Da mihi factum, dabo tibi ius (también:
da mihi facta, dabo tibi ius) es un
aforismo latino usado aún en la práctica judicial. Su traducción sería: «dame los hechos, yo te daré el derecho» (es decir, la consecuencia jurídica de dichos hechos). Esta regla está relacionada con:
Estos principios del
derecho romano siguen estando en vigor. Así en
derecho procesal civil es suficiente con exponer al juez la cuestión de hecho (principio de aplicación judicial del derecho) y aportar
prueba de ello.
No es necesario exponer interpretaciones doctrinales del derecho, ni concretas interpretaciones de la ley. El juez aplicará a los hechos probados, y en relación con la pretensión que se haga valer (lo que se pida), el derecho que corresponda; esto es, valora si los hechos encajan en el
supuesto de hecho de alguna norma (subsunción), para entonces aplicarla. Esta regla interfiere en parte con el
principio dispositivo, según el cual las partes pueden limitar el ámbito de lo que deba juzgarse.
Resulta problemática la aplicación del principio cuando en el pleito concurren elementos de extranjería. Difícilmente puede esperarse que el juez conozca el derecho extranjero. En
España, este principio sólo se refiere a derecho escrito, interno y general, por lo que también deberá probarse la existencia y vigencia de:
- El derecho extranjero. En otros países, como Alemania, el principio sigue rigiendo y el juez debe informarse por sí de las reglas de ordenamientos ajenos al propio, aunque para facilitarlo también se permite la prueba de éste.
- Las normas consuetudinarias.
- Las normas jurídicas escritas no publicadas en los medios oficiales destinados a ello y que tienen un ámbito de aplicación limitado.
Damnatio ad bestias o simplemente,
ad bestias (
latín para "condena a las fieras") fue un tipo particular de
pena de muerte donde los condenados eran mutilados en el
arena del circo o arrojados a una jaula de fieras, por lo general,
leones.
Historia
Asia
Daniel en el foso de los leones (c. 1615) de
Peter Paul Rubens. National Gallery of Art, Washington.
Uno de los primeros relatos, datado en el siglo VI a. C., de
damnatio ad bestias se encuentra en la Biblia. El profeta
Daniel fue arrojado a los leones por el rey
Darío I por su desobediencia, pero escapó milagrosamente de la muerte. Los acusadores de Daniel y sus familias fueron sometidos a la misma penalidad y fueron mutilados de esa forma.
1
El propósito exacto de los primeros
damnatio ad bestias es desconocido, aunque podría haber sido un sacrificio religioso más que un castigo legal,
2 especialmente en las regiones donde los leones se criaban de forma natural y eran venerados por la población, como en África y zonas de Asia. Por ejemplo, la
mitología egipcia contaba con la deidad
Ammit, que tenía la parte delantera de un león y devoraba las almas humanas o la diosa
Sejmet, que tenía la cabeza de leona. También hay relatos donde leones y cocodrilos se alimentaban de seres humanos, vivos o muertos, en el
Antiguo Egipto y
Libia, como en el caso del dios con cabeza de cocodrilo,
Sobek. La tradición de sacrificios humanos (incluidos los niños) existía, por ejemplo, en
Cartago desde finales del
siglo IV a. C. hasta mediados del
siglo II a. C., con la caída del imperio cartaginés.
3 4 5
La
damnatio ad bestias es mencionada como castigo por los historiadores de las campañas de
Alejandro Magno. Por ejemplo, en Asia Central, un macedonio llamado Lisímaco, que había hablado ante Alejandro por una persona condenada a muerte, fue arrojado a un león, pero le venció con sus propias manos y se convirtió en uno de los favoritos de Alejandro. Durante la
Guerra de los Mercenarios, el general cartaginés
Amílcar Barca arrojó prisioneros a las fieras,
6 mientras que
Aníbal obligó a los romanos capturados en las
guerras púnicas a luchar entre sí, y los sobrevivientes tuvieron que enfrentarse a elefantes.
7
Antigua Roma
Los leones eran raros en la Antigua Roma y los sacrificios humanos fueron prohibidos, según la leyenda, por
Numa Pompilio en el
siglo VII a. C.. La
damnatio ad bestias no apareció como una práctica espiritual, sino más bien como un espectáculo.
Al condenado se le podía atar a un poste o ser forzado a asumir el papel protagonista de un
personaje mitológico despedazado por una bestia (por ejemplo, el suplicio de Prometeo, a quien un águila le devoraba su hígado diariamente, porque cada día le volvía a crecer). Las fieras eran azuzadas por ayudantes que les enfurecían con muñecos, trapos o pinchos. Además de los leones, se utilizaban otros animales salvajes, como
osos,
tigres,
leopardos, panteras negras y
toros. Las
damnatio ad bestias se llevaban a cabo por la mañana o antes de los combates de
gladiadores, cuando el público era particularmente numeroso. Fueron presentados por primera vez en el
Foro Romano como actitud ejemplarizante, donde al condenado se le ataba a un poste y ante el éxito, fueron localizados posteriormente en los
anfiteatros.
La Lex Petronia 61 prohibió a los amos arrojar al esclavo a las fieras sin la decisión de un juez.
Damnatio memoriae es una locución
latina que significa literalmente «condena de la memoria». Era una práctica de la
antigua Roma consistente en, como su propio nombre indica, condenar el recuerdo de un enemigo del Estado tras su muerte. Cuando el
Senado romano decretaba oficialmente la
damnatio memoriae, se procedía a eliminar todo cuanto recordara al condenado: imágenes,
monumentos, inscripciones, e incluso se llegaba a la prohibición de usar su nombre. Muchos
emperadores también se vieron afectados por esta práctica.
La fórmula Damnatio memoriae es un término moderno que no era utilizado en la Antigüedad. El primer documento académico del cual tenemos noticia en donde se utiliza dicha expresión data de 1689 y es una tesis jurídica escrita en Leipzig por Christoph Schreiter intitulada De Damnatione Memoriae.
Tondo con la familia de
Septimio Severoen el que aparecen retratados Severo, su esposa
Julia Domna, sus hijos
Caracalla y
Geta, cuya cara ha sido borrada por su
damnatio memoriae ordenada por su hermano y asesino Caracalla.
Procedimiento
El balance del reinado de un
emperador romano se hacía después de su muerte, cuando el
Senado convocaba a una sesión y decidía en ella si el gobernante recién fallecido se había convertido en un
dios y merecía por tanto que se le rindiera culto público. En ciertos casos se admitía la divinización del emperador difunto y se le rendía homenaje; en otros simplemente se elevaban oraciones en su honor y se admitía su culto dentro de su
gens como parte del usual
culto a los antepasados en Roma, pero en casos especiales, cuando el emperador muerto resultaba manifiestamente impopular y detestable (o si el sucesor deseaba imponer una visión muy negativa del fallecido), el Senado decretaba la
damnatio memoriae y el nombre del perjudicado era borrado de monumentos, pinturas, monedas, edificios, etc., acto denominado
abolitio nominis (borrar su nombre de las inscripciones).
Las estatuas del difunto condenado eran destruidas, junto con toda representación física de su imagen; sus leyes y decisiones eran abrogadas o se consideraban como emitidas por su sucesor. Similar suerte corrían las obras que había construido, que si escapaban a la destrucción se consideraban erigidas por sus sucesores. Esta práctica era conocida en el mundo helenístico y se introdujo en Roma después de la muerte de
Julio César. Ciertos emperadores recibieron tras su muerte la
damnatio memoriae casi por aclamación popular unánime pero sin aprobación oficial del
Senado romano, como sucedió con
Calígula y sus familiares directos. En realidad, solo tres emperadores romanos sufrieron de modo oficial la
damnatio memoriae:
Domiciano,
Publio Septimio Geta y
Maximiano. Esta práctica podía extenderse a personas que nunca habían adquirido la dignidiad de emperador pero habían sido condenadas por crímenes especialmente odiosos como la
traición y
lesa majestad. Tal fue el caso de
Lucio Elio Sejano, cortesano favorito de
Tiberio, que luego fue acusado de liderar un amplio complot contra su soberano.
La
damnatio era lo contrario de la
Apoteosis, cuyo significado era que el emperador fallecido obtenía la deificación y recibía público homenaje por ello, al considerar que estaba «ascendiendo al cielo de los dioses».
2 No obstante, queda cuestionado el hecho de si la
damnatio memoriae cumplía sus fines, pues en la práctica resultaba muy difícil borrar todo recuerdo de un romano importante, menos aún de un emperador, tanto por su mención en
crónicas e historias como por la imposibilidad física de controlar la difusión privada del recuerdo de un difunto, así como por el hecho mismo de que la
damnatio memoriae era un castigo destinado a impresionar al pueblo de Roma y para ello era preciso
mantener el recuerdodel condenado.
Emperadores romanos condenados
Estos son algunos de los emperadores romanos condenados:
2
Fuentes clásicas sobre la damnatio
- Institutiones 3, 1, 5; 4, 18, 3.
- Digesto 24, 1, 32, 7; 28, 3, 6, 11; 31, 76, 9.
- Codex Iustinianus 9, 8, 6.
Prácticas similares en otros momentos históricos
Inscripción honoraria romana procedente de
Mérida (Badajoz, España) dedicada en honor del emperador Galieno, cuyo nombre ha sido borrado por instigación del usurpador
Póstumo, cuando las provincias hispanas juraron lealtad al
Imperio Gálicoen 260.
Fotografía de
Stalin con Molotov, el general Voroshilov, y Nikolái Yezhov (jefe de la
NKVD), en 1937.
Cuando Yezhov fue arrestado y ejecutado por orden de Stalin en abril de
1939, esta fotografía fue retocada para que Yezhov no apareciera en ella.
- El faraón de la Dinastía I de Egipto, Semerjet, borró todos los datos de su predecesor, Adyib, borrando su nombre de archivos y monumentos. En el caso egipcio, destruir el nombre de un muerto resultaba una agresión especialmente dañina, al perjudicar la estancia del difunto en el país de los muertos tras el Juicio de Osiris.
- Los testimonios de la Reina faraón Hatshepsut (ca. 1490–1468 a. C.) fueron sistemáticamente borrados, tras su fallecimiento, por su sobrino y sucesor Tutmosis III debido a la presunta usurpación del trono por parte de Hatshepsut.
- Cuando el pastor Eróstrato incendió el Templo de Artemisa en 356 a. C. para convertirse en personaje famoso, los gobernantes de Éfeso procuraron desalentar en el futuro semejantes actos y por ello decretaron que el nombre de Eróstrato fuera borrado de todo recuerdo humano y que jamás debía ser mencionado, ni registrado en documento alguno, bajo pena de muerte.
- En 897, el papa Esteban VI aplica la damnatio memoriae a su antecesor, el papa Formoso durante el “Concilio cadavérico”, “Sínodo del terror” o "Sínodo del cadáver". El cadáver de Formoso fue desenterrado, vestido con los ropajes clericales y sometido a un juicio, en donde fue declarado culpable de diversos delitos. Como resultado, sus decretos y ordenaciones fueron declaradas inválidas, los tres dedos de su mano con los que impartía la bendición fueron cortados y su cadáver arrojado al Tíber, decretando Esteban VI que Formoso debía ser considerado como si jamás hubiera ejercido el pontificado (luego, el cadáver fue rescatado de las aguas por un monje).
- En 1355 el dux veneciano Marino Faliero intentó hacerse con el gobierno de la República de Venecia mediante una revuelta armada contra sus instituciones políticas. La conspiración fue descubierta prontamente, por lo cual Faliero fue procesado y ejecutado por orden del Consejo de los Diez. Tras su muerte, Faliero fue condenado a una efectiva damnatio memoriae. En la Sala del Maggior Consiglio, donde se colocaban retratos de todos los dogos que gobernaron Venecia, su imagen fue cubierta con un manto negro, en el cual se lee hasta la actualidad una inscripción en latín: Hic est locus Marini Falieri decapitati pro criminibus ("Este es el sitio de Marino Faliero, decapitado por sus crímenes").
- En la Unión Soviética, desde 1934 hasta 1953 el régimen de Stalin tuvo la costumbre de practicar la damnatio memoriae contra sus enemigos políticos, prohibiendo bajo severas penas toda mención de sus nombres y eliminando éstos de la prensa, libros, registros históricos y documentos de archivo. Tal medida incluía a los escritos de tales personajes, los cuales eran sacados de la circulación y destruidos. Incluso las fotografías oficiales resultaban retocadas por la censura del régimen para eliminar de allí a los "personajes incorrectos". Víctimas de esta práctica fueron León Trotsky, Nikolái Bujarin, Grigori Zinóviev y muchos otros líderes políticos que en alguna ocasión cayeron en desgracia ante Stalin (como sus jefes de la policía secreta, Génrij Yagoda y Nikolái Yezhov).
- Tras el golpe de Estado de 1955 en Argentina contra Juan Perón, el régimen posterior prohibió que se mencionase públicamente el nombre del presidente constitucional derrocado, sea de modo verbal o por escrito. Los edificios públicos y demás lugares nombrados en homenaje a Perón y de su esposa Eva Perónfueron cambiados de denominación. A Juan Perón no se lo mencionaba por su nombre en escritos oficiales, sino con la ofensiva denominación de "el Tirano Depuesto".
- Los nombres de Hosni Mubarak y de su esposa Suzanne, luego de que él fuera depuesto por la Revolución egipcia de 2011, fueron eliminados de lugares públicos, como calles, parques, edificios o instalaciones de cualquier clase.3
- En febrero de 2013, la página web de la Casa Real Española añadió una entrada en el archivo robots.txt,4 que incluía el apellido de Iñaki Urdangarin. Eliminando con la sintaxis de este archivo los resultados de búsquedas realizadas en esa página por google y que incluyan esta palabra.5
Obras de ficción
En la
novela 1984, de
George Orwell, un Estado
totalitario usa algunas veces contra sus enemigos la "vaporización", que consiste en eliminarlo físicamente y, además, borrar todo recuerdo de él en
periódicos y registros (algo similar, por tanto, a la
damnatio memoriae).
De gustibus non est disputandum es un
adagio en
latín ocasionalmente difundido en nuestros días. Significa
sobre gustos no se disputa1 2 y su equivalente más próximo en castellano serían frases como «sobre gustos no hay nada escrito» o «para gustos hay colores». La frase intenta subrayar la
subjetividad e inutilidad de las discusiones en cuestiones de gustos personales.
Al contrario lo que se pueda pensar, la frase no tiene origen en la
Roma clásica (solía ser atribuida a
Cicerón), pues en esa época
estsería un
pleonasmo, por lo que se considera que la frase debió surgir durante el
edad media o se trata de un ejemplo de
latín macarrónico.
[cita requerida] La frase en latín clásico sería
de gustibus non disputandum.
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