miércoles, 23 de enero de 2019

EVANGELIO Y LECTURA DEL 27 DE ENERO DEL 2019


Lecturas del Domingo 3º del Tiempo Ordinario - Ciclo C

Primera lectura

Lectura del libro de Nehemías (8,2-4a.5-6.8-10):

EN aquellos días, el día primero del mes séptimo, el sacerdote Esdras trajo el libro de la ley ante la comunidad: hombres, mujeres y cuantos tenían uso de razón. Leyó el libro en la plaza que está delante de la Puerta del Agua, desde la mañana hasta el mediodía, ante los hombres, las mujeres y los que tenían uso de razón. Todo el pueblo escuchaba con atención la lectura de la ley.
El escriba Esdras se puso en pie sobre una tribuna de madera levantada para la ocasión.
Esdras abrió el libro en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas:
«Amén, amén».
Luego se inclinaron y adoraron al Señor, rostro en tierra.
Los levitas leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura.
Entonces, el gobernador Nehemias, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea:
«Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios: No estéis tristes ni lloréis» (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley).
Y añadieron:
«Andad, comed buenas tajadas, bebed vino dulce y enviad porciones a quien no tiene, pues es un día consagrado a nuestro Dios. No estéis tristes, pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».

Palabra de Dios

Salmo

Sal 18,8.9.10.15

R/.
 Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

V/. La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante. R/.

V/. Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos. R/.

V/. La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos. R/.

V/. Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia
el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío. R/.

Segunda lectura

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (12,12-30):

Hermanos:
Lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, a pesar de ser muchos, son un solo cuerpo, así es también Cristo.
Pues todos nosotros, judíos y griegos, esclavos y libres, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo. Y todos hemos bebido de un solo Espíritu.
Pues el cuerpo no lo forma un solo miembro sino muchos.
Si el pie dijera: «No soy mano, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: «No soy ojo, luego no formo parte del cuerpo», ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso.
Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?
Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo.
El ojo no puede decir a la mano: «No te necesito»; y la cabeza no puede decir a los pies: «No os necesito». Más aún, los miembros que parecen más débiles son más necesarios. Los que nos parecen despreciables, los apreciamos más. Los menos decentes, los tratamos con más decoro. Porque los miembros más decentes no lo necesitan.
Ahora bien, Dios organizó los miembros del cuerpo dando mayor honor a los que menos valían.
Así, no hay divisiones en el cuerpo, porque todos los miembros por igual se preocupan unos de otros.
Cuando un miembro sufre, todos sufren con él; cuando un miembro es honrado, todos se felicitan.
Pues bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
Y Dios os ha distribuido en la Iglesia: en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas.
¿Acaso son todos apóstoles? ¿O todos son profetas? ¿O todos maestros? ¿O hacen todos milagros? ¿Tienen todos don para curar? ¿Hablan todos en lenguas o todos las interpretan?

Palabra de Dios

Evangelio

Evangelio según san Lucas (1,1-4;4,14-21), del domingo, 27 de enero de 2019
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Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,1-4;4,14-21):

Ilustre Teófilo:
Puesto que muchos han emprendido la tarea de componer un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros, como nos los transmiteron los que fueron desde el principio testigos oculares y servidores de la palabra, también yo he resuelto escribírtelos por su orden, después de investigarlo todo diligentemente desde el principio, para que conozcas la solidez de las enseñanzas que has recibido.
En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendió por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas, y todos lo alababan.
Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:
«El Espíritu del Señor está sobre mí,
porque él me ha ungido.
Me ha enviado a evangelizar a los pobres,
a proclamar a los cautivos la libertad,
y a los ciegos, la vista;
a poner en libertad a los oprimidos;
a proclamar el año de gracia del Señor».
Y, enrollando el rollo y devolviéndolo al que lo ayudaba, se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él.
Y él comenzó a decirles:
«Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír».

Palabra de Dios


Comentario al Evangelio del 

Fernando Torres cmf

De la ley antigua a la ley nueva
      Este domingo entre la primera lectura y el evangelio hay una distancia enorme. La primera lectura relata un momento de la historia de Israel en que el pueblo, una vez vuelto del destierro, escucha de nuevo la proclamación de la ley. Es la ley de Dios. Son las normas que Dios dio a sus padres en el pasado y que deben ser obedecidas en todo momento. A cambio el pueblo tendrá la vida. Si el pueblo fue vencido por sus enemigos y tuvo que ir al destierro, fue precisamente porque no obedeció esas normas como debía. 
      En el Evangelio nos encontramos con una situación muy distinta. Jesús ha vuelto a su ciudad natal después de un tiempo fuera. Ya ha comenzado su vida pública y a sus conciudadanos ha llegado su fama. Se siente enviado por Dios para predicar el Reino de Dios. ¿Estamos ante una nueva proclamación de la ley? ¿Va a dar Jesús unas normas nuevas en oposición a las que desde antiguo había recibido el pueblo? Posiblemente sus conciudadanos se hacían también estas preguntas. Por eso, cuando entra en la sinagoga, le invitan a hacer una lectura de los profetas y a que les hable. 
      Sorprendentemente, Jesús escoge un texto que no habla de normas ni de leyes. Habla más bien de él mismo y de su misión. Jesús se sirve de un texto del profeta Isaías para explicar a sus conciudadanos, y de paso también a nosotros, cuál es el contenido de su misión, por qué está predicando por los pueblos y los caminos de Galilea. Es que Jesús se siente dominado, poseído, por el Espíritu de Dios. Ese espíritu no hace de él alguien superior a los demás. No le convierte en un rey que, como el resto de los reyes de la tierra, se vale de su autoridad para dominar, oprimir y esclavizar. Él ha sido enviado para anunciar la buena nueva a los pobres, liberar a los cautivos y devolver la vista a los ciegos. Ésa es su misión. 
      No se trata por tanto de que Dios, a través de Jesús, nos vaya a dar normas nuevas, quizá más fáciles, quizá más difíciles, que tenemos que obedecer. En absoluto. Jesús viene a hablarnos de un Dios que nos trae la salvación, que quiere que seamos libres, que dejemos de sufrir, que seamos felices. Ésa es la misión de Jesús. Los que hoy formamos su comunidad, somos los encargados de llevar esta buena nueva a los que sufren, a los oprimidos, a los cautivos, a los pobres. Para que todos conozcan al Dios que nos ama y nos salva. 

Para la reflexión
      ¿Hay cerca de ti personas que necesitan ser liberadas de alguna opresión? ¿Tú mismo, quizá? ¿Cómo te libera Jesús? ¿Cómo libera a tu familia? ¿Te dejas liberar?

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