viernes, 4 de noviembre de 2016

Imperios - Antiguos imperios de europa

coronacion oton iii

Sacro Imperio Romano Germánico

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El Sacro Imperio Romano Germánico tuvo su origen en el reino de Germania, un de las tras partes que fue dividido el Imperio Carolingio.
El tratado de Verdún dividió al Imperio Carolingio en tres reinos: Germania, Francia y Lotaringia. De estos reinos, el que logró sostener con mayor vigor la autoridad real fue el de Germania. Sin embargo, algunos grandes duques dominaban el país.
Uno de ellos fue Enrique el Pajarero, duque de Sajonia, fue elegido rey en el año 918 e intento afianzar su poder en oposición a los grandes duques. En aquel entonces, Germania estaba amenazada por las constantes invasiones de los normandos, húngaros y eslavos. Éstos últimos provenían, al igual que los húngaros de Europa Oriental.
Éste fue el reino que el año 936 heredó Otón I, hijo de Enrique el Pajarero. A diferencia de los últimos carolíngios en Francia, Otón I defendió su reino de las invasiones y detuvo las ambiciones de la nobleza.
Por esta razón, en el año 962 Otón fue proclamado emperador. De esta manera nació el Sacro Imperio Romano Germánico, cuya larga vida recién concluyo en 1806. Este imperio, que fue un nuevo intento por reconstruir el Imperio Romano de Occidente y que tuvo en Carlomagno un gran inspirador, se transformó en la principal potencia de Europa.
A esta reconstrucción se le añadió el título de sacro o santo, porque se trató de un imperio cristiano que hizo renacer la idea de unidad de la cristiandad. Se le llamo, además, germánico, porque su base fue el reino de Germania. Este imperio fue el estado territorial más grande de Europa medieval. A lo largo de su historia fue gobernado por cuatro dinastías: la Sajonia, la Franconia, los Hohenstaufen y los Habsburgos.
mapa sacro imperio germanico
Mapa Sacro Imperio Romano Germánico

El Imperio de Otón I

Al asumir Otón el trono en el año 936, su principal objetivo fue convertir a los nobles en funcionarios leales al rey. Sin embargo, muy pronto este monarca tuvo que enfrentarse a las revueltas que protagonizaron todos los duques del reino, desafiando su autoridad.
Otón controló estas insurrecciones, pero quedó convencido de que no podía contar con los duques para consolidar su poder. Entonces, encontró en la Iglesia una aliada poderosa contra la nobleza alemana.
Oton I
Oton I

Las relaciones con Bizancio

Para reafirmarse como emperador de los romanos, Otón I quiso casar a su hijo con una princesa bizantina. Pero el emperador de Bizancio, Nicéforo II, se negó rotundamente, y el embajador de Otón I recibió como respuesta que su señor no era ni emperador, ni romano, sino un sencillo rey bárbaro, y que un matrimonio entre su hijo y una princesa imperial no estaba en discusión. Sin embargo, durante el reinado del emperador bizantino Juan II, se logró la unión entre el hijo de Otón y la griega Teófana, lejanamente emparentada con el emperador bizantino.
niceforo II
Niceforo II

El apoyo de la Iglesia al Sacro Imperio Romano Germánico

Los obispos se hallaban en luchas contra los duques que pretendían arrebatarles sus tierras. Otón salió en su defensa, les prestó ayuda militar y dinero, y ademas, les otorgó más tierras. A cambio de ello, la Iglesia debía ayudarlo en la administración del reino y del ejercito.
De esta manera, los obispos se convirtieron en funcionarios del estado. Por ello fueron frecuentemente representados con un báculo, símbolo de su poder religioso, y a la vez con una espada, que representaba su poder terrenal.
Gracias al apoyo que el brindó la Iglesia. Otón venció a los húngaros en la batalla de Lech(955); frenó las invasiones de los normandos y de los eslavos y mantuvo su reino en paz.
El año 961, Otón I acudió al llamado del Papa Juan XII, amenazado por el rey italiano Berengario II. Al frente de un magnífico ejército, cruzó los Alpes, mientras Berengario huía, y se nombró rey de Italia.
El año 962, Oton I fue proclamado emperador por el Papa. Otón reconoció la legitimidad del poder papal. Sin embargo se adjudicó el derecho de nombrar al Sumo Pontífice y, además, de intervenir en la elección de todos los obispos. De ahí en adelante, el destino de la Iglesia estuvo unido al de los emperadores germanos.
Otón I pasó en Italia los últimos años de su vida. Tres veces dirigió expediciones al sur de Italia: contra los musulmanes y contra los propios bizantinos. Al morir, en el año 973, lo sucedió su hijo.
batalla lech
Batalla de Lech

Vínculos con la Iglesia

Poco después de la coronación de Otón I, él promulgó un edicto confirmando la donación de tierras que Pipino el Breve le había otorgado al Papa y ordenando que, en lo sucesivo, el Papa debía presentar un juramento de fidelidad al emperador y que, además, los monarcas germanos debían participar en las elecciones pontíficas. Ejerciendo este derecho, Otón I destituyó al propio Juan XII, que fue el Papa que lo coronó, e impuso a su sucesor el Papa León VIII.

Sucesores de Otón I

Para los sucesores de Otón la tarea no fue fácil, pues los duques, los monarcas conquistados, los eslavos y los húngaros esperaban la oportunidad para rebelarse. Por eso, el reinado de Otón II ( 973-983 ) estuvo plagado de revueltas.
Pero, además, Otón II se enfrento a los reyes de Dinamarca y Francia, y a los constantes asedios en la frontera oriental. Murió poco tiempo después de ser derrotado por los musulmanes en el sur de Italia.
El tercero de los Otones tenía solo tres años cuando heredó el trono, por eso, la regencia pasó a manos de su madre, Teófana. Otón III retomó con fuerza el proyecto imperial de su abuelo. Sin embargo, la Iglesia y los nobles se rebelaron contra el poder de los emperadores germanos.

Obsesión Imperial de Otón III

Entre los emperadores germanos, uno de los más obsesionados con la idea de la renovación imperial fue Otón III, quien nombró a Roma capital del imperio. Al mismo tiempo, este monarca apelaba al legado de Carlomagno. Cuentan las crónicas que para impregnarse de la fuerza del antiguo emperador, Otón III conservaba las uñas, un diente y una cruz pectoral de Carlomagno que desenterró de la tumba del monarca en Aquisgrán.
oton iii coronacion
Coronación de Otón III

Resto de Europa

Francia comenzaba a ser dirigida por señores feudales, aunque se encontraba bajo la soberanía nominal de la familia de los Capetos. Inglaterra, invadida por los vikingos, pugnaba por reorganizarse. En España, los pequeños reinos cristianos del norte iniciaban la reconquista de los territorios en manos de los musulmanes. Finalmente, Italia vivía una gran confusión como resultado de las luchas entre el Papado y el emperador bizantino, a las que se sumaban las rivalidades entre los nobles y los saqueos de los sarracenos.

Antecedentes del Sacro Imperio Romano-Germánico
Según la leyenda de San Silvestre, Constantino habría arrojado las insignias imperiales, siendo recogidas por el Papa y quedando depositadas, en teoría, en las manos del Pontífice, de manera que, en consecuencia, éste podía otorgarlas a quien considerara digno de las mismas.
Busto del emperador Constantino el Grande
La presión que bizantinos, lombardos y aristocracia romana ejercían sobre el Papa, determinaron a éste a buscar un apoyo eficaz fuera de Italia, estableciendo así con la dinastía pipínida, mayordomos de los reyes merovingios: Los pipínidas ayudarán al Papa a mantener su independencia frente a las distintas amenazas, especialmente, frente a los lombardos, si bien, éstos se apoyarán en la auctoritas papal con el objeto de consolidar su linaje: Dada la dejadez de los llamados 'reyes holgazanes' merovingios, Pipino el Breve consultará a la curia pontificia si es adecuado que sea rey quien no gobierna, en clara referencia al merovingio Childerico III.
Pipino el Breve
El papa Zacarías afirmará que, efectivamente, ser rey implica ejercer una responsabilidad, un ministerium, un servicio, de modo que, de no ser ejercido, la deposición es legítima. Así, y siguiendo la tradición germánica, Pepino el Breve será aclamado por los aristócratas francos como rey, si bien, la sanción definitiva vendrá dada con la unción del Papa San Bonifacio. Pipino será proclamado "patricio de los romanos", lo cual implica su reconocimiento como protector efectivo de Roma, y por tanto de la Iglesia y el Papado. El rey es hijo espiritual del Papa, y la Curia le concibe, siguiendo el Antiguo Testamento, como nuevo David, rey guerrero, santificado por la unción, protector de la Iglesia y el pueblo.
Uno de los hijos de Pipino, Carlos, mantendrá esta política de protección del Papa y su independencia, siendo por ello premiado, en la Navidad del año 800, con la dignidad imperial. Sin embargo, muy pronto surgirán diversas concepciones al respecto de éste importante hecho: Para Roma, el título imperial sólo tiene sentido si se entiende como servicio, como ministerium, fundamentalmente a Dios y la Iglesia, pero para la corte carolingia de Aquisgrán, el título imperial no viene sino a rubricar el papel del rey de los francos como elegido de Dios y protector de la Iglesia, constituyendo un título de prestigio y no tanto una obligación.
Arquitectura del Imperio Otoniano:  Macizo occidental de la Abadía de Corvey
Coronando al rey de los francos, el Papa esperaba asegurar su independencia y protección y manifestar que la auctoritas le corresponde a él, aunque la potestas sea de los príncipes laicos, es decir, que si bien la Iglesia no tiene poder, tampoco el poder del príncipe es absoluto, sino que está limitado por la autoridad del Papa. Sin embargo, para Carlomagno, la coronación imperial no era sino la sanción jurídica, la culminación simbólica del proceso de consolidación del poder de su linaje y del pueblo franco, como pueblo elegido de Dios: lejos de pretender asegurar la independencia de la Iglesia, Carlomagno pretendía controlarla para hacer de ella un mero apoyo ideológico, cultural, espiritual, administrativo, etc. El poder estaría en manos del Emperador, no siendo el papa mucho más que un mero sumo sacerdote.
En 858 es proclamado Papa Nicolás I, el cual asume las ideas de Gregorio Magno y Gelasio I, insistiendo pues, en la primacía del Papa y en que el poder imperial deriva de la autoridad pontificia, de manera que el emperador es súbdito del Papa, y no al revés. La desobediencia al mismo, implicaba no sólo infidelidad, sino idolatría, al pretender poner por encima del vicario de Cristo al Rey. Esta doctrina será muy bien acogida por los Welf, como representantes de una alta nobleza territorial que aspira a reducir el control y la soberanía que el emperador ejerce también sobre ellos.
El Sacro Imperio Romano-Germánico y la pugna con el Papado
Las guerras intestinas que estallan durante el reinado de Luis el Piadoso y la presión ejercida por los normandos contribuirán a debilitar extremadamente a la dinastía carolingia, hasta el punto de que se producirá la translatio imperii, el traspaso de la dignidad imperial a una nueva dinastía: tras derrotar a los destructivos húngaros en Lech (955), el duque de Sajonia Enrique I, el Cetrero adquirió gran prestigio, en lo que no era sino manifestación del poder que habían adquirido los grandes ducados orientales del agonizante Imperio carolingio, esto es, los ducados alemanes.
Ábside de la catedral de Essen. El ábside está completamente inspirada en la Capilla Palatina de Aquisgrán
Así, Otón I, hijo de Enrique, era coronado en 962 como Emperador. Sin embargo, este traslado de la dignidad imperial a Alemania no iba a evitar la pugna entre el poder laico y el eclesiástico, sino que, por el contrario, iba a dar pie a algunos de los más notables episodios de este enfrentamiento de la Historia de Europa.
Iglesia de San Pantaleón de Colonia. Siglo X. El Sacro Imperio Romano Germánico se decantó por una arquitectura muy monumental
Sin duda, uno de los más conocidos será la Querella de las Investiduras, protagonizada por Enrique IV (1056 - 1106), y que estalla por la pretensión del emperador de designar a los cargos eclesiásticos o administrar las rentas de los monasterios, pasando por encima del Papa y estableciendo así un control absoluto sobre la Iglesia. Gregorio VII publicó entonces los Dictatus Papae, que contemplaban la deposición del Emperador si amenazaba la libertad de la Iglesia - dado que la unción y coronación como emperador se basaba, precisamente, en que éste defendiera dicha libertad, por lo cual, de no hacerlo, resultaba lógico desposeerle del dicha dignidad imperial -.
Iglesia de San Jorge de Richenau
Los grandes señores alemanes, temiendo perder su autonomía ante el inmenso y absoluto poder que la victoria sobre el Papa proporcionaría al Emperador, decidieron apoyar al Papado, estableciéndose así un equilibrio entre ambos contendientes. No obstante, ésta se decantó en 1137, tras la muerte de Lotario III por Conrado III Hohenstaufen de Suabia, cuyo linaje era conocido como Weiblingen, que formarán el bando de los gibelinos, frente a la familia Welf de Sajonia.
Pinturas  otonianas de San Jorge de Richenau
Sin embargo, la pugna vino a intensificarse con Federico I Hohenstaufen, conocido como Barbarroja (1152 - 1190), el cual, si bien ayudó inicialmente al Papa frente a los patricios romanos, lo hizo para asegurar su poder y prerrogativas sobre las ciudades lombardas, las cuales, lideradas por Milán, se unieron en la Liga Lombarda, a la que el Papa apoyaría. Aprovechando la ausencia del Emperador y su derrota ante los noritalianos en Legnano (1176), los magnates alemanes consolidaban su poder, haciendo de contrapeso a Barbarroja y los magnates subordinados a él.
Iglesia monástica de Murbach. Siglo XII
No obstante, el poder imperial resultaba todavía suficientemente amenazante para la posición del Papa como para buscar un nuevo aliado, Francia, potencia que se mostraba cada vez más pujante, que parecía querer reeditar el imperio carolingio, y cuya intervención en Italia abrirá nuevos episodios conflictivos que marcarán la historia de Europa, al menos, hasta bien entrada la Edad Moderna e incluso la Contemporánea.
Interior de la catedral de Limburgo. Siglo XIII
En este sentido, resulta significativo que la extinción del Sacro Imperio Romano Germánico, en 1806, viniera propiciada por la proclamación del napoleónico Primer Imperio Francés y que el Segundo inaugurado por el sobrino de Bonaparte, Napoleón III, fuera anulado a su vez, por el II Reich alemán del prusiano Guillermo I.

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