lunes, 28 de enero de 2019

EVANGELIOS Y LECTURAS DEL 02 DE FEBRERO DEL 2019


Lecturas del Presentación del Señor

Primera lectura

Lectura del libro de Malaquías (3,1-4):

Así dice el Señor: «Mirad, yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–. ¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca? Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.»

Palabra de Dios

Salmo

Sal 23

R/.
 El Señor, Dios de los ejércitos, es el Rey de la gloria.

¡Portones!, alzad los dinteles, 
que se alcen las antiguas compuertas: 
va a entrar el Rey de la gloria. R/.

¿Quién es ese Rey de la gloria? 
El Señor, héroe valeroso; 
el Señor, héroe de la guerra. R/.

¡Portones!, alzad los dinteles, 
que se alcen las antiguas compuertas: 
va a entrar el Rey de la gloria. R/.

¿Quién es ese Rey de la gloria?
El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria. R/.

Segunda lectura

Lectura de la carta a los Hebreos (2,14-18):

Los hijos de una familia son todos de la misma carne y sangre, y de nuestra carne y sangre participó también Jesús; así, muriendo, aniquiló al que tenía el poder de la muerte, es decir, al diablo, y liberó a todos los que por miedo a la muerte pasaban la vida entera como esclavos. Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella.

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Lucas (2,22-40), del sábado, 2 de febrero de 2019
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,22-40):

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones.» Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. 
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. 
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba. 

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del 

Luis Manuel Suarez, cmf
Queridos amigos:
La fiesta de la Presentación del Señor viene a recordarnos la Navidad, unas semanas después del Bautismo del Señor. Fiesta de la luz, que viene a iluminar toda oscuridad.
En el relato del Evangelio, se da un encuentro entre los ancianos y los jóvenes. Algo que el Papa Francisco está recordando frecuentemente que siempre puede ser fructífero. La juventud extrema de Jesús, y de su madre María, contrasta con la ancianidad de Samuel y de Ana. Estos dos ancianos tienen la sabiduría que dan los años para reconocer la luz, para decir una palabra adecuada, para confiar y confiarse a Dios. Para agradecer de corazón. Para llevar a otros la Buena Noticia.
La ancianidad puede considerarse hoy en algunos lugares como una edad sin valor. Frente a la fuerza de los jóvenes y a la capacidad de trabajo de los adultos, los ancianos parecerían un estorbo, sin fuerza ni mucha capacidad de acción. Y sin embargo, la Palabra de Dios nos ofrece varios ejemplos de personas ancianas que abren camino a la Luz: Abraham y Sara, que confían en medio de la adversidad, y se ponen en camino; Job, que se mantienen fiel en la desgracia; Isabel, que concibe una nueva vida cuando ya tenía muchos años…
Para acoger el Reino y ser cauce de la luz de Cristo no hay límite de edad. Lo pueden ser los jóvenes, con su fuerza, y también los ancianos, con su experiencia.
Si eres mayor, puedes agradecer al Señor todo lo recibo, que te hacen tener una experiencia acumulada con la que acompañar y alentar a los más jóvenes.
Si eres joven, escucha a los mayores, respétales y aprende de su experiencia, a la vez que aportas tu fuerza y tu juventud.
En la fiesta de la Presentación del Señor, jóvenes y mayores tienen su lugar. Que también en nuestro mundo los más jóvenes y los más mayores podamos tener nuestro lugar y nuestra aportación a la vida.
Vuestro hermano en la fe:                
Luis Manuel Suárez CMF (@luismanuel_cmf)


Liturgia Viva del Presentación del Señor

FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR
Nota: Como ahora es Fiesta del Señor, ya no directamente de la Virgen, esta celebración del 2 de febrero reemplaza al Domingo del Tiempo Ordinario en caso de coincidir ambos el mismo día. – Si cae en  días entre semana, puede suprimirse una de las dos primeras lecturas.
UNA LUZ PARA ALUMBRAR
Saludo (Ver segunda lectura)
Jesús compartió nuestra misma carne y sangre
para poder ser  completamente 
como los hombres, sus hermanos,
y, compasivo y digno de confianza, 
para expiar por nuestros pecados. 
Que este Señor, Jesús, esté siempre con ustedes.
Introducción por el Celebrante
            Hemos venido hoy para celebrar juntos la Fiesta de la Presentación del Señor. Es una fiesta de alegría por la esperanza que este niño trae a la gente  -jóvenes y viejos- : Aquí está el futuro, aquí está la salvación: Dios ha guardado su promesa de vida y de perdón. Pero hay también tristeza en esta fiesta: El niño causará dolor a su madre y él será rechazado aun por algunos de su misma gente, aunque viene para ser luz para todos. Que las velas encendidas en nuestra manos sean el signo de que no rechazamos a Jesús, sino que queremos seguirle como la luz de nuestra vida.
I.  BENDICIÓN DE LAS CANDELAS
Roguemos para que el Señor encienda nuestros corazones con un fuego santo para seguir a Jesús,  nuestra Luz.
(Pausa)
Oh Dios, Padre nuestro: 
Tú eres la luz verdadera. 
Cuando tú hablas, 
la oscuridad da paso a la luz del día,
el mundo refleja tu resplandor, 
y podemos vivir en la luz de tu amor.
Date a conocer a nosotros 
mientras portamos en nuestras manos estas candelas,
y haz nuestros rostros  resplandecientes con tu gloria.
Haznos hijos de la luz,
líbranos de la oscuridad del pecado
y llévanos a tu luz eterna
por medio de aquel que es 
nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida
y la luz del mundo, Jesucristo, nuestro Señor.
(Aspersión de las candelas con agua bendita)
Procesión
¡Marchemos en paz para encontrar al Señor!
II. MISA
En la Misa con bendición de candelas, no hay acto penitencial después del canto de entrada, sino que la Misa continúa con el Gloria y la oración colecta. En otras Misas del día sin bendición de candelas, se podrá usar el siguiente acto penitencial.
Acto Penitencial
Nosotros nos hemos visto ofuscados a veces 
por “luces” mundanas, 
diferentes de Cristo, que es la verdadera Luz.
Le pedimos ahora al Señor  que nos perdone.
            (Pausa)
Señor Jesús, que tu luz nos guíe 
en el camino hacia el Padre:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, irradia sobre nosotros
la luz  de la verdad y de la sabiduría del Espíritu: 
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, que la luz de tu misericordia
reúna a todas las naciones en tu amor:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor,
y perdona nuestros pecados.
Que caminemos siempre en la luz de Cristo
hasta que nos lleves a la vida eterna.
Oración Colecta
Roguemos para que con Jesús, nuestra luz,
partamos resueltamente por el camino 
de la auténtica renovación.
(Pausa)
Oh Dios y Padre nuestro:
Es difícil para nosotros decir adiós 
a todo lo que nos es seguro y familiar:
nuestros hábitos rutinarios, nuestra auto-complacencia,
nuestras certezas y nuestras prácticas habituales. 
Nos ofrecemos ahora con Jesús, nuestro Señor,
presentado en ofrenda en el templo de Jerusalén,
y te pedimos fortaleza para seguir su luz.
Ayúdanos a aceptar, con él, 
las inseguridades de la auténtica conversión, 
y a llevar a todos los que nos rodean 
la luz y el calor de tu Hijo.
Que éste sea el sacrificio agradable que te ofrecemos hoy juntamente con Jesucristo nuestro Señor.
Liturgia de la Palabra
Primera Lectura (Mal 3,1-4): El Salvador te Purificará
El Salvador vendrá a su templo, es decir, vivirá en medio de su pueblo, para purificar nuestros corazones. Entonces nuestras ofrendas agradarán a Dios.
Segunda Lectura (Heb 2,14-18): Jesús se Hizo como Nosotros para Ayudarnos
            Jesús se hizo humano como nosotros para comprendernos, para ser uno con nosotros en nuestras pruebas y sufrimientos, para hacernos libres para Dios y para los hermanos.
Evangelio Lc (2,22-40): La Luz Ilumina a los Que la Aceptan.
            Los que esperan con fe la venida de Dios le reconocerán incluso en sus humildes apariencias. Pero seguir a Cristo es con mucha frecuencia bien exigente.
Oración de los Fieles (Gracias al P. René Mouret; adaptado)
Oremos juntos a Jesús, nuestro comprensivo y fiable sumo sacerdote, que puede ayudar a todos nuestros hermanos y hermanas, y digámosle:  R/ Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.
  1. Para que nuestro Señor acoja a los niños, aun cuando nadie se los presente, roguemos al Señor.  
    R/ Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.
  2. Para que el Señor acoja a los padres, aun cuando no hayan logrado llevar a sus hijos hacia él, roguemos al Señor.                        
     R/ Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.
  3. Para que el Señor acepte a los ancianos (como Simeón y Ana), aun cuando no hayan reconocido todavía al Salvador y no hayan encontrado la auténtica paz, roguemos  al Señor.       
    R/ Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.
  4. Para que el Señor acoja a todos los hombres, aun cuando no sean conscientes de las riquezas que Cristo les ofrece y de la felicidad que ha preparado para ellos, roguemos al Señor: 
    R/ Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.
  5. Para que el Señor acepte a todos los cristianos, aun cuando hayan fallado en hacer brillar su luz a todas las naciones, roguemos al Señor:  
    R/ Acógenos, Señor, en tu luz y en tu amor.
Señor, acoge nuestra oración en este santo lugar, en nuestro templo, a donde tú has venido (como en Jerusalén) para encontrarnos.Muestra tu amor a todos los que acabamos de presentarte, a ti, nuestro Dios y Señor, por los siglos de los siglos.
Oración sobe las Ofrendas
Señor Dios, Padre todopoderoso y amoroso:
Tú haces brillar tu luz en nuestra oscuridad;
tú nos das a tu Hijo  Jesucristo
y nos permites participar en su propia ofrenda.
Acéptanos con nuestras medias verdades
y nuestros esfuerzos borrosos para buscar tu voluntad.
Purifica nuestra fe en las pruebas de la vida.
Que nuestra ofrenda ahora sea grata a tus ojos
por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Jesús fue presentado y ofrecido en el Templo de Jerusalén. Con él, y con María y José,  nos ofrecemos ahora para ser, con y como Jesús, luz para nuestros hermanos y hermanas.
Introducción al Padre Nuestro
Ofrezcamos la oración de Jesús
a  nuestro Padre del cielo. R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de la tiniebla del pecado
y que la luz de tu amor y tu paz
brille sobre nosotros, tu pueblo.
Purifica a tu Iglesia para que dé testimonio
de la luz del evangelio 
en un mundo roto por el materialismo y la mentira,
por la miseria y la injusticia,
por los conflictos y por las guerras. 
Que tu luz agradable nos empuje adelante      
en alegría y esperanza, 
mientras trabajamos 
por la plena venida entre nosotros
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Porque tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Este es Jesucristo, el Señor, 
que es la luz que vino a este nuestro mundo
para iluminar a todos los hombres. 
Dichosos nosotros de participar 
en esta sagrada ofrenda, la eucaristía,
y de recibirle como nuestro pan de vida.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú expresaste tu poderosa palabra: “¡Hágase la luz!”
a un mundo sumido todavía en tinieblas,
y hubo luz.
Tú nos has hablado con tu Palabra viva, 
Jesucristo ente nosotros
y hay luz en nuestras mentes y corazones.
No permitas que guardemos esta luz de Jesús  
escondida bajo la sombra de nuestra mediocridad, 
sino que brille en nuestras palabras y en nuestras obras,
para que iluminen los pasos
de todos los hombres que buscan la verdad. 
Te lo pedimos por aquél que es la luz 
y la estrella que guía nuestras vidas:
Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Hemos visto hoy la luz verdadera que ilumina nuestras vidas. Ésta es la luz a la que intentamos seguir como guía de todo lo que hacemos. Porque con esta luz vemos el camino y la meta adonde nos dirigimos y adonde nos llevará. ¡Que esa luz brille sobre nosotros y en nosotros!
Y que todos la vean y la sigan.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
Podemos ir en paz llevando la luz de Cristo con nosotros.

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