viernes, 19 de agosto de 2016

Fortificaciones por países - Argentina


El Fuerte San JoséFuerte de San JoséGuardia de la bahía de San José o más formalmente Fuerte y Puerto de San José de la Candelaria, fue uno de los poblados coloniales que el imperio español creó en la Patagonia atlántica bajo la administración delVirreinato del Río de la Plata, formando parte de la "Superintendencia de los Establecimientos Patagónicos". Fue fundado el 7 de enero de 1779 y mantuvo población durante 31 años, hasta el 7 de agosto de 1810, fecha en que fue destruido por un malóncometido por los indígenas de la zona, pertenecientes a la etnia tehuelche septentrional austral o ‘’gününa kena’’.

Historia

Ubicación

Se situó en la ensenada San Andrés, en la zona cercana a la playa Fracasso (apellido del propietario de la estancia donde hoy se encuentra), a 200 metros de la ribera sudoriental del golfo San José (el cual forma parte del mar Argentino del océano Atlántico), costa septentrional del istmo Carlos Ameghino de la península Valdés, en lo que hoy es el departamento Biedma, al nororiente de laprovincia de Chubut, al nordeste de la Patagonia argentina.1 2 Sus coordenadas son: 42°25′49″S 64°08′26″O.
Una construcción subsidiaria de aquel, el llamado “Puesto de la Fuente” o “Los Manantiales”, se localizaba sobre la ribera sudoccidental de la Salina Grande de Valdés, en lo que hoy son terrenos pertenecientes a la estancia “Los Manantiales”, a unos 30 km del Fuerte San José, en dirección hacia el sur.3 Sus coordenadas aproximadas son: 42°40′S 64°00′O.

Antecedentes

En la segunda mitad del siglo XVIII la Corona española se encontraba en plena competencia contra franceses e ingleses por el poder marítimo mundial y el dominio sobre amplios territorios coloniales. De allí que proteger los dilatados dominios en la parte austral de América del Sur resultaba vital para la monarquía hispánica. Bajo esta premisa fue creado el Virreinato del Río de la Plata, el cual además ofrecía un tapón a la expansión portuguesa desde el Brasil colonial. Concentrando mayor poder político y económico en Buenos Aires se aseguraba el control de la cuenca del Plata y una plataforma eficaz para poblar las costaspatagónicas o combatir cualquier intento por parte de Francia o del Reino de Gran Bretaña por crear una colonia en el extremo sur de América, ya que ambas potencias consideraban a esa parte del mundo como res nullius.4
La creación del Fuerte de San José fue el resultado de una resignificación del valor geoestratégico que contenía la costa atlántica patagónica, luego de que se difundiera en Europa dos trabajos que motivaron que las ambiciones de las grandes potencias coloniales se posaran allí, si bien ya desde 1754 el poblamiento hispano de la costa patagónica era un proyecto anelado por la corona.5
Ambrosio O'Higgins, quien años después sería gobernador de Chile y virrey del Perú y engendraría a Bernardo O'Higgins (héroe de la Independencia de Chile), en el año 1767 —luego de una experiencia en la Araucanía— dio a conocer en Madrid el informe “Descripción del Reyno de Chile“. Propuso al Rey un bosquejo que permitiría a la vez que proteger la seguridad del imperio en la región sur de Sudamérica, desarrollarla productivamente, mediante la creación de una serie de fortificaciones y poblados costeros con posibilidades de comunicarlos con las ciudades españolas de la zona ya bien establecidas.
«…me parece muy necesario que los españoles piensen sin perder tiempo en buscar dos puertos en la misma costa entre los 38 grados y 45, procurando fortificarse en ellos, y traer gentes para su población de donde se pudiere. La misma diligencia convendría se hiciese en la Bahía de San Julián, por los 49 grados, sin perder de vista al mismo tiempo la máxima de reducir a pueblos o poblaciones los indios de dicha costa, e interior de aquel vasto territorio.»
Sobre el responsable político de este proyecto, O'Higgins destacó:
«el conocido celo y eficacia del Excmo. Señor Gobernador de las Provincias del Río de la Plata, a cuya jurisdicción pertenecerá la costa patagónica y la Línea Fronteriza que se propone establecer».6
Si bien la Corona no aplicó de inmediato esta propuesta, la misma fue un importante antecedente que terminaría por cuajar al difundirse en 1774 el libro del jesuita Tomás Falkner: “Descripción de la Patagonia”.7 Allí el religioso incitaba al gobierno del Reino Unido a conquistar el extremo austral de América, dado su potencial geoestratégico (como puerta al paso interoceánico), su valor económico y su llamativa vulnerabilidad, lo que permitiría además de golpear y debilitar a la corona de España, quitarle sus colonias y anexarlas al Imperio británico, extendiéndolo también sobre los territorios aún en manos de los indígenas patagónicos.
Al estallar en 1775 la guerra de la independencia de Estados Unidos el conflicto entre España y el Reino Unido se agravó, ya que la corona española brindó su apoyo a las colonias británicas americanas sublevadas. Para hacer frente a las posibles represalias del Reino Unido, se debieron reforzar todos los posibles objetivos. De allí que el Secretario de Estado del Despacho Universal de Indias (ministro de Indias), José de Gálvez y Gallardo aprobó una medida trascendental para la división administrativa de la América hispana, la creación en 1776 del virreinato del Río de la Plata, a quien también el rey Carlos III de España finalmente ordenó la construcción de establecimientos patagónicos, los que asegurarían el transporte y comunicación con las posesiones españolas del Pacífico. Siguiendo lo recomendado por Higgins, tanto la planificación, como la ejecución y luego la asistencia y administración de los asentamientos de la Patagonia se realizó a través del virrey del Río de la Plata Juan José de Vértiz, con asiento en la ciudad deBuenos Aires. El 24 de marzo de 1778, mediante una real cédula, el monarca pone de manifiesto el propósito de poblar la costa patagónica.
La propuesta final fue diseñada por el Secretario de Estado José Moñino y Redondo (Conde de Floridablanca), y presentada al rey el 8 de mayo de 1778, el cual refrendó con la real orden del 24 de mayo de ese año. Allí se indicaba que:
«Con el fin de que los ingleses (...) no piensen establecerse en la bahía San Julián o sobre la misma costa para la pesca de ballenas en aquellos mares (...) ha resuelto S. M. que se den órdenes reservadas y bien precisas al Virrey de Buenos Aires y también al intendente de la Real Hacienda que (...) con toda prontitud disponga hacer un formal establecimiento y población en dicha bahía San Julián».
Cumpliendo el plan estipulado, el 27 de agosto de ese año arribaron a Buenos Aires Antonio de Biedma -quien oficiaría de contador y tesorero- y Juan de la Piedra. Este contaba con una Real Cédula que le permitiría ser reconocido por el virrey del Río de la Plata,Juan José de Vértiz y Salcedo, como “comisario superintendente de la bahía Sin Fondo”:
«Con el importante fin de hacer la pesca de la ballena en la costa de la América Meridional, impedir que otras naciones consigan este beneficio y así mismo que quede resguardada de cualquier tentativa que en lo sucesivo pueda intentarse contra el dominio que me pertenece en aquellos paises: he tenido por conveniente se establezca en las Bahías Sin Fondo y de San Julian, comprendidas en la referida costa del nuevo vireynato de Buenos Ayres, y en los demas parages que en lo sucesivo sean adaptables y se determinen, las poblaciones y formal establecimiento que á estos objetos corresponden (...) el virey y capitan general del nuevo vireinato y el intendente de ejército y real hacienda le reciban el juramento, y ambos gefes superiores le hagan reconocer como tal comisario, superintendente de las mencionadas poblaciones.»
De la Piedra debía ejecutar las expresas instrucciones señaladas por el virrey Vértiz:
«Conforme al espíritu y contento de distintas Reales Ordenes y advertencias del particular, que por ahora e ínterin se adquiere mayor conocimiento deberá observar el Comisionado por S. M. para establecer poblaciones y fuertes provisionales en la Bahía Sin Fondo, la de San Julian ú otros parajes de la costa oriental llamada Patagonia que corre desde el río de la Plata hasta el estrecho de Magallanes.»8
El establecimiento de San José no estaba previsto originalmente, ya que el plan tenía un doble eje. El primero se situaría por el norte, en la “bahía Sin Fondo” (golfo San Matías) o “punta de San Matías”, ya que se creía que allí vertía sus agua el río Negro.
El segundo eje estaría mucho más al sur:
«Como verificado así este primer establecimiento de la Bahía sin fondo, deba quedar allí el segundo Comisionado con uno de los Contadores, y D. Juan de la Piedra seguir con el resto de la expedición, si la estación lo permitiere, al reconocimiento de la de San Julian ó de otro paraje más abanzado hacia el Estrecho de Magallanes, no haviendo llegado hasta ahora este segundo comisionado, deberá el mismo D. Juan de la Piedra dexar nombrado interinamente al que, segun hubiese observado, contemple más á propósito para desempeñar todos los fines y particularidades de este encargo, y del que fuese me dará así mismo noticia.»
Al seleccionarse la zona de la bahía San Julián o en su defecto la del estuario del río Santa Cruz o la del Gallegos, se buscaba ejercer un mejor control sobre la cercana entrada por oriente al Estrecho de Magallanes y asegurar la presencia española en la región del extremo austral continental.

Partida desde Montevideo y fundación del Fuerte

Luego de agrupar en Montevideo contingentes de colonos procedentes de GaliciaAsturiasCastilla la Vieja y León,9 el 15 de diciembre de 1778 partió la expedición rumbo a las costas patagónicas. La flota se componía de una fragata, el paquebote “Santa Teresa”, la zumaca “San Antonio de Oliveira” y un bergantín, los que llevaban hacia el sur un centenar de soldados más 132 colonos con habilidades de maestranza pero en su mayoría labradores. Se le sumaba raciones de alimentos, pertrechos, arados, semillas de trigo y otros vegetales, junto con todos los elementos necesarios para establecer, y luego afianzar, poblaciones.10
Cumpliendo lo ordenado los expedicionarios llegaron a la “bahía Sin Fondo” a comienzos del año 1779, pero corrientes y vientos los aproximaron a la zona sur de la bahía, en el sector norte de la península Valdés, donde dieron con un golfo aún no demarcado por los anteriores navegantes. A esta bahía muy cerrara bautizaron comoSan José, desembarcando en sus costas el 7 de enero, tomando Juan de la Piedra posesión de ese territorio en nombre del rey. Inmediatamente mandó a sus tropas a reconocer la zona y especialmente a la búsqueda de agua potable, encontrando días después, al este de la bahía, algunas lagunas con agua estancada. Allí desembarco los pertrechos y estableció un campamento provisorio.
Sin embargo, dispuso dos expediciones para intentar dar con una fuente de suministro de agua más estable y abundante. La comandada por el piloto Basilio Villarinomarchó tierra adentro en la península y logró hallar un gran manantial. La otra expedición, a cargo de Juan de la Piedra, también encontró buena agua cavando pozos en una playa. Esto determinó que el 31 de enero de la Piedra decida trasladar el poblado 3 leguas hacia el sudoeste, lugar donde finalmente se establecería el “Fuerte y Puerto de San José de la Candelaria”. El propio de la Piedra explicó las cualidades del nuevo sitio elegido:
«tres leguas más al S.O. de la playa se hallaron también copiosas fuentes de buena agua con que habiendo abundancia de leña, famoso terreno, benigno clima y admirable puerto, no quedó duda que se podría formar establecimiento con lo que quedaban logradas las intenciones del rey».11
Sin embargo, algunas desavenencias condujeron a que Juan de la Piedra se marche el 4 de marzo de 1779 con la fragata rumbo a Montevideo, lo que posteriormente le costaría su destitución, por orden del virrey Vértiz, si bien 5 años después lograría ser absuelto libre de cargos. Fue reemplazado como comisario superintendente porFrancisco de Biedma, quien de inmediato ordena unificar ambos campamentos en uno solo.
El Fuerte de San José fue utilizado como base de operaciones para emprender desde allí distintos reconocimientos de la geografía del nordeste patagónico. Partiendo desde San José el 13 de febrero de 1779, Basilio Villarino cruza la bahía Sin Fondo y próxima a la entrada a esta desde el norte descubre la desembocadura del río Negro, un ancho y profundo curso al cual navega el 22 de febrero, y que observa marginado por un valle de inundación con abundantes tierras fértiles. Al retornar la expedición a San José el 16 de marzo se anotició a su superior, Francisco de Biedma, del hallazgo. Este decidió trasladar con la zumaca “San Antonio de Oliveira” y el bergantín a todos los pobladores civiles hacia dicho curso fluvial, dejando el 16 de abril a su hermano Antonio de Biedma a cargo del Fuerte de San José, en calidad de subdelegado, y al establecimiento solo con un carácter militar, perfil que nunca abandonaría. La población que se fundaría en el río Negro daría lugar a las actuales ciudades de Carmen de Patagones y Viedma. En otras expediciones se conformarían otros establecimientos patagónicos que secundarían al del Fuerte de San José: además del de Carmen de Patagones, el de Puerto Deseado y el de la Nueva Colonia y Fuerte de Floridablanca, 10 km tierra adentro de la bahía San Julián.12
Las malas condiciones que soportaba la tropa en el Fuerte desencadenaron una epidemia de escorbuto. Esto obligó a Antonio de Biedma a organizar una junta, la que determino que se debía abandonar el poblado. Biedma intentó aplazar la decisión al alegar que al ser solo un subdelegado no tenía autoridad para tomar esa decisión tan radical. El 1 de agosto de 1779 el Fuerte de San José queda a cargo del Teniente del Regimiento de Infantería Pedro Andrés García, acompañado por 8 voluntarios, en razón de que Antonio de Biedma partió hacia Montevideo a notificar el estado de cosas en que se encontraba el fuerte y la falta de víveres que lo afligía. García estuvo al mando hasta 1782, siendo sucedido en los siguientes años por distintos oficiales.

Características del Fuerte de San José y de sus pobladores

El fuerte se encontraba a 200 metros de la playa, entre dos pequeños cerros costeros. La información arqueológica definió un área central de ocupación de una superficie aproximada de 256 m².13 Su diseño e infraestructura edilicia era modesta, empleando como materiales para las construcciones mayormente cueros, carrizos, madera de sauce y adobe. Según el informe de 1779 del Teniente Manuel Soler consistía en una plazuela cerrada por cuatro frentes, en uno de estos funcionaba un gran almacén de víveres y repuestos. En otro funcionan los cuarteles o cuadras y caballerizas; en otro estaban las habitaciones principales, destinadas al Superintendente. Finalmente en el restante había una capilla, construida en adobe y techada con paja.1 Fuera de la Plaza se distribuían algunas dependencias precarias, un almacén de pólvora, dos hospitales y el camposanto. Más cerca de la playa, una edificación de adobe con techo de tejas y provista de horno funcionaba como cocina y panadería.14
Para mejorar la defensa, sobre la cumbre de un cerrito lindero se emplazó una batería en un rancho o cuartel cuadrado con techo de paja.1 Para darle mayor protección ante el peligro de ataques de indios se lo circunvaló con una zanja, algo característico de las fortificaciones de la época.
Población
La población del fuerte y de su anexo siempre tuvo un carácter eminentemente masculino y militar, a los que se agregaban funcionarios, cirujanos, capellanes, peones y presidiaros.1 La población total varió desde un mínimo de menos de 10 personas hasta un máximo de un centenar.1 Las familias de colonos se había marchado ya en los primeros meses hacia el mejor prodigado Fuerte “Nuestra Señora del Carmen”, del cual el de San José dependía administrativa y económicamente.1
La zona era habitada por indígenas pertenecientes a la etnia tehuelche septentrional austral o ‘’gününa kena’’. Las relaciones que mantuvieron estos con los pobladores del fuerte a lo largo de los 31 años de existencia de este fueron poco estudiadas por los investigadores, más allá del malón que provocó el trágico final del establecimiento.1

El emplazamiento subsidiario “Puesto de la Fuente”

Tiempo después de la construcción del fuerte también fue poblada un área subsidiaria del mismo, situada a unos 30 km al sur, en la ribera de una gran salina, en el paraje “Los Manantiales de Villarino”.1 Allí se instaló un asentamiento productivo al que se lo conoció como “Puesto de la Fuente”.1 Su función era asistir a la explotación de sal, la colecta de agua dulce que manaba de un manantial que desembocaba en la salina y la cría de ganado para abastecer de carne al fuerte. En ese lugar se construyeron dos edificaciones de piedra sin cal:14 un hospital y un modesto fortín, a las que acompañaba una pequeña huerta.1

La vida en el Fuerte de San José

La vida en el fuerte era difícil en extremo. El clima era seco, ventoso, muy frío en invierno y muy cálido en el verano. La falta de lluvias y de posibilidades de riego hacía inviable la agricultura. La falta de provisiones y de asistencia, más la escasez de agua potable y de alimentos, provocaba deficiencias nutricionales y defunciones por epidemias de escorbuto. La dieta era carne salada, tocino de mala calidad, miniestra picada y harinas añejas. Mejoraba algo cuando se lograba dar caza a un choique patagónico o a un guanaco. Los mariscos también podían hacer su aporte proteico. Años después el ganado vacuno que se volvió cimarrón se multiplicó, lo cual mejoró sensiblemente la dieta del personal emplazado. Las construcciones eran barracas con techo de paja y ranchos miserables, los que no podían hacer frente a las inclemencias del duro clima patagónico, según reporta en 1784 el propio Francisco de Biedma en su “Memoria” al Virrey Loreto.15 Se sumaba la tensión de un conflicto latente con los aborígenes, los que podían ofrecer un combate con fuerzas notablemente superiores a las que podía oponer el modesto reducto español, lo que haría que la pequeña fortaleza sea fácilmente arrasada. Era un enclave aislado, desterrado, completamente separado por tierra de Buenos Aires por cientos de kilómetros de desierto, el que estaba poblado por aborígenes hostiles. La única comunicación posible era por mar, por lo que ante la necesidad de requerir refuerzos, la respuesta más rápida tardaría semanas.

Orden de abandono del Fuerte de San José

Durante el primer lustro de la década de 1780 el escenario mundial cambió completamente. Es que España finalmente logró la paz con el Reino Unido, negociando acuerdos los cuales se rubricarían en el tratado de Versalles, el 3 de septiembre de 1783, también acordados con Francia, que luchó a la par de España y los colonos norteamericanos contra los británicos. El pago de los gastos que ocasionó esta campaña militar, sumado a los producidos por el nuevo esfuerzo bélico que representó para la corona española la sublevación de Túpac Amaru, obligó al monarca español a intentar recortar dispendios, y como la amenazante situación en el Atlántico sudoccidental se había distendido, no era razonable continuar erogando ingentes gastos para sostener poblaciones en zonas geográficamente muy desfavorables.
Es por ello que el rey Carlos III firmó el 1 de agosto de 1783 una Real Orden por la que ordena levantar el Fuerte de San José y otros de la Patagonia:
«...exceptuando el de Río Negro que ha de mantenerse con un comandante militar que se nombre y la corta población que puede hacer á su abrigo, y que en los puertos de San José, San Julián y Deseado, se dejen pilastras, que acrediten la pertenencia á S.M.C. reconociéndose desde Río Negro anualmente.»16
La Real Orden fue ejecutada el 23 de enero de 1784 en lo que se refiere a los demás establecimientos, pero en lo que atañe al Fuerte de San José esta no fue cumplida totalmente. Es que algunos funcionarios del Virreinato lograron ver la enorme importancia estratégica que representaba mantener ocupado un puesto de avanzada en las lejanas costas australes.
Cuando Nicolás Felipe Cristóbal del Campo y Rodríguez de Salamanca -el segundo Marqués de Loreto- asumió el 7 de marzo de 1784 como el nuevo virrey del Río de la Plata, le fue encomendada la orden de revisar la problemática de los establecimientos patagónicos. Al igual que se habían manifestado los hermanos Biedma y Villarino, Loreto también se inclinaba por mantenerlos e incluso repoblar los desmantelados. Su opinión se fundamentaba en los informes presentados por un excartógrafo de la corona de Portugal, el cual se encontraba prestando servicios en la hispana: el ingeniero Custodio Sáa y Faría. Para este, no solo debían ser vistos como una red de defensa litoral para frenar el avance de los ingleses y de otras potencias coloniales de la época sino también con el doble rol de ser avanzadas de la frontera del territorio colonial bajo explotación, incorporándolos a los circuitos de comercialización e intercambio que se practicaban con las distintas etnias indígenas, en un lento proceso de integración.4
De una manera particular, el Fuerte de San José estaba en condiciones de sacar provecho de las características naturales que le aportaba su situación geográfica, al situarse sobre una bahía apta para la captura de las abundantes ballenas francas australes y en proximidades de una extensa salina explotable para el abasto del Plata. De esta manera, siguió manteniendo una escueta población por más 26 años, incluso en toda la primera década del nuevo siglo XIX.

Destrucción del Fuerte de San José

Indígenas pertenecientes a la etnia tehuelche septentrional austral o ‘’gününa kena’’. Estos eran los habitantes de la zona donse se ubicó este fuerte, al que terminaron finalmente por destruir mediante un malón.
El Fuerte de San José mantuvo una modesta población incluso algunos meses después de la Revolución de Mayo, la serie de acontecimientos revolucionarios ocurridos en mayo de 1810 en la ciudad de Buenos Airescapital delVirreinato del Río de la Plata (del cual dependía el Fuerte de San José), y que tuvieron como consecuencia la deposición del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y su reemplazo por la Primera Junta de gobierno, la cual no reconocía la autoridad del Consejo de Regencia de España e Indias, dando inició al proceso de surgimiento del Estado Argentino.
Sin embargo, no era intención de la Primera Junta el mantener poblada la península, por lo que dispuso el traslado de la guarnición hacia la de Carmen de Patagones. La orden no llegó a ejecutarse, ya que entre el 7 y el 8 de agosto de 1810, tanto el fuerte costero como el asentamiento de la salina fueron atacados e incendiados por un malóncometido por unos 1000 indígenastehuelches en alianza con los pampas.
Se han postulado 3 causas que habrían generado el desenlace trágico.1
  • Desavenencias por la compra de una mujer aborigen,17 18
  • Escarmiento resultado del incumplimiento de la prohibición de no cazar fuera de la península,19
  • Desinteligencias por un no pago del prometido premio a los nativos por ayudar en la captura de dos desertores del fuerte del Carmen.20
Aprovechando que la población estaba reunida en la capilla celebrando misa, los nativos dieron muerte a 15 de los ocupantes que allí vivían. Entre los muertos estaba el cura del fuerte —de origen italiano— el Beato Bartolomeo Poggio, perteneciente a la orden religiosa de los mercedarios, quien murió de rodillas ante el altar. Había sido asignado a la Patagonia como capellán, evangelizando en el Fuerte por 10 años. La fecha en que la Orden celebra a su mártir es el 23 de noviembre.21
Tan solo dos hombres lograron sobrevivir, alcanzando en dura travesía el poblado del Carmen. Uno de los sobrevivientes fue entrevistado por el sabio Alcide d'Orbignyen 1829 durante su estadía en esa ciudad.
La zona quedó abandonada. Desde 1882 comenzaron a ocuparse progresivamente los campos de la zona. Solo a comienzos del siglo XX, y a 200 metros del sitio del fuerte original,1 fue nuevamente creado el “Puerto de San José”, un establecimiento que servía para la recepción y traslado de mercaderías y recursos, principalmente sal, que llegaba desde las salinas en carretas tiradas por bueyes. El mismo habría sido abandonado alrededor del año 1916, como resultado de la construcción delFerrocarril de Península Valdés, el cual desde 1901 pasó a unir las salinas con Puerto Pirámides, permitiendo una salida de la producción salinera peninsular con menores costos.22 23 En 1904, el propietario Ernesto Piaggio solicitó al estado, y le fue concedido, una concesión para construir otro ferrocarril, pero que uniera las salinas con el Puerto San José, sin embargo no hay evidencia de que se hayan efectuado obras al respecto.24

La memoria del Fuerte de San José en la actualidad

La existencia del Fuerte de San José representa un lugar destacado en la historia provincial. Tanto es así que en la década de 1970 se buscó corporizar ese recuerdo erigiendo una réplica de la primitiva capilla del Fuerte, situándola en la costa pero en el sector medio del istmo Carlos Ameghino a pocos metros del centro de interpretación localizado frente a la isla de los Pájaros (a la altura del portal de entrada a la península Valdés), un lugar mucho más visible que la posición original, buscando un fin turístico además de conmemorativo, en recuerdo de las gestas españolas.13 Sin embargo, un mal archivado de los supuestos planos originales del fuerte los confundió con los de la fortaleza del mismo nombre que se levantó en el centro de la actual ciudad de Montevideo, por lo que la supuesta réplica del edificio religioso levantado en Valdés es en realidad una reproducción de la capilla de la Ciudadela de la capital uruguaya.13 Lamentablemente, un error arrastrado y reproducido durante más 40 años ha forjado la imagen de una capilla que en nada se relaciona con el modestísimo oratorio patagónico, pero que es aquella que se lleva consigo el público visitante, por lo que terminó formando parte del imaginario popular.13
Se han efectuado prospecciones arqueológicas que determinar con exactitud la ubicación tanto del fuerte como de las subsidiarias construcciones de la salina. En estas últimas, el "manantial Villarino" allí existente —descubierto por el piloto gallego Basilio Villarino— es utilizado para proveer de agua potable a la localidad de Puerto Pirámides.
En el año 1977, mediante el decreto 911/1977, el lugar del emplazamiento del fuerte fue declarado “Monumento Histórico Nacional”, mientras que el del anexo de la salina “Lugar Histórico Nacional”.







El Fuerte San Serapio Mártir del Azul fue una fortificación establecida en 1832 en las tierras que hoy forman el partido de Azul, zona de frontera con el indio. Fue el núcleo fundacional de la ciudad de Azul (Argentina).

Antecedentes

Ya en 1821, tras su expedición a la Sierra de la Ventana el coronel Pedro Andrés García de Sobrecasa recomendaba en su informe del 26 de noviembre de ese año fortificar y poblar siete puntos, uno de ellos «en el arroyo Azul, en la Sierra de la Tinta» que «dista de la segunda [guardia]Nota 1 seis leguas, teniendo por intermedio una barrera inaccesible de morros escarpados: encadenamiento que desde el Tandil sigue al NO formando arroyos que descienden por terrenos fértiles y pintorescos (…) De esta sierra nombrada la Tinta por los naturales, nace el caudaloso arroyo Azul, donde debe situarse el pueblo, teniendo a su derecha uuna abra, por donde transitán a la frontera las tribus Huilliche y Pampa, en sus incursiones y comercio».Nota 2 1
En 1828 se crearon tres posiciones fortificadas de avanzada al sud y oeste de la línea del río Salado (Buenos Aires): las fortalezas Protectora ArgentinaCruz de GuerraBlanca Grande), pero las grandes distancias que las separaban, la falta de obstáculos naturales significativos, el mayor conocimiento del terreno y superiores caballadas de las tribus, impedían que sus guarniciones defendiesen las zonas intermedias que se extendían hasta el Salado. Eso incluía el territorio de Azul que en 1829 permanecia de hecho en poder del cacicazgo catrielero liderado por Cachul y Juan Catriel "El Viejo".2 3
El 19 de setiembre de 1829 el gobernador de la provincia de Buenos AiresJuan José Viamonte dictó un decreto para la colonización de las tierras, garantizando vidas y propiedades mediante el establecimiento de una fortaleza militar en la zona.2
Con ese objeto se levantaron el fortín de Santa Catalina, el de San Benito y el Cantón Silva.4
El de San Benito, levantado en el actual balneario de Azul, estaba mayoritariamente defendido por negros libertos del regimiento de Blandengues.5
Pero el más importante fue el de Santa Catalina. Tenía 200 metros de lado, estaba rodeado por un foso de 3 varas de ancho y 2.5 de profundidad, con un contrafoso a 20 m del primero y en su interior había tres ranchos. Estaba localizado entre el arroyo Santa Catalina, el arroyo Videla y el arroyo Azul, en las cercanías de la actual establecimiento rural Loma Pampa (S 36°52'776"/W 59°55'978"), a 4 km al sur del cruce de la Ruta Nacional RN 3 (km 310) y la 226. Estaba custodiado por elRegimiento 6° de Caballería de Línea, y la política del gobierno habría demandado los servicios del cacicato de Venancio, aliado a los pampas catrieleros y al cacique Cachul.3 6 7
En 1830 el coronel Prudencio Rosas, hermano del nuevo gobernador Juan Manuel de Rosas, obtuvo el control de esas tierras, bajo la modalidad de suerte de estancia o de enfiteusis, por lo que el fortín tuvo también por objeto cuidar su hacienda.6

Fundación

En 1832 el gobernador Juan Manuel de Rosas ordenó construir en la zona un fuerte para contener el avance de los malones, el Fuerte de San Serapio Mártir del Arroyo Azul, originalmente llamado Federación, en la nueva línea de frontera en el arroyo Azul y campos fronterizos del Estado. De esta forma se autorizaba el reparto de las tierras en propiedad de los enfiteutas -quienes debieron abandonar sus terrenos- entre los pobladores que concurriesen a establecerse bajo la protección del Fuerte, emplazado en un ejido que formaba un cuadrado de ocho leguas de largo.8
En diciembre de ese mismo año el coronel Pedro Burgos, por entonces presidente de la Sociedad Popular Restauradora y enfiteuta de la zona,6 partió con la caravana fundadora desde la estancia Los Milagros (partido de Chascomús).2 Las tropas estaban compuestas por treinta y dos carretas, dos galeras y un carretón en los que se conducían a varias familias, un sacerdote, un médico, los zanjeadores, una caballada y maderas.8
El agrimensor Francisco Mesura tuvo a su cargo trazar los planos del Fuerte, ubicado sobre la margen derecha del arroyo, en el lugar que hoy en día ocupa la Plaza San Martín y rodeado por un foso que abarcaba una superficie comprendida desde siete cuadras por la Avenida 25 de Mayo, entre las actuales avenidas Mitre y Presidente Juan Domingo Perón, y que se extendía hasta la margen occidental del arroyo. El Fuerte ocupaba la manzana de la actual Municipalidad con sus plazoletas anexas, estaba construido a medio viento y con paredes de adobe y tenía cuatro cañones en cada una de sus esquinas sobre plataformas de tierra con un alto mangrullo.8
Acerca del poblado, en carta al Gobernador Rosas el agrimensor Mesura informa que se ha «concluido con la formación del pueblo, delineación del foso, formación del potrero, demarcación y amojonamiento del terreno del ejido del pueblo», en lotes de 50 x 50 varas, quedando 208 pobladores dentro del foso, distribuidos en 44 ranchos de adobe, con techos de paja y pisos de tierra. Rodeando el pueblo, dicho foso tenía 7 cuadras de cien varas de frente e igual de fondo, mientras que el potrero donde se retenía la caballada ocupaba un cuadrado de 400 varas de ancho al NO del pueblo, entre el foso y el arroyo.9
Los coroneles Prudencio Rosas y Narciso del Valle, al mando del Regimiento 5° de Milicias, fueron los responsables de la distribución de parcelas o suertes de estancias desde Santa Catalina hasta los lindes del San Serapio, de quien permaneció como comandante el coronel Pedro Burgos.6
El pueblo estaba conformado por 208 pobladores y 44 ranchos. En frente estaba la plaza principal, la primera capilla del Fuerte San Serapio Mártir, la cual era un simple y modesto rancho construido en donde esta actualmente la Catedral10 y al lado de ella el antiguo Juzgado de Paz, función que ejerció el Comandante militar Pedro Burgos hasta 1836, en que fue reemplazado por Manuel Capdevilla. Por el momento, la mayoría de las construcciones eran ranchos de adobe, techos de paja y pisos de tierra.8

Historia del fuerte

En los primeros años el Fuerte fue prácticamente destruido por un voraz incendio.11
En 1834 Juan Manuel de Rosas de vuelta de su campaña del desierto ofrenda su espada a la capilla del fuerte donde quedó depositada.12
La plaza central fue conocida primero como Plaza Mayor, y poco tiempo después como Plaza de las Carretas pues en los primeros tiempos allí desembocaban los carruajes que entraban por el puente sobre la esquina de las actuales Burgos y Mitre.8
El Fuerte dio entonces origen a la ciudad que aumentó su población con rapidez: en el censo de 1836 la población de tropa y civil en torno al Fuerte San Serapio era de 2007 personas, mientras que la afincada en torno a la Guardia de Luján (Mercedes) era de 3908 y la del Fuerte Independencia (Tandil) 839.6 Para 1837 Azul ya contaba con su primera escuela, para 1854 con el primer transporte público y una población de 6000 habitantes.8
El fuerte servía también como centro de detención. En un parte de 1840 el comandante Pedro Rosas y Belgrano daba noticias de 44 detenidos en el fuerte de San Serapio Mártir del Arroyo Azul.13
Hacia 1845 se establecían los primeros hornos de ladrillos de Azul14 que serían utilizados para la construcción de túneles abovedados de alrededor de 800 metros de largo por 1.60 de ancho y 1.80 de altura que probablemente fueron parte o complemento de las estructuras del Fuerte San Serapio Mártir para defenderse de un ataque indígena.15 16

El malón de 1855

Tras la caída de Juan Manuel de Rosas la situación en la frontera de la provincia de Buenos Aires, relativamente estable durante años, se deterioró rápidamente: «Los viejos federales que habían empezado su carrera en la expedición de 1833, que conocían prácticamente el territorio indio, el número y paradero de las tribus, sus caciques y capitanejos, sus aliados y enemigos (…) fueron sustituidos por gente nueva, unitarios, pero sin noción útil sobre el escenario en que iban a actuar. No se tuvo en cuenta los antecedentes de la situación que encontraron, y el sistema se derrumbó».17
Vencedor en Caseros, el general Justo José de Urquiza ofreció a los caciques principales no atacarlos siempre que mantuvieran la paz. El cacique Calfucurá, consciente de que la República se había organizado y logrado estabilidad, aceptó su garantía y envió a su hijo Namuncurá al frente de una comitiva al Palacio San José para convenir el tratado. Namuncurá, quien apadrinado por Urquiza fue bautizado con el nombre de Manuel, acordó la paz entre el gobierno nacional y la Confederación de Salinas Grandes a cambio de la regular entrega de regalos, alimentos y grados militares con sus correspondientes sueldos.18
Pero ante la virtual secesión de Buenos Aires, el conflicto en la campaña que se tradujo en el sitio de la ciudad y la guerra civil, los indígenes no consideraron incluido en la paz al estado de Buenos Aires.18
La actitud de las nuevas autoridades y una frontera casi desguarcenida impulsaron a las tribus de Calfucurá, CachúlCatrielCarupánCalfuquir y Cañumil entre otros a realizar incursiones sobre las fronteras bonaerenses de mayor profundidad y creciente agresividad. La defensa de la frontera, a cargo del coronel José de la Cruz Gorordo (norte), Laureano Díaz (centro) y Julián Martínez (sur), fue incapaz de contener los ininterrumpidos avances.18
El sector de Azul fue el primero en ser objeto de los ataques indígenas. Las tribus de Catriel y Cachul, que acampaban a pocas leguas del poblado y fuerte, iniciaron frecuentes correrías que pronto sembraron el pánico en la campaña.17
Pero no se tomaron medidas concretas y la percepción de las autoridades era en general errónea. Aunque el coronel Wenceslao Paunero informó desde Azul que existían evidencias de que el cacique Calfucurá convocaba indios de lanza desde las Salinas Grandes hasta el Río Negro y afirmaba que si bien Catriel y Cachul estaban aparentemente tranquilos, desconfiaba de sus intenciones,17 cuando el juez de paz de Tapalqué informaba al comandante de Azul que los indios estaban merodeando la reacción fue un mensaje al ministro de guerra Bartolomé Mitre quejándose de que «no pasa una hora, que no reciba noticias, partes, etc. sobre entrada de indios. Estas pobres gentes están viendo en cada paja del campo, un indio grandote». Sin embargo la amenaza era real y una semana después debía informar que el juez de paz y tres personas habían sido apresados.17
En 1855 ante un gran parlamento en Ayuncué, al que asistieron los caciques Pichún y Calvain (Galván, jefe de los ranqueles tras fallecer Painé) el representante del gobierno nacional el teniente coronel Antonino Baigorria les manifestó la decisión de la Confederación Argentina de extender la línea de fronteras del sur de las provincias de Córdoba y San Luis, lo que fue aceptado.18
Pero la paz con la Confederación era el preludio de la guerra a Buenos Aires. En la noche de luna llena del 13 de febrero de 1855 un malón de 5000 lanceros deCalfucurá atacó el fuerte y el pueblo de Azul. Alrededor de 300 pobladores y soldados fueron muertos, los ranchos fueron incendiados y todo en los alrededores fue destruido. Los indígenas tomaron entre 60 y 150 mil vacunos, que condujeron por el "camino de los chilenos" para ser vendidos al otro lado de los Andes, y llevaron cautivos a 150 mujeres y niños.19 11 18
Para vengar el ataque el 27 de mayo la columna al mando de Bartolomé Mitre se puso en camino desde Azul.17 En Sierra Chica fue emboscado y derrotado. Ante el temor de un mayor contraste, las tropas de Azul, en medio de la noche, abandonaron el campo en silencio y se replegaron a la frontera.17
Tras su derrota en Sierra Chica, Mitre encargó una nueva ofensiva al general Manuel Hornos, quien concentró sus fuerzas en Azul. En septiembre el teniente coronelNicanor Otamendi al frente de 185 hombres de la Guardia Nacional salió del fuerte en dirección a la estancia San Antonio de Iraola que había sido saqueada, pero fue rodeado por fuerzas superiores del cacique Yanquetruz y aniquilado, salvándose solo dos hombres heridos, uno dado por muerto y el otro llevado prisionero. Hornos partió de Azul en 1856 al frente del Ejército de Operaciones del Sur de 3000 hombres pero fracasó también en su misión.18
Desde Sierra Chica, desde donde comenzaron a salir partidas volantes de indios a los campos del Tandil y la Lobería, lo que aceleró el éxodo campesino (la mayoría hacia Dolores) hasta que a mediados de ese año las poblaciones amenazadas se habían despoblado.19 9
En marzo de 1856 el general Manuel Escalada en representación del estado se reunió en Azul con Catriel y Cachul, independientes de Calfucurá, para comprar la paz con lo que la zona en torno a Azul y Tapalqué logro cierta paz durante un tiempo.18 El pueblo se recuperó rápidamente y ese mismo año el Juez de Paz Luis Cornille instaló la primera Comisión Municipal de Azul.8
En 1857 se preparó una nueva expedición de la que participaría la División de Azul a cargo del coronel Emilio Conesa, esta vez de éxito limitado.18
Los malones se repetirían en los siguientes años pero no volverían a amenazar la supervivencia del pueblo, por lo que gradualmente el fortín perdió relevancia. En 1872 la Batalla de San Carlos de Bolívar fue el principio del fin del poderío de Calfucurá y para 1886 se inauguraba ya el Palacio Comunal en el sitio del antiguo fuerte.







Sancti Spiritu fue la primera población española levantada en el actual territorio argentino; fue establecida por Sebastián Gaboto el 27 de mayo y oficialmente fundada el 9 de junio de 1527, a orillas del río Coronda, junto a la desembocadura del río Carcarañá y a 6 km de la confluencia del primero con el río Paraná.
Las ruinas de Sancti Spíritu se encuentran a 150 metros de la desembocadura del Carcarañá, en el extremo sudeste del poblado de Puerto Gaboto, 60 km al norte de la ciudad de Rosario. Los restos de la primer ocupación española documentada en territorio argentino están concretamente en la manzana que corresponde con la calle Zabala, Perez y Avenida Hurtado del poblado. La erosión provocada por el agua hizo que una porción del asentamiento desapareciera definitivamente.1 2 El sitio actualmente es un parque arqueológico y museo estatal.
El asentamiento tuvo una capilla en la que se celebraron casamientos entre españoles e indígenas.

Historia

La partida

El 3 de abril de 1526 partió desde el puerto español de Sanlúcar de Barrameda la expedición de Sebastián Gaboto compuesta por algo más de 200 hombres repartidos en cuatro navíos con destino a las islas Molucas, vía el estrecho de Magallanes.
A principios de noviembre llegó al Puerto de los Patos en la isla (actualmente brasileña) de Santa Catalina, donde se encontró con dos náufragos del viaje de Juan Díaz de Solís que le informaron de las supuestas fabulosas riquezas de un "Rey Blanco" y de un lugar denominado Sierra de la Plata. Al escuchar estos relatos Gaboto decide por su cuenta, sin consultar a España, abandonar el viaje a Molucas. En febrero de 1527 partió hacia el Sur, hasta la desembocadura del entonces denominado río de Solís, que ya se comenzaba a nombrar como Río de la Plata. Remontó este río hasta una isla que llamó de San Gabriel por haber llegado a ella el 18 de marzo, día del santo. Cerca de la isla, en la que denominaban Banda Oriental, se establecieron en un puerto que denominaron San Lázaro y que resulta así ser el primer asentamiento en esta parte de América.
En el transcurso de la expedición se había encontrado con el grumete Francisco del Puerto, único sobreviviente de la expedición de Juan Díaz de Solís, quien se ofreció para señalarle el camino hacia la ambicionada Sierra de la Plata, que en realidad quedaba en la aún no conquistada región del Perú y Alto Perú. Decide entonces dejar en mayo a las naves Trinidad y Santa María con treinta hombres al mando de Antón de Grajeda para que construyera un fuerte más seguro en lo que se llamaría San Salvador, también en la Banda Oriental. El veneciano parte con cerca de 200 hombres en la San Gabriel y la goleta Santa Catalina, navegando por el río Paraná de las Palmas hasta la desembocadura del río Carcarañá.

Fundación de Sancti Spiritu

...Ago saber a vuestra merced questa tierra donde agora estamos es mui sana y de mucho fruto porque habo saber a vuestra merced que se sembraron en este tierra para probar si daba trigo y sembraron cincuenta granos de trigo y cojieron por cuenta 550 granos, esto en tres meses, de manera que se da dos vezes al año, escríbolo a vuestra merced...
Carta de Luis Ramírez desde el Puerto de San Salvador3 en el Río de Solís. 10 de julio de 1528. Archivo de Indias
En la margen izquierda del río Carcarañá, sobre una barranca saliente de seis metros de alto, en el ángulo que forma este río con el Coronda, cerca del Río Paraná, se detuvieron el 27 de mayo, e iniciaron la construcción del fuerte que se terminó el 9 de junio, fiesta de la Pascua de Pentecostés, lo que explicaría el nombre de "Sancti Spiritus" que le dieron. Allí levantaron además 20 casas, convirtiéndose en la primera población europea del actual territorio argentino.
Los guaranízados carcarañáes colaboraron tanto en la construcción del poblado como en la siembra de trigo y cebada, que resultaron así las primeras realizadas en Sudamérica.
El clérigo Francisco García construyó una pequeña capilla, donde daba misa los domingos, lunes y viernes. Esta capillita fue pues, la primera que hubo en el Río de la Plata y fue allí donde se formaron los primeros matrimonios entre indígenas y europeos.
Los trabajos de construcción del fuerte quedaron terminados el 9 de junio de 1527, fiesta católica de la Pascua de Pentecostés, lo que explica el nombre, en latín, de Sancti Spiritu (Espíritu Santo) con que lo designó Gaboto. El fuerte levantado sobre la barranca estaba rodeado por un foso de tres metros de ancho por cuarenta de largo, formando un semicírculo con una empalizada de palos a pique. Tenía dos torreones y en su interior una casa de tapias de madera y techo de paja que servía de cuartel general. Gaboto se hizo construir en el fuerte una pieza adornada por cueros con dibujos en relieve (es decir, al estilo gadamesí o guadamecil ).
Construyeron además un bergantín, y el 23 de diciembre, después de nombrar a Gregorio Caro capitán del fuerte y dejarle treinta hombres para defenderlo, Gaboto partió aguas arriba por el río Paraná. Llegó a una isla que designó Año Nuevo y allí resolvió regresar al río Carcarañá por temor a los nativos a quienes les habían quemado sus chozas y muerto a varios de ellos. Ésta fue la primera matanza de originarios en esa parte de América. Prosiguió su viaje hasta la boca del río Paraguaydonde dobló a la derecha por el Paraná, llegando en febrero de 1528 hasta un caserío guaraní, cuyo jefe se llamaba «Yaguarón». A ese lugar lo denominó Santa Ana, y debió ser el solar de la actual ciudad argentina de Itatí en la provincia de Corrientes. Comenzó luego a remontar el río Paraguay, adelantándose con su bergantín hasta la boca del río Bermejo, donde encontraron a la tribu agaces quienes les tendieron una celada, y dieron muerte a un grupo de hombres. Temeroso de males mayores inició en abril de 1528 el regreso a Sancti Spiritu.
Mientras tanto, en febrero de ese año llegaba al Río de la Plata la expedición de Diego García de Moguer. Navegando en abril por el Paraná, encontró de improviso el fuerte Sancti Spiritu. Sorprendido e indignado, ordenó al capitán Caro que abandonase el lugar, ya que esa era conquista que sólo a él le pertenecía por haber sido designado por España para explorar esas tierras. Pero vencido por los ruegos de Caro y su gente para que fuese en auxilio de Gaboto, García siguió aguas arriba y entre lo que hoy día son las localidades de Goya y Bella Vista se encontró con el piloto veneciano, quien más astuto y más fuerte lo obligó a cooperar en la búsqueda de la Sierra de la Plata.
A todo esto, en Sancti Spiritu, los españoles descuidaron la defensa del fuerte, y si bien en principio los pobladores se habían entendido bien con los indígenas de la zona, Gaboto los había maltratado y estaba convencido de que cuanto mayores fueran los castigos que les infligiera mayor respeto les impondría. Esto sólo sirvió para despertar el odio de los mismos, quienes en septiembre de 1529, antes del amanecer, tomaron por asalto la fortaleza. No bien se dieron cuenta los conquistadores de la situación, comenzaron a correr hacia los bergantines, con la intención de salvarse, lográndolo sólo algunos de ellos.
Sebastián Gaboto y Diego García de Moguer se encontraban en ese tiempo en el asentamiento de San Salvador, preparando hombres y embarcaciones y no sabían nada de lo que se estaba desarrollando en Sancti Spiritu, hasta que vieron llegar a Gregorio Caro con los sobrevivientes y la terrible noticia de la destrucción del fuerte. Inmediatamente Gaboto y García se dirigieron al fuerte intentando rescatar a sus hombres. En los alrededores de Sancti Spiritu hallaron algunos cadáveres completamente mutilados; los bergantines desfondados y hundidos, los almacenes saqueados e incendiados. Gaboto decidió entonces volver a España, donde se le inició proceso y se lo condenó a cuatro años de destierro en Orán (Argelia). Sólo cumplió dos porque Carlos I lo restituiría en su cargo de piloto mayor. Sus relatos sobre la Sierra del Plata despertaron la codicia de otros viajeros por explorar la región.
Sólo dos cañones quedaron como testigos de la primera fortaleza que se levantó en tierra argentina.

Sucesos posteriores

Una torre del fuerte de Sancti Spiritu se mantuvo erguida por varios años por lo que el sitio recibió el nombre de Torre de Gaboto.4 En 1541 Domingo Martínez de Iralaclavó una cruz de madera en las ruinas del fuerte y dejó una carta donde relataba las penurias de la primera fundación de Buenos Aires. Esta carta fue descubierta en 1545.
En 1573, Jerónimo Luis de Cabrera, el fundador de la ciudad de Córdoba, intentó establecer un puerto llamado San Luis en el sitio como salida navegable de la recientemente fundada Córdoba sin embargo al encontrarse con su compatriota pero rival Juan de Garay quien estaba bajando desde Asunción también con el objetivo de crear «puertas de la tierra», en este caso para la zona paraguaya, discutieron por quién de ambos tenía derecho real para establecerse en el sitio de la antigua "Torre de Gaboto", ninguno de los dos lo tenía, sin embargo Cabrera debió abandonar el lugar llamado desde Córdoba. De este modo la zona quedó bajo la jurisdicción de Garay y luego del cabildo de Santa Fe.
En el siglo XVII Los padres franciscanos crearon una reducción de calchaquíes.
Más tarde se formó un pequeño pueblo por el cual en 1832 pasó Charles Darwin haciendo notar cómo el gobernador santafesino Estanislao López ejercía feroces represalias contra los tobasmocovíes y abipones.
En 1891 se creó oficialmente un puerto al que se llamó Puerto Gaboto en recuerdo del navegante, recibiendo la zona una importantísima inmigración europea (principalmente procedente de Italia).
El 4 de febrero de 1942, el gobierno argentino, por Decreto n.º 112765, declaró Lugar Histórico Nacional el sitio donde fue fundado el fuerte. Excavaciones comenzadas en 2006 han localizado restos de material cerámico, metal, vidrio, líticos, restos óseos y carbón en el extremo sur de Puerto Gaboto, junto al Carcarañá, que revelan la localización de Sancti Spiritu.5

Siglo XXI

En diciembre de 2011, el arqueólogo rosarino, Guillermo Frittegotto, líder del equipo de investigación impulsado por el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe, el Museo Histórico Provincial de Rosario “Dr. Julio Marc”, y con la financiación del Consejo Federal de Inversiones, descubrió nuevos restos de la estructura del Fuerte Sancti Spiritu, “fuera de su límite original de exploración(...)en el extremo Sur-Este de Puerto Gaboto, cerca de la confluencia del río Carcarañá con el Coronda, y a unos 15 metros a cada lado de los dos cursos de agua. Esa zona es lo que sería el talud del valle de inundación de ambos ríos”. Detalló que al excavarse fuera del área original de emplazamiento "se confirmó la presencia de estructuras en el subsuelo del terreno, lo que da una pauta que el Fuerte Sancti Spiritu iba más allá del límite que teníamos pensado".6
Gracias a las tareas de excavación aparecieron restos de un muro de tapia o tierra apisonada, que tenía que ver propiamente con la estructura del fuerte. También se hallaron 52 dados de material óseo, diferentes tipos de cerámica europea, masas indígenas, elementos de metal como una llave, clavos cuadrados forjados típicos del siglo XVI y más de 300 cuentas de vidrio.6
Para Frittegotto es equivocada la teoría de arqueólogos uruguayos que sostienen que el primer asentamiento fue en el vecino país. "En realidad hubo una parada efímera (de los españoles en el Uruguay), pero no hay datos contundentes de que esto fuera así”, apuntó.6

La andaluza Lucía

En 1610, el criollo asunceno Ruy Díaz de Guzmán escribe Historia Argentina del Descubrimiento, Población y Conquista de las Provincias del Río de la Plataconocida primero como La Argentina y luego como La Argentina manuscrita, donde incluye un relato sobre el fuerte Sancti Spiritu, planteando una historia de raízeuropea.
La historia cuenta acerca de Lucía de Miranda, una mujer andaluza casada con el capitán Sebastián Hurtado. Cuando se hallan en el fuerte Sancti Spiritu, un cacique de la región, Mangoré, se enamora de Lucía. Como ésta lo rechaza, el cacique, aprovechando que muchos españoles —entre ellos Hurtado— se alejan con una expedición para buscar alimentos, decide raptar a Lucía y destruir el fuerte, adonde entra con engaños, dejando fuera una cantidad de indígenas que atacan más tarde, cuando los españoles duermen. Al entablarse la lucha, el capitán don Nuño de Lara mata a Mangoré, pero de todos modos los aborígenes destruyen el fuerte, bajo las órdenes de su hermano Siripo, y raptan a Lucía. Siripo se enamora de la mujer, la hace primero su esclava y luego la convierte en su esposa. Ya de vuelta, Hurtado intenta rescatar a su esposa y es tomado prisionero; Siripo lo condena a muerte, pero la española intercede y logra que el cacique le permita vivir allí bajo promesa de no verse ni tener relación alguna con la española. Siripo otorga una mujer a Hurtado, pero con el tiempo este rompe el pacto, y al ser descubiertos los amantes Siripo los condena a muerte. A Sebastián lo atan a un árbol y le lanzan flechas hasta matarlo y a ella la queman viva en una hoguera. Este tipo de historia, con enamorados que mueren de la manera descrita, al huir de sus familias, era común en algunos poemas europeos de la época.
Nunca se comprobó que en la expedición de Gaboto viajase una mujer, pero sí existen pruebas de la existencia de Sebastián Hurtado en el fuerte. No hay, por lo tanto, pruebas suficientes como para creer que la leyenda sea real ni para negarla, pareciendo más bien haber sido una creación del autor.
A partir de lo narrado por Guzmán, retomado a finales de siglo XVIII por Manuel José de Lavardén, luego Felipe Boero ya en la segunda década del siglo XX escribiría el drama llamado «Siripo».
Según Luis Astrana Marín, en el prólogo a las Obras completas de William Shakespeare de la editorial Aguilar (1960), el dramaturgo inglés debió conocer alguna de las versiones que corrían, a mediados del siglo XVI, sobre esta historia, y pudo inspirarle los nombres de Sebastián y Miranda, personajes de La tempestad.7

Reconstrucción

Antecedentes

En 1898, el doctor Calixto Lassaga lanzó la idea de erigir un Monumento en Puerto Gaboto que recordase la primera fundación europea en la región. El historiadorEnrique de Gandía, miembro de la Academia Nacional de la Historia, hizo suyo el proyecto aunque no llegó a concretarse.
En la década de 1940 el arquitecto Oscar E. Mongsfeld comenzó a investigar sobre el terreno la ubicación del Fuerte presentando, treinta años después, un proyecto de reconstrucción.
El mismo fue demorado y Mongsfeld falleció sin haber logrado concretar su idea. El arquitecto Emilio Maisonnave, años después, retomó el proyecto, actualizándolo de acuerdo a las características del terreno y completándolo con los estudios de Amadeo P. Soler, historiador gabotero.

Desarrollo

El proyecto propone que el terreno que ocupará el Monumento Fuerte Sancti Spiritu tendrá la forma de una elipse cuyo ejes serán de 90 y 66 metros, respectivamente; estará cercado por un foso y una rústica empalizada de troncos verticales de madera y un talud de tierra consolidada.
Dentro del área se reconstruirá la Plaza de Armas con su mástil principal para izar los estandartes, la Cámara de Gaboto sobre el eje principal al este; con sus dependencias, los cuarteles para alojamiento del personal de tropa y, finalmente, las dos atalayas.
En lo concerniente a su ubicación, no hay dudas sobre el lugar histórico, la Academia Nacional de la Historia lo ha determinado, estableciendo como sitio de emplazamiento un punto cercano a la margen del río Carcaraña con peligro de ser inundado durante las grandes crecientes; pero también ha expresado que la alameda sobre el Carcarañá puede ser considerada en toda su extensión como parte del área en que funcionó el fuerte.
También forma parte del conjunto la réplica de La Cruz de los Navegantes, ubicada a unas cuadras de la fortaleza, bien sobre la desembocadura del Carcarañá en el Coronda, situada allí por Sebastián Gaboto como una suerte de faro indicativo de la presencia de cristianos.
Finalmente, para completar el entorno del Fuerte con su puerto donde hubo astillero y se amarraron las naves, se intentará obtener una réplica de un bergantín, posiblemente el «San Telmo», construido en el lugar.
El proyecto reseñado fue aprobado por la Legislatura Provincial (ley 10875, 15/10/92) que declaró “de interés provincial la construcción del Monumento Conmemorativo del Fuerte Sancti Spiritus en la localidad de Puerto Gaboto”, y autorizó a la comuna a ejecutarlo en terrenos propios.
La reconstrucción nunca se concretó en su totalidad, sólo se pudo realizar una fase inicial consistente en el foso, la empalizada, el portal de entrada y los mástiles, además de la Cruz de los Navegantes ubicada sobre la desembocadura.
En 2012 se encuentra abandonado y algunas de sus placas recordatorias fueron hurtadas.
Los pastizales dominan el Fuerte, no habiendo por el momento nadie que cuide ó mantenga el lugar. Además la desembocadura del río Coronda en su margen Izquierdo se encuentra dominado por un complejo privado que desnaturaliza el lugar histórico que le corresponde.

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