Introducción a la historia de los Condados Catalanes
Origen de los condados
El germen de la creación de los Condados Catalanes hay que buscarlo en el fulgurante proceso de invasión musulmana en el siglo VIII y la desaparición del reino visigodo.
Cuando los árabes llegaron a la Península Ibérica, en pocos años consiguieron controlarla casi por completo, y prosiguieron su avance más allá de los Pirineos hasta que, en 732, en la batalla de Poitiers, fueron derrotados por Carlos Martel.
El hijo de este guerrero franco, Pipino, acabaría con la dinastía merovingia y se proclamaría rey de los francos, dando paso a una nueva dinastía, la carolingia. Su hijo Carlomagno iba a llevar a cabo una política expansionista del reino y, posteriormente, imperio, tanto hacia oriente como hacia el sur, hacia las penínsulas italiana e ibérica, creando zonas fronterizas conocidas con el nombre de marcas.
Al sur de los Pirineos, trató de crear un protectorado, y en 778 emprendió una campaña contra los árabes que, pese a fracasar, consiguió al menos que numerosos cristianos asentados en zonas musulmanas se acogieran bajo el reino carolingio.
El sistema de gobierno de Carlomagno se basaba en un férreo control del territorio, gracias a la intermediación de señores que controlaban zonas más reducidas que, en las fronteras, seorganizaban en condados.Hacia la Península Ibérica, el primer condado bajo su control fue el del Rosellón, al norte de los Pirineos, pero en 785 se pusieron bajo la protección de Ludovico Pío, hijo de Carlomagno y rey de Aquitania, los cristianos de Gerona; a éstos les siguieron los deUrgel y Cerdaña, lo que permitió que, en 801, fuese conquistadaBarcelona. Estos primeros condados permitieron consolidar la frontera o Marca Hispánica. El nuevo territorio se organizó, pues, en base a condados que, básicamente, se correspondían con las antiguas divisiones administrativas visigodas o del bajo imperio romano.
El primer bloque se centraba en los condados del Rosellón,Besalú y Perelada, a los que se añadieron Gerona, Conflent,Cerdaña, Urgel, Berga, Osona y Barcelona, estableciéndose la frontera natural en el río Llobregat. En poco tiempo trataron de ampliar su esfera de influencia, aunque con escaso éxito, hacia los condados tolosanos del Pallars y la Ribagorza, y hacia el sur, llegando a intentar la toma de Tortosa entre 805 y 809.
Condados catalanes hereditarios
Estabilizada la frontera, el conde de Urgel y de Cerdaña,Wifredo el Velloso, fue investido en 877 también con los condados de Barcelona y Gerona; rápidamente se lanzó a conquistar otros señoríos menores de las zonas centrales, que habían quedado fraccionados hacia 825, tras una revuelta contra el poder franco.
Además de centralizar el poder, Wifredo estableció un sistema sucesorio en sus territorios, centrándose en la casa condal de Barcelona. Durante el siglo X, ésta se iba a consolidar, y los restantes condados se fueron vinculando poco a poco a la misma, a medida que se iban independizando del poder franco gracias al debilitamiento y desmembración del imperio carolingio tras la muerte de Carlos el Calvo.
El proceso culminó de facto con el conde Borrell II de Barcelona, quien se negó definitivamente a prestar vasallaje al rey franco tras la razzia de Almanzor contra Barcelona en 985 (el conde se negó a asistir a la coronación de Hugo Capeto, fundador de esa dinastía, en 997), si bien hasta el tratado de Corbeil (1258) no renunciarían los francos definitivamente a sus pretendidos derechos sobre los territorios catalanes.
Durante el siglo XI, la casa condal de Barcelona, junto con los condes de Urgel y de Pallars, se lanzaron a una política expansiva hacia el sur, dando origen, así, a lo que se conoce históricamente como la Cataluña Vieja (territorios existentes a finales del siglo X o principios del XI) y la Cataluña Nueva, ocupada a partir de ese momento. A la vez, hacia el norte, consiguieron la soberanía sobre Provenza, Carcasona y Razés mediante alianzas matrimoniales y compras, y el vasallaje de los condes de Tolosa de Languedoc. Aparte de estos movimientos expansionistas de carácter estable, los distintos condes llevaron a cabo también diversas campañas hacia otras tierras: Borrell IIIllegó hasta cerca de Córdoba a principios del siglo XI y Ramón Berenguer III (1096-1131) conquistó por primera vez las Baleares. Este último, en un documento por el que convocaba a todos los nobles feudales de sus territorios a luchar contra los musulmanes, mencionaba por primera ver a Catalunya para designar a lo que hasta entonces se había conocido como Marca Hispánica.
El tiempo de la Cataluña condal puede darse por finalizado con el primer rey de la dinastía catalano-aragonesa, Alfonso I el Casto (1154-1196), quien llevaría las fronteras más al sur, hasta Ulldecona, Caspe y Beceite (con ayuda de las órdenes militares de los templarios y los hospitalarios), y el valle de Arán en el noroeste. En el norte, la política expansionista hacia Provenza y el Languedoc se vería frenada definitivamente con la muerte de su sucesor Pedro I en Muret (1213), durante la cruzada contra los albigenses llevada a cabo por los ejércitos franceses.
LA MARCA HISPÁNICA Y LOS CANDADOS CATALANES
La proximidad de los dominios musulmanes y las tribus independientes de los Pirineos suponían un peligro para Carlomagno. La derrota de Roncesvalles en el 778 es un intento de someter a los vascones de Pamplona y serán éstos los que consigan alejar a los carolingios de los Pirineos orientales durante 30 años.
La desastrosa campaña del 778 tuvo una compensación en los movimientos anticordobeses iniciados en Gerona y Urgell-Cerdaña, cuyos habitantes buscaron la alianza con los francos contra los musulmanes y aceptaron la autoridad carolingia en el 785. Si Abd al-Rahmán I no pudo intervenir, su hijo Hisham recuperó las comarcas sublevadas y saqueó los territorios francos entre Narbona y Toulouse. Ante el grave peligro musulmán, Carlomagno presionó militarmente sobre Urgell. Con la presencia del adopcionista Félix de Urgell en el 798 Carlomagno, tras controlar la barrera pirenaica (Aragón, Pallars-Ribagorza, Vic, Cardona y Pamplona) intenta dominar Huesca, Lérida, Barcelona y Tortosa. Fracasa en todas las expediciones excepto en la dirigida contra Barcelona, ocupada en el 801. El gobierno de los nuevos dominios fue confiado a los francos o a hispanovisigodos refugiados en territorio carolingio: Gascón Velasco en Navarra, Aureolo en Aragón y Guillermo en Pallars-Ribagorza. Los hispanos Borrell en Urgell-Cerdeña y Bera en Barcelona se sublevarán contra los carolingios aceptados para librarse de los musulmanes.
1. SIGNIFICADO
El término « marca hispánica» usado en textos del IX y la posterior unión de los condados de la zona catalana, hizo pensar que las tierras catalanas controladas por carolingios constituían una entidad administrativa y militar con mando único, que sería el precedente de Cataluña. Esta marcha habría incluido Toulouse, Septimania y la actual Cataluña y fragmentada en dos hacia el 817 con la división del imperio realizada por Luis el Piadoso: al oeste la marca tolosana y al este la marca Gótico-Hispánica que comprendería Urgell-Cerdeña, Gerona, Barcelona, Narbona, Rosellón y Ampurias. En 865 Narbona y Rosellón formarían la marca Gótica y los condados situados al sur de los Pirineos integrarían la Marca Hispánica: podría decirse que las tierras catalanas tuvieron unidad desde el siglo IX.
Frente a estas teorías, Ramón de Abadal ha probado que « marca hispánica» sirve a los cronistas para designar una parte del dominio carolingio, tiene un valor geográfico y no es una división administrativo-militar del imperio con un jefe único. La marca o regnum hispanicum está dividida en condados no vinculados entre sí. La persona que se encuentra al frente de varios recibe el título de duque o marqués. Pero estos condados se disgregan y reagrupan a voluntad del rey. Cada condado tiene un conde que ejerce la autoridad. En zonas de peligro para una mejor coordinación de la defensa se acumulan los condados en una misma persona, en el 812 Bera es conde de Barcelona y Odilón de Gerona, tres años más tarde, como consecuencia de un ataque musulmán, se unen Barcelona y Gerona en manos de Bera.
No se puede ignorar la historia del Imperio Carolingio en la historia política de los condados catalanes. Cada conde aspira a hacer hereditario su cargo y sus posesiones. El emperador encarna la autoridad y el poder, gobierna por medios de asambleas anuales a través de los administradores locales (condes) y por mediación de los missi o delegados del rey. Al conde se le confía la administración, la justicia, la política interior y la defensa militar del territorio. Su autoridad, casi absoluta, depende de la voluntad del monarca y del poder que éste tenga.
Las guerras civiles provocadas al dividir Luis el Piadoso el reino entre sus hijos obliga a los condes a tomar partido, con lo que éstos consolidan o pierden sus cargos según la orientación de la guerra. Los candidatos al trono tienen que hacer concesiones a sus partidarios con lo que la monarquía sale debilitada sin poder evitar la formación de clanes y partidos con más fuerza que los condes nombrados por el vencedor. Por esta razón fue sustituido, en el 820, el hispanogodo Bera por el franco Rampón y el nombramiento posterior de Bernardo de Septimania.
Los condes francos de la corte carolingia tienen como misión poner fin a los afanes independentistas del conde de Barcelona-Gerona y de sus seguidores, que llegan a aliarse a los musulmanes contra los carolingios, aunque no se pueda hablar de independencia catalana sino de independencia del conde.
Bernardo de Septimania recibe, por someter a los rebeldes, el condado de Narbona y desde sus condados toma partido contra el emperador al dividir Luis el Piadoso el imperio entre sus hijos (Pipino, Luis el Joven y Carlos el Calvo). Bernardo y su hermano Gaucelmo, conde de Rosellón y Ampurias, perdieron sus condados a favor de Berenguer, conde de Pallars-Ribagorza y Toulouse. En el 834 Galindo de Urgell-Cerdeña se apodera de Pallars-Ribagorza. El emperador nombra a Suñer conde de Rosellón y Ampurias y Bernardo de Septimania recupera los condados cedidos a Berenguer y uniendo el de Carcasona.
Muerto Luis el Piadoso (840) Bernardo de Septimania apoyó a Luis el Joven contra sus hermanos, perdiendo el condado al firmarse el tratado de Verdún en 843 por el que las tierras catalanas pasaban a Carlos el Calvo y, por delegación, a Sunifredo, conde de Urgell-Cerdeña y hermano de Suñer, que mantendrán su fuerza aunque los acontecimientos les hagan perder los condados. Sus descendientes Vifredo, Mirón y Suñer II serán condes de Urgell-Barcelona-Gerona y Besalú, Rosellón y Ampurias, iniciándose la dinastía catalana que perdura hasta 1410.
La tendencia a heredar los cargos se observa en los monarcas carolingios que nombran condes a los hijos de Sunifredo y Suñer 30 años después de la muerte de éstos, porque la función condal conlleva una serie de privilegios que no se extinguen con la deposición de los titulares, elegidos entre grandes propietarios cuyo poder heredan los descendientes. Para combatir a los rebeldes, el rey se apoya en las grandes familias, dinastía condales, con lo que acentúa el carácter hereditario del cargo condal. Esto cristalizó al morir Carlos el Calvo (877) cuando le sucedieron tres monarcas en once años sin que ninguno hiciera frente al peligro normando ni a los ataques musulmanes, por tanto los condes se ven obligados a actuar por su cuenta. Uno de estos condes, Eudes, será elegido rey en el 888 y la ruptura dinástica dará el pretexto para afianzar su independencia a los condes carolingios a los catalanes entre ellos.
El imperio carolingio es sólo un recuerdo reflejado en las fechas de los documentos por los años del reinado del monarca. La independencia se manifiesta en el reparto de los condados entre los hijos del conde que ya no son bienes públicos sino propiedad del conde, creando nuevos condados o confiando el gobierno a varios de sus hijos conjuntamente: Vifredo, primer conde catalán independiente dejó al morir en 897 a su hijo Sunifredo el condado de Urgell, a Miró II los de Cerdeña y Besalú, a Vifredo, Borrell y Suñer, conjuntamente los de Barcelona, Gerona-Vic, que se mantendrán unidos y serán el núcleo de la futura Cataluña.
La independencia política debe ir acompañada del control eclesiástico. Los reyes carolingios sustituyeron el clero adopcionista por el franco imponiendo en los monasterios de obediencia visigoda la regla benedictina; los condes catalanes intentaron controlar a los eclesiásticos de sus territorio evitando que obispos dependientes de otro conde tuvieran autoridad en sus dominios. El primer intento de independencia se dio en el 888 con la creación de un arzobispado en Urgell del que dependían las diócesis de Barcelona, Gerona, Vic y Pallars. El intento fracasó por la rivalidad entre los condes. La nueva sede beneficiaba a Ramón de Pallars y a Suñer de Ampurias, el primero crea un obispado propio para no depender ni de los francos ni de los demás condes catalanes y el segundo logra que se deponga al obispo de Gerona y se nombre para el cargo a uno de sus fieles. La negativa de Vifredo, inseguro y temiendo un ataque franco, reconoce al monarca y con ayuda del arzobispado de Narbona suprime el de Urgell y logra la deposición del obispo gerundense, aunque no consiguió que desapareciera el obispado de Pallars.
Las divisiones y reagrupamientos de los condados imposibilitaron que en cada uno existiera una sede episcopal. En algunos casos un condado pertenecía a dos diócesis situadas fuera de los dominios del conde; el recurso era favorecer a los monasterios de la zona y lograrles la independencia respecto al obispado correspondiente. El monasterios de Eixalda-Cuixá (fundado hacia el 840) debe su grandeza a esta circunstancia, logrando relativa independencia del obispado de Elna.
La dependencia de los condados catalanes respecto a los carolingios ha prestado especial atención a la crisis del imperio para explicar respecto a los carolingios la desvinculación de los condes, pero esta no se explica sin la presencia del mundo islámico: la presencia musulmana hace que la población apoye a los condes porque ve en ellos a sus jefes inmediatos por encima del rey, que está demasiado lejano cuando se producen los ataques musulmanes; por otro lado las disensiones musulmanas permiten la consolidación de los condados; gracias a ellas Vifredo ocupa la comarca de Vic y los monasterios de Ripoll y San Joan de les Abadeses para repoblar estas tierras. Al morir Vifredo (897) los condes catalanes reconocen la autoridad de la restaurada dinastía carolingia en la persona de Carlos el Simple, aunque ya no fue efectiva, Vifredo Borrell fue el último conde en prestar fidelidad a los reyes francos para que se reconocieran los derechos heredados y buscar ayuda frente a los musulmanes que habían dado muerte a Vifredo I habían obligado a evacuar Barcelona.
Los orígenes del condado de Barcelona no escapan a la leyenda ni su primer conde independiente Vifredo, cuya historia se novela: « Vifredo, tras una serie de circunstancias recupera Barcelona tras dar muerte al franco Salomón y salvar el honor de su padre muerto. Ante los ataques musulmanes y la imposibilidad de contar con la ayuda del rey, es capaz de expulsarlos él solo, permaneciendo el honor de Barcelona en sus manos y en las de sus herederos. El honor de Barcelona pasó de la potestad real a manos de las de los condes de Barcelona» .
La historia política de los condados catalanes durante el siglo IX es ininteligible si se ignora la historia del Imperio carolingio, del queforman parte, y si no se tiene en cuenta que en el Imperio cada conde, tanto hispano como franco, aspira a convertir en hereditarios el cargo y las posesiones recibidas con él. Teóricamente, el emperador encarna toda la autoridad y todo el poder, y en la práctica el centro de esta organización es el conde, al que se confía la administración, la justicia, la política interior y, en caso necesario, la defensa militar del territorio. Su autoridad es prácticamente absoluta, pero es delegada, depende de la voluntad del monarca y en última instancia del poder que éste tenga. Las guerras civiles provocadas al dividir Luis el Piadoso el reino entre sus hijos obligan a los condes a tomar partido y, de acuerdo con las alternativas de la guerra, consolidan o pierden sus cargos.Por otra parte, la población indígena aceptó a los carolingios para liberarse del control cordobés, pero igual que ocurre en Navarra y Aragón, el objetivo no es sustituir un poder por otro sino librarse de ambos y actuar con una independencia semejante a la de época visigoda. En este contexto cabe interpretar la sustitución, el año 820, del hispanogodo Bera por el franco Rampón y el nombramiento posterior de Bernardo de Septimania (826-844). Los condes francos, altos personajes de la corte carolingia, tienen una misión política concreta: poner fin a los afanes independentistas de la población indígena y de sus dirigentes, que llegan a aliarse a los musulmanes contra los carolingios de la misma forma que antes se han apoyado en éstos contra los cordobeses. En adelante, a pesar de los continuos cambios de titulares, en función de los conflictos en el mundo carolingio, los condados catalanes se integran plenamente en el Imperio.La tendencia a la hereditariedad de los cargos, visible en los intentos de los hijos de Bera y de Bernardo de Septimania de recuperar las funciones paternas, se observa igualmente en la política de los monarcas carolingios, que nombran condes a los hijos de Sunifredo y Suñer treinta años después de la muerte de éstos, quizá porque la función condal lleva consigo una serie de privilegios que no se extinguen con la destitución de los titulares, elegidos entre los grandes propietarios o dotados con extensos bienes que, en parte, heredan sus descendientes. Para combatir a los rebeldes, el rey está forzado a basarse en las grandes familias, en las dinastías condales, con lo que, indirectamente, contribuye a acentuar el carácter hereditario del cargo condal, tendencia que cristaliza a la muerte de Carlos el Calvo (877) al sucederse al frente del reino monarcas incapaces de hacer frente al peligro normando y a los ataques musulmanes. Los condes se ven obligados a actuar por su cuenta, a defender el territorio sin contar con el poder central. Uno de estos condes, Eudes, se hará elegir rey el año 888, y la ruptura de la continuidad dinástica proporcionará a los condes carolingios, a los catalanes entre ellos, el pretexto legal para romper con el Imperio y consolidar la independencia práctica de los últimos años.El Imperio es sólo un recuerdo al que se refieren los antiguos súbditos fechando los documentos por los años del reinado del monarca franco al que, por lo demás, ignoran. Los condados no son ya bienes públicos sino propiedad del conde que, del mismo modo que distribuye sus tierras personales, reparte los condados entre sus hijos y llega, si es preciso, a crear nuevos condados o confiar el gobierno a varios de sus hijos conjuntamente, según hemos indicado en páginas anteriores al hablar de la división de los condados de Vifredo, el primer conde independiente de Barcelona, entre sus herederos. Independiente en la práctica política, Vifredo necesita la independencia eclesiástica de su territorio para liberarse totalmente de la tutela franca y para consolidar la influencia que el condado de Barcelona ejerce sobre los demás condados catalanes: se explica así el intento, el año 888, de convertir en sede metropolitana la diócesis de Urgel, que sustituiría a la de Narbona al frente de las sedes episcopales de Barcelona, Gerona, Vic y Pallars.El intento fracasa debido a la rivalidad entre los condes, cada uno de los cuales quiere tener el control de sus clérigos y evitar la injerencia de los demás. Ampurias depende eclesiásticamente de Gerona y una de las primeras medidas del conde Suñer de Ampurias será pedir al nuevo arzobispo que deponga al obispo gerundense y nombre para el cargo a persona de su confianza. La negativa de Vifredo a aceptar esta sustitución, a aceptar la imposición de un obispo en su territorio, lleva al arzobispo y a los obispos por él nombrados a reconocer como rey al monarca franco Eudes e, inseguro en sus dominios y temeroso de un ataque franco, el conde de Barcelona reconoce a su vez al monarca y, con la ayuda del arzobispo de Narbona, logra la supresión del arzobispado urgelitano y la destitución del obispo de Gerona.La vinculación de los condados catalanes al Imperio no debe hacer olvidar la importancia del mundo islámico: por un lado, la presencia de los musulmanes hace que la población apoye a los condes, sus jefes naturales por encima del rey, cuya lejanía e impotencia le resta importancia ante los súbditos, especialmente cuando se producen ataques musulmanes que sólo el conde rechaza. Por otra parte, las disensiones musulmanas permiten la consolidación de los condados; gracias a ellas pudo Vifredo ocupar sin grandes dificultades la comarca de Vic y crear en ella el obispado de Osona y los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas, centros religiosos y de repoblación de las tierras ocupadas, controlados por los hijos de Vifredo: en el primero ingresa como monje Adulfo, que aporta a Ripoll la parte que le corresponde en la herencia paterna, y la primera abadesa del segundo es Emma, hija del conde.A la muerte de Vifredo (897) y tras ser restaurada la dinastía carolingia en la persona de Carlos el Simple, los condes catalanes reconocieron de nuevo la autoridad monárquica pero ésta ya no fue efectiva. Vifredo Borrell, hijo del primer conde independiente, fue el último de los condes de Barcelona que prestó homenaje de fidelidad a los reyes francos: para conseguir el reconocimiento oficial de los derechos heredados y, posiblemente, para buscar ayuda frente a los musulmanes del Valle del Ebro, que habían dado muerte a Vifredo I y habían obligado, incluso, a la evacuación de Barcelona.
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