domingo, 17 de enero de 2016

Estados de la península ibérica en la edad media

califato de córdoba
El emirato dependiente
Tras la rápida y exitosa ocupación por parte de los árabes de la Península Ibérica - a la que dieron el nombre de Al-Andalus- se abre una nueva etapa en la historia de España. Una fase de ocho siglos de guerras, paces, enfrentamientos, intercambios culturales, mestizaje, etc. entre dos culturas y dos religiones.
Al-Andalus es una denominación muy empleada pero vaga en cuanto a sus limites geográficos y cronológicos. Si bien los árabes denominaron así a la tierra ocupada al comienzo, que era casi toda la Península, a medida que estos territorios eran conquistados por los reinos cristianos el término se iba adaptando a estos nuevos espacios, llegando a asociarse, en los últimos siglos de la Reconquista, sólo al sur de la Península (aproximadamente coincidiendo con la actual Andalucía)
Desde el principio hasta 756, Al-Andalus fue un emirato dependiente del califato de Damasco. Abd al-Aziz ben Musa ben Nusayr (714-716), es decir, Abd al-Aziz hijo de Musa hijo de Nusayr, fue el primer emir (título equivalente al de príncipe entre los cristianos) español.
Abd al-Aziz se casó con Egilona, viuda del rey visigodo don Rodrigo muerto durante la vana defensa de su reino. Dados los escasísimos efectivo árabes que ocupaban la Península en relación con la población autóctona, adoptó una política tolerante con el fin de ganarse la adhesión de los habitantes hispano-romano-visigodos.
Los primeros cuarenta años de permanencia musulmana en España es un periodo bastante confuso. Los hitos más destacables son quizás, el intento de expansión al norte de los Pirineos, protagonizado por el valí al-Gafiqí que cayó en la batalla de Poitiers ante los francos de Carlos Martel (732).
Fueron años en que se fue consolidando una tímida resistencia en las montañas de Asturias que daría paso al reino Asturiano primero y Astur-Leonés posteriormente, que tanta importancia tendrían, al pasar el tiempo, en la expulsión del poder musulmán de España.
Mezquita de Córdoba
Esta nueva organización cristiana se ve alentada gracias a las revueltas y luchas intestinas entre sirios, árabes, beréberes y demás musulmanes que se producen a mitad del siglo VIII.
El emirato independiente de Córdoba
Parecía que Al-Andalus no era capaz de organizarse de forma efectiva por los continuos enfrentamientos y problemas políticos internos cuando apareció providencialmente un príncipe Omeya que sería clave para el devenir de Al-Andalus. Se trata de del príncipe Abd al-Rahmán, único superviviente de la matanza de la familia Omeya, ordenada por el nuevo califa abasí.
Abd al-Rahmán, el Inmigrado, obtiene el poder efectivo de Al-Andalus y se convierte en el primer emir independiente (756-788). Abd al-Rahmán I tuvo que hacer frente a una violenta oposición, que siempre reprimió con energía, demostrando sus dotes de político y de militar. Córdoba le debe muchas de sus bellezas y la iniciación de las obras de la gran mezquita.
Abderramán recaló en la costa de Almuñécar, Granada
En su tiempo (778) se produjo la derrota de Carlomagno en Roncesvalles, fuente de leyendas y cantos épicos.
Al-Rida es el sobrenombre del segundo emir independiente, Hisham I (788-796) hijo del anterior. De vida corta, su mandato estuvo caracterizado por sus aceifas (campañas estivales) contra los cristianos. El botín conseguido le permitió continuar las obras de la mezquita cordobesa.
Tanto al-Hakam I (796-822), como Abd al-Rahmán II (822-852) y Muhammad I (852-886) tuvieron que sofocar numerosas rebeliones internas, como la "jornada del foso", la "revuelta del arrabal" o la de Umar ben Hafsún, esta última heredada asimismo por los sucesores de Muhammad.
Probablemente, fueron estas revueltas internas y el desapego a las menos fértiles tierras del norte lo que provocó en todos estos emires un gran error estratégico que costaría a Al-Andalus su desaparición. Nos referimos a que las aceifas con que los ejércitos del Emirato castigaban a los reinos cristianos, nunca tuvieron un verdadero anhelo de conquista y asentamiento. Así, los reinos y condados cristianos se podían recuperar y reconquistar cada vez más territorios hacia el sur. Ya por estos años, la frontera efectiva estaba en el Duero.
El califato independiente
Los emires omeyas de al-Andalus nunca consiguieron dominar las tensiones internas producidas por la heterogeneidad racial y tribal de los elementos que tenían bajo su mando.
En el exterior, además, la presión de los reinos cristianos aumentaba atizada por un lógico deseo de reconquista.
En ese panorama surgió una gran figura, Abd al-Rahmán III que gobernó Al-Andalus durante medio siglo (912-961).
Abd al-Rahmán III dedicó los primeros años de su mandato en someter exitosamente a los rebeldes internos y luchó por fortalecer su autoridad.
También dedicó grandes esfuerzos en acabar con la insolente amenaza cristiana. Aunque no lo consiguió, pues sus campañas se repartieron entre grandes victorias y sonadas derrotas (Simancas), se hizo suficientemente fuerte como controlar al enemigo.
Medina Azahara
Fue entonces, en el año 929, cuando Abd al-Rahmán III se proclamó califa y se asignó el título de "príncipe de los creyentes". Este hecho tuvo gran importancia pues al nombrarse califa, concentraba no sólo el poder político en su persona sino el religioso, desligándose definitivamente de Bagdad y alcanzando una soberanía absoluta sobre sus tierras y un prestigio enorme entre sus súbditos.
Capitel califal procedente de Segovia
Con Abd al-Rahmán III la situación de Al-Andalus mejoró en todos los órdenes. Hay unanimidad en considerar a este primer califa ("lugarteniente del Profeta") como el más notable de los gobernantes omeyas de España. En el aspecto intelectual brilló igualmente. La Córdoba de sus tiempos era el asombro del mundo. Con los cristianos lo mismo que con los judíos, se mostró tolerante. Le sucedió su hijo, el culto al-Hakam II (961-976), al que había nombrado su sucesor diez años antes.
La alcazaba califal de Gormaz fue construida durante el gobierno de  al-Hakam II

El siguiente califa fue Hisham II (976-1016) personaje sin luz propia pues fue eclipsado por Abu'Amir Muhammad ben Abi 'Amir al-Ma afiri, quien luego recibió el título de al-Mansur billah (Almanzor)
Almanzor fue el primer ministro del califa Hisham II, pero realmente fue el auténtico señor de Al-Andalus.
La Mezquita
Almanzor ha quedado plasmado en la historia como un extraordinario militar implacable en su ataques de Guerra Santa a los cristianos del norte, que lo llegaron a considerar como un verdadero azote de Dios. Sus biógrafos le caracterizan como un hombre extremadamente piadoso que concentró sus mayores energías en atacar a los enemigos del Islam.
Almanzor organizó durante su gobierno más de una cincuentena de aceifas. Lo hacía con sumo cuidado y recabando ejércitos dotadísimoa que asolaron en repetidas ocasiones las más importantes ciudades y los más venerados centros religiosos cristianos. Entre sus incursiones más importante podemos citar la que destruyó León, capital del reino astur-leonés, Pamplona, Barcelona, el Monasterio de San Millán y por supuesto, la de Santiago de Compostela, recordada históricamente, entre otras cosas, porque hizo llevar las campanas de su iglesia hasta Córdoba a hombros de cautivos cristianos.
Castillo de Medinaceli. En un lugar cercano debió enterrarse el cuerpo de Almanzor tras su último ataque a San Millán de la Cogolla
La gran paradoja del gobierno de Almanzor es que debilitó tan decisivamente la autoridad de la figura del califa que a medio plazo cavaría la tumba del califato.
Fin del califato y comienzo de los reinos de taifas
Y es que tras la muerte de Almanzor (1002) los problemas sucesorios y de gobierno de Córdoba llevarán al califato a una situación insostenible incluyendo una verdadera guerra civil en el año 1010.
Palacio de la Aljafería. sede del rey de la Taifa de Zaragoza
Oficialmente, no obstante, el califato siguió existiendo hasta el año 1031, fraccionándose entonces en un conglomerado de pequeñas organizaciones políticas que reciben el nombre de reinos de taifas (que significa "gobernaciones").
Arqueta de Leyre. Obra califal del siglo XI, poco antes de su desaparición


Uno de los mayores logros políticos de la España árabe fue la creación del Califato de Córdoba por Abderramán I en el año 756, poniendo en entredicho la hegemonía del califa de Damasco en el mundo musulmán. Esta fundación de un nuevo califato convirtió a Córdoba en la ciudad más importante de occidente, compitiendo con Constantinopla o Damasco. Su legado permanece hasta hoy, con importantes huellas del arte islámico, como el Alcázar de Córdoba o la Mezquita. De este pasado glorioso todavía resuenan nombres, como el de Abderramán III o Almanzor. El Califato sucumbió en el año 1031, lo que supuso la ruptura de su sistema político y la aparición de los Reinos de Taifas, que produjeron el paulatinodebilitamiento de la sociedad de Al-Ándalus.
Las continuas guerras entre los herederos de Mahoma por mantener el poder eataba polarizada en dos bandos, los que apoyaban a Alí, yerno del profeta, frente a los que apoyaban a la familia de los Omeya, herederos del bisabuelo de Mahoma y pertenecientes a la misma tribu que éste. Los Omeya, victoriosos en un primer momento, trasladaron la capital de Medina a Damasco, fundando el Califato de Damasco, con poder político y espiritual autónomo. Pero los herederos de Alí siguieron hostigando durante generaciones a Damasco, hasta que se produjo el triunfo de Abu l-Abbas en el 749, que exterminó a todos los Omeyas excepto a uno. Éste recorrería todo el Magreb para resurgir con fuerza en el otro extremo del Mediterráneo, en Al-Ándalus. ¿Su nombre? Abderramán.
Abderramán recibió protección primero de las tribus bereberes del norte de África, y en el año 755 cruzó el Mediterráneo y desembarcó en Almuñécar, comenzando su estancia en España. Las tropas sirias destinadas en Al-Ándalus lo apoyaban, y logró imponerse en la batalla de Al-Musara, donde venció a los abasíes. Abderramán fue nombrado emir por sus partidarios.
A pesar de tener el título de emir, Abderramán I no se autoproclamó califa, para evitar que Damasco se opusiese a él. Pero sí se dedicó a crear toda una infraestructura política conhombres de su confianza. A su muerte, el emirato de Córdoba, Al-Ándalus, ya presentaba una fuerte estructura política.
En el año 912 el emirato estaba en crisis por las luchas internas y por la reorganización de los reinos cristianos en el norte de la península. Este año llegó al poder el emir Abderramán III, que para poner fin a la crisis y cohesionar a los musulmanes decidió autoproclamarse Califa en el año 929. Este es el momento de fundación del Califato de Córdoba.
A partir de aquel momento el Califato cordobés comenzó a tener una intensa actividad política en tres ejes: el Magreb en el sur, los reinos cristianos del norte y el Sacro Imperio Romano Germánico en el norte, y Bizancio al este. El Califa envió emisarios y diplomáticos a estos lugares. Córdoba se estableció como un importante eje económico, militar y político en el Mediterráneo.
Durante el periodo del califato, Córdoba llegó a tener un millón de habitantes. Se dotó a la ciudad con bibliotecas, una universidad, una escuela de medicina y una escuela de traductores. Córdoba se posicionó también como centro cultural, compitiendo con las otras dos importantes ciudades del Mediterráneo: Constantinopla y Damasco.
El Califato de Córdoba entró en crisis con la muerte de Hisham II y la guerra civil entre sus herederos y los de su primer ministro Almanzor. Esta guerra civil, conocida como fitna, supuso la decadencia del califato, que terminaría en el año 1031. Esto implicó la fragmentación del califato y dio como resultado los Reinos de Taifas.

Hubo un tiempo, ya lo hemos comentado en este blog, en que Córdoba fue casi la capital del mundo. Una metrópoli que marcaba tendencias, que exportaba cultura y un lugar desde donde se dominaba otras culturas y pueblos.
Hoy queremos profundizar en las personas, las dinastías y los linajes que llevaron a la ciudad califal a su mayor esplendor como eje del mítico estado musulmán: la dinastía de los Omeyas.
El Ritual Omeya de Hammam Al Ándalus Córdoba debe su nombre a esta dinastía
El Ritual Omeya de Hammam Al Ándalus Córdoba debe su nombre a esta dinastía
Este linaje tiene su origen en un clan de la tribu quraysh, de La Meca, a la que pertenecía directamente el mismísimo Mahoma. El antepasado que da nombre a la familia, Umayya ibn Abd Shams, era sobrino de Háshim, bisabuelo del profeta.
No obstante, no fue hasta el año 929 cuando se proclamó el estado musulmán andalusí con capital en Córdoba. Fue proclamado por Abderramán III. El Califato ponía fin al emirato independiente instaurado por Abderramán I casi doscientos años antes,en 756, y perduró oficialmente hasta el año 1031.
En ese momento, se produjo una progresiva fragmentación del estado Omeya, dando lugar a distintos reinos que fueron conocidos como taifas. Nadie duda de que la época del Califato de Córdoba fue la época del máximo esplendor político, cultural y comercial de al-Ándalus.
La Córdoba de Abderramán III contó con una economía fuerte, basada en el comercio y alimentada por una incipiente industria artesana, a la que se sumaban también unos recursos agrícolas más avanzadas que el resto de civilizaciones de su tiempo. La moneda de oro cordobesa era básica en sus relaciones comerciales y se convirtió en la referencia de la época, llevando al Califato a ser la primera economía conocida tras la caída del imperio romano.
Abderramán III fue el octavo soberano Omeya de España y el primero que asumió el título de Califa. El monarca siempre tuvo una obsesión: Hacer de Córdoba la principal ciudad de Europa, ranking en el que compitió durante décadas con Bagdad y Constantinopla, que respectivamente eran las capitales del Califato Abasí y el Imperio bizantino.
Los historiadores discrepan sobre el número de habitantes que Córdoba podía tener en tiempos de Abderramán III, aunque algunas fuentes apuntan a que llegó a superar el millón de habitantes, con importantes ciudades ‘secundarias’ en su entorno como Zaragoza, Granada o Almería. Algunas crónicas calculan que la ciudad disponía de mil seiscientas mezquitas, trescientas mil viviendas, ochenta mil tiendas e innumerables baños públicos.
Precisamente por ello, en Hammam Al Ándalus Córdoba no dudamos en que uno de nuestros servicios estrella debía llevar el nombre de la dinastía que dio a la ciudad relevancia mundial: El Ritual Omeya
La experiencia es ciertamente motivadora: este ritual combina el masaje tradicional realizado sobre piedra caliente con un doble masaje relajante para una sensación más profunda. El masajista utiliza sobre el cuerpo abundante espuma de jabón natural para frotar con el guante tradicional árabe de kessa, para acabar con las células muertas de la piel y activar la circulación.

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