jueves, 17 de noviembre de 2016

Poemas por autor

Salvador Díaz Mirón
Semejas esculpida en el más fino
hielo de cumbre sonrojado al beso
del Sol, y tienes ánimo travieso,
y eres embriagadora como el vino.
Y mientras: no imitaste al peregrino
que cruza un monte de penoso acceso,
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.
Obrando tú como rapaz avieso,
correspondiste con la trampa del trino,
¡por ver mi pluma y torturarme preso!
No así al viandante que se vuelve a un pino
y párase a escuchar con embeleso
un pájaro que canta en el camino.
Xalapa  27 de mayo de 1901.
  
Siempre aguijo el ingenio en la lírica;
y él en vano al misterio se asoma
a buscar a la flor del Deseo
vaso digno del puro Ideal.
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!
Por desdén a la pista plebeya,
la Ilusión empinada en su loma
quiere asir, ante límpidas nubes,
virtud alta en sutil material;
Pero el Alma en el barro se yergue,
y el magnífico afán se desploma-,
y revuelca sus nobles armiños
en el negro y batido fangal.
La palabra en el metro resulta
baja y fútil pirueta en maroma;
un funámbulo erecto pontífice
lleva manto de pompa caudal;
y si el Gusto en sus ricas finezas
pide nuevo poder al idioma,
¡aseméjase al ángel rebelde
que concita en el reino del mal!
¡Quién hiciera una trova tan dulce,
que al espíritu fuese un aroma,
un ungüento de suaves caricias,
con suspiros de luz musical!
 
Con hermana y cuñado veranea
En quinta señoril, sobre un ribazo,
Asiento y gracia de salubre aldea.
Y no para en el rústico regazo;
Y es como una paloma que aletea
Por eludir o quebrantar un lazo.
¡Un amor doloroso e inconfeso
que le punza la sien como una espina,
y que le sella el labio como un beso;
y que no es como un fruto que se inclina
en débil fibra, por el grave peso,
y cae a la primera ventolina!
Como helénica estatua, por la suma
Corrección de la forma; tez morena;
Negro y lustre de corvina pluma
En la rizada y pródiga melena;
Y ojos que afectan, en su gris de bruma,
Transparencias de linfa sobre arena.
¡Y qué voz! ¡Cómo vibra en cada nota!
Cambia de timbre y tono en un instante.
Emperlada y sutil fluye y borbota,
Cual por lecho de guijas onda errante;
Y en transición violenta rompe y brota
Con aristas que hirieran el diamante.
¡Hermosura infeliz! Arrostra y huella
fiero cráter; y a guisa de aureola,
ciñe y carga en la frente una centella.
A un deber sacrantísimo se inmola;
Y arde con el sigilo de una estrella
En los nublados indistinta y sola.
Prueba coraza en donde sufre injuria;
Halla en su doble ser ímpetu y traba;
Y hervorosa de honor y de lujuria,
Y a un mismo tiempo meritoria y prava,
Muestra el pesar, la humillación, la furia
De una deidad que se sintiera esclava.
Huye del trato y se resiste al brillo;
Y busca en el encierro una quimera:
La paz del corazón puro y sencillo.
¡Como si por milagro consiguiera,
al golpe de la puerta en el pestillo,
burlar sus cuitas y dejarlas fuera!
En pequeño batel hiende la rada,
Rigiendo con primor caña y escota;
Y dice a la tormenta: ¡"camarada"!
Y en el peligro y sin temerlo flota;
¡Y de todo su afán no arroja nada
En su curso y su grito de gaviota!
¡Pobre mujer! Al rayo de la Luna,
pasea su desvelo y su histerismo,
lamentando el rigor de su fortuna.
Conversa con un faro del abismo;
Y a los misterios de la noche aduna
Su secreto, su oprobio, su heroísmo.
¡Admirable amazona la doncella!
Pide un corcel, y en el sillín de planta
nerviosa y ágil, cimbradora y bella;
y parte con un nudo en la garganta;
y compele y fustiga y atropella...
¡y a su cruel torcedor no se adelanta!
 Porta en alto su nombre, como el lirio
Su estambre, la palmera su verdura,
Su airón el casco, su fulgor el cirio,
La fe su emblema y el volcán su albura
Y a veces los antojos de un delirio
Infiernan a la extraña criatura.
Y en el espasmo súbito que al vuelo
De la colgante y columpiada soga
Muere y crispa las carnes del chicuelo-,
Claudia, gime, se increpa, se desfoga,
Y a pezones erguidos mira el cielo,
Y aun osa blasfemar, porque se ahoga.
Y luego ante una efigie se arrodilla;
Y ¡ay! No logra en la espuma del torrente
Aferrarse a la rama de la orilla.
Plañe y ora, confusa y penitente;
¡Dase a Dios, azorada y amarilla;
Y en un vértigo va por la corriente!
¡Ciega y tenaz la religión del triste
que demanda mercedes que no alcanza
y en adorar por obtener insiste!
¡Cándida y portentosa confianza
en una providencia que no existe
en otra inmensidad que la esperanza!
* * *
Cabe un lago de múrice, - como radial corona,
O escudo excelso y nítido, el Sol occiduo esplende;
Y por el claro piélago inflada y sesga lona
Resbala, con un ósculo del astro que desciende.
El mísero casucho y la soberbia granja
ostentan igual fausto, bermejo al par que blondo;
Y entre plomizas nubes aurina y crespa franja
Corta de Oriente a Ocaso el curvo y zarco fondo.
¡Mirífico el paisaje! Cromáticos vapores
ruedan en copos fusiles, que un hálito desliga;
y de arrebol purpúreos los bueyes aradores
surcan los mondos predios y mugen de fatiga.
En áspera y herbosa ladera que dilata
sus pliegues en profuso y ameno desarrollo,
lanuda grey blanquea, como bullente plata
que sobre ponto glauco revela oculto escollo.
En el confín las cumbres, cubiertas de celajes,
suspenden y subliman la extremidad agreste.
Así en pos de un prócer las manos de los pajes
levantan y sustentan la fimbria de la veste.
El fango en la hondonada resulta pedrería;
los pájaros gorjean en tumultuario coro;
y oblicuo el trapo túrgido, el barquichuelo estría
un mar que arruga en rasos el índigo y el oro.
Pero por amplio rumbo, abajo abierto adrede,
la nave se rellena de líquido salobre.
La tarde se destiñe y a la penumbra cede
y el magno dombo asume la pátina del cobre.
Obscuro y vago aspecto de lira se dibuja
al Noroeste; rachas con lúgubre armonía
llegan; y el agua es cólera que gruñe y salta y puja
y con fragor voltea nevada serranía.
Y cual humoso aroma venido por encanto
desde una catacumba que la piedad inciensa,
yna melancolía de iglesia y campo santo
se añade augusta y fúnebre a la borrasca intensa.
Sentada en el esquife, y con sayal de luto,
y sueltos en dos alas convulsas los cabellos,
y el firmamento el rostro, ya cárdeno y enjuto,
la joven ve apagarse los últimos destellos.
Y en su ánimo y orgullo, que de temblar la eximen
se forja en la catástrofe patrañas prodigiosas.
Figúrase que reina en el horror de un crimen
tan grande, que perturba el orden de las cosas.
Rabia y estruendo y caos. Ni un plácido reflejo.
Ni rútilos encajes, ni sábanas carmíneas.
¡Hostil y enorme cúpula, como de bronce viejo,
arquea, parda y próxima, sus implacables líneas!
¡Hora siniestra y larga, fatídica y suprema!
el bote combatido e hidrópico se hunde;
y cual de miedo loca, la vela en jiras trema
en las silbantes ráfagas; y la tiniebla cunde.
¡Ola que airada y túmida y resonante meces
en tus agruras íntimas el trágico despojo:
ten lástima y resérvalo al hambre de los peces,
o recogido y grávido publicará un sonrojo!
 
¡Ah! ¿Qué mucho que al Sol que subía
se plagiara en divino esplendor
alma en quieto remanso la mía,
por abril, entre ramos en flor?
No cayera por brusca pendiente,
y sería, como ante quizá,
linfa pura y festiva el torrente
que frenético y túrbido va.
Envidiosos me culpan con saña
y me niegan al par honra y fe...
¡Estupenda y horrible patraña
triunfa, puesto en mi cólera el pie!
Y un consuelo has escrito a mis penas;
y la tinta consagra el favor,
si es carmín que ha corrido en tus venas
y por mí ha pintado un rubor.
¡Con qué brotes la planta retoña!
la fortuna es infausta y no cruel,
pues que al mísero escancia ponzoña
Y unge al vaso en el borde una miel.
Un misterio me asombra e infatua:
la ternura de un buen corazón,
y que un viento derribe la estatua
y no logre apagar el blandón.
¿Esperanzas? La suerte me abruma.
A rivales mi prez causó mal,
y en mi afrenta redoro mi gloria
y en la herida reclavo el puñal.
Sueño y rimo. La noche adelanta
su prestigio parece de ti.
A lo lejos un pájaro canta
y ¡ay! me dice que lloras por mí.
Una estrella fugaz viene al suelo,
deshilando en la sombra un fulgor...
Una lágrima rueda en el cielo...
es de ángel que acude al dolor!
Cárcel de Veracruz. Noviembre de 1892.

Insensibles a fiestas y grimas
y con alas de luz de centellas,
pero esquivos a cautas doncellas,
difundíos por gentes y climas.
No sois gemas inmunes a limas
y con lampos de fijas estrellas,
sino chispas de golpes y mellas
y ardéis lascas de piedras de simas.
Pero hay siempre valer en las rimas.
Por que duran refranes? Por ellas,
y no suelen llevarlas opimas.
Id, las mías, deformes o bellas:
inspirad repugnancias o estimas,
pero no sin dejar hondas huellas.
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Al Editor
Mientras haya en ciudad y cortijo
gallineros que ostenten su rijo;
y por calles, y en lúbricos tratos,
ardentías de perros o gatos;
y en el aire y el muro y el suelo
moscas tiernas, a pares, en celo;
mi librillo en palacios y chozas
ha de ser inocente a las mozas.
Pero quise pecar de discreto;
y en extraño y heroico soneto
dejo dicho a mis trovas que apiñas:
¡"respetad el pudor de las niñas"!
Por "Idilio" y "Avemus", y acaso
algún otro desliz en el paso,
lo demás, que no funda querellas,
¡sufrirá privación de doncellas!
¿A las chicas ofreces lectura
de un primor: la Sagrada Escritura.
Y Sodoma con fieros priapismos
amagando a los ángeles mismos
que se libran merced a un encanto?
¿y las hijas de Lot? ¿Y el Rey Santo,
Betsabé y el cadáver de Urías?
¿Y Tamar con Amón?  ¡Fruslerías!
¡Ay! Las cosas en sí quedan lejos.
Sólo dan al sensorio reflejos.
En mí el Cosmos intima señales
y es un haz de impresiones mentales.
Pero cunde al través de una lente
comba y tinta y jamás indolente,
que perturba en la imagen virgínea
el matiz, el calor y la línea.
¿Qué cristal el que filtra y altera?
pues mi humor peculiar, mi manera.
para mí, por virtud de objetivo,
todo existe según lo percibo.
Y el tamiz proporciona elemento
propio y lírico al gayo talento,
y es quien pone carácter y timbre,
novedad y valor a la urdimbre.
Pese a ti, lo real no anda fuera,
sino en sellos del alma, y espera
que facundia o cincel, brocha o pluma,
tornen diáfano el cerco de bruma
externarse con metro gallardo
y en fiel copia es el triunfo del bardo.
La mentira es la muerte y la escoria.
La verdad es la vida y la gloria.
Cuando pugno en las bregas del arte
por verter en trasunto una parte
del caudal que atesoro por dentro,
y en las voces hurañas encuentro
la precisa expresión y el buen giro
¡que alborozo y que orgullo respiro!
¡Cuán me alegra y ufana el acierto!
¡Un oasis hallado al desierto!
¿La moral? ¡Es el ara divina!
mas escúchame, piensa y atina.
Una cosa en la práctica es fiemo,
es horror, ese feísimo extremo;
pero exacta en la intensa pintura,
resplandece magnífica y pura,
si allí el vate no insufla malicia,
sino un grito a la eterna justicia!
¿Que la nota poluta y la torva
vibran mucho en el son de mi troba?
en el mundo lo dulce y lo claro
son, por ley de la suerte, lo raro.
¿Cómo hacerlos aquí lo frecuente?
No: la cámara obscura no miente.
Además: la tragedia sublime
¡en piedad y terror, sangra y gime!
Forma es fondo; y el fausto seduce
si no agranda y tampoco reduce.
Que un estilo no huelgue ni falte,
¡por hincar en un yerro un esmalte!
que la veste resulte ceñida
al rigor de la estrecha medida,
aunque muestre, por gala o decoro,
opulencias de raso y de oro.
¿Qué repulsas mi código? Basta.
La bandera, prendida en el asta
y undulando a las rachas supremas,
luce y riza colores y lemas;
y debajo a que nadie los toque,
y blandiendo flamígero estoque,
una musa de fuerza y de gracia
yergue al sol su hermosura y su audacia!
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Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír - El genio es fuerte;

Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.
Su fe suele medrar cuando vacila...
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!
En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!
A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.
Bien luego magnífica su corona...
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!
Voz que nace al timón sube a la caña...
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!
Colón, en pie sobre la proa mira...
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!
Franja de luna por el agua riela...
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!
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Crin que al aire te vuela, rizada y bruna
parece a mis ahogos humo en fogata;
y del harpa desprendes la serenata
divinamente triste, como la luna.
Y del celo ardoroso despides una
fragancia de resina; y él te dilata
ojo que resplandece con luz de plata,
como en la sombra el vidrio de la laguna.
Mas tu mirada llega, con su fortuna,
nos dice dos lisonjas, va por su bata,
y al dormido chicuelo besa en la cuna.
Y mientras que te tiñes en escarlata,
crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata.
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Conservo de la injuria,
no la ignominia; pero si la marca.
¡Sentíme sin honor, cegué de furia,
y recogilo de sangrienta charca!
Y hórrido amago suena...
Así la racha en el desierto zumba,
¡cuando en crecientes vórtices de arena
corre a ceñir al árabe la bumba!
¡Infames! Os agravia
que un alma superior aliente y vibre;
y en vuestro miedo, trastocado en rabia,
vejáis cautivo al que adularais libre.
Cruel fortuna dispensa
favor al odio de que hacéis alardes.
Estoy preso, caído, sin defensa...
podéis herir y escarnecer, ¡cobardes!
Al mal dolos procuren
fuerza y laurel que la razón no alcanza.
¡Aún se cantar; y en versos que perduren
publicaré a los siglos mi venganza!
Sobre la impura huella
del fraude, la verdad austera y sola
brilla, como el silencio de una estrella
por encima del ruido de una ola.
Cárcel de Veracruz, Julio de 1892.
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I
La joven madre perdió a su hijo,
se ha vuelto loca y está en su lecho,
eleva un brazo, descubre un pecho,
suma las líneas de un enredijo.

El dedo en alto y el ojo fijo,
cuenta las curvas de adorno al techo;
y muestra un rubro pezón, derecho
como un espasmo y ardor de rijo.
En la vidriera cortina rala
tensa y purpúrea cierne curiosa
lumbre, que tiñe su tenue gala.
Y roja lengua cae y se posa,
¡y con delicia teme y resbala
en el erecto botón de rosa!
II
Cerca el marido forma concierto:
ofrece al torpe fulgor del día
desesperada melancolía;
¡y en la cicuta prueba el desierto!
¡Ah! Los olivos del sacro huerto
guardan congoja ligera y pía.
El hombre sufre doble agonía:
¡la esposa insana y el niño muerto!
Y no concibe suerte mas dura,
y con el puño crispado azota
la sien, y plañe su desventura.
Llora en un lampo la dicha rota;
¡y el rayo juega con la tortura
y enciende un iris en cada gota!
III
Así la lira. ¿Qué grave duelo
rima el sollozo y enjoya el luto,
y a la insolencia paga tributo
y en la jactancia procura vuelo?
¿Qué mano digna recama el velo
y la ponzoña del triste fruto,
y al egoísmo del verso bruto
inmola el alma que mira el cielo?
La poesía canta la historia;
y pone, ¿fértil en pompa espuria?,
¡a mal de infierno burla de gloria!
¡Es implacable como una furia,
y pegadiza como una escoria,
e irreverente como una injuria!
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Llego entre dos esbirros, que no dudan
de que a un monstruo feroz guardan y aquietan.
Gritos desgarradores me saludan
y brazos epilépticos me aprietan.
Suspenso en el umbral callo y vacilo.
Alto y grueso blandón muestra y agrava
con lampo incierto el espantable asilo.
La llama teme al soplo, sesga y flava...
¡Pugna por arrancarse del pabilo
y huir de penas que ilumina esclava!
Sobre mezquino y enlutado lecho,
y en negro traje que semeja extraño,
y las manos unidas en el pecho,
y al vientre hielo y en la faz un paño,
el cuerpo yace inmóvil y derecho.
Y ante la forma en que mi padre ha sido,
lloro, por mas que la razón me advierta
qué un cadáver no es trono demolido,
ni roto altar, sino prisión desierta.
¿Qué amigo que no acuda y me acompañe?
la turba, que penetra sin permiso,
rodea el catre funeral y plañe;
y en el cercano templo el bronce tañe
lento y lúgubre adiós al manumiso.
Al pueblo el bardo es gracia y no carcoma.
Es como el floripondio de la linde
qué cándido y triunfal surge y asoma,
y al polvo de la senda torna y rinde
el noble cáliz y el piadoso aroma.
¡Oh ingenio que subsiste, que arribaste
al eminente y suspirado extremo!
¿Por qué de la fortuna te quejaste
en los acentos del dolor supremo?

¡Ay de mi, que rabioso en un erío
y a mitad de la ruta estoy parado;
que anhelo y lucho por cruzar un río
y no hallo puente, ni batel, ni vado;
y miro allá, por campo labrantío,
la fausta meta en el opuesto lado,
y el sol morir, con victorial decoro,
bajo un dosel de púrpura y de oro!
Oigo decir de mi destino a un chusco:
"Talento seductor; pero perdido
en la sombra del mal y del olvido...
Perla rica en las babas de un molusco
encerrado en su concha y escondido
en el fondo de un mar lóbrego y brusco..."
En sublime absorción hurgo la mente:
medito con asombro en ese paso
de todas las estrellas a un ocaso
que allende una ilusión resulta Oriente...
y me inclino arrobado y reverente.
Veracruz. El 4 de enero de 1895.
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Como tronco en montaña venido al suelo.
Frente grandiosa y limpia, soberbia y pura.
Negras y unidas cejas, con la figura
del trazo curvo y fino que marca el vuelo.
De un pájaro en un croquis que apunta un cielo.
Nariz igual a un pico de halcón albura
de canas. ¡El abeto, ya sin verdura,
dio en tierra y está en parte cinto de hielo!
El ojo mal cerrado tiene abertura
que muestra un hosco y vítreo claror de duelo,
un lustre de agua en pozo yerta en su hondura.

Moscas espanto y quito con el pañuelo;
y en la faz del cadáver sombra insegura
flota esbozando un cóndor al par que un velo.
Veracruz. El 5 de enero de 1895.
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Como viste ropaje tan leve,
ne da pesadumbres,
pues el filtra y enseña vislumbres
de la carne de rosa y de nieve.
¡Y que andar! La mocita se mueve
con garbo de chula.
viene y va, y en la marcha modula
yn canto de  líneas;
y en las formas, apenas virgíneas,
una gracia de sierpe le ondula.
Como el sándalo emite una esencia,
la chica rebosa
acre aroma de opima y jugosa
pubertad en febril abstinencia.
Se revuelve con mucha violencia
y a veces me humilla.
bien aprecia su gran pantorrilla;
y así, no le importa
que propulse la falda ya corta
y eche a vuelo por alto la orilla.
Con sus ojos de ardiente demonio,
que ven al soslayo,
quebrantara de un golpe de rayo
la virtud de cualquier San Antonio.
En la espuma del mar sacro al jonio,
deidad menos bella
sacudió, remedando una estrella,
el suelto y profuso
y dorado borlón, cuando impuso
con el iris al nácar le huella.
Si en celoso y colérico ensayo
increpo y rezongo,
por traer al misterio del hongo
flor triunfal en su pompa de maya,
la doncella me tira del sayo
y a besos me aguisa;
pero no sin mostrarse insumisa
y osada y segura;
y con timbre de plata murmura,
entre granas y perlas de risa:
"Hembra linda no pierde la gloria
por macho importuno:
debe ser a los más, y no a uno,
esplendor y delicia y memoria.
La hermosura inhonesta y notoria
contenta el Destino;
que quien hace con mágico tino
labor esmerada,
no la tiene para un mirada
y un placer en el breve camino"
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Mi corazón percibe, sueña y presume.
y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.
Y frío de alta zona hiela y entume;
y luz de sol poniente colora y rasa:
y fe de gloria empírea pugna y fracasa,
¡como en ensayos torpes un ala implume!
El sublime concierto llena la casa;
y en medio de la sorda y estulta masa,
mi corazón percibe, suena y presume.
Y como envuelta en oro tejido en gasa,
la tristeza de Verdi suspira y pasa
en la cadencia fina como un perfume.

Diciembre de 1899.
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I
Es un monstruo que me turba. Ojo glauco y enemigo,
como el vidrio de una rada con hondura que, por poca,
amenaza los bajeles con las unas de la roca.
La nariz resulta grácil y asemejase a un gran higo.
La guedeja blonda y cruda y sujeta, como el trigo
en el haz. Fresca y brillante y rojísima la boca,
en su trazo enorme y burdo y en su risa eterna y loca.
Una barba con hoyuelo, como un vientre con ombligo.
Tetas vastas, como frutos del mas pródigo papayo:
pero enérgicas y altivas en su mole y en su peso,
aunque inquietas, como gozques escondidos en el sayo.
En la mano, linda en forma, vello rubio y ralo y tieso,
cuyos ápices fulguran como chispas, en el rayo
matinal, que les aplica fuego móvil con un beso.

II
¡Cuales piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
que de púas amarillas resplandecen espinosas,
en un pérfido que finge la vergüenza de las rosas,
por estar desnudo a trechos ante lúbricas miradas,
Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
tienen corte fino y puro. ¡Merecieran dignas cosas!
En la Hélade soberbia las envidias de las diosas,
¡o a los templos de Afrodita engreír mesas y gradas!
¡Qué primores! Me seducen; y al encéfalo prendidos,
me los llevo en una imagen, con la luz que los proyecta,
y el designio de guardarlos de accidentes y de olvidos.
Y con métrica hipertrofia, no al azar del gusto electa,
marco y fijo en un apunte la impresión de mis sentidos,
a presencia de la torre mujeril que los afecta.
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Se que la humana fibra
a la emoción se libra,
pero que menos vibra
al goce que al dolor.
Y en arte no me ofusco;
y para el himno busco
la estética del brusco
estímulo mayor.
Mas no en aleve audacia
demando a la falacia
la intensa y cruda gracia,
como un juglar sutil.
A la verdad ajusto
el calculado gusto,
bajo el pincel adusto
y el trágico buril.
Y el daño es tema propio
a mí, que bebo en opio
el sueño, y hago acopio
de lágrimas de hiel.
Estudio,  peso y mido;
y al rudo esfuerzo pido
un bálsamo de olvido
y un ramo de laurel.
Fatiga y pena ignotas
soltaron acres gotas,
que son espumas rotas
sl pie del bogador.
¡Sonad en mi "lirismo",
como en el Ponto mismo,
un vasto y fiero abismo
de llanto y de sudor!
¡Oh fe y piedad radiosas,
qué al polvo de las fosas
ponéis alas hermosas
con que poder volar!
¡Oh dulces manos bellas,
qué al son de las querellas
venís de las estrellas
a ungir y acariciar!
Ni el santo influjo vuestro
suaviza mi siniestro
destino, donde un estro
enrosca y alza luz.
Y a empuje por caída,
avanzo mas la vida,
maltrecha y abatida
como arrastrada cruz,
Mi gloria esta en la nube
que por el cielo sube,
Llevando, no un querube,
Sino una tempestad.
¡Y en el fulgor que anima
la yerma y blanca cima,
la cumbre que sublima
tristeza y soledad!
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La moza lucha con el mancebo
su prometido y hermoso efebo,
y vence a costa de un traje nuevo.
Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.
Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardín, cual una
visión compuesta de aroma y luna.
Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.
Y echa cerrajas, y se desnuda,
y al catre asciende blanca y velluda,
y aun desvestida se quema y suda.
Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.
Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, Y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto,
Sueña que yace sujeta y sola
en un calaje que se arrebola,
¡y que un querube llega y la viola!
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En la rama el expuesto cadáver se pudría,
como un horrible fruto colgante junto al tallo,
rindiendo testimonio de inverosímil fallo
y con ritmo de péndola oscilando en la vía.
La desnudez impúdica, la lengua que salía
y alto mechón en forma de una cresta de gallo,
dábanle aspecto bufo; y al pie de mi caballo
un grupo de arrapiezos holgábase y reía.
Y el fúnebre despojo, con la cabeza gacha,
escandaloso y tumido en el verde patíbulo
desparramaba hedores en brisa como racha.

Mecido con solemnes compases de Turíbulo.
y el sol iba en ascenso por un azul sin tacha,
y el campo era figura de una canción de Tíbulo.

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