Esencia genérica (teoría de la): Núcleo / Cuerpo / Curso
La voluntad de alcanzar definiciones esenciales nos parece ineludible en una construcción racional, científica o filosófica. La rigidez no es una característica de las definiciones esenciales sino, a lo sumo, de las definiciones esenciales según el formato porfiriano, por género y diferencia específica, orientadas a determinar una especie o esencia invariable y distributiva. Pero cabe considerar otro tipo de esencias y de definiciones esenciales: esencias no rígidas, sino variables, según reglas de variación o transformación conceptual que puedan corresponder a la misma variedad empírica que, de este modo, podría quedar internamente conceptualizada. Una esencia genérica tiene la forma de una totalidad sistemática [49] que, por sí misma, sólo pueda expresarse mediante el desarrollo en sus partes (entre ellas, las especies) más heterogéneas y opuestas entre sí, incluyendo aquellas fases en las cuales la esencia misma desaparece y se transforma en su negación. En otras ocasiones denominamos “esencias plotinianas” [817] (especies plotinianas, géneros plotinianos, etc.) –contraponiéndolos a las “esencias porfirianas” (esencias constituidas por la composición de un género próximo y una diferencia específica)– a aquellas totalidades evolutivas o transformativas que se desenvuelven según líneas muy heterogéneas, sin perjuicio de la unidad dada en su misma transformación (Plotino, Enéadas, VI, 1, 3: “La raza de los heráclidas forma un género, no porque tengan un carácter común, sino por proceder de un sólo tronco”). El intento, tan estimable por otro lado, del estructuralismo al modo de Lévi-Strauss, en el sentido de entender las esencias (o “estructuras”) como invariantes de grupos algebraicos de transformación, se ha revelado como excesivamente rígido. Ha cultivado un pseudo-rigor que conduce muchas veces al terreno de la ciencia-ficción. Una ciencia-ficción que además, y dicho sea de paso, resulta ser más fijista que evolucionista.
El mínimum de una Idea ontológica de esencia genérica, como totalidad procesual susceptible de un desarrollo evolutivo interno, comporta los siguientes momentos:
(1) Ante todo, un núcleo a partir del cual se organice la esencia como totalidad sistemática íntegra. El núcleo no puede confundirse con la diferencia específica (distintiva e invariante) de los conceptos clasificatorios. Es, más bien, una diferencia constitutiva, que ni siquiera tiene que ser invariante (un proprium, en el primer sentido de Porfirio). El núcleo es más bien, el germen o manantial (“género generador”) del cual fluye la esencia y es el que confiere, incluso a aquellas determinaciones de la esencia que se hayan alejado del núcleo hasta el punto de perderlo de vista, la condición de partes de la esencia. Ahora bien: aunque el núcleo es género generador respecto de la esencia, él mismo es resultado de un género generador previo, el que denominamos género radical (o raíz) que ya no se incorporará a la esencia como si fuera un género porfiriano, puesto que él habrá de comenzar a ser de-sestructurado para, en reestructuración característica, por anamórfosis, [94] dar lugar al núcleo; un núcleo que, por relación a su raíz, desempeña el papel de una diferencia específica respecto del género radical. (Por ejemplo: el género radical del núcleo de la religión es la religión natural.)
(2) Pero el núcleo no es la esencia, porque la esencia sólo se da (como “género generado”) en su desarrollo. El núcleo no es la sustancia aislada. Pertenece siempre a un contorno o medio exterior que, a la vez, lo configura y, sobre todo, mantiene la unidad de la esencia precisamente incluso en el momento en el cual el núcleo se transforma y aún llega al límite de su desvanecimiento. La exterioridad respecto del núcleo es, pues, en esta concepción dialéctica de la esencia, simultáneamente fundamento de la estabilidad de la esencia y de la variación interna del núcleo. El conjunto de aquellas determinaciones de la esencia que proceden del exterior del núcleo, pero que lo envuelven a medida que van apareciendo, de un modo constante, podría ser denominado “cuerpo” (o “corteza”) de la esencia. El cuerpo, podría decirse, crece por capas acumulativas. La dialéctica del cuerpo de la esencia cabría ponerla en el mantenimiento (al menos genérico, es decir, dado en medio de sus variaciones homólogas y análogas a otras esencias) de las determinaciones que la esencia va recibiendo en cada punto de su desarrollo, en cuanto proceden de la exterioridad del núcleo.
(3) El núcleo, envuelto por su cuerpo (genéricamente invariable) y, por tanto, en razón del medio, se modifica internamente (y con él, la propia esencia se desarrolla según la forma evolutiva de una metamorfosis) dando lugar a las fases o especificaciones evolutivas de la esencia genérica (que afectan también al cuerpo, sin menoscabo de su invariancia genérica). El conjunto de tales fases constituye lo que podría llamarse el curso de la esencia. Su límite, habrá que ponerlo en el momento en que tenga lugar la eliminación absoluta del núcleo. Y con ello, lógicamente, la eliminación del propio cuerpo de la esencia.
Este mínimum que atribuimos a la Idea de esencia genérica (núcleo, cuerpo, curso) y, según la cual, una esencia genérica en modo alguno podrá ser reducida a su núcleo (puesto que el cuerpo también es esencial, y por tanto, su curso: la esencia sólo se muestra en el desarrollo de las determinaciones específicas) puede ilustrarse en el campo de la teoría de la religión, en el de la teoría política y, desde luego, con ejemplos tomados de dominios categoriales muy alejados de aquéllos. Limitémonos a un ejemplo geométrico: Si las cónicas son una esencia genérica del campo matemático, su núcleo podría ponerse en la intersección del plano secante y la superficie del cono (ambos son componentes o elementos del núcleo); el cuerpo de esa esencia genérica estaría constituido por el conjunto de funciones polinómicas (con sus parámetros) que convienen a las líneas de intersección respecto de sistemas exteriores de coordenadas; el curso de esta esencia es el conjunto de las especies (elipse, hipérbola, etc.) que van apareciendo, y, entre las cuales, figurarán la recta y el punto como “curvas degeneradas” (en las cuales el núcleo desaparece).
http://www.filosofia.org/filomat/df056.htm
Géneros: Porfirianos / Plotinianos / Generadores / Modulantes / Analogía (atribución y proporcionalidad)
Las Ideas o Conceptos porfiriano-linneanos son aquellos que definió Porfirio (232-304), tales como “poliedro regular” o “vertebrado”, que se caracterizan porque el acervo connotativo que constituye su definición se distribuye en cada una de sus subclases o elementos con independencia los unos de los otros (los cubos o los dodecaedros son poliedros regulares independientemente los unos de los otros). Los géneros porfirianos designan aquel tipo de conceptos universales de carácter unívoco que se dividen en especies, consideradas como independientes unas de otras. Linneo, que en su clasificación de las plantas y de los animales utilizó los conceptos de género y especie (distinguiendo, a su vez, órdenes, clases, tipos, reinos, etc.), llevó hasta el extremo la condición de independencia de cada una de las especies respecto de las otras, que afirmó que Dios había creado a cada una de las especies, y “que las especies que existen son tantas cuantas Dios creó en el principio”.
Los géneros plotiniano-darwinianos designan a los conceptos universales que se dividen en especies tales que no son propiamente independientes las unas de las otras, puesto que media un orden entre ellas, e incluso este orden es de naturaleza genética. Las Ideas o Conceptos plotinianos determinan (a diferencia de los porfirianos) clases definidas por conjuntos de notas o acervos connotativos que se aplican a cada subclase o elemento en cuanto derivan o proceden de otras subclases o elementos de la clase general. Y los llamamos plotinianos en atención a un texto de Plotino (205-270) que dice: “La raza de los heráclidas forma un género, no porque tengan un carácter común, sino por proceder del mismo tronco”. Esta acepción de género fue utilizada por el evolucionismo darwinista al mantener que las especies animales o vegetales no están dadas independientemente unas de otras, sino que descienden las unas de las otras. El género superior (tipo) de los vertebrados se despliega en los géneros subalternos (clases) de los peces, anfibios, reptiles, aves y mamíferos. Desde el punto de vista evolucionista (darwinista), la unidad del género superior “Vertebrado” no es una unidad unívoca derivada de la consideración de unos componentes abstractos comunes a estos vivientes (como pensaba Linneo), como si estos componentes se distribuyeran directamente (creados por Dios) en los géneros o especies consabidas. La unidad del género “Vertebrado” es la unidad de la concatenación atributiva [24] de las clases que, comenzando por los peces (como primer analogado), van desarrollándose, de modo lineal o ramificado, por las diferentes clases o géneros generadores.
Género generador [56] designa aquellos géneros cuyo alcance trasciende la esfera meramente lógica (propia de los géneros linneanos), arrastrando la connotación de “generación” de las especies por el género, en el sentido darwiniano. La sociedad natural humana, por ejemplo, es el género generador de la sociedad política, lo que implica decir que la sociedad política no surge directamente de una sociedad prehumana, sino que se organiza a partir de una sociedad humana natural y dada en un estado muy avanzado de su evolución. Pero la sociedad natural no la entendemos como género porfiriano, que pueda ser tomado en su acabada estructura a fin de sobreañadirle una diferencia específica. A la sociedad natural le atribuimos el papel de un género radical, de una raíz genérica, lo que es tanto como decir que será preciso que este género, una vez alcanzado un determinado grado de desarrollo, se descomponga, se desintegre o de-genere para (en el supuesto de que la desintegración no conduzca a una regresión a estadios anteriores o simplemente a la desaparición de la sociedad) poder asistir a una re-generación o re-estructuración en una forma más compleja y diferenciada que es justamente la que llamamos sociedad política [553-608].
La distinción entre géneros porfirianos y plotinianos es pertinente en una teoría política de la izquierda. En efecto, es muy distinto tratar a “la izquierda” como si fuese un género que se divide en especies independientes, o bien como un género cuyas especies mantienen relaciones internas e incluso derivan las unas de las otras. La unidad de los seis géneros de “izquierdas definidas” la concebimos como enteramente similar a la unidad de concatenación de los géneros de vertebrados de nuestro ejemplo; entre ellas median relaciones de unidad propias de los géneros plotinianos (o darwinianos). La izquierda radical (la izquierda revolucionaria que tomó el nombre de su situación topográfica en la Asamblea francesa de 1789) es un género generador de otras corrientes de la izquierda (por ejemplo, de la izquierda liberal y de la izquierda comunista). Por su parte, la Idea objetiva de Derecha es una idea que definimos como género plotiniano (por tanto, como una idea histórica), que dice referencia esencial al Antiguo Régimen, en cuanto éste resultó ser atacado por las izquierdas revolucionarias. Es una Idea que se nos presenta, en principio, como una idea positiva, y más simple que la Idea general de Izquierda, cuya unidad comienza siendo negativa (del Antiguo Régimen) y, por tanto, amorfa, como es el concepto de in-vertebrado. La derecha tradicional o alineada (las variedades o modulaciones de la derecha herederas de las respuestas que el Antiguo régimen y sus herederos pudieron dar a las embestidas de las izquierdas: la derecha primaria, derecha liberal y derecha socialista) tiene una inequívoca unidad directa de estirpe, a diferencia de la unidad que corresponde a las izquierdas. Para atender a estas diferencias llamamos modulaciones a las variedades o géneros de unidad genealógica de la derecha tradicional, reservando el término generaciones, en cuanto independientes las unas de las otras, para conceptuar a las distintas variedades o géneros de la izquierda [732].
La doctrina de los géneros variacionales (modulantes o anómalos) permite comprender la posibilidad de partir de una especie de suerte tal que, tras ser analizada en sus constituyentes o componentes, nos permita pasar diaméricamente [34] a otras especies, en una suerte de recurrencia, pero a través de la cual podría determinarse el “género ajorismático” (condición de un predicado, estructura o esencia, de no ser separable de los sujetos, partes o fenómenos, en los que se realiza).
Los géneros variacionales o anómalos tienen mucho de géneros distributivos [24] o, por lo menos, no son géneros que exijan ser siempre tratados como totalidades atributivas. Son géneros no porfirianos y, a la vez, distributivos y variacionales, es decir, modulantes (en el sentido que recibe el término “módulo de una operación” por conducir a términos variacionales que no son el mismo módulo: 5x1=5; 8x1=8…). En todo caso, hay que tener en cuenta la posibilidad de pasar de un tipo de genericidad a otro, según la perspectiva que se adopte. La “ecuación general de las cónicas” podría considerarse, desde algún punto de vista, como una totalidad genérica atributiva, puesto que sus términos se componen algebraicamente mediante operaciones de adición y producto [ax2+by2+cxy+dx+ey+f=0]; sin embargo, en la medida en que los coeficientes puedan tomar valores cero, resulta que las operaciones aditivas desempeñan el papel de alternativas lógicas y la totalidad se nos aproxima a la forma de un sistema distributivo variacional.
Es conveniente atenernos a la idea del “género variacional” como forma genérica no porfiriana pero distributiva “por sí misma”, es decir, no en función de genericidades atributivas de origen. La idea género variacional (un género que, para serlo, debe poder resolverse en varios componentes o factores, susceptibles de variación independiente), permite dar cabida a las necesidades de ampliación de la rígida idea de los géneros unívocos porfirianos, así como de su carácter “absorbente” de las diferencias (el desarrollo del género unívoco en sus especies, o desarrollo subgenérico, tiene efectos comparables a los de los términos llamados absorbentes, que reducen cualquier otro término del sistema a su propia figura: 5 x 0 = 0; 12 x 0 = 0). Necesidades que ya fueron reconocidas por los escolásticos por medio del concepto de analogía y, en particular, del concepto de “analogía de desigualdad”: a través de la analogía inaequalitatis llegaban a reconocerse diferencias incluso en la “participación esencial” del género en las especies y, aún más, de las especies en sus individuos; lo que equivalía al reconocimiento de que los individuos humanos, por ejemplo, no participan unívocamente en la “sustancia segunda” humana (Tomás de Vio, Cayetano, Tractatus de Nominum Analogia, cap. I, 35. En Summa Sacrae Theologiae, tomo 1, Lyon 1575, págs. 515-524).
Ahora bien, el concepto de analogía (que ni siquiera puede considerarse un concepto, sino, por lo menos, dos, porque el término “analogía” cubre tanto a la “analogía de proporción simple” o de atribución, como a la “analogía de proporción compuesta” o de proporcionalidad, siendo ambas de naturaleza enteramente heterogénea) carece de aptitud para acoger a los “géneros variacionales” o anómalos; y esto porque, en el caso de los análogos de atribución, la genericidad distributiva desaparece, aunque no desaparezca la estructura de la totalidad (el significado principal, correspondiente al primer analogado, no es genérico respecto de los modos que se atribuyen a términos conectados con él). Juan de Santo Tomás ya subrayaba (Ars logica) que los análogos de atribución no son ni siquiera conceptos, sino “complejos de conceptos”. Y en el caso de los análogos de proporcionalidad, la distributividad se mantiene, pero no de modo variacional, puesto que los inferiora se nos dan, no ya fuera de toda seriación, sino incluso fuera de toda modulación sistemática (digamos de modo amorfo, o indeterminado). De ahí la tendencia a interpretar a los análogos de proporcionalidad como predicados unívocos, sólo que no monádicos, sino diádicos o n-ádicos: “triple” sería un predicado análogo de proporcionalidad 12/4 = 15/5 = 18/6… pero, a la vez, sería unívoco. Tales son los motivos principales de nuestra reticencia hacia la utilización del concepto tradicional de “analogía” como alternativa para dibujar la situación de unos géneros no porfirianos que, sin embargo, sean a la vez distributivos y variacionales, es decir, modulantes.
Ahora bien: ¿cómo podemos concebir un genericidad (“anómala”, mejor que “análoga”) que, sin perjuicio de ser distributiva, se desarrolle en términos específicos tales que, sin embargo, contengan variación interna (no meramente externa, de proporción simple) y determinada sistemáticamente (no amorfa, como los análogos de proporción compuesta) del género y, en muchos casos, una seriabilidad de los términos especificados? No conocemos otra vía que la combinatoria. Un ejemplo: el concepto elemental de “palanca” es un concepto genérico respecto de sus diversas especies; estas especies son distributivas, puesto que cada especie de palanca realiza el concepto genérico con independencia mutua. Pero las especies (o géneros) de palanca no son unívocas, absorbentes: cada una modula inmediatamente a un género ajorismático, el constituido por tres formantes [P,A,R] que pierden, además, su significado cuando se separan el uno del otro; las especies constituyen variaciones inmediatas del género, y son tres: (P,R,A), (R,P,A) y (P,A,R), puesto que las permutaciones algebraicas (A,R,P), (A,P,R), (R,A,P) se consideran equivalentes (en sus contrapartidas mecánicas) a sus correspondientes inversas. El género se divide aquí inmediatamente en sus especies, puesto que sus “factores” o “formantes” han de estar trabados necesariamente según algunas de las alternativas dadas, y no cabe pensar en un jorismós (condición de un predicado, estructura o esencia que se supone exenta respecto de los sujetos, partes o fenómenos a los cuales se aplica). En la terminología común hablamos de “géneros de palanca” (no de especies de palanca), pero esta dificultad terminológica puede resolverse bien sea considerando a los géneros de palanca como géneros subalternos de un Género superior (correspondiente al concepto genérico de palanca) bien sea interpretando al concepto de palanca como una “familia” con tres géneros.
Por lo demás, ante un género como el de [P,R,A] y sus especies reconoceremos que media una conexión muy similar a la de los conceptos conjugados [53], si tenemos en cuenta que el concepto genérico, como tal, [P,R,A], sólo tiene sentido en tanto consiste en cifrar la relación diamérica entre las “especies” (P,R,A), (R,P,A) y (P,A,R); así como también cada una de estas especies sólo satisface el concepto en cuanto sus notas o formantes se ligan como alternativas dadas en el género. La representación gráfica de los géneros anómalos más adecuada ya no será la representación arborescente de los géneros porfirianos, sino la representación matricial.
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