Idea generalísima de fin
Es una idea sincategoremática. El fin es siempre “fin de algo”, y sólo por referencia a este “algo” cobra significado. Llamaremos “referente” a ese algo que pueda ser pensado como soporte o sujeto lógico de un fin (por ejemplo, en la expresión “fin del Mundo”, el referente será “el Mundo”). Un algo o referente al que se le pueda atribuir algún modo de finalidad es una multiplicidad simultánea o sucesiva. Y, como tal multiplicidad, en tanto que unificada, tomará la forma (precisamente a través de la Idea de Fin) de una totalidad (de una configuración –si la multiplicidad es de simultaneidad– o de un proceso –si la multiplicidad es de sucesión). La forma de totalización tendrá lugar en situaciones en las cuales la multiplicidad (procesual o configuracional) se unifica en función de un término o conjunto de términos que siendo “externo” a ella misma (un resultado, en el caso de la multiplicidad procesual, un contexto, en el caso de la multiplicidad configuracional), sin embargo determina la unificación “interna” (totalización, globalización). La identificación (sintética puesto que procede de la “exterioridad” del referente) entre la determinación externa del referente y la unidad interna de la multiplicidad de sus partes constituye, según nuestra propuesta, el mismo contenido de la Idea de Fin.
Según esto, la finalidad dice identificación sintética entre un proceso (o configuración) y su resultado (contexto) cuando este resultado (contexto) se nos muestre como condición necesaria para la constitución de la unidad del propio proceso (configuración) como tal; por tanto, gracias a la finalidad, el referente se “auto-sostiene” (incluso se “re-produce”) como tal, lo que significa que la multiplicidad (procesual o configuracional) de partes de que él consta, está ordenándose y de suerte que la ordenación sea constitutiva de la unidad según alguna de las formas alternativas posibles (en el límite: una sola) por las cuales las partes de esa multiplicidad podrían relacionarse (combinarse, componerse) entre sí o con terceras partes (de otras multiplicidades del entorno). Desde esta perspectiva, el fin se opone a lo des-ordenado, a lo in-definido o in-determinado, a lo amorfo, caótico al azar; y, por ello, a pesar de las pretensiones del “arbitrarismo” de la libertad de la voluntad, cabe reconocer un nexo profundo entre la finalidad y la necesidad [145].
La idea de finalidad puede, según lo que precede, considerarse como una modulación de la identidad sintética [214], puesto que la unidad de la multiplicidad del referente está determinada por el resultado (o el contexto, en su caso) exterior, y es también exterior a cada una de las partes. Si suponemos, con Bernouilli, que una partícula P situada en un punto A desciende hacia un punto B situado a la derecha y más abajo del A en virtud de la única acción de la gravedad, la trayectoria que habrá de recorrer, para un tiempo mínimo, será una curva braquistocrona. Diremos, pues, que P(A) tiende a B, en las condiciones dadas, no porque atribuyamos a A un propósito, sino porque siendo la braquistocrona (AB) una de las múltiples alternativas posibles por las que pueda pasar P de A a B, sin embargo, siempre que se den las mismas circunstancias, se reproducirá la curva; la curva descrita por las posiciones de P es extrínseca a cada posición (en particular, B es extrínseca a A); sin embargo, la braquistocrona es una ordenación de posiciones que engloba o unifica a la multiplicidad de posiciones sucesivas, frente a otras “posibles”; cabría decir que la trayectoria braquistocrona y P(B) como uno de sus puntos, es el resultado del proceso del movimiento de P(A) en las condiciones dichas. Pero este resultado no es, por ello, ajeno al movimiento: se identifica sintéticamente con él, y define la indeterminación de trayectorias posibles. No hay azar o desorden en el movimiento de P(A) a P(B); simplemente diremos que P(B), en cuanto parte de la trayectoria braquistocrona es, junto con ella, el fin interno del movimiento (serie de posiciones) que determinado (contextualmente) por la gravedad comenzó en P(A); P(A), podemos afirmar retrospectivamente, tiende a recorrer una curva braquistocrona, al moverse en un tiempo mínimo hacia P(B) por la sola acción de la gravedad. La finalidad o tendencia de P a recorrer las posiciones de la braquistocrona que termina en B afecta a cada posición de P, a partir de P(A); cada posición podemos considerarla determinada por la identidad entre el proceso del movimiento anterior y el resultado de ese proceso (la curva braquistocrona); y si tratamos la curva como una configuración, por la acción de las fuerzas gravitatorias. Decimos también que el acetábulo pelviano tiene su morfología estructurada con el fin de recoger la cabeza del fémur; el acetábulo es el “lugar” (“primera superficie inmóvil”) de la cabeza del fémur: la configuración acetábulo está determinada por el contexto de la cabeza de un fémur, así como recíprocamente.
Por último: si el referente de un fin ha de ser siempre una multiplicidad, se comprende que un referente definido como una entidad simple (tal como el punto en Geometría, o Dios en Teología) perderá su condición de referente teleológico. Lo que tiene fin, asimismo, es decir, el referente, ha de ser finito, es decir, no in-finito; y finito significa aquí determinado entre algunas de las alternativas posibles (procesuales o contextuales) que pueden ser ilimitadas. La idea generalísima de fin puede modularse [789] de muy distintas formas. Además, siempre que hablamos de un fin determinado, tendremos que hacerlo a través de alguno de sus modos.
http://www.filosofia.org/filomat/df109.htm
Finalidad (según la Ontología materialista)
Criterios para clasificar modos o flexiones de la Idea de Fin
Los criterios para clasificar modos o flexiones de la Idea de Fin los tomaremos del mismo sistema constituido por el par sincategoremático de fin y referente [109]. Se nos abren así tres direcciones posibles para establecer las flexiones de la idea de fin, según que consideremos (1) el referente, en cuanto multiplicidad, que va a ser totalizada por el fin; (2) el fin, en cuanto totalización del referente; (3) la composición misma del fin y su referente. Llamaremos dimensionales [111] a los modos (1); modos entitativos [114] a los modos (2) y modos fundamentales a los modos (3).
http://www.filosofia.org/filomat/df110.htm
Modos dimensionales de la Idea de Fin
Primera dirección posible para establecer las flexiones de la idea de fin [110]. La distinción más señalada desde esta perspectiva es la que se deriva de la diferencia de los tipos de multiplicidad en los que cabe resolver al referente. Y la diferencia más profunda es la que separa las multiplicidades sucesivas (procesuales) y las simultáneas (configuracionales), en la medida en que sean separables. Hablaremos de fin procesual [112] (cuando el referente figure como una multiplicidad sucesiva) y de fin configuracional [113] (cuando el referente figure como una multiplicidad simultánea)
Fin procesual
Primer modo dimensional de la idea de fin [110]. Hablaremos de fin procesual cuando el referente figure como una multiplicidad sucesiva [109]. En el fin procesual el término o límite final del proceso suele situarse en el futuro; ello da lugar a dificultades insalvables (el futuro no existe, no puede actuar, etc.) que intentan ser resueltas mediante la introducción de una facultad ad hoc de representación de ese término futuro [234] “primero en la intención, último en la ejecución”. Pero el término “futuro” (el resultado, otras veces –cuando hay un proceso de causalidad eficiente–, el efecto) es el que ha de entenderse como determinante de la figura o concepto del propio proceso. Esto es lo que el análisis de los escolásticos expresaba metafísicamente al hablar del “influjo recíproco del efecto sobre la causa” –por la finalidad– y de la causa sobre el efecto –por la eficiencia. Tal “influjo” es absurdo, pues obliga a postular una mente influyente (humana o divina) ad hoc. De lo que se trata es de reconocer que el término final del proceso determina materialmente el mismo concepto del proceso: las alas de la gaviota no serían conceptuadas como alas si no las hubiésemos percibido en la gaviota volando (por ello es a la vez cierto decir que la gaviota vuela porque tiene alas y que tiene alas porque vuela; pero no como si se tratase de dos “líneas causales acopladas”, ni de una línea causal y su recíproca lógica, sino porque el resultado –aquí, el batir de las alas– constituye o forma parte del concepto mismo del proceso, la gaviota volando). La única solución posible sólo podrá encontrarse regresando “más atrás” hasta interceptar esa llamada “representación del futuro”. Si sustituimos la representación del futuro del proceso por la representación del término de otro proceso ya concluido que suponemos de la misma clase al de referencia, entonces podremos entender lógicamente el alcance de la idea de un fin procesual concreto. Este fin equivale a un destino, o sino, de una trayectoria que está cumpliéndose como análoga a otras trayectorias ya cumplidas.
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