 el propio Francisco de Biedma en su “Memoria” al Virrey Loreto.15 Se sumaba la tensión de un conflicto latente con los aborígenes, los que podían ofrecer un combate con fuerzas notablemente superiores a las que podía oponer el modesto reducto español, lo que haría que la pequeña fortaleza sea fácilmente arrasada. Era un enclave aislado, desterrado, completamente separado por tierra de Buenos Aires por cientos de kilómetros de desierto, el que estaba poblado por aborígenes hostiles. La única comunicación posible era por mar, por lo que ante la necesidad de requerir refuerzos, la respuesta más rápida tardaría semanas.

Orden de abandono del Fuerte de San José

Durante el primer lustro de la década de 1780 el escenario mundial cambió completamente. Es que España finalmente logró la paz con el Reino Unido, negociando acuerdos los cuales se rubricarían en el tratado de Versalles, el 3 de septiembre de 1783, también acordados con Francia, que luchó a la par de España y los colonos norteamericanos contra los británicos. El pago de los gastos que ocasionó esta campaña militar, sumado a los producidos por el nuevo esfuerzo bélico que representó para la corona española la sublevación de Túpac Amaru, obligó al monarca español a intentar recortar dispendios, y como la amenazante situación en el Atlántico sudoccidental se había distendido, no era razonable continuar erogando ingentes gastos para sostener poblaciones en zonas geográficamente muy desfavorables.
Es por ello que el rey Carlos III firmó el 1 de agosto de 1783 una Real Orden por la que ordena levantar el Fuerte de San José y otros de la Patagonia:
«...exceptuando el de Río Negro que ha de mantenerse con un comandante militar que se nombre y la corta población que puede hacer á su abrigo, y que en los puertos de San José, San Julián y Deseado, se dejen pilastras, que acrediten la pertenencia á S.M.C. reconociéndose desde Río Negro anualmente.»16
La Real Orden fue ejecutada el 23 de enero de 1784 en lo que se refiere a los demás establecimientos, pero en lo que atañe al Fuerte de San José esta no fue cumplida totalmente. Es que algunos funcionarios del Virreinato lograron ver la enorme importancia estratégica que representaba mantener ocupado un puesto de avanzada en las lejanas costas australes.
Cuando Nicolás Felipe Cristóbal del Campo y Rodríguez de Salamanca -el segundo Marqués de Loreto- asumió el 7 de marzo de 1784 como el nuevo virrey del Río de la Plata, le fue encomendada la orden de revisar la problemática de los establecimientos patagónicos. Al igual que se habían manifestado los hermanos Biedma y Villarino, Loreto también se inclinaba por mantenerlos e incluso repoblar los desmantelados. Su opinión se fundamentaba en los informes presentados por un excartógrafo de la corona de Portugal, el cual se encontraba prestando servicios en la hispana: el ingeniero Custodio Sáa y Faría. Para este, no solo debían ser vistos como una red de defensa litoral para frenar el avance de los ingleses y de otras potencias coloniales de la época sino también con el doble rol de ser avanzadas de la frontera del territorio colonial bajo explotación, incorporándolos a los circuitos de comercialización e intercambio que se practicaban con las distintas etnias indígenas, en un lento proceso de integración.4
De una manera particular, el Fuerte de San José estaba en condiciones de sacar provecho de las características naturales que le aportaba su situación geográfica, al situarse sobre una bahía apta para la captura de las abundantes ballenas francas australes y en proximidades de una extensa salina explotable para el abasto del Plata. De esta manera, siguió manteniendo una escueta población por más 26 años, incluso en toda la primera década del nuevo siglo XIX.

Destrucción del Fuerte de San José

Indígenas pertenecientes a la etnia tehuelche septentrional austral o ‘’gününa kena’’. Estos eran los habitantes de la zona donse se ubicó este fuerte, al que terminaron finalmente por destruir mediante un malón.
El Fuerte de San José mantuvo una modesta población incluso algunos meses después de la Revolución de Mayo, la serie de acontecimientos revolucionarios ocurridos en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Airescapital delVirreinato del Río de la Plata (del cual dependía el Fuerte de San José), y que tuvieron como consecuencia la deposición del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y su reemplazo por la Primera Junta de gobierno, la cual no reconocía la autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias, dando inició al proceso de surgimiento del Estado Argentino.
Sin embargo, no era intención de la Primera Junta el mantener poblada la península, por lo que dispuso el traslado de la guarnición hacia la de Carmen de Patagones. La orden no llegó a ejecutarse, ya que entre el 7 y el 8 de agosto de 1810, tanto el fuerte costero como el asentamiento de la salina fueron atacados e incendiados por un malóncometido por unos 1000 indígenastehuelches en alianza con los pampas.
Se han postulado 3 causas que habrían generado el desenlace trágico.1
  • Desavenencias por la compra de una mujer aborigen,17 18
  • Escarmiento resultado del incumplimiento de la prohibición de no cazar fuera de la península,19
  • Desinteligencias por un no pago del prometido premio a los nativos por ayudar en la captura de dos desertores del fuerte del Carmen.20
Aprovechando que la población estaba reunida en la capilla celebrando misa, los nativos dieron muerte a 15 de los ocupantes que allí vivían. Entre los muertos estaba el cura del fuerte —de origen italiano— el Beato Bartolomeo Poggio, perteneciente a la orden religiosa de los mercedarios, quien murió de rodillas ante el altar. Había sido asignado a la Patagonia como capellán, evangelizando en el Fuerte por 10 años. La fecha en que la Orden celebra a su mártir es el 23 de noviembre.21
Tan solo dos hombres lograron sobrevivir, alcanzando en dura travesía el poblado del Carmen. Uno de los sobrevivientes fue entrevistado por el sabio Alcide d'Orbignyen 1829 durante su estadía en esa ciudad.
La zona quedó abandonada. Desde 1882 comenzaron a ocuparse progresivamente los campos de la zona. Solo a comienzos del siglo XX, y a 200 metros del sitio del fuerte original,1 fue nuevamente creado el “Puerto de San José”, un establecimiento que servía para la recepción y traslado de mercaderías y recursos, principalmente sal, que llegaba desde las salinas en carretas tiradas por bueyes. El mismo habría sido abandonado alrededor del año 1916, como resultado de la construcción delFerrocarril de Península Valdés, el cual desde 1901 pasó a unir las salinas con Puerto Pirámides, permitiendo una salida de la producción salinera peninsular con menores costos.22 23 En 1904, el propietario Ernesto Piaggio solicitó al estado, y le fue concedido, una concesión para construir otro ferrocarril, pero que uniera las salinas con el Puerto San José, sin embargo no hay evidencia de que se hayan efectuado obras al respecto.24

La memoria del Fuerte de San José en la actualidad

La existencia del Fuerte de San José representa un lugar destacado en la historia provincial. Tanto es así que en la década de 1970 se buscó corporizar ese recuerdo erigiendo una réplica de la primitiva capilla del Fuerte, situándola en la costa pero en el sector medio del istmo Carlos Ameghino a pocos metros del centro de interpretación localizado frente a la isla de los Pájaros (a la altura del portal de entrada a la península Valdés), un lugar mucho más visible que la posición original, buscando un fin turístico además de conmemorativo, en recuerdo de las gestas españolas.13 Sin embargo, un mal archivado de los supuestos planos originales del fuerte los confundió con los de la fortaleza del mismo nombre que se levantó en el centro de la actual ciudad de Montevideo, por lo que la supuesta réplica del edificio religioso levantado en Valdés es en realidad una reproducción de la capilla de la Ciudadela de la capital uruguaya.13 Lamentablemente, un error arrastrado y reproducido durante más 40 años ha forjado la imagen de una capilla que en nada se relaciona con el modestísimo oratorio patagónico, pero que es aquella que se lleva consigo el público visitante, por lo que terminó formando parte del imaginario popular.13
Se han efectuado prospecciones arqueológicas que determinar con exactitud la ubicación tanto del fuerte como de las subsidiarias construcciones de la salina. En estas últimas, el "manantial Villarino" allí existente —descubierto por el piloto gallego Basilio Villarino— es utilizado para proveer de agua potable a la localidad de Puerto Pirámides.
En el año 1977, mediante el decreto 911/1977, el lugar del emplazamiento del fuerte fue declarado “Monumento Histórico Nacional”, mientras que el del anexo de la salina “Lugar Histórico Nacional”.

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